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Sociedad y religión en Roma (apuntes) (página 2)



Partes: 1, 2

En nuestro país el esquema jurídico y
especialmente el derecho positivo
e las leyes que se encuentran en vigencia para su
aplicación actualmente – están embebidas de
este carácter. En efecto, los principios de
igualdad y de "reserva" del derecho argentino lo convierten en un
esquema de índole romano. Sólo tiene vigencia la
"ley escrita".

En la República Romana, además, los plebeyos
lograron mayor igualdad política, a través del
acceso a ciertas magistraturas. Por ejemplo, uno de los
cónsules debía ser plebeyo. Los patricios
encontraron una solución a la defensa de sus privilegios
creando magistraturas que quitaran ciertos poderes al consulado.
Los plebeyos, a su vez organizaron los tribunos de la plebe que
se comportaban como defensores frente a los patricios con
atributos divinos e inviolables. Asimismo se creó una
Asamblea plebeya o concilio plebeyo cuyas decisiones o
plebiscitos fueron adquiriendo validez en toda la
república.

La Cámara de Diputados de nuestro país por su
parte, mantiene el carácter de "representante del pueblo
de la nación"
con miembros elegidos directamente a simple suma de sufragios por
todo los ciudadanos de la nación.

Aunque la igualdad religiosa escapa el exclusivo marco de los
político, cabe agregar que los plebeyos en Roma obtuvieron
durante la república el poder de acceder al culto y los
cargos sacerdotales. En nuestro país, el artículo 2
de la Constitución Nacional establece oficialmente el
culto Católico Apostólico Romano.

La evolución religiosa en Roma

A pesar de las inmigraciones y del dominio
extranjero, los itálicos fueron quienes constituyeron la
base de la población romana. Su carácter se evidenció también
en las primitivas concepciones religiosas, que revelaban un
profundo respeto a los
dioses.

Como divinidades aceptaron originariamente las fuerzas
actuantes en el círculo de la vida o sea, las que rigen el
nacimiento y la muerte, la
prosperidad y ruina de las casas, de los campos, de los
rebaños y de la comunidad
ciudadana. Temían personificar e individualizar tales
potencias invisibles, por lo cual no poseían imágenes
ni estatuas de sus dioses, sino que designaban a éstos
únicamente por medio de símbolos, como, por ejemplo, a Marte por
medio de una lanza. Con la influencia de los etruscos y el
contacto con los griegos colonizadores, cambió la vida
religiosa de los romanos y su creencia en los dioses, de modo que
representaron a sus dioses en formas humanas, erigieron templos,
añadieron nuevas divinidades, las que ya poseían se
transformaron, y así se fundieron las concepciones
antiguas con las nuevas. A ello se debe el que, en tiempos
históricos, los dioses romanos coincidieran, en sus rasgos
esenciales, con los dioses griegos.

Los dioses de aquellos pueblos de labradores era genio
tutelares de la casa y de los campos. La puerta de la casa estaba
protegida por Ianus. Más tarde se representó a este
dios con doble cabeza debido a que las puertas miran hacia
adentro y hacia fuera como si tuvieran "doble cara"

El dios de las simientes y la tierra, uno
de los dioses más antiguos de los itálicos, era
Saturno. Este dios había sido expulsado del cielo por
Júpiter y habiendo llegado a Italia
gobernó como rey en el Lacio. Durante su fiesta la gente
se regalaba pequeños obsequios y dinero,
costumbre ésta que podría asociarse con algunas de
nuestros días. La cosecha estaba bajo la protección
de Consus, dios que guardaba en graneros los frutos del campo y
que es honrado con fiestas que incluían carreras de
caballos ante su altar, donde más tarde se edificara el
Circus Máximus. Flora era la protectora de las flores y
Pomona de los frutos. El genio bueno de las montañas y de
los pastos era Faunus.

Sus sacerdotes, los lupercii corrían alrededor del
Palatino envueltos en pieles de macho cabrío. Los bosques
y los campos estaban a cargo de Silvanus y los rebaños y
los sitios de pasto al de Pales. En honor de esta última
diosa se celebraba una fiesta de purificación llamada
Palilia. Terminus era el viejo dios itálico de las
fronteras y los límites.
El Genius era el espíritu tutelar del hombre, al que
acompañaba durante toda su vida. El dios romano Liber,
protector de la vitivinicultura y de la fertilidad del suelo, luego
derivo en Baco.

