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La religión de Dios (página 5)




Enviado por jesus gonzalez garcia



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

En el mundo actual nos encontramos con personas
deseosas del bien público, personas entregadas,
según su capacidad, a proteger a los oprimidos, socorrer a
los pobres y apoyar con entusiasmo la paz y el bienestar
universales. Son personas que, si bien son perfectas en este
sentido, resultan imperfectas si están desprovistas del
conocimiento y
del amor de
Dios.
El médico Galeno, en su comentario al tratado de Platón
sobre el arte de
gobernar168 afirma que los principios
fundamentales de la religión ejercen gran
influencia sobre la civilización. Arguye que "la multitud
no puede seguir el hilo argumental de las explicaciones
filosóficas; y que por esta razón, necesita de
símbolos que anuncien las recompensas y los
castigos del otro mundo. La prueba de la verdad de esta
afirmación -asegura- es que hoy vemos a unas gentes
llamadas cristianas, que creen en las recompensas y los castigos.
Y esta secta manifiesta obras hermosas, como las que realiza un
verdadero filósofo. Vemos claramente que no sienten temor
hacia la muerte, que
no esperan ni desean nada de la multitud, salvo justicia y
equidad, por
lo que merecen ser considerados verdaderos filósofos".
Pues bien, repara en cuál no sería el grado de
sinceridad, celo, espiritualidad, amistad, y las
buenas obras de un creyente en Cristo como para que Galeno, el
médico filósofo, que no era cristiano, rindiese
tributo a su refinamiento moral y
virtudes describiéndolo como auténtico
filósofo. Esas virtudes y esa moral no se consiguieron
sólo exhibiendo obras buenas. Si la virtud se redujera a
una cuestión de hacer y recibir el bien ¿por
qué no habríamos de alabar la lámpara
encendida aquí presente, cuya iluminación resulta indudablemente
beneficiosa? Gracias a su calor y a su
luz el sol permite
que todos los seres de la tierra se
multipliquen, crezcan y se desarrollen. ¿Existe favor
mayor que éste? Sin embargo, como ese bien no proviene de
la benevolencia, amor y conocimiento de Dios, es imperfecto.
Cuando, por el contrario, una persona tiende un
vaso de agua hacia
otra persona, ésta se siente agradecida y así lo
hace saber. Algún irreflexivo podría alegar: "Este
sol que otorga luz al mundo, esta diáfana y suprema
generosidad, debe ser adorado y alabado. ¿Por qué
no habríamos de dar gracias al sol por su generosidad
cuando quedamos agradecidos con quien realiza un simple acto de
cortesía?" Más si somos honestos en nuestra
indagación de la verdad, vemos que el acto insignificante
de cortesía se debe a sentimientos conscientes y reales, y
por ende dignos de alabanza. En contraste, la luz y el calor del
sol no se deben a sentimientos ni a conciencia
alguna, por lo que no son dignos de elogio o alabanza, ni son
acreedores de nuestra gratitud y agradecimiento.
De igual manera, cuando alguien realiza una obra buena, aunque
ésta sea digna de elogio en cuanto tal, resulta imperfecta
si no se funda en el amor y en
el
conocimiento de Dios. Ahondando más, si reflexionas
con justicia, observarás que las buenas obras de quienes
ignoran a Dios también se deben fundamentalmente a las
enseñanzas divinas. Vale decir que los Profetas del pasado
son responsables de que hoy se realicen esas mismas obras. Ellos
fueron quienes explicaron la belleza de obrar el bien, quienes
expusieron sus consecuencias gloriosas. Con la difusión
sucesiva y repetida de enseñanzas tales, los hombres
tornaron sus corazones hacia las virtudes. Sintiendo que eran
hermosas y que eran motivo de alegría y felicidad, las
siguieron.
Por consiguiente, tales actos también provienen de las
enseñanzas de Dios. Pero para comprender este asunto no ha
menester de controversia, ni de discusión, sino de
justicia. Alabado sea Dios, pues tú has estado en
Persia y has visto como los persas, gracias a las santificadas
brisas de Bahá'u'lláh, son ahora benevolentes para
con la humanidad. En tiempos pasados, atormentaban al extranjero
con que se cruzasen; llenos de la enemistad, el odio y la
malevolencia más acérrimos llegaban al extremo de
arrojarle inmundicias. Quemaban los libros del
Evangelio y la Torah, y si sus manos se contaminaban al tocarlos,
se las lavaban. Actualmente, en sus reuniones y asambleas la gran
mayoría de esos persas recitan y entonan dignamente el
contenido de estos dos Libros, comentan e interpretan sus
enseñanzas. Muestran hospitalidad hacia sus enemigos.
Tratan a los lobos sanguinarios con delicadeza, como a las
gacelas que moran en las planicies del amor de Dios. Tú
has observado sus costumbres y hábitos, y has oído
acerca de las costumbres de los persas de otros tiempos.
Tamaña transformación de la moral,
semejante mejoramiento de la conducta y de la
palabra ¿son acaso posibles si no es mediante el amor a
Dios? No, por Dios. Si con la ayuda de la ciencia y
el conocimiento tratásemos de inculcar esa moral y esas
costumbres, en verdad, se necesitaría un millar de
años, y aun así no se difundirían entre el
común de las gentes.
Hoy en día, gracias al amor a Dios, dicho anhelo ha sido
alcanzado con la mayor facilidad.
¡Estad. prevenidos, OH poseedores de inteligencia!

