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Las preferencias del consumidor



Partes: 1, 2

    1. Las preferencias del
      consumidor
    2. Supuestos sobre las
      preferencias
    3. Ejemplos de
      preferencias
    4. La
      relación marginal de
      sustitución
    5. Otras
      interpretaciones de la RMS
    6. Relación
      marginal de sustitución y las
      preferencias
    7. Resumen
    8. Bibliografía

    Los objetivos que
    elige el consumidor se
    denominan cestas de consumo. Éstas consisten en una
    lista completa de los bienes y los
    servicios a
    que se refiera el problema de elección que estemos
    investigando. Debe subrayarse la palabra "completa": cuando
    analizamos el problema de elección de un consumidor,
    debemos asegurarnos de que incluimos todos los bienes pertinentes
    en la definición de la cesta de consumo.

    Si analizamos la elección del consumidor en el
    plano más general, necesitamos no sólo una lista
    completa de los bienes que podría consumir, sino
    también una descripción de cuándo, dónde
    y en qué circunstancias podría obtenerlos.
    Después de todo, a los individuos les preocupa saber
    cuántos alimentos
    tendrán mañana tanto como saber cuántos
    tienen hoy. Una balsa en medio del océano Atlántico
    es muy diferente de una balsa en medio del desierto del Sahara y
    un paraguas en un día lluvioso es un bien muy diferente de
    un paraguas en un día soleado. A menudo es útil
    considerar que un "mismo" bien consumido en dos lugares o
    circunstancias distintas equivale a dos bienes distintos, ya que
    el consumidor puede valorarlo de forma diferente en esas
    situaciones.

    Sin embargo, cuando centramos la atención únicamente en un sencillo
    problema de elección, normalmente los bienes relevantes
    son bastantes obvios. Muchas veces adoptaremos la idea descrita
    anteriormente de utilizar sólo dos bienes y de llamar a
    uno de ellos "todos los demás bienes". De esa forma
    podremos analizar elecciones de consumo que afecten a muchos
    bienes y utilizar gráficos de dos dimensiones.

    Imaginemos, pues, que nuestra cesta de consumo
    está formada por dos bienes y que x1
    representa la cantidad de uno de ellos y x2 la
    del otro. Por lo tanto, la cesta de consumo completa es
    (x1, x2). Como
    señalamos anteriormente, de vez en cuando representaremos
    esta cesta de consumo mediante la abreviatura
    X.

    • Las
      preferencias del consumidor

    Supongamos que dadas dos cestas de consumo cualesquiera,
    (x1, x2) y (y1,
    y2), el consumidor puede ordenarlas según su
    atractivo. Es decir que una de ellas es estrictamente mejor que
    la otra o bien que le son indiferentes.

    Utilizaremos el símbolo > para indicar
    que una cesta se prefiere estrictamente a otra, por lo que
    debe interpretarse que (x1,
    x2) > (y1, y2)
    significa que el consumidor prefiere estrictamente
    (x1, x2) a (y1,
    y2), en el sentido de que le gusta más la cesta
    x que la y. Esta relación de preferencia
    pretende ser un concepto
    básico. Si el consumidor prefiere una cesta a otra,
    significa que elegirá la que prefiere, si tiene
    posibilidad de hacerlo. Por lo tanto, la idea de la preferencia
    se basa en la conducta del consumidor. Para saber si
    éste prefiere una cesta a otra, observamos cómo se
    comporta en situaciones en las que hay que elegir entre dos
    cestas. Si siempre elige la (x1,
    x2) cuando existe la (y1,
    y2), es natural decir que prefiere la
    (x1, x2) a la (y1,
    y2).

    Si al consumidor le resulta indiferente elegir
    una u otra de las dos cestas e bienes, utilizamos el
    símbolo ~ y escribimos (x1,
    x2) ~ (y1, y2).
    Esto significa que, de acuerdo con sus propias preferencias,
    cualquiera de las dos cestas satisfaría igualmente al
    consumidor.

    Si el individuo
    prefiere una de las dos cestas o es indiferente entre ellas,
    decimos que prefiere débilmente la
    (x1, x2) a la (y1,
    y2), y escribimos (x1,
    x2) ≥ (y1,
    y2).

    Estas relaciones de preferencia estricta, preferencia
    débil e indiferencia no son conceptos independientes, las
    propias relaciones están relacionadas entre sí. Por
    ejemplo, si (x1, x2) ≥
    (y1, y2) y (y1, y2),
    podemos concluir que (x1, x2)
    ~ (y1, y2). Es decir, si el
    consumidor piensa que la cesta (x1,
    x2) es al menos tan buena como la
    (y1, y2) y que la (y1,
    y2), es al menos tan buena como la
    (x1, x2), debe ser
    indiferente entre las dos cestas de bienes.