Los doce dioses principales habían entrado con los
etruscos o habían sido gestados comparándolos con
los griegos. Júpiter era el antiguo dios indoeuropeo del
cielo claro al que se adoraba en las cumbres de los montes y se
manifestaba con truenos y relámpagos. Al lado de
Júpiter se encuentra Juno personificación de lo
femenino fundadora del matrimonio. Desde
el tiempo de los
Tarquinios se adoraba a Minerva que junto con Júpiter y
Juno componía la tríada capitolina. Minerva era la
diosa de las habilidades de la Industria, de
las Artes y de la Ciencia.
Corresponde a la griega Palas Atenea.

La diosa protectora del hogar era Vesta. En su templo
ardía el fuego sagrado custodiado durante treinta
años por seis vírgenes denominadas vestales. Si el
fuego se apagaba la vestal culpable era azotada por el Pontifex
máximo, sumo sacerdote comparable al Papa de la religión
católica. El nombre hace referencia al puente (cuidador
del puente) que unía las dos márgenes del
río Tiber y, por lo tanto símbolo de la
unión de Roma. De la misma
manera se adjudica el nombre de sumo pontífice al Papa
como unificador de la Iglesia.

Ceres era la diosa de la agricultura
(puede asociarse con ella la palabra "cereal") Marte era el dios
de la guerra y
patriarca de los romanos. Mercurio era
comparable al Hermes de los griegos protector del comercio.
Venus, la Afrodita griega era la diosa de la belleza y del
amor. Neptuno
era la antigua deidad romana de las aguas, en especial del mar
equivalente al dios griego Poseidón. Vulcano era el dios
del fuego y del arte de la forja
y equivalía al Hefaistos de Grecia. Apolo
fue el primer dios que se introdujo desde Cumas a Roma fue
adorado como dios de las artes y de la adivinación y como
dios de refugio para los perseguidos. Diana era la diosa de la
luna y de la vida libre de la naturaleza
así como de la caza.

Otros seres a quien se tributaba adoración divina eran
los lares (los protectores de las casas), los penates (dioses
protectores de los habitantes de las casas) y los manes (las
almas de los muertos)

El romano era un pueblo piadoso, consciente de la
intervención de las potencias superiores en todos los
asuntos de la vida cotidiana. Se prestaba mucha atención a lo que los dioses pedían
a los hombres que se manifestaba a través de los
prodigios. La atención que se prestaba a todo lo que los
dioses exigían de los hombres recibía de los
romanos el nombre de "religio", nombre común hoy en
día para denominar a todas las maneras que el hombre ha
encontrado para re-ligarse con sus dioses.

Los prodigios eran todos aquellos procesos de la
naturaleza y de la vida humana que por su carácter
insólito indicaban cierta perturbación en las
relaciones entre los dioses y los hombres. Los romanos obraban de
acuerdo a la concepción "do ut des" (doy para que tu des)
y esta caracterizaba a la relación con los dioses. En la
adoración de los dioses tenía mucha importancia la
magia de la forma externa. No estaba permitido alterar un solo
gesto o sonido de las
formulas. Esto también ocurre hoy en día con
algunos aspectos inalterables de la liturgia cristiana.

La autoridad
máxima del culto romano lo constituía Collegium
Pontificium, a la cabeza del cual se encontraba el
Pontífice, que se puede asociar, como ya hemos dicho con
el Papa de la religión Católica. Esta autoridad
vigilaba todo el culto, eran intérpretes del Derecho
Sagrado, – lo que hoy se denomina derecho canónico en la
religión católica – y llevaban los annales
maximi en los que se consignaban los acontecimientos de cada
año. El cargo era vitalicio, y esto permite además
asociarlo con el carácter que imprime el Orden Sagrado,
uno de los sacramentos de servicio de la
religión católica y que lo hace imborrable y
vitalicio.