El convenio de DIOS

El convenio de DIOS: Es el contrato
espiritual que vincula a Dios y la humanidad. La Fe
Bahá'í reconoce dos convenios: primero, el convenio
mayor, entre Dios, representado por la Manifestación de
Dios por una parte, y humanidad en la otra, en el cual Dios
promete continuar enviando la guía a la humanidad,
mientras la humanidad, por su parte, promete obedecer y seguir
estas enseñanzas cuando ellas vienen. Parte de este
convenio mayor es la obligación que cada
Manifestación de Dios tiene de indicar a sus seguidores,
la avenida y aceptación de la siguiente
Manifestación. Segundo, el convenio menor, que obliga a
los individuos Bahá'ís a aceptar la jefatura de los
designados sucesores de Bahá'u'lláh y las instituciones
administrativas de la Fe. La firmeza en el convenio es una de las
principales virtudes religiosas Bahá'ís y no
incluye sólo aceptación de la legitimidad de la
institución Bahá'í sino mucho más
generales actitudes de
lealtad y compromiso sincero con la Fe Bahá'í y la
comunidad
Bahá'í. Desafiar la autoridad del
centro de la Fe Bahá'í es la ofensa espiritual
más seria que un Bahá'í puede cometer. Es
llamado rompimiento del Convenio y se considera que es una
enfermedad espiritual y se castiga con la expulsión de la
comunidad.
Por Amor de DIOS a la humanidad, Dios hizo un pacto, una alianza
con Abraham, prometiéndole que nunca dejaría de
Mandar profetas, Educadores Divinos a la humanidad.
De las tres esposas de Abraham, Sara, Agar y cetura descendieron
tres líneas distintas de mensajeros de DIOS, de Isaac, el
hijo de Sara, descendieron: Moisés y Jesucristo, de
Ismael, el hijo de Agar, descendieron: Muhammad y El Báb y
de su esposa cetura, descendió: Bahá ´ u
´ u lláh. Este fue el pacto perpetuo, el gran
convenio que DIOS hizo con Abraham, prometiéndole que por
su linaje descendieran grandes Reveladores.
El propósito de DIOS al crear al hombre ha sido
y siempre será el de capacitarlo para que pueda reconocer
a su creador y alcance su presencia. Todos los libros sagrados y
las más importantes escrituras divinamente reveladas dan
testimonio inequívoco de este más excelente
objetivo, de
esta meta suprema. (Bahá ´ u ´
lláh).
El aspecto más distintivo de la comunidad mundial
bahá'í es su unidad. A diferencia de
prácticamente todos los movimientos sociales y religiosos
importantes, la Fe Bahá'í ha resistido la
división en facciones y sectas. Esta unidad esencial ha
sido conseguida en gran parte debido a que en las escrituras
Bahá'ís se han hecho detalladas provisiones sobre
su interpretación, sucesión y liderazgo.
Los Bahá'ís creen que Bahá'u'lláh
estableció un nuevo Convenio entre Dios y la humanidad
acorde con la madurez actual de la raza humana. La evidencia
más tangible de este Convenio es la forma de
sucesión en el liderazgo delineada por
Bahá'u'lláh, un sistema que es
único en la historia religiosa y que
asegura la protección de la unidad de la comunidad
bahá'í.
Antes de su fallecimiento, Bahá'u'lláh
escribió su voluntad y testamento y nombró a su
hijo mayor, 'Abdu'l- Bahá (1844-1921), como lider de la Fe
Bahá'í. Los escritos de 'Abdu'l-Bahá
también son reconocidos como fuente autorizada de las
enseñanzas. Hacia el final de su vida realizó
diversos viajes por
Europa y
Norteamérica para proclamar el mensaje de
Bahá'u'lláh; en dichos viajes pronunció
innumerables conferencias en universidades, iglesias, sinagogas,
colegios, centros culturales y reuniones de gentes de alto rango.
Sus declaraciones atrajeron la atención de muchas personas sobresalientes,
como Khalil Gibrán.
'Abdu'l-Bahá, a su vez, nombró a su nieto mayor,
Shoghi Effendi (1896-1957), el "Guardián de la Fe" y su
sucesor. Él guió a la comunidad
bahá'í desde 1921 hasta 1957. Con el fallecimiento
de Shoghi Effendi, la línea de guías hereditarios
finalizó. En 1963, siguiendo instrucciones escritas de
Bahá'u'lláh, 'Abdu'l-Bahá y Shoghi Effendi,
se celebró una convención internacional en el
Centro Mundial bahá'í en Haifa para elegir la
primera Casa Universal de Justicia.
Elegida cada cinco años por los miembros de las Asambleas
Espirituales Nacionales, la Casa Universal de Justicia dirige los
asuntos espirituales y administrativos de la comunidad mundial
bahá'í. Dotada por Bahá'u'lláh con
autoridad para legislar sobre los asuntos no mencionados en las
escrituras Bahá'ís, la Casa Universal de Justicia
es la institución que mantiene unificada y flexible a la
comunidad, capaz de responder a las necesidades y condiciones de
un mundo siempre cambiante. El Convenio Mayor (también
llamado "el Convenio Eterno") concierne a la promesa por parte de
Dios, dado a través de una de las Manifestaciones de Dios
que Él no dejará a la humanidad sin guía y
enviará por consiguiente una próxima
Manifestación de Dios. La parte de la humanidad en el
acuerdo es que obedecerá la ley de Dios tal
como es dispensada por la presente Manifestación y
reconocerá y obedecerá a la próxima
Manifestación cuando ella llegue. Este convenio se resume
más sucintamente por el Báb en el Bayán
Persa: El Señor del universo
jamás ha designado a un profeta ni ha enviado un Libro sin
haber establecido su convenio con todos los hombres, apelando su
aceptación de la próxima Revelación y del
Libro siguiente; pues las efusiones de su bondad son incesantes e
ilimitadas." (Bayán Persa 6:16; SWB 87)'Abdu'l-Bahá
describe la sucesión de los convenios establecidos por las
sucesivas manifestaciones sucesivas: "Su Santidad Abraham… hizo
un convenio referente a Su Santidad Moisés y dio las
buenas nuevas de Su venida. Su Santidad Moisés hizo a un
convenio acerca del Prometido, es decir Su Santidad Cristo, y
anunció las felices nuevas de Su Manifestación al
mundo. Su Santidad Cristo hizo un convenio acerca del
Paráclito y dio la noticia de Su venida. Su Santidad el
Profeta que Muhammad hizo un convenio en relación a Su
Santidad el Báb y el Báb era el prometido de
Muhammad, para quien Muhammad dio la noticias de Su
venida. El Báb hizo un Convenio acerca de la Belleza
Bendita Bahá'u'lláh y dio las felices nuevas de la
venida de la Belleza Bendita quien era el prometido por Su
Santidad el Báb. Bahá'u'lláh hizo un
convenio acerca de un prometido que se pondrá de
manifiesto no antes de mil años, (después de mil o
miles de años, depuse de Su Revelación).
Bahá'u'lláh demanda ser el
realizador del convenio establecido por todos los profetas del
pasado acerca de un gran día en el futuro cuando todas las
promesas de Dios serán cumplidas. "La Revelación
que desde tiempo
inmemorial ha sido aclamada como el Propósito y Promesa de
todos los profetas de Dios y como el más caro deseo de sus
mensajeros, ha sido ahora manifestada a los hombres por virtud de
la penetrante Voluntad del Todopoderoso y de su irresistible
mandato. El advenimiento de tal Revelación ha sido
anunciado en todas las Sagradas Escrituras."
La parte de la humanidad del arreglo convenían desde el
punto de vista de las enseñanzas bahá'ís
puede resumirse mejor en la frase de apertura del
Kitáb-i-Aqdas:
"El primer deber prescrito por Dios a Sus siervos es el
reconocimiento de Aquel que es la Aurora de Su Revelación
y la Fuente de Sus leyes, Quien
representa a la Deidad tanto en el Reino de Su Causa como en el
mundo de la creación. El que haya cumplido este deber ha
logrado todo bien; y el que esté privado de él se
ha extraviado, aunque fuese autor de toda obra justa. Incumbe a
todo el que alcance esta muy sublime estación, esta cumbre
de trascendente gloria, observar cada uno de los preceptos de
Aquel que es el Deseo del mundo. Estos dos deberes son
inseparables. Ninguno es aceptable sin el otro. Así lo ha
decretado Quien es la Fuente de inspiración divina."
Bahá'u'lláh.
Bahá'u'lláh mantuvo la continuación del
convenio mayor en el futuro declarando que a su debido tiempo
