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Arte del vitral en el Cosmovitral de Leopoldo Flores (página 2)




Enviado por ababas



Partes: 1, 2

    1. En algunos otros documentos se señala que en el
      año de 1908 el H. Ayuntamiento de la Ciudad de
      Toluca aprobó la iniciativa para edificar un nuevo
      mercado, el cual se pretendía que
      estuviese concluido para el 16 de septiembre de 1910 y
      así conmemorar, junto con otros actos, la
      promulgación de la Independencia Nacional llevada a cabo cien
      años atrás.

      Se comisionó al Ing. Manuel Arratia para
      realizar los planos del proyecto y se convocó a un concurso
      para la construcción de dicho mercado
      público.

      Problemas económicos, así como el
      advenimiento de la revolución, impidieron que se
      terminara en el plazo previsto.

      La Compañía Fundidora de Fierro y
      Acero
      de Monterrey, S.A., presentó, a juicio del jurado,
      el mejor proyecto, venciendo a otras
      compañías participantes nacionales y
      extranjeras.

      Se inauguró hasta el año de 1933,
      con nombre de "Mercado 16 de Septiembre", el cual
      funcionó como tal durante más de 40
      años, hasta que se trasladó al actual
      Mercado "Benito Juárez".

      En el interior del edificio se puede ver una
      placa alusiva a su época de mercado.

      El edificio es de planta rectangular, cuyo eje
      mayor corre en el sentido del paso del sol.

      Casi un 40% de su alzado es de cantera y el
      resto fue ventanería, espacio ocupado ahora por
      los vitrales.

      Tiene una puerta en cada uno de sus lados
      pequeños y dos por cada lado mayor, todas ellas
      medio punto con verjas de hierro
      de barrotería sencilla, pero
      monumentales.

      La disposición del edificio permite que
      la entrada principal siga siendo la que ve hacia el
      poniente, abierto ahora, hacia una gran plaza.

      Sobre este acceso se levanta un remate con un
      águila y un pequeño vitral con un ave
      desplegando sus alas.

      En su interior se encuentran sostenidas tres
      naves de planos inclinados que integran un gran espacio
      de aproximadamente cinco mil metros cuadrados, cubierto
      totalmente, en su mayor parte con lámina
      transparente; formando un recinto envidiable por su
      luminosidad y temperatura, ambas condiciones muy
      propicias para el uso actual que tiene de vitral y
      Jardín Botánico.

      El autor del diseño plástico es el artista Leopoldo
      Flores, originario del Estado
      de México. El tema gira en torno
      de la solución dialéctica a las dualidades
      y antagonías universales. En su primera fase tiene
      una extensión aproximada de dos mil metros
      cuadrados de vitral. La obra se inició en julio de
      1978 y se inauguró el 5 de julio de 1980.
      Está compuesto de 40 módulos perimetrales
      más del interior. En esta obra participaron
      más de cien personas artesanos, dibujantes,
      empleados, técnicos y trabajadores. Se utilizaron
      65 toneladas de fierro estructural y 25 de plomo.
      Contiene 23,000 secciones y más de 150,000
      fracciones de vidrio
      que pesan aproximadamente 45 toneladas.

      A diferencia de otras series de vitrales, sobre
      todo europeos, en que cada vitral es un tema diferente y
      aislado del resto, esta obra es una secuencia figurativa
      en la que cada uno de los 48 módulos está
      concatenado a los contiguos en una sucesión
      cromática y temática sin principio ni fin.
      Es un ciclo cuya cuya contemplación puede
      iniciarse por cualquiera de sus partes.

      Al entrar al edificio se encuentra uno con un
      pequeño vestíbulo en cuyo frente destaca un
      gran círculo de fuego, un vigoroso sol radiante en
      el que se encuentra inscrito el
      hombre recordando la proporción áurea
      pitagórica. El hombre
      que mantiene en perfecto equilibrio las fuerzas creadoras: la
      virtud, el arte y
      la
      ciencia; el bien, la verdad y la belleza; la
      sabiduría, la beatitud y la epopeya heróica
      de la humanidad.

      Al lado izquierdo de este vestíbulo
      está la entrada al gran recinto. Al entrar al
      edificio se recibe una gratísima impresión
      a la cual es imposible evitar el vistazo general, sin
      mirar detalles, sin detener la vista en algo
      específico.

      Esta primera visión permite al observador
      apreciar de golpe el tema contrastante realizado por el
      artista.

      El día y la noche, en el lado sur puede
      verse el amanecer, la luz
      radiante de la aurora, en el lado opuesto, la oscuridad
      de la noche.

      También es inicialmente perceptible la
      oposición entre la vida y la
      muerte; entre la creación y la
      destrucción. Mientras que en el sur se ven
      aves
      canoras, aves de bellos plumajes, aves de vuelos
      cadenciosos, aves de trinos matutinos, aves dioses y al
      hombre alado que se eleva hacia lo sublime, al hombre que
      se rebela contra la opresión; en el extremo
      contrario están rapaces, los pájaros del
      mal agüero que salen al amparo
      de la obscuridad, animales nocturnos que buscan la
      carroña y la rapiña; igual que el hombre de
      tinieblas que mata y destroza por medio de la guerra
      o la agresión, el hombre negativo que alienta la
      ignominia.

      Después de este fugaz primer impacto el
      observador se ubica dentro de esa eterna lucha de
      opuestos que se prolonga en un "continuum"
      cósmico, mensaje artístico de confianza en
      la conservación de la vida y la renovación
      del pensamiento.

      Aunque ya se dijo que la contemplación
      detallada puede iniciarse por cualquier unidad de ciclo,
      se recomienda ir al fondo del edificio y empezar por el
      lado oriente.

      En ese lado se representa desplazándose
      hacia el norte, a Orión, la más ilustre de
      las Constelaciones y apuntando hacia el sur a la
      Constelación de Sagitario, en la cual la nebulosa
      Trífide hendida por lenguas de fuego despliega un
      vuelo secreto en torno del cual explota la materia en infinidad de
      estrellas.

