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Aporte del cristianismo a la mujer (página 2)



Partes: 1, 2

Como ya muchos alegarán, es altamente probable
que esta situación no se haya plasmado de inmediato o
pudiera encontrarse parcialmente pendiente de aplicación
hasta hoy día.

No es el tema al que apunto.

Sólo digo que los postulados están desde
el principio.

Cuando se leen los evangelios, dado que el personaje
central es Jesús, solemos recluir a un segundo plano a los
otros actores.

Si desistimos de esta tendencia podemos advertir para el
caso de María, que la misma ocupa un lugar, un
señalamiento, una actividad que es destacada de manera
equilibrada, sin opacar la figura de Jesús,
propiciándole un marco de importancia, un espacio cercano
y digno de atención, augurándole un futuro en
la conformación de la iglesia
cristiana.

Desde el mismo inicio del evangelio de Mateo, por
ejemplo, se relata su embarazo
milagroso con un respeto que
sorprende por tratarse de una mujer soltera y
judía que, ante tal situación, hubiera podido ser
víctima de un terrible destino.

Al respecto, recordemos el episodio sobre el intento de
lapidación a una ramera que aparece en algunas versiones
del evangelio de Juan (8:1-11).

Sin embargo, el desarrollo de
la historia del
embarazo de María exalta la intervención divina en
los sucesos, llevándolo todo a un final sereno donde ella
es valorada doblemente: como portadora de un ser divino y como
elegida para ello. Esas son las razones que aceptará su
prometido: "Cuando José despertó del
sueño, hizo lo que el ángel le ordenó, y
tomó a María por esposa. Y sin que él antes
la conociese, ella dio a luz un hijo, al
que José puso por nombre Jesús
" (Mt
1:24,25).

Más adelante, en Mateo 2:10,11, en el pasaje
conocido como "La adoración de los magos", se lee:
"Cuando los sabios vieron la estrella, se alegraron mucho.
Luego entraron en la casa, y vieron al niño con
María, su madre; y arrodillándose le rindieron
homenaje
".

Aquí se aprecia como el autor incluye a
María en la descripción, cuando bien pudiera haberla
omitido. Pero, de este modo, está resaltando la
importancia de que se encuentre al lado de
Jesús.

En varios pasajes subsiguientes se reafirma esta
condición cuando dice: "Levántate, toma al
niño y a su madre
" (Mt. 2:13, 20, 21). El autor
parece querernos decir que en el plan divino
cuentan el niño y la madre.

En Lucas 2:34,35, vemos que es a María a quien
Simeón le informa sobre la importancia de su hijo y de
cómo la vida de él afectará la de ella,
diciéndole: "Este niño está destinado a
hacer que muchos en Israel caigan o
se levanten… todo esto va a ser para ti como una espada que
atraviese tu propia alma
".

El mismo autor en 2:48 pone en boca de María el
llamado de atención dirigido a un Jesús de doce
años al que no encontraban y que hallaron, finalmente, en
el templo: "Hijo mío, ¿por qué nos has
hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado
buscando llenos de angustia
".

Y, luego, cierra el conjunto de relatos sobre el
nacimiento, niñez e infancia de
Jesús con esta reflexión sobre María: "Su
madre guardaba todo esto en su corazón
" (Lc
2:51).

El evangelio de Juan muestra que el
rol de María no acabará al morir Jesús.
Será su propio hijo quien le informe esta
continuidad de su vida después de él: "Cuando
Jesús vio a su madre, y junto a ella al discípulo
al que él quería mucho, dijo a su madre: – Mujer,
ahí tienes a tu hijo -. Luego le dijo al discípulo:
– Ahí tienes a tu madre -. Desde entonces, ese
discípulo la recibió en su casa
" (Jn
19:26,27).

Y al iniciarse el libro de los
Hechos de los Apóstoles se le observa reunida con algunos
de ellos y unas mujeres, orando (Hch 1:14).