Existía además el Collegium augurum que
investigaban la voluntad de los dioses a través de los
signos del
cielo, del vuelo de las aves y de los
signos procedentes del apetito con que comían los pollos
sagrados. Existía además los augures que
escudriñaban las entrañas de las aves
(arúspices), el colegio sacerdotal de los veinte feciales
que tenía la función de
velar por el derecho de gentes, los viri sacrorum que en
número de dos al principio y de quince más tarde,
consultaban los Libros
Sibilinos que guardaban en secreto. Además cabe destacar,
la existencia de otros sacerdotes particulares que
atendían cada uno de los cultos de los diferentes
dioses.

Los lugares más antiguos de culto eran los lugares
naturales como las grutas y los bosques sagrados. También
ha perdurado en la religión católica actual la
existencia de lugares de culto reservado sólo para
sacerdotes y los ministros como el altar, la sacristía,
etc.

Otro de los aspectos que se conservan es la imagen del dios,
que fue introducido por los etruscos y perduró en la
cultura romana
mediante estatuas o dibujos.

La acción
más importante del culto era el sacrificio. En la casa
predominaban los sacrificios incruentos mediante ofrecimientos de
frutos del campo. En las oraciones se seguían formulas
establecidas que nos permite asociarlas con las oraciones
formuladas de la religión católica, como así
también los gestos, actitudes y
posturas especiales que se pueden comparar con las formas que han
enriquecido los sacramentos cristianos que por supuesto tienen un
basamento religioso-cultural en la tradición hebrea.

Los romanos también tenían días festivos
donde el culto era relevante. Como ocurrió durante
algún tiempo en la Iglesia Católica, el Estado se
encontraba vinculado estrechamente con la religión y se
manifestaba, entre otras cosas, en la elección de los
sacerdotes. Piénsese, en este sentido, por ejemplo en el
derecho de patronato que ejercían los reyes
españoles durante la conquista y
que luego se trasferiría al poder
ejecutivo de los países latinoamericanos como la
Argentina.

Las luchas sociales en
Roma

Analizaré, en primer lugar, la evolución
política
de Roma alrededor del siglo V a.C. a fin de enmarcar el escenario
de las luchas sociales desde sus orígenes.

Roma había mantenido un constante enfrentamiento con
sus vecinos y esta extraordinaria y repetida labor guerrera
había producido algunos cambios internos. Por ejemplo, el
servicio militar había exigido que se atrajera a todas las
partes del pueblo, pero también que se hicieran extensivos
los derechos
políticos a capas más amplias de la
población.

En su origen, los reyes habían ejercido el poder junto
a los patricios (ciudadanos) que se reunían en los
Comicios Curiados (asambleas de ciudadanos) y con el senado
(consejo de ancianos). Después de la caída de los
reyes se hicieron cargo del mando las familias de la nobleza
terrateniente que residían en la ciudad. Estas se
dividían en tres tribus con diez curias cada una,
división que era la base tanto para el servicio militar
como para la administración interna. Para la
partición de las tribus se había considerado la
antigua división entre los grupos
primitivos: ramnes, tities y luceres. La repartición en
tercios de comunidades debió ser la forma más
antigua de organización y por eso se conservó
la expresión tribuere (repartir en tres). Cuando,
posteriormente, los patricios toleraron e incluso fomentaron que
se añadieran a la población romana gentes de
lugares vecinos para llenar su vasta zona y elevar su capacidad
de defensa, se reunió en torno a la
nobleza una capa de población denominada plebs (plebeyos).
Estos últimos eran personas libres ya que podían
comparecer independientemente ante los tribunales, concertar
contratos
válidos con los patricios y adquirir bienes, pero
estaba excluidos de participar en todos los asuntos de la
República y de casarse con miembros de la clase de los
patricios.

Las tareas del culto, que incumbían antes del Rey, las
asumió entonces un "rex sacrorum" que ejerció el
oficio sacerdotal pero cuyo poder provenía del collegium
pontificium.

El poder oficial del primitivo rey lo asumieron funcionarios
cuyo cargo (magistratus) no era perpetuo ni transferible. Cada
cargo de autoridad era simplemente honorífico (honos), no
retribuido y sólo se pagaban del fisco los gastos que
dimanaban de la actividad profesional. La limitación de la
duración del cargo a un año y el nombramiento
simultáneo de un segundo funcionario con iguales poderes
(anualidad y colegialidad) eran los principales distintivos del
magistrado republicano.