      En la parte izquierda del vitral central se
      observa al hombre cuyos brazos parecen acercarse a los de
      la
      mujer que se encuentra al lado derecho.

      En el centro se puede ver un núcleo que
      es el macrocosmo, en el vientre de la mujer
      hay otro núcleo que es el origen del microcosmo,
      el génesis del hombre.

      Tanto la Constelación de Orión,
      como la nebulosa trífide tienen
      características de aves. En la constelación
      del lado izquierdo se aprecia hacia el norte, un ave que
      desciende; es la noche, la muerte, en tanto que el lado derecho vemos
      la nebulosa trífide el ave ascendente; el
      nacimiento, el origen de
      la vida, el amanecer.

      Continuando hacia los módulas del lado
      sur se distingue una parvada o bandada de aves que a su
      vez conforman una gran águila.

      En la parte central del lado sur en los seis
      módulos del centro se configura una metamorfosis
      en la que aparece el hombre alado, más adelante a
      mujer y por último la unión de estos dos
      para dar lugar a un nuevo ser.

      Los seis siguientes módulos, siguiendo en
      el lado sur, se desarrolla la lucha por la
      superación, el ascenso hacia lo sublime, la
      realización del hombre.

      Volteando para el lado poniente, en los tres
      módulos que dan al sur de la puerta principal, se
      representa el ascenso de los hombres hacia la
      cúspide, hacia el
      sol, la parte culminante de la elevación del
      hombre. Los rostros permiten ver la alegría por
      haber alcanzado los ideales.

      En el módulo del lado izquierdo de la
      puerta se capta nuevamente la parvada de hombres,
      sólo que ahora sus rasgos del rostro reflejan la
      angustia, el dolor, la declinación, la decadencia;
      principia el atardecer, el ocaso de la vida, se acerca la
      noche.

      Girando hacia el poniente se inicia la lucha
      entre el día y la noche, simbolizando por dos
      aves, el ave diurna y el ave nocturna.

      Finalmente al vencer la noche, el día se
      extingue. Las tinieblas se intensifican.

      El vuelo nocturno de las aves victoriosas copa
      el horizonte y se transforman en hombres que se amparan
      en lo sombrío, lo tenebroso y negativo.

      Los seis módulos centrales son tratados bajo una retícula que
      simboliza la cárcel del odio, presos de sus
      propias pasiones, mezclados con las aves del
      mal.

      La última sección de este lado
      norte, teniendo como símbolo al búho,
      expresa la noche que a su vez se desvanece por que se
      avizora el nuevo día, el alba,
      la luz, el nacimiento de la vida.

      Para observar el Jardín Botánico
      se sugiere volver a la puerta de entrada e iniciar el
      recorrido.

      Son muchas las especies y variedades de plantas que ahí se exhiben, sin
      embargo, mencionaremos solamente las que más
      llaman la atención, indicándose su
      nombre vulgar, científico y los lugares donde se
      conoce.

      Entre la recepción y la primera puerta
      del lado norte pueden apeciarce entre otras las
      siguientes plantas:

      Ave del Praíso (Strelitzia Reginae
      Musacea), Africa
      del Sur.

      Azuecna Roja (Hippe Astrum Vittatum
      Amarilidaceas), Sur América.

      Nochebuena (Euphorbia Pulchernma Euphorbiacea),
      México.

      Lele (Bombax Ellipticum Bombaceae),
      México.

      Camedor (Chamaedorea SP. Palmae), México
      y Sudamérica.

      En un costado de una de las fuentes del centro se localiza el busto
      eregido en honor de EIZIMATUDA, científico
      japonés que realizó una gran labor en el
      campo del estudio de la flora del Estado de
      México.

      El epígrafe en su escultura
      dice:

      Nació en Nagasaki, Japón, el 20 de abril de 1894,
      graduado en la Universidad Imperial de Taihoku,
      Japón, en 1914, post-grado en la Universidad de
      Formosa en 1917.

      Llegó a Mnéxico en 1922;
      explotador y Botánico distinguido, sirvió
      al Estado de México durante 28 años,
      inició sus actividades en la Comisión
      Botánica Exploradora del Gobierno del Estado de México en
      1955, realizó el Herbolario del Estado de
      México, que es una obra monumental y contiene
      más de 6,000 especies de plantas descubiertas y
      clasificadas por este ilustre
      científico.

      Murió en el Perú el 12 de febrero
      de 1978; el Gobierno del Estado de México le rinde
      homenaje a su memoria en este sitio.

      Actualmente se pueden observar muchas variedades
      de plantas en este Jardín Botánico entre
      las que destacan: Ave del Paraíso que se conocen
      en el África del sur; La Noche Buena y el Lele de
      México; La Jacarandá Blanca de Brasil; El Arbol del Pan de Asia;
      El Nispero de Japón; El Arete de Centro y
      Sudamérica; Las Orquídeas de Todo el Mundo;
      El Tulipán de China;
      Flor de Mayo de Ecuador; El Rodo Drendo de Asia entre
      otras muchas especies.

      SOBRE EL AUTOR LEOPOLDO FLORES
      VALDÉS

      Si sólo se hubiera propuesto el dominio de un oficio, el arte de aplicar
      forma y color
      a cualquier superficie, Leopoldo Flores sería un
      gran pintor desde hace más de medio siglo. Sin
      embargo, se dio a la tarea de producir difíciles
      composiciones a grande o pequeña escala, sin otro instrumento de medición y armonía que su
      propio pulso implacable, capaz de trazar y colorear al
      mismo tiempo
      con la maestría que caracteriza a un gran creador
      de objetos plásticos. Aunque tampoco se
      quedó en la simple capacidad de producir deleite
      mediante la belleza complaciente, porque para él
      la creación artística es un medio –a
      veces doloroso- de expresar al hombre como ser social, al
      igual que un instrumento de difusión entre la
      gente de ciudad y campo.

      Leopoldo Flores es un interventor de la naturaleza señala Alfonso
      Sánchez Arteche un detonador para la
      transformación del ambiente urbano y un organizador del
      esfuerzo colectivo par dignificar los espacios
      empobrecidos por la masificación y la
      injusticia.

