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El sueño de una cultura libre de presiones (página 2)



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Los idealistas – uno de cuyos representantes
más acabados en este tema es Max Weber
sostienen que la cultura tiene
su dinámica propia originada esencialmente en
la actividad mental y que esa dinámica es tal que se
transforma en generadora de las realidades sociales, culturales y
económicas predominantes. Dice este autor " … la
fuerza
histórica de las ideas ha sido y es tan predominante
para el desarrollo de
la vida social
, que nuestra revista no
puede sustraerse a esta labor; antes bien, hará de su
atención uno de sus más importantes
deberes" ( Max Weber,
Ensayos sobre metodología sociológica).
El
conocimiento de los procesos
culturales sólo es concebible, en la perspectiva
weberiana, "sobre la base de la significación que la
realidad de la vida, configurada siempre en forma individual,
tiene para nosotros en determinadas conexiones singulares".
Así, la cultura se presentaría ante el observador
como una multiplicidad infinita de procesos que surgen y
desaparecen, sucesiva y simultáneamente, tanto dentro como
fuera de nosotros mismos.

Finalmente están aquellos que –como Erich
Fromm- sostienen que la cultura tiene su fuente en el carácter social, que a su vez es moldeado
por el modo de existencia que se da una sociedad dada.
La forma concreta en la cual los hombres se organizan para
subsistir, para recrearse, para defenderse, para relacionarse con
la naturaleza
genera determinadas relaciones sociales entre ellos y en el marco
de esas relaciones sociales se va moldeando el carácter
colectivo el que, finalmente, se transforma en fuerza
constructiva de los fenómenos culturales. Según
este autor, la fuerza que tiene ese carácter social es,
justamente, uno de los elementos que se levanta como principal
limitación a la posibilidad de que los seres humanos
alcancen y ejerzan su propia libertad
individual de opción. De allí que la tensión
entre lo social y lo individual es determinante para explicar el
origen y el desarrollo de la cultura.

Las explicaciones pueden ser muchas pero lo concreto es
que los procesos económicos, sociales, psicológicos
y culturales se condicionan mutuamente. No importa cuál se
produce primero.

Podemos partir del carácter social. Y entonces
diremos que este surge de la adaptación dinámica de
la naturaleza
humana a las condiciones sociales. Los cambios en la estructura
social dan origen a cambios en el carácter social
porque generan nuevas necesidades de adaptación y nuevos
desafíos. Estos originan un verdadero caldo de cultivo
para nuevas ideas. Y estas nuevas ideas tienden a estabilizarse e
intensificar el nuevo carácter social, determinados nuevas
formas de acción
humana.

Pero también podríamos partir por la
economía.
Entonces diríamos que un determinado modelo de
desarrollo alcanza tal dinámica y expansión que
genera la necesidad de que se produzcan cambios en el desarrollo
de las ideas y del conocimiento
que, al hacerse dominantes, terminarán cambiando el
carácter social y, en definitiva, el accionar de cada
persona.

O de las condiciones sociales. Y decir que en un periodo
de transformaciones revolucionarias, tienden a consolidarse
determinadas ideologías las que llevan implícito
modelos de
comportamiento
social. Pero la adaptación de las personas a estas nuevas
formas no es automática ni pasiva sino que se realiza
sobre la base de elementos biológicos y
psicológicos, ya sean inherentes a la naturaleza humana o
adquiridos históricamente.

