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La religión de Dios (página 4)




Enviado por jesus gonzalez garcia



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Una civilización en continuo
progreso:

En estos párrafos se halla implícita una
perspectiva que representa la característica más
desafiante de la exposición
de Bahá'u'lláh sobre la función de
la Manifestación de Dios. La Revelación Divina,
declara Él, es la fuerza motriz
de la civilización. Cuando tiene lugar esa
Revelación, su efecto transformador sobre las mentes y las
almas de los que responden a ella es reproducido en la nueva
sociedad que
va tomando forma paulatinamente en torno a esa
experiencia. Aparece un nuevo foco de lealtad que puede lograr el
compromiso de pueblos de muy diversas culturas; la música y las artes
utilizan símbolos que transmiten unas aspiraciones
mucho más ricas y maduras; una nueva y radical
definición de los conceptos de lo correcto y lo
erróneo hace posible la formulación de nuevos
códigos de leyes civiles y
de conducta; se
crean nuevas instituciones
con el propósito de dar expresión a los impulsos de
responsabilidad moral que
anteriormente eran ignorados o desconocidos: "Estaba en el mundo
y el mundo fue hecho por él . A medida que la nueva
cultura
evoluciona hacia una civilización, asimila los logros e
ideas de épocas pasadas en una multitud de nuevas
combinaciones. Las características de antiguas culturas
que no pueden ser incorporadas se atrofian o son adoptadas por
elementos marginales de la población. La Palabra de Dios crea nuevas
posibilidades tanto en la conciencia
individual como en las relaciones
humanas.

Toda palabra que emana de la boca de Dios está
dotada de tal potencia que
puede infundir nueva vida en cada estructura
humana. Todas las maravillosas obras que contempláis en
este mundo han sido manifestadas mediante la acción
de Su suprema y exaltada Voluntad, Su maravilloso e inflexible
Propósito. En cuanto es pronunciada esta resplandeciente
palabra, sus energías animadoras, agitándose dentro
de todas las cosas creadas, dan nacimiento a los medios e
instrumentos con los que tales artes pueden producirse y
perfeccionarse. En los días venideros, veréis por
cierto cosas de las que jamás habéis oído. Cada
letra que procede de la boca de Dios es verdaderamente una letra
madre y cada palabra pronunciada por Aquel que es la Fuente de la
Revelación Divina es una palabra madre.
La sucesión de Revelaciones Divinas, afirma el Báb,
es "un proceso que no
ha tenido principio ni tendrá fin." Aunque la misión de
cada una de las Manifestaciones está limitada en el
tiempo y en
las funciones que
realiza, es una parte integral de un desarrollo
continuo y progresivo del poder y la
voluntad de Dios:

Contempla con tu vista interior la cadena de
Revelaciones sucesivas que ha vinculado a la Manifestación
de Adán con la del Báb. Atestiguo ante Dios que
cada una de estas Manifestaciones ha sido enviada por la
acción de la Voluntad y Propósito Divinos, que cada
una ha sido portadora de un mensaje determinado, que a cada una
le ha sido confiado un Libro
divinamente revelado. La medida de la Revelación con la
que cada una de ellas ha sido identificada había sido
preordenada con precisión.

Finalmente, a medida que una civilización en
continua evolución agota sus fuentes
espirituales, empieza un proceso de desintegración, al
igual que ocurre en el mundo de los fenómenos. Volviendo
otra vez a las analogías que ofrece la naturaleza,
Bahá'u'lláh compara esta pausa en el desarrollo de
la civilización con la llegada del invierno. Disminuye
tanto la vitalidad moral como la cohesión social. Los
desafíos, que se hubieran superado en etapas anteriores o
se hubieran convertido en oportunidades para la investigación y el éxito,
se convierten en barreras insuperables. La religión pierde su
relevancia y la inquietud renovadora va interrumpiéndose
progresivamente, haciendo cada vez más profundas las
divisiones sociales. La incertidumbre sobre el significado y
valor de la
vida genera cada vez más ansiedad y confusión.
Refiriéndose a esta condición de nuestra propia
época, Bahá'u'lláh dice:

Percibimos perfectamente cómo toda la raza humana
está rodeada de grandes e incalculables aflicciones. La
vemos languidecer en su lecho de enfermo, severamente atribulada
y desilusionada. Los que están embriagados de orgullo se
han interpuesto entre ella y el divino e infalible Médico.
Atestiguad cómo han envuelto a todos los hombres,
incluidos ellos mismos, en la red de sus artificios. No
pueden descubrir la causa de la enfermedad, ni tampoco poseen
conocimiento
alguno del remedio. Han concebido que lo recto es torcido y han
imaginado que su amigo es un enemigo.

Cuando cada uno de los impulsos divinos se ha cumplido,
el proceso se repite. Una nueva Manifestación de Dios
aparece con una medida más plena de la inspiración
divina para la siguiente etapa del despertar y del proceso
civilizador de la humanidad:

Considera la hora en que la suprema Manifestación
de Dios se revela a los hombres. Hasta la llegada de esa hora, el
Antiguo Ser, que permanece todavía desconocido a los
hombres y no ha dado aún expresión a la Palabra de
Dios es, Él Mismo, el Omnisciente en un mundo en el que no
hay ningún hombre que Le
haya conocido. Él en verdad es el Creador sin una
creación. Éste es de hecho el Día del que se
ha escrito: "¿De quién será el Reino en este
Día?" ¡Y no se encuentra a nadie dispuesto a
contestar!

Hasta que una parte de la humanidad comienza a responder
a la nueva Revelación y un nuevo paradigma
espiritual y social empieza a tomar forma, la gente subsiste
espiritual y moralmente con los últimos vestigios de los
dones divinos anteriores. Las tareas rutinarias de la sociedad
pueden seguir haciéndose o no; las leyes se pueden
obedecer o incumplir; las tentativas políticas
y sociales pueden funcionar o fracasar; pero las raíces de
la fe -sin las cuales ninguna sociedad puede durar
indefinidamente- se han secado. En el "fin del tiempo", el "fin
del mundo", los que están despiertos espiritualmente
comienzan a volverse de nuevo hacia la Fuente creativa. No
importa cuán torpe o molesto pueda ser el proceso, no
importa lo poco elegantes o desafortunadas que sean algunas de
las opciones consideradas, tal búsqueda es una respuesta
instintiva a la constatación de que se ha abierto un
inmenso abismo en la vida ordenada de la humanidad. Los efectos
de la nueva Revelación, dice Bahá'u'lláh,
son universales y no limitados a la vida y enseñanzas de
la Manifestación de Dios, que es el eje central de la
Revelación. Aunque no se comprendan, estos efectos
impregnan cada vez más los asuntos humanos, revelando las
contradicciones existentes en las creencias populares y en la
sociedad, e intensificando la búsqueda de una mayor
comprensión.

La sucesión de las Manifestaciones es un hecho
consustancial a la creación, declara
Bahá'u'lláh, y continuará durante toda la
vida del mundo: "Dios ha enviado a sus Mensajeros para que
sucedan a Moisés y Jesús y continuará
haciéndolo hasta 'el fin que no tiene fin.

El Día de Dios:

¿Cuál es, según
Bahá'u'lláh, la meta de la
evolución de la conciencia humana? En la perspectiva de la
eternidad, el propósito de esta evolución es que
Dios viera, cada vez con más nitidez, el reflejo de Sus
perfecciones en el espejo de Su creación y que, en
palabras de Bahá'u'lláh: cada hombre pueda
atestiguar en sí mismo, por sí mismo y en la
posición de la Manifestación de su Señor,
que verdaderamente no hay otro Dios salvo Él y que cada
hombre pueda alcanzar así su camino hacia la cumbre de las
realidades, hasta que nadie contemple cosa alguna, cualquiera que
sea, sin ver en ella a Dios.