      Sanches Arteche se pregunta ¿Cuál
      ha sido y es el vivir de Leopoldo Flores? y comenta que
      es hijo de un trabajador de la compañía de
      Luz y Fuerza
      del Centro, quien operaba en la planta
      hidroeléctrica de San Simonito en el Sur del
      Estado de México, el futuro artista estudio hasta
      la preparatoria en la Ciudad de Toluca; después,
      se aparto de la tradición familiar para seguir una
      invencible vocación de dibujante y pintor. Tras
      cursar siete años en la Escuela Nacional de Artes Platicas "La
      Esmeralda" se asocio con un grupo
      de colegas suyos en el grupo "Tlamachcalli" que instalo
      un estudio-galeria en la capital del país. Por entonces la
      influencia plástica de sus maestros Pablo
      O’Higgins, Raúl Anguiano, Santos Balmori,
      Carlos Alvarado Lang, Ignacio Aguirre, entre otros, al
      unísono con los impulsos de su sensibilidad
      social, lo empujaron a denunciar el fanatismo, la
      discriminación racial y la
      ferocidad bélica del imperialismo con un estilo expresionista
      que llamo la atención de la critica de arte
      Margarita Nelken.

      De vuelta en Toluca obtuvo empleo
      como dibujante dice Alfonso Sánchez en la Dirección de Turismo
      del Estado de México pero en 1965 consiguió
      una beca del instituto Francés de América
      Latina y del Gobierno Estatal ara continuar sus estudios
      en París, donde amplio su visión de mundo
      en la cercanía de los grandes maestros
      clásicos y modernos cuyas obras pudo conocer en
      sucesivos viajes
      por Europa
      pero sobre todo al entrar en contacto con la juventud rebelde de los años
      sesenta, cuya movilización y consignas le hicieron
      concebir una nueva forma de muralismo: El Mural Pancarta
      que desprende la pintura de las paredes para llevarla a las
      calles y plazas, participando de la inconformidad
      colectiva.

      En 1967 obtuvo el premio Nuevos Valores que le permitió exponer su
      serie nosotros mismos en el Salón de la
      Plástica Mexicana. Proponiendo mediante la
      sintaxis plástica una reflexión sobre la
      involución de la especie humana, el retorno a la
      primitiva condición simiesca, al mismo tiempo que
      trazaba una denuncia contra la incapacidad de la ONU
      para impedir las guerras y dictaduras.

      Posteriormente siguió trabajando la
      línea antropozoica, de expresionismo abstracto, descomponiendo la
      figura en porciones geométricas con manchas de
      color sobrepuestas, en cuadros cada vez mayores hasta
      que, a principios de los años setenta, el
      Mural-Pancarta adquirió su papel
      protagónico al cubrir la fachada de un edificio
      público en Toluca durante la exposición 100 Hecatombes,
      donde el diseño no alcanzó su límite
      en la tela, sino que se prolongó sobre el piso,
      atravesó la plaza principal y llegó hasta
      el muro de un viejo mercado, donde se dispersó
      como una gran manada; tal audacia expresiva llamó
      la atención de la crítica europea.

      En 1973 fue invitado a exhibir su
      Mural-Pancarta VII. Homenaje a Pblo Picasso en la fachada del Museo de Arte
      Moderno de París, como consigna del Salón
      Mayo. No sólo llegó a considerarse como el
      mayor suceso del arte joven en Francia durante ese año, incluso,
      la técnica quedó registrada como una
      innovación en el Centro
      Internacional de las Artes. Meses después el
      Palacio de Bellas
      Artes de la Ciudad de México abrió su
      vestíbulo para la colocación de otros
      Murales- Pancarta, al igual que de varias decenas de
      odres pintados, aunque las autoridades impidieron que las
      mantas fueran colgadas en el exterior del
      edificio.

      Mientras tanto Leopoldo abrió la Sala de
      Arte Contemporáneo en la Casa de la Cultura de Toluca, con el propósito
      de formar una colección plástica que
      reuniera el
      trabajo de los más importantes creadores
      mexicanos o radicados en México, mediante la
      adquisición de obras a un precio
      casi simbólico, tarea que se cumplió en
      buena medida y gracias a la cual se constituye el acervo
      primario del actual Museo de Arte Moderno, cuyo primer
      director fue el propio Leopoldo Flores. Posteriormente el
      inmueble se convirtió en Cámara de
      diputados; sin embargo, Leopoldo trató de
      reivindicar ese espacio para el cultivo del arte e
      inició el esgrafiado de su mural El hombre
      contemplando al hombre sin autorización oficial,
      comprando sus materiales, trabajando durante meses en
      dicha obra y luego luchando para impedir su
      destrucción.

      A principios de 1972 concibió un proyecto
      aún más ambicioso: pintar una
      montaña. Viendo el frente rocoso del cerro de
      Coatepec (ubicado en la Ciudad Universitaria de Toluca),
      pensó en cubrirlo de color al igual que la
      gradería del estadio que se acuna en su parte
      inferior, para desarrollar el tema La luz naciendo de
      la luz.

      En mayo de 1974, junto con dos colaboradores,
      inició las tareas de limpieza en la superficie
      cubierta de maleza, y a medida que conseguía otros
      apoyos (el cuerpo de bomberos, que ayudó a lavar
      el cerro; la Unión de docentes y alumnos en la pintura del
      graderío) fue tomando forma Aratmósfera,
      una experiencia de land art sin paralelo en el mundo y
      también registrada como innovación por el
      Centro Internacional de las Artes. Críticos como
      Raquel Tibol y Antonio Rodríguez –quienes
      seguían muy de cerca la trayectoria del artista-
      manifestaron su admiración por esta nueva proeza,
      complementada a finales de 1977.

