Un repaso mental como parte del debe y el haber.
En el haber, una vida de sólida holgura
económica que le permitía darse todo tipo
satisfacer sus caprichos personales más insólitos.
Visitas a los mejores Shoppings; compras
compulsivas en aras de conformar un ajuar variadísimo y
lujoso; una especie de harén de las mejores marcas,
artículos exóticos y comunes, comprimiendo el
enorme placard del vestidor.
En el haber, también debía incluir las fiestas y
reuniones de todo tipo, incluso las diplomáticas (su
marido, Carlos Alzamendi Navas Correa, era asesor de informática de varias embajadas radicadas
en el país), o los té canasta
–anacrónicos, demodé casi- de los
días miércoles de cada semana (siempre claro, a
beneficio de alguna institución ligada a la pobreza en
general, más inclinada a las carencias infantiles). En
fin, un poco de aire fresco para
la conciencia, a
pesar de la fastidiosas molestias de tener que desplazarse cada
tanto a algún ignoto rincón de la periferia urbana.
Parte del rito de repartir juguetes o
ropa usada, en medio de un caos de niños
gritones y ansiosos que se colgaban de su cuello y le tironeaban
la pollera reclamándole afecto.
Claro que también formaban parte de este haber, los dos
viajes anuales
al exterior:– Europa, EE.UU.-,
o algunas exóticas excursiones al lejano Oriente .A
propósito, siempre recordaba el espantoso periplo por
Calcuta, con la pobreza extrema
dándole cachetazos en la cara. Cuándo le
preguntó a Carlos por qué millones de personas
aceptaban sin una sola protesta, ese ancestral estado de
resignación social, su esposo- cáustico como
siempre- se limitó a contestarle que el dogma religioso
todo lo hacía posible. "No se trata de un problema social,
Azu. El problema social surge cuándo existen conflictos
entre sus protagonistas, pero en este caso todo se reduce a una
cuestión religiosa fundamentalista. Aquí, los
pobres y los parias, no levantarán jamás carteles
de protesta", acotó.
De todos modos, sería su primera y última visita
a la India. Ver a
seres humanos durmiendo en la calle- y por millones-mientras una
elite era capaz de construir templos al estilo del Taj Malal, le
parecía sencillamente la muestra obscena
de una sociedad
enferma, que no se atrevía a revisar sus códigos
ancestrales.
Menos mal que las incursiones a Chapelco o Aspen borraban con
creces las malditas miserias humanas.
En el Debe, la frustración de sus estudios postergados
de Derecho, consecuencia directa de la llegada casi compulsiva de
sus tres hijos. "Yo entiendo lo de tu vocación Azu; pero
los chicos te necesitan. Sabés que hemos probado con
niñeras e institutrices de todo tipo, pero ya viste que
sus intervenciones han hecho del hogar un caos. Los chicos no se
adaptan. Reclaman la atención de su madre"
Pero también en el Debe- además de la
fatídica rutina de criar los hijos- pesaban los largos
viajes laborales de Carlos- en tiempo y
distancia- debido a sus obligadas visitas a la casa matriz de
Seúl.
A modo de colofón, el sello fastidioso y rutinario de
las aventuras extramatrimoniales de su marido- desmentidas a
rajatabla reiteradamente- circunstancia excluyente de que el
juego pasional
ya había extendido su certificado de defunción.
Sin embargo, pese a que la idea de una aventura
extra-matrimonial liberaba su conciencia como una especie de
vía libre para poder pagarle
con la misma moneda, nunca se había animado a hacerlo. Ni
siquiera bajo el acicate de saber que todas sus amigas casadas,
acuñaban varias historias de amantes furtivos y de los
otros. En fin, que la infidelidad era un umbral prohibido; y no
precisamente porque le faltaran ganas. Todo lo contrario. En
parte – lo sabía- una simple cuestión de miedo; la
resultante de una educación prejuiciosa
y pacata en el MARIA AUXILIADORA, en cuyos claustros, la frase
no fornicarás, se había montado sobre el
resto de los pecados capitales, conformando un coto cerrado en su
cerebro; en parte
también, porque la falta de una abierta educación
sexual, había convertido el sexo en un
tabú excluyente. ¿Moraleja? Treinta años de
matrimofobia, durante los cuáles ninguno de los dos
se ocupó de plantear las cosas con la debida
franqueza.
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Conversación de amigas.
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