En el contexto de la historia de la
civilización, el objetivo de la
sucesión de las Manifestaciones divinas ha sido preparar
la conciencia humana para la unificación de la humanidad
como una sola especie, más aún, como un
único organismo capaz de asumir la responsabilidad de su
futuro colectivo: "Aquel que es vuestro Señor, el Todo
Misericordioso", dice Bahá'u'lláh, "atesora en Su
corazón
el deseo de ver a toda la raza humana como una sola alma y un solo
cuerpo." Hasta que la humanidad no haya aceptado su unidad
orgánica no podrá ni siquiera afrontar sus
desafíos inmediatos, mucho menos aquellos que le aguardan
en el futuro: "El bienestar de la humanidad", reitera
Bahá'u'lláh, "su paz y seguridad son
inalcanzables a menos y hasta que su unidad sea firmemente
establecida." Sólo una sociedad mundial unificada puede
proporcionar a sus hijos el sentido de seguridad interior
implícito en una de las oraciones de
Bahá'u'lláh a Dios: "Cualquier deber que Tú
hayas prescrito a Tus siervos de ensalzar al máximo Tu
majestad y gloria es sólo una muestra de Tu
gracia hacia ellos, a fin de que les sea posible ascender a la
posición conferida a su propio ser interior, la
posición del conocimiento de sí mismos.

Paradójicamente sólo consiguiendo la
verdadera unidad puede la humanidad cultivar plenamente su
diversidad e individualidad. Esta es la meta a la que han servido
las misiones de todas las Manifestaciones de Dios conocidas en la
historia, el Día de "un solo rebaño y un solo
pastor. Su consecución, afirma Bahá'u'lláh,
es la etapa de la civilización a la que se aproxima la
humanidad.
Una de las analogías más sugerentes, que se
encuentra en los escritos no sólo de
Bahá'u'lláh sino también con anterioridad en
los del Báb, es la comparación entre la
evolución de la raza humana y la vida del ser humano
individual. La humanidad ha pasado por etapas en su desarrollo
colectivo que recuerdan los períodos de la infancia y la
adolescencia
en el proceso de maduración de sus miembros individuales.
Estamos experimentando ahora los comienzos de nuestra madurez
colectiva, dotada con nuevas capacidades y oportunidades de las
que apenas si tenemos la más mínima conciencia.
Desde esta perspectiva, no es difícil comprender la
primacía dada en las enseñanzas de
Bahá'u'lláh al principio de la unidad. La unidad de
la humanidad es el tema central de la era que ahora comienza, la
norma con la que deben ser probadas todas las propuestas para el
progreso de la humanidad. Hay sólo una raza humana,
insiste Bahá'u'lláh; las nociones heredadas de que
un grupo
étnico o racial es de algún modo superior al resto
de la humanidad no tienen fundamento. De igual manera, ya que
todos los Mensajeros de Dios han servido como agentes de la
única Voluntad Divina, Sus revelaciones son un legado
colectivo a toda la raza humana; cada persona de
la Tierra es
heredera legítima de la totalidad de esa tradición
espiritual. La insistencia en los prejuicios de cualquier tipo no
sólo está dañando los intereses de la
humanidad, sino que también es una violación de la
Voluntad de Dios para esta época:

¡OH pueblos y razas contendientes de la Tierra!
Dirigid vuestros rostros hacia la unidad y dejad que el fulgor de
su luz brille sobre
vosotros. Reuníos y, por amor a Dios,
decidíos a extirpar todo lo que sea fuente de discordia
entre vosotros. No puede haber duda alguna de que los pueblos del
mundo, de cualquier raza o religión, derivan su
inspiración de una única Fuente celestial y son los
súbditos de un solo Dios. La diferencia entre las
ordenanzas a las que están sometidos debe ser atribuida a
los requisitos y exigencias variables de
la época en la que fueron reveladas. Todas ellas, excepto
unas pocas que son producto de la
perversidad humana, fueron ordenadas por Dios y son el reflejo de
Su Voluntad y Propósito. Levantaos y, armados con el poder
de la fe, despedazad los dioses de vuestras vanas imaginaciones,
los sembradores de disensión entre vosotros.

El tema de la unidad está presente en todos los
escritos de Bahá'u'lláh: "El tabernáculo de
la unidad ha sido levantado; no os miréis unos a otros
como extraños." "Asociaos con los seguidores de todas las
religiones en un
espíritu de amistad y
fraternidad." "Sois los frutos de un solo árbol y las
hojas de una misma rama."

El proceso a través del cual la humanidad ha
alcanzado su mayoría de edad se ha producido dentro de la
evolución de la
organización social. Comenzando con la unidad familiar
y sus diferentes ramificaciones, la raza humana ha desarrollado
con distintos grados de éxito sociedades
basadas en el clan, la tribu, la ciudad-estado y
más recientemente la nación.
Con esta progresiva ampliación y complejidad del entorno
social, el potencial humano ha encontrado a la vez un
estímulo y un terreno para su desarrollo. Y este
desarrollo ha provocado constantemente, a su vez, nuevas
modificaciones en la estructura
social. La mayoría de edad de la humanidad debe traer
consigo, por tanto, una transformación total del orden
social. La nueva sociedad debe ser capaz de abrazar a toda la
diversidad de la raza humana y de beneficiarse de la amplia
variedad de talentos y visiones que son el fruto de miles de
años de experiencia cultural:

Este es el Día en el que los más
excelentes favores de Dios han sido derramados sobre los hombres,
el Día en el que Su poderosísima gracia ha sido
infundida en todas las cosas creadas. Incumbe a todos los pueblos
del mundo reconciliar sus diferencias y morar en perfecta unidad
y paz bajo la sombra del Árbol de Su cuidado y amorosa
bondad. Pronto el orden actual será enrollado y uno nuevo
desplegado en su lugar. Ciertamente, vuestro Señor dice la
verdad y es el Conocedor de cosas no vistas.

El principal instrumento para la transformación
de la sociedad y el logro de la unidad mundial, asegura
Bahá'u'lláh, es el establecimiento de la justicia en
los asuntos humanos. Este tema tiene un lugar central en Sus
enseñanzas:

La luz de los hombres es la Justicia. No la
extingáis con los vientos contrarios de la opresión
y la tiranía. El propósito de la justicia es la
aparición de la unidad entre los hombres. El océano
de la sabiduría divina fluyó dentro de esta
exaltada palabra, en tanto que los libros del
mundo no pueden contener su significado íntimo.

En Sus escritos posteriores, Bahá'u'lláh
desarrolló las implicaciones de este principio para la
edad de la madurez de la humanidad. Él afirma que "las
mujeres y los hombres han sido y serán siempre iguales a
los ojos de Dios," y el progreso de la civilización exige
que la sociedad organice sus asuntos de manera que se refleje
plenamente este hecho. Los recursos de la
Tierra son propiedad de
toda la humanidad y no de un determinado pueblo. Las diferentes
contribuciones al bienestar económico común merecen
y deben recibir diferentes medidas de recompensa y
reconocimiento, pero los extremos de riqueza y pobreza que
afligen a la mayoría de las naciones de la Tierra, sin
considerar las filosofías socioeconómicas que
profesen, deben ser abolidos

Citas de los escritos
baháis sobre la
religión:

