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El Rostro de Santiago Apóstol en Cuba (página 3)




Enviado por José Millet



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BIBLIOGRAFÍA

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SANTIAGO
APÓSTOL EN LAS RELIGIONES TRADICIONALES DEL
PUEBLO CUBANO

Dr. José Millet*

Dueño del hierro,
cabeza de los guerreros

gran jefe de ladrones.

Ogún lleva una gorra
sangrienta

Oriki Ogún

El monta el fuego como un corcel.

¿Relámpago, con qué clase de
paño

cubres tu cuerpo?

Oriki Shangó

* Profesor
universitario e investigador de la Casa del Caribe, donde dirige
el equipo de estudios de las religiones
populares de Cuba y del Caribe.

SANTIAGO APÓSTOL EN LA RELIGIONES
TRADICIONALES DEL PUEBLO CUBANO

José Millet

Confieso que he quedado sorprendido cuando, hace apenas
unos meses, tomábamos algunas vistas para ilustrar
gráficamente el presente libro. La
causa de mi sorpresa era la cantidad de imágenes
de distintos tipos de Santiago Apóstol encontradas en
humildes casas de habitantes de esta parte del Oriente cubano,
tan poco estudiada por la etnología. En los altares de los
espiritistas cordoneros, de los muerteros y, en muchas casas de
cubanos simplemente creyentes religiosos, con la mayor frecuencia
aparecen cromolitografías del Sagrado Corazón de
Jesús, de la Mano poderosa o imágenes de bulto, en
yeso, de la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, de
Nuestra Señora de las Mercedes, de Santa Bárbara…
De San Lázaro también las hay, y muchas, debido a
que es un santo-muertero y por ello se relaciona
íntimamente con esta tierra
oriental.

Tuve la dicha de entrevistar a Luis Felipe Banderas,
"Kunino", hace apenas unos días fallecido. Nacido en el
Occidente del país, era una de las personas que llevaba
con mayor rigor la Regla de Ocha o santería cubana. A una
pregunta mía respondió: "El muerto lo es todo. Sin
muerto no hay fundamento congo, ni lucumí ni
arará", con lo cual reafirmaba el pensamiento
tradicional de los africanos de que Ikú lobi Osha,
el santo nace de la
muerte.

Kunino, quien fuera santero mayor de Santiago de Cuba,
se retrató orgulloso ante el fundamento de Ogún, y
encima de él estaba colocada la imagen de San
Pedro, santo católico con quien se identifica al
dueño de la forja y patrón de los herreros.
Conocemos que esa identificación responde a que San Pedro
es reconocido como el que da la entrada al reino de los cielos y,
en tal condición, lleva en sus manos las llaves que
permiten a las almas tal acceso. Pero el sombrero, y en ocasiones
la pipa y el recipiente con ron, al lado del icono cristiano
ponen en entredicho, aparentemente, las bases de tal
asociación. Lo interesante del fenómeno de la
presumible tensión es que en la conciencia de
nuestro pueblo coexisten ambos elementos sin que se produzca en
ella la más mínima alteración ni
disturbio.

A esto debemos añadir que, además de con
San Pedro, aquí la asociación se establece
también con Santiago Apóstol, santo que alcanza una
dimensión que no la tiene —que yo sepa— en
ningún otro lugar de Cuba. De modo más
explícito: Ogún se identifica más claramente
con el patrón de España
debido a su condición de guerrero, tal como fue recibido
desde el arranque mismo de la conquista y se extendiera a lo
largo del proceso de la
colonización de la Isla. Súmese al hecho de que, en
nombre de este Apóstol, fue fundado primero el puerto y
luego la villa que lleva su nombre devenida desde aquellos
primeros tiempos en capital de la
colonia y segunda ciudad en importancia del país en el
presente. Como se estudia en un articulo de este libro, no se
trató de la mera designación del santo
patrón, sino de su influjo en la subjetividad de sus
habitantes, hasta el punto en que generó en ellos un
orgullo de ser hijos de la ciudad y un profundo sentimiento de
arraigo.

El símbolo de Santiago Apóstol tuvo otras
repercusiones en la esfera de los valores
éticos y de los modos específicos de concebir la
vida y de encarar la muerte, no
sólo del santiaguero, sino del oriental. Sin temor a
equivocarme, percibo una actitud
psicológica de enfrentar el peligro, de exponerse
físicamente ante situaciones en extremo riesgosas y ese
comportamiento, que comúnmente se define
como valentía, se relaciona con patrones culturales
configurados a partir del influjo o del impacto de la entidad
Santiago-Ogún que venimos explorando. Tiene que ver con el
desenfado y la ambivalente manera indiferente-alegre en que se
envuelve la muerte. Podríamos, a guisa de ejemplo,
ilustrar este fenómeno con el ya tradicional toque de
conga con que es acompañado el cadáver de cada
comparsero del carnaval o el toque de los tambores batá en
el cortejo fúnebre de los santeros de esta ciudad, en
ambos casos cuando se les rinde postrer homenaje en las calles
que conducen al cementerio local.

No me sorprendió un informante de Las Villas
cuando me testimonió que a Santiago Apóstol lo
identificaban en su localidad con Ochosi, uno de los integrantes
de los famosos santos guerreros. ¿Cuál es el
significado de éstos? Adelantemos una información sobre ellos, antes de
responder.

Los guerreros los debe entregar el babalawo, que conoce
sus secretos. Los integran Elegguá, Oshosi, y
Oggún, acompañados de un osun de metal.
Veamos qué nos dice uno de los estudiosos cubanos
más eminentes sobre estos temas:

"Osún es Oddúa y sale por su Eleda,
para fijarle su conexión en esta vida con la Divina
Providencia. No es un ser o entidad que llaman espíritu de
muerto. Se da con los guerreros y los Ibeyis, que son otro
secreto grande. Los Guerreros son tres Angeles Protectores, que
todos tenemos; ellos sí son espíritus de seres que
murieron, pero están vivos en espíritu y obran
mejor que nosotros; algunas personas que tienen vista los pueden
ver, si ellos se dejan; se llaman: Elegguá, que es el
primerito; Oggún y Oshosi". Según esta
versión [de un santero] resulta que Elegguá,
Oggún y Oshosi son un triángulo de fortaleza para
la defensa personal en el
plano espiritual y material donde está ubicado el hombre
[…] resulta que los nombres de Elegguá, Oggún y
Oshosi son genéricos-rituales, pero no entrañan
tres respectivos seres, almas o entidades que las tiene todo el
mundo […] cualquiera que sean los tres espíritus-almas
protectoras de un individuo
humano se los fija como un Elegguá, un Oggún y un
Oshosi, según las características que tales
entidades expresen a la videncia del sacerdote y en el registro de
oráculos de Osha […]

Para Díaz Fabelo, Elegguá facilita la
vía para que nuestro Eleda —ser encarnado, yo
interno o Angel de la Guarda— realice su destino;
Oggún representa la voluntad o capacidad de luchar para
llevar adelante la vida y Ochosi el propiciador de los recursos
médicos y mágicos "para luchar y hacer la vida que
tenemos que hacer". Lo mismo que sucedió, pues, con la
esencia de estos orishas africanos —convertidos en
espíritus por obra de la transculturación acaecida en Cuba—
sucedió con los santos del panteón católico:
se los despojó del halo puro del misticismo, de la moral y se
los puso de pie sobre la tierra del
sol naciente, como lo hizo el dramaturgo Raúl Pomares en
una obra teatral con Santiago Apóstol.

