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Los diamantes de Monrovia (página 5)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Eva todavía con el corazón dormido, abrió
los ojos, débilmente pudo atisbar el rostro de su agresor
que estaba a pocos centímetros del suyo, lo
distinguió inmediatamente e intentó gritar con
todas sus fuerzas, imposible, aquella mano le tenia sellada la
boca, trató de expulsar de su cuerpo al individuo que
tenia encima, arqueando el vientre trató de expulsarle de
encima, pero aquel individuo sobrepasaba los cien kilogramos y
tenía una fuerza demoledora, sus brazos estaban libres
luchó hasta la extenuación, en una de las ocasiones
clavó las uñas en una de las mejillas del asaltante
arrancándole una buena parte de la piel.

-¡¡Maldita puta holandesa!!!-, gritó Karoli
ciego por el dolor que aquel arañazo le había
causado.

Repentinamente oyó pasos y voces en las escaleras de
madera.- Debo acabar pronto-, se dijo.

Con el cuchillo cortó de un solo tajo la yugular y la
tráquea de su presa, ésta de inmediato dejó
de moverse, de succionada carótida súbitamente
comenzó a manar un chorro de sangre en los dos
últimos movimientos sistólicos de su
corazón. Karoli de un felino salto se alejó de la
cama, fue a la ventana y saltó de ésta al
vacío, pensando que regresaría a por el otro.

Por las escaleras de madera subía Carl
acompañado del padre Anastasio que le abierto la puerta a
su regreso de la cena con Kieh, éste último acababa
de partir para la capital en el taxi con Canuté.
Subía con parsimonia las escaleras cuando repentinamente
oyeron un fuerte aullido que le pareció humano, ambos
atónitos se miraron sorprendidos sin explicarse el motivo
de aquel desgarrador grito, acabaron de subir los pocos escalones
que quedaban hasta llegar al rellano en el que estaban las
puertas de algunas de las habitaciones, tuvo una corazonada,
llamó a la puerta de Eva, nadie respondió, lo cual
le alarmó, el corazón le dio un vuelco,
abrió la puerta, la cámara estaba a oscuras pero la
poca luz que se colaba a través de la puerta abierta que
procedía de donde instantes antes se hallaban Carl y
Anastasio, le permitió a éste ver vagamente la
figura de Eva sobre la cama, se acercó sin hacer
ningún ruido, no deseaba en modo alguno interrumpir el
sueño de la muchacha.

Se acercó lentamente, el hermano Anastasio se
quedó en el umbral de la puerta, cuando estuvo a poca
distancia de la muchacha le pareció ver algo oscuro
alrededor del cuello, le pasó la mano por encima, como si
quisiera acariciar el cuello y notó algo viscoso que
humedecía su mano, su interior le dijo que algo andaba
mal, repentinamente le vino a la mente el individuo que la
había raptado, metió una mano en el bolsillo de su
chaqueta y sacó su encendedor, lo prendió, la
llamita iluminó casi toda la habitación, se
quedó atónito, sin habla, el dantesco y horrible
espectáculo que había aparecido le heló la
sangre, el hermano Anastasio, comenzó a correr y gritar
como un poseso: -¡¡¡ socorro, socorro
¡!!-.

El griterío hizo despertar a toda la misión, el
hermano Heinz fue el primero en acudir, se encontró con
Anastasio por el pasillo, le sujetó por los hombros
sacudiéndole para que reaccionara mientras le preguntaba,
-¿qué ocurre hermano?-.

-¡¡Alguien ha asesinado a la señorita
Rijens!!, está bañada en sangre sobre su
lecho!!-.

-Pero, pero..¿qué está diciendo
usted?-.

-Lo que oye hermano Heinz, está sobre la cama tumbada,
bañada en un gran charco de sangre-.