Aquellos que poseen riqueza y están investidos
con autoridad y
poder deben mostrar el más profundo respeto por la
religión. En verdad, la religión es una luz
radiante y una fortaleza inexpugnable para la protección y
el bienestar de los pueblos del mundo, porque el temor de Dios
impulsa al hombre a sujetarse a lo que es bueno y a evitar todo
mal. Si se oscureciera la lámpara de la religión,
sobrevendría el caos y la confusión, y las luces de
la imparcialidad y la justicia, de la tranquilidad y la paz
cesarían de brillar. De ello será testigo todo
hombre de verdadero entendimiento. Tablas de
Bahá'u'lláh reveladas después del
Kitáb-i-Aqdas, pág144.
Hemos ordenado a toda la humanidad establecer la Paz Menor, el
más seguro de todos
los medios para la protección de la humanidad. Los
soberanos del mundo, de común acuerdo, deberían
aferrarse a ella, pues éste es el supremo instrumento que
puede garantizar la seguridad y bienestar de todos los pueblos y
naciones. Verdaderamente, ellos son las manifestaciones del poder
de Dios y las auroras de su autoridad. Imploramos al Todopoderoso
que munífica mente les asista en aquello que conduzca al
bienestar de sus súbditos. Una explicación completa
referente a este tema ha sido anteriormente escrita por la Pluma
de Gloria; bienaventurados los que actúan conforme a ella.
Tablas de Bahá'u'lláh reveladas después del
Kitáb-i-Aqdas, págs. 144-145.
El propósito de la religión, como ha sido revelado
desde el cielo de la Santa Voluntad de Dios, es el de establecer
la unidad y concordia entre los pueblos del mundo; no
hagáis de ella causa de lucha y discordia. La
religión de Dios y su divina ley son los
más potentes instrumentos, y el más seguro de todos
los medios, para el amanecer de la luz de la unidad entre los
hombres. El progreso del mundo, el desarrollo de las naciones, la
tranquilidad de los pueblos y la paz de todos los que moran en la
tierra se hallan entre los principios y
ordenanzas de Dios. La religión otorga al hombre el
más preciado de los dones, ofrece la copa de la
prosperidad, imparte vida eterna y derrama beneficios
imperecederos a la humanidad. Corresponde a los jefes y
gobernantes del mundo, y en particular a los Fideicomisarios de
la Casa de Justicia de Dios, esforzarse al máximo de su
poder para salvaguardar su posición, promover sus
intereses y exaltar su Estado ante los ojos del mundo. De igual
modo, es de su incumbencia informarse de las condiciones de los
súbditos y familiarizarlos con los asuntos y actividades
de las diversas comunidades en sus dominios. Exhortamos a las
manifestaciones del poder de Dios -los soberanos y gobernantes de
la tierra- a levantarse y hacer todo lo que esté en su
poder para que quizá puedan erradicar la discordia en este
mundo e iluminarlo con la luz de la concordia. Tablas de
Bahá'u'lláh reveladas después del
Kitáb-i-Aqdas, págs. 149-150.
Nuestra esperanza es que los jefes religiosos del mundo y sus
gobernantes se levanten unidos para reformar esta edad y
rehabilitar su destino. Que tomen consejo juntos después
de haber meditado sobre sus necesidades y, a través de
deliberación ferviente y plena, administren, a un mundo
enfermo y penosamente afligido, el remedio que requiere.
El Gran Ser dice: El cielo de la sabiduría divina
está iluminado con las dos luminarias de la consulta y la
compasión. En todos los asuntos tomad consejo juntos, por
cuanto la consulta es la lámpara de guía que
alumbra el camino y es la que confiere entendimiento. Tablas de
Bahá'u'lláh reveladas después del
Kitáb-i-Aqdas, pág. 196.
Tomad consejo junto y ocupaos sólo de lo que beneficie a
la humanidad y mejore su condición… Considerad al mundo
como al cuerpo humano
que, aunque creado sano y perfecto, ha sufrido, por diversas
causas, graves trastornos y enfermedades. Ni un solo
día logró alivio; más aún, su
dolencia se hizo más severa, puesto que cayó en
manos de médicos ignorantes que dieron rienda suelta a sus
deseos personales y erraron gravemente. Y si alguna vez, por el
cuidado de un médico hábil, un miembro de aquel
cuerpo sanaba, el resto quedaba enfermo como antes. Así lo
informaba el Omnisciente, el Sapientísimo… Lo que el
Señor ha ordenado como el supremo remedio y el más
poderoso instrumento para la curación del mundo entero es
la unión de todos sus pueblos en una Causa universal, en
una Fe común. Esto no puede lograrse sino por el poder de
un Médico inspirado, hábil y todopoderoso. Esto,
ciertamente, es la verdad y todo lo demás no es sino
error…
Considerad estos días en que la Antigua Belleza, Aquel que
es el Nombre Más Grande, ha sido enviado a regenerar y
unificar a la humanidad. Contemplad cómo, desenvainadas
sus espadas, ellos se alzaron contra Él y cometieron
aquello que hizo estremecer al Espíritu Fiel. Y cuando les
dijimos: "He aquí, el Reformador del Mundo ha venido",
ellos respondieron: "Él ciertamente es uno de los
promotores del desorden". Extractos de la Tabla a la reina
Victoria, La Meta de un Nuevo Orden Mundial, pág. 20; El
Desenvolvimiento de la Civilización Mundial, pág.
4.

¡Alabado sea Dios por haber llegado hasta
Mí!… Has venido a ver a un prisionero y un desterrado…
Nosotros sólo deseamos el bien del mundo y la felicidad de
las naciones; sin embargo, nos consideran causantes de
sedición y de rivalidades, merecedoras de la
prisión y del destierro… Que todas las naciones tengan
una fe común y todos los hombres sean hermanos; que se
fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los
hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y
se anulen las diferencias de raza. ¿Qué mal hay en
esto?… Pero esto se cumplirá, esas luchas sin objeto,
esas guerras
desastrosas desaparecerán y la "Paz Más Grande"
reinará… Ustedes, en Europa,
¿no necesitan también de esto? ¿No fue esto
mismo lo que anunció Cristo?… Sin embargo, vemos a
vuestros reyes y gobernantes disipando sus tesoros más en
medios de destrucción de la raza humana que en aquello que
proporcionaría felicidad a la humanidad… Estas luchas,
este derramamiento de sangre y esta
discordia cesarán y todos los hombres serán como
miembros de una sola familia… Que
ningún hombre se gloríe de que ama a su patria; que
más bien se gloríe de que ama a sus semejantes…"
Bahá'u'lláh y la Nueva Era, pág. 57.
"El propósito fundamental que anima a la Fe de Dios y Su
Religión", declara Bahá'u'lláh, "es
salvaguardar los intereses y promover la unidad de la raza
humana, y de estimular el espíritu de amor y
compañerismo entre los hombres. No permitáis que
llegue a ser fuente de disensiones y discordia, de odio y
enemistad. Este es el recto Sendero, el cimiento fijo e
inamovible. Cualquier cosa que se edifique sobre estos cimientos,
jamás podrá ser socavada su firmeza por los cambios
y azares del mundo, ni tampoco será minada su estructura
por la revolución
de incontables centurias."
Las escuelas deben primero entrenar a los niños
en los principios de la religión para que la Promesa y la
Amenaza, registrada en el Libro de Dios, pueda prevenirlos de las
cosas prohibidas y adornarlos con el manto de los mandamientos,
pero esto en tal medida que no perjudique a los niños
resultando en fanatismo ignorante e intolerancia. (Casa Universal
de Justicia, El Modelo de Vida
Baha'i)
El propósito fundamental que anima a la Fe de Dios y su
Religión es proteger los intereses de la raza humana,
promover su unidad y estimular el espíritu de amor y
fraternidad entre los hombres. (Casa Universal de Justicia, El
Modelo de Vida Baha'i)
En verdad, la principal razón para las perversidades que
ahora campan en la sociedad es la falta de espiritualidad. La
civilización materialista de nuestra época ha
absorbido de tal manera la energía y el interés de
la humanidad, que la gente en general ya no siente la necesidad
de elevarse por encima de las fuerzas y condiciones de su
existencia material diaria. No existe una demanda
suficiente de cosas que podríamos llamar espirituales para
diferenciarlas de las necesidades y requerimientos de nuestra
existencia física. Por tanto, la
crisis
universal que afecta a la humanidad es esencialmente espiritual
en sus causas. El espíritu de la era, tomado en su
conjunto, es irreligioso. El punto de vista que el ser humano
tiene de la vida es demasiado crudo y materialista como para
permitirle elevarse a los más altos reinos del
espíritu.
Es esta condición tan tristemente mórbida en la que
ha caído la sociedad la que la religión busca
mejorar y transformar. Pues la esencia de la fe religiosa es ese
sentimiento místico que une al ser humano con Dios. Por
medio de la meditación y la oración puede lograrse
y mantenerse este estado de comunión espiritual. Y
ésta es la razón por la que
Bahá'u'lláh ha recalcado tanto la importancia de la
adoración. No es suficiente que un creyente simplemente
acepte y observe las Enseñanzas. Además,
debería cultivar el sentido de espiritualidad, que puede
lograr principalmente por medio de la oración. La Fe
Bahá'í, como todas las demás religiones
divinas, es por tanto fundamentalmente mística en su
carácter. Su principal meta es el
desarrollo del individuo y de
la sociedad por medio de la adquisición de virtudes y
poderes espirituales. Es el alma del ser humano la primera que
hay que alimentar. Y la oración es la que mejor puede
proveer este alimento espiritual. Las leyes e instituciones, tal
y como las considerara Bahá'u'lláh, pueden llegar a
ser realmente efectivas sólo cuando nuestra vida
espiritual interior se haya perfeccionado y transformado. De otra
forma la religión degeneraría en una mera organización y se convertiría en
algo muerto.