No sólo en este triángulo de misticismo
criollo constituyen "los guerreros" observamos la acción
creadora de la imaginación del cubano, sino aún
más allá en el modo de apropiarse de los símbolos del amo europeo y luego del amo
local; y de conjurarlas en una subjetividad integradora donde
sobreviven en una "coexistencia pacífica" el caballo de
Santiago con el machete de Oggún, en la fragua crujiente y
apetitosa de nuevos ingredientes que Don Fernando Ortiz
definió como el meltin pot de nuestra cultura
nacional. En él todavía bulle el San Fancón
chino, montado en su brioso corcel de guerra e identificado con
nuestro Shangó, símbolo de la libertad.

No me extraña, pues, que un santero mayor haga
convivir a su Ogún-San Pedro con Santiago Apóstol y
que la imagen de éste aparezca más en los altares
de los muerteros que en la de los católicos ortodoxos:
aquí aprendieron a convivir, en enriquecedora y rica
experiencia, las entidades espirituales de los primitivos
exploradores de las Antillas, las de los europeos que los
dominaron, las de los pueblos y grupos
étnicos traídos de África con las de las
más disímiles culturas del planeta. Como no me
extraña que dichos muerteros tengan en sus cuartos ngangas
o fundamentos congos, objetos rituales propios de la Regla de
Osha u otros del vodú –a los que designan con su nombre
sin haber sido iniciados en ninguna de esas religiones ni ser en
propiedad
oficiantes en rigor de alguna de ellas.

La Regla muertera o muerterismo, como lo definió
Joel James2, no se atiene a otro centro que no sea el
muerto, principio integrador que nuclea y ordena las creencias,
mitos y
leyendas,
sentimientos, ideas y conceptos provenientes de los más
disímiles sistemas de
pensamiento. He dicho en otros trabajos ya publicados3
que la tendencia de las religiones cubanas es precisamente
aquella conducente a una integración unificadora de todas las
expresiones religiosas que convergieron en Cuba: Las del cristianismo,
las de las religiones africanas, del espiritismo europeo y de
otras más, como la asiática. Es un movimiento que
se ha producido subterráneamente y que se manifiesta como
lo ha hecho la umbanda en Brasil. Este
movimiento Se le considera regente, como tendencia, se propone
ordenar las relaciones existentes entre los dioses y los muertos,
así como regular el curso de los acontecimientos y destino
de los seres humanos, sometidos o no a un determinismo a priori a
partir de la acción de las fuerzas trascendentes y/o
inmanentes a su condición de mortales.

En este movimiento lo que predomina es el intercambio y
la acción recíprocamente enriquecedoras entre
elementos dispares y, en ocasiones, en posición de
tensión. Sin desdorar los sistemas, o Reglas como
popularmente son denominadas estas religiones, se consigue evadir
los determinismos a fin de alcanzar mayor libertad en el accionar
permanente. De ahí que se configuren constelaciones con
entidades entre las cuales no existe una evidente relación
asociativa; entre las que sí existen analogías,
generalmente aparecen fusiones. En este
último caso encontramos a Ogún y a Shangó,
uno venido de Ife y el otro de Oyó, pero fundidos en el
vodú de Haití en la entidad Ogun Shangó o
Shangó Ogún, como guerrero y trabajador de metales.
Ogún en considerado en África Occidental como
patrón de los cazadores y Shangó, entre los
Yorubas, fue el dios del trueno y el relámpago, reputado
además como uno de los últimos reyes de Oyo. Como
afirma Courlander, "el Shangó africano –como el
haitiano– es identificado con el fuego, un corolario del
relámpago y cuando las personas son poseídas por
él toma recipientes con fuego en sus manos y se somete a
otras pruebas de
fuego"4.

En la Regla Conga, la segunda religión africana en
importancia en Cuba, a Shangó se le denomina Nsasi, y se
le ubica como una entidad que reina como fuerza del
fuego de estrella en el cielo y desde allí se precipita al
suelo de la
tierra. ?Acaso Santiago Apóstol no reina también en
el firmamento y cae sobre el mal con la fuerza del trueno? A
favor de esta asociación el Dr. Díaz Fabelo nos
lleva más lejos cuando nos dice que, en la
cosmogonía conga, "primero es Sambia Mpungo que todas las
cosas, después Sarabanda y le sigue Nsasi"5.
Pero aún más: Shangó en Nsasi Saulán
Bombo, es decir, "rey de Africa entre los
lucumíes y los bantúes"6. Los valores que se
le atribuyen son el sentimiento del amor viril, la
libertad y el fuego, de donde, su color
simbólico sea el rojo.

Sarabanda constituye una fuerza opuesta, incluso al
dominar el punto cardinal oeste y asociarse a la tierra (de donde
surge: metal-monte). Su asiento es una piedra de color negro
recogida en manigua y en su cazuela predominan piezas
metálicas pues a él pertenecen el hierro y el
acero de la
nganga. Se trata de "una vibración especial, corporal y
mental perturbadora; y para tal función es
usada mágicamente" —como apunta Díaz
Fabelo— quien afirma que es neutralizado por la de Tiembla
Tierra y se transcultura con Ogún lucumí, con
Gú dahomey y San Pedro católico.7 y
símbolo de la lucha, el trabajo y
la guerra, cuyos colores son el
morado y también el negro y el blanco con cadena. En todo
esto último es obvio el influjo de la santería
sobre el Palo.

Volvamos a la constelación
Ogún-Shangó-Santiago Apóstol a la cual
consideramos como un "ser de naturaleza
divina con funciones de
demiurgo, inventor o introductor del progreso
cultural8", el cual Leuzinger denomina héroe
cultural.

Esta misma africanista identifica a la divinidad con las
"grandes personalidades del pasado como son los héroes de
la mitología y los fundadores de los estados y
dinastías a quienes se atribuye una serie de grandes
hazañas y hechos sobresalientes a favor de la
estirpe"9, entre los que sitúa a Odudua "el
legendario rey y fundador de Ife […] Shangó, uno de los
primeros grandes señores (alafin) de Oyo, y nieto de
Odudua, fue un cruel tirano que pervive en el recuerdo de las
gentes como dios del trueno. Se le representa o como un jinete
armado, o con el distintivo del carnero y de la piedra del
rayo"10. No se hace difícil, pues, su
identificación con el Santiago Matamoros,, popularmente
representado por el jinete armado victorioso conquistador de
pueblos en nombre del Occidente cristiano.

Sin ánimo de concluir el tópico, prefiero
tratarlo pormenorizadamente con el caso del vodú
practicado hoy en Cuba, por ser el menos conocido y estudiado.
Antes quisiera subrayar nuevamente la coexistencia de tales
sistemas de creencias y su flujo y reflujo creador en la
conciencia del pueblo cubano. ¿Los resultados? Ya los
intente bosquejar más arriba y pronosticaré que la
marea del catolicismo que marca altas en
Cuba continuará en ascenso; pero continuarán
conviviendo con las ideas cristianas estas otras religiones que,
a guisa de ejemplo final, manifiestan los humildes creyentes como
el santero holguinero Argelio Frutos cuyo testimonio coloco a
continuación (Ver Anexo).

Vodú: Ogún-Saint
Jaques-Santiago

El vodú ha tenido en las últimas
décadas una extensión en la sociedad
cubana que los cubanos no conocen en propiedad. Pero su estudio
apenas ha comenzado. Fuimos los miembros del equipo de
investigadores de las religiones populares de la Casa del caribe
—el cual me honro en presidir— quienes descubrimos su
alcance y nos dimos a la tarea de registrarlos y darlo a conocer.
Aun cuando hemos publicado numerosos estudios, entre los que se
destaca el voluminoso El vodú en Cuba, queda
mucho camino por recorrer y asuntos de mucha importancia que
explicar. En nuestro libro, quedó establecido que la
estructura del
panteón voduista de Haití y la
jerarquización de los loa, vodús o espíritus
de que ella es portadora, sufrió importantes
modificaciones al entrar en Cuba, cuya geografía física y
espiritualidad condicionaron o propiciaron muchos
cambios.