otra Manifestación de Dios se levantaría pero que
esto no ocurriría durante por lo menos unos mil
años: "Quienquiera que sostenga la pretensión de
ser una Revelación directa de Dios, antes de la
expiración de un lapso de mil años, tal hombre es,
con seguridad, un
impostor mentiroso."
El Convenio Menor:
El Convenio Menor se refiere al acuerdo entre una
Manifestación de Dios y sus seguidores con respecto a la
continuación de la autoridad en su religión. Aunque
se considera haber existido precedentes de esto en las religiones anteriores.
Shoghi Effendi afirma que ninguna religión anterior tiene
el asunto de la sucesión como importante ni el
nombramiento del sucesor ha sido claro. El hecho de que la
sucesión de la autoridad y las instituciones centrales de
la Fe de Bahá'í se haya establecido por documentos
escritos para que ellos no pudieran cuestionarse después
se enfatiza por Shoghi Effendi como un "rasgo distintivo de la
religión de Bahá'u'lláh".
El convenio menor fue ampliado por 'Abdu'l-Bahá en su
'Voluntad y Testamento' ; por el nombramiento de Shoghi Effendi
como Guardián de la Fe de Bahá'í. En este
documento, 'Abdu'l-Bahá también afirma la autoridad
de la Casa Universal de Justicia, confirmando así como la
otra institución en que la dirección se ha conferido por los procesos del
Convenio Bahá'í. Shoghi Effendi escribe del
'Voluntad y Testamento' es el resultado de la "mística
unión" entre Bahá'u'lláh y
'Abdu'l-Bahá. "Las energías creadoras liberadas por
la Ley de Bahá'u'lláh al penetrar y desarrollarse
en la mente de 'Abdu'l-Bahá, dieron lugar por su propio
impacto y estrecha acción
mutua, al nacimiento de un Instrumento que puede considerarse
como la Carta Magna
del Nuevo orden Mundial…" Además de las funciones para la
dirección de la comunidad bahá'í, conferidos
a 'Abdu'l-Bahá y Shoghi Effendi, el Convenio confiere en
'Abdu'l-Bahá y Shoghi Effendi la posición de ser
los únicos intérpretes autorizados de la escritura
bahá'í. En el Kitáb-i-Aqdas,
Bahá'u'lláh establece: "Remitid lo que no
entendáis del Libro" a 'Abdu'l-Bahá (KA 174). De la
misma forma 'Abdu'l-Bahá declara que Shoghi Effendi es "el
expositor de las palabras de Dios"
También se deriva la autoridad de la Casa Universal de
Justicia de la evolución del convenio. Lo siguiente es
tomado de su Constitución:
"La procedencia, la autoridad, los deberes, la esfera de
acción de la Casa Universal de Justicia derivan todas de
la Palabra revelada de Bahá'u'lláh la que, junto
con las interpretaciones y exposiciones del Centro del Convenio y
del Guardián de la Causa -quien, después de
'Abdu'l-Bahá, es la única autoridad en la
interpretación de las Escrituras Bahá'ís-
constituyen los términos de referencia obligatorios de la
Casa Universal de Justicia y son el lecho de roca de sus
cimientos. La autoridad de estos Textos es absoluta e inmutable
hasta el momento en que Dios Todopoderoso revele Su nueva
Manifestación, a Quien pertenecerá toda autoridad y
poder"
El propósito del Convenio:
El propósito del convenio se explica en varios pasajes de
las escrituras bahá'ís. Siendo que el
propósito de la religión es afirmar el
establecimiento de la unidad y concordia entre la humanidad.
Bahá'u'lláh advierte, en su 'Libro del Convenio':
¡OH siervos! Que los medios para
lograr el orden no se conviertan en motivo de confusión, y
que el instrumento de la unión no dé ocasión
para la discordia." El convenio establecido en este libro fue
específicamente para anticipar tal desarrollo.
'Abdu'l-Bahá confirma que el propósito central del
convenio fue impedir cisma y disensión:
"Ya que grandes diferencias y divergencias de creencia sectaria
se habían levantado a lo largo del pasado, cada hombre con
una nueva idea atribuyéndola a Dios,
Bahá'u'lláh deseó que no hubiese cimiento o
razón para la discordia entre los Bahá'ís.
Por consiguiente, con Su propia pluma Él escribió
el Libro de Su Convenio, dirigiéndose a todas las gentes
del mundo, diciendo, "verdaderamente, yo he señalado a Uno
Quien es el Centro de Mi Convenio. Todos deben obedecerlo; todos
deben volverse a Él; Él es el Expositor de Mi
Libro, y Él está informado de Mi propósito.
Todos deben volverse a Él. Todo lo que Él dice es
correcto, pues, verdaderamente, Él conoce los textos de Mi
Libro. Como Él, nadie conoce Mi Libro." El
propósito de esta declaración es que nunca debe
haber discordia ni divergencia entre los Bahá'ís
sino que ellos siempre deben estar unidos y deben estar de
acuerdo."
La misión
específica de Bahá'u'lláh se relaciona con
la unidad mundial. El papel del convenio como el garante de la
unidad de la comunidad bahá'í se une
indisolublemente con la meta de unidad
mundial: "Es evidente que el eje de la unidad del mundo de
humanidad es el poder del Convenio y nada más."
Shoghi Effendi también se refiere al convenio como el
medio para dirigir y controlar el poder espiritual liberado por
la venida de Bahá'u'lláh: "Para dirigir y canalizar
estas fuerzas" y "para garantizar su operación armoniosa y
continua después de Su ascensión." Él se
refiere a su propósito para "perpetuar la influencia de
esa Fe, asegurar su integridad, protegerla del cisma, y estimular
su expansión mundial…"
El Poder del Convenio:
Puesto que es el punto focal de unidad tanto para la comunidad de
bahá'í como finalmente para el mundo y
también es el cauce para el energías espirituales
liberadas por Bahá'u'lláh, el Convenio se describe
en las escrituras bahá'ís como dotado de poder. De
hecho se ve como la fuerza
motivadora detrás de todas las fuerzas positivas que
trabajan en el mundo: "El poder del Convenio es como el calor del
sol, que vivifica y promueve el desarrollo de todas las cosas
creadas sobre la tierra. La luz
del Convenio, en forma similar, es la educadora de las mentes,
los espíritus, los corazones y las almas de los
hombres."
La Firmeza en el Convenio:
Siendo la institución del convenio un componente tan
central y vital de la Fe Bahá'í, la firmeza en el
convenio es considerada en los textos Bahá'í como
una de las virtudes religiosas principales. En su sentido
más general, esto significa ejemplificar las leyes y
enseñanzas de la Fe de Bahá'í:
"Debéis comportaros en tal forma que os permita destacar,
marcada y brillantemente como el sol, entre otras almas. Si
alguno de vosotros llegara a entrar a una ciudad, deberá
convertirse en el centro de atracción, por razones de
sinceridad, su integridad y su devoción, su honestidad y
fidelidad, su veracidad y su benevolencia hacia todas las gentes
del mundo…Hasta que no alcancéis esta
posición, no podréis decir que habéis sido
fieles al Convenio y Testamento de Dios. Pues Él, mediante
irrefutables Textos, ha establecido con todos nosotros un
Convenio obligatorio, que nos exige actuar de acuerdo con sus
sagradas instrucciones y consejos."
En un sentido más específico, la firmeza en el
convenio se refiere a la convicción interna del
bahá'í individual de que la guía del centro
de la Fe Bahá'í (sea esta la de 'Abdu'l-Bahá
o Shoghi Effendi en el pasado o de la Casa Universal de Justicia
en la actualidad) representa la voluntad de Dios: "Cualquier cosa
que ellos decidan es de Dios." Shoghi Effendi relaciona el
éxito y
progreso de la Fe Bahá'í a esto:
"Ni la
administración, ni el trabajo
general de enseñanza de la Causa , progresarán,
ni se podrá lograr nada, a menos que los creyentes sean
verdaderamente bahá'ís firmes, profunda y
espiritualmente convencidos…Pero una vez que un
bahá'í tiene la convicción profunda de la
autoridad de Dios, investida en el Profeta, conferida al Maestro
y por Él a los Guardianes, la que fluye a través de
las Asambleas y crea un orden basado en la obediencia, una vez
que un bahá'í tiene eso, nada lo puede hacer
vacilar." (Shoghi Effendi, EEB, pág. 121)