Por tanto, los creyentes, en especial los
jóvenes, deberían comprender cabalmente la
necesidad de la oración. Pues la oración es
absolutamente indispensable para su desarrollo espiritual
interior, y éste, como ya se ha afirmado, es el verdadero
fundamento y propósito de la Religión de Dios (Casa
Universal de Justicia, Juventud).

 

La
necesidad de un Educador Divino

La necesidad de un Educador Divino
•DIOS se dirige a Baháulláh como Su
Manifestación Divina
•La necesidad de seguir las enseñanzas de las
manifestaciones Divinas
La necesidad de un Educador Divino:
Cuando reflexionamos acerca de la existencia, vemos que los
reinos mineral, vegetal, animal y humano requieren un
educador.
La tierra inculta se convierte en una selva donde crecen las
malezas; pero si se encuentra un agricultor que la cultive,
produce cosechas con que alimentar a las criaturas vivientes. Por
tanto, es evidente que el suelo requiere la
labranza del agricultor. Fíjate en los árboles: si no tienen quien los cultive no
llegan a fructificar, y sin fruto resultan inútiles. En
cambio, si
reciben el cuidado de un jardinero, los árboles antes
estériles dan frutos. Gracias al cultivo, los abonos y los
injertos, los árboles que sólo entregaban frutos
amargos los entregan dulces. Estos son argumentos racionales. Hoy
día los pueblos del mundo necesitan argumentos basados en
la razón.
Sucede lo mismo con respecto a los animales. Observa
el modo como el animal se vuelve dócil cuando se le
amaestra. Así también con el hombre: si
no recibe educación se vuelve
bestial. Es más, si permanece bajo el dominio de la
naturaleza, llega a ser inferior al animal, mientras que si es
educado, se convierte en un ángel. La mayor parte de los
animales no devoran a los de su propia especie; pero los hombres
del Sudán, en África Central, se matan y devoran
entre sí.
Ahora bien, observa que es la educación la que
hace que Oriente y Occidente estén bajo la autoridad del
hombre; la que produce industrias
maravillosas; la que difunde las gloriosas ciencias y
artes; la que hace que se manifiesten nuevos descubrimientos e
instituciones. Si no existiera un educador, no habría
humanidad, civilización o comodidades. Un hombre
abandonado en un yermo donde no llegara a conocer a ninguno de
sus semejantes, se convertiría a no dudarlo en una simple
bestia. Resulta evidente, pues, que hace falta un educador.
Ahora bien, la educación es de tres clases: material,
humana y espiritual. La educación material se ocupa del
progreso y desarrollo del cuerpo (mediante el alimento, comodidad
y tranquilidad materiales).
Tal educación es común a hombres y animales.
La educación humana comporta civilización y
progreso, o lo que es lo mismo, administración, obras benéficas,
comercio,
artes y oficios, ciencias, grandes inventos,
descubrimientos e instituciones especiales, actividades todas
propias del hombre y que lo distinguen del animal.
La educación divina es la que procede del Reino de Dios.
Se trata de la verdadera educación y consiste en la
adquisición de las perfecciones divinas. En efecto, en ese
estado el hombre se convierte en el centro de las bendiciones
divinas, en la manifestación de las palabras "hagamos al
hombre a nuestra imagen y
semejanza".
Necesitamos un educador que sea al mismo tiempo educador en los
dominios material, humano y espiritual, cuya autoridad sea eficaz
en todas las condiciones. En este sentido, si alguien adujese "yo
poseo comprensión e inteligencia
perfectas; no necesito tal educador", negaría lo que es
claro y evidente. Sería como si un niño dijera "no
me hace falta la educación; voy a actuar de acuerdo con mi
entendimiento e inteligencia y así obtendré las
perfecciones de la existencia"; o como si un ciego afirmase "yo
no necesito los ojos pues hay ciegos que viven sin problemas".
A tenor de lo dicho, resulta evidente que el hombre necesita un
educador que sea incuestionable e indudablemente perfecto en todo
respecto, un educador que se distinga por sobre todos los
hombres. De no ser así, si fuese como el resto de la
humanidad, no sería su educador. Ello resulta tanto
más cierto si se tiene en cuenta que el educador lo es en
lo material, humano y espiritual. Es decir, el educador debe
enseñar a los hombres a conformar un orden social, a
organizar y conducir los asuntos materiales de modo y manera que
la solidaridad y la
ayuda mutua tomen cuerpo, y los asuntos materiales sean
organizados en previsión de cualquier eventualidad.
Análogamente, el educador ha de serlo en lo humano, en
otras palabras, debe educar la inteligencia y el pensamiento de
modo tal que alcancen un desarrollo completo, para que así
la ciencia y
el
conocimiento se ensanchen, y la realidad de las cosas, los
misterios de los seres y las propiedades de la existencia lleguen
a ser descubiertos; para que día a día la
educación, los inventos y las instituciones mejoren,
haciendo posible que partiendo de las cosas perceptibles puedan
extraerse conclusiones intelectuales.
Además, el educador, debe impartir la educación
espiritual, para que la inteligencia y la comprensión
lleguen a penetrar en el mundo metafísico, y beneficiarse
mediante la brisa santificadora del Espíritu
Santo y establecer relación con el Concurso Supremo.
Debe educar de tal manera la realidad humana que ésta se
convierta en el centro de la aparición divina, en grado
tal que los atributos y nombres de Dios resplandezcan en el
espejo de la realidad del hombre, cumpliéndose así
el santo versículo "hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza".
Es evidente que el poder humano no alcanza a cumplir una
misión tan elevada, y que la razón por sí
sola no podrá asumir una responsabilidad tan pesada.
¿Cómo es posible que una persona completamente
