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Un caso de orientación en la homosexualidad femenina (página )




Enviado por sociopsico



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Así vivió con ellos hasta pocos meses
después de los tres años, donde Laura pasaba
más tiempo con su
hija, puesto que su residencia laboral se
trasladó a la misma ciudad donde se encontraba Lorena; el
padre sólo se hacía presente mediante algunas
cartas y
esporádicas llamadas telefónicas -situación
que se mantiene hasta la actualidad.

Laura es una mujer de carácter enérgico, severa en sus
decisiones, pero muy justa. Tiene una formación
profesional muy elevada -es una persona que ocupa
una posición social de vanguardia,
habiendo superado largamente a todos sus hermanos- y obteniendo
el reconocimiento social y académico correspondiente.
Lorena señala: "mi madre me ha dado todo, y no me puedo
quejar… ella es muy competitiva… siempre segura de sí
misma… me compra lo que le pido y también me agrada
mucho que ella ayude a la familia…
a veces con dinero, con
consejos o los dos, de acuerdo al problema".

Desde la separación, Laura no ha establecido
ninguna relación amorosa y no piensa hacerlo, a pesar de
sus 35 años de edad. Ella vislumbra el futuro solamente
con su hija y para su hija. Señala que no fue necesario
establecer ninguna relación amorosa debido a sus
múltiples responsabilidades con Lorena. "Sola le
había ido muy bien", se repetía a sí misma
.

Desde que Laura cambiara de trabajo ambas
siempre han estado juntas,
compartiéndolo todo. La madre enfatiza que son muy buenas
amigas y lo han sido siempre: juntas en los eventos
escolares, en los viajes,
reuniones, siempre juntas.

A la edad de 11 años es cuando Lorena gusta
mucho de un compañero de clases que destacaba tanto o
más que ella en el rendimiento escolar. Esta
situación hizo que guardara por él especial
admiración y se sienta muy atraída, pero el
muchacho dejó pronto la escuela, viajando
a otra ciudad. Actualmente son buenos amigos, se visitan con el
consentimiento de sus padres, y pasan momentos agradables de
diversión y esparcimiento, esto cuando Lorena viaja con su
madre a la localidad donde se encuentra este muchacho, con el fin
de distraerse.

A los trece años de edad, inicia una
relación amorosa con un compañero de clases, pero
ésta pronto terminó, según la muchacha, por
mutua incompatibilidad y pronto aburrimiento. Esto con ciertos
gestos de desagrado por la forma de ser de él. No le
agradaban sus gestos ni sus besos ni su olor, refiere Lorena. La
adolescente no sin reparo asiente que este joven insistía
en intimar con ella y frente a su negativa, la despreciaba, la
trataba mal y la dejó.

Desde niña siempre se supo diferente y cree
serlo, por ello es que estudiaba mucho, tiene ideales de cambiar
el mundo de mejorarlo para todos.

Se encuentra muy feliz y su felicidad se hizo mayor
cuando hace dos meses conoció a una muchacha (Silvia) -de
su misma edad- en un baile organizado por la academia de música. Lorena afirma
que fue "amor a primera
vista" que nunca antes había sentido algo así por
alguien, la relación pasada con aquel muchacho a la edad
de 13 años se dio porque él le pidió ser su
enamorada y no tanto por un real deseo de ella. "Pero esta vez es
diferente ?dice?, la vi y me encantó …mientras todos
bailaban ella fijaba los ojos en mí y yo en los de ella;
luego se me acercó y me habló… yo estuve muy
nerviosa, pero encantada… conversamos toda la noche… fue
agradable
".

Lorena tenía ya referencias de Silvia, quien
había suscitado diferentes comentarios entre
jóvenes y padres de familia por su
comportamiento
sexual. Sí, todos comentaban de su conducta sexual,
pues la habían visto con chicas en situaciones amorosas e
incluso, con una docente de una institución educativa del
lugar. En añadidura solía consumir drogas y su
familia está "quebrada por este y otros problemas ",
donde se resalta la precariedad de la salud general de su
madre.