Este papel, mejor diría este espacio de
preferencia ofrecido a la mujer llamada
María, madre de Jesús, y en ella a la mujer en
general, no tiene antecedentes dentro de la Biblia si lo
confrontamos con el único caso que podría servir
para tal comparación, la vida del fundador del
judaísmo, Moisés.

La lectura
ofrecida por el libro Éxodo sobre el nacimiento de
Moisés es más que breve.

Baste ver que en un sólo capítulo, el
segundo, se describe el casamiento de un hombre y una
mujer, ambos de la tribu de Leví, de quienes nacerá
Moisés, que a los tres meses es arrojado al río
Nilo en una canasta de juncos, para ser recogido por una princesa
egipcia que lo adoptará; más tarde, ya adulto, mata
a un egipcio y huye al desierto de Madián, donde conoce a
quien sería su suegro Reuel, el cual le da por esposa a
una de sus hijas, Séfora.

Salvo para el caso de Séfora y de Reuel
(éste último personaje aparece con otros dos
nombres Jetro –Éxodo 3:1- y Hobah –Jueces
4:11), no se cita el nombre de su madre ni de su padre, como
tampoco el de su hermana y de la princesa egipcia o el de
faraón. Tampoco hay alguna descripción minuciosa
sobre ellos.

Como pueden apreciar aquellos que hayan leído la
Biblia, la diferencia de tratamiento narrativo de ambas historias
(Evangelios – Éxodo) es notable.

Su lectura nos permite visualizar qué es lo
central para los redactores de los escritos.

Vemos así que el escritor de Éxodo, a
través de lo expuesto en el segundo capítulo,
quiere ser breve para poder
encaminarse, lo antes posible, hacia la tarea, los hechos del
Moisés adulto.

Por eso sólo informa su origen tribual,
cómo se salvó de la muerte
siendo arrojado a las aguas del Nilo, su primer contacto con sus
hermanos hebreos y su huida al desierto, escenario que
terminaría siendo su ámbito natural de
desenvolvimiento.

Pero esa descripción también tiene otra
razón para su brevedad y su contenido. Hay algo
más: El escritor del capítulo II de Éxodo no
puede ser ajeno a su época.

Viene aquí, muy a cuento,
repetir un pasaje del texto de
Foucault ya
citado: "En el fondo, no es de sorprender que los
órganos de la sexualidad o
la reproducción jamás hayan podido
nombrarse en el discurso
médico. Era muy lógico que el médico
vacilara en nombrar esas cosas. ¿Por qué? Porque es
una vieja tradición de la Antigüedad. Puesto que en
ella las mujeres eran seres particularmente
despreciables
".

Cada cual tendrá su punto de vista sobre el grado
de exactitud que corresponda a la frase "en ella (en la
Antigüedad) las mujeres eran seres particularmente
despreciables
".

No obstante es innegable que el papel y los derechos de la
mujer, la mirada sobre ella durante la mayor porción
de la historia de la humanidad, no ha estado en un marco de
igualdad con
el hombre,
sino más bien en un segundo plano o menor.

Y en el Antiguo Testamento, y a modo de ejemplo, podemos
leer un pasaje de los conocidos Diez Mandamientos que
parecería mostrarnos esta tendencia a dar un segundo plano
a la mujer.

Transcribo Éxodo 20:17 (20:14 en las Biblias
Hebreas): "No codiciarás la casa de tu prójimo,
no codiciarás su mujer, ni su esclavo, ni su esclava, ni
su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca
".

Nótese que allí se ordena no codiciar,
más exactamente "no querer apropiarse" de las
pertenencias, de aquellas "cosas" que son propiedad del
otro, siendo ese otro un hombre.

Obsérvese que entre: la casa, los esclavos, el
buey, el asno, y cualquier otra "cosa", "pertenencia" de otro
hombre, se incluye a la mujer.

No es para alarmarse. No hay que poner el grito en el
cielo porque uno de los mandamientos incluya esta forma de
clasificación donde la mujer forma parte del inventario de un
hombre.