sola, sin ayuda ni respaldo alguno, establezca los cimientos de
tan noble construcción? Para acometer esa tarea se
requiere alguien que dependa de la ayuda del poder espiritual y
divino. Una sola Alma Santa confiere vida al mundo de la
humanidad, muda el aspecto del globo terrestre, hace que progrese
la inteligencia, establece los criterios de la vida nueva,
establece nuevos cimientos, organiza el mundo, reúne a las
naciones y religiones bajo la sombra de un mismo estandarte,
libera al hombre del mundo de las imperfecciones y vicios para
inspirarlo con el deseo y la necesidad de las perfecciones
naturales y adquiridas. A decir verdad, nada que no sea un poder
divino podría realizar tamaña empresa.
Deberíamos sopesar lo dicho con justicia, pues tal es la
función de la justicia.
¡Sin ayuda ni concurso ajeno, una sola Alma Santa puede
promover una Causa que los gobiernos y pueblos del mundo se hayan
visto incapaces de difundir valiéndose de todas sus
fuerzas y ejércitos! ¿Hay acaso poder humano capaz
de conseguir esto? ¡No, en el nombre de Dios! Por ejemplo,
Cristo, solo y desasistido, enarboló el estandarte de la
paz y la equidad,
hazaña ésta que los gobiernos victoriosos, con
todas sus huestes, no habrían logrado realizar. Piensa en
el destino de tantos y tan diferentes imperios y pueblos: el
Imperio Romano,
Francia,
Alemania,
Rusia,
Inglaterra,
todos ellos fueron congregados bajo un mismo pabellón. Es
decir, la aparición de Cristo produjo una unión tal
entre esta diversidad de naciones como para que, bajo su influjo,
algunas llegasen a sacrificar sus vidas y posesiones en aras de
las otras. Después de la era de Constantino, responsable
de la exaltación del cristianismo,
surgieron divisiones en el seno de la cristiandad. Me explico, si
bien Cristo unió a estas naciones, poco después de
cierto tiempo, los gobiernos se convirtieron en fuente de
discordias. Dicho de otra manera, Cristo sostuvo una Causa que
los reyes todos de la Tierra no lograron establecer: unió
las distintas religiones, cambió las costumbres
ancestrales. Considera cuán grandes eran las diferencias
que existían entre los romanos, griegos, sirios, egipcios,
fenicios,
israelitas y otros pueblos de Europa. Cristo eliminó tales
diferencias transformándose en causa de amor entre los
citados pueblos. Si bien pasado algún tiempo, los
gobiernos destruyeron la unión así lograda, la obra
de Cristo fue llevada a término.
Por consiguiente, el Educador Universal debe serlo al mismo
tiempo en lo material, humano y espiritual, y debe poseer un
poder sobrenatural para ocupar la posición del maestro
divino. Si no manifestase ese poder santificado, no podría
educar; pues si fuese imperfecto ¿cómo
habría de conferir una educación perfecta? Si fuese
ignorante ¿cómo podría conferir
sabiduría a los demás? Si fuese injusto
¿cómo podría conseguir que otros se
volvieran justos? Si fuese mundano ¿cómo
habría de hacer para que los demás se volvieran
celestiales?
Reflexionemos entonces con imparcialidad: ¿han estado
dotadas o no han estado dotadas las Manifestaciones Divinas de
los citados requisitos? Si no hubieran poseído tales
requisitos, no habrían sido verdaderos Educadores.
Por tanto, ha de ser nuestra la tarea de demostrar a los
reflexivos, mediante argumentos racionales, la condición
profética de Moisés, de Cristo y de las
demás Manifestaciones Divinas. Las pruebas que
aportamos no se basan en argumentos tradicionales, sino en
argumentos racionales.
Ya se ha demostrado con argumentos racionales que el mundo de la
existencia precisa extremadamente de un educador, y que su
educación debe llevarse a cabo por medio del poder divino.
No existe duda de que este poder sagrado es la revelación,
y que el mundo ha de ser educado por medio de ese poder, un poder
que se encuentra muy por encima del poder humano. (Contestaciones
a unas preguntas, Abdul´ l Bahá).
DIOS se dirige a Baháulláh como Su
Manifestación Divina:
"Aquél que es Tu Recuerdo y quien ha apareado en el manto
de tu muy pura y augusta Belleza" y para Quien DIOS
"levantó el velo de gloria y descubrió el semblante
de la Belleza", Aquél a Quien Él designa como "Mi
Belleza". "La Manifestación de Tu belleza y el Revelador
de Tus signos".
"Aquél Quien es Tu Belleza ha sido establecido sobre el
Trono de Tu Causa". "El Sol de Tu
Belleza".
Te hemos escogido para que seas nuestra poderosísima
Trompeta cuyo toque ha de señalar la resurrección
de toda la humanidad.
Y cuando ocurrió Tu promesa y se hubo cumplido el tiempo
fijado, Aquel que es el Poseedor de todos los Nombres y Atributos
fue hecho manifiesto a los hombres.
Tu ser.
Tu Luz.
Tu Lámpara.
Aquél que habla en tu Nombre.
Aquél que es el Soberano Supremo.
Aquél que es el Revelador de los NOMBRES DE dios.
La Manifestación de Tus nombres.
El Portador de Tu nombre más sublime y exaltado.
El Manantial de Tu inspiración.
El Depositario de Tu sabiduría.
El Río que es en verdad la vida.
El Árbol de Tu unicidad.
Tu Prueba infalible para todos los hombres.
El Sol que brilla en el cielo de Tu voluntad.
Aquél a Quien has escogido por Tu mandato.
Aquél que es Tu exaltado y Supremo Recuerdo.
El Lugar del Amanecer de Tu inspiración y de Tu
revelación.
El Lugar del Amanecer de Tus muy resplandecientes signos.
El Sol de Tu creación.
El Sol de Tu gloria.
El Sol de Tu justicia.
El Sol de Tu palabra.
El sol de la luz de Tu unidad.
La Aurora de Tu Esencia.
La Aurora de Tu Causa.
La Aurora de Tus títulos más excelentes.
La Aurora de Tu poder.
La Aurora de las luces de Tu rostro.
La imagen del Más Misericordioso.
Aquél… mediante Quien DIOS ha separado a los
piadosos de los impíos. (Baháulláh (La
Gloria de DIOS).
Baháulláh es "El Organizador del planeta entero" y
"La fuente de la Más Grande Justicia."(Shoghi Effendi,
bisnieto de Baháulláh).

