La DSI se forma haciendo base en la teología y la filosofía, así como en las ciencias humanas y sociales proyectándose sobre los temas éticos y procurando hacer un juicio moral con los medios técnicos adecuados. Tiene en cuenta permanentemente los cambios de la historia al realizar estos juicios con criterio moral, aspecto que le permite estar en contacto con la realidad para llevar adelante la praxis del evangelio.
La DSI es una disciplina teológica: la fe y la Palabra le sirven de fundamento. Pero como no se contenta con el análisis de los conflictos sino que busca su superación y la transformación de la realidad social, la DSI se convierte en una disciplina que incursiona en el campo moral, esto es en el entramado de la realidad humana donde trabaja por una sociedad más justa e igualitaria. El hecho de emitir juicio sobre la realidad y sus conflictos, el hecho de comprometerse con la realidad humana en el mundo, la convierte en una disciplina que incursiona netamente en lo moral.
El magisterio de la Iglesia constituye en un conjunto de principios y valores orientados a la acción. Esta abierto permanentemente a nuevos cuestionamientos de la realidad que le impone día a día desafíos cada vez más comprometedores.
Por supuesto que son validos todos los postulados transhistóricos y transculturales, pero si se tiene en cuenta la característica humana de ser un espíritu encarnado no se puede apartar la DSI de la consideración histórica de los problemas morales.
Insistimos en que la dimensión práctica como en cualquier disciplina requiere unas bases teóricas muy sólidas para ser efectiva realmente en su inserción en la realidad del hombre. El juicio moral para de la DSI para ser objetivo requiere una instancia de reflexión recurriendo al método del discernimiento.
La DSI pertenece al campo de la teología moral pero es una disciplina que reflexiona para la acción. Su sentido práctico le exige una esgrima permanente con la realidad y su problemática, tal es el caso de la mirada permanente sobre los más necesitados.
Resumiendo podemos afirmar que la DSI se mueve en dos dimensiones que resultan interdependientes: la dimensión teórica los principios y valores que guían, conducen e inspiran y la dimensión práctica sin la cual carecería de sentido la reflexión crítica.
En la praxis sobre la realidad viva esta sentado el principio y el fin del proceso de transformación de la realidad personal y comunitaria del ser humano donde la DSI sirve como tutora moral.
La misión de la Iglesia es precisamente anunciar y confesar a Jesucristo, lo que significa proyectar una serie de principios y valores fundamentales a los que llamamos valores evangélicos a la acción concreta en el ámbito de una "interpelación recíproca permanente" entre la realidad y el Evangelio de Jesús.
Esta Buena Noticia ilumina los obstáculos de la vida cotidiana y a la vez tiñe de humanidad el mensaje de la Palabra haciéndolo verdaderamente práctico y concreto. Ahora bien, no se pueden poner en práctica estos principio sin un adecuado discernimiento de los "signos de los tiempos" y del verdadero valor de la interpretación de la realidad a la luz del mensaje evangélico.
Este discernimiento exige seguir un derrotero permanente hacia una visión objetiva de la realidad social. Esta dimensión práctica diferencia a la DSI de las ideologías ya que a diferencia de ellas la DSI debe necesariamente integrar las dimensiones histórica, teórica y práctica. Aunque la DSI no considera a la ideología como algo negativo de por sí, reafirma su intención de plantear objetivos cerca de la realidad para orientar una efectiva praxis cristiana.
El fundamento antropológico de la DSI.
Hemos dicho que la DSI es una disciplina teológica y como tal se basa en la fe y en la profesión de la Palabra de Dios. La humanidad ha sido penetrada por la presencia efectiva de un Dios encarnado que cuanto hombre se ha convertido en sujeto de esta humanidad sin dejar de ser Dios. Mediante la Encarnación, Dios ha dado a la humanidad y a la vida humana la dimensión que "quería dar al hombre desde sus comienzos."
Jesucristo se une a la humanidad otorgándole un impulso para superar sus propias limitaciones terrenales. Este "hombre nuevo" se erige en pos de este Cristo que vive en él, encarnado pero elevado por la fe. La acción del Espíritu promueve una nueva creación en el hombre, mientras que la trascendencia cristiana busca la verdadera liberación de toda la humanidad.