La
libre investigación de la verdad

La libre investigación de la verdad
•Unidad entre religión y ciencia
•Los prejuicios de religión, de raza o secta,
destruyen el fundamento de la humanidad
Entrevista de
Edward G. Con Baháulláh en 1890
La libre investigación de la verdad:
Si se deja de utilizar la capacidad de razonamiento y, en su
lugar se opta por aceptar ciertas opiniones e ideas sin hacerse
preguntas, por prejuicios, o seguir ciegamente las tradiciones,
se puede caer fácilmente en el fanatismo,
volviéndose intolerante hacia aquellos que no comparten lo
de uno.
La búsqueda personal
independiente de la verdad es una responsabilidad moral de cada ser humano que le
permite al individuo ver
por sus propios ojos y entender por su propia alma.
En la fe bahái como ejemplo a este principio, se invita a
que cada creyente por cada libro bahai que se lea, se lean diez
que no lo sean, esto es a mi entender, solo, un ejemplo de lo
libre que tenemos que ser a la hora de adquirir conocimiento,
tenemos que estar abiertos a toda información, estudio, idea, etc. a si no
guardaremos prejuicios, etc.
Abdul- Bahá dice:
Siendo una, la verdad no puede ser dividida y las diferencias que
parecen existir entre las naciones no son sino el resultado de su
apego al prejuicio. Los
hombres estarían unidos si solo investigaran la
verdad.
El hecho de que imaginemos que nosotros tenemos la razón y
todos los demás estén equivocados es el mayor de
todos los obstáculos en el camino hacia la unidad, y la
unidad es necesaria para llegar a la verdad, pues la verdad es
una.
El verdadero buscador nada persigue sino el objeto de su
búsqueda, y el amante no tiene deseo alguno salvo la
unión con su amada, no alcanzara el buscador su meta a
menos que todo lo sacrifique. Es decir, tiene que reducir a nada
todo lo visto, oído o entendido para poder a si entrar al
reino del espíritu, que es la ciudad de DIOS. Es necesario
el esfuerzo, si hemos de buscarlo, necesario es el fervor, si
hemos de gustar la miel de la reunión con El; y si
probásemos de esta copa, desecharíamos el
mundo.
Cuando un niño nace de una familia
cristiana, él es automáticamente un cristiano,
cuando los padres son musulmanes, los niños
serán musulmanes; si son hindúes, los hijos
serán hindúes. ¿Por qué? Porque la
mayoría de la gente continúa imitando a sus
antepasados, y ciertamente si esta ciega imitación
continúa, la gente nunca podrá unirse. Todos pelean
sobre sus imitaciones. Todos dicen que ellos son los que conocen
la verdad y que los otros están errados. La gente muy rara
vez se detiene a pensar que si hubiera nacido dentro de una
familia diferente, con diferentes creencias, habría
pensado en forma muy diferente de lo que ahora cree ser el
único camino a la verdad.
Bahá'u'lláh nos enseña que la Verdad es Una.
Si la gente del mundo dejara de imitar a sus padres y buscara la
verdad por ella misma, llegarían todos a una sola
conclusión y se unirían. Las distintas clases de
gentes son como niños que viven en casas diferentes y
miran al sol bajo vidrios de colores.
Así como el color de los
vidrios difiere, según la casa por la que se mire,
así un niño al mirar al sol a través de un
vidrio verde,
creerá que el sol es verde, mientras que aquel que mire al
sol a través de un vidrio de color rojo creerá
naturalmente que el sol es rojo; y otro que mire al sol, a
través de un vidrio azul creerá que el sol es azul.
Estos niños pueden discutir el color del sol, cada uno
creyendo que lo que ve es el color verdadero. Pero si ellos
dejasen de ver a través de sus diferentes vidrios de
colores, y salieran afuera, entonces todos verían el
verdadero color del sol y dejarían de discutir.
Bahá'u'lláh está haciendo un llamado a los
hijos del hombre para que salgan de sus casas; las casas que han
heredado ellos de sus antepasados, y dejen de mirar al sol a
través de distintos vidrios de colores, porque el sol al
que miramos es el mismo sol, y una vez que nos quitemos el lente
de colores de nuestros ojos, entonces veremos al sol en su
verdadero color.
Dios espera que nosotros pensemos en lo que creemos en vez de
seguir ciegamente nuestras creencias solamente por el hecho de
que nuestros antepasados han creído de esa manera durante
muchas generaciones. Si es que buscamos la verdad por nosotros
mismos, veremos que la verdad es única, y que nos puede
unir y hacernos olvidar las diferencias que hayan existido en el
pasado.
'Abdu'l-Bahá dice:
". . Las religiones
divinas de las Manifestaciones de Dios son realmente una sola
aunque difieren en nombre y nomenclatura.
El hombre debe
amar la luz sin importarle en qué día ella
aparezca. Debe amar la rosa sin importarle en que tierra crezca.
Debe buscar la verdad, sin importarle de que fuente provenga.
Sentir apego a la linterna no es amar la luz, sentir apego a la
tierra no es propio, pero disfrutar de la rosa que crece en la
tierra eso sí vale la pena. Sentir devoción hacia
un árbol es infructuoso pero participar de sus frutos es
beneficioso. Los frutos deliciosos de donde quiera que ellos
provengan o de donde se los haya recogido deben ser apreciados.
La palabra de la verdad, no importa la lengua que la
pronuncie, debe ser escuchada. Las verdades absolutas, no importa
el libro en que se hallen escritas, deben ser aceptadas. Si es
que amparamos el prejuicio este será la causa de
depravación e ignorancia. La contienda entre religiones,
entre naciones y razas se debe al malentendido. Si investigamos
las religiones y descubrimos sus principios básicos,
veremos que todas encierran no varios, sino un solo fundamento y
que todas se hallar de acuerdo. Por este medio todos las
religiones del mundo entero llegarán a comprenderse y
alcanzarán la unidad y la reconciliación. . ."
En otro lugar 'Abdu'l-Bahá dice:
"¡Ay! la humanidad está totalmente sumergida en
imitaciones y en falsedades; sin embargo, la verdad de la
religión divina siempre ha permanecido igual.
Supersticiones han oscurecido la realidad fundamental, el mundo
se halla en tinieblas y la luz de la religión no se hace
aparente.
Esta oscuridad conduce a crear diferencias y desacuerdos; se
hallan por miles los dogmas y los ritos; por lo tanto el
desacuerdo se ha levantado entre los sistemas
religiosos a pesar de que la religión tiene por objeto la
unificación de la humanidad. La verdadera religión
es la fuente de amor y acuerdo entre los hombres, la causa
principal del desarrollo de cualidades elevadas; pero la gente
está acostumbrada a lo falso y a las imitaciones, y
descuida la realidad que unifica; así son despojados y
privados de la luz de la religión. Siguen las
supersticiones heredadas de sus padres y antepasados. Esto ha
prevalecido hasta tal grado que han opacado la luz celestial de
la verdad divina y se sumergen en la oscuridad de la
imitación y de las imaginaciones. Lo que fue el motivo de
la vida ha sido causa de la muerte; lo que
debería ser una evidencia de sabiduría, se
convierte en una prueba de ignorancia; aquello que fue factor en
la sublimidad de la naturaleza
humana se ha convertido en degradación. Por lo tanto,
la esfera del religionario se ha ido cerrando y oscureciendo
gradualmente y el círculo del materialismo se
ha ido ensanchando y avanzando; porque el religionario se ha
adherido a la imitación y lo espurio, descuidando y
descartando la santidad y la sagrada realidad de la
religión. Es cuando el sol se pone que los
murciélagos empiezan a volar. Ellos aparecen porque son
criaturas de la oscuridad. Cuando la luz de la religión se
oscurece, los materialistas aparecen. Ellos son los
murciélagos de la noche Es en la declinación de la
religión cuando ellos se vuelven más activos; buscan
la sombra cuando el mundo se halla a oscuras y las nubes se han
esparcido sobre él.
"Su Santidad Bahá'u'lláh se ha levantado por el
horizonte oriental. Como la gloria del sol, ha venido al mundo.
Ha implantado la realidad de la religión divina, ha
disipado la oscuridad de las imitaciones, ha sentado las bases de
nuevas enseñanzas y ha resucitado al mundo.
"La primera enseñanza de Bahá'u'lláh es la
investigación de la realidad. El hombre debe buscar la
realidad por sí mismo, desechando las Imitaciones y las
adherencias a meros formulismos hereditarios. Como las naciones
del mundo se hallan tan apegadas a las imitaciones
llamándolas verdades, y corno tales son variadas, las
diferencias en el credo han producido las contiendas y las
guerras.
Mientras estas imitaciones continúen, la unidad del mundo
es Imposible. Por lo tanto, debemos investigar la realidad para
que, mediante su luz, las nubes y la oscuridad puedan disiparse.
La realidad es una sola, no admite multiplicidad o
división. Si las naciones del mundo investigaran la
realidad, se pondrían de acuerdo y llegarían a
unirse. Mucha gente ha buscado la realidad a través de las
enseñanzas y de la guía de
Bahá'u'lláh. Han llegado a unirse y ahora viven de
acuerdo, amándose unos a otros; entre ellos no hay ya la
más pequeña traza de enemistad o
desunión".
Unidad entre religión y ciencia:
La Religión debe de estar de acuerdo con la ciencia y la
razón
Una fuente importante de conflictos y
desunión en el mundo actual. Es que hay una
oposición básica entre ciencia y religión,
que la verdad científica contradice la religión en
algunos puntos y que debemos escoger entre ser una persona
religiosa y seguir a DIOS o ser un científico y seguir los
dictados de la razón.
Los baháis dan importancia a la unidad fundamental entre
ciencia y religión, puesto que la verdad o la realidad es
una sola, no es posible que algo sea falso desde el punto de
vista científico y verdadero desde el punto de vista
religioso. Siempre debe de haber acuerdo entre la verdadera
religión y la ciencia.
Bahá u lláh afirmo que la inteligencia y la
capacidad de razonamiento del hombre son un don de DIOS. La
ciencia es el fruto de nuestro uso sistemático de estos
poderes otorgados por la Divinidad. Las verdades de la ciencia
son, por tanto, verdades descubiertas. Las verdades de la
religión profética son verdades reveladas, es
decir, verdades que DIOS nos ha mostrado sin que hayamos tenido
que descubridlas por nosotros mismos.
DIOS es el mismo y único Autor tanto de la
revelación como el Creador de la realidad que la ciencia
investiga, a si pues no puede haber contradicción entre
ambos.
Tanto la Religión como la ciencia son indispensables para
el pleno progreso y bienestar del hombre pues mientras la
Religión nos sirve para nuestro progreso y bienestar
espiritual, la ciencia se encarga de nuestro bienestar material,
y el ser humano es tanto materia como
espíritu.
Si el hombre trata de vivir solo con la religión,
caería inmediatamente en la ciénaga de la
superstición, mientras que si solo quisiera vivir con la
ciencia tampoco podrá realizar progreso, pues
caería en el desesperante pantano del materialismo.
Todas las religiones anteriores al Báb y Bahá u
lláh, han descendido a prácticas supersticiosas,
que dando en discordancia, desacuerdo, tanto con los verdaderos
principios de las enseñanzas que ellas representan como
con los descubrimientos científicos de la
época.
La Religión debe de liberarse de supersticiones,
tradiciones y dogmas no comprensibles puestas solo por el hombre
y debe manifestar su conformidad con la ciencia, entonces la
humanidad se unirá en el poder del Amor A DIOS.
Terminándose a sin con las guerras, discordias,
desavenencias, contiendas etc. Pues habrá una gran fuerza
unificadora y purificadora.
Podemos pensar que la ciencia es como un ala, y la
religión es como la otra; un pájaro necesita dos
alas para volar, una sola le sería inútil.
Cualquier religión que contradiga a la ciencia o se oponga
a ella, es sólo ignorancia, pues la ignorancia es lo
opuesto al conocimiento.
La religión que sólo consiste en ritos y ceremonias
basadas en el prejuicio, no es la verdad. Esforcémonos con
ahínco para que seamos los instrumentos de la
unificación de la religión y la ciencia.
'Alí, el yerno de Mu¥ammad, dijo: "Aquello que
está en conformidad con la ciencia está
también en conformidad con la religión." Todo lo
que la inteligencia del ser humano no pueda comprender, la
religión no debería aceptarlo. La religión y
la ciencia marchan de la mano, y cualquier religión
contraria a la ciencia no es la verdad.
Los prejuicios de religión, de raza o secta, destruyen el
fundamento de la humanidad:
Todo lo que divide al mundo -el odio, la guerra y el
derramamiento de sangre– tiene su
origen en uno u otro de estos prejuicios.
El mundo entero debe ser considerado como un único
país, todas las naciones como una sola nación,
todos los seres humanos como pertenecientes a una sola raza. Las
religiones, las razas y naciones son tan sólo divisiones
hechas por el ser humano, y necesarias sólo a su mente;
ante Dios no existen persas, ni árabes, ni franceses, ni
ingleses; Dios es Dios para todos, y para Él toda la
creación es una. Debemos obedecer a Dios y esforzarnos por
seguirle, abandonando todos nuestros prejuicios y haciendo
realidad la paz sobre la tierra.
Entrevista de Edward G. Con Baháulláh en 1890:
El distinguido orientalista, el extinto Edward G. Browne,
profesor de la
Universidad de
Cambridge, visitó a Bahá'u'lláh en
Bahjí en el año 1890 y escribió sus
impresiones como sigue:
… mi guía se detuvo por un momento mientras yo me
quitaba los zapatos. Entonces, con un rápido movimiento de
la mano, retiró la cortina; cuando yo hube pasado la puso
nuevamente en su sitio, y me encontré en una gran
habitación, a lo largo de cuyo extremo superior
había un diván bajo, mientras que en la pared
frente a la puerta estaban colocadas dos o tres sillas. Aunque yo
tenía una vaga idea del lugar adonde iba y a Quién
había de contemplar (pues no me había sido
proporcionada ninguna información precisa), pasaron unos
segundos antes de que, estremecido de asombro y reverente temor,
tuviera conciencia de que la habitación no estaba
vacía. En el ángulo donde el diván se
apoyaba en la pared distinguí una extraordinaria y
venerable figura, coronada con un tocado de fieltro, parecido a
los llamados "taj" por los derviches, pero diferente en la
hechura y mucho más altos, y en la base del cual estaba
arrollado un pequeño turbante. El rostro de Aquel a Quien
contemplé nunca lo podré olvidar, y, no obstante,
no puedo describirlo. Esos ojos penetrantes parecían leer
en mi propia alma; en Su amplia frente había poder y
autoridad, mientras que las profundas líneas de Su
ceño y Su faz denotaban una edad que parecía negar
el negro azabache de Su cabello y Su barba, que descendía
exuberante casi hasta la cintura. ¡No necesitaba preguntar
en presencia de Quién me encontraba al inclinarme ante
Aquel Que es objeto de una devoción y un amor que los
reyes podrían envidiar y por los cuales los emperadores
suspiran en vano!
Una voz digna y suave me pidió que me sentara, y
continuó: "¡Alabado sea Dios porque has llegado
hasta Mí!… Has venido a ver a un prisionero y un
desterrado… Nosotros sólo deseamos el bien del mundo y
la felicidad de las naciones; sin embargo, nos consideran
causantes de sedición y de rivalidades, merecedores de la
prisión y del destierro… Que todas las naciones tengan
una fe común y todos los hombres sean hermanos; que se
fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los
hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen
las diferencias de raza. ¿Qué mal hay en esto?…
Pero esto se cumplirá; esas luchas sin objeto, esas
guerras desastrosas desaparecerán y la "Más Grande
Paz" reinará… Ustedes, en Europa, ¿no necesitan
también de esto? ¿No fue esto mismo lo que
anunció Cristo?… Sin embargo, vemos a vuestros reyes y
gobernantes disipando sus tesoros más en medios de
destrucción de la raza humana que en aquello que
proporcionaría felicidad a la humanidad… Estas luchas,
este derramamiento de sangre y esta discordia cesarán y
todos los hombres serán como miembros de una sola
familia… Que ningún hombre se gloríe de que ama a
su patria; que más bien se gloríe de que ama a sus
semejantes…"
Éstas son, más o menos, las palabras que puedo
recordar y que, además de muchas otras, yo escuché
de labios de Baháulláh. Que aquellos que las lean
consideren por sí mismos si tales doctrinas merecen muerte
y prisión, y si el mundo más probablemente gane o
pierda por su difusión.