Títulos
de Baháulláh: algunos de entre unos
63.

El Misericordioso. El Más Compasivo. El
Perdonador. El Gran Dador. El Horizonte de la Revelación.
El Más Antiguo Nombre. El Más Grande Nombre. El
Más Grande Misterio.
La Más Exaltada pluma. La Más Exaltada Palabra. El
Educador de todos los seres. El Secreto manifiesto y oculto. El
Mejor Informado. La pluma de la Revelación. La Voz Divina.
La Lengua del
Antiguo de los Días. El Vivificador del mundo. El Amado
del mundo. El Divino Árbol del Loto. La Paloma
Mística. El objeto de la adoración del mundo. El
Tabernáculo de la Inmortalidad. La Más Grande Luz.
La Más Grande Ley. El Que Ayuda en el peligro. La Bendita
Belleza…( todos estos títulos describen Su propio
misterio, Su ternura, Su belleza y lo que significa su nombre ,
Baháullá : La Gloria de DIOS.
La Bendita Belleza sufrió durante 40 años
destierros y encarcelaciones, para poder darnos el Mensaje de
DIOS. ¿Qué mayor amor que éste: amor a DIOS
y amor a nosotros, a toda la humanidad.
La Antigua Belleza ha consentido ser encadenado para que la
humanidad sea liberada de su cautiverio, y ha aceptado ser
prisionero de esta poderosa fortaleza para que todo el mundo
logre la verdadera libertad. Ha
bebido hasta los pozos de la copa del dolor, para que todos los
pueblos de la tierra alcancen felicidad perdurable y sean
colmados de alegría. (Baháulláh). El primer
deber prescrito por Dios a Sus siervos es el reconocimiento de
Aquel que es la Aurora de Su Revelación y la Fuente de Sus
leyes, Quien representa a la Deidad tanto en el Reino de Su Causa
como en el mundo de la creación. El que haya cumplido este
deber ha logrado todo bien; y el que esté privado de
él se ha extraviado, aunque fuese autor de toda obra
justa. Incumbe a
Todo el que alcance esta muy sublime estación, esta cumbre
de trascendente gloria, observar cada uno de los preceptos de
Aquel que es el Deseo del mundo. Estos dos deberes son
inseparables. Ninguno es aceptable sin el otro. Así lo ha
decretado Quien es la Fuente de inspiración divina.
Aquellos a quienes DIOS ha dotado de perspicacia
reconocerán fácilmente que los preceptos
establecidos por Dios constituyen el medio supremo para el
mantenimiento
del orden en el mundo y la seguridad de sus pueblos. Quien se
aparta de ellos se cuenta entre los seres malignos y necios. En
verdad, os hemos ordenado rechazar los dictados de vuestras malas
pasiones y deseos corruptos, y no transgredir los límites
que ha fijado la Pluma del Altísimo, pues son éstos
el hálito de vida para todas las cosas creadas. Los mares
de la sabiduría divina y la divina expresión se han
agitado por el soplo de la brisa del Todo misericordioso:
¡apresuraos y bebed a plenitud, hombres de entendimiento!
Quienes han violado el Convenio de Dios quebrantando Sus
mandamientos, y se han vuelto atrás, ésos han
cometido un lamentable error a los ojos de Dios, el Poseedor, el
Altísimo. ¡Pueblos del mundo! Tened por cierto que
Mis mandamientos son las lámparas de Mi amorosa
providencia entre Mis siervos y las llaves de Mi misericordia
para con Mis criaturas. Así ha sido enviado desde el cielo
de la Voluntad de vuestro Señor, el Señor de la
Revelación. Si algún hombre probara la dulzura de
las palabras que han querido proferir los labios del Todo
misericordioso, aunque poseyera los tesoros de la tierra,
renunciaría a todos y a cada uno de ellos para poder
vindicar la verdad de siquiera uno solo de Sus mandamientos, los
cuales brillan sobre la Aurora de Su generoso cuidado y ternura.
Di: De Mis leyes se desprende el fragante aroma de Mi vestidura,
y con su ayuda serán plantados sobre las cumbres
más altas los estandartes de la Victoria. La Lengua de Mi
poder, desde el cielo de Mi omnipotente gloria, ha dirigido a Mi
creación estas palabras: "Observa Mis mandamientos por
amor a Mi belleza". Feliz el amante que ha percibido la divina
fragancia de su bienamado en estas palabras, impregnadas del
perfume de una gracia que ninguna lengua puede describir.
¡Por mi vida! Quien haya bebido el vino selecto de la
equidad de manos de Mi generoso favor, circulará alrededor
de Mis mandamientos que brillan sobre la Aurora de Mi
creación.
No penséis que os hemos revelado un mero código
de leyes. Antes bien, hemos roto el sello del Vino selecto con
los dedos de la fuerza y del poder. De ello da testimonio lo que
ha sido revelado por la Pluma de la Revelación.
¡Meditad sobre esto, hombres de discernimiento!
(Pasajes de los escritos de Baháulláh).
Es realmente sabio aquel a quien el mundo y todo lo que en
él existe no ha impedido reconocer la Luz de este
Día, quien no ha permitido que la vana palabrería
de los hombres lo desvíe del sendero de la rectitud. Es
realmente como un muerto, aquel que en el maravilloso amanecer de
esta Revelación no ha sido revivido por su brisa
conmovedora. Es en verdad un cautivo aquel que no ha reconocido
al Supremo Redentor, pero que ha aceptado que su alma este
trabada, afligida y desamparada en las cadenas de sus deseos.
(Baháulláh).
…mi guía se detuvo por un momento mientras yo me
quitaba los zapatos. Entonces; con un rápido movimiento de
la mano, retiró la cortina, cuando yo hube pasado, la puso
nuevamente en su sitio; y me encontré en una gran
habitación, a lo largo de cuyo lado de fondo había
un diván bajo, mientras que en la pared frente a la puerta
estaban colocadas dos o tres sillas. Aunque yo tenía una
vaga idea del lugar adonde iba y a Quién había de
contemplar (pues no me había sido proporcionada ninguna
información precisa), pasaron unos segundos
antes de que, estremecido de asombro y reverente temor, tuviera
conciencia de que la habitación no estaba vacía. En
el ángulo donde el diván se apoyaba en la pared,
distinguí una extraordinaria y venerable figura, coronada
con un tocado de fieltro, parecido a los llamados táj por
los derviches, pero diferente en la hechura y mucho más
alto, y en cuya base estaba arrollado un pequeño turbante.
El rostro de Aquel a Quien contemplé nunca lo podré
olvidar y, no obstante, no puedo describirlo. Esos ojos
penetrantes parecían leer en mi propia alma; en Su amplia
frente había poder y autoridad, mientras que las profundas
arrugas de Su ceño y Su faz denotaban una edad que
parecía negar el negro azabache de Su cabello y Su barba
que descendía exuberante casi hasta la cintura. ¡No
necesitaba preguntar en presencia de Quién me encontraba
al inclinarme ante Aquel Que es objeto de una devoción y
un amor que los reyes podrían envidiar y no por los cuales
los emperadores suspiran en vano! Una voz digna y suave me
pidió que me sentara y continuó: "¡Alabado
sea DIOS por haber llegado hasta Mí!… Has venido a ver a
un prisionero y un desterrado… Nosotros sólo
deseamos el bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin
embargo, nos consideran causantes de sedición y de
rivalidades, merecedores de la prisión y del
destierro…Que todas las naciones tengan una fe
común y todos los hombres sean hermanos; que se
fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los
hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen
las diferencias de raza. ¿Qué mal hay en esto?…
pero esto se cumplirá, estas luchas sin objeto, estas
guerras desastrosas desaparecerán y la "Paz Más
Grande" reinará… Vosotros en Europa, ¿no
necesitáis también esto? ¿No fue esto mismo
lo que anunció Cristo?… Sin embargo, vemos a vuestros
reyes y gobernantes disipando sus tesoros más en medios de
destrucción de la raza humana que en aquello que
proporcionaría felicidad a la humanidad… Estas
luchas, este derramamiento de sangre y esta discordia
cesarán y todos los hombres serán como miembros de
una sola familia… Que ningún hombre se
gloríe de que ama a su patria; que más bien se
gloríe de que ama a sus semejantes…"
Éstas son, más o menos, las palabras que puedo
recordar y que, además de muchas otras, yo escuché
de labios de Bahá u lláh. Que aquellos que las lean
consideren por sí mismos si tales doctrinas merecen
muerte y
prisión, y si el mundo más probablemente gane o
pierda por su difusión. (Entrevista,
visita realizada por Edgard Granville Browne miembro del Pembroke
collage, cambridge, y eminente orientalista en años
futuros. A Baháulláh en la primavera de 1890 en
Akká (Haifa, Israel).
El mensaje central que Bahá'u'lláh ofrece en este
Día a la humanidad es el de la unidad y la justicia. Dos
citas a menudo empleadas por los bahá'ís lo
resumen: "Lo más amado de todo ante Mi vista es la
justicia'. "La Tierra es un solo país, y la humanidad sus
ciudadanos'. También afirmó: "El bienestar de la
humanidad, su paz y seguridad, son inalcanzables a menos que su
unidad sea firmemente establecida'.(unidad en diversidad). Esta
es la recomendación de Dios, el divino y omnisciente
Médico, para nuestro desfalleciente mundo. Pronto el viejo
orden será enrollado y uno nuevo será desplegado en
su lugar. (Baháulláh (La Gloria de DIOS.
"¡OH Señor! Haz que se manifiesten en tus
países almas humildes y sumisas con sus rostros iluminados
por los rayos de guía, desprendidas del mundo, que alaben
tu Nombre, proclamen tu alabanza y difundan la fragancia de tu