En este sentido la antropología cristiana integra cuerpo y espíritu de manera armónica siguiendo la promesa de aquél que ha surgido de entre los muertos y llama al nuevo hombre para que encare su cotidianeidad como hijo de Dios en todas sus dimensiones.
Dicho de otra manera, Jesús ha motivado al cristiano a discernir el problema del hombre hijo de un Dios que se hizo hombre para la Salvación universal. De esta manera el sentido de la persona humana en el mundo esta iluminado desde el misterio de la Encarnación.
La Doctrina Social de la Iglesia, encuentra en esta Buena Noticia la verdad sobre el hombre y arma el fundamento de su enseñanza. No cabe duda por qué, entonces, existe un fundamento antropológico en el planteo de la DSI.
ΏPuede un no cristiano adherir a la DSI y buscar su aplicación?
Una persona que no comparta las creencias cristiana puede efectivamente adherir a los principios formulados por la DSI. Este se explica fácilmente si se tiene en cuenta el enfoque práctico de esta disciplina en lo que respecta al tratamiento de los problemas humanos y su moral. Efectivamente si compartiese con la DSI el enfoque moral y si estuviese inmerso en la realidad que la DSI intenta transformar mediante la aplicación de principios y valores evangélicos no le serían ajenos los objetivos de la DSI. El no cristiano que persiga fines humanizantes y valores que enaltezcan al ser humano como tal y lo dignifiquen podría adherir a los juicios y las intenciones de la DSI aun cuando profesara otras ideologías y corriera el riesgo de absolutizar visiones parcializadas de la realidad humana y su problemática. Tal vez, la dificultad de su análisis radicaría precisamente en no contar con la ventaja universalista que la doctrina de la DSI otorga al planteo del hombre.
Los Derechos Humanos en la declaración de las Naciones Unidas y en la DSI.
No es ajena la Iglesia a las transformaciones que se producen constantemente en las estructuras sociales, políticas y económicas de la humanidad, lo que la coloca en una posición comprometida frente a la necesidad de trabajar en pos de la justicia denunciando los atropellos que sufren los más desprotegidos. Como el hombre, sujeto de derechos, es el centro de la sociedad, constituye también su fin. Para la DSI la dignidad de la persona humana radica en el hecho de ser creado a imagen y semejanza de Dios. Asimismo esta dignidad se integra en la tríada inteligencia conciencia libertad y se ilumina por la fe otorgándole verdadero valor a la vida humana mientras que esta asociada al misterio de la Encarnación y Redención de Jesucristo.
La DSI se compromete con la reivindación de los derechos del hombre, defendiendo y promoviendo un verdadero trabajo de sensibilización y concientización sobre ellos, explicitándolos en cuanta forma lo crea oportuno.
Ahora bien, mientras que para la DSI los derechos y deberes del hombre son "manifestaciones de un orden impreso por el Creador en lo más intimo de la Persona" cuyo único origen es Dios que con este proyecto trasciende a la naturaleza humana, mientras que para las declaraciones de Derechos creadas por el hombre como la de las Naciones Unidas la fuente y el origen de los derechos humanos es la simple adhesión de voluntades detrás de una enunciación de principios. Precisamente en el origen y fundamento del derecho radica la diferencia entre los dos planteos explicitadores de los derechos.
La solidaridad en la DSI y en la concepción biológica o naturalista.
Es propio del ser humano la necesidad de comunicarse y compartir experiencias con sus semejantes, necesita en-contrarse con el otro. Es "ser" humano "entre humanos". Y este encuentro es imprescindible para su subsistencia. Hasta tal punto es importante esta dimensión horizontal de la existencia humana que no podría concebirse ningún crecimiento social o personal sin acudir a esta interrelación constante.
Este principio de interdependencia persona-sociedad comprende el entramado de relaciones sociales en todos los niveles pensables. Desde una postura naturalista consideramos al hombre como un ser social que necesita de los otros para subsistir. La solidaridad surge como una natural forma de comportamiento frente a los otros miembros de la sociedad.