Los funcionarios superiores llevaban el principio el nombre de
praetores y desde 449 se llamaron cónsules. En virtud de
su imperium, poseían el mando supremo sobre el
ejército, la jurisdicción, el derecho de dictar
penas y el de convocar el Senado y los comicios. Con el
incremento de las tareas del Estado se
introdujeron nuevos cargos, como el de los praetores o el de los
cuestores, dos de los cuales administraban el tesoro del Estado y
otros dos partían para la campaña con los
cónsules en calidad de
tesoreros militares.

Frente a los funcionarios que cada año cambiaban, el
Senado se preocupó de dar una unidad al desarrollo de
la política romana. En los primeros tiempos de la
República contaba con 300 miembros que tenían la
misión
de asesorar a los magistrados y preparar todas las resoluciones
importantes del gobierno de la
República. El Senado fue creciendo en influencia y se
convirtió en el representante del poder de gobierno.

En las situaciones de emergencia, uno de los cónsules
nombraba un dictador que a su vez elegía un colaborador
(un coronel de caballería: magíster equitum) con
rango de pretor. La dictadura
duraba sólo seis meses y a veces se deponía este
cargo antes de este período cuando habían
concluidos los asuntos inherentes a su mandato.

La instauración de un Estado de nobles había
agudizado las diferencias que ya existían entre patricios
y plebeyos. Los patricios querían mantenerse aislados en
una especie de casta.. Sólo admitieron en sus filas a los
poderosos Claudios, de origen sabino, como última familia noble.
Por su parte, la gente sencilla exigía seguridad legal,
ayuda en la apremiante escasez de
tierra y
frente a las deudas y algunas familias de posición
más desahogada, pretendían igualdad
política y con ello, la
administración de la ciudad. El creciente descontento
desencadenó luchas entre la nobleza y la plebe que duraron
muchos años. La leyenda habla de la emigración de
la plebe al Monte Sacro y de la astucia del intermediario
Menenius Agrippa, el cual, con su fábula, que se ha hecho
famosa, y en la que compara la
República con un cuerpo del que los patricios eran el
estómago y los plebeyos los miembros, consiguió
reconciliar a las dos partes en disputa. En esto se refleja la
victoria de la razón de Estado sobre los intereses de los
grupos aislados y la buena disposición de ambos bandos
para llegar a un acuerdo. El resultado fue la creación del
Tribunado del Pueblo al que sólo tenían acceso los
plebeyos. Los tribunos del pueblo (tribuni plebis) fueron
declarados poco menos que intocables, protegían a los
plebeyos en las levas militares y en los asuntos de los impuestos,
podían intervenir en las detenciones y en los castigos e
incluso, con su veto, podían declarar nulas las
disposiciones de los cónsules y del Senado. Esta autoridad
la fueron adquiriendo poco a poco y significaba un gran progreso
en la seguridad jurídica.

A los tribunos de la plebe se les añadió como
asistentes dos ediles de la plebe (aediles plebis)
administradores del tesoro del pueblo en el templo (aedes) de
Ceres. La plebe se congregaba en las asambleas (comitia tributa),
repartidas según los distritos locales o tribus, para
elecciones y votaciones, mientras que los antiguos comitia
curiata seguían reservados a los patricios. Para facilitar
las levas para el servicio militar y la recaudación de
impuestos se dividió en 4 tribus (Palatina, Succusana,
Equilina y Collina) y la región del campo, en 16 que con
el crecimiento de la república se elevaron a 35.

Las discrepancias internas fueron acalladas cada vez
más debido al peligro que amenazaba del exterior. Los
enemigos más temibles eran los volscos y los ecuos, pues
la falta de sustento los impulsaba a lanzarse sobre las
poblaciones y las cosechas.

