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Las apariencias engañan (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

Cumplir con lo previsto

Crear nuestra imagen y
consolidarla ante el exterior y ante nosotros forma parte del
aprendizaje
para la vida. A medida que crece la competitividad, lo hacen las comparaciones; de
ahí la trascendencia de que cumplamos con el prototipo que
entendemos se nos ha asignado. La duda surge cuando nos
preguntamos si mi imagen exterior y mi comportamiento, son, exactamente, los que los se
esperan en mí. O, aún peor, cuando nos interrogamos
si cumplimos nuestras propias expectativas, si nos gustamos
realmente. A fuerza de
creer que si no soy ese alguien que los demás "exigen" no
seré nada, no me querrán o no me aceptarán,
puedo interiorizar esa imagen–modelo, y
acabar comportándome sin discernir si quien así
actúa soy yo o mi proyección ficticia.

Es como si mi yo y mi réplica se entremezclasen
de continuo consiguiendo una fusión. La
trampa radica en que, al final, esa mezcolanza me resulte ajena,
no sepa quién soy y, aún peor, qué quiero
ser yo. O que la imagen que los demás se han hecho de
mí — con mi colaboración y consentimiento — sea
tan distinta de lo que soy en realidad que surjan esos contrastes
que pueden sumirnos en las dudas, o propiciar alguna crisis de
identidad. La
imagen que he fabricado me protege de mi yo auténtico y me
impide el encuentro con él, obligándome a vivir
constantemente desde el sentir ajeno.

Mi comportamiento, en suma, llega a no depender de lo
que quiero, siento o pienso, sino de lo que creo que en cada
situación se espera de mí. Una manera de actuar que
en lugar de regirse por el "yo así, lo entiendo y
así obro", se guía por el "quedar a la altura de
las circunstancias", de las expectativas que hemos alimentado en
los demás. El qué hacer queda supeditado a lo que
intuyo que es "lo que ellos creen que debo hacer".

De ese modo, caemos en el engaño
psicológico de adoptar a fondo el sentido de la
Personalidad Mimética con todas sus
complicaciones.

Pero, a veces entra la vanidad, causa de malestares
psicológicos y de torturas interminables, para quienes
caen como sus víctimas.

Pero, antes de ponderar el vicio de la vanidad, hablemos
de la belleza, su precursor.

La caracterización de la belleza, es cultural y
personal.

Combina muchos factores de naturaleza
eminentemente subjetivos. Entre los que se reconocen, como
belleza interna:

  • Personalidad
  • Inteligencia
  • Gracia
  • Simpatía y
  • Elegancia

Y, como belleza externa:

  • Aspecto saludable
  • Optimismo
  • Simetría
  • Proyección harmoniosa y
  • Complexión

Lo que es bello, por supuesto, está sujeto a
corroboración por normas
establecidas social y culturalmente.

Existen métodos de
medida de la belleza basados en conceptos que fueran avanzados en
el 1883 por Francis Galton, primo del famoso naturalista Charles
Darwin.

Una medida que se mantiene constante para la mujer es la de
la relación de cintura a cadera de 0.70, como
viéramos en otras ponencias. Este concepto se cree
que es debido a que es índice de la fertilidad
óptima para la hembra de nuestra especie.

Para el hombre
moderno asimismo existen ideales establecidos de belleza que hoy
se combinan con los femeninos creando la noción del
"metrosexualsimo".

Aunque en nuestra especie, con sus tendencias
artísticas más desarrolladas que las de otros
animales. La
poesía
y las artes cantan las glorias de la belleza, tanto como ideal
interno y el externo, lo que hace que nuestras selecciones, a
veces, no se ajusten a lo que se considera promedio. O que
algunas de nuestras pacientes — anoréxicas entre ellas
— aprecien, lo que a otros pude serle repelente.

Parece ser posible que la noción de la belleza
externa, a veces, triunfe sobre la interna — lo que a la larga
socave las fundaciones emocionales de una pareja
cualquiera.

Pero, la realidad es contundente. Estudiantes atractivos
logran mejores notas que quienes no lo son. Más
aún, aunque espeluznante saberlo, el cuidado médico
se dispensa con mayor entusiasmo a las personas que son
atractivas. Otras investigaciones
confirman menores sentencias judiciales se administran para
quienes son mejor parecidos que para quienes no lo
son.