¿Quién esta escribiendo el
Futuro?

PREÁMBULO
El 28 de mayo de 1992, la Cámara de Diputados de Brasil se
reunía en sesión especial para conmemorar el
centenario de la muerte de Bahá'u'lláh, cuya
influencia se perfila hoy día como un rasgo cada vez
más familiar del panorama social e intelectual del mundo.
Su mensaje de unidad había tocado una fibra sensible de
los legisladores brasileños. En el curso de la
sesión, oradores representativos de la totalidad de los
partidos de la Cámara rindieron homenaje a un conjunto de
escrituras que uno de los diputados describió como "la
obra religiosa más colosal jamás escrita por la
pluma de un solo Hombre", y a una concepción del futuro de
nuestro planeta que, "traspasando fronteras materiales",
en palabras de otro diputado, "se abría a la humanidad
entera, prescindiendo de diferencias de nacionalidad,
raza, límites o
credo"'.
El homenaje resultaba tanto más asombroso cuanto que, en
su tierra natal, la obra de Bahá'u'lláh sigue
siendo objeto de agrias condenas por parte de los clérigos
musulmanes que gobiernan Irán. Sus predecesores
habían sido responsables del destierro y encarcelamiento
de Bahá'u'lláh a mediados del siglo diecinueve, e
igualmente de la masacre de miles de personas que compartieron
sus ideales en pro de la transformación de la sociedad y de
la vida humana. Incluso mientras se desarrollaba la sesión
de Brasilia, la negativa a rechazar creencias que han merecido
elogios de la mayor parte del mundo se cobraba en los 300.000
bahá'ís que viven en Irán su tributo de
persecuciones, privaciones y, en demasiados casos,
encarcelamientos y muertes.
Una oposición semejante caracterizó las actitudes
de varios regímenes totalitarios del pasado siglo.
Cabe preguntarse, pues, ¿cuál es la esencia del
conjunto de pensamientos que ha suscitado reacciones tan
marcadamente divergentes?
I
El mensaje principal que ofrece Bahá'u'lláh expone
la naturaleza
fundamentalmente espiritual de la realidad, así como de
las leyes que gobiernan su operación. No sólo ve a
la persona como ser espiritual o "alma racional", sino que
también insiste en que la empresa entera
que denominamos "civilización" es en sí misma un
proceso
espiritual, proceso en el que la conciencia y el corazón
del hombre han creado medios cada vez más complejos y
eficaces de expresar sus inherentes capacidades morales e
intelectuales.
Al rechazar los dogmas reinantes del materialismo,
Bahá'u'lláh propugna una interpretación
opuesta de los procesos históricos. La humanidad, punta de
lanza de la conciencia evolutiva, atraviesa etapas
análogas a los períodos de infancia,
niñez y adolescencia,
propios de la vida individual. La travesía nos ha
traído hasta el umbral de la tan esperada mayoría
de edad de una raza humana unificada. Las guerras, la
explotación y los prejuicios que han jalonado las etapas
inmaduras del proceso no deberían ser causa de
desesperación, sino un estímulo para asumir las
responsabilidades de la madurez colectiva.
Dirigiéndose a los líderes políticos y
religiosos de su propio tiempo, Bahá'u'lláh
manifestó que estaban despertándose en los pueblos
de la tierra nuevas capacidades cuyo poder incalculable
desbordaba la imaginación de su tiempo, capacidades que
pronto habrían de transformar la vida material del
planeta. Era esencial -decía- convertir tales avances
materiales en cauces para el desarrollo moral y social. Si los
conflictos nacionalistas y sectarios impedían que esto
ocurriese, entonces el progreso material produciría,
además de beneficios, también males inimaginables.
Algunos de los avisos de Bahá'u'lláh despiertan
ecos sombríos en la actualidad: "Cosas extrañas y
asombrosas existen en la tierra", prevenía; "estas cosas
son capaces de cambiar la totalidad de la atmósfera de la
tierra y su contaminación podría resultar
letal".
II
La principal tarea espiritual de todas las personas -afirma
Bahá'u'lláh-, cualquiera que sea su nación,
religión u origen étnico, consiste en sentar los
cimientos de una sociedad global que refleje la unidad de la
naturaleza humana. La unificación de los habitantes de la
tierra no es una visión utópica ni tampoco
cuestión de mera elección. Constituye la etapa
siguiente e inevitable del proceso de evolución social,
una etapa hacia la cual nos empuja toda la experiencia del pasado
y del presente. Hasta que esta tarea no sea afrontada y alcance
el debido reconocimiento, ninguno de los males que afligen a
nuestro planeta encontrará solución, puesto que
todos los problemas
esenciales de esta época en la que hemos entrado son
globales y universales, no particulares o regionales.
Los numerosos pasajes donde Bahá'u'lláh aborda la
llegada de la humanidad a su madurez están empapados de
referencias a la luz, usada como metáfora descriptiva del
poder transformador de la unidad: "Tan poderosa es la luz de la
unidad", afirma, "que puede iluminar la tierra entera". Tal
aseveración sitúa la historia contemporánea
en una perspectiva netamente distinta de la que predomina en este
final del siglo veinte. Nos insta a que identifiquemos -dentro
del sufrimiento y descalabro que atestiguamos en la actualidad-
la operación de fuerzas que están emancipando la
conciencia humana en preparación de una etapa nueva de su
evolución. Nos emplaza a reexaminar cuanto ha sucedido en
los últimos cien años y el efecto que estos cambios
han tenido sobre el conjunto heterogéneo de pueblos,
razas, naciones y comunidades que los han experimentado.
Si, como Bahá'u'lláh afirma, "el bienestar de la
humanidad, su paz y seguridad serán inalcanzables hasta
que su unidad esté firmemente establecida", es
comprensible por qué los bahá'ís tienen al
siglo xx a pesar de todos sus desastres, por "el siglo de la
luz". Pues estos cien años han presenciado una
transformación tanto del modo en que los habitantes de la
tierra han comenzado a planear su futuro colectivo, como de la
manera en que se miran unos a otros. Ambos cambios se
caracterizan por el proceso de unificación. Conmociones
más allá del control de las
instituciones de la época forzaron a los dirigentes
mundiales a iniciar la puesta en marcha de nuevos sistemas de
organización global que hubieran sido
impensables a comienzos del presente siglo. Al mismo tiempo,
tenía lugar una rápida erosión de
hábitos y actitudes que han dividido a los pueblos durante
un sinfín de siglos de conflictos y que tenían
visos de perdurar durante las épocas venideras.
A mediados de este siglo, ambos acontecimientos dieron lugar a un
hito cuyo significado histórico sólo las
generaciones futuras podrán apreciar debidamente. Tras las
secuelas estremecedoras de la II Guerra Mundial,
numerosos dirigentes con gran visión de futuro hallaron
que por fin era posible, mediante la
organización de Naciones Unidas,
comenzar a consolidar los cimientos del orden mundial.
Soñado hacía tiempo por los pensadores
progresistas, el nuevo sistema de convenciones internacionales y
organismos vinculados disponía ahora de los poderes
esenciales que le habían sido trágicamente negados
a la difunta Sociedad de Naciones. Conforme avanzaba el siglo, y
de forma paulatina, fue curtiéndose la musculatura inicial
del sistema de mantenimiento
de la paz internacional, hasta demostrar de forma persuasiva lo
que puede lograrse. En el mundo se producía entonces una
expansión constante de las instituciones
democráticas de gobierno. Aunque
los efectos prácticos resulten todavía
decepcionantes, ello en modo alguno desdice el cambio
histórico e irreversible de orientación que se ha
verificado en la organización de los asuntos humanos.
Y tal como sucediera con el orden mundial, otro tanto cabe decir
de los derechos de
los pueblos del mundo. La divulgación de las penalidades
espantosas que afligieron a las víctimas de la perversidad
humana durante la guerra dio lugar a una consternación
mundial, que sólo puede calificarse de hondo sentimiento
de vergüenza. De este trauma surgió una nueva
categoría de compromiso moral, institucionalizado
formalmente mediante las labores de la Comisión de
Derechos
Humanos de Naciones Unidas y los organismos relacionados,
hecho que hubiera sido inconcebible para los gobernantes
decimonónicos a quienes Bahá'u'lláh se
había dirigido sobre este particular. Reforzado con esta
legitimidad, todo un conjunto creciente de organizaciones no
gubernamentales se ha propuesto garantizar que la
Declaración de Derechos Humanos afiance los criterios
normativos internacionales y sea implantada de modo acorde.
También tuvo lugar un proceso paralelo en la vida
económica. Durante la primera mitad del siglo, como
consecuencia de los estragos causados por la gran depresión,
muchos gobiernos adoptaron medidas legislativas para la
creación de programas de
bienestar social y sistemas de
control financiero, fondos de reserva y regulaciones de
comercio
destinados a proteger a la sociedad de la recurrencia de tal
devastación. El período que siguió a la II
Guerra Mundial trajo consigo el establecimiento de instituciones
cuyo campo de operaciones es
global: el Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial,
el Acuerdo General sobre Comercio y Tarifas, y una red de organismos de
desarrollo dedicados a racionalizar y promover la prosperidad
material del planeta. Al cumplirse el siglo, sean cuales sean las
intenciones y por más que la presente gama de instrumental
sea burda, las masas de la humanidad han podido comprobar que el
uso de la riqueza del planeta admite reorganizarse en lo
fundamental, en respuesta a concepciones enteramente novedosas de
lo que son las necesidades. El efecto de estos cambios se vio
enormemente potenciado por la educación
imparable de las masas. Aparte de la disposición de los
gobiernos, nacionales y locales, de asignar recursos muy
superiores a este campo y la capacidad de la sociedad de
movilizar y formar ejércitos de maestros profesionalmente
cualificados, dos avances del siglo veinte destacan por su
particular influencia a nivel internacional. El primero fue la
serie de planes de desarrollo centrados en las necesidades
educativas, los cuales contaron con la financiación masiva
de entidades como el Banco Mundial,
organismos gubernamentales, grandes fundaciones y varias ramas
del sistema de Naciones Unidas. El segundo fue la
explosión de la tecnología
de la información, que ha convertido a todos los
habitantes de la tierra en beneficiarios potenciales del conjunto
del saber del género
humano.
Este proceso de reorganización estructural a escala planetaria
ha contado con los ánimos y refuerzos que le facilitaba un
profundo cambio de conciencia. De forma brusca, poblaciones
enteras se encontraron forzadas a asumir, a cara descubierta, los
costes de inveterados hábitos mentales generadores de
conflictos, debiendo hacer frente a una censura mundial que
condenaba lo que antes se reputaba como prácticas y
actitudes aceptables. El resultado fue el de estimular un cambio
revolucionario en la forma como las personas se veían unas
a otras. Por ejemplo, a lo largo de la historia, la experiencia
venía a demostrar -y la doctrina religiosa así
parecía confirmarlo- que las mujeres eran esencialmente y
por naturaleza inferiores a los hombres.

