La concentración económica del
actual mercado
capitalista globalizado es extrema. Las empresas, sobre
todo las del sector PyMe, requieren
enfrentar esta realidad, aggiornando su gestión
empresaria individual y asumiendo la necesidad de sumar esfuerzos
con otras empresas de su segmento económico, con el objeto
de complementar sus actividades y potenciar su fuerza
competitiva, tanto para actuar en el mercado local como en el
internacional.
En algunos de mis artículos he sido extensivo en
el tratamiento de la globalización económica
y de su efecto sobre las empresas de los países emergentes
o agroexportadores. Incluso, he planteado algunas ideas para
fomentar (hacer algo para que suceda algo) exportaciones no
tradicionales. El neoliberalismo, ha planteado reglas de juego
diferentes a las que regían hasta mediados de la
década de los `80. Adaptarse a ellas no es una
decisión, sino una necesidad. Es interesante que no nos
olvidemos que el cambio es un
proceso
individual. Todos nos adaptamos, expandiendo nuestra conciencia, al
contexto social en el que interactuamos.
El afán por lograr mayores índices de
eficiencia
productiva desató una revolución
tecnológica que terminó acortando las distancias,
unificando mercados,
estandarizando normas y procedimientos,
concentrando el poder de la
oferta y hasta
normalizando, en la medida que le ha sido posible, la demanda.
Obviamente, que este proceso causó efectos.
Como por arte de magia,
los oferentes se multiplicaron. Su capacidad productiva
los obligó a expandir sus mercados y a continuar una
política
de constante búsqueda de eficiencia productiva y eficacia
comercial. Resumiendo: las empresas incrementaron su capacidad
competitiva.
Se sucedieron hechos impensados. Adquisiciones, muchas
de ellas hostiles, fusiones,
alianzas estratégicas, privatizaciones de servicios
públicos. Se conformaron grupos
económicos de gran poder competitivo y de alcance
transnacional. Las empresas del sector PyMe, tal vez por causa
de la sorpresa, adoptaron una posición expectante,
es decir: pasiva, frente al desbande general provocado por el
capitalismo
desbocado. A medida que este proceso se fue consolidando,
muchas empresas PyMes comenzaron
a adaptarse para sacar provecho de las nuevas oportunidades que
se les presentaba en el nuevo escenario.
Hace ya tiempo que
este fenómeno globalizador y tecnológico se ha
producido. Si analizáramos brevemente el estado
actual del mercado
global, podríamos notar que hay muchos ofreciendo lo
mismo, que la demanda no ha aumentado en la misma
proporción que la oferta, que una gran cantidad de
empresas, incluso por años líderes de sus mercados,
han desaparecido y que, en general, el desequilibrio que se
produjo ha sido de dimensiones espectaculares.
Aquellas organizaciones
que no lograron agregarle valor a su
actividad han sufrido los efectos de una competencia feroz
y descarnada. Percibo que la competencia de hoy se ha estacionado
en la inmediatez angustiante lo que "acelera" el ritmo de las
organizaciones, generando un clima de
expectativas crecientes que, a su vez, genera una intensa
presión
en los actores. No por nada se ha incrementado el stress y el
consumo de
antidepresivos y ansiolíticos.
La otra noche, tomando un café en
un bar, no pude dejar de escuchar el comentario que un
jóven le hacía a otro: "a la noche si no me
empastillo no pego un ojo".
Las reglas del juego son las mismas para todas las
empresas. Cada una en su nivel, debe lograr reforzar su
posicionamiento y plantearse una actividad
dirigida al mercado mundial. Los mercados internos ya no
alcanzan para sostener actividades productivas de alta
eficiencia, que a su vez, exigen un alto nivel de inversión en tecnología. Las
grandes, medianas y pequeñas empresas enfrentan el mismo
desafío: lograr un equilibrio de
alta inestabilidad y una rápida adaptación ante
cambios contextuales de difícil pronóstico. Sin
duda, aquellas empresas con estructuras
"livianas" tienen una ventaja estratégica frente a
las grandes corporaciones. Un exitoso empresario me
comentaba que cuando decidió la construcción de actual fábrica de
cerámica había considerado que su
empresa
debía exportar como mínimo el 50% de la producción. Su referencia era el mundo y no
el mercado local.
Es bueno que podamos comprender la diferencia entre la
inmediatez para la obtención de resultados y la necesaria
para adaptar nuestras organizaciones a los cambios que se operan
en el contexto exterior. La primera actitud
está cargada de ansiedad e improvisación, mientras
que la segunda se corresponde más con una
aceptación de lo que sucede y de nuestras posibilidades.
La inmediatez para conseguir resultados tiene más que ver
con la dependencia que nos imponemos con el mercado (y los que lo
lideran) y no tanto con un fluir con el mercado (una danza).
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