Hemos podido determinar, no obstante, un fenómeno
en extremo interesante en relación con el vodú de
Haití que emigró a otros países. Así,
en Cuba se produjo la feliz coexistencia de dos "clases" de
vodú que no hallamos en República Dominicana: el
clásico vodú que introdujeron los inmigrantes
haitianos desde la época colonial y, en especial, en las
primeras décadas del siglo que este año finaliza; y
el otro vodú caracterizado por transformaciones que, nos
permitimos apuntar más arriba. El primero conserva su
empaque
originario al haber tenido que sufrir un encapsulamiento a causa
de la persecución, prejuicios y el cerco discriminatorio
impuestos en
el pasado por la burguesía cubana, que obligó a los
inmigrantes haitianos a ocultar sus creencias e, incluso a
refugiarse en los montes en un período en que se les
sometió a una repatriación
forzada11.

Hemos denominado ogunismo12 al segundo tipo
de vodú para subrayar con él la preeminencia de
la familia de
los loa encabezados por Mait' Ogún13 u
Ogún Ferraile. Estamos en presencia de un jefe y ancestro
de numerosos loas cuya actividad está estrechamente
relacionada con la forja de los metales y con la
guerra. En efecto, algunos loas son divinidades muy antiguas,
otros que fueron fundadores reales de grupos humanos y otros
espíritus ancestrales cuyos orígenes míticos
se conocen a medias o sólo fragmentariamente. Ogún
fue reputado en África sudoccidental como dueño de
la forja devino en América
dueño de todos los metales en base a una asociación
de semejanzas hechas por los africanos. Debemos recordar que
tanto Changó, Ogún como Loko fueron viejos
espíritus de Nigeria mucho tiempo antes
de que los barcos negreros trajesen al Nuevo Mundo a miles de
negros africanos en condición de esclavos14.
Como podemos visualizar a continuación, se ha producido
una asociación y, diríamos, asociación
enriquecedora entre el mítico Ogún y Changó,
a mi entender producido por factores históricos-culturales
y por una acentuación en la base de una venerable
constelación de espíritus de Africa asociados al
Dios del trueno. Llama la atención que algunos exégetas
bíblicos llamaron a Santiago Apóstol " hijo del
trueno" "por la connotación que su predicción
producía", en tanto ésta "hacía temblar de
espanto a los malos, sacaba de su tibieza a los perezosos, y
despertaba a todos con la profundidad de sus
palabras15". Sabemos, no obstante, que fue la imagen
del Santiago como jinete guerrero de la Edad Media
hispana la que se impuso en América y ella ha sido, en
mayor medida, la que provocó la identificación
entre este santo católico y diversas entidades
transplantadas aquí desde el continente negro.

Lo cierto es que estamos en presencia de un loa
guerrero, patrón de los guerreros y del fuego, cuyo
símbolo más distintivo es una barra de hierro
incandescente colocada a menudo delante del altar, en
posición erecta y descansando en un bracero. Cuando hace
su posesión ritual o se apodera de uno de sus hijos, su
"caballo" (pití-fei) puede tomar las brasas con las manos,
meter sus manos en aceite
hirviendo o jugar con trozos metálicos al rojo vivo, pues
se dice que es un comedor de candela.

En algunos servicios en su honor, se ponen en
evidencia ritos relacionados con el ron del cual es su
dispensador: se le derrama en recipientes de hierro y se avivan
las llamas de una hoguera con ese alcohol.
Cuando ingieren alcohol encendido no se quema, como lo expresa
este canto:

Caille Ogun boulé!

Gildive Ogun bel la!

Na Consolé!16

El poder del
vodú —y el espíritu del iniciado—
están asociados al fuego y, por tanto, a Ogún, su
dueño. Para demostrarlo, el voduista debe pasar varias
pruebas y, para su ascenso jerárquico, la determinante es
la conocida por brulé zin o kanzo. El houngán jefe
de ella porta un gorro de color rojo, una botella de ron y
tabacos, en honor a este loa. Sus asistentes portan sables
militares y los bailarines circulan en fila alrededor del poste
central en una marcha militar con que se honra al dios de los
ejércitos y la forja. En el dibujo ritual
(vevé) se escribe su nombre. Tal es su poder que es inmune
al veneno:

Ogoun Balindjo

Oh Ogoun oh!

Ogoun Balindjo

Oh Ogoun Oh!

É est pas manger rangé

pyral tuyé chwal moin17

También los miembros de una societé
pueden invocar a Ogún, o a Saint Jaques, para curar a
alguien que está enfermo:

St. Jaques marré chwal li,

li pas dit personne oh!

veyé li pou moin!

Li gainyain verre,

li met gainyain maline na dos,

St. Jaques oh!

Ba li lavie pou moin!18

En cualquiera de sus manifestaciones. Ogún es
una entidad de fuerza a la que se acude para solucionar
quebrantos físicos o problemas de
cualquier índole. Ogún Fai, identificado
también con Santiago el Mayor, es considerado dios
guerrero y es invocado en todo su valor y
coraje:

St Jacques Majeur a voyé dit"m gácon
déja!

" " " " " " " " "

" " " " " " " " lague!

" " " " " " " " " "

" " " " " " " " " " 19

Como se aprecia, en el concepto haitiano
de loa se evidencia la infiltración de los patrones
religiosos africanos por parte de la Iglesia
Católica y la mezcla con creencias populares en general
venidas de Europa. Los
santos cristianos han sido incorporados al sistema haitiano
y sincretizados en muchos casos con los vodú, en base a
identificaciones provocadas por rasgos caracterológicos
semejantes o por funciones cercanas. Así, San Patricio,
pintado con serpientes, se identifica con Damballa, simbolizado
con ese ofidio, así como sucedió entre Jacobo el
Mayor y Ogún.

Los haitianos afirman que hay "siete de cada cosa: siete
Marassas, siete ogún, siete Ezilie. Hay siete hermanos y
hermanos de cada familia de loa".
Pero afirman también: "hay un solo Ogun, pero él
tiene muchos rostros y nombres". Se puede escuchar el nombre de
Ogún Changó y el Changó ogún para
referirse al mismo loa. Ogún Badagry y Ogún
Jékké se refiere uno a un poblado nigeriano y este
último a otro de Dahomey. Entre esas caras y nombres
están los provenientes del influjo euroccidental y el
aportado por el propio proceso de forja de una nación
y de una cultura de las más sólidas y originales
del hemisferio. Responde a una estricta causalidad
histórica que, en la célebre ceremonia de
vodú, acaecida en Agosto de 1791 y con la que se
inició la revolución
que daría al traste con el dominio
francés en Sait Dominique, los esclavos coloquen a la
cabeza de las huestes celestiales a esa entidad
guerrera:

Fai Ogún, Fai Ogún, Fai Ogún,
Oh!

Damballah m"ap tiré canon

Fai Ogun, Fai Ogún, fai Ogún
Oh!

Damballa m"ap tiré canon

Como ha recreado el cubano Alejo Carpentier en su
novela El
reino de este
mundo:

"Ogún de los hierros, Ogún el guerrero,
Ogún de las fraguas, Ogún Mariscal, Ogún
de las lanzas, Ogún Changó, Ogún
Kankaikan, Ogún Batalá, Ogún Panamá,
Ogún Bakilé, eran invocados ahora por la
sacerdotisa radá, en medio del griterío
descomunal".

