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La ética en la era de la globalización ¿Hay esperanza para los pobres de América latina?




Enviado por Luis Eduardo Cantero



Partes: 1, 2

    1. La "la globalización:
      objeto cultural no identificado"
    2. Globalizarnos
      o defender la identidad: cómo salir de esta
      opción
    3. Conclusión
    4. Anexos
    5. Bibliografía

    Vivimos en una época de cambios como por ejemplo:
    el orden mundial ha cambiado, de la clasificación anterior
    a 1990 en donde se hablaba del Primer Mundo y Tercer mundo. Se
    habla ahora de un gran poder
    dominante, expresado por el dominio de lo
    Estados Unidos
    y seguido por las grandes naciones industrializadas que conforman
    el G-8. También, se habla del fin de los paradigmas y
    de las utopías, y de que la utopía es ahora la de
    una sociedad en la
    que nadie tiene esperanza. Como latinoamericanos estamos
    conscientes de nuestras realidades contusas en las cuales es
    difícil caracterizarnos de una manera especifica. Vivimos
    en un continente que es parte de un orden mundial en el cual el
    sistema de
    valores y la
    cultura
    prevaleciente se imponen.

    Los gobiernos neoliberales latinoamericanos están
    tratando de imponer, sin medir las consecuencias sociales y
    posiblemente sin interesarles, la
    globalización. Esto hace que nuestra sociedad
    estratificada en las capas pobres del continente, en las que
    sirven a la clase rica.
    Nuestra tarea es pues, desafiante y compleja, ya que tenemos que
    comprender cual es nuestra misión
    hacia y desde dicho contexto.

    Se necesita también, para el beneficio de nuestra
    comprensión, hacer un sencillo análisis del concepto de
    globalización ya que en forma decisiva, nos
    guste o no, afecta nuestro quehacer profesional y nuestra forma
    de ser. Desde una perspectiva pragmática la
    globalización es una manera de llevar a cabo las
    interacciones socio – económicas entre los distintos
    países.

    Por otro lado, la globalización representa una
    manera de pensar acerca del mundo y una manera de ver el mundo.
    Es una manera de organizar prioridades estableciendo por lo tanto
    un sistema de valores para determinar la importancia. Hoy se dice
    que vivimos en un mundo globalizado, es decir que somos parte de
    un contexto que a través de la información y las comunicaciones
    ya no reconocen barreras geopolíticas… Un segundo
    ingrediente de esta globalización, es el neoliberalismo
    como principio rector de la economía
    mundial. El objetivo final
    del neoliberalismo es que todos los países del mundo
    abracen la economía de mercado libre. El
    tercer elemento, es un cambio de
    cultura, que los positivista llaman cultura del ciberespacio, que
    es fruto de la globalización, ahora los que dominen la
    tecnología, la
    comunicación y la información son los que van
    marcar los perfiles y los valores a
    difundir.

    En nuestro contexto latinoamericano pueden percibirse
    fácilmente los efectos de la globalización. El
    aparente desarrollo que
    el neoliberalismo esta produciendo es mas bien una apariencia
    cosmética que da la impresión de desarrollo, pero,
    que a la larga agudiza la crisis,
    especialmente de los mas desposeídos. Ahora, siendo un
    poco mas especifico: La globalización marca los tiempos
    de hoy, es algo que permea e integra todo y cuyos efectos se
    sienten de manera cada vez mas creciente en toda la sociedad: la
    desigualdad social, el poder omnipotente de las leyes de mercado,
    la fragmentación social, religiosa y la exclusión
    de personas, entre otras. En fin, el fenómeno globalizador
    no significa una globalización, de la cualidad de vida de
    la humanidad, y si una globalización de la cultura, de la
    ética y
    de la espiritualidad idolátrica de la muerte.
    Entonces como cristianos somos llamados a levantar una voz de
    protesta ante un sistema que destruye el espíritu y el
    cuerpo y abiertamente opuesto a los principios
    éticos de la vida. Ante esta problemática hemos
    querido esbozar y reflexionar sobre el tema de la ética,
    los valores y la espiritualidad en la globalización de las
    economías del mundo: Las necesidades individuales son
    colocadas por encima de las necesidades esenciales de la comunidad y de
    hecho de la humanidad.

    1. LA "LA
      GLOBALIZACIÓN: OBJETO CULTURAL NO
      IDENTIFICADO"

      La globalización debe situarse en la segunda
      mitad del s. XX, siendo el resultado de la diferencia que
      ésta tiene con la internacionalización y la
      transnacionalización. La globalización se fue
      preparando en estos dos procesos
      previos a través de una intensificación de
      dependencias recíprocas, el crecimiento y la
      aceleración de redes económicas
      y culturales que operan en una escala
      mundial y sobre una base mundial. El desarrollo
      tecnológico tiene el papel de facilitador en este
      proceso.
      La globalización es un nuevo régimen de
      producción del espacio y el tiempo. No
      hay acuerdo sobre el balance de la globalización
      resulta negativo o positivo. Estas divergencias respecto del
      significado y el alcance de la globalización muestran
      las siguientes conclusiones:

      a) La globalización no es un paradigma
      científico, ni económico ya que no cuenta con
      un objeto de estudio claramente delimitado.

      b) tampoco se le puede considerar un paradigma
      político ni cultural, en tanto no constituye el
      único modo posible de desarrollo.