Luego de algunos días de frecuentarse y
conocerse deciden "formalizar" su sentimiento. Silvia declara su
"amor" a Lorena y ésta la acepta. Desde allí se ven
interdiariamente, con salidas al cine,
encuentros en casa de Silvia, en el
parque,
etc.

Han intimado a nivel de besos y caricias, pero
mientras que las de Silvia tienen preferencia por las caderas y
busto de Lorena, las de ésta buscan siempre el rostro y el
abrazo en aquélla.

En dos ocasiones Silvia quiso intimar a través
de tocamientos genitales y "frotaciones " (tribadismo)
corporales, pero Lorena no se lo permitió, arguyendo que
debían esperar y que eso no estaba bien
?
situación que ha sido respetada por
Silvia.

(Las fantasías sexuales de la menor aparecen
focalizadas en Silvia y en una u otra actriz joven de
cine).

Han cumplido ya un mes desde que decidieron estar juntas
y Lorena está feliz, sus ojos brillan y todo es
alegría cuando habla de Silvia. Cuando está sola
piensa mucho en ella con entusiasmo y rubor. Sus fantasías
son de felicidad y amor, de caminar muy juntas la una cogiendo la
mano de la otra, sonriendo en un ambiente
prístino. Le agradan su formas físicas, cree que es
muy bella ?ella cree lo mismo de sí misma?,
y aunque no tiene pensamientos eróticos de Silvia en su
ausencia ni tampoco de otras mujeres, aprecia constantemente su
belleza y se siente muy bien cuando Silvia hace lo
propio.

Lorena es muy celosa, se incomoda cuando su "amada"
conversa no con un chico sino con una chica, se pone inquieta y
observa con detenimiento. Esta actitud no se
da con tanta intensidad en Silvia, quien guarda cierta serenidad
en situaciones parecidas.

Deslinde
diagnóstico

El homosexualismo o, en todo caso, la homosexualidad
desde hace más de 30 años, no se considera un
padecimiento, trastorno o enfermedad, basta revisar los alcances
del Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (DSM, 1973) Y, por tanto, no se puede hablar
de un tratamiento o psicoterapia
en la esperanza de muchos de lograr la conversión
heterosexual de la persona homosexual.

La idea de diagnóstico nos acerca más al
campo clínico de la salud física y mental, el
diagnóstico como síntesis
de síntomas y signos
experimentados por el paciente y analizados por el profesional
tiene el objetivo de
dirigir los recursos
farmacológicos o psicológicos u otros en la
remisión de los signos y síntomas que configuran un
cuadro clínico patológico determinado. Una palabra
que compendia lo que exponemos es, pues, el propósito
curativo. Se creía ?y se cree aún?
que estar enfermo era necesitar de una cura y, en el caso del
homosexualismo, una cura que dirija hacia la vida
heterosexual.

Pero lo cierto es que cuando la situación humana
en la que intervenimos, es parte de la vida de cada quien y
responde a diversos factores, la etiquetización
diagnóstica resulta ser inconveniente, inútil y
contraproducente en lo que concierne a la condición
homosexual de un ser humano.

Teniendo en cuenta lo dicho, el diagnóstico de
homosexualidad, persona homosexual, homosexualismo u
homosexualidad, no encuentra sustento ni justificación en
sí mismo; no obstante, la práctica
profesional médica y psicológica hace uso, con
frecuencia, de estas etiquetas tanto como la indización
estereotipada de los legos, los vecinos, y toda aquella persona
no relacionada con el quehacer diagnóstico
psicopatológico: ¿acaso porque el profesional de
salud se halla influenciado por prejuicios personales y
sociales?