Pero de la noche a la mañana -visto desde una
perspectiva histórica-, esta percepción
dominante se estaba batiendo en retirada en todas partes. Aunque
muy largo y penoso sea el proceso de dar pleno sentido a la
afirmación de Bahá'u'lláh de que el hombre y
la mujer son en
todos los sentidos
iguales, es evidente que el apoyo intelectual y moral del punto
de vista opuesto se desintegra.
Otra fijación en la autoconciencia de la humanidad a lo
largo de los pasados milenios fue la celebración de las
distinciones étnicas, las cuales cristalizaron en los
siglos recientes en varias fantasías racistas. Con una
celeridad pasmosa, si se atiende a la perspectiva
histórica, el siglo veinte ha visto cómo la unidad
de la raza humana se establecía como principio rector del
orden internacional. Hoy día, los conflictos
étnicos que continúan asolando numerosas partes del
mundo ya no se ven como rasgos naturales de las relaciones entre
pueblos diversos, sino como aberraciones arbitrarias que deben
ser sometidas a un control internacional efectivo.
Durante la prolongada infancia de la humanidad también se
aceptaba, sin discusión, con la plena concurrencia de la
religión organizada, que la pobreza
constituía un rasgo permanente e inevitable del orden
social. Sin embargo, ahora, tal mentalidad, cuya
aceptación ha perfilado las prioridades de todos los
sistemas económicos que el mundo haya conocido, es objeto
del rechazo universal. Al menos en teoría,
en todas partes se reconoce a los gobiernos como garantes
esencialmente responsables de asegurar el bienestar de todos los
miembros de la sociedad.
Especialmente significativa -debido a su íntima
relación con las raíces de la
motivación humana- fue la merma del poder ejercido por
los prejuicios religiosos. Prefigurado ya en el "Parlamento de
las Religiones", que tanto interés
suscitó a finales del siglo diecinueve, el proceso de
diálogo y
colaboración interreligioso reforzó los efectos del
secularismo, al socavar los muros otrora inconquistables de la
autoridad clerical. A la vista de la transformación que
han experimentado las concepciones religiosas de antaño,
incluso el brote actual de reacción fundamentalista admite
ser visto, retrospectivamente, como poco más que las
acciones de
una retaguardia desesperada frente a la disolución
inevitable del control sectario. En palabras de
Bahá'u'lláh, "no hay ninguna duda de que los
pueblos del mundo, cualquiera que sea su raza o religión,
derivan su inspiración de una sola Fuente celestial, y son
los súbditos de un solo Dios".
Durante estos críticos decenios, también la
conciencia humana ha experimentado cambios fundamentales en su
modo de comprender el universo
físico. La primera mitad del siglo vio cómo las
nuevas teorías
de la relatividad y de la mecánica
cuántica -ambas íntimamente relacionadas con la
naturaleza y operación de la luz- revolucionaban el campo
de la física y
alteraban el curso entero del desarrollo científico. Se
hizo evidente que la física clásica sólo
podía explicar los fenómenos dentro de un marco
limitado. De repente, se abría una nueva puerta al estudio
tanto de los corpúsculos más diminutos del universo
como de sus grandes sistemas cosmológicos, un cambio cuyos
efectos trascendieron los dominios de la física para
sacudir los cimientos mismos de la cosmovisión que
había dominado el pensamiento
científico durante siglos. Era el definitivo adiós
a las imágenes
de un mundo mecánico accionado como un reloj, y a la
supuesta separación entre el observador y lo observado,
entre mente y materia. Con el telón de fondo que ofrecen
los fecundos estudios así concebidos, la ciencia
teórica ahora comienza a explorar la posibilidad de que la
inteligencia y la voluntad sean inherentes a la naturaleza y
operación del universo.
A raíz de estos cambios conceptuales, la humanidad ha
ingresado en una era en que la interacción entre las ciencias
físicas -la física, la química y la biología,
acompañadas de la incipiente ecología– ha abierto
posibilidades asombrosas para el realce de la vida.
Diáfanos e impresionantes son los beneficios cosechados en
áreas de vital interés como la agricultura y
la medicina, o
los que se derivan del aprovechamiento de las nuevas fuentes de
energía. Al mismo tiempo, el nuevo campo que abre la
ciencia de los materiales comienza a proporcionar una
plétora de recursos especializados desconocidos a
principios de siglo: plásticos,
fibras ópticas, fibras de carbono.
Los avances de la ciencia y
tecnología tuvieron efectos recíprocos. Los
granos de arena -el elemento material más humilde y de
apariencia más insignificante-, metamorfoseados en
láminas de sílice y en cristal óptico
depurado, han posibilitado la creación de redes de comunicación mundial. Ello, junto con el
desarrollo de sistemas de satélites
cada vez más sofisticados, ha comenzado a facilitar el
acceso de las personas de todo el mundo, sin distinción,
al conocimiento acumulado por la raza humana entera. Es evidente
que los decenios que tenemos por delante asistirán a la
integración de las tecnologías de la
informática, teléfono y televisión
en un solo sistema unificado de comunicación e
información, cuyos dispositivos estarán disponibles
a gran escala y bajo precio.
Resulta difícil exagerar el impacto psicológico y
social que tendrá el reemplazo previsto de la caterva de
sistemas monetarios existentes -para muchos, el último
bastión del orgullo nacional- por una sola divisa mundial,
la cual funcionará en su mayor parte mediante impulsos
electrónicos. Ciertamente, el efecto unificador de la
revolución
del siglo veinte en ninguna parte resulta tan palmario como en
las repercusiones de los cambios que han tenido lugar en la vida
científica y tecnológica. Al nivel más
elemental, la raza humana está dotada ahora de los medios
requeridos para realizar las metas visionarias evocadas por una
conciencia en constante maduración. Visto con mayor
hondura, esta potenciación está ahora virtualmente
al alcance de todos los habitantes de la tierra, sin
distinción de raza, cultura o
nación. "Una nueva vida", vio proféticamente
Bahá'u'lláh, "se agita, en esta época,
dentro de todos los pueblos de la tierra; y, no obstante, nadie
ha descubierto su causa o percibido SU motivo". Hoy día,
un siglo después de que estas palabras fueran escritas,
las repercusiones de lo que ha acontecido desde entonces empiezan
a ser evidentes para todas las conciencias reflexivas.
III
Apreciar la transformación llevada a cabo durante el
período histórico que ahora concluye no significa
negar la oscuridad acompañante que marca, con agudo
contraste, semejantes logros: el exterminio deliberado de
millones de seres humanos desamparados, la invención y uso
de nuevas armas de
destrucción capaces de aniquilar poblaciones enteras, el
surgimiento de ideologías que sofocaron la vida espiritual
e intelectual de naciones enteras, el daño
causado al entorno físico del planeta a una escala masiva
que acaso requiera siglos restañar, y el mal
incalculablemente mayor causado a generaciones de niños a
los que se ha llevado a creer que la violencia, la
indecencia y el egoísmo son triunfos de la libertad
personal. Éstas son tan sólo las lacras más
obvias de un catálogo de males, sin parangón en la
historia, y cuyas lecciones legara nuestra era para educación de las
escarmentadas generaciones que nos sigan.
Sin embargo, la oscuridad no es un fenómeno dotado de
existencia propia, y mucho menos de autonomía; no extingue
la luz ni la aminora, sino que subraya esas zonas donde la luz no
alcanza a iluminar debidamente. Así será juzgada
sin duda la civilización del siglo veinte por los
historiadores de una época más madura y
desapasionada. La ferocidad de la naturaleza animal, que
campeó desbocada durante esos años críticos
y que, a veces, pareció amenazar la supervivencia misma de
la sociedad, no consiguió impedir el desarrollo constante
de las potencialidades creativas que poseía y posee la
conciencia humana. Al contrario. Conforme el siglo avanzaba, era
cada vez mayor el número de personas que cobraba
conciencia de cuán huecas eran las lealtades y cuán
sin fundamento los temores que las atenazaban pocos años
atrás.
"Incomparable es este Día", insiste
Bahá'u'lláh, "pues es como el ojo para las
épocas y siglos pasados, y como una luz para la oscuridad
de los tiempos". Desde esta perspectiva, la cuestión no es
la de la oscuridad que frenó y oscureció el
progreso logrado en los cien años extraordinarios que
ahora terminan, sino, antes bien, la de cuánto sufrimiento
y ruina habrá todavía de experimentar nuestra raza
hasta que aceptemos de corazón la naturaleza espiritual
que hace de nosotros un solo pueblo, y cobremos fuerzas para
planear nuestro futuro a la luz de las lecciones aprendidas con
tanto dolor.
IV
La idea de la futura civilización que se perfila en los
escritos de Bahá'u'lláh cuestiona buena parte de lo
que hoy se impone en nuestro mundo como normativo e inalterable.
Los grandes avances realizados durante el siglo de la luz han
abierto la puerta a una nueva clase de
mundo. Si la evolución social e intelectual se da en
respuesta efectiva a una inteligencia moral inherente a la
existencia, gran parte de la teoría que orienta los
enfoques contemporáneos sobre la toma de
decisiones se encuentra fatalmente viciada. Si la conciencia
humana posee una naturaleza esencialmente espiritual
-según ha sido siempre la intuición de la gran
mayoría de las personas comunes-, sus necesidades de
desarrollo no pueden entenderse ni servirse mediante una
interpretación de la realidad que insiste
dogmáticamente en sentido opuesto.
Ningún aspecto de la civilización
contemporánea queda más frontalmente cuestionado