Igualmente sucede con la paga recibida que va a favor de
quienes gozan de esa condición conocida como la "belleza"
física.

La belleza física conduce a la
vanidad.

Ésta consiste en una valoración excesiva
en las habilidades y atracción propias. Lo que en ciertas
religiones se
considera una forma de auto-idolatría — lo que la aleja
de las gracias de Dios.

La vanidad ha sido inspiración de muchos
escritos, incluso en la psiquiatría, donde a veces se la
asigna en conjunto con el narcisismo en todas sus
permutas.

En las enseñanzas de la cristiandad la vanidad se
agrupa — como el orgullo — siendo uno de los siete pecados
capitales.

Desde las edades medias, la vanidad se asocia con una
mujer, desnuda o
semidesnuda, admirándose en un espejo, con un cuerpo
cubierto de joyas.

Limitamos la percepción
de nosotros

Conceder demasiada importancia a la imagen, a
cómo nos verán los demás, quebranta la
autoestima y
propicia miedos e inseguridad,
además de incidir (muy negativamente) en la pérdida
de referencias sobre uno mismo. A todos nos aísla del
mundo, puesto que tan sólo permitimos que se nos conozca
desde una perspectiva, la única que proyectamos hacia los
demás cuando nos relacionamos.

Muchas parejas, tras convivir durante décadas,
descubren que no se conocen en lo mínimo, o en lo
íntimo, aunque sepan al dedillo las manías y
costumbres malas del otro. Para proyectar nuestro verdadero ego,
tenemos que conocernos. Lo que no es fácil, porque
requiere la introspección y formular preguntas, a veces
complicadas, a las que hay que responder sinceramente.

Atendernos, evaluarnos y apreciarnos. Entonces, desde
ese punto de partida, relacionarnos con los demás. Ya que,
aunque muchos recurren al remedio temporal de las cirugías
plásticas, siendo los mismos, cambiamos a medida que
envejecemos — aunque lo resistamos.

Ahora bien, ser yo no significa ignorar las reglas
sociales que cada espacio y grupo de
personas requiere. Sin dejar de ser yo, no me mostraré de
la misma forma cuando solicito un trabajo, hago
el amor con mi
pareja, leo, escribo un artículo, o ceno con amigos. Sin
arrinconar la conciencia de
quién soy, adoptaré las maneras que entiendo
convenientes; pero siendo y sintiéndome artífice de
mi vida. La mejor fórmula para que me quieran es
queriéndome yo como lo que soy: una persona
auténtica, íntegra y real.

Ser y aparentar lo que somos…

Cómo encontrarnos mejor, desde nosotros
mismos:

  • Atendiendo preferentemente a nuestros
    sentimientos, gustos y raciocinios.
  • Prestando sólo atención limitada a las
    expectativas de los demás.
  • Recordando que el derecho de vivir
    según pensamos y sentimos, también ampara
    a quienes nos rodean.
  • No juzgándonos a cada momento, sino
    reflexionando con claridad y espíritu
    crítico sobre nuestras decisiones.
  • Practicando la autoafirmación. Somos
    únicos, e irrepetibles. No hemos de copiar
    planteamientos ni criterios ajenos. Los nuestros son
    válidos, mientras no se nos demuestre lo
    contrario.
  • Teniendo claro que cada decisión
    corresponde a un "aquí y ahora" y que podemos
    cambiar de opinión, y de manera de
    actuar.
  • Aceptándonos, queriéndonos y
    gustándonos tal cual somos. Asumiendo nuestras
    contradicciones e intentando mejorarnos cada
    día.
  • Siendo cada uno nuestro mejor amigo, para
    poder llegar a ser un auténtico
    amigo de los demás. De aquéllos quienes
    nos aprecien por cómo somos en
    realidad.

En resumen

Muchos se jactan de ser como las circunstancias
requieren de una manera mimética y sin sentido moral.
Mienten, manipulan y seducen sin reparar en las realidades de
que, así haciéndolo, engañan — a todos y a
ellos mismos.

Con este comportamiento se niegan a conocerse a
sí mismos, relegándose a permanecer mediocres,
merecedores de poca confianza de los demás e infelices
ellos mismos.

Para crecer y ser felices, tenemos que evitar enterrar
nuestras cabezas en el suelo de la
indiferencia.

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Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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