La inconveniencia e inutilidad de establecer un
diagnóstico de esta naturaleza
deriva de los conceptos de normalidad y anormalidad y, si bien
estas categorías pueden ser relativas al tiempo y el
espacio, lo claro es que existen parámetros establecidos
por la propia ciencia y
práctica médico-psicológica y educativa.
Esto es, que al deslindar la homosexualidad de un mal, trastorno
o padecimiento, este diagnóstico simplemente no
debería existir. ¿Es que se puede diagnosticar a
una persona como heterosexual?

Al ser la homosexualidad un sentimiento y un pensamiento,
más que una decisión o elección, el fantasma
patológico es una sinrazón creada por las
percepciones idiosincrásicas de muchos, las cuales no
responden a la práctica profesional de lo que debe
ser.
Pues, en ese sentido, la homosexualidad tiene en esencia
un componente holístico neutral que no admite un desborde
evaluativo subjetivo.

Hay "chequeos" en salud demandados por personas sin
enfermedad manifiesta, pero que acuden a estos servicios con
la intención de saber más de sí u obtener
una acreditación de que gozan buena salud. En estos casos
y con la evaluación
profesional podría determinarse que la persona no padece
de nada ni física ni mentalmente, entonces el
diagnóstico es de "normalidad", "clínicamente
sano/a", "psicológicamente sano/a", mentalmente sano/a",
etc. Esta apreciación nos remite a la siguiente pregunta
¿podría apuntarse en un certificado de salud:
hetero u homosexual como diagnóstico? O
¿señalar en la Historia Clínica tal
o cual enfermedad de etiología homosexual? Consideramos
que impresión diagnóstica deberá ser siempre
"normal", pues la normalidad no depende de la preferencia sexual
hetero u homo. Y más aún quizás pueda
evitarse cualquier forma de diagnóstico sencillamente por
esta condición.

La '"etiquetación" es contraproducente, creemos,
ya que al no tener asidero ninguno, el darse en una sociedad
transida por prejuicios y "satanizaciones" y dirigirse a un ser
humano en desarrollo
(por ejemplo un/ una adolescente), no sólo deja de ser
técnica y profesional, sino también deja de ser
justa en cuanto actuación humana. Precipitando, muchas
veces, desenlaces indeseables en los niveles personal y social
de la persona.

Ego-sintonía
versus ego-distonía

A pesar de quienes desautorizan los alcances del Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales (DSM-IV), como señala Isabel Monzón al
referirse a la "homofobia internalizada".

Es significativa la frecuencia con que algunos
profesionales de la salud mental
ignoran o descalifican los dictámenes del DSM IV. Para el
doctor Mauricio Abadi, vocero oficial de una parte de la comunidad
psicoanalítica, la homosexualidad es una "entidad
anormal", una "anomia", una "enfermedad discapacitante". El
terapeuta que se adhiere a estas concepciones, quiéralo o
no, se transforma en cómplice del mismo sector social que
margina a los homosexuales. Para esta concepción,
entonces, el homosexual debe forzarse a sí mismo a amar a
quien no ama y a no amar a quien sí ama, mutilando su
verdadero ser. Si un profesional orienta a su paciente de esta
manera, no sólo da muestras de sufrir homofobia sino que,
además, provoca iatrogenia… Otros profesionales de la
salud mental, cubriendo ese prejuicio con
la piel de
cordero del paternalismo, harán minuciosas investigaciones
disfrazadas de ciencia, buscando ora el origen de la
homosexualidad, ora patología en lesbianas y gays,
en sus padres y/o en sus hijos. Por otra parte, la homofobia no
transita solamente por creencias conscientes. Se filtra
peligrosamente en el psiquismo inconsciente, disfrazándose
hábilmente a través de los mecanismos defensivos de
racionalización, negación y proyección. Al
respecto, hago mías las palabras de Cecilia
Sinay-Millonschik cuando dice que es necesario tratar de
"desmontar, viviseccionar y sacar a luz el prejuicio,
en tanto asfixia nuestros pensamientos y
percepciones".

La Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE-10)
señala claramente que "la orientación sexual en
sí misma no se considera un trastorno", se constituye en
necesidad de salud en la medida en que a la persona puede
resultarle problemática. Aquí se enfatiza
más en los elementos centrípetos de la conducta
homosexual que en los propios centrífugos, esto es, en las
connotaciones y reacciones sociales, a las cuales la persona
tiene que adaptarse y que en ese ínterin le causan
malestar y dolor emocional. Así, pues, surge la
distonía con el propio yo (situación
egodistónica). En ese orden, el diagnóstico
encuentra su justificación y necesidad como resultado no
de la condición homosexual sino de su rechazo interior,
producto,
generalmente de un medio social adverso a esta condición.
Por eso la persona se niega, se rechaza, se culpa y sanciona en
una vorágine interminable de críticas y
menosprecios que pueden llegar a neurotizarla.

Si lo anterior lleva razón: entonces el
tratamiento se configura per se en lograr la
sintonía de la persona homosexual con su propia realidad
psíquica sobre la cual tendrá que estar segura y,
por ello, aceptarla, asumirla y comprometerse con ella que es
comprometerse consigo misma. El objetivo del tratamiento es la
superación de la egodistonía a partir de la
clarificación del mundo psíquico que existe en el
interior de cada caso.

Una referencia a lo que conocemos hoy como
egodistonía y las perspectivas de intervención la
encontramos hace mucho tiempo en el pensamiento de Freud.
Aquí la mencionamos a propósito de una carta:

CARTA
A UNA MADRE

Viena, 9-4- 1935

Estimada señora:

Deduzco, por su carta, que su hijo es homosexual. Lo que
más me impresiona es el hecho de que usted haya omitido
este término cuando me ha hablado de él.
¿Puedo preguntarle por qué lo evita? La
homosexualidad, desde luego, no es una ventaja, pero tampoco es
nada de lo que haya que avergonzarse. No es un vicio, ni un signo
de degeneración, y no puede clasificarse como una
enfermedad. Más bien la consideramos una variación
de la función
sexual, originada en una detención del desarrollo
sexual.

Muchas personas sumamente respetables, tanto de la
antigüedad como del presente, han sido homosexuales. Entre
ellos están algunos de los más grandes: Platón,
Miguel Ángel, Leonardo da
Vinci, etc. Es una gran injusticia perseguir la
homosexualidad como si fuera un crimen, y una gran crueldad
también. Y si no me cree, lea los libros de
Havelock Ellis.

Cuando me pregunta si puedo ayudarla, supongo que quiere
decir si puedo acabar con la homosexualidad de su hijo y
reemplazarla por la normalidad, por la heterosexualidad. La
respuesta es, en términos generales, que no podemos
asegurar un resultado. En cierto número de casos hemos
logrado despertar los gérmenes frustrados de las
tendencias heterosexuales, que están presentes en todo
homosexual, pero en la mayoría de los casos esto no es
posible. Es cuestión de la
personalidad y de la edad que tenga el individuo. Los
resultados del tratamiento no pueden predecirse.

Lo que el psicoanálisis podría hacer por su
hijo es algo muy diferente. Si se siente infeliz,
neurótico, desgarrado por los conflictos,
inhibido en su vida social… el análisis puede traerle armonía, paz
mental, plena eficiencia,
independientemente de si sigue siendo homosexual o si cambia. Si
usted se decide, yo podría encargarme de hacerle el
análisis. Pero no creo que sea posible. El tendría
que trasladarse a Viena, pues yo no tengo la intención de
moverme de aquí. Sin embargo, no deje de darme alguna
respuesta.