santidad entre la humanidad."
"¡OH Dios, mi Dios! Ayuda a tus siervos leales a tener
corazones afectuosos y sensibles. Asísteles para que
difundan, entre todas las naciones de la tierra, la luz de
guía que proviene del concurso de lo
Alto."(Baháulláh).
•La necesidad de seguir las enseñanzas de las
manifestaciones Divinas:
PREGUNTA: ¿Qué necesidad tienen de las
enseñanzas divinas quienes, considerándose
independientes de ellas, destacan por sus obras bondadosas y por
su benevolencia hacia todos? Me refiero a personas poseedoras de
una conducta digna de alabanza, movidas por el amor y la
amabilidad hacia todas las criaturas, animadas por su
preocupación para con los pobres y por sus esfuerzos en
aras de la paz universal. ¿Cuál es la
condición de dichas personas?
RESPUESTA: Has de saber que tales obras, tales esfuerzos y tales
palabras son dignos de alabanza y aprobación, y que
constituyen la gloria de la humanidad. Así y todo esas
obras, por sí solas, no son suficientes; son un cuerpo de
gran encanto, pero carente de espíritu. No, la causa de la
vida perdurable, del honor eterno, de la iluminación universal, de la
salvación y prosperidad verdaderas, es ante todo el
conocimiento de Dios. Sabido es que el conocimiento de Dios
trasciende todo conocimiento y que es la mayor gloria del mundo
humano. Pues del conocimiento de la realidad de las cosas se
deriva el beneficio material gracias al cual progresa la
civilización. Pero el conocimiento de Dios es la causa del
progreso y la atracción espirituales; por su intermedio se
consiguen la percepción
de la verdad, la exaltación de la humanidad, la
civilización divina, la rectitud moral y la
iluminación.
En segundo lugar, viene el amor a Dios, cuya luz brilla en la
lámpara de los corazones de quienes conocen a Dios. Sus
brillantes rayos iluminan el horizonte y otorgan al hombre la
vida del Reino. En verdad, el fruto de la existencia humana, es
el amor a Dios, por cuanto ese amor es el espíritu de vida
y la gracia eterna. Si el amor a Dios no existiera, el mundo
contingente se hallaría en tinieblas; si el amor a Dios no
existiera, los corazones de los hombres estarían muertos y
privados de las sensaciones propias del existir; si el amor a
Dios no existiera, la luz de la unidad no iluminaría a la
humanidad; si el amor a Dios no existiera, el Este y el Oeste no
se abrazarían entre sí como dos amantes; si el amor
a Dios no existiera, la división y la desunión no
se transformarían en fraternidad; si el amor a Dios no
existiera, la indiferencia no desembocaría en el
cariño; si el amor a Dios no existiera, el extraño
no se convertiría en amigo. El amor en el mundo humano ha
brillado por el amor a Dios y ha aparecido por la bondad y la
gracia divinas.
Es evidente que la realidad de la humanidad es diversa, que las
opiniones varían y que los sentimientos difieren; como
evidente es que tal diferencia de opiniones, pensamientos,
inteligencia y sentires entre las razas humanas surgen de una
necesidad esencial. Las diferencias de las criaturas en los
planos del ser constituyen uno de los requisitos de la existencia
(la cual se despliega en una infinidad de formas). Por tanto,
precisamos de un poder universal que domine los sentimientos, las
opiniones y los pensamientos de todos, un poder gracias al cual
estas divisiones no trasciendan, un poder que dé amparo a todos
los hombres bajo el pabellón de la unidad. Es claro y
evidente que el mayor poder del reino humano es el amor a Dios.
El amor a Dios reúne a la diversidad de los pueblos bajo
la sombra de la tienda del afecto. Confiere a familias y
naciones, otrora antagonistas y hostiles, el amor y la unidad
más grandes.
Observa como después de Cristo, mediante el poder del amor
a Dios, cuántas naciones, razas, familias y tribus se
cobijaron a la sombra de la Palabra de Dios. Las divisiones y
diferencias de un millar de años se desvanecieron del
todo. Las nociones de raza y patria desaparecieron por completo.
La unión de almas y seres se consumó, y todos se
convirtieron en cristianos verdaderos y espirituales.
La Bendita Belleza sufrió durante 40 años
destierros y encarcelaciones, para poder darnos el Mensaje de
DIOS. ¿Qué mayor amor que éste: amor a DIOS
y amor a nosotros, a toda la humanidad.
La Antigua Belleza ha consentido ser encadenado para que la
humanidad sea liberada de su cautiverio, y ha aceptado ser
prisionero de esta poderosa fortaleza para que todo el mundo
logre la verdadera libertad. Ha bebido hasta los pozos de la copa
del dolor, para que todos los pueblos de la tierra alcancen
felicidad perdurable y sean colmados de alegría.
(Baháulláh). El primer deber prescrito por Dios a
Sus siervos es el reconocimiento de Aquel que es la Aurora de Su
Revelación y la Fuente de Sus leyes, Quien representa a la
Deidad tanto en el Reino de Su Causa como en el mundo de la
creación. El que haya cumplido este deber ha logrado todo
bien; y el que esté privado de él se ha extraviado,
aunque fuese autor de toda obra justa. Incumbe a
Todo el que alcance esta muy sublime estación, esta cumbre
de trascendente gloria, observar cada uno de los preceptos de
Aquel que es el Deseo del mundo. Estos dos deberes son
inseparables. Ninguno es aceptable sin el otro. Así lo ha
decretado Quien es la Fuente de inspiración divina.
Aquellos a quienes DIOS ha dotado de perspicacia
reconocerán fácilmente que los preceptos
establecidos por Dios constituyen el medio supremo para el
mantenimiento del orden en el mundo y la seguridad de sus
pueblos. Quien se aparta de ellos se cuenta entre los seres
malignos y necios. En verdad, os hemos ordenado rechazar los
dictados de vuestras malas pasiones y deseos corruptos, y no
transgredir los límites que ha fijado la Pluma del
Altísimo, pues son éstos el hálito de vida
para todas las cosas creadas. Los mares de la sabiduría
divina y la divina expresión se han agitado por el soplo
de la brisa del Todo misericordioso: ¡apresuraos y bebed a
plenitud, hombres de entendimiento! Quienes han violado el
Convenio de Dios quebrantando Sus mandamientos, y se han vuelto
atrás, ésos han cometido un lamentable error a los
ojos de Dios, el Poseedor, el Altísimo. ¡Pueblos del
mundo! Tened por cierto que Mis mandamientos son las
lámparas de Mi amorosa providencia entre Mis siervos y las
llaves de Mi misericordia para con Mis criaturas. Así ha
sido enviado desde el cielo de la Voluntad de vuestro
Señor, el Señor de la Revelación. Si
algún hombre probara la dulzura de las palabras que han
querido proferir los labios del Todo misericordioso, aunque
poseyera los tesoros de la tierra, renunciaría a todos y a
cada uno de ellos para poder vindicar la verdad de siquiera uno
solo de Sus mandamientos, los cuales brillan sobre la Aurora de
Su generoso cuidado y ternura. Di: De Mis leyes se desprende el
fragante aroma de Mi vestidura, y con su ayuda serán
plantados sobre las cumbres más altas los estandartes de
la Victoria. La Lengua de Mi poder, desde el cielo de Mi
omnipotente gloria, ha dirigido a Mi creación estas
palabras: "Observa Mis mandamientos por amor a Mi belleza". Feliz
el amante que ha percibido la divina fragancia de su bienamado en
estas palabras, impregnadas del perfume de una gracia que ninguna
lengua puede describir. ¡Por mi vida! Quien haya bebido el
vino selecto de la equidad de manos de Mi generoso favor,
circulará alrededor de Mis mandamientos que brillan sobre
la Aurora de Mi creación.
No penséis que os hemos revelado un mero código de
leyes. Antes bien, hemos roto el sello del Vino selecto con los
dedos de la fuerza y del poder. De ello da testimonio lo que ha
sido revelado por la Pluma de la Revelación.
¡Meditad sobre esto, hombres de discernimiento!
(Pasajes de los escritos de Baháulláh).
Es realmente sabio aquel a quien el mundo y todo lo que en
él existe no ha impedido reconocer la Luz de este
Día, quien no ha permitido que la vana palabrería
de los hombres lo desvíe del sendero de la rectitud. Es
realmente como un muerto, aquel que en el maravilloso amanecer de
esta Revelación no ha sido revivido por su brisa
conmovedora. Es en verdad un cautivo aquel que no ha reconocido
al Supremo Redentor, pero que ha aceptado que su alma este
trabada, afligida y desamparada en las cadenas de sus deseos.
(Baháulláh).
…mi guía se detuvo por un momento mientras yo me
quitaba los zapatos. Entonces; con un rápido movimiento de
la mano, retiró la cortina, cuando yo hube pasado, la puso
nuevamente en su sitio; y me encontré en una gran
habitación, a lo largo de cuyo lado de fondo había
un diván bajo, mientras que en la pared frente a la puerta
estaban colocadas dos o tres sillas. Aunque yo tenía una
vaga idea del lugar adonde iba y a Quién había de
contemplar (pues no me había sido proporcionada ninguna
información precisa), pasaron unos segundos antes de que,
estremecido de asombro y reverente temor, tuviera conciencia de
que la habitación no estaba vacía. En el
ángulo donde el diván se apoyaba en la pared,
distinguí una extraordinaria y venerable figura, coronada
con un tocado de fieltro, parecido a los llamados táj por