    Del mismo modo, si (x1,
    x2) ≥ (y1, y2), pero
    sabemos que no se da (x1, x2)
    ~ (y1, y2), podemos concluir que
    (x1, x2) > (y1,
    y2), lo que significa simplemente que si el consumidor
    piensa que la cesta (x1, x2)
    es al menos tan buena como la (y1, y2) y no
    es indiferente ante las dos, debe ser que piensa que la
    (x1, x2) es estrictamente
    mejor que la (y1, y2).

    • Supuestos
      sobre las preferencias

    Los economistas suelen partir de algunos supuestos sobre
    la "compatibilidad" de las preferencias de los consumidores. Por
    ejemplo, parece poco razonable – por no decir
    contradictoria – una situación en la que
    (x1, x2) > (y1,
    y2) y, al mismo tiempo,
    (y1, y2) > (x1,
    x2), pies significaría que el consumidor
    prefiere estrictamente la cesta X a la Y… y
    viceversa.

    Por esa razón, normalmente los economistas parten
    de una serie de supuestos sobre las relaciones de preferencia.
    Algunos son tan importantes que podemos llamarlos "axiomas" de la
    teoría
    del consumidor. He aquí tres de ellos. Decimos que las
    preferencias son:

    Completas. Suponemos que es posible comparar dos
    cestas cualesquiera. Es decir, dada cualquier cesta X y cualquier
    cesta Y, suponemos que (x1,
    x2) ≥ (y1, y2) o
    (y1, y2) ≥ (x1,
    x2) o las dos cosa, en cuyo caso, el consumidor
    es diferente entre las dos cestas.

    Reflexivas. Suponemos que cualquier cesta es al
    menos tan buena como ella misma; (x1,
    x2) ≥ (y1,
    y2).

    Transitivas. Si (x1,
    x2) ≥ (y1, y2) y
    (y1, y2) ≥ (z1,
    z2), suponemos que (x1, x2) ≥
    (y1, z2). En otras palabras, si el
    consumidor piensa que la cesta X al menos tan buena como la Y y
    la que la Y al menos tan buena como la Z, piensa que la X es la
    menos tan buena como la Z.

    El primer axioma, la completitud, es difícilmente
    criticable, al menos en el caso de los tipos de elecciones que
    suelen analizar los economistas. Decir que pueden compararse dos
    cestas cualesquiera es decir simplemente que el consumidor es
    capaz de elegir entre dos cestas cualesquiera. Cabría
    imaginar situaciones extremas que implicaran elecciones de vida o
    muerte en las
    que la ordenación de las opciones fuera difícil o
    incluso imposible, pero estas elecciones quedan, en su mayor
    parte, fuera del domino del análisis económico.

    El segundo axioma, la reflexividad, es trivial. Una
    cesta cualquiera es, ciertamente tan buena, como una cesta
    idéntica. Las personas que tienen hijos pequeños a
    veces observan en ellos conductas que violan este supuesto, pero
    parece probable en la conducta de la
    mayoría de los adultos.

    El tercer axioma, transitividad, plantea más
    problemas. No
    está claro que las preferencias deban tener
    necesariamente esta propiedad. El
    supuesto de que son transitivas no parece evidente desde un punto
    de vista puramente lógico, y, de hecho, no lo es. La
    transitividad es una hipótesis sobre la conducta de los
    individuos en sus elecciones y no una afirmación puramente
    lógica.
    Sin embargo, no importa que sea o no un hecho lógico
    básico; lo que importa es que sea o no una
    descripción razonablemente exacta del comportamiento
    de los individuos.

    ¿Qué pensaríamos de una persona que
    dijera que prefiere la cesta X a la Y y la Y a la Z, pero que
    también dijera que prefiere la Z a la X? Desde luego, lo
    consideraríamos como prueba de una conducta
    peculiar.

    Y lo que es más importante, ¿cómo
    se comportaría este consumidor si tuviera que elegir entre
    las tres cestas X, Y y Z? Si le pidiéramos que eligiera la
    que prefiere, tendría un serio problema, pues cualquiera
    que fuese la cesta que eligiera, siempre preferiría otra.
    Si queremos tener una teoría en la que los individuos
    tomen las "mejores" decisiones, las preferencias deben satisfacer
    el axioma de la transitividad o algo muy parecido. Si las
    preferencias no fueran transitivas, podría muy haber un
    conjunto de cestas tal que ninguna de las elecciones fuera la
    mejor.

    Partes: 1, 2

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