Arte y verdad de la palabra (Ensayo / resumen sobre textos de H. G. Gadamer, agrupados bajo el mismo nombre)
- Breve
introducción - Acerca de la verdad y la
palabra (Cap. 1) - Oir –
ver – leer (Cap. 3) - Leer es
como traducir (Cap. 4) - El texto
"eminente" y su verdad (Cap. 5) - La
diversidad de las lenguas y la comprensión del mundo
(Cap. 6) - Los
límites del lenguaje (Cap. 7) - La
música y el tiempo (Cap. 8)
BREVE
INTRODUCCIÓN:
El siguiente trabajo es un
resumen del libro de
Hans-George Gadamer (Marburgo, Alemania,
1900) Arte y verdad de la palabra (Paidós,
Barcelona, 1ra. Edición
1998). El texto,
más bien los textos, son una lúcida
indagación sobre la palabra como literatura, como hecho
artístico, es decir sobre los textos literarios, dentro de
la línea investigativa de Gadamer: la hermenéutica filosófica, la cual,
además de proponer un método
interpretativo de los textos, es una interpretación y defensa de la cultura dentro
de un neohumanismo basado en la escritura,
la lectura y
el diálogo.
Ese principio hermenéutico es universal, tanto en la
filosofía como en la literatura, pero se trata de
encontrar la interpretación verdadera, o al menos
válida, tal y como lo hace la interpretación
filosófica, en el escabroso terreno de la
literatura.
En síntesis
se puede decir que los ocho textos presentes en este libro,
procedentes del octavo tomo de sus obras completas (Kunst als
Aussage: el arte como
enunciado o declaración), son una defensa de la cultura
literaria y artística, especialmente del "modo
poético" de hablar, de decir, de comunicar, frente al
mundo científico-técnico contemporáneo que
predomina en la civilización occidental, y que amenaza
virtualmente con globalizarnos dentro de esa visión
cibernética y
tecnocrática.
Está de más decir, que lo que sigue es mi
propia lectura, una
posible dentro de tantas, tal y como el mismo Gadamer lo sugiere.
Por lo tanto es un acercamiento muy personal a una
obra sugerente y compleja, tratando de "interpretar" la propuesta
del pensador alemán, para establecer un diálogo que
permita la auto comprensión del hecho literario y
artístico en una época signada por el mercado y la
transnacionalización del arte y la literatura, y desde una
Centroamérica que se busca denodadamente en sus textos y
contextos. Sus carencias, por lo tanto, son de mi entera responsabilidad.
ACERCA DE LA
VERDAD Y LA PALABRA (Cap. 1):
Gadamer parte del concepto de
"aletheia", que literalmente en griego significa
desocultar, resaltar lo auténtico, lo "verdadero", en un
proceso de
presencia/ ausencia. Citando a Heidegger, su mentor, nos indica
que autenticidad en este caso es "resolución presta a
la angustia", es el "ser ahí". La palabra no
solamente es desocultación, sino que también es
encubridora, ocultadora, por ejemplo la de las
habladurías.
La palabra auténtica, verdadera, será
determinada a partir del ser. Ser palabra quiere decir ser
diciente: uno la defiende, está por ella, por el "texto".
El ser diciente es el "enunciado". Su significado se hace visible
con la interpretación del texto como un todo, con la
palabra como acontecimiento.
Gadamer distingue tres tipos de textos que son
enunciado: el religioso, el jurídico y el literario. De
esos tres tipos se desprenden tres modos fundamentales del decir:
la promesa, el anuncio y el enunciado en un sentido restringido,
o "eminente", lo que él mismo denomina como el "decir
hasta el final". Ahora bien, el texto tiene un
"scopus", un propósito, a la vista del cual debe
ser entendido o interpretado. Así, por ejemplo, el
problema hermenéutico de la interpretación de los
mitos, tiene
su lugar legítimo entre las formas de la palabra
literaria.
La palabra es más diciente en la poesía,
dicho de otra manera es en la poesía donde la palabra
alcanza sus mayores posibilidades. "La poesía habla
mejor y más propiamente por medio de los oyentes, de los
espectadores – o incluso de los lectores – que por
medio de los recitadores, los actores" (p. 31). Por ello
debemos preguntarnos si "la reducción de un texto
literario a la exteriorización del querer decir de su
autor (no) destruye el sentido artístico de la
literatura" (p. 32).
Pero ¿en qué se fundamenta la
autonomía de la palabra poética? Precisamente en
que el interlocutor ideal es el lector ideal, pues la lectura no
es la reproducción del original sino que comparte
su "idealidad", es decir, de alguna manera es re-creación
a partir de la propuesta creativa del autor.
Y ¿de qué modo es diciente –
eminente – la palabra? De la misma palabra que puede hablar
a partir de sí misma, la cual no puede ser caracterizada
por su contenido únicamente: siempre consta de palabras, o
de rudimentos de palabra, que tienen significados y nunca termina
de formar la unidad de un todo discursivo o de un todo de
sentido, ni siquiera como poesía pura. Su estructura
ordenadora no es deducible del sentido habitual del discurso
sintáctico-gramatical que domina nuestras formas
comunicativas. Va más allá de forma y contenido, es
"autopresencia", ser del "ahí", y no lo que expresa como
condición de objeto. "No hay ningún objeto
poético, sólo hay una representación
poética de los objetos (así se podría
transformar un conocido dicho de Nietzche)" (p.
37).
Pero, ¿cómo por el lenguaje se
hace poético el objeto representado poéticamente?
"Se trata de los medios
lingüísticos que retrotraen el lenguaje a su
sonido propio
e interior – por más que el lenguaje también
desaparezca, cediéndole el lugar a lo dicho – y que
precisamente son los que hacen que haya que agradecer a
éste ‘ceder el lugar’ la energía
peculiarmente evocadora que caracteriza a los textos
literarios" (p.39). Dicho en otras palabras, hay un equilibrio
sensorial entre el movimiento del
sentido y el movimiento del sonido; ambos se funden – no
sin violencia,
pues tienen sus medios sintácticos específicos
– en un único movimiento.
La creación del lenguaje, específicamente
en el discurso poético "tiene el carácter de la suspensión y de la
ampulosidad que se lleva a efecto mediante la
neutralización de cualquier posición de ser y que
lleva a cabo la transformación en una construcción." (p. 42). La palabra
poética instaura el sentido, el cual "surge" en la
poesía a partir de una fuerza de
dicción nueva que, con frecuencia, está oculta en
lo usual, en el lenguaje cotidiano. Habilitar la palabra para ser
ella misma es la tarea del poeta, pues pertenece a un lenguaje
("orden nuevo") que no es un elemento prosaico del mundo, aunque
provenga de allí como "representación". De
allí su autonomía, su
autoreferencialidad:
"El ‘ahí’ universal del ser en la
palabra es el milagro del lenguaje, y la más alta
posibilidad del decir consiste en retener su transcurso y su
huida y en fijar la cercanía del ser. Es la
cercanía y la presencia, no de esto o aquello, sino de la
posibilidad de todo. Esto es lo que realmente caracteriza a la
palabra poética". (p. 44).
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