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La música en la obra de Rubén Darío (página 2)



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La revolución
verbal del modernismo
afectó sobre todo a la prosodia, pues ciertamente el
prodigio de su exploración estriba en las posibilidades
rítmicas de nuestra lengua. El
interés
de los poetas modernistas por los problemas
métricos fue teórico y practico. Manuel
Gonzáles Prada descubría que los metros
castellanos, cualquiera que sea su extensión, están
formados por elementos binarios, ternarios y cuaternarios,
ascendentes o descendentes. Ricardo James Freyre señalaba
que se trata de periodos prosódicos no mayores de nueve
sílabas. Para ambos poetas el golpe del acento
tónico es el elemento esencial del verso. Ya Andrés
Bello había dicho en 1935, contra la opinión
predominante en España,
que cada unidad métrica está compuesta por
cláusulas prosódicas, semejantes a los pies de
griegos y romanos, sólo que determinados por el acento y
no por la cantidad silábica.

El modernismo reanuda entonces la tradición de la
versificación irregular, antigua como el idioma mismo,
según lo demostrara Pedro Henríquez Ureña.
Pero al contrario de otros movimientos, como los de la vanguardia,
las conclusiones teóricas no fueron el origen de la
reforma métrica modernista, sino la consecuencia natural
de su actividad poética. Por esa razón la novedad
del modernismo consistió en la invención o
redescubrimiento de metros, su originalidad se erige sobre la
resurrección del ritmo acentual: la resurrección
del endecasílabo anapéstico y el provenzal, la
ruptura de la división rígida de los hemistiquios
del alejandrino gracias al "encabalgamiento", la boga del
eneasílabo y el dodecasílabo, los cambios de
acentuación, la invención de versos largos (hasta
de veinte y más sílabas), la mezcla de medidas
distintas pero con una misma base silábica (ternaria o
cuaternaria), los versos amétricos, la vuelta a las formas
tradicionales como el cosante. En fin, podríamos decir que
la riqueza del ritmo modernista es única en nuestra
historia
literaria, y su reforma preparó la llegada del verso libre
y del poema en prosa, o prosema como lo conocemos hoy
día.

EL RITMO COMO LLAVE
DEL UNIVERSO
:

La revolución modernista no es más que la
profundización de una exploración que habían
iniciado ya los románticos y los simbolistas: el ritmo
como fuente de la creación poética y como llave del
universo. En
ese sentido podríamos decir que el modernismo es al
español lo
que los simbolistas al francés: reacción contra la
vaguedad y el facilismo en que derivaron los románticos, y
la búsqueda de un universo de correspondencias regido por
el ritmo, porque todo está cifrado, todo rima. La naturaleza, al
igual que el lenguaje,
se dice a sí misma en cada cambio; por
eso ser poeta no es ser dueño de la expresión sino
agente de la transmisión (intérprete, o traductor,
diría Gadamer) del ritmo, acá la imaginación
más alta es la analogía: "tout est
sensible
".

Esta manera de ver, oír y sentir el mundo se va a
expresar en términos psicológicos a través
de la sinestesia: una exasperación de los nervios, una
alteración de la psiquis; pero es la vez una experiencia
en la que participa el ser entero y por lo tanto se afirma el
mundo como realidad poética. Como lo dirá
perfectamente sintonizado Rubén
Darío: "Ama tu ritmo y ritma tus acciones" (Prosa profanas). A
través del ritmo se busca, ya no la salvación
cristiana o religiosa, sino la reconciliación entre
el hombre y el
cosmos. Así el modernismo se inicia como una estética del ritmo y desemboca en una
visión rítmica del universo. Por eso para Octavio Paz,
hay en el modernismo un doble descubrimiento: "… fue la
primera aparición de la sensibilidad americana en el
ámbito de la literatura hispánica;
e hizo del verso español el punto de confluencia entre el
fondo ancestral del hombre
americano y la poesía
europea
." (Paz, 1991).

RUBÉN
DARÍO: UN NUEVO LENGUAJE DE
MÚSICO MAYOR:

Ya lo sabemos: Darío fue el centro del
modernismo, su mayor "teórico", su gran promotor y su
mejor exponente; pero también fue su propio espectador y
su gran crítico: con él principia y con él
acaba. Pero no hay duda que todo eso debemos rastrearlo y
percibirlo en su propia poesía, en su torrente de ritmos,
estrofas animadas, imágenes
musicales.