Ambos echaron a correr en dirección a la
habitación. Al llegar a ella, hallaron a Carl arrodillado
junto a la cama con las manos en la cabeza sollozando, le
llamaron por su nombre y nos les hizo el menor caso. Heinz se
aproximó al cadáver, le tomó el pulso, no
percibió ningún síntoma de latido, le
pidió a Anastasio que trajera una farola con luz,
éste le trajo uno de la habitación contigua, Carl
seguía arrodillado bañado en lagrimas y profiriendo
profundos sollozos, Anastasio intentó levantarle para
sentarle en una de las sillas de la habitación pero
rechazó con brusquedad la ayuda.

La luz aportó una perspectiva más cruda al
horror de la escena. Se apreciaba un profundo tajo efectuado por
arma blanca que había seccionado limpiamente la
tráquea y una buena parte de las arterias que riegan el
cerebro que provocó una muerte inmediata a la muchacha,
ésta era la explicación a la gran cantidad de
sangre que había vertida por todo alrededor de la parte
alta del tronco de la mujer, todavía en fase de
coagulación.

El rostro de Eva conservaba la huella del pánico, lo
que todavía creaba un ambiente más
terrorífico.

El hermano Heinz era el único que mantenía la
serenidad. -¿Quién habrá podido hacer tan
execrable crimen?-, preguntó en voz alta y con las manos
en la cabeza, ¡¡¡Dios mío
acógela!!!.

-¡¡¡ Ha sido el maldito monstruo que me
rapto!!!-, gritó de improvisto Bergman, con la cara
desencajada por el dolor que su alma sentía. Carl
comenzó a serenarse, tomó el teléfono
celular de su bolsillo y llamó a Kieh, éste
respondió de inmediato, estaba todavía camino de
Monrovia.

-Dígame Carl-.

-Kieh, le ruego regrese de inmediato a la Misión, ha
ocurrido algo horroroso-, dijo con voz ronca y alterada.

Kieh, se alarmó por el ton o de su voz y brusquedad que
Bergman utilizaba, jamás le había oído
utilizar éstos modales.

-Pero dígame, ¿qué es lo ocurrido, que
hace que me llame tan alterado?-.

-Eva, ha sido brutalmente asesinada-, dijo.

-¡¡¡ ¿Cómo ha dicho usted?
!!!-.

-Si, asesinada mientras dormía, del modo más vil
y terrible-.

-Ahora mismo regreso, estamos a mitad de camino, no tardaremos
más de treinta o cuarenta minutos, sosiéguese
cuanto le sea posible, en el entretanto que alguien se

acerque al agente que tenemos apostado fuera de la
misión y le advierta de lo sucedido, díganle que
voy para allá y que pida refuerzos urgente-.

-Gracias una vez más. No me cabe duda que ha sido el
asesino a sueldo de la multinacional AMR-.

-Yo también lo creo y, veo que realmente nos
enfrentamos a alguien sumamente peligroso, quizás lo
habíamos subestimado-.

Carl cortó la comunicación, tomó del
brazo al hermano Anastasio y le pidió que le
acompañase fuera de la misión para advertir al
policía.

Al cruzar por la cocina, Carl vio un grueso cuchillo de partir
carne sobre los fogones, lo asió fuertemente por el mango,
estaba loco de ira, deseaba encontrar a aquel monstruo para
hundirle el cuchillo en el corazón. Fuera de la
misión vieron el automóvil del agente apostado en
el lugar de siempre. Fueron para allá, el conductor estaba
dormitando en el interior, medio tumbado sobre el asiento
contiguo, el hermano Anastasio puso la mano sobre el hombro del
agente sacudiéndole para que despertara. Éste se
llevó un inesperado susto mientras preguntaba:
-¿Qué sucede?-.

-Rápido, pida refuerzos a la central, en la
misión se ha cometido un asesinato, creemos que el autor
ha sido el homicida que ustedes andan buscando, el señor
Kieh está viniendo para acá-, dijo el hermano
Anastasio.