      Pensar sobre lo global exige trascender estas dos
      posturas:

      1) La que hace de ella un paradigma único e
      irreversible, y

      2) la que dice que no importa que no sea coherente
      ni integre a todos.

      La hipótesis es que si no contamos con una
      teoría unitaria de la
      globalización, es porque lo fragmentario es un rasgo
      estructural de los procesos globalizadores. Para ocuparse de
      los procesos globalizadores hay que hablar, sobre todo, de
      gente que migra o viaja, que no vive donde nació, que
      intercambia bienes y
      mensajes con personas lejanas. La globalización no
      sólo homogeniza y nos vuelve más
      próximos, sino que multiplica las diferencias y
      engendra nuevas desigualdades. La globalización sin la
      interculturalidad es un OCNI. Se pierde mucho de la
      versatilidad de los procesos culturales cuando, para celebrar
      aquello que los globalizadores no logran devorar, olvidamos
      el deseo de participar en la globalización. Parece
      mejor concebirla como un proceso con varias agendas, reales o
      virtuales, que se estaciona en fronteras o en situaciones
      translocales, y trabaja con su diversidad. Los países
      latinoamericanos tienen opciones de política cultural para situarse en los
      mercados.
      Lo global no puede prescindir de lo local o nacional, ni esto
      puede expandirse o aun sobrevivir desconectado de los
      movimientos globalizadores.

      Según la metáfora de la obra
      plástica de Yanagi, sugiere que las migraciones
      masivas y la globalización convertirían el
      mundo actual en un sistema de flujos e interactividad donde
      se disolverían las diferencias entre las naciones.
      Pero en cuanto a la cultura, no corresponde hablar de una
      cultura global que reemplazaría a las culturas
      nacionales. Más allá de las paredes de las
      comunidades nacionales se dispersan bienes, personas y
      mensajes. Diferentes imágenes muestran distintos modos de
      concebir la redistribución que en este tiempo
      está ocurriendo entre lo propio y lo ajeno. Todo
      discurso
      socioeconómico puede ser leído como narrativa,
      y más aún cuando se refiere a los movimientos
      globalizadores. De ahí el valor de
      usar las metáforas y las narraciones de casos reales
      que muestren como se vive en lo real la globalización.
      En esta opinión, el futuro de los antropólogos
      depende de que resumamos esa otra parte de la disciplina
      que nos ha entrenado para examinar la alteridad y la
      interculturalidad, las tensiones entre lo local y lo
      global.

      Los siguientes son algunos cambios teóricos
      necesarios en las nociones habituales de cultura y
      globalización: La cultura redefinida: en
      los sesente y ochenta, la cultura designaba los procesos de
      producción, circulación y consumo de
      la significación en la vida social. Sin embargo, no
      incluye lo que constituye a cada cultura por su diferencia
      con otras. De ahí, que varios autores propongan en los
      noventa hablar de interculturalidad. Lo cultural abarca el
      conjunto de procesos a través de los cuales
      representamos e instituimos imaginariamente lo social,
      concebimos y gestionamos las relaciones con los
      otros.

      La globalización haciéndose cargo
      de la cultura:
      los datos
      macrosociales muestran la globalización como una etapa
      histórica configurada en la segunda etapa del s. XX,
      en la cual la convergencia de procesos económicos,
      financieros, comunicacionales y migratorios acentúa la
      interdependencia entre vastos sectores de muchas sociedades
      y genera nuevos flujos y estructuras de interconexión
      supranacional. Incluir el papel de las personas y, por tanto,
      la dimensión cultural de la globalización,
      permite tomar en cuenta tres aspectos: el drama, la responsabilidad y la posibilidad de reorientar
      el itinerario. Hablar de las personas que hacen, reproducen y
      padecen la globalización vuelve posible encontrar
      responsables de estos procesos. La reorganización
      mundializada de las sociedades parece ser un proceso
      irreversible y que deja pocas posibilidades de éxito a quienes buscan regresar a
      épocas previas o construir sociedades alternativas
      desenchufadas de lo global. Dejar hablar a los actores desde
      sus peculiares experiencias de la interculturalidad
      transnacional puede contribuir a reconquistar poder frente al
      fatalismo predominante de los economistas. Por último,
      lo imaginario se impone como un componente de la
      globalización.

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