Ogún Kadagri

General Sanglant

Zaizi zi orage

Quescell' orage

Ou fait Kataumz'eclei20

No se hace difícil concebir que, en base a estas
asociaciones, a Ogún se le haya identificado con Saint
Jacques Majeur y en Dominicana, a Ogún Balenyó con
"San" Santiago. La investigadora norteamericana Martha Ellen
Davis, basándose en los más reputados especialistas
y en sus propios estudios, lo coloca como uno de los jefes de las
seis divisiones que integran el panteón del vodú
que señorea en ese hermano país caribeño y,
justamente, sitúa su celebración ritual el 25 de
julio de cada año, día de la celebración del
Apóstol Santiago.

Desde la década de los ochenta, nuestros
informantes de las comunidades haitianas ubicadas en la Sierra
Maestra nos afirmaron que Saint Jacques Majeur no era otro que
Ogún guerrero y nos mostraron la popular litografía
del Santiago Matamoros —muy extendida en
América— que aparece en muchos templos voduistas de
Haití, Dominicana y de Cuba. Esto nos lo confirmó
Elena Vidal, mambó que tiene su hunfort en la ciudad de
Contramaestre y hemos podido confirmarlo en la cofradía
presidida por la divineuse Silvia Hilmo Samedí, "Titina,
reina del grupo
Pití Dancé de la ciudad de Las Tunas, ubicada
también en el oriente cubano.

Esta última sacerdotisa, en el pasado mes de
diciembre, entre las celebraciones rituales que realizan cada
año para la Navidad,
dedicó una a honrar a Saint Jacques Majeur, identificado
expresamente con Santiago Apóstol, cuyo conocido icono ya
mencionado preside el altar. Ella lucía el clásico
vestuario de Ogún sombrero de yarey en la cabeza, el
machete en su funda de cuero atado a
la cintura, pantalones remangados a la altura de la rodilla y
pañuelos rituales cruzados en el pecho y también un
collar de cuentas de
semillas de árboles
silvestres con un silbato, también, cruzado a la
bandolera.

Tratándose de un vodú situado en un
contexto urbano, el rito muestra a las
claras un énfasis en los procedimientos
distintivos del vodú de tipo radá: encendido de
velas, aspersiones de agua y
oraciones católicas, en su fase introductoria.
Intervinieron la batería de los tambores radá y los
toques y bailes que acompañaron los sacrificios primero de
aves, con
bastante discreción, y luego de un chivo, guillotinado sin
la espectacularidad acostumbrada en otras cofradías. Con
sangre del
animal se hicieron cruces en la frente de los iniciados y se le
tapó con mucha celeridad. Debajo del tonel, se sucedieron
los cantos y los bailes ajenos a la violencia y a
la patética actuación que caracterizan a los loa
petró, crueles, vengativos y movidos de una ansiedad de
derramamientos de sangre que los hace tan temibles.

A continuación describimos en sus rasgos
característicos los miembros de la familia de Ogún
encontrados por nosotros en Cuba.

Ogún del monte: viste camisa roja con motivos en
negro y pantalón azul marino. Porta un machete y debajo
del brazo una botella de aguardiente. En su manger loa se le
sacrifican un chivo y un gallo colorados.

Ogún Guerrero: Dios de la guerra y de la forja.
Porta una gorra de color rojo en la cabeza y un sable en la mano.
Se afirma que es la verdadera pareja de Erzili, por lo que se
identifica con Saint Jacques Majeur.

Ogún Batalá: Otros afirman que es la
pareja de Erzilí. Viste de blanco y no bebe alcohol. Se le
representa con una espada en la mano y una "gorra de
plato".22

Ogún del río: Vive en aguas dulces. Al
presentarse, pide un vaso de agua que debe derramársele
ese líquido a su paso.

Ogún Chal: Cleptómano.

Gran Buá: Dueño del monte. Hosco y
huraño. Poder resolutivo excepcional. Vinculado a la
terapia hechicérica Come verraco al pie de su
árbol.

Criminel: Al montar o posesionarse de alguien se remanga
el pantalón. Gusta la violencia. Bebedor incansable; fuma
mucho. Ama las armas blancas y
usa un machete. Se revuelca en la hoguera o mete en ella a otra
persona. Vive
en los árboles. Color simbólico: el
rojo.

Togó: lo apodan "el carnicero" por su gusto por
los sacrificios cruentos. Porta armas blancas. Precisión y
destreza en las matanzas rituales. Cuando monta, despliega una
fuerza descomunal. Hunde su arma en el vientre. Colores rojo y
negro.

Senché: ¿Saint Michel? ¿Ogún
Saint Jean? Viste pantalón azul' de brillo y camisa roja.
Lleva charretera y una tela terciada al dorso como si fuese un
General. En su manger se incluyen cerdo, chivo y pollo, que
sacrifica en compañía de Zombi. Altar: mesita en
tierra, al pie del poste central.

Yudón: santo de labor, guía a los
demás loa. Al "llegar", consulta a los presentes y se le
hacen obsequios. Vive en el agua donde
deposita sus prendas. Vestido completo de blanco concluido un
collar. Manger: tortilla hecha con 21 huevos, arroz blanco, licor
dulce, vino tinto o seco pero dulce y dos palomas bancas. A su
paso, se riega perfume. También es general, pero
ríe al presentarse. Colores: azul y rojo.

NOTAS

1- T. Díaz Fabelo: Olórun, p.
69-70.

2- También el cubano Rogelio Meneses
se ha referido a este fenómeno en su artículo "La
regla de palo monte o conga". Del Caribe (24; 1994) p.
108.

3- Vid Bibliografía al final del
presente libro.

4- H. Courlander: The drum and the hoe…, p.
322.

5- Diccionario de la lengua
conga…, p 116.

6- T. D. Fabelo: Diccionario…
p.132.

7- Idem, p. 133.

8- Leuzinger, Africa negra, p.
245.

9- Id. p. 24.

10- Id. p.135 A la doble segur del trueno en
Africa se le atribuían poderes mágicos pues
creían que caían del cielo durante las tormentas.
Con los bastones de Shangó podían hacer milagros y
conjurar males. Se les rociaba con sangre de carnero sacrificado.
A Obatalá, creador de la tierra y dios de la pureza
también se le representa como jinete armado de lanza.
Lydia Cabrera menciona al Orisha Abokú que casi nunca
menciona y lo identifica con Santiago Apóstol. (El
monte
, p.58).

11- A ellas nos referimos en el
capítulo inicial de El Vodú… y en nuestro
artículo "Rancheadores del siglo XX?" aparecido en la
revista Del
Caribe.

12- Término acuñado por el
ensayista Joel James quien se basa en el "predominio de los
luases vinculados al monte" dentro del panteón voduista
cubano. Vid El vodú en Cuba.

13- En Africa Occidental, Ogún es
considerado el patrón de los cazadores y fue conocido
ampliamente por muchos pueblos de Dahomey y Nigeria; entre los
dahomeyanos, se consideraba hijo de los divinos Mawu y Lisa y
entre los Yoruba de Nigeria se le consideró hermano de
Changó y Dadá, dos espíritus que
sobrevivieron en el panteón haitiano. Apud, Harold
Courvelander, The drum and the hoe., p. 321.

14- Kebioso, Sobo y Changó
desempeñan funciones semejantes entre los pueblos arada y
yoruba. En Cuba existe la creencia de que las "piedras de rayo"
–con las que se identifica a los loa y a los orishas– son
lanzadas desde el cielo al suelo de la tierra por estas tres
entidades.