los derviches, pero diferente en la hechura y mucho más
alto, y en cuya base estaba arrollado un pequeño turbante.
El rostro de Aquel a Quien contemplé nunca lo podré
olvidar y, no obstante, no puedo describirlo. Esos ojos
penetrantes parecían leer en mi propia alma; en Su amplia
frente había poder y autoridad, mientras que las profundas
arrugas de Su ceño y Su faz denotaban una edad que
parecía negar el negro azabache de Su cabello y Su barba
que descendía exuberante casi hasta la cintura. ¡No
necesitaba preguntar en presencia de Quién me encontraba
al inclinarme ante Aquel Que es objeto de una devoción y
un amor que los reyes podrían envidiar y no por los cuales
los emperadores suspiran en vano! Una voz digna y suave me
pidió que me sentara y continuó: "¡Alabado
sea DIOS por haber llegado hasta Mí!… Has venido a ver a
un prisionero y un desterrado… Nosotros sólo
deseamos el bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin
embargo, nos consideran causantes de sedición y de
rivalidades, merecedores de la prisión y del
destierro…Que todas las naciones tengan una fe
común y todos los hombres sean hermanos; que se
fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los
hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen
las diferencias de raza. ¿Qué mal hay en esto?…
pero esto se cumplirá, estas luchas sin objeto, estas
guerras desastrosas desaparecerán y la "Paz Más
Grande" reinará… Vosotros en Europa, ¿no
necesitáis también esto? ¿No fue esto mismo
lo que anunció Cristo?… Sin embargo, vemos a vuestros
reyes y gobernantes disipando sus tesoros más en medios de
destrucción de la raza humana que en aquello que
proporcionaría felicidad a la humanidad… Estas
luchas, este derramamiento de sangre y esta discordia
cesarán y todos los hombres serán como miembros de
una sola familia… Que ningún hombre se
gloríe de que ama a su patria; que más bien se
gloríe de que ama a sus semejantes…"
Éstas son, más o menos, las palabras que puedo
recordar y que, además de muchas otras, yo escuché
de labios de Bahá u lláh. Que aquellos que las lean
consideren por sí mismos si tales doctrinas merecen muerte
y prisión, y si el mundo más probablemente gane o
pierda por su difusión. (Entrevista, visita realizada por
Edgard Granville Browne miembro del Pembroke collage, cambridge,
y eminente orientalista en años futuros. A
Baháulláh en la primavera de 1890 en Akká
(Haifa, Israel).
El mensaje central que Bahá'u'lláh ofrece en este
Día a la humanidad es el de la unidad y la justicia. Dos
citas a menudo empleadas por los bahá'ís lo
resumen: "Lo más amado de todo ante Mi vista es la
justicia'. "La Tierra es un solo país, y la humanidad sus
ciudadanos'. También afirmó: "El bienestar de la
humanidad, su paz y seguridad, son inalcanzables a menos que su
unidad sea firmemente establecida'.(unidad en diversidad). Esta
es la recomendación de Dios, el divino y omnisciente
Médico, para nuestro desfalleciente mundo. Pronto el viejo
orden será enrollado y uno nuevo será desplegado en
su lugar. (Baháulláh (La Gloria de DIOS.
"¡OH Señor! Haz que se manifiesten en tus
países almas humildes y sumisas con sus rostros iluminados
por los rayos de guía, desprendidas del mundo, que alaben
tu Nombre, proclamen tu alabanza y difundan la fragancia de tu
santidad entre la humanidad."
"¡OH Dios, mi Dios! Ayuda a tus siervos leales a tener
corazones afectuosos y sensibles. Asísteles para que
difundan, entre todas las naciones de la tierra, la luz de
guía que proviene del concurso de lo
Alto."(Baháulláh).
•La necesidad de seguir las enseñanzas de las
manifestaciones Divinas:
PREGUNTA: ¿Qué necesidad tienen de las
enseñanzas divinas quienes, considerándose
independientes de ellas, destacan por sus obras bondadosas y por
su benevolencia hacia todos? Me refiero a personas poseedoras de
una conducta digna de alabanza, movidas por el amor y la
amabilidad hacia todas las criaturas, animadas por su
preocupación para con los pobres y por sus esfuerzos en
aras de la paz universal. ¿Cuál es la
condición de dichas personas?
RESPUESTA: Has de saber que tales obras, tales esfuerzos y tales
palabras son dignos de alabanza y aprobación, y que
constituyen la gloria de la humanidad. Así y todo esas
obras, por sí solas, no son suficientes; son un cuerpo de
gran encanto, pero carente de espíritu. No, la causa de la
vida perdurable, del honor eterno, de la iluminación
universal, de la salvación y prosperidad verdaderas, es
ante todo el conocimiento de Dios. Sabido es que el conocimiento
de Dios trasciende todo conocimiento y que es la mayor gloria del
mundo humano. Pues del conocimiento de la realidad de las cosas
se deriva el beneficio material gracias al cual progresa la
civilización. Pero el conocimiento de Dios es la causa del
progreso y la atracción espirituales; por su intermedio se
consiguen la percepción de la verdad, la exaltación
de la humanidad, la civilización divina, la rectitud moral
y la iluminación.
En segundo lugar, viene el amor a Dios, cuya luz brilla en la
lámpara de los corazones de quienes conocen a Dios. Sus
brillantes rayos iluminan el horizonte y otorgan al hombre la
vida del Reino. En verdad, el fruto de la existencia humana, es
el amor a Dios, por cuanto ese amor es el espíritu de vida
y la gracia eterna. Si el amor a Dios no existiera, el mundo
contingente se hallaría en tinieblas; si el amor a Dios no
existiera, los corazones de los hombres estarían muertos y
privados de las sensaciones propias del existir; si el amor a
Dios no existiera, la luz de la unidad no iluminaría a la
humanidad; si el amor a Dios no existiera, el Este y el Oeste no
se abrazarían entre sí como dos amantes; si el amor
a Dios no existiera, la división y la desunión no
se transformarían en fraternidad; si el amor a Dios no
existiera, la indiferencia no desembocaría en el
cariño; si el amor a Dios no existiera, el extraño
no se convertiría en amigo. El amor en el mundo humano ha
brillado por el amor a Dios y ha aparecido por la bondad y la
gracia divinas.
Es evidente que la realidad de la humanidad es diversa, que las
opiniones varían y que los sentimientos difieren; como
evidente es que tal diferencia de opiniones, pensamientos,
inteligencia y sentires entre las razas humanas surgen de una
necesidad esencial. Las diferencias de las criaturas en los
planos del ser constituyen uno de los requisitos de la existencia
(la cual se despliega en una infinidad de formas). Por tanto,
precisamos de un poder universal que domine los sentimientos, las
opiniones y los pensamientos de todos, un poder gracias al cual
estas divisiones no trasciendan, un poder que dé amparo a
todos los hombres bajo el pabellón de la unidad. Es claro
y evidente que el mayor poder del reino humano es el amor a Dios.
El amor a Dios reúne a la diversidad de los pueblos bajo
la sombra de la tienda del afecto. Confiere a familias y
naciones, otrora antagonistas y hostiles, el amor y la unidad
más grandes.
Observa como después de Cristo, mediante el poder del amor
a Dios, cuántas naciones, razas, familias y tribus se
cobijaron a la sombra de la Palabra de Dios. Las divisiones y
diferencias de un millar de años se desvanecieron del
todo. Las nociones de raza y patria desaparecieron por completo.
La unión de almas y seres se consumó, y todos se
convirtieron en cristianos verdaderos y espirituales.
La tercera virtud de la humanidad es la benevolencia, que sirve
de fundamento a las buenas obras. Algunos filósofos consideran que la
intención es superior a la acción, ya que la
benevolencia, siendo luz absoluta, se halla purificada y
santificada de las impurezas del egoísmo, de la enemistad,
y del engaño. Ahora bien, entra dentro de lo posible que
un hombre realice una obra que en apariencia sea justa, pero que
en realidad esté motivada por la codicia. Por ejemplo, un
carnicero cría una oveja y la protege. Semejante conducta
por parte del carnicero se rige por fines de lucro, el resultado
de cuyos esmeros es el sacrificio de la pobre oveja.
¡Cuántas buenas obras obedecen a la codicia! Mas la
benevolencia está santificada de tales impurezas.
Brevemente, si al conocimiento de Dios se suma el amor a Dios, la
atracción, el éxtasis y la buena voluntad, la obra
justa resulta entonces cabal y perfecta. De lo contrario, de no
estar asentada en el conocimiento de Dios así como en el
amor a Dios y en una intención sincera, aun la obra buena
y loable se torna imperfecta. Por ejemplo, el ser humano debe
reunir todas las perfecciones para que pueda decirse perfecto. La
vista es sumamente apreciada y estimada, mas debe contar con la
asistencia del oído; el oído es muy apreciado, mas
debe contar con el poder de la palabra; el poder de la palabra es
muy grato, mas debe contar con el poder de la razón, y
así sucesivamente. Lo mismo ocurre con los otros poderes,
órganos y miembros del hombre. Cuando se da una
conjunción de todos esos poderes, sentidos, órganos
y miembros, el hombre es perfecto.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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