El hombre, que naturalmente intenta asociarse a sus congéneres los compromete en una relación de mutua dependencia señalada por la propia índole social del hombre que condiciona su desarrollo y por ende el de toda la sociedad.
Es decir que el desarrollo debe concretarse en las condiciones precisas de solidaridad y de libertad sin dejar de lado ninguna de ellas en ningún momento..
El principio de la solidaridad esta asociado, en la DSI al destino universal de los bienes. Este principio señala que la propiedad privada se basa en un derecho legítimo que debe situarse en el marco más general del bien común. Como Dios ha destinado los bienes para uso de todos los pueblos y de todos los hombres, debe procurarse que estos bienes lleguen a todos en forma equitativa desde una acción justa y bajo el amparo de la caridad. Sin depender de la forma de la propiedad adoptadas por la sociedad se debe contemplar el destino universal de los bienes para que el hombre haga uso de ellos sin considerarlos exclusivamente suyos. El principio de la solidaridad se opone a todo individualismo político y social y reafirma la búsqueda de la libertad de la persona en colaboración con los demás.
Por último, cuando la caridad verdadero distintivo de los cristianos ilumina a la solidaridad, ésta alcanza su plenitud.
Los principios de la DSI y la plena vigencia de la democracia.
He señalado cómo la DSI consagra los derechos del hombre con un fundamento sólido en la Encarnación de Jesucristo. Ahora proyectare este planteo sobre la forma democrática de asociación política. La verdadera convivencia social se sustenta en el respeto de los derechos humanos pilares de la dignidad humana y constituyentes de un orden impreso por el Creador en lo más intimo de la persona- que al ser explicitados en los foros sociales contribuye a su conocimiento y respeto.
Empero esta proclamación no es garantía por sí sola de su cumplimiento. En este punto la DSI, que no se detiene en el mero plano teórico de los principios se dedica a enjuiciar los comportamientos de las instituciones con el fin de lograr su transformación en pos de un desarrollo del hombre en sociedad. Se trata pues de lograr una verdadera promoción humana ennobleciéndola en las dimensiones natural y sobrenatural.
Esta preocupación por los hombres y su promoción contribuye a crear instituciones democráticas que atiendan a la persona tal cual creatura de Dios y poseedora de dignidad.
La misión de la DSI es ofrecer al sistema democrático una serie de juicios valorativos de la realidad que permitan adecuar el funcionamiento de las instituciones transformándolas en entidades capaces de dar respuesta efectiva a las problemáticas de la sociedad en el marco del respeto por los derechos esenciales del ser humano sobre todo en lo que hace a la libertad de su autorrealización.
La "opción por los pobres" del magisterio episcopal de América Latina.
El misterio de la muerte de Jesucristo -que se hizo pobre entre los pobres- le da sentido real a la "opción por los pobres" que propugna la DSI. Efectivamente Jesús se despojó de sí mismo tomando no sólo condición humana sino que lo hizo haciéndose pobre entre los hombres.
Si evangelizar es hacer lo que hizo Jesucristo, es un camino oportuno la opción por los más desprotegidos. Esta es precisamente la fundamentación evangélica que nos mueve a esta elección incondicional: hacer como Jesús.
En efecto, Jesús nació pobre, vivió pobre y murió de la misma manera hasta despojado de sus vestidos. Durante su vida manifestó una inclinación a favorecer a los más desposeídos con los que se identificó y esta preferencia por los carenciados es acorde con su misión salvadora.
Es necesario aclarar que los pobres no son sólo los que no poseen bienes materiales ya que "cualquier miseria humana atrae la compasión de Jesús" y lo hace sin sectarismos ni prejuicios. Asimismo la Iglesia, al optar por los pobres no cae en ningún particularismo sino que manifiesta la universalidad del ser. Los pobres constituyen el "sacramento del hombre" donde el Señor nos revela el designio del amor del Padre.
Autor:
Fernando Raúl Morro Cruellas
Profesor en Ciencias Sociales
Profesor en Psicopedagogía