15- Apud Santiago e América, p.
202.

16- La casa de Ogún está
ardiendo!/La destilería de Ogún es bella!/ Nosotros
nos consolamos a nosotros mismos.

17- Ogún Balindjo/ oh Ogún oh!/
Ogún Balindjo/ Oh Ogún Oh!/

18- St. Jacobo amarra su caballo/ el no le
habla a nadie, oh/ cuídalo a él por mí/ El
tiene calenturas/ Podría, tener mala su espalda/ St.
Jacobo, oh/ Protégelo para mí!..

También se identifica a Santiago Apóstol
con Ogún Fer. La familia de Ogún pertenece a los
ritos dahomé y en Haití se le ubica dentro de los
nagó.

19- San Jacobo el mayor envía a
decirme que ya es un hombre

20- El reino de este mundo. Ogún
Ferrai es el amo de los hierros y un sable es su símbolo
distintivo; es militar por excelencia y, como tal, se le aprecia
como patrón de los ejércitos igual que lo es
Santiago en España. Cuando "monta" en una persona, se le
rinden honores como un oficial de carrera. Se le comporta
marcialmente y se le agitan banderas a su paso en señal de
pleitesía. Ogún Badagrí es un loa con
extrema violencia, aunque avispado y pícaro. Se le
considera dueño de las tempestades, lo cual acentúa
su afinidad con esta constelación de espíritus que
se asocia al trueno y a la tempestad (lo inesperado e
incontrolable).

En Haití, a Balindjo se le tiene por amo del rayo
y de la tormenta, mientras que en República Dominicana se
le representa como un militar distinguido por su coraje. El
historiador Esteban Deive dice que allí se le asocia con
Ogún Badagrí y Ogún Fegui, que pueden
destruir matrimonios, causar otros desastres y hasta matar. Tiene
enorme afición por el alcohol y el tabaco, siendo el
rojo su color emblemático. Existen otros miembros de esta
división: Ogún Batalá, de la familia
nagó; Ogún Bayé, que en Santo Domingo es
conocido por Ogún Bayí; Ogún Panamá,
loa de gran fuerza que algunos identifican con Papá
Legbá. A Ogún Saint Jean lo identifican con San
Juan Bautista y se le atribuye mucho poder.

21- M. E. Davis: La otra ciencia. p. 96
y 343. En la novela
Gobernadores del rocío, de Jaques Roumain, fundador y
organizador del Buró de Etnología de Haití,
se transparenta el sincretismo entre dos religiones: "arde
débilmente ante la imagen de un santo la mecha hundida en
el aceite de palma-christi de la lámpara perpetua […] Es
la imagen de Saint-Jaques y al mismo tiempo es Ogún, el
dios dahomeyano. Tiene aire feroz con su
barba erizada, su sable blandiéndose y la llama lame el
colorinche rojo de su traje rojo: diría que es sangre
fresca". J.R., G. del R., p. 188/189.

22- Courlander reporta un Ogún blanco
en Haití (1985; 322) y Deive (1975: 174/175) a Grande
Batalá, Batalá y Obatalá en R.
Dominicana.

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PARTE
II.- SANTIAGO EN LA HISTORIA, LA MEMORIA Y
LA CREACIÓN ARTÍSTICA

Carta de Diego Velázquez al Rey de
España

Esta carta fue escrita
al Rey por el gobernador de la Isla, el Adelantado Diego
Velázquez, el primero de agosto de 1515. Con su análisis riguroso, el historiador
santiaguero Leocésar Miranda ha corregido un error, largo
tiempo arrastrado, sobre la fecha de fundación del pueblo
de Santiago, no fue en 1514, sino a fines de aquel mes de junio
de 1515 que comenzó tan significativo hecho de
fundación. Por lo demás, no fue el asentamiento,
sino el puerto de primero en ser bautizado con el nombre del
patrón de España "por devoción a V.A.", como
expresa el documento. Por su posición geográfica
estratégica -frente al Caribe y en medio del mar que
conduce a Tierra Firme-, el asentamiento servirá para
establecer en él la Casa de Contratación, por lo
que se convertirá en breve en el "pueblo principal" y en
1522 recibió el título de ciudad.

[…] se juntaron todos en el puerto de Santiago para
dar órden en las cosas que se habían de hacer […]
y todos juntos vieron aquel puerto de Santiago, y les
pareció muy bien, y hallaron muy apropósito del
puerto un sitio para pueblo, que les pareció muy bueno
para asiento de la villa de que Diego Velázquez ovo fecho
relacion á V.A. que queria hacer, y demas desto, es muy
apropósito de la navegación destos reinos, y de
Castilla del Oro, y de la
Española y Jamaica y acordaron todos de un acuerdo que
allí se hiciese la Casa de la Contratacion, con este
acuerdo se partieron a la villa de Sant Salvador, donde al dicho
Diego Velázquez abia parecido que se hiciese la
Contratacion, para hacer allí la
fundición.

Llegados allí, comenzóse la
fundición á 18 de Abril, y acabóse á
21 de Mayo, y detuviéronse allí hasta 28 de junio,
y volviéronse al dicho puerto de Santiago […] no ha
podido Diego Velázquez acabar de dar sus cuentas, y que
acabado de dar órden en la Casa de la Contratación,
dará las cuentas se enviarán á
V.A.

Que por devoción de V.A. pusieron nombre á
aquel puerto de Santiago, y porque en ella se ha de hacer la Casa
de Contratación, creen que será el pueblo
principal, y por esto ay necesidad que alli se haga una fortaleza
[…] que seria V.A. servido que en aquel pueblo de Santiago aya
todas xarcias de navíos, de clavazon é lonas para
velas […] y estoperoles y cebo y estopa y pez y
alquitrán […] Que en la isla ay siete iglesias, y ay
necesidad de hornamentos, é suplican á V.A. se
provea por la órden que se tiene en la Española en
el librar las cosas.

Hernán Cortés a la conquista de un
imperio

Hernán Cortés no es recordado por haber
sido el primer alcalde de Santiago. Se convirtió en un
símbolo por un acto de barbarie: la conquista del Imperio
azteca. Fue Santiago de Cuba el sitio donde se fraguó el
plan, se
hicieron los preparativos de la
organización de la armada y el punto de donde
partió el sábado 18 de noviembre de 1518 "con cinco
naves y más de trescientos cincuenta hombres", los que se
incrementarían, a su paso por otros puntos de la Cuba, a
"11 navíos y 600 hombres", según Leo
Miranda.

Este último historiador ha desbaratado la leyenda
de la traición de Cortés al Adelantado
Velázquez, la que se había fraguado a base del
testimonio que en 1542 le proporciona Cortés al Emperador
al padre Bartolomé de las Casas. No obstante, lo ofrecemos
en este libro y también ponemos a disposición del
lector el de un soldado de la expedición, Bernal
Díaz del Castillo, cuya visión es la opuesta del
clérigo, engañado ex profesamente por el
intrépido Cortés. He aquí ambos testimonios
de un hecho histórico:

[…]después de acostado Diego Velázquez
y todos del palacio idos […] va Cortés a despertar con
suma diligencia a los más sus amigos, diciéndoles
que luego convenía embarcarse […] fue avisado Diego
Velázquez como Cortés era ido, y estaba ya
embarcado en los navíos, levántase Diego
Velázquez y cabalga, y toda la ciudad espantada, con
él, van a la playa de la mar amaneciendo el día;
desque Cortés los vido hace aparejar un batel con
artillería y escopetas o arcabuses, ballestas y las
armas que le convenían, y la gente de quien más
confiaba, y con su vara de Alcalde, llégase a tiro de
ballesta de tierra, parando allí, dícele Diego
Velázquez: "¿cómo compadre, así os
vais? ¿es buena manera esta de despediros de mí?"
respondió Cortés: "Señor, perdona vuestra
merced estas cosas y las semejantes, antes han de ser hechas
que pensadas, vea vuestra merced qué me manda", no tuvo
Diego Velázquez qué responder, viendo su
infidelidad y desvergüenza. Manda tornar la barca y
vuélvese a los navíos y, á mucha priesa,
manda alzar las velas á 18 de noviembre, año de
1518 con muy pocos bastimentos porque aún no estaban
cargados.