por la concepción de futuro que expresa
Bahá'u'lláh que el culto reinante al
individualismo, hoy extendido a la mayor parte del mundo.
Sustentada culturalmente, a la par por las ideologías
políticas, por el elitismo académico
y por la sociedad de consumo, la
"búsqueda de la felicidad" ha originado un sentido
agresivo y casi ilimitado de derecho personal. Las consecuencias
morales han sido corrosivas por igual para el individuo y para la
sociedad, y arrolladoras si se mide en enfermedades, drogadicción y otros azotes demasiado
presentes al final de siglo. La tarea de liberar a la humanidad
de un error tan fundamental y extendido requerirá que se
pongan en cuestión algunos de los supuestos más
arraigados que sobre el bien y el mal acogió el siglo
veinte.
¿Cuáles son algunos de estos supuestos no
examinados? El más obvio es la convicción de que la
unidad es un ideal distante, casi inalcanzable, que habrá
de afrontarse sólo después de que se haya resuelto,
no se sabe bien cómo, una miríada de conflictos
políticos, necesidades materiales e injusticias. Empero,
el caso -afirma Bahá'u'lláh- es el inverso. La
enfermedad primaria que aflige a la sociedad y que genera los
males que la mutilan -asegura- es la desunión de una raza
humana que se distingue por su capacidad de colaboración y
cuyo progreso, hasta la fecha, ha dependido de la medida en que
en diferentes etapas y diversas sociedades se
ha plasmado una acción unificada. Aferrarse a la
noción de que el conflicto
constituye un rasgo intrínseco de la naturaleza humana, en
vez de un complejo de hábitos y actitudes adquiridos,
equivale a imponer al nuevo siglo un error que, más que
ningún otro factor aislado, ha condicionado
trágicamente el pasado de la humanidad. "Considerad el
mundo", aconsejaba Bahá'u'lláh a los dirigentes
electivos, "como al cuerpo humano
que, aunque al ser creado es completo y perfecto, por varias
causas ha sido afligido por graves desórdenes y
enfermedades".
Íntimamente relacionado con la cuestión de la
unidad, hay un segundo reto moral que el siglo que ahora se agota
ha planteado con una urgencia cada vez mayor. A los ojos de Dios,
reitera Bahá'u'lláh, la justicia es la "más
amada de todas las cosas". Faculta a la persona para que vea la
realidad a través de sus propios ojos, en vez de por los
de su vecino, y dota a la toma colectiva de decisiones de la
única clase de autoridad que puede garantizar la unidad de
pensamiento y acción. Por muy gratificante que sea el
sistema de orden internacional que surgió de las
experiencias desgarradoras del siglo veinte, la
perduración de su influencia dependerá de que se
acepte el principio moral implícito en él. Si el
conjunto de la humanidad es uno e indivisible, entonces la
autoridad que ejercen las instituciones de gobierno representa,
en esencia, un fideicomiso.
Cada persona individual llega al mundo bajo la responsabilidad
del conjunto, y es este rasgo de la existencia humana lo que
constituye el cimiento real de los derechos sociales,
económicos y culturales que la Carta de Naciones
Unidas y los documentos relacionados articulan. La justicia y la
unidad ejercen un efecto recíproco. "El propósito
de la justicia", escribió Bahá'u'lláh, "es
el de la aparición de la unidad entre los hombres. El
océano de la sabiduría divina se eleva dentro de
esta exaltada palabra, en tanto que los libros del mundo no
pueden contener su significado interior".
Conforme la sociedad se compromete -por más que de forma
vacilante y temerosa- con estos y otros principios morales
relacionados, el papel más significativo que se ofrece al
individuo es el del servicio. Una
de las paradojas de la vida humana consiste en que el desarrollo
de la
personalidad tiene lugar primariamente a través del
compromiso en empresas
más amplias en las que el yo -aunque sea temporalmente- se
olvida. En una época que ofrece a las gentes de toda
condición la oportunidad de participar efectivamente en la
configuración del propio orden social, el ideal del
servicio a los demás asume un significado enteramente
nuevo. Exaltar metas tales como las ganancias y la
reafirmación del yo como el propósito de la vida,
es promover principalmente el lado animal de la naturaleza
humana. Y tampoco pueden los mensajes simplistas de
salvación personal dar respuesta a los anhelos de
generaciones que han podido comprobar, con honda certidumbre, que
la verdadera realización compete tanto a este mundo como
al venidero. "Preocupaos fervientemente por las necesidades de la
época en que vivís", aconsejaba
Bahá'u'lláh "y centrad vuestras deliberaciones en
sus exigencias y requisitos".
Tal perspectiva conlleva profundas repercusiones para la
conducción de los asuntos humanos. Es obvio, por ejemplo,
que, cualesquiera que sean las aportaciones del pasado, cuanto
más perdure el
estado-nación como influencia dominante en la
determinación de la suerte de la humanidad, tanto
más se relegará la consecución de la paz
mundial, y tanto mayor será el sufrimiento infligido sobre
la población de la tierra. En la vida
económica de la humanidad, no importa cuán grande
sea la bonanza producida por la
globalización, es evidente que este proceso
también acarrea concentraciones sin parangón de
poder autocrático que habrán de someterse al
control democrático internacional, si no se quiere que
generen pobreza y
desesperación para millones de seres humanos. De igual
modo, los cambios históricos en la tecnología de la
información y comunicación, que comportan medios
tan potentes para el avance y promoción del desarrollo social
y del refuerzo de la conciencia global en común, pueden,
con igual fuerza, desviar y embrutecer impulsos que son vitales
para el servicio de este mismo proceso.
V
Lo que Bahá'u'lláh plantea es una nueva
relación entre Dios y la humanidad que esté en
armonía con la madurez incipiente de la raza. La Realidad
última que ha creado y sostiene el universo
permanecerá para siempre más allá del
alcance de la mente humana. La relación consciente de la
humanidad con ella, en la medida en que se ha establecido, ha
sido el resultado de la influencia de los Fundadores de las
grandes religiones: Moisés, Zoroastro, Buda, Jesús,
Muhammad y figuras anteriores cuyos nombres, en su mayor parte,
han caído en el olvido. Al responder a estos impulsos de
lo divino, los pueblos de la tierra han desarrollado
progresivamente capacidades espirituales, intelectuales y morales
empeñadas en civilizar el carácter de la persona. Este proceso
acumulativo y milenario ha llegado ahora a una de esas etapas
características de las encrucijadas decisivas del proceso
evolutivo, en las que surgen de repente posibilidades nunca antes
alcanzadas: "Éste es el Día", afirma
Bahá'u'lláh "en que los favores más
excelentes de Dios se han derramado sobre los hombres, el
día en que Su poderosísima gracia ha sido infundida
en todas las cosas creadas".
Vista a través de los ojos de Bahá'u'lláh,
la historia de las tribus, pueblos y naciones ha llegado
efectivamente a su conclusión.
Lo que presenciamos ahora es el comienzo de la historia de la
humanidad, la historia de una raza humana consciente de su propia
unicidad. Para esta hora decisiva en el curso de la
civilización, sus escritos aportan una definición
de la naturaleza y proceso de la civilización, así
como un orden de prioridades. Su objetivo es el de invitarnos a
retornar a una conciencia y responsabilidad espirituales.
No hay nada en los escritos de Bahá'u'lláh que
abone la ilusión de que los cambios previstos serán
efectuados llanamente. Antes al contrario. Tal como los
acontecimientos del siglo veinte han demostrado ya, las pautas de
hábitos y actitudes arraigadas durante milenios no se
abandonan de forma espontánea, ni en respuesta simplemente
a la educación o actuación legislativa. Antes bien,
en la vida del individuo o de la sociedad, los cambios profundos
normalmente ocurren en respuesta a los sufrimientos intensos y a
dificultades insostenibles que no dejan otra salida. Precisamente
es el sufrimiento de prueba tan grande -avisa
Bahá'u'lláh- lo que se necesita para fundir a los
diversos pueblos de la tierra en un solo pueblo.
La concepción espiritual y materialista de la naturaleza
de la realidad son irreconciliables entre sí y desembocan
en direcciones opuestas. Al abrirse el nuevo siglo, el curso
marcado por la segunda de estas dos visiones opuestas ha llevado
a una humanidad desamparada a rebasar el punto límite en
el que podía alimentarse una ilusión de
racionalidad, ya no se diga de bienestar humano. Con cada
día que pasa, se multiplican las muestras de que por
doquier grandes masas de personas están llegando a esta
misma conclusión.
A pesar de la opinión muy extendida en sentido contrario,
la raza humana no es una tabla rasa sobre la que árbitros
privilegiados de los asuntos humanos puedan inscribir libremente
sus propios deseos. Las fuentes del espíritu manan desde
donde es su voluntad, según su voluntad. No van a seguir
siendo indefinidamente sofocadas por los detritus de la sociedad
contemporánea. Ya no hace falta visión
profética para apreciar que los años iniciales del
nuevo siglo presenciarán la liberación de
energías y aspiraciones infinitamente más potentes
que las rutinas, falsedades y adicciones que
durante tanto tiempo han bloqueado su expresión.
Por muy grande que sea la agitación, el período al
que se dirige la humanidad va a ofrecer a toda persona, a toda
institución y a toda comunidad de la tierra oportunidades
sin precedentes de participar en la configuración del
futuro del planeta. "Pronto", es la promesa segura de
Bahá'u'lláh, "el orden actual será
enrollado, y otro nuevo desplegado en su lugar"