Era muy necesario asegurar la situación política
interna. El primer paso fue dado cuando, siguiendo el modelo del
griego Solón por medio del establecimiento de leyes, se
sustituyó el derecho consuetudinario manejado
diferentemente según la venganza y el capricho personales,
por un procedimiento
ordenado y exactamente establecido. La misión de fijar
leyes por escrito fue confiada a una comisión de diez
varones (decemviri legibus scribundis) que dieron forma a la
Ley de las
Doce Tablas exponiendo públicamente las leyes de Roma.
Esta es la única codificación completa de Roma que
permaneció hasta llegar al Corpus Iuris Civilis del
emperador Jusrtiniano y se convirtió en una guía
para la vida y en un texto para los
escolares que lo aprendían de memoria.

Sin embargo las leyes no trajeron ningún alivio a los
plebeyos en cuanto al servicio para la guerra y la prisión
por deudas. Sólo se contuvo la arbitrariedad personal y se
colocó el procedimiento judicial bajo la vigilancia del
Estado. Al pueblo se le impidió el éxito,
ya que por ejemplo, se prohibió por escrito el casamiento
entre patricios y plebeyos. Triunfó la Ley del Estado que
si bien liberaba a la plebe de su indefensión frente a los
patricios, la situaba bajo la jurisdicción del propio
Estado que se convirtió en su nuevo dueño.

Un alivio bastante restringido lo aportó la Lex
Canuleia, aceptada a propuesta de Canuleyo, tribuno de la plebe,
la cual permitía la unión conyugal entre patricios
y plebeyos (conubium). Con esto la plebe había alcanzado
ciertamente la primera igualdad de derechos sociales, pero
ésta en realidad sólo fue para las familias
plebeyas ricas. Sin embargo, precisamente en los sectores que
habían entrado en relaciones de familia con la nobleza fue
donde se formaron los paladines que defendieron la gran idea de
conducir a los plebeyos desde una comunidad separada con
desventaja jurídica hasta un Estado total, en el que
estuviera abierto para todos sin excepción el acceso a los
cargos oficiales de la República.

En esta época se organizaron las centurias. Los
ciudadanos se reorganizaron sobre la base de las contribuciones y
sirvió para atraer a todo el pueblo al servicio militar.
Esto coincidió con cambios importantes en la estructura del
ejercito donde la falange (infantería) cobró gran
importancia. Como dije la organización en centurias
organizó a los ciudadanos de acuerdo a su fortuna y
repartió las cargas de la guerra y los impuestos a la vez
que también distribuyo derechos por los servicios
prestados. De esta manera la guerra contribuyó a
"ablandar" el esquema rígido que asignaba derechos
sólo a los patricios.

Dada la importancia que tuvo la
organización del ejercito en el tema que me
atañe, me referiré brevemente a su estructura. El
nuevo ejército estaba compuesto de tres partes: en primer
lugar, la tropa de jinetes (equites), los ciudadanos de mayor
fortuna divididos en 18 centurias. En segundo lugar, la
infantería dividida en 5 clases, con un total de 170
centurias de las cuales la mitad estaba formada por los iuniores
(de 17 a 46 años) y la otra por los seniores (de 47 a 60
años). En tercer lugar, las dos centurias de los
carpinteros y herreros. Las dos centurias de los músicos y
la centuria de la capa inferior de los ciudadanos. Estas 193
centurias tenían un voto cada una en las nuevas asambleas
del pueblo o comitia centuriata. Así cuando los caballeros
y la primera clase se unieron, los más ricos alcanzaron la
mayoría de votos (98 contra 95). Con ello, los
terratenientes pasaron a ocupar el lugar de la nobleza del linaje
y la aristocracia fue suplantada por la timocracia, o sea,
aquella forma política en la que los derechos y deberes
venían graduados según las fortunas.

Al aumentar las tareas militares se rea el cargo no retribuido
de los tribunos militares con autoridad de cónsules.
Sólo eran elegidos en caso de necesidad y podían
ser elegidos entre los plebeyos. Pero cuando estos tribunos
abandonaban el cargo e ingresaban en el senado no tenían
los mismos derechos que los patricios. A los senadores patricios
se les seguía reservando la denominación de patres,
mientras que los nuevos miembros plebeyos eran llamados
conscripti.