Ya en Azul (Valparaíso, 1888; Guatemala,
1890), su primer libro y el
iniciador del modernismo, se anuncia el cortejo orquestal de la
música
dariana. Acá se percibe la idea de que las cosas tienen un
alma, como en
las religiones y
visiones mágicas del neolítico. En el poema
Venus, por ejemplo, encontramos la sinuosidad y la fluidez
como el agua que
busca su "profunda extensión". Es un poema negro y
blanco, espacio nocturno en cuyo centro de abre la gran flor
sexual: "como incrustado en ébano un dorado y divino
jazmín
". Es música interna, casi como un
Nocturno, creación cercana acaso a la Sonata, pero en la
quietud y misterio de la noche que no es alta sino honda donde
"Venus, desde el abismo, me miraba con triste
mirar
".

Prosas Profanas (Buenos Aires,
1896; París, 1901), va a ser su segundo libro y la
continuidad luminosa de su música. El título, que
es ya de por sí una desacralización (mezcla
deliberada entre lo litúrgico y el placer humano), es
realmente provocador para la época, pues llama prosas
(profanas) –remitiéndose a los himnos que se cantan
en las misas solemnes después del evangelio – a una
colección de poemas
eróticos. En el prólogo, de suyo escandaloso por la
ambigüedad conceptual y por su retórica rupturista,
sobre todo en lo que atañe a la libertad del
arte y su
gratuidad, recoge ya ese ideario musical que Rubén
preconiza con su misma poesía: "cada palabra tiene un
alma, hay en cada verso, además de la armonía
verbal, una melodía ideal. La música es sólo
de la idea, muchas veces
".

Antes había dicho que las cosas tienen un alma,
ahora que las palabras también la tienen. El lenguaje,
igual que la naturaleza y el cosmos, es un mundo animado, una
especie de música verbal, o de las almas, como
decía Mallarmé refiriéndose a la
Idea, antigua como el hombre, de que el universo es
sagrado y su orden es el de la música y la danza, porque
las cosas poseen un alma; se agrega ahora el de las palabras con
alma, entonces el orden del lenguaje es el orden del universo: la
danza, la armonía (Ama tu ritmo…). El lenguaje es
el doble mágico del universo. Por la poesía el
lenguaje recupera su ser original, vuelve a ser música,
que no quiere decir música ideal (de las ideas) sino que
las ideas, realidades de realidades como en Platón,
en esencia son música. Así se armoniza el mundo:
todo posee un alma y su propia armonía, o su
correspondiente forma rítmica.

Sin embargo el lenguaje, aunque sea sagrado por
participar en la animación armónica del universo,
al igual que el hombre es también contingente, por lo
tanto discordante. Porque hay una distancia entre el ser y la
cosa nombrada, en esa distancia el significado es consecuencia de
la separación entre el mundo y el hombre, o si se quiere
el lenguaje es expresión de la conciencia de
sí, que es conciencia de la caída. La
significación hace que el poema se torne prosa: descripción e interpretación del mundo. Y aunque
Darío no formuló lo anterior tan claramente como lo
podemos interpretar de la mano de Gadamer, como lo subraya
Octavio Paz, "toda su poesía y su actitud vital
revelan los dos extremos de la palabra: la música y el
significado. Por lo primero, el poeta es ‘de la raza que
vida con los números pitagóricos crea’
;
por lo segundo, es ‘la conciencia de nuestro humano
cieno’
". (Op cit. 1991).

En Prosas profanas la unidad del libro se la da
el acento, no su contenido o su espiritualidad, o el tema
único como en Les fleurs du mal, o de Leaves of
grass.
Esa unidad de acento es un prodigioso repertorio de
ritmos, formas, sensaciones, colores, como
expresando la
metamorfosis de una sensibilidad. La música se hace
presente desde el primer poema: "… e iban frases vagas y
tenues suspiros / entre los sollozos de los violoncelos
";
"Sobre la terraza, junto a los ramajes, / diríase un
trémolo de lirias eolias…
"; "La orquesta perlaba
sus mágicas notas; / un coro de sones alados se
oía; galantes pavanas, fugaces gavotas / cantaban los
dulces violines de Hungría.
" Las innovaciones
métricas y verbales impresionaron a casi todos los poetas
de la época, tanto que más tarde los
epígonos se degradaron y lograron que esa música
nos pareciera empalagosa. Por lo demás, como ya lo
señalamos, hay un erotismo vigoroso, una melancolía
viril, un espasmo ante el latir y vibrar del mundo. Es
poesía del placer pero sin evitar la pena y el dolor.
La mujer con
todas sus formas y erotismo pasional es el personaje que fascina
al poeta en este libro: se "vuelve gata que se encorva" y
al desatar sus trenzas asoman bajo su camisa "dos cisnes de
negros cuellos
". Ese erotismo en el "Coloquio de los
centauros" se convierte en reflexión sobre su
poética: "toda forma es un gesto, una cifra, un
enigma
". Es música de este mundo y de otros mundos,
seguramente por ello extraña (hoy probablemente
añeja, artificiosa y amanerada), pero a la vez familiar:
"luz negra que es más luz que la luz
blanca
" (Alaba los ojos negros de Julia). Esa
música se expresa ya en alguno de los títulos de
los poemas: Sonatina, Canción de carnaval,
Ama tu ritmo, Yo persigo una forma…, etc.
Precisamente en este último poema, el cual cierra el
libro, siendo quizás uno de los poemas mejor logrados de
la obra dariana, se encierra toda la poética
romántica y simbolista con sus ansias de infinito y de
belleza absoluta, que solo puede ser sugerida. Más ritmo
que cuerpo, esa forma que persigue es femenina: es la naturaleza,
por tanto la mujer.