      Sin embargo, la obra que ha dado más
      prestigio a Leopoldo Flores, y que hoy constituye un
      motivo de orgullo para la capital del Estado de
      México, es el Cosmovitral-Jardín
      Botánico, el cual surgió de una
      movilización encabezada por Leopoldo Flores en
      1976, cuando lanzó su Manifiesto de Arte Abierto.
      Después de más de 40 "acciones" a manera de performance,
      centradas en la realización de mural-pancarta
      sobre espacios urbano, el gobierno estatal cedió
      las ventanas de un viejo mercado que estaba desalojado
      para que en ellas fuera colocado un emplomado que
      –con sus 3 200 metros- llegaría a ser
      considera el más grande del mundo. Inaugurado en
      su primera etapa el 5 de julio de 1980 y concluido diez
      años más tarde, con la colocación
      del vitropláfon central. En aquel momento muchos
      pensaron que Leopoldo Flores había llegado a la
      culminación y al termino de su carrera como
      artista.

      Él no lo pensó así, ha
      seguido produciendo obras de gran perfección, lo
      mismo en escala monumental que en muy pequeñas
      dimensiones. La serie El hilo de Ariadna,
      presentada en 1983; El rojo brota desde fuera.
      Homenaje a Delacroix de 1988, 2000. D.C. DE 1994 y
      Acción-Caos de 2004,
      son
      testimonios elocuentes de su poderosa inventiva y de su
      capacidad para vencer toda clase
      de dificultades técnicas.

      Creador infatigable, Leopoldo Flores
      pintó, también en el 2004, un nuevo mural
      (Periplo Plástico) en el Museo de Arte
      Moderno del Centro Cultural Mexiquense otro más en
      la Escuela Judicial de la Procuraduría general de
      Justicia, ambos en Toluca.

      SOBRE EL TIANGUIS DEL MERCADO DE
      TOLUCA

      El tianguis de Toluca es uno de los más
      famosos de la República. Infinidad de
      mercaderías se venden el viernes de cada semana.
      No menos de 40,000 personas provenientes de 25 pueblos
      que rodean a la capital del Estado y de otros tan
      alejados como El Oro,
      Temascaltepec, Calimaya, Coatepec Harinas, Zacualpan,
      Villa Victoria, etc., concurre a él para comprar y
      vender. Este hecho hace que Toluca adquiera "el
      día del tianguis" un aspecto tan febril que semeja
      una enorme colmena humana. Su fama ha traspuesto los
      umbrales de la República y su visita es un punto
      obligado en el itinerario de los turistas
      extranjeros.

      El "tianguis" según lo han demostrado
      algunos estudiosos, es una vieja institución
      comercial precolombina que tuvo su origen entre los
      pueblos de América, por la misma razón que
      los persas legendarios establecieron sus exóticos
      bazares, es decir: la preocupación de comprar y el
      antiguo oficio de vender.

      El "tianguis" de Toluca –no lo volveremos
      a llamar de otro modo- se realiza en los aledaños
      del hermoso templo del Carmen y del Mercado 16 de
      Septiembre.

      Hay quien afirma, después de muchas
      reflexiones y cavilaciones que el principal adoratorio de
      Tolotzin –el dios de la apariencia reverente-,
      estaba precisamente al pie del cerro que llevaba su
      nombre, o sea Toloche, y en el mismo sitio sonde
      después se erigió el monasterio
      carmelita.

      De Tolotzin o de la Virgen del Carmen, lo
      asegurable es que el lugar fue siempre templo, y que por
      lo regular, los pueblos antiguos acostumbraban realizar
      el trueque en las inmediaciones de los altares, costumbre
      que, por cierto, combatió a latigazos Jesús
      de Nazaret.

      Sucesivos trotamundos científicos
      pensadores y literarios que visitaron Toluca en tiempos
      de la Colonia y a principios de la Independencia, como el
      Barón de Humbolt y la Marquesa Calderón de
      la Barca, aseguran haber visto el "tianguis"
      toluqueño en el mismo sitio en que lo vio
      Fitzpatrick el de los viajes a colores.

      De la plazuela del Carmen, el "tianguis" invade
      de plano las calles adyacentes. Por el norte,
      Rayón y Matlazincas: por el occidente. Cura
      Merlín y Lerdo –donde se partió en
      dos la vieja fábrica de hilados y tejidos-; por el sur, Juárez,
      Rayón y Sor Juana Inés de la Cruz, y forma
      su núcleo alrededor del mercado 16 de septiembre,
      adentrándose en todo el barrio de San Juan
      Chiquito, General Prim y Arteaga. Ocupa también la
      explanada que está frente a la puerta occidental
      del mercado, allí donde domina el color amarillo
      de las jarcias.

      Si bien el "tianguis" es fácilmente
      localizable en el mapa de la ciudad; por lo que se
      refiere a la posición de las mercancías, el
      turista suele desconcertarse ante la caprichosa distribución y el pintoresco
      abigarramiento. Esto es, sin embargo, lo que da al
      "tianguis" su mayor colorido, porque, en resumidas
      cuentas no es sino un trasunto de los
      mercados aborígenes que con tanta
      minucia descubrieron los cronistas hispanos.

      El "tianguis" tiene sus normas
      propias e inviolables, y se puede diseccionar
      fácilmente sino para encontrar su más
      recóndita esencia histórica y social, al
      menos para ponerlo en condiciones de que otros lo hagan
      con más paciencia y sabiduría.

      La plazuela del Carmen fue desplazada por el
      aparatoso Mercado 16 de Septiembre pero en ella se
      quedaron los vendedores de interesantes
      mercancías. En primer lugar la maternal cerámica de Metepec y Tecaxic.
      Allí se surte el ama de casa pobre de todo el
      menaje de la cocina la cazuela vidreada que se "cura" con
      agua
      de cal hervida y que sirve para preparar el apetitoso
      mole de guajolote: la olla para los frijoles, el café o las hojas de naranjo; las
      cucharas de madera, los molinillos y el tinajero. Esta
      también la vajilla de pobre, los elegantes platos
      ondos de grieta de colores, como no los fabrican mejor en
      Guadalajara y los incitantes jarritos con florecidos
      nombres de mujer.

      Sobre la calle de Cura Merlín
      están los baratilleros que expenden desde una
      aguja hasta el terrible cuchillo de matancero. Esta
      sección que para el turista tiene intima
      importancia para el campesino es trascendental. Todavía
      nuestro pueblo piensa que lo roban donde hay aparadores y
      prefieren gritarse de tu a tu con el comerciante
      callejero.