Carl buscaba por los alrededores de la misión como
enloquecido, sentía una irrefrenable sed de venganza, el
hermano Anastasio que le acompañaba, no se separaba de
él, temía que cometiera algo irreparable, fueron
pasando los minutos si detectar ningún vestigio del
asesino. Alrededor de unos cuarenta y cinco minutos llegaron tres
automóviles de la policía dotados de cuatro agentes
armados cada uno, al mismo tiempo que llegaba Kieh.

Se esparcieron los agentes por los alrededores de la
misión, a excepción de uno de los
automóviles con dos policías de dotación
destinados a patrullar por la población, en
búsqueda del asesino. Kieh acompañado de uno de los
cargos de la policía estatal, entraron con Carl en el
edificio para registrarle a fondo, no fuera a ser que estuviera
todavía escondido en alguno de sus rincones. Bergman
estaba muy alterado, los ojos parecían querer salir de sus
órbitas. Cerraron la puerta tras de si y dejaron un
policía al cuidado de la misma con orden expresa de no
dejar traspasar a nadie, ninguno de los dos sentido, luego
iniciaron pausadamente la búsqueda pieza por pieza.

En la planta baja no hallaron ningún vestigio del
individuo que buscaban, subieron a la planta superior,
también sin resultado positivo. Entraron de nuevo en la
habitación donde se hallaba el cadáver de Eva,
éste había sido cubierto con una sábana por
el hermano Heinz. Uno de los policías se asomó a la
ventana que daba a un pequeño patio con una empalizada de
madera a modo de cerramiento, la leñera, eran ya casi las
seis de la mañana y la luz solar comenzaba a clarear el
nuevo día, súbitamente el policía que se
había asomado por la ventana gritó :,
-¡¡¡ Señor Kieh, señor Kieh
¡!!!, ¡¡¡acérquese!!-.

Kieh y varios de los policías que le acompañaban
se acercaron a la ventana,-¡¡mire allí!!,dijo
el agente señalando con el dedo hacía abajo. Kieh
se asomó, pudo ver allá abajo un espectáculo
insólito, un individuo de considerable
constitución, pendía ya cadáver, atravesado
por una barra de acero y, bañado en un charco de
sangre.

Bajaron rápidamente al lugar donde se hallaba el cuerpo
del individuo. Pudieron comprobar fehacientemente que se trataba
del buscado serbio, al parecer al efectuar el alocado salto de
huída desde la ventana, debido a la oscuridad entonces
reinante, no advirtió la presencia de una barra de acero
corrugado, originaria del sobrante de alguno de los materiales
utilizados en las varias etapas de la construcción de la
misión, que estaba clavada en posición vertical en
el suelo del recinto en paralelo con otra igual

Utilizada para tender la ropa recién lavada.

En el salto, al serbio le entró la barra por una de sus
ingles atravesándole en diagonal el tronco hasta salir por
uno de sus omoplatos. Fue una muerte instantánea ya que el
corazón también fue alcanzado por la barra durante
su recorrido cuando atravesaba el tronco.

El jefe de la policía ordenó no tocar ninguno de
ambos cadáveres hasta que no hubiese llegado un juez.

Carl, no estaba en sus cabales, andaba de un lugar a otro sin
sentido, ni saber que hacer ni decir, el hermano Heinz a la vista
de su estado, le dedicó toda su atención.
Intentó sosegarle y reconfortante ante tamaña
desgracia. En una de sus muchas charlas habidas, Carl le
había manifestado su intención de pedir a Eva en
matrimonio le había contado también cuan
desgraciado había sido en su primer matrimonio,
también con fatal desenlace, en ésta ocasión
por causa de un accidente viario.

Casi una hora después llegó un juez de la misma
población de Gbanga, junto con un médico forense,
examinaron ambos cadáveres y poco después ordenaron
su levantamiento para que fueran trasladados a un pequeño
hospital de la ciudad con el fin de poderles practicar la
autopsia.