Díaz del Castillo refiere que, a la salida de
Santiago de Cuba, Cortés:

[…] tenía mandado pregonar y apercibido a los
maestres y pilotos y a todos los soldados que entre aquel
día y la noche se fuesen a embarcar, que no quedase
ninguno en tierra, y desde que los vió todos embarcados,
se fue a despedir del Diego de Velázquez,
acompañado de aquellos sus grandes amigos y de otros
muchos hidalgos, y todos los más nobles vecinos de la
villa. Y después de muchos ofrecimientos y abrazos de
Cortés al gobernador y del gobernador a él, se
despidió, y otro día muy de mañana,
después de oír misa, nos fuimos a los
navíos, y el mismo Diego Velázquez fue
allí con nosotros; y se tornaron a abrazar, y con muchos
cumplimientos de uno al otro; y nos hicimos a la vela, y con
próspero tiempo llegamos al puerto de la
Trinidad.

Visión de un creole del Santiago de Cuba colonial
(Hippolyte Pirón)

Hippolyte Pirón fue hijo de un matrimonio de
mulatos de Port-au-Prince emigrados que se radicaron a principios del
siglo XIX en Santiago de Cuba. En esta última ciudad
nació en 1824 y su padrino de bautizo fue un pariente de
Paul Lafargue, otro creole santiaguero yerno de Karl Marx. Siendo
joven fue enviado a estudiar a París, donde se convierte
en un intelectual de salón de los que abundaban en la
Ciudad Luz. En 1859
emprende un viaje a su ciudad natal para reclamar parte de una
herencia
familiar y es impactado por la belleza de la Isla tropical. De
regreso a Francia
publicará dos trabajos en periódicos parisinos que
luego constituirán capítulos de su libro
I´Ile de Cuba, que vio la luz en 1876. Diez años
más tarde, este libro de viaje sufrirá una
reimpresión motivada por la discusión en torno a si el
puerto santiaguero sería una ruta importante para el canal
transoceánico de Panamá. Coinciden con el
año del desembarco norteamericano en Santiago de Cuba, en
1898, se incluye una síntesis
del libro en la colección Biblioteca
ilustrada de viajes
alrededor del mundo por tierra y por mar. El libro de Piron del
que seleccionamos fragmentos, describe vívidamente
costumbres, creencias y sentimientos de los habitantes de Cuba:
de los españoles, de los cubanos, los inmigrantes franco
haitianos que él denomina creoles y de las masas de
esclavos. En el siguiente pasaje nos muestra cómo estaba
distribuida la Catedral y cuál era el comportamiento de
las damas que asistían a las ceremonias realizadas en
ella.

A las diez menos cuarto, entré en la Catedral con
don Antonio, una de las personas a quien yo había sido
recomendado, un gran señor muy distinguido de quien
callaremos el apellido por razones de conveniencia. La iglesia
metropolitana abría sus puertas de dos hojas a los fieles.
Un raudal de luz inundó el inmenso edificio, haciendo
resplandecer el mármol blanco y negro que la embaldosaba y
la pintura blanca que cubría sus paredes como un vestido
de inocencia.

Entramos por una de las puertas laterales; avanzamos de
inmediato hacia la nave. Esta tiene una extensión
considerable que no puedo precisar exactamente, pues sólo
juzgué de una ojeada. Numerosos pilares, quizás
demasiado masivos, soportan una bóveda colosal. Las naves
laterales están ornadas con capillas que guardan todas
grandes riquezas. Por esa época, anchas líneas
negras seguían el dovelaje de los arcos y se
introducían en las acanaladuras de los pilares. Ellas
entristecían el carácter religioso de la nave y le
prestaban un aspecto sombrío, severo, casi fúnebre.
Juiciosamente ya han sido retiradas.

A la derecha del altar mayor de un expléndido
lujo, se aprecia una gran capilla blanca consagrada a la Virgen.
A su izquierda está la puerta de la sacristía;
arriba, el órgano.

En la nave, a lo largo de los pilares, hay bancos de caoba
con respaldos que forman dos largas filas que ofrezcan su
hospitalidad a los que entran por la puerta principal.
Están reservados para los hombres que vienen a sentarse en
ellos gratuitamente. Cuando ya están del todo ocupados,
los que llegan luego, se ubican detrás y asisten a la
ceremonia de pie.

En cuanto a las mujeres, éstas hacían que
sus negritos les llevaran tapices y sillitas muy elegantes. Se
arrodillaban sobre el tapiz o se sentaban en las
sillas.

Para muchas de aquellas mujeres que se atavían
con tanto cuidado, esa es la ocasión para mostrarse y
brillar. Coquetas, no tenían muy a menudo la oportunidad
de hacer admirar su belleza. Desde hacía algún
tiempo la ciudad estaba triste: las veladas y los bailes se
habían hecho raros, y a estos, la mitad de ellas no
podían asistir por su posición, por su color.
La mujer no
tenía ni el recurso de tocar a las puertas de reuniones
menos aristocráticas porque en la época eran tan
escasas que no valía la pena soñarlo. Me aseguran
que la ciudad, ahora dormida, ha despertado y que transita por
momentos de alegría. Espero que esto perdure por mucho
tiempo.

Se asiste, pues, a la iglesia para ser vista, admirada,
por eso no es sorprendente que se exhiba allí sus
más bellos adornos.

Fiesta a la Virgen de la Caridad en Santiago del
Prado

En el siguiente pasaje, Pirón describe el
comportamiento colectivo de los habitantes del poblado de
Santiago del Prado, territorio donde se ubican las famosas minas
de cobre, a escasos quilómetros de la ciudad, y el
santuario de Nuestra Señora la Virgen de la Caridad de El
Cobre, patrona del pueblo cubano. En él se muestra la
intensidad de la vida de uno de los poblados con una personalidad
más definida del país y que actualmente parece
revivir sólo en ocasión de la celebración de
la conmemoración de la Virgen, cada 8 de septiembre. Pero
desde la colonia no fue así, como lo muestran estas
páginas de fiestas del poblado:

Llegó al fin el primer día de las fiestas.
Debía comenzar con una procesión de la Virgen, gran
solemnidad que sólo tiene lugar cada cuatro años.
Desde la mañana, un gran estrépito de campanas
advierte que va a tener lugar alguna cosa extraordinaria. La
multitud acude a la capilla y a sus alrededores. Después
de una larga espera, se percibe al fin el comienzo del cortejo;
como de costumbre, señores con chaquetas negras y
pantalones blancos portan con gran gravedad cirios encendidos. La
Virgen aparece resplandeciente, transportada en un trono de
plata, adornado con piedras preciosas. Toda esta multitud inmensa
se postra. Me encuentro casi en la cima de la montaña;
tengo en esos instantes un admirable punto de vista: esos
atavíos diversos en los que predomina el blanco parece un
tapiz de nieve salpicado de flores; todas esas cabezas inclinadas
presentan un conjunto de una piedad solemne y conmovedora. Hasta
los más indiferentes se sienten emocionados. La música militar hace
escuchar tonadas tristes que contribuyen un tanto a esa
emoción general. Se desciende de la montaña con la
Virgen, se le pasea por el pueblo, en medio de una multitud
arrodillada devotamente; se la lleva de nuevo a su
santuario.