      Otra cosa importante de la plazuela son las
      diversiones primitivas que suelen establecer su
      espectáculo con foros y carteles pintados con
      gises de colores. Son cómicos de la lengua, perritos bailarines, adivinadoras,
      cartomancianas, pajaritos nigromantes y la hedionda
      muñeca de los recados providenciales. Abundan
      también los merolicos, el de la pomada para los
      callos y el menjurje para la bilis o los de la consulta
      psicológica para resolver los problemas sentimentales.

      Infaliblemente cerca del templo se venden
      cuadros religiosos, calendarios con estampas de santos,
      crucifijos, milagros de metal, escapularios, misales,
      novenarios y ceras. La venta
      de cera a creado grandes almacenes en lo que también hay
      pólvora, aceites, combustibles, petróleo, y algunos materiales
      inofensivos.

      Al terminar la plazuela, por allí por
      donde las pulquerías han establecido su cuartel
      general, están los comerciantes de San Mateo
      Atenco vendiendo zapatos rechinadores. Se vende
      también loza digamos moderna, platos de porcelana
      corriente, vasos de cristal barato, cubetas de lamina,
      coladeras, etc.

      Todo el cuerno de la abundancia de la naturaleza
      se vuelca en la calle del general Prim (actualmente calle
      Santos Degollado). Allí están las toronjas,
      las naranjas, las coliflores y los chiles poblanos. Toda
      la fruta del tiempo, la verdura de todas las estaciones.
      Montañas de jitomates y cerros de chiles verdes.
      Una escandalosa tropa de verduras le da a esta
      sección del tianguis la apariencia de una asamblea
      de cotorras. Es de ver como riñen las vendedoras
      de verde con las emperifolladas amas de casa, con las
      sirvientas altaneras o con el cargador pelado.

      Es preferible no mirar hacia la cera de enfrente
      por que el tipicismo se vuelve tan funcional que degenera
      un poco. Allí están las cantinas, las
      fondas, las pulquerías y alguna otra tienda de
      abarrotes.

    2. Cosmovitral
      auto presentación

    ¡Soy una obra de arte! Y se me debe clasificar
    como una obra maestra; estoy realizada en vidrio, hierro y
    plomo, mi creador fue el artista de San Kimonito, Estado de
    México Leoporlo Flores Valdés, el cual fue
    auxiliado por muchos y muy dignos trabajadores y artesanos
    entre otros: Vicente Archundia Medina, Ramiro Beltrán
    Serrano, Gelasio Díaz Muñoz, Bonificacio
    Escalona López, Bernabé Fernandez
    García, Jesús García Pérez,
    Isidro Méjía Romero, Slaador Morales Orozco,
    Luis Zepeda García, Severino Peñalosa
    Rodríguez y Leopoldo Sauza Ayala.

    Soy un Vitral, un enerote vitral, alguien dice que
    el mayor del mundo. Repito ¡soy una obra de arte! aun
    cuando algunos erróneamente me han puesto el mote de
    obra de artesanía.

    Así pues, dentro de la historia del
    arte, pasaré como una obra de la vitraría
    (arte de construir vitrales), pues el elemento básico
    de mi composición después del maravilloso
    concepto
    creativo de Leopoldo Flores, lo es el frágil vidrio,
    nombre derivado del latín vitreum.

    Existe una leyenda muy antigua que nos ha narrado
    plinio, el Viejo, en la cual menciona que el vidrio fue
    inventado por la casualidad, cuando unos mercaderes Fenicios
    dejaron cáer sobre las llamadas de su fogata nocturna,
    alrededor de la cual descansaban con sus compañeros de
    caravana, unos pequeños trozos de salitre los que se
    fundieron y mezclaron con la arena muy especial que
    había en ese lugar, produciéndose así un
    nuevo elemento, al cual ellos en un principio asustados y
    después asombrados le atribuyeron "propiedades
    maravillosas", según nos dice Plinio esto
    sucedió 3,000 años a.d.C.

    Varios siglos después fueron los Egipcios,
    precisamente durante la XVIIIa. Dinastía, quienes
    controlaron la fabricación de ese nuevo elemento e
    incluso a base de nuevas mezclas
    que incluían pigmentos colorantes, obtuvieron esmaltes
    vítreos con los cuales imitaban las piedras preciosas
    y decoraban su orfebrería.

    Esos hábiles comerciantes que han sido
    siempre los Fenicios supieron sustraer las formulas tan
    celosamente guardadas en Egipto y
    un siglo a.d.C. las difundieron por todo ele mundo
    mediterráneo; fue en esta forma como llegó
    hasta Roma la
    técnica de fabricar vidrio soplado y crear vidrio
    laminado, siendo este último utilizado para empezar a
    cubrir los huecos de las ventanas.

    Vemos pues que la industria
    del vidrio, mi principal elemento, es muy antigua y desde un
    principio tuvo aspecto de utilización esencialmente
    suntuario, compitiendo con la cerámica en forma muy
    notable dentro de la historia del
    arte.

    Durante los siglos III y IV d. C. el arte de
    fabricar vidrio llegó a Francia y Alemania,
    lugares donde los trabajadores vidriaron formaron
    corporaciones y las diferentes calidades de su trabajo
    los obligaron a poner marcas de
    fábrica e incluidos a producir piezas que
    requerían la firma de sus creadores para garantizar su
    autenticidad.

    Durante la alta edad media
    casi desaparece la industria vidriera con excepción
    podría decirse del Imperio de Constantinopla donde lo
    empiezan a utilizar en forma decorativa para cubrir las
    ventanas de los templos al ser utilizados en su tipo
    coloreado.

    En Europa se revive el arte vidriero a través
    de las fábricas de Venecia siendo en aquel entonces
    los colores más comunes: el rojo, el azul, el pardo y
    el verde, a los cuales agregaban los artistas la
    técnica conocida como grisalla, que era un dibujo a
    base de líneas grises en diferentes tonos con lo que
    lograban dar la impresión de relieves
    escultóricos.