Casi una hora después llegó un juez de la misma
población de Gbanga, junto con un médico forense,
examinaron ambos cadáveres y poco después ordenaron
su levantamiento para que fueran trasladados a un pequeño
hospital de la ciudad con el fin de poderles practicar la
autopsia. Esta última operación deberían
efectuarla con prontitud, el fuerte calor que reinaría un
par o tres horas más tarde aceleraría la
descomposición de los cadáveres, en la
población no se disponía de los sistemas de
conservación utilizados en la capital.

Heinz había logrado serenar en parte a Carl, lo
sacó de la misión para que pasearan por las calles
que la rodeaban, confiando que poco a poco se iría
sosegando y razonaría. Heinz le llevaba cogido del hombro,
tal y como de dos amigos se tratase.

Una hora después, ya algo más sereno, regresaron
a la misión, donde los demás les aguardaban.

CAPÍTULO XXXIXº

En la Terminal del aeropuerto de Monrovia, Carl aguardaba que
anunciaran por megafonía la salida de su vuelo con
Lufthansa con destino Londres y Frankfurt que posteriormente
enlazaría con un vuelo doméstico a Berlín,
le acompañaban los hermanos Heinz y Anastasio y
también Samuel Kieh y el diplomático Otto
Krinkel.

Aquellos últimos días, Carl había estado
meditando profundamente su situación después de los
trágicos acontecimientos acaecidos. Admiraba la lealtad de
aquel hombre negro que al inicio de conocerse tanto
despreció y, el extraordinario y reconfortante acogimiento
que aquellos religiosos católicos Gbanga le dispensaron,
sentía como si de su familia se tratasen. Bergman ahora ya
sereno, analizó su futuro, tenía una edad que
todavía le permitía poder desarrollar
múltiples actividades, físicamente había
procurado siempre mantenerse en buena forma, todos los
días del año por las mañanas salía a
correr durante una hora,. Practicaba golf dos veces por semana,
siempre que no se lo impidieran sus ocupaciones profesionales,
tenía casi el mismo peso que veinte años
atrás y no había sufrido enfermedades que hubiesen
minado su salud, sus únicos vicios eran fumar buenos
cigarros habanos y de vez en cuanto algún escarceo
femenino. Disponía de una óptima situación
económica, no le podía pedir más a la vida,
sin embargo los recientes sucesos le habían hecho mucho
daño en su estado psiquico.

Unos días antes de su partida y después de una
profunda meditación y análisis, se reunió
con los hermanos Heinz y Anastasio para decirles que había
tomado la decisión de que si le admitían, se
quedaría para siempre con ellos.

-Si soy aceptado-, les dijo a ambos, -compartiré con
vosotros el resto de mis días, para mi será una
satisfacción personal poder contribuir con ésta
humanitaria labor iniciada casi cien años
atrás-.

El hermano Anastasio se levantó del asiento que ocupaba
y acercándose a Carl le dio un fuerte abrazo mientras
decía: -Se bien venido entre nosotros buen amigo, te
aseguro que experimentarás placeres que nunca has sentido,
abrirás tu corazón a éstas buenas gentes que
te lo agradecerán con una mirada de amistad que
probablemente no hayas conocido jamás, es impagable
recibir gratitud a cambio de abnegación-.

Carl sintió un torrente de emociones que le
invadía. Les puntualizó que el no era
católico, que se había criado en un ambiente
familiar luterano.

Heniz, le contestó que :-No necesariamente se ha de ser
católico para hacer el bien, basta con sentir la necesidad
de ayudar al prójimo-.

Minutos después cruzaba el control de pasaportes y se
sentaba en el avión, regresaba a su tierra natal,
Alemania, tenía mucho que hacer allí antes de
retornar a Monrovia.

Doce horas más tarde pisaba suelo berlinés,
Dieter su socio y amigo, le aguardaba, se fundieron en un fuerte
y largo abrazo, Carl estaba muy emocionado, subieron al Jaguar de
su amigo y se dirigieron a la ciudad, el día le
recibía con un tiempo muy propio de Berlín, gris y
lluvioso.

