En la Escuela, como en
el resto de nuestra sociedad nos
encontramos con adultos que al decir de Arminda Aberastury:
"se aferran al mundo de valores que
con triste frecuencia es el producto de un
fracaso interno y de un refugio en logros típicos de
nuestra sociedad alienada"
El adolescente defiende sus valores y desprecia lo que
quiere imponerle el adulto, más aún los siente como
una trampa de la que necesita escapar.
El sufrimiento, la contradicción, la
confusión, son de este modo inevitables. Ahora bien,
aunque estos trastornos pueden ser transitorios y elaborables, es
necesario preguntarse si gran parte de su dolor no podría
ser mitigado cambiando estructuras
familiares, escolares o sociales en general.
Los escritos sobre psicología del
adolescente no enfatizan generalmente las dificultades del adulto
para aceptar el crecimiento y la nueva relación con el
adolescente que busca su identidad
adulta.
El adolescente intenta planificar su vida, controlar los
cambios que se producen a su alrededor, necesita entender el
mundo externo y espera poder
adaptarlo a sus necesidades imperiosas.
Esto explica, por ejemplo, sus deseos e intentos de
reformar la sociedad en la que vive. La escuela como
ámbito social no escapa a esta premisa.
El adolescente intenta defenderse de los cambios
incontrolables de su interior y de su mismo cuerpo controlando el
mundo exterior.
Según esto al aparecer conductas transgresoras en
la escuela, deberíamos pensar en las posibles causas
reales, en el ámbito psicológico del sujeto. y no
quedarnos con un análisis superficial que necesariamente nos
lleva a un esquema estereotipado: norma – transgresión
– sanción
Por ende, debemos retomar la misma problemática:
la ausencia de reflexión profesional sobre la
psicología del adolescente, la cual parece estar reservada
a los agentes educadores cuya tarea especifica se relaciona con
la Psicología.
Inclusive, al observar los temarios de los cursos de
perfeccionamiento se aprecia una dedicación polarizada a
la actualización de los contenidos pero se centra poco el
interés
en la revisión de los conceptos básicos de la
psicología que se hubieron visto y estudiado en los
estudios terciarios.
De este análisis sobre las causas del fracaso
escolar surge la imperiosa necesidad de que los profesores,
preceptores, directivos etc., , refiriéndonos sólo
a la
educación sistemática, hagan un replanteo de
sus conocimientos sobre la psicología del adolescente en
el ámbito de su aplicación práctica o
áulica y sus fundamentaciones
científicas.
Esto provocará el derrumbe de muchos
tabúes, el destierro de algunas prácticas
erróneas y sobre todo acercará a los participantes
del proceso
educativo en una relación más
comprensiva.
En este punto deberíamos hacer un comentario
sobre la educación en los valores,
aspecto que necesariamente obviamos por su complejidad. No
obstante, reconocemos que la vivencia de valores por parte del
docente es fundamental para que se realice este aspecto del
proceso educativo.
La inserción del adolescente en la trama social
del adulto, acompañada de sus propias modificaciones
internas, y su plan de reformar
es lo que define su personalidad y
su ideología. Esto lo obliga a replantearse el
problema de los valore éticos, intelectuales
y afectivos, y conlleva el nacimiento de nuevos ideales y la
"adquisición" de la capacidad de lucha para
conseguirlos.
Esto le impone, a la vez, un desprendimiento: se dirige
del juego y
el aprendizaje
al enfrentamiento de la realidad activa que tiene en sus manos.
Se distancia del presente, se proyecta al futuro para
independizarse de la imagen de los
padres.
El adolescente debe formar, entonces un sistema de
teorías
e ideas, un programa al cual
aferrarse y también la necesidad de algo lo que pueda
descargar la ansiedad y los conflictos que
surgen de la ambivalencia entre el impulso al desprendimiento y
la tendencia a permanecer ligado.
Para solucionar transitoriamente esta crisis, el
adolescente huye del mundo exterior, busca refugio en la
fantasía, en el mundo interno, incrementa su narcisismo y
su sensación de prescindencia de lo externo.
Su hostilidad frente a los padres y educadores y el
mundo en general se expresa mediante su desconfianza, en su idea
de no ser comprendido y en su rechazo, a veces muy evidente de la
realidad.
La escuela es parte de esa realidad, como lo son los
docentes y
todo lo que ellos intentan transmitir El rechazo "natural" hacia
este bagaje cultural esta seguramente en los cimientos de la
violencia en
la escuela.
Cuando hablamos de violencia no nos referimos
sólo a sus manifestaciones más extremas sino
también a toda una gama de agresiones que van desde la
indiferencia hasta la agresión verbal o física.
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