Atentamente, y con mis mejores deseos,

Sigmund Freud

Considerando el
malestar de la persona, si lo hubiere

No obstante el objetivo ego-sintónico del
quehacer de los profesionales de salud mental, no debe dar por
sentado que una persona de orientación homosexual
realmente lo sea. Y esto no por el prejuicio de conversión
absoluta e inmediata a la que el medio social puede inducir,
sino, en primera instancia, en respeto de la
"confusión" que podría darse en una persona con
estas vivencias y que la han conducido a la ego-distonía,
incluso, este argumento es pertinente en casos de
ego-sintonía homosexual adolescencial. Se trata, pues, de
comprender a la persona y contribuir en un mejor entendimiento de
sí misma. Queremos decir, que tenga claridad sobre sus
pensamientos y sentimientos, de tal manera que, en respeto
absoluto de su dignidad,
pueda asumir y responsabilizarse sobre una u otra
condición.

En ese sentido, apoyándonos en las
consideraciones de Ovesey, recogemos elementos necesarios para
este deslinde.

Según Ovesey, se puede distinguir tres
categorías diversas de motivación
implicadas en las relaciones o tendencias homosexuales. La
dependencia afectiva, el poder o
dominio, y
finalmente la gratificación sexual en sentido estricto.
Por eso suele hablarse de 'homosexualidad imaginaria' o temida,
'pseudo-homosexualidad' y 'homosexualidad manifiesta'. En la
homosexualidad imaginaria la atracción que se da es
pasajera, puede tener lugar sin haber sido seguida de
ningún tipo de experiencias homosexuales y afectan sobre
todo a los varones adolescentes
en periodos de inseguridad o
depresión.

La pseudo-homosexualidad se da en aquellos en los que la
tendencia homosexual tiene como motivación principal la dependencia
afectiva o el dominio, y sólo secundariamente la
gratificación sexual. Con el nombre homosexualidad
manifiesta se designa aquella en la que la gratificación
sexual es la
motivación principal. Tanto la homosexualidad
imaginaria como la pseudo-homosexualidad son relativamente
fáciles de superar. (Siempre que se pueda superar la parte
no sexual del problema). Mucho más difícil de
orientar es la homosexualidad manifiesta, sobre todo si la han
desarrollado desde la pubertad"

Por eso, la claridad de la realidad homosexual debe
encauzar esfuerzos orientativos respecto de la homosexualidad
manifiesta o respecto de la pseudo-homosexualidad. Este es un
requisito sine qua non que enfatiza la estructura
más íntima de la persona sobre la cual no debe
haber duda ninguna.

En la adolescencia
suceden periodos de identificación y vivencias
homosexuales imaginarias o, incluso, actos homosexuales de mutua
estimulación erótica que resultan ser impulsos o
manifestaciones homoeróticas transidas por la curiosidad
explorativa, la y deseos de mayor proximidad íntima
amical.

De otro lado, la afectividad como expresión y
necesidad es un componente esencial en todo ser humano
varón o mujer; pero en su manifestación
interpersonal, es predominante en las mujeres, cualquiera fuere
su orientación sexual. "La mujer es,
pues, más emocional, más afectiva y más
propensa a las fantasías sentimentales…esto
también se aplica a las lesbianas. La mitad de
éstas ha tenido relaciones heterosexuales y en sus
relaciones homosexuales predomina la estabilidad y la
relación afectiva con una sola pareja…" diferente del
varón Pero siguiendo el lineamiento de Ovesey, la
afectividad puede crear un estado especial de búsqueda y
compensación en relación a un evento o conjunto de
eventos que han afectado negativamente la vida de la persona, los
mismos que pueden incidir en la orientación hacia personas
del propio sexo.
Podríamos añadir situaciones harto difíciles
como las que ocurren en casos de desengaños de
índole amorosa o vejámenes sociales, familiares y
sexuales cometidos por alguien del sexo
análogo.

Bien ahora: la internalización de vivencias
negativas pueden focalizarse conforme la distinción de
género,
de esta manera, el acercamiento o distanciamiento; la proximidad
o lejanía; la aceptación o rechazo afectivos de la
persona del sexo complementario, estarán influidos por
vivencias exógenas no relacionadas en sí mismas con
la primariedad observable en la homosexualidad manifiesta, aunque
en su concomitancia no se facilita la elucidación de una o
de otra.