Conclusión,
reflexión

Conclusión- Reflexión:
No hay tantas religiones, como tales. Las religiones tienen sus
fundadores, con sus libros sagrados, su calendario, sus
mártires, profecías, su convenio… Para los
Baháis hay 9 religiones: Sabeanismo, se desconoce, su
Profeta, Enoch?. Hinduista: Khrisna. Zoroastriana: Zoroastro.
Budista: Buda. Judía: Moisés. Cristiana:
Jesucristo. Musulmana: Mahoma. Babi: EL Báb, Bahái:
Baháulláh.
Una cosa es La religión en su estado mas puro, para eso
hay que remitirse a las fuentes, que serian los libros sagrados
de cada religión, y otra cosa muy distinta son los
seguidores de una religión, que interpretar esta a su
antojo, limitaciones, prejuicios, necesidades… creando
entre ellos multitud de sectas, que ellos llaman religiones, y
que todos tienen en común al mismo profeta y al mismo
libro sagrado y que no admiten o interpretar mal las
profecías, que dejan paso a una nueva manifestación
Divina, y en el caso del clero son los primeros en negar a la
nueva manifestación Divina, por el poder que ellos tienen,
ejercen sobre la religión, como ya ocurrió con la
primera avenida de Jesucristo, que fue el clero judío, en
condenarlo a la muerte, en la segunda venida de Jesucristo,
según profecía de Daniel.Dn8:13/14). Y Cristo
(Mt.24:3/4y5), ver explicación en la monografía: 7mil millones de personas y un
solo DIOS, revelándose progresivamente. En comunidad de
religión.
Es el clero musulmán el que destierra y condena a 40
años de prisión a Baháulláh (La
Gloria de DIOS). Y unos cuantos años antes el clero
musulmán fusila, condena a la muerte, al Báb,
Manifestación Divina que anuncia claramente y Reconoce a
Baháullah, como El prometido de todas las Religiones que
viene a cerrar el ciclo Adámico.
Además, El rey de Persia, Násri'd-Din Sháh,
había matado veinte mil bahá'ís,
mártires que con absoluto desprendimiento y completa
disposición ofrendaron alegremente sus vidas por su
fe.
Los judíos
no aceptan a Cristo, pero los cristianos si aceptan a
Moisés. Los cristianos no aceptan a Mahoma, pero si los
musulmanes aceptan a Cristo, los musulmanes no aceptan a
Baháulláh, pero Si los baháis, seguidores de
Baháulláh, aceptamos a El Báb, Mahoma y a
Cristo, a Moisés, a Buda, a Zoroastro, a Khrisna.
Baháulláh advierte que quien considere cualquier
manifestación superior una a otra, esta en un error y no
es bahái, pues todas estas manifestaciones Divinas
provienen todas de un mismo y único Dios, y obedecen todas
a un mismo plan Divino. Y
Todas estas manifestaciones están unidas y ninguna se
contradice y cada una deja paso a la venida de la siguiente,
Baháulláh, advierte que no antes de mil
años, aproximadamente después de su
declaración 1863, no vendrá otra nueva
manifestación, Fundador de otra religión, dentro de
la Revelación progresiva de Dios.
Si las manifestaciones Divinas están unidas y ninguna se
contradice, ¿Qué clase de seguidores de una
religión somos? ¿Qué creyentes en DIOS
somos? Si no aceptamos la voluntad de DIOS, por medio de sus
mensajeros Divinos.
Trabajo
realizado por Jesús Rafael González García.
Miembro de la comunidad internacional bahái, Fe
Bahái. Como una aportación, para compartir con
todos, estos conocimientos que he podido adquirir , gracias a
DIOS, y que ofrezco humildemente, con la esperanza de que este
trabajo sobre la religión les sirvan para entender mejor
la voluntad de Dios que nos hace llegar a toda la humanidad por
medio de sus Mensajeros Divinos, de Su Revelación
progresiva, Divina,
Y podamos ser verdaderos creyentes y seguidores del Único
DIOS, y atenernos a sus mandatos, pues el primer deber
establecido por Dios a sus siervos, según su ultima
Manifestación Divina, Baháulláh, es:
CLV. El primer deber prescrito por Dios a sus siervos es el
reconocimiento de Aquel quien es la Aurora de su
Revelación y la Fuente de sus leyes, quien representa a la
Deidad tanto en el Reino de su Causa como en el mundo de la
creación. Quienquiera cumpla este deber ha logrado todo el
bien; y quienquiera esté privado de él, se ha
extraviado, aunque sea autor de todo hecho justo. Incumbe a cada
uno que alcanza esta muy sublime posición, esta cima de
trascendente gloria, observar toda ordenanza de Aquel quien es el
Deseo del mundo. Estos deberes gemelos son inseparables. Ninguno
es aceptable sin el otro. Así ha sido decretado por Aquel
quien es la Fuente de inspiración divina.
Aquellos a quienes Dios ha dotado con perspicacia
reconocerán fácilmente que los preceptos dictados
por Dios constituyen los más altos medios para el
mantenimiento del orden en el mundo y la seguridad de sus
pueblos. Aquel que se aparta de ellos, es contado entre los
abyectos y necios. Nosotros, en verdad, os hemos ordenado
rechazar los dictados de vuestras malas pasiones y deseos
corruptos, y no transgredir los límites que ha fijado la
Pluma del Altísimo, porque éstos son el
hálito de vida para todas las cosas creadas. Los mares de
sabiduría divina y de divina prolación se han
agitado por el soplo de la brisa del Todo
Misericordioso. Apresuraos y bebed cuanto podáis,
¡OH hombres de entendimiento! Aquellos que han violado el
Convenio de Dios al quebrantar sus mandamientos, y se han vuelto
atrás sobre sus talones, ésos han errado
lastimosamente a la vista de Dios, el que Todo lo Posee, el
Altísimo.
¡OH vosotros pueblos del mundo! Sabed, ciertamente, que mis
mandamientos son las lámparas de mi amorosa providencia
entre mis siervos, y las llaves de mi misericordia para mis
criaturas. Así ha sido enviado desde el cielo de la
Voluntad de vuestro Señor, el Señor de la
Revelación. Si algún hombre gustara la dulzura de
las palabras que han querido proferir los labios del Todo
Misericordioso, aunque estuvieran en su poder los tesoros de la
tierra, renunciaría a todos y a cada uno de ellos para
poder vindicar la verdad de siquiera uno sólo de sus
mandamientos, los cuales brillan sobre la Aurora de su generoso
cuidado y amorosa bondad.
Di: De mis leyes puede aspirarse el dulce aroma de mi vestidura,
y con su ayuda los estandartes de la Victoria serán
plantados sobre las más altas cumbres. La Lengua de mi
poder, desde el cielo de mi omnipotente gloria, ha dirigido a mi
creación estas palabras: "Observa mis mandamientos, por
amor a mi belleza". Feliz el amante que de estas palabras ha
inhalado la divina fragancia de su Bienamado, saturadas con el
perfume de una gracia que ninguna lengua puede describir.
¡Por mi vida! Aquel que ha tomado el vino escogido de la
equidad de manos de mí generoso favor, circulará
alrededor de mis mandamientos, que brillan sobre la Aurora de mi
creación.
No penséis que os hemos revelado un mero código
de leyes. No, más bien, hemos roto el sello del Vino
escogido con los dedos de la fuerza y del poder. Esto lo
atestigua aquello que ha revelado la Pluma de la
Revelación. ¡Meditad sobre esto, OH hombres de
perspicacia!…
Cada vez que mis leyes aparecen como el sol en el cielo de mi
prolación, deben ser fielmente obedecidas por todos,
aunque mi decreto sea tal que haga henderse el cielo de toda
religión. Él hace lo que le place. Él elige;
y nadie puede objetar su elección. Todo lo que Él,
el
Bienamado, ordena, eso mismo es, ciertamente, amado. Esto, Aquel
quien es el Señor de toda la creación me lo
atestigua. Quienquiera que haya inhalado la dulce fragancia del
Todo Misericordioso, y haya reconocido la fuente de estas
palabras, dará la bienvenida con sus propios ojos a las
saetas del enemigo, para poder establecer entre los hombres la
verdad de las leyes de Dios. Bienaventurado aquel que se haya
vuelto hacia ello y haya comprendido el significado de su
decisivo decreto. (Baha'u'llah, Pasajes de los Escritos de
Bahá'u'lláh)
Jesus19-9[arroba]hotmail.com

http://www.irunbahai.com/
http://www.bci.org/bahaimexico/bahai.html
http://www.bic-un.bahai.org/espanol/i-s.htm

Autor:

Jesús Rafael Gonzalez Garcia

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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