    Pero será sin duda hasta el siglo XII cuando
    un hombre realice la maravillosa creación
    artística de integrar el viejo arte de la vitraria a
    la construcción arquitectónica. Tal cosa
    sucedió en Francia en una abadía cuya dirigente
    trataba de convertirla en el mausoleo o tumba de todos los
    Reyes Franceses.

    Este hombre fue Suger, abad de San Denis (San
    Dionisio), un místico enamorado de la luz, el color y
    el espacio que con ellos se lograba; él mismo
    expresó el concepto con las siguientes
    palabras:

    ". . . La hermosura de sus gemas multicolores me ha
    apartado de la realidad y lo material, llevándome a
    reflexionar y orar, transportándome, por así
    decirlo, a una morada en alguna región extraña
    del universo que
    no existe materializada en el barro de la tierra ni
    en la pureza del cielo. . ."

    Fue tan convincente el misticismo de las palabras de
    Suger que de inmediato la moda o
    costumbre de integrar el vitral a la arquitectura
    cundió por todo el mundo religioso europeo de esa
    época y fue aplicado en la construcción de
    todos los templos, no como una decoración, sino como
    una parte misma del concepto místico y religioso. Son
    estos templos que hoy calificamos dentro del llamada estilo
    gótico, y de los cuales destaca en primer lugar en el
    mundo entero la Catedral de Chartres, se3guda muy de cerca
    por la Saint Chapelle, que constituyera San Luis, en la isla
    de Francis, en el río Sena al centro de
    París.

    Otro convencido de la funcionalidad mística y
    simbólica del vitral fue Juan Escoto Erígena,
    quien expresó en sus escritos:

    ". . . La estructura
    física
    del templo como un espacio radiante de luz, marca merced
    a esta sensación de resplandor total, el espacio donde
    las almas de los fieles logran experimentar la mística
    luz espiritual del cielo . . ."

    El arte renacentista a base de grandes decoraciones
    ejecutadas al fresco y totalmente exentas, salvo contadas
    excepciones como el caso de Giotto y el beato
    Angélico, del misticismo que predominó en el
    arte gótico, terminó con la utilización
    de el vitral en los países europeos con
    excepción de los nórdicos y algunas regiones
    dominadas por los Germanos donde se siguió utilizando
    en forma totalmente suntuaria para llenar o cubrir las
    ventanas de los castillos y capillas de los señores
    feudales.

    Será hasta fines del siglo XIX, cuando
    empieza a aparecer en Bruselas, Bélgica y se
    populariza en París, Francia, un estilo de arte
    llamado nuevo (art noveau), totalmente decorativo aun cuando
    fue aplicado hasta en los objetos de uso diario, en el cual
    se integro la utilización de los cristales de colores
    para formar páneles, utilizados en peurtas, biombos,
    plafones y por supuesto ventanas, no siendo otra cosa que
    vitrales decorativos. El llamado Art-Deco, que siguió
    al Noveau, ya en el siglo XX , continuó con dicha
    costumbre. En México contamos con varios ejemplos
    típicos de este modo de utilizar el vitral, destacando
    como número uno el plafón de la sala de
    espectáculos del Palacio de las Bellars Artes y en
    forma verdaderamente corriente y esto si con artesanía
    (aun cuando muy mala), en la costumbre de ejecutar vitrales
    con temas típicos mexicanos (el jarabe tapatío,
    chinas poblanas, charros, Xochimilco, etc.), en los pseudos
    salones de los nuevos ricos entre los años de 1930 a
    1940. Considero que son estos feos ejemplos artesanales los
    culpables de que se me tache erróneamente de
    artesanía, como ya lo mencioné anteriormente,
    queriéndome quitar mi justo derecho de ser una obra de
    arte.

    Por las líneas anteriores podemos ver con
    toda claridad como mi creador, el artista Leopoldo Flores, ha
    sabido rescatar el concepto místico (no religioso), de
    la utilización de la luz filtrada a través de
    vidrios de color para lograr obtener un espacio-ambiente que
    integra no solamente la estructura arquitectónica sino
    en forma prioritaria al espectador.

    Algunas publicaciones me mencionan como Los Vitrales
    de Toluca, y aun cuando me encuentro seccionado por el
    problema básico que fue utilizar una antigua
    estructura arquitectónica fabricada para otros fines,
    soy un solo vitral y no vatios vitrales.

    Con ese elemento luz-color-espacio, Flores ha
    logrado crear todo un ciclo (en un principio se me
    había bautizado como Ciclo-Vitral), el cual forma un
    todo vital dentro del cosmos. El ciclo sigue un
    trilogía de caminos que empiezan en la nebulosa
    Andrómeda dentro de la cual se forma el ser (hombre y
    mujer), sucediéndose toda una evolución en uno de ellos (el central
    que va por el techo, el día de hoy aún en
    construcción y desarrollo
    al igual que el panel de la nebulosa Andrómeda), hasta
    llegar a la creación del hombre-fuego u
    hombre-espíritu que extiende los brazos y con su
    cuerpo tapa al sol hasta convertirse en el astro
    mismo.

    Otro camino me lleva a mostrar los espíritus
    perversos y malignos que como aves rapaces se esconden en la
    oscuridad del mal a fin de confabularse y con engaños
    tratar de apoderarse del todo.

    El tercero y último me permite expresar a los
    espíritus positivos y abiertos que a la luz de la
    verdad y del bien triunfan pudiendo llegar a integrarse sin
    ser rechazados como sus hermanos negativos por el Gran
    Espíritu Hombre-Sol.

    Como se puede ver no soy ni seré jamás
    una simple vidriera o vitral decorativo sino que soy un
    auténtico vitral realizado con un misticismo
    espiritual y artístico solo comparable a aquellos
    creados por manos anónimas durante los siglos XII y
    XIII en el corazón de Europa.

    No sólo Leopoldo Flores como artista de
    vanguardia
    se ha lanzado a crear una obra maestra utilizando el vitral
    como elemento básico; lo han hecho también
    grandes y consagrados artistas a los cuales se les agrega el
    adjetivo de genios, tales son: Miró, Bonart, Legar y
    Chagall entre otros, pero ninguno de ellos con sus obras ha
    logrado superarme.