Parece ser que la condición primaria de la
homosexualidad queda definida en promedio a los 14 años,
siendo un rasgo fundamental la aparición de "la comodidad
íntima" que no es sino la identificación con la
condición homosexual.

Cuando esto no sucede ¿acaso podríamos
pensar con mucha más razón en ayudar a la persona a
que comprenda mejor su mundo interior? Una manera de hacerlo es
coadyuvando en la superación de problemas afectivos no
sexuales y que se hallan enraizados en la historia personal,
familiar y social de quien acude a consulta. Y si al
término la respuesta es homosexualismo o heterosexualismo,
el compromiso formal sobre una u otra condición
deberá estar asociado al respeto de la mismidad y la
dignidad humana.

El compromiso en
una sociedad de iguales

La adquisición de la homosexualidad transita por
los estadios de sensibilización (sentirse diferente,
experimentar atracción hacia personas del mismo sexo),
confusión de la identidad
(experiencias homosexuales limitadas y subsecuentes sentimientos
de culpa y negación), asunción de la identidad
homosexual (identificación con la homosexualidad) y
compromiso homosexual (aceptación y satisfacción
plena de su identidad).

Entonces, si la persona elucida su condición
homosexual conforme su primariedad ?por ejemplo? el
objetivo siguiente al de ego-sintonía será una
formalización de la conducta. Nos referimos a vivir la
condición homosexual dentro de la más honda
valoración de la dignidad y mismidad, así como la
de sus congéneres. Esto es, pues, el respeto de sí
mismo y de los otros; donde la donación personal debiera
ser la motivación puesta al servicio de la
sociedad y del mundo. Y esto es plenamente extensivo a la
condición heterosexual.

Queremos decir que el imperativo del amor a sí
propio y hacia los demás, dirigirá el accionar
hetero u homosexual por dos caminos:

La castidad, como la virtud que gobierna el ser y modera
el deseo de placer sexual. Por la castidad la persona adquiere
dominio de su sexualidad y
la integra en su personalidad.
Es el ejercicio constante de dirección de los actos humanos hacia
valores
trascendentales como el verdadero amor.

Es un ideal de vida que debe orientar los actos humanos.
La castidad encuentra su razón de ser en el amor de
Dios y en el amor humano, donde lo sexual es parte importante,
pero no constituye el todo de la realidad personal e
interpersonal.

La Iglesia
Católica, exhorta a la persona heterosexual a vivir en
castidad, lo propio hace con las personas homosexuales. Esta
exhortación que algunos han consideran poco
práctica y hasta utópica, debe ser valorada a luz
de la
educación de personas homosexuales manifiestas,
personas en pseudohomosexualidad y personas heterosexuales, sobre
todo en la niñez y la adolescencia como periodos de
desarrollo, donde la educación y
formación del ser humano es decididamente más
maleable a partir de los ideales del orden y respeto en cada uno
de los actos humanos.

Es posible que en este apartado el lector disienta,
empero, creemos que la sociedad se construye en función de
ideales que han sido plasmados a esfuerzo y claridad respecto de
lo mejor para uno mismo /a y para los demás. Todo acto
humano debe llevar consigo un orden, y la vivencia venérea
no debe ser una excepción. Luego de la
concienciación y racionalización de este
componente, preguntaríamos: ¿acaso una persona
homosexual o heterosexual, recomendaría, sin reparos, la
práctica venérea "libre" de adolescentes
homosexuales o heterosexuales que son parte de su familia
(sobrinos, hermanos, hijos)?

Si se trata de lo que debe ser, consideramos que
se encuentra en todos sin distinción de la
orientación sexual de cada quien.

