- Los
orígenes - Las
grandes religiones monoteístas - La
violencia macrosocial - Las
cifras negras - Breve
historia de la evolución del pensamiento ético
nacional e inicio de una violencia heroica en
Cuba - Opiniones
no conclusivas - Bibliografía
INTRODUCCIÓN
Al comenzar una revisión de la violencia
desde una arista ética, nos
pareció interesante que generalmente los eventos violentos
más conocidos de la historia tengan un basamento
jurídico e incluso un basamento ético.
Se han creado sistemas
éticos que de alguna manera han degenerado hasta
convertirse en el sustento teórico para realizar actos
vergonzosos y esta situación no se detiene, por el
contrario amenaza con aumentar desproporcionalmente con
relación a tiempos pasados.
Toda vez que estamos viviendo una época de
cambios sociales y que se requiere aceptar la responsabilidad que tenemos todos de conformar un
mundo mejor, nos propusimos brindar con un lenguaje
sencillo y comprensible para todos, un análisis sobre la violencia desde
posiciones éticas actuales y sobre todo
aplicativas.
Acéptese el presente trabajo como
un modesto aporte a brindar argumentos contra la
utilización de la violencia, no abstracto ni con una
complejidad que lo haga indigesto, sino con datos reales y
comentarios sobre hechos conocidos por todos.
LOS
ORÍGENES
A nuestra forma de ver la violencia y si
tuviéramos que remontarnos al surgimiento de esta, nos
veríamos en un serio problema, pues su presencia en casi
todas las especies animales actuales
nos hace pensar que ella se ha estado
transmitiendo como una característica
filogenéticamente determinada. En este sentido, la
capacidad para hacer uso de ella ha resultado ser un elemento
evolutivo de gran peso; incluso entre congéneres de una
misma camada tienen más posibilidades de sobrevivir los
que resulten biológicamente más desarrollados y/o
que estén en mejor disposición de competir por el
alimento, pero más allá del crecimiento, tienen
más posibilidades de procrear los que puedan imponerse en
la competencia por
la hembra para el apareamiento, sin contar que el sexo femenino
también selecciona al macho más fuerte y que con
más efectividad se impone al resto del grupo y esta
es la arista positiva que le vemos a la violencia en los humanos
en sus comienzos, pues nos parece evidente que sin recurrir a
ella nunca hubiésemos aparecido como especie en nuestro
entorno.
En esta forma de análisis y para acotar nuestros
intereses, centrarnos en el hombre
implica una serie de dificultades reales, los ancestros de lo que
conocemos hoy por nuestros semejantes aparecen imprecisos, su
existencia puede solo reconstruirse por restos óseos y por
utensilios que han resistido el paso de millones de años,
además de tenerse que deducir la confluencia una serie de
características que vinieron apareciendo en forma de
mosaico y que fueron estructurándose hacia nuestra
morfología actual.
Sin temor de poder aparecer
como detractores del conocimiento
paleoantropológico que se ha venido acumulando hasta
nuestros tiempos, no tenemos temor en afirmar que el
conocimiento sobre los orígenes del hombre,
aún hoy está más plagado de preguntas que de
respuestas, pero no pretendemos extendernos más que para
incursionar en algunos elementos que creemos que deben tenerse en
cuenta para satisfacer nuestros intereses obligadamente
reducidos.
Pretendemos comenzar a hablar de nuestros
orígenes remontándonos al Mioceno (25-5 millones de
años) cuando aparecen los Hominoideos, grupo al que
pertenecen tanto el hombre como los simios antropomorfos y cuando
comienza una real diferenciación apareciendo el primer
antepasado del género
humano: el Ardipithecus ramidus que habitaba en la selva y
llevaba un tipo de vida semejante al de los chimpancés.
Poco después, hace 4 millones de años, aparece el
Australopithecus anamensis, un pariente que ya era bípedo
y frecuentaba ambientes mas abiertos.
A partir de Australopithecus anamensis se desarrollan
dos grupos distintos.
