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La danza de la muerte




Enviado por Mario Alberto Geller



Partes: 1, 2, 3

    Resumen:

    Destrucción de archivos probatorios del ingreso
    de criminales de la guerra nazis a la Argentina.

    El sol de la mañana entraba temerosamente por lar
    rendijas de la vieja ventana tratando vanamente de aliviar el
    frío de la habitación.

    Era inútil. Las grandes y altas paredes
    retenían las bajas temperaturas, sobre todo nocturnas, a
    pesar de todo.

    ¿Cuándo habrían de arreglar la
    calefacción?, se preguntó.

    Siempre la maldita burocracia; cambiaban las
    administraciones, se hacían infinitas promesas de cambio,
    de mejoras presupuestarias que nunca se efectivizaban, y todo
    seguía igual.

    Pensaba muchas veces que quizás todo se
    debía a que nadie importante venía a visitarlo.
    ¡Cómo podrían entonces comprender sus
    padecimientos, lo lúgubre del lugar, el polvo de
    décadas, las ratas, las pulgas…!

    Bueno, pensó, si le asignaran alguna tarea
    más importante podría llegar a aspirar a mejores
    cosas, pero, desgraciadamente, se encontraba enterrado en ese
    mausoleo que lo hundía, más y más,
    día tras día, en la desolación y la
    desesperanza.

    La humedad, producto de alguna filtración del
    caño maestro había deteriorado completamente la
    pared de enfrente. Las manchas, siniestramente, iban con el
    correr de los meses dibujando distintas figuras
    fantasmagóricas que contribuían a hacer más
    espectral el paisaje.

    ¡Como le dolían las manos! La artrosis
    incipiente se hacía sentir en estos días de
    invierno produciéndole punzadas y calambres que le costaba
    cada vez más soportar dignamente.

    Se dijo que este iba a ser el último año,
    que pediría el traslado, que ya iban a ver cuando se
    decidiera a hablar con el director.

    Pero, todos los años pensaba lo mismo y nada
    sucedía. Como un eterno volver a empezar todo
    volvía repetirse como en una mala
    película.

    El tic tac persistente y monótono del reloj de
    pared lo sacó de su ensimismamiento.

    Eran ya pasadas las diez y debía comenzar su
    rutinaria tarea de alguna manera.

    Apuró los últimos sorbos de su
    café, apartó a un lado la taza y dirigió su
    atención a la canasta donde se acumulaba el trabajo
    pendiente.

    Tomó el sobre. Tenía el membrete del
    Ministerio del Interior y el sello que indicaba que era
    confidencial.

    Lo abrió, extrajo la nota de su interior y la
    leyó detenidamente.

    La misma hacía referencia a cierta
    documentación almacenada en varias cajas apiladas en aquel
    rincón, que había traído un ordenanza ayer
    por la tarde en varios viajes.

    Se le indicaba que en razón de cierto proyecto
    Testimonio, dicha documentación debía ser
    destruida.

    Lamentó no contar con las herramientas necesarias
    para el caso aunque dicha tecnología hubiese desentonado
    con el lugar, pensó amargamente.

    Preparó la salamandra a su máxima potencia
    verificando que hubiera suficiente combustible para la tarea a
    realizar.

    Las llamas comenzaron a crepitar amenazadamente
    reclamando las víctimas prometidas.

    Abrió las cajas y comenzó a separar los
    papeles en bloques que pudieran ser fácilmente entregados
    al holocausto por venir.

    Pudo observar con curiosidad que se trataba de papeles,
    amarillentos por el tiempo, correspondientes a permisos de
    desembarco de ciudadanos de origen alemán y croata en
    tiempos inmediatamente posteriores a la finalización de la
    segunda guerra.

    Algunos de los nombres quedarían en su mente:
    Gregor, Clement, Olmo. Es que las fotos que
    acompañaban a los trámites de pasaporte y
    solicitudes de ciudadanía le resultaban
    familiares.

    También observó la presencia de otros
    documentos más actuales que correspondían a
    artículos de diarios y otros medios agrupados en distintas
    carpetas.

    Abrió una de ellas que ostentaba un nombre para
    él desconocido: Carlos Fuldner.

    Tomó uno de los artículos de esa carpeta..
    En la parte superior estaba resaltada la fuente remarcada con un
    fuerte marcador rojo.