La estimación de la fortuna de los ciudadanos que
servía de base para asignar derechos en este sistema y que al
principio la realizaban los cónsules, ahora estaba a cargo
de los dos censores. Estos realizaban cada cinco años un
registro de
los ciudadanos en el Campo de Marte en una asamblea popular
(contio)

A pesar de las luchas internas Roma no se había
debilitado. Al contrario muy pronto ejerció su
hegemonía sobre las otras ciudades de la
península.

Debo referirme ahora a las guerras
civiles que se desarrollaron al fin de la República y que
provocaron la caída de ésta. La primera se
desarrollo entre Mario y Sila, la segunda entre Cesar y Pompeyo y
la tercera entre Octavio y Marco Antonio.

Cuando Mario y Sila disputaban por el mando de los
ejércitos que combatirían en Oriente y
triunfó Sila invadiendo Roma, Aniquiló a los jefes
del partido popular, salvo Mario que logró escapar. Sila
marcho al Oriente a luchar contra Mitrídates, pero Mario
quedó como dueño de la situación en Roma.
Allí fue elegido cónsul pero murió ese mismo
año (86 a. C.) De regreso Sila instauró una
dictadura por tiempo indeterminado y realizó una serie de
reformas tendientes a aniquilar el partido popular. Luego de tres
años renunció y se retiró de la vida
pública muriendo al año siguiente.

Mientras tanto la situación se agravaba y nuevas
sublevaciones de esclavos – la más importante
encabezada por Espartaco – el avance de los piratas, la
rebelión de Sertorio que actuaba en España y
el resurgimiento de Mitrídates en Oriente hicieron cada
vez más difícil la situación mientras el
ejército no parecía tener la solución.

Esta vez la figura que se destacó fue la de Cneo
Pompeyo quien, una vez desaparecido Sila, dirigió las
fuerzas de Roma. Este fue triunfador frente a Sertorio en
España y completó la derrota de Espartaco y los
esclavos que habían realizado Marco Liciano Craso.

Desaparecidos los peligros externos inminentes Pompeyo
consolidó el dominio de Roma sobre Oriente. Quedaba
convertida en provincia Romana el Ponto, Cilicia, Fenicia y
Palestina.

Depuesta la conspiración de Catilina por Cicerón
se formó una nueva forma de política en Roma sin
reconocimiento legal: el triunvirato que no era más que
una alianza entre los hombres más influyentes del momento:
Pompeyo, Craso y Julio César.

Más tarde Cesar se hizo nombrar procónsul de la
Galia y emprendió la conquista de toda la región.
Muerto Craso quedaron enfrentados Pompeyo y Cesar,
iniciándose una nueva guerra civil que duraría
cinco años. Pompeyo fue vencido en Farsalia y huyo a
Egipto donde
fue asesinado. Cesar se convirtió en Dictador perpetuo y
Pontífice Máximo y tuvo atribuciones de tribuno de
la plebe y de los censores, podía declarar la guerra y la
paz y mantenía el mando de los ejércitos. Merced a
la concentración del poder, Cesar disminuyo el poder de la
aristocracia y tomó medidas favorables para la plebe, como
el reparto de tierras y cereales más baratos. Sin embargo
no pudo continuar su obra de gobierno. Patricios nucleados en el
senado y partidarios de la república, tramaron su muerte. En el
año 44 fue asesinado en el Senado víctima de una
conspiración. Luego siguió la lucha entre Octavio y
Marco Antonio pero ya no volvieron a recuperarse derechos de la
plebe. Vendrían los tiempos del Principado y del Imperio
donde la concentración del poder fue tanta que resultaba
imposible pensar siquiera en aumentar el grado de
participación popular en los asuntos de Estado.

Bibliografía
consultada:

  • Martino, Adriana. "El Mundo Romano" Editorial
    Fundación Hernandarias
  • Nack, Emil y Wagner Wilhelm. "Roma, el país y el
    pueblo de los antiguos romanos" Editorial Labor SA
    Barcelona
  • Piganiol, Andre. "Historia de Roma"
    Editorial Eudeba. Bs.As.
  • Rostovtzeff, M. "Roma, de los orígenes a la
    última crisis"
    Editorial Universitaria de Bs. As.

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