-¿Carl, podrás algún día
explicarme todo lo vivido estas últimas semanas?-, le dijo
Dieter.

-Si, lo voy hacer. Verás, todo comenzó en
Estambul"……………."

En el entretanto el potente automóvil cruzaba la gran
ciudad, Carl le contó todo lo vivido con toda clase de
detalles. Ya a casi a las afueras de Berlín, Dieter
tomó por la Pistorius strasse, girando luego para tomar la
Amalien strasse, hasta llegar a la casa de éste junto al
pequeño lago de aquella parte donde las construcciones de
casas unifamiliares eran de gran lujo.

Salió la esposa de Dieter a recibirles, Carl se
abrazó a ella muy emocionado, los tres entraron al
salón principal de la residencia.

El anfitrión le sirvió a su socio un Cardhu con
dos porciones de hielo, él le acompañó con
la misma bebida. Carl echó un corto trago
paladeándolo, Dieter le acercó una bella caja de
caoba que contenía un buen surtido de cigarros habanos,
principalmente Cohibas y Davidoff. Carl eligió un Cohiba
de vitola churchill, perforó la cabeza del mismo con una
guillotina que había dentro de la aromática caja
forrado su interior en cedro, elogió el uniforme color
marrón del cigarro y el aroma que ya desprendía sin
todavía haberle encendido, el grado de humedad del cigarro
era el adecuado para ser fumado.

Carl cogió un encendedor especial de gas y le
prendió fuego, aspiró suavemente para que se
encendiera regularmente en todo el perímetro del extremo
opuesto.

-Excelente cigarro Dieter, ¿cómo te las arreglas
para conseguirlo?, de sobra sabes que no es fácil
obtenerlos dado a la limitada producción.

-Tengo mis contactos-, dijo su amigo sonriendo.-Los
cónsules son los primeros a los que los cubanos
abastecen-.

-Posiblemente será el último cigarro que
fumaré de esa calidad-, dijo Bergman mientras abría
el maletín de mano que traía consigo, sacó
de su interior una bolsita que entregó a su socio.

-Toma, estos son los diamantes de la primera entrega
realizada-.

Dieter tomó la bolsita, la abrió y,
vertió cuidadosamente su contenido sobre el mármol
blanco que había sobre la mesita auxiliar. Éste dio
una exclamación de sorpresa ante la belleza y
tamaño de las piedras preciosas.

-Son exquisitamente preciosas Carl-, exclamó su socio
con cara de verdadero asombro por la belleza de las piedras que
tenía delante. –Con franqueza te diré que no
lo esperaba, Devries seguro se pondrá muy contento en
cuanto las vea-.

-En efecto lo son, a pesar de que ha costado una vida joven-
añadió Bergman con voz algo quebradiza.

-Veras Dieter-, dijo Carl poniendo un tono solemne en su voz,
-he tomado una decisión irrevocable y, por ello quisiera
que me comprendieras y no te sintieras molesto u ofendido con lo
que voy a comunicarte, pues por encima de todo está
nuestra amistad de tantos y tantos años-.

Dieter algo intrigado le respondió a su amigo y socio :
-Sabes que puedes decirme lo que tu creas conveniente Carl,
siempre tu y yo hemos hablado el mismo idioma, el de la
sinceridad, respetaré cualquier decisión que hayas
podido tomar, y como tu muy bien dices prevalecerá siempre
nuestra sólida y añeja amistad-, repuso el
berlinés.

-Como bien sabes, vivo solo en el mundo, no tengo familia
próxima, solo algunos parientes lejanos esparcidos por
varios países de Sudamérica donde se refugiaron
después de la guerra mundial. La decisión que he
tomado la he meditado durante muchos días y en
profundidad. Voy a quedarme a vivir en la misión de
Gbanga, en la República de Liberia, dedicaré el
resto de mis días a colaborar con la importante labor
humanitaria que vienen desarrollando aquellos hombres buenos y
religiosos que tuve la oportunidad de conocer y que con tanto
cariño me acogieron.