El amor y valoración de sí mismo/a es un
componente sine qua non en la persona. De este modo,
podemos orientar la actividad hacia el ejercicio de sentimientos
trascendentales como exigencia al propio "yo" que trasunta la
mismidad para convertirse en un imperativo de buen ser en el
otro/otra. Por lo tanto, con el autoconocimiento y estima
personales el "yo" no se verá vulnerado por lo tendencial
de la biología, ni por lo sentimental de la
psicología; demandando exigencias
superiores a la mera casualidad, flirt, casanovismo,
donjuanismo, etc. Por lo mismo, la entrega no se cosifica a la
emoción ni corporeidad de los "amantes" sino que se
impregna con los ideales más sublimes de conocimiento
interpersonal, amor recíproco y edificación de la
vida.

El segundo camino está dado por la fidelidad, que
es la configuración del amor como ideal rector de la
conducta
humana.

La dinámica de las relaciones
interpersonales en sociedad lleva consigo la probabilidad de
establecer una relación amorosa. Aquí el compromiso
vital demanda del
esfuerzo permanente de atenerse, en nombre del amor, a una sola
persona, consolidando la exclusividad de los que se aman y
previniendo al "yo" de acaecer en el vaivén de lo
superficial, lo banal y anodino.

El entendimiento de lo humano y su ejercicio, tanto en
la homosexualidad como en la heterosexualidad, prevendrá
la "cosificación" y utilitarismo venéreo que
desdicen de la dignidad y compromiso.

Así, cualquier asunción personal y de la
vida sexual encontrará la máxima
ego-sintonía y, de ser el caso, una auténtica
"comodidad íntima" personal e interpersonal.

Paráfrasis
de las motivaciones

La aprehensión absoluta de cuanto existe es
parcialmente accesible a las diferentes formas de conocimiento
que el hombre ha
elaborado en el deseo de comprender lo que le rodea. Kant había
ya mencionado que el hombre solo
puede conocer y elaborar verdades sobre las apariencias; para el
realismo
filosófico es la ciencia el
mejor medio para saber la verdad de las cosas. Nosotros apuntamos
que la complejidad de cualquier fenómeno no es susceptible
de un conocimiento omnímodo debido a las propias
limitaciones temporales, espaciales y biológicas del ser
humano. En ese sentido, brindamos una interpretación del hecho que nos ocupa como
un alcance más en la tarea de
consejería.

-Los tres componentes.- Al analizar la conducta
heterosexual de Lorena, encontramos que fue así hasta
aproximadamente los trece años de edad, entonces su
imaginario rompe la neutralidad intersexual tanto por la
desazón de una relación amorosa frustrante como por
el decantamiento de toda una dinámica familiar donde los
referentes masculinos fueron precarios. El primer componente
está dado por elementos contraproducentes generados ya por
la inacción de los referentes masculinos: un padre
distante, quien la abandonó y no estuvo con ella
más que a partir de algunas comunicaciones
a distancia; un abuelo que, no obstante, su presencia
física en tanto varón, no pudo cubrir de "manera
más efectiva" el espacio dejado por el padre, al tiempo
que la "desconfianza" respecto de lo varones era constantemente
acentuada por la abuela y, acaso, por la madre. En efecto, la
afectividad adecuadamente encauzada de la menor ya hacia el amor
paterno, ya hacia el amor de pareja tuvo un desenlace no esperado
por ella misma, pues se halló en la cotidianidad de la
ausencia y el rechazo. Es significativo el hecho de que aceptando
una relación amorosa motivada por el cariño sincero
hacia su pareja, él tergiverse su sentir
atomizándolo al aspecto genital. La decepción se ve
acompañada de la humillación, la misma que fue
azuzada por otros eventos (pasajeros) de "falta al respeto" En el
decurso de la historia existen elementos relacionados con la
indignación frente a ciertas expresiones masculinas que
desbordan en eretismo unilateral e hiriente.