    Así pues como digo al principio soy una obra
    de arte y ahora agrego ¡Soy el más importante
    vitral construido en el siglo XX! Y tomando en cuenta la
    concepción plástica y de elementos actuales
    utilizados y aplicados por mi creador, me convierto en una de
    las más importantes aportaciones al arte
    contemporáneo internacional.

    DE VIL
    ZOCO A OBRA DE ARTE

    Quizás impresionados por el esplendor
    técnico-burgués de la Bella Epoca, por la
    Exposición Parisina de 1889 y la torre que Gustavo
    Alejandro Eiffel construyó para demostrar que se
    podían hacer cosas de fierro, aguantadoras y durables
    (a despecho de los artistas europeos que la calificaron de
    horrorosa), algunos toluqueños comenzaron a circular
    la versión de que las estructuras metálicas del Mercado 16 de
    Septiembre, eran de patente francesa. Incluso hubo otros que
    por llevar la contraria dijeron que no, que las habían
    diseñado y manufacturado en Bélgica. Como
    siempre a nadie se le ocurrió decir que son
    absolutamente mexicanas, por que tal aseveración
    hubiese carecido de "caché"

    Se daba el dato correcto de que la idea de edificar
    el mercado fue concomitante a la elaboración de los
    fastuosos programas con
    que Toluca se dispuso a celebrar las Fiestas del Centenario
    de la Independencia. Que se tropezó con muchas
    dificultades para la construcción. Que no fue posible
    que se inaugurara para hacer más gordo el caldo de la
    visita del plenipotenciario español Polavieja. Que ya
    andábamos en los treintas (20 años
    después) y todavía no era posible el
    aprovechamiento de un inmueble que tan caro le salió
    al pueblo de Toluca.

    Se llamaba Plaza de la República y desde
    hacía unos cinco o seis lustros ahí se
    realizaba el tianguis de los viernes, después de que
    allá por el año de 1880 y a instancias de Don
    Anselmo Camacho y Don Silviano Enríquez el mercado
    típico se retiró de frente al Palacio de
    Gobierno, para dar lugar a la creación de nuestro
    antiguo Jardín de los Mártires. Se asegura que
    abarcaba mucho menor espacio del que más tarde
    habría de ocupar el Mercado 16 de Septiembre apenas lo
    que fue en la Plazuela del Carmen, la cuchilla donde se
    ponían las jarcias y los petates y que antaño
    se llamo Plaza de la Colecturía, y algún pedazo
    más que no hemos podido definir.

    También la idea de instalar ahí un
    mercado, para desahogo del viejo Riva Palacio que ya
    resultaba insuficiente, tenía sus años de
    inquietar las seseras de los ediles toluqueños. De
    modo que para mayo de 1908 confluyeron en una sesión
    del cabildo las dos necesidades: la de un nuevo zoco y la de
    conmemorar dignamente el Centenario de la Independencia con
    grandes festividades y regias inauguraciones. En la
    sesión del 3 se tomaron dos acuerdos de vital
    importancia: la de pavimentación de calles tan
    concurridas como Independencia, Juárez, Libertad y
    Villada (Todo el centro de esos días) y la
    construcción de un mercado con todas las de la
    ley.

    Era entonces Presidente Municipal el Maestro Carlos
    A. Vélez quien con sus regidores y síndicos
    signó el Acta de Cabildo en que se tomaron los
    acuerdos que siguen:

    "Primero. El H. Ayuntamiento resuelve de
    manera definitiva la construcción de uno o más
    Mercados en la Ciudad de Toluca y la pavimentación con
    asfalto, de la zona descrita en el cuerpo de este
    dictamen".

    "Segundo. Se trabajará
    empeñosamente por que ambas obras sean inauguradas con
    motivo de las fiestas del Centenario de la
    Proclamación de nuestra Independencia".

    "Tercero. Para comenzar las mismas obras, el
    H. Ayuntamiento contratará con el Ejecutivo del
    Estado, un empréstito hasta por $200,000.00 que no
    causarán un rédito superior al 3 % anual y de
    los que se irá disponiendo a medida que el avance de
    las propias obras lo exija abonando a la vez el Ayuntamiento,
    las sumas de que pueda disponer, cubiertas que sean sus
    necesidades preferentes, de manera que se lleve a efecto una
    cuenta corriente en la que se anoten las sumas entregadas y
    recibidas, liquidándose los réditos por el
    saldo que periódicamente resulte.

    "Cuarto. Se autoriza a la Comisión de
    Hacienda para que con acuerdo del Ejecutivo del Estado, fije
    las demás bases del empréstito, así como
    para que proponga los medios
    conforme a los cuales, indemnicen los propietarios al
    Ayuntamiento una parte de los gastos que
    tiene que erogar en la pavimentación; fijando, para lo
    último, bases amplias y liberales y dando cuenta
    inmediata a la Corporación Municipal del uso que
    hiciera de las citadas facultades".

    Otro personaje toluqueño, muy estimado por la
    notable labor que realizó en beneficio de la ciudad,
    don Benito Sánchez Valdez, fue el encargado de
    realizar las primeras acciones relativas al mercado.
    Personalmente se entrevistó con los dueños de
    algunos edificios que ocupaban el ala oriente de la plaza de
    la República, ya que el espacio disponible no era
    suficiente para la enorme construcción. Al mismo
    tiempo se puso en contacto con el ingeniero Manuel Arratia,
    quien por cierto tenía su oficina en
    Zumpango, a fin de que procediera a realizar los planos del
    para entonces coloso de fierro. La cosa venía tan en
    grande, que incluso se tuvo tratos con la negociación Henkel Hermanos para ver la
    posibilidad de que se construyera un ramal de ferrocarril que
    regenteaban desde Independencias hasta la plaza, para
    facilitar el transporte
    de la piedra.