Voy a darte unos poderes notariales para que puedas proceder a
vender mis propiedades, el dinero que de ello percibas lo
ingresarás en una cuenta bancaria que te facilitaré
y que luego transferirás el importe íntegro a otra
cuenta que habré abierto en un banco de Monrovia. Este
dinero y el que siga percibiendo por los beneficios que produzcan
las transacciones presentes y futuras de los diamantes,
también me los irás ingresando en estas cuentas.
Voy a dedicarlo a la financiación de las necesidades que
la misión de Gbanga tiene para el desarrollo de su
humanitaria labor-.

-Puedes contar incondicionalmente con ello querido amigo-,
respondió Dieter con contenida emoción.

-No debe preocuparte el desarrollo del proyecto que tenemos en
marcha para con aquel país, yo estaré allí
para encauzarlo, cuenta con ello, de todas maneras te aseguro que
con Kieh tendrás siempre un fiel aliado-.

-Te agradezco tu aclaración y admiro tu valiente
decisión que respaldo-.

Estuvieron varias horas charlando amigablemente, la esposa de
Dieter se interesó por la muchacha asesinada, a Carl se le
hizo un nudo en la garganta y sus ojos se inundaron de
lágrimas. Se levantó y pidió que le
disculparan, estaba fatigado y deseaba descansar Dieter le
llevó hasta el Bristol Kemnpinski Hotel, en la
Kurfürstendamm en el que se hospedó.

-Mañana vengo a por ti para llevar a cabo todas
éstas gestiones que me indicaste. Si necesitas algo de
nosotros, no dudes en llamarnos-, le dijo su amigo a modo de
despedida.

-Hasta mañana amigo, gracias por todos tus desvelos-,
se dio media vuelta y subió los pocos escalones de la
escalinata del majestuoso hotel.

Después de una reconfortante ducha, se puso el albornoz
de rizo blanco del equipo de baño del hotel, cogió
el teléfono y llamó a Monrovia. –Kieh, soy
Bergman, estoy en Berlín y le llamo para confirmarle que
mañana mi socio ejecutará las transferencias
bancarias para el pago de la primera transacción, yo
regresaré en un par de días a Liberia-.

-¿Tanto le gusta mi país amigo Bergman?-.
preguntó Kieh con una sonrisa.

-Si amigo, por esta razón y muchas otras he decidido
vivir indefinidamente en su país, junto a los monjes de la
Misión de Gbanga, así estaré de algún
modo cerca de la persona con quién iba a compartir los
años que restan de mi vida-.

-Será usted muy bien recibido, llámeme tan
pronto tenga el vuelo de regreso cerrado, vendré a
buscarle al aeropuerto-.

-Le llamaré, hasta pronto-.

Al día siguiente después de materializar todas
las gestiones previstas, su amigo Dieter le dejó en el
aeropuerto, se despidieron con un fuerte y lago abrazo, -Hasta
siempre- se dijeron conteniendo ambos con dificultad la
emoción.

A su llegada al aeropuerto de Monrovia le aguardaba Kieh,
éste le acompañó hasta la Misión,
antes de llegar al lugar, Carl le pidió a su
acompañante que se detuviera un momento en el cementerio
en el que había sido enterrado el cuerpo de Eva, Carl
Cogió un ramillete de flores naturales que depositó
sobre la tumba de la que estuvo a punto de ser su esposa.

Kieh le dejó en la entrada principal de la
Misión, Carl llamó a la campanilla y le abrieron,
se dio la vuelta un momento para decir adiós a su amigo
con un ademán, luego entró por la puerta y
ésta se cerró tras él. Para Carl Bergman
iniciaba otra vida.

Fin

 

Autor :

Manuel Batista Farrés

39 Capítulos

Páginas 148 en formato DIN A4

Inició Abril 2006 – Acabó Abril 2007

Inscrita en el Registro de La Propiedad Intelectual
núm.: B-2584-07

 

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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