Uno de ellos, representado por Australopithecus afarensis, se
especializó en comer alimentos duros,
desarrollando grandes mandíbulas y dando lugar hace 3
millones de años a los llamados parántropos. El
otro mantuvo un aparato masticador menos desarrollado, en un
nicho ecológico menos especializado. Con el tiempo, este
segundo grupo dio lugar a otras dos ramificaciones: por un lado a
Australopithecus africanus, y por otro a un nuevo tipo, con
modificaciones en el cráneo y la mandíbula, y
asociados a herramientas
de piedra. Se trata de Homo habilis; el primer representante del
género al que pertenece nuestra propia especie.
Durante más de un millón de años
varias especies del género Homo vivieron en África,
continente que compartieron con la rama de los
parántropos. Éstos desaparecieron hace más o
menos un millón de años; y para entonces la otra
rama estaba representada por el Homo ergaster que tenía un
cerebro mayor,
además de modificaciones en el cráneo y algunas
características mucho más próximas a las
nuestras, como la elevada estatura.
En el Pleistoceno, la época que comienza hace 1,7
millones de años y acaba hace 10.000, el clima global
sufrió oscilaciones, produciéndose periodos
fríos que conocemos como glaciaciones. Aparecieron
casquetes de hielo que ocuparon Europa y
Norteamérica, el nivel del mar subió y bajó,
uniendo islas al continente y volviéndolas a
separar.
Los Neanderthales fueron los primeros en dominar el
continente europeo hace un cuarto de millón de
años.
Mientras los Neandertales vivían en Europa, y los
últimos Homo erectus en Asia, otro nuevo
grupo de seres humanos, nuestra propia especie Homo sapiens,
estaba surgiendo en África. Hace unos 30.000 años,
los neandertales y los Homo erectus desaparecieron sin dejar
rastro. Los últimos neandertales conocidos vivieron en el
sur de España,
hace unos 30.000 años.
Luego, hace 10.000 años, el clima entró en
un periodo cálido. Aquella segunda oleada supuestamente
africana se diversificó en distintas razas y América
se pobló (1).
Para ilustrar que en estos comienzos, la evolución del hombre estuvo marcada
obligatoriamente por un trayecto de violencia vamos a
localizarnos en el pleistoceno durante la existencia del Homo
habilis, este grupo se caracterizó por ser el primero que
se impone a su entorno con la utilización de herramientas,
de las que desgraciadamente solo podemos conocer las
líticas, pues si existieron otras como de cuero o
madera, estas
resultaron destruidas con el paso del tiempo. (2). Pero de
cualquier manera estos guijarros que observamos hoy, lo mismo
pudieran interpretarse como utensilios de trabajo, que
también por qué no, como armas
rudimentarias.
Para esta suposición nos asiste la interpretación del entorno paleoambiental
donde existían carnívoros que convivían con
el Homo habilis y estamos hablando de el lobo (Canis
mosbachensis), el oso de Deninger, el gato salvaje, el lince de
las cavernas (Lynx spelaea) el león de las cavernas
(Panthera -Leo- spelaea), el leopardo, y otros muchos más
(3) estos cohabitantes mejor dotados biológicamente de
armas naturales imponen un reto a la supervivencia imposible de
superar sin recurrir a una lucha desesperada en la que no es solo
válida la violencia, sino que más aún
resulta indispensable y de hecho Lee-Throp J., van der Merwe N, y
Thckeray F. afirman, de acuerdo a investigaciones
practicadas por ellos, que muchos de estos animales se
alimentaban de los hominoideos (4)
El segundo grupo al que haremos hacer referencia es el
llamado hombre de Neandertal, nombre que recibe del primeros
especímenes encontrados en las cuevas de esta
región de Europa.
Estos seres tienen como rasgo distintivo al que queremos
hacer referencia, ser los primeros que tienen una noción
de qué se debe hacer con sus semejantes. En restos
óseos encontrados de neardertales se puede apreciar
supervivencia a traumatismos y enfermedades incapacitantes,
lo que hace deducir un cuidado de los individuos afectados por el
resto de los sanos dentro del grupo y esto lo interpretamos como
el rudimento más antiguo de principios
éticos por decirlo de alguna manera.
Página siguiente |