    Se pensó, desde los inicios, en una
    construcción de fierro y granito. Incluso alguna que
    otra firma como "The Nacional Iron Steel Works"
    (Compañía Nacional Manufacturera de Fierro y
    Acero) se adelantó a ofrecer sus servicios,
    proponiendo para el armazón que abarcaba 39.5 por 140
    metros, un presupuesto de 48 mil pesos que, era demasiado
    optimista, en especial por la razón de que su
    presidente don Thos J. Ryder sólo conocía el
    proyecto de oídas.

    Sabemos por la sesión del cabildo del 4 de
    Noviembre de 1908 que para esa fecha ya estaba terminado el
    proyecto arquitectónico y que, además, la
    Comuna Había iniciado la compra de materiales de
    construcción que acumulaba con solicitud de hormiga en
    la propia plazuela. Ya estaba casi terminada la
    demolición de los edificios y de un momento a otro se
    pondrían manos a la obra, en virtud de que restaban
    menos de dos años para darle cima.

    A continuación se llevó a acabo el
    Concurso y proseguimos con la construcción propiamente
    dicha.

    El de agosto de 1909 se firmo el contrato con
    la Fundidora de Monterrey, el 16 de febrero de 1910, el
    representante de la Fundidora, un señor S. Prieto, con
    oficinas en la Capital de la República escribe al
    Ayuntamiento en solicitud de la suma convenida por la
    construcción de la ferretería del mercado.
    Aduce que se ha terminado la obra y piensa que a
    satisfacción de los ediles. Ya para entonces ha dejado
    la presidencia el maestro Vélez y el nuevo alcalde,
    don Ramón Díaz, contesta al
    señor Prieto que no se acelere, que el contrato
    estipula la obligación de un chequeo por parte del
    Municipio, demostrativo de que la estructura ha sido bien
    acabada. Además un delegado técnico de la
    Fundidora debe estar en Toluca para conferenciar con los
    miembros del Cabildo y entregar la obra a plena
    satisfacción de los representantes populares. Como a
    los regiomontanos le surgía cobrar el 21 mismo,
    envían a Toluca a un ingeniero Rodríguez; se
    realiza la entrega. Y la Secretaría General de
    Gobierno, a través del señor Antonio
    Mañón, pone en manos del emisario de la
    Fundidora un cheque por
    valor de
    $65,000.00 pesos.

    Con este acto se cierra el capitulo referente a la
    estructura metálica, no así el que toca al
    mercado mismo que tuvo mala fortuna en sus primeros tiempos.
    Por principio de cuentas no se pudo estrenar durante las
    fiestas del Centenario, simple y sencillamente porque no se
    concluyó la obra. Para Noviembre comenzó la
    Revolución. En diciembre ya andaba corriendo el
    general Fernando González, último gobernador
    porfirista y alma de
    los festejos, y de aquí en adelante los trabajos de
    construcción habrían de continuarse con grandes
    pausas, entre embrollos económicos y líos
    burocráticos.

    Todavía en octubre se contrató con el
    señor C.B. Briebin de la empresa
    "Fierro Galvanizado", la cornisa que rodea el edificio
    mercantil y que también sirvió de
    cañón de desague. La obra fue realizada en
    cuatro meses y costó algo más de 11 mil pesos.
    Fue la última que pudo realizarse sin
    tropiezos.

    Otro aspecto de interés que se manejó
    todavía en ese año del Centenario, fue el
    relativo a la bóveda del Río Verdiguel que pasa
    precisamente bajo el piso del mercado. A este respecto de los
    interesados en estas cuestiones (ingenieros y arquitectos)
    pueden consultar una comunicación muy amplia que en Abril de
    1910 enviaron al Ayuntamiento la casa "Bode y Rosenstein" y
    su representante, Salvador Gamboa, que a la vez era apoderado
    del "Sindicato
    de Cemento de
    Westfalia y del Rhin". Ahí aparecen una serie de
    importantes indicaciones técnicas que, a la larga,
    fueron las que se ejecutaron para resolver el peliagudo
    problema. Omitimos incluirlas en este esbozo referencial de;
    Mercado 16 de Septiembre, por ser demasiado especializadas,
    pero se las recomendamos a los gozadores de estos temas ahora
    que se puso de moda el drenaje de Toluca.

    Con el señor Madero en la silla presidencial,
    don Manuel Medina Garduño de Gobernador y cierto
    clima de
    tranquilidad en el país que apenas se
    interrumpió por algunas balas zapatistas en el sur,
    parecía que las condiciones eran propicias para
    continuar los trabajos de construcción del Mercado (ya
    no tenía razón de ser llamarle del Centenario,
    y se quedó en 16 de septiembre) que se había
    quedado menos que a medias. En la presidencia municipal
    estaba como alcalde Antonio Barbosa, quien inmediatamente
    comisionó a Pancho Gottwald, Rey de la Cebada en
    Toluca, para que se encargara del espinoso
    problema.

    De acuerdo con la correspondencia que se
    cruzó entre don Pancho y don Antonio, y entre ambos y
    el ingeniero Manuel Arratia, con alguna participación
    del afamado especialista don Carlos Hall, se puede deducir
    que el edificio inacabado adolecía de las siguientes
    fallas: el armazón carecía de techo de
    lámina y la Fundidora de Monterrey no aceptaba hacerse
    cargo de la obra por no ser este su giro, y se andaba en
    busca de otras negociaciones que aceptaran el encarguito; por
    lo que toca a la propia estructura metálica,
    necesitaba recubrirse de pintura especial para preservarla de
    la oxidación muy considerable en Toluca, pese a no ser
    un lugar húmedo por excelencia; no se había
    terminado la cornisa-caño ni los ornamentos que
    lucieron las puertas en su parte superior antes que las
    águilas (dicen los conocedores antiestéticas)
    que se le pusieron después: tampoco estaba terminado
    el pavimento del piso del interior y de las banquetas
    perimetrales y faltaban todos los vidrios de los emplomados
    primitivos que también fueron cambiados con
    posterioridad por vaya usted a saber qué
    razones.

     

  1. HISTORIA DEL
    INMUEBLE

Abraham Bastida Aguilar

Partes: 1, 2
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