En resumen, la imagen masculina
en la realidad psíquica de Lorena es débil,
ausente, aversiva, fría, ceñida a lo que no debe
ser
e innecesaria. Pero analicemos con detenimiento este
último punto:

La representación de lo masculino en Lorena,
tiene una connotación negativa debido al propio actuar de
sus referentes familiares y sociales. Mas la impronta no ha
surgido del mero subjetivismo de la menor, sino que parece ser
consecuencia del relativismo afectivo y eretismo desatinado e
impulsivo del entorno con el cual tuvo contacto. Sin embargo,
mientras se "destruía con una mano", se edificaba con la
otra, esto es que concomitaba la construcción de lo femenino, mediante la
honda valoración de sus virtudes. Desde un inicio, la
presencia femenina (presencia de la madre) fue la que solucionaba
problemas, enfrentaba a los hombres, los controlaba", "los
dominaba" con entereza.

En la mujer, Lorena, retroalimenta su intensa
afectividad, abrazada siempre a una madre destacada que se
despliega sola y permanentemente en el medio social y familiar.
La madre que echa mano de la sobreprotección originaria
por la necesidad de cubrir el vacío de su escasa presencia
durante los tres primeros años de vida de su
hija.

El éxito y
suficiencia de Laura en las vicisitudes cotidianas laborales y
familiares, dan cuenta de su capacidad de lucha y, finalmente, de
supervivencia "en un mundo que se erige para los hombres". En
este ínterin cada una de las "señales" de suficiencia femenina llevaba la
contraparte de insuficiencia masculina: lo necesario vs. lo
prescindible, lo básico vs. lo auxiliar, lo competente vs.
lo inepto, lo cálido vs. lo frío, lo tierno vs. lo
grosero.

Pero el espectro de lo femenino va más
allá, pues se actualiza en las reacciones íntimas
características de la mujer. Silvia reacciona
constitutivamente de manera distinta a un varón en el
plano de la intimidad. Resulta ser "más afectiva" en la
intimidad, en otras palabras reaccionada afectivamente como mujer
dentro de lo sexual, engarzando con las expectativas afectivas de
Lorena.

No es difícil conocer la respuesta afectiva de
Lorena ante la comparación inevitable entre su vivencia
actual con Silvia y la próxima pasada con un muchacho a
los trece años.

Podríamos agregar el genuino deseo de Lorena de
ser "diferente", el hálito de sus percepciones sobre la
sociedad y los deseos de mejorarla, que quizás oculten la
competencia
respecto de la propia madre, en una carrera que ubica su inicio
en lo que ésta no esperaba. Mujer y mujer, pues la
niña, creemos, ve en su madre un motivo y modelo para
surgir en una sociedad genéricamente desigual, pero al
mismo tiempo pretende desde ya superar a la maestra.

Tan complejo es que los elementos maternales surgen en
el imaginario de la adolescente, involucrándose a grado de
madre protectora con Silvia, la hija postergada y criticada por
su padre, familia y por la sociedad. La presencia de Lorena
constituye el vínculo bipartito, que pretende ser
sólido frente a estos avatares, tal como lo haría
una madre con su hija, tal como lo hizo su madre con ella misma
cuando el padre se fue, máxime cuando asume, sin
percatarse, el rol materno de cuidar a Silvia, ya que la madre de
ésta la "deja sola" por la irrupción de una grave
enfermedad.

Los hechos tienen un impacto cualitativamente distinto
en cada ser humano. Nosotros tenemos formas propias de entender
el mundo y reaccionar ante él. Sobre esta particularidad
no han dado cuenta solventemente ninguna de las ciencias ni
formas de conocimiento, pues se localiza en lo más
profundo e intrincado de la estructura de varones y mujeres: nos
referimos al individuo y su individualidad.

El componente individual nos remite al microcosmos de
nuestras entidades personales yoicas, intrayoicas, interyoicas
y metayoicas
tan complejas que no cabe en ellas ningún
determinismo.

BIBLIOGRAFÍA

Aaron Hass (1981) Sexualidad y Adolescencia
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Psicólogo:

Alonso Paredes Paredes

sociopsico[arroba]yahoo.com.mx

Arequipa – Perú

 

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