Las fiestas se extendieron por quince días; fue
un largo exceso de alegría y frivolidad. Las jornadas
daban comienzo con paseos a caballo, continuaban con grandes
comilonas y numerosas libaciones, con el juego, y
terminaban con los bailes, de nuevo con el juego, con diversiones
de todo género.
Por la noche el pueblo adquiría un aspecto mágico.
En las calles principales, se alineaban las mesas alumbradas con
velas, en las cuales los españoles freían en
grandes pailas los buñuelos, las empanadillas, los
escabeches, etc., y los creoles las acras y los crossignoles, que
vendían con éxito.

No sólo el juego ocupaba gran número de
las casas, sino que se llevaba a cabo abierta e impunemente en
plena calle; por todas partes se veían mesas con ruletas,
y la fiebre del juego
era tal, que contagiaba a los más indiferentes. Hasta
aquellos que no juegan jamás, arriesgaban una moneda de
oro al rojo o al negro. Las fisonomías de los jugadores se
hacían extremadamente siniestras bajo las diversas luces
que proyectaban las velas y las llamas de los hornillos. Los
pilluelos, saltando detrás de las fogatas, mezclaban sus
risas con las exclamaciones y maldiciones de los jugadores de
mala vena. Era un cuadro digno del pincel de
Rembrandt.

Los bailes hacían llegar a lo lejos las notas
más alegres de sus tonadas como llamados de
invitación. Había bailes por todas partes, bailes
de los blancos, bailes de los mulatos, bailes de los
negros.

El gobernador de Cuba vino, al quinto día, para
honrar las fiestas con su presencia. Su colega de El Cobre iba
delante con gran pompa para rendirle los honores. Recibió
también a los representantes de los blancos, de los
mulatos y de los negros; acogió con aire de fastidio sus
felicitaciones. A partir de ese día, parecía como
si un nuevo impulso se hubiese comunicado a las pasiones
ardientes. Las gentes se divertían con intensidad; no
dedicaban ninguna parte de su tiempo para dormir; hubiesen sido
tantos minutos robados al placer.

Yo recorrí todos los bailes con curiosidad y
avidez.

En las casas de los blancos, todo transcurría
como en la Filarmónica aunque, sin embargo, con mayor
animación. El gobernador de Cuba hizo una breve
aparición en el lugar. En las de los mulatos, se
entregaban francamente al placer del baile. En las de los negros,
con mucho mayor frenesí. Esta últimas se celebraban
al aire libre, en los patios. Por doquier se encontraban mujeres
jóvenes de una belleza digna de admiración. Las
mulatas sobre todo se hacían notar por su tipo algo
singular y por una gracia llena de coquetería que
sólo ellas poseen. El atavío de las negras se
compone de un vestido de tela ligera -traje para las grandes
ocasiones-, de un chal que llevan en los hombros con cierto aire
y que les cubre los senos, y de un pañuelo de
Madrás en la cabeza. Algunas llevaban zapatos sin medias,
pero muchas de ellas iban descalzas.

La orquesta de los blancos no era perfecta, pero
completa; la de los mulatos se componía de un
violín y de una flauta; la de los negros se reducía
a los tambores que tocaban con furor y acompañaban con
canciones creoles o españolas.

Poco a poco la animación general me fue ganando,
me sorprendí tarareando sin darme cuenta. Gritos,
canciones, ruidos, la música acompañada del
chasquido de las castañuelas, el murmullo monótono
de los tambores, gritos de alegría y de dolor; todo ese
tumulto, toda esa agitación, todos esos ruidos diversos y
confusos, me aturdían, me seducían con un encanto
extraño, que tenía su sabor local. Sentí
subirme a la cabeza una embriaguez deliciosa como la que produce
un vino generoso.

Subí a la montaña casi
bamboleándome.

Permanecí allí un rato en
contemplación. Las luces de las mesas, las fogatas, los
hornillos, iluminaban a mis pies, de una manera
fantástica; esa multitud vestida en distintas formas,
gozosas y en continuo movimiento. Era de un efecto acogedor, las
vareuses (vestidura holgada de tela gruesa) de las negras
contrastaban con los vestidos blancos de las damas; los miles de
ruidos lejanos me llegaban como un murmullo inmenso, llevados por
la brisa ligera con el humo de las fritadas.

Permanecí inmóvil, fascinado, parte de la
noche; después volví a bajar, para buscar
reposo.

Pero el pueblo, en medio de su delirio, no se daba un
momento de descanso.

Ante la tumba del médico de Napoleón Bonaparte

En los momentos en que íbamos a retirarnos [del
cementerio: J.M.], llevándonos una impresión
penosa, nuestros ojos se detuvieron en una tumba que
asumía las proporciones de un mausoleo. Su
conformación arquitectónica recordaba las ideas de
la civilización, de la elegancia, del arte. Parecía
dominar y sonreír con melancolía en medio del campo
de desolación y ruinas. Nos acercamos y leímos, en
un epitafio bastante largo, el nombre del doctor
Antomarchi.

El médico de Napoleón en Santa Ana,
después de haber recorrido mundo, había venido a
Cuba, donde se hacía pasar por un oculista de primer
orden. Las personas que tenían la vista afectada por el
resplandor del sol tropical, acudieron a verlo, con la esperanza
de poder ver de nuevo la luz. Él realizó con
bastante éxito diversas operaciones de
catarata; pero pronto los desafortunados pacientes […]
veían menos que antes y manifestaron un disgusto
legítimo. El número de estos últimos
aumentó con rapidez y dio lugar a la indecisión de
la opinión
pública. Sin embargo, el hábil doctor
continuó operando durante cierto tiempo todavía.
Había alquilado un amplio apartamento en la calle del
Gallo y había establecido una especie de hospital para sus
enfermos, los cuales estaban obligados a permanecer en la
oscuridad durante cerca de un mes. Al final de sus éxitos,
contrajo de improviso la fiebre amarilla. La ambición lo
había llevado a fatigarse en exceso en un clima al que no
estaba acostumbrado; la muerte se lo llevó al cabo de
pocos días. Tuvo unos funerales magníficos; estos
hechos ocurrieron alrededor de 1838. Ahora reposa bajo una tumba
soberbia quien tuvo el honor de atender a Napoleón en su
última enfermedad, de asistirlo, en sus últimos
instantes, de recibir su último suspiro, y cuyo honor fue
toda su gloria.

Lo que había hecho venir al doctor a Cuba, no
sólo fue el azar de sus viajes ni el propósito de
ganar dinero; fue
también el deseo de ver de nuevo a un hermano que
había perdido desde hacía mucho tiempo. El hermano,
durante largos años, mantuvo una escuela y formó
alumnos que dieron a conocer en forma honorable el apellido
Antomarchi en Cuba.

Santiago de Cuba colonial visto por un folklorista
(Ramón
Martínez y Martínez)

Ramón Martínez y Martínez
(1872-1929) fue un intelectual santiaguero en extremo inquieto y
activo investigador de la cultura tradicional de su territorio
natal. A su acuciosa labor de indagación y
colección debemos haber recuperado importantes costumbres
y datos que de otra
forma se hubiesen perdido para la memoria
colectiva, pues en muchos casos pertenecen a la literatura o a la
tradición oral. Los resultados de su labor los dio a
conocer en forma de fascículos en una publicación
Oriente folklórico, de la cual escogimos algunos
artículos relacionados con la vida cultural de esta ciudad
portadora de una personalidad y una historia absolutamente
definidas y singulares: Santiago de Cuba. Con ello hacemos
justicia doble
al reconocer el valor de uno de sus hijos más
distinguidos.