    Comenzó a leerlo:

     

    "Clarín.com  »  Edición
    Domingo
    22.11.1998  »  Zona  »  
    110
    por ciento nazis

    UKI GOÑI: Autor del libro "Perón y los
    alemanes. "

    Que un capitán de las SS y espía de
    Heinrich Himmler tras la guerra se convirtiera en el agente
    principal de la División Informaciones de la Casa Rosada
    durante la primera presidencia del general Juan Perón
    parece extraído de una novela sobre ODESSA. Sin embargo
    así ocurrió. Horst Alberto Carlos Fuldner era
    consciente que rescatar de los tribunales de Europa a sus ex
    camaradas nazis podía crear dificultades de conciencia a
    algunos. Sin embargo, actuaba siguiendo instrucciones del propio
    presidente de la Nación, como declaró en 1949 en un
    sumario secreto de la Dirección de Migraciones que ha
    sobrevivido en el Archivo General de la Nación. Nacido en
    el barrio de Belgrano en 1910, de padres germanos, Fuldner
    viajó a Alemania en 1922. Ingresó a las SS a los 21
    años. Al recibir el llamado para cumplir el servicio
    militar en Buenos Aires, en 1931, presentó una carta ante
    la Embajada argentina en Berlín. Decía que a pesar
    de seguir siendo argentino en el corazón ahora era
    ciudadano alemán y los deberes y derechos como argentino
    no son más los míos.

    La Embajada le contestó fríamente que la
    patria era irrenunciable. Cuando intentaba fugarse de Europa en
    1935, tras protagonizar defraudaciones y estafas en Hamburgo,
    Fuldner fue recapturado en alta mar frente a la costa de Brasil,
    llevado a Alemania y su anillo con la calavera de las SS
    ritualmente fundido. Pero para marzo de 1945, Fuldner revistaba
    como agente secreto del servicio secreto de Himmler, el temible
    SD, partiendo de Berlín a Madrid en una misión
    programada para después de la guerra, como pudo constatar
    el espionaje estadounidense en España. Traía
    abundante dinero, un avión cargado de objetos de arte, su
    pasaporte alemán y el argentino. En Madrid se
    reunió con otros fugitivos que pronto se trasladaron por
    avión y barco a la Argentina. Así fue como el
    croata de la Luftwaffe Gino Monti de Valsassina; el ex embajador
    croata ante Hitler, Branco Benzon; el criminal de guerra belga
    Pierre Daye; el colaboracionista francés Georges Guilgaud
    Degay; el criminal francoargentino Charles Lescat y el polaco
    Czeslaw Smolinski sesionaron durante 1947 con Perón en la
    Casa Rosada, planeando bajo el paraguas de la División
    Informaciones el rescate de sus compañeros que
    permanecían en Europa. Algunos de ellos estaban
    relacionados con nacionalistas argentinos.

    Lescat en particular con Cosme Beccar Varela y Juan
    Carlos Goyeneche, habiendo el último sido colaborador del
    SD en Europa durante la guerra, cuando se reunió con el
    mismo Himmler y donde habría conocido a Fuldner. Para
    cumplir su misión a favor de los nazis, Fuldner
    retornó a Europa desde el 16 de diciembre de 1947 hasta el
    16 de octubre de 1948, operando desde una oficina abierta
    secretamente por el ex coronel del GOU Benito Llambí,
    ahora convertido en embajador argentino en Suiza, en la calle
    Merktgasse 49 de Berna. Fuldner -con el apoyo desde Buenos Aires
    del jefe de la División Informaciones Rodolfo Freude-
    cruzaba a sus clientes clandestinamente de Suiza a Alemania,
    transportándolos a Génova y de allí por
    barcos de la línea Dodero a Buenos Aires.

    Durante 1947 y 1948 partieron hacia la Argentina un gran
    número de criminales de guerra, colaboradores del nazismo
    y ex agentes del SD, entre ellos Dinko Sakic, Erich Priebke, Ante
    Pavelic, Walter Kutschmann, Friedrich Rauch, Milan Stojadinovich,
    Erich Schroeder, Eduard Roschmann y Fridolin Guth. Gerhard Bohne,
    a cargo del programa de eutanasia de Hitler, nombró como
    referencia en el Consulado argentino en Génova al
    secretario de Aeronáutica. Fuldner por aquella
    época era agente de la Aeronáutica argentina en
    Europa. Otros como Josef Schwamberger, Adolf Eichmann y Josef
    Mengele embarcaron entre 1949 y 1950, tras haber iniciado sus
    gestiones de ingreso ante las autoridades argentinas en Europa
    durante 1948. El soberbio e intrigante Fuldner y sus socios Georg
    Weiss y Herbert Helferich eran considerados 110 por ciento nazis
    por los diplomáticos suizos en Buenos Aires, quienes el 15
    de noviembre de 1948 informaron a Berna que el patrocinador de
    Fuldner era Freude, secretario privado del presidente
    Perón.La legación suiza en Buenos Aires consideraba
    extraordinariamente delicado actuar contra Carlos Fuldner sin
    arriesgar lastimar los sentimientos del muy influyente Dr.
    Freude.En Berna, Fuldner era también asistido por el
    diplomático argentino Enrique Moss, cónsul en
    Berlín durante la guerra, y por el polaco
    Smolinski.Quizás por la presión suiza o porque
    había caído en desgracia con Eva Duarte, a mediados
    de 1948 Freude comunicó por carta secreta a Llambí
    que Fuldner cesaba su misión en Europa,

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