Trabajando un ejemplo concreto podemos reforzar esta
interdependencia. Tomemos un comportamiento que forma parte
sustantiva de la cultura actual, el consumismo. Esta conducta lleva
implícitos una serie de valores que
caracterizan culturalmente a la sociedad de hoy. El valor de la
apariencia, el apego a los símbolos de poder, el
significado del éxito,
etc. Está claro que el desarrollo de la conducta
consumista ha sido el resultado de la manipulación del
mercadeo como
herramienta básica para enfrentar la competencia,
elemento esencial, a su vez, de la dinámica de
acumulación de capital. Pero,
¿acaso el mercadeo podría haber alcanzado el grado
de condicionamiento del comportamiento que actualmente tiene si
no existiera en las personas un cúmulo de tendencias y
necesidades que son inherentes a su condición individual?.
Difícilmente se podría explicar la necesidad de
consumir sin asociarla, por ejemplo, a la necesidad de
pertenencia –esto es, sentirse parte de un grupo, para lo
cual es necesario identificarse con sus conductas- o la necesidad
de seguridad que
puede muy bien ser satisfecha a través de la
acumulación incesante de bienes
materiales.

Sin embargo, aunque la interdependencia existe, si nos
contentamos con llegar hasta aquí en nuestra
reflexión, no nos damos espacio para creer en la fuerza
que puede tener la voluntad humana.

Pensemos, y esto es fundamental, en que cada uno de
estos factores posee una cierta autonomía para
desarrollarse. Y eso permite guardar las ilusiones a quienes
pensamos y creemos en la libertad de opción del ser humano
y trabajamos para desarrollar su capacidad de responsabilizarse
por sí mismo.

El desarrollo
económico depende, en buena medida, de las fuerzas
productivas naturales, de la situación geográfica,
del desarrollo tecnológico, del manejo de las grandes
variables
financieras; todos ellos factores que son "objetivos" y
tienen sus propias leyes de
funcionamiento. Por ello, un modelo económico puede llegar
a funcionar muy eficientemente –o a no funcionar en
absoluto- al margen de las creencias, aspiraciones y valores de
una sociedad. Al menos durante un largo tiempo.

Los procesos sociales, a su vez, en algunos
períodos históricos logran adquirir tanta fuerza e
intensidad, que dejan poco espacio para las preocupaciones o para
las reflexiones individuales. Son periodos en los cuales el
individuo se
sumerge en los conflictos
sociales. Pensemos en los periodos de guerra o de
las grandes revoluciones.

Los factores psicológicos, aunque claramente son
moldeados por las condiciones externas de vida, tiene su propio
espacio de autonomía dado fundamentalmente por la base
biológica que tienen. La estructura de
carácter, la inteligencia
–nos referimos a lo que se conoce como CI, no a la inteligencia
emocional- la memoria
genética y
biográfica y tantos rasgos estrictamente personales que
marcan el comportamiento de cada persona.

De la misma manera, la cultura tiene su propio espacio
de autonomía basado fundamentalmente en las leyes propias
del desarrollo del conocimiento humano. Y cuando reflexionamos en
este tema, no podemos dejar de traer al tapete los aportes de
Humberto Maturana.

Maturana plantea que toda experiencia cognitiva
involucra al que conoce de una manera personal, con
toda su estructura biológica individual. Postula que,
más que percibir el mundo que está fuera de
nosotros, vivimos ese mundo en el propio espacio que generamos al
actuar, al hacer cosas en ese mundo.

Es el eterno dilema del conocimiento. Es o no es posible
la "objetividad" en este terreno. Maturana no niega la existencia
del mundo en que vivimos. Lo que postula es que no podemos
separar ese mundo de nuestra historia de acciones,
tanto biológicas como sociales, en él. En el acto
de conocer, no podemos separar ese mundo real de la forma
cómo ese mundo se nos aparece a nosotros. No tenemos
certeza si ese mundo es la realidad o es nuestra ilusión
de realidad. En definitiva, a través del proceso de
conocer, estructuramos el mundo en el cual vivimos.