Después de este libro Darío publica
Cantos de vida y esperanza (Madrid, 1905 )
al cual se considera, casi por unanimidad, su mejor libro. En
este poemario no hay ruptura con el anterior, aparecen nuevos
temas ciertamente, como el antiimperialismo, es decir
poesía de inspiración política e
histórica (Salutación del optimista, A
Roosevelt
, etc.), pero la expresión es continua,
solamente que más rigurosa y sobria. Las innovaciones
rítmicas son más libres y osadas aún. Es
este el Darío del lenguaje en perpetuo movimiento
donde la sorpresa, la soltura y la fluidez siempre nos
sorprenderán. Aparece además la
comunicación perfecta entre el lenguaje escrito y el
hablado como en la Epístola a la señora de
Lugones, que se publicará más tarde en El canto
errante
(Madrid, 1907).

La dualidad que se expresaba en Prosas profanas,
la forma que perseguía y no encontraba su estilo, se nos
aparece ya desde el primer poema (Yo soy aquel que ayer no mas
decía
) de este nuevo libro como una confesión y
una declaración de que esa dualidad es una escisión
del alma. Las imágenes brotan entonces desde la
intuición dariana del cosmos: el sol y el mar
rigen el movimiento de su imaginación, siempre aparece un
espacio aéreo o acuático. Según Octavio Paz,
(op.cit. p. 31), el primero es el mundo incorruptible de la
música, las ideas, los números: el segundo el de
las pasiones, el corazón,
la mujer, el vino. Son también los principios
masculino y femenino. Para obtener la armonía entre estos
dos espacios, la poesía es el puente, el arte tiende ese
puente entre ambos universos: las hojas y ramas del bosque se
convierten en instrumentos
musicales. Así la poesía es
reconciliación, inmersión en la armonía del
gran Todo, y al mismo tiempo
purificación ("el alma que entre allí debe ir
desnuda
").

En términos musicales se hace evidente de nuevo
la música con todos sus instrumentos y sus notaciones en
poemas tan explícitos como la Marcha triunfal,
Canción de otoño en primavera,
etc.

COLOFÓN:

Podríamos concluir diciendo que la poesía
de Darío, su propuesta estética, ciertamente es una
música de la palabra que ha quedado fijada en el devenir
de la poesía hispanoamericana como un hito insoslayable de
nuestra creación literaria. Pero igual debemos decir, a
partir de las iluminaciones de Octavio Paz, que la propuesta,
más bien la ruptura y el aporte presentes en la obra
dariana, posee un carácter de conocimiento
práctico y mágico, es una suerte de Orfismo, pero
que no excluye a Cristo (como nostalgia, no como presencia) ni a
ninguna experiencia vital y espiritual del hombre. Constantino
Láscaris, el recordado filósofo costarricense,
decía que Darío era pagano en su vida y
"cristiano", o religioso, por el temor a la muerte.
Nada más certero. En cualquier caso su poesía,
ejemplo perdurable de creación titánica y
armonía constante, aspira a la transfiguración, la
reconciliación y a una totalidad
cósmica.

BIBLIOGRAFÍA:

Anderson Imbert, Enrique. Rubén Darío
Poeta
. Fondo de Cultura
Económica, México
1952.

Gadamer, Hans-George. Arte y verdad de la
palabra
. Paidós, Barcelona, 1ra. Edición
1998.

Paz, Octavio. "El caracol y la sirena",
Cuadrivio. Seix Barral, Barcelona, 1991.

Rama, Ángel. Rubén Darío,
Poesía
. Biblioteca
Ayacucho, Caracas, 1977.

Tunnermann Bernheim, Carlos. "La Paideia en
Rubén Darío; una aproximación"
,
"Rubén Darío y la ‘generación del
98’"
, en Valores de la cultura
nicaragüense
. Ediciones del Centro Nicaragüense de
Escritores, Managua, 2000.

 

 

Autor:

Adriano Corrales Arias.

Partes: 1, 2
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