La Catedral de Santiago de Cuba

Esta es la cuarta.

La primera que mereció los honores de Catedral en
1522 fué la de Santa Catalina construida en 1514 con
honores de parroquia; en 29 de nov. 1803, el Papa Pío VII
la elevó a Metropolitana y se ejecutó por Real
Orden del 16 de julio 1804.

El primer edificio destinado a Catedral se empezó
a construir en 1528 por el Obispo Fray Miguel Ramírez de
Salamanca; se terminó en 1555; costó $ 50.000; fue
quemada en 1603 por corsarios franceses.

La segunda Catedral se empezó a construir en 1666
según unos, y en 1670 según otros, y se bendijo en
el 24 febrero 1674. Fue destruida por un terremoto.

La tercera Catedral se empezó a construir en
1686; se abrió al culto en 1690. Fué
destruída por el terremoto de 1766. Se hallaba situada de
E. a O.

La cuarta, esta a la que se refiere la adjunta fotografía, se empezó a fabricar el
15 de agosto; colocó la primera piedra el Iltmo. Sr. D.
Joaquín de Osés y Alzúa.

El prelado, de acuerdo con el Gobernador de la Plaza, D.
Pedro Suárez de Urbina, nombró al Presbítero
D. Alejandro de la Paz y Ascanio para director de las obras; a D.
Juan Francisco Orozco, para contador, ambos sin sueldo; a Pedro
José Fernández (sin el D.), para maestro de
carpintería; Antonio Parlado para el de albañilería; a José
Díaz, Félix Ramos y Antonio Cardona para
sobrestantes y a D. Manuel Pruna para mayordomo.

Las maderas empleadas en la fábrica, parte de
ella las habían acopiado los antiguos contratistas y
parte, el Presbítero Ascanio; las de éste costaron
$ 24.875 y un medio real: todas eran de guamá,
yabá, acuje, cedro, caoba y otras maderas recias del
país. Estas maderas se cortaron en el río del
Masío, Río Seco, Sevilla, Hongolosongo, Purial y
Giro; unas se condujeron por mar, para lo cual se compró
una goleta llamada Nuestra Señora de la Caridad, y otras
por tierra, para lo cual fué necesario abrir caminos y
comprar yuntas de bueyes en el Horno jurisdicción de
Bayamo. Las obras duraron ocho años, y en ellas
invirtió el Iltmo. Sr. Arzobispo Osés, más
de $ 50.000 de su renta.

Esta nueva (la cuarta y última) se bendijo el 24
de abril del año 1818 por el Deán D. José
Elías Vázquez, y al día siguiente desde el
Carmen se trasladó solemnemente la Divina Majestad con
asistencia del Sr. Arzobispo que predicó en la misa del
Sacramento.

La Catedral se halla situada de Norte a Sur, las otras
tres anteriores lo estuvieron de Este a Oeste y de O. a
E.

La consagración de esta Catedral llamada ahora
Basílica Menor (1879-1882), la motivó el hecho de
que el edificio de la actual Catedral era distinto del de los
tres anteriores destinados al mismo fin y de no constar que el
actual Templo Catedralicio hubiera sido consagrado.

Hé aquí como se verificaron las
ceremonias: A las 7 de la noche del día anterior al 27 de
1882 se reunió en la capilla del seminario el
clero de la ciudad, y el Arzobispo de la Santa Basílica,
Exmo. Iltmo. Dr. Sr. Martín de Herrera depositó en
una caja de plata las reliquias de los santos mártires:
Anastasio, Feliciano, Fructuoso y Felicidad, y una carta escrita
en lengua latina sobre pergamino la cual cerró y
selló. Después rezaron maitines y
laudes.

A las 6 de la mañana del 27 comenzaron en la
Basílica las largas y minuciosas ceremonias de la
Consagración. Se trasladaron luego al Seminario,
procesionalmente, el Prelado, Cabildo, Clero, Autoridades y
pueblo, y de allí condujeron en el mismo orden, a la
Basílica, las reliquias indicadas antes, y continuaron en
este templo las ceremonias: debajo de un gran toldo que se
colocó en el atrio ante la puerta mayor, se sentó
el Arzobispo y pronunció un discurso
explicativo del acto que se realizaba y de significación
mística. Después entraron todos en el templo, que
permaneció cerrado, mientras se efectuaban en el atrio la
ceremonia de la Consagración de los muros exteriores, y se
procedió a la Consagración interior de la
Basílica y del altar mayor dentro del cual se encerraban
las reliquias: se colocaron en los muros interiores 12 cruces
rojas talladas en mármol roja en la forma siguiente: 4 de
ellas al Este, 4 al Poniente, 2 al Norte y 2 al Sur.

Al final, el Prelado cantó la solemne misa
pontifical, y el acto terminó a 1 hora y cinco minutos de
la tarde. Según las medidas practicadas en este
día, la Catedral ocupa una superficie de 4240 metros con
60 cms., de los cuales 2125.52 mts. son de las fábricas y
2115.14 mts. del atrio.

La fachada principal es de más de 27.14 m. de
frente y 33.40 m. de fondo, incluyendo el espacio de las
localidades dependientes. Por derecha e izquierda remata el
frontispicio con dos torres laterales de cuatro cuerpos
cuadriláteros de unos 27 mts. del zócalo a la
cúpula.

En la torre occidental, o derecha del frontispicio, se
encuentra el reloj, el cual fué colocado siendo Gobernador
de la Provincia el Exmo. Sr. D. Sabas Marín, a expensas
del M. I. Ayuntamiento. La colocó y vendió D.
Daniel Gramatges en junio de 1874, por la cantidad de $ 1157.00
pagados del modo siguiente:

Círculo Español
$ 204.10

Club de San Carlos $ 510.10

Sociedad Filarmónica Cubana $ 102.10

Tácito y José Bueno y Blanco $
341.10

$ 1157.40

Hoy es propiedad del Ayuntamiento.

En 1922 el Arzobispo Monseñor Guerra
agregó un cuerpo más a cada torre,
rematándola con una cruz episcopal en cada una, e hizo una
reforma general en toda la fachada del edificio, lo cual
quitó su estilo propio que constituía su principal
valor arquitectónico y su encanto
histórico.

Lo más notable que encierra nuestra Catedral
es:

Su magnífico coro con sillería de madera de
estilo churrigueresco, obra acabada de talla.

Una imagen de Nuestra Señora de la Candelaria,
extraída de las ruinas de la antigua capilla del Sagrario
después del terremoto de 1678.

Tiene también dos buenos cuadros de la Virgen y
San José con Jesús dormido, regalos del Gobernador
Sucre, 1726.

La reliquia del Santo Ecce-Homo, traída a Cuba
por el Obispo Fray Antonio de Salcedo.

Una buena copia de un cuadro de San José, y otro
mal retocado de San Juan Ante Portan Latinam.

En sus criptas se guardan los restos de Diego
Velázquez, del Obispo Calvo y del poeta Manuel Justo
Rubalcava y de Monseñor Barnada.

El altar mayor es todo de mármol; y el
magnífico órgano que posee fué adquirido en
Zaragoza (1874) y costó $ 8000.

Del carnaval santiaguero

Partes: 1, 2, 3, 4
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