Dicho de otro modo, nuestro conocimiento no es un
reflejo de la realidad. Existe una continuidad entre lo social,
lo humano y su sustrato biológico. Nuestro ser, nuestro
hacer y nuestro conocer son inseparable y ello hace que este
conocer no es "en sí" sino que es producto de
nuestro ser y quehacer. Es el resultado de la continuidad entre
la acción y la experiencia, continuidad que no sólo
se da en el plano puramente físico, sino que
también se da en nuestro mundo interior, en el plano del
lenguaje y de
la reflexión; y el lenguaje es
nuestra peculiar forma de ser humanos y de estar en el hacer
humano. Por ello, el lenguaje es nuestro instrumento cognoscitivo
por excelencia.

Si esto fuera así, si estamos de acuerdo con que
esta explicación es posible, entonces nos estamos dando un
increíble espacio para creer que podemos conocer, pensar y
crear expresiones colectivas, expresiones de cultura, que sean
libres de las presiones económicas o sociales. De hecho es
así. De lo contrario no existiría la diversidad, ni
la disidencia, ni tampoco la necesidad de fortalecer un valor
como la tolerancia.

Pero para aprovechar esos espacios de libertad debemos,
primero, ser concientes de que existen. Luego convencernos de la
nobleza de la diversidad. Y, finalmente, comprometernos en
nuestra acción para apropiarnos y, al mismo tiempo,
aportar a esos espacios.

En esta óptica,
y para relevar la importancia que tendría la
generación de una cultura que nos libere en lugar de una
cultura que nos someta, recurramos nuevamente a Erich Fromm,
quien en su "credo" de profundo humanista hace reflexiones como
las siguientes.

…Creo que el individuo no puede entablar estrecha
relación con su humanidad en tanto no se disponga a
trascender su sociedad y a reconocer de qué modo
ésta fomenta o estorba sus potencialidades humanas. Si le
resultan "naturales" las prohibiciones, las restricciones y la
adulteración de los valores,
es señal de que no tiene un conocimiento verdadero de la
naturaleza humana.

… Creo que la sociedad ha chocado siempre con la
humanidad, aun teniendo una función a
la vez estimulante e inhibitoria. La sociedad no dejará de
paralizar al hombre y
promover la dominación hasta que su fin se identifique con
el de la humanidad.

… Creo que podemos y debemos esperar una sociedad
cuerda que fomente la capacidad del hombre de amar a sus
semejantes, de trabajar y crear, de desarrollar su razón y
un sentido real de sí mismo basado en la experiencia de su
energía positiva.

"Creo en la necesidad de "liberación" de los
lazos, externos o internos, como condición para poder
tener la "libertad" de crear, obrar, querer saber, etc., para
poder llegar a ser un individuo libre, activo y
responsable.

… Creo que la "lucha por la libertad" tiene, en
general, el sentido excluido de lucha contra la autoridad
impuesta sobre la voluntad individual. Hoy la "lucha por la
libertad" debe significar liberarnos, individual y
colectivamente, de la "autoridad" a la que nos hemos sometido
"voluntariamente" : liberarnos de las fuerzas interiores que
exigen este sometimiento porque somos incapaces de soportar la
libertad."

Terminado de escribir en Septiembre de 2007 en Santiago
de Chile

Bibliografía

Max Weber.

"Ensayos
sobre metodología sociológica". Amorrourtu
editores, Buenos Aires,
1973.

"Economía y Sociedad". Fondo de Cultura
Económica

Sigmund Freud

"Tótem y Tabú"
Planetalibro.com.ar

Humberto Maturana

"El árbol del Conocimiento" Editorial Debate,
Madrid,
1996

Erich Fromm

"El Humanismo
como Utopía Real" Editorial Paidos
Ibérica

"El Miedo a la Libertad" Editorial paidos
Ibérica

Psicoanálisis de la sociedad
contemporánea" Fondo de Cultura económica de
España

 

Autora

Sonia Sescovich Rojas

Socióloga titulada en Chile en 1967

Nacida en 1944 en Santiago de Chile

Experiencia en Educación de Adultos;
Capacitación; Gestión
de Recursos
Humanos; en Chile (20 años), Argelia (6 años) y
Venezuela (6
años)

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