Ha sido así, como fue dicho, como Foucault
tácitamente reconoce, a lo largo de la historia, en todas
las culturas, por siglos y siglos. Cualquier historiador,
cualquier lector entusiasta de la historia, puede reconocerlo. Ni
que decir lo que puedan pensar al respecto los integrantes de
algún movimiento
feminista.

Pues bien, esta circunstancia, esta forma de ver, es la
que inclina al escritor de Éxodo a centrarse en el hombre,
el líder,
Moisés.

Pero, volviendo a nuestro tema, esta cuestión del
tratamiento peculiar que la mujer llamada María, madre de
Jesús recibe, no se acota en la comparación
precedente Moisés y Jesús. Tampoco quiere la cita
de ese ejemplo, implicar algún grado de
desvalorización sobre el inmenso valor que la
figura de Moisés representa y que de ningún modo es
tema de discusión.

En otros términos: no debemos pasar por alto que
el esmero puesto de manifiesto por los escritores de los
evangelios para exaltar con cuidado y equilibrio la
figura de la Virgen
María, no es materia
común al relato de otros nacimientos de líderes, de
otras historias de personajes trascendentes, reales o no. Y
pasaré a otro ejemplo.

Si tomáramos el texto del Budacarita sobre el
nacimiento del fundador del budismo, Sidarta
Gautama, observaremos que su madre, Maya, es nombrada pocas
veces, sí con respeto por su misión
(traer a Buda al mundo), pero rápidamente sale de escena,
muere y es reemplazada en el cuidado del niño por su
hermana. Pero tampoco ella jugará un rol, será
sólo una mención más. De inmediato se inicia
la historia sobre la infancia, desarrollo espiritual y mensaje de
Buda.

Como vemos el escritor del Budacarita (se presume que
fue un tal Asvagosha) se centra en el hombre, en el líder
de esta historia, Buda.

También son escasos los datos sobre
Amina, la madre de Mahoma, fundador de islamismo, la que
habría muerto siendo él muy
pequeño.

Sin embargo, es de destacar que en el Corán se
menciona en más de una oportunidad a
María.

Nada se sabe respecto de la madre de Lao Tse o de
Gilgamesh.

Tal cómo indirecta y brevemente señala
Foucault en su texto y como hemos visto mediante algunos pasajes
de los evangelios, éstos presentan un tratamiento hacia
María que es infrecuente para su época.

Y esto es así no sólo sobre la madre de
Jesús. También se observa en las citas a otras
mujeres: Marta (Jn 11:5), la prostituta de Juan 8, Juana y Susana
(Lc 8:11), Isabel (Lc 1:57,58), Salomé (Mc 16:1) y
especialmente María Magdalena.

Agreguemos también que esta actitud no se
acota en los Evangelios.

En los Hechos de los Apóstoles y las diversas
Epístolas que integran el llamado Nuevo Testamento, hay
aportes que reflejan una consideración positiva hacia el
papel de la mujer en la comunidad.

Son muchos y variados los ejemplos que se pudieran citar
pero siendo mi propósito incentivar la investigación y reflexión sobre lo
expuesto, me parece propicio recomendar la lectura de
un excelente material que encontré en Internet. Se trata de
un ensayo
titulado "La mujer en el cristianismo
primitivo
", de Rafael AGUIRRE (www.mercaba.org/FICHAS/H-M/724.htm).

Ojalá que este deseo mío se cumpla y sirva
para evaluar si este respeto, si este marco de, al menos, mediana
igualdad entre hombres y mujeres que se trasluce en algunos
pasajes de los Evangelios, en Los Hechos y en varias citas del
apóstol Pablo aún se encuentra vigente, o si
necesita ser revitalizado, si es menester que trabajemos
diariamente para que mujeres y hombres estemos unidos en un plano
de igualdad, integrados a la construcción de un planeta Tierra digno
de nuestros niños.

 

Daniel Adrián Madeiro

Copyright © Daniel Adrián
Madeiro.

Todos los derechos reservados para el
autor.

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