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Familia, salud y aprendizaje. Análisis para una reflexión (página 2)



Partes: 1, 2

El análisis de las distintas concepciones
impone la necesidad de destacar frases claves, como elementos
comunes en cada uno de los conceptos; entre ellas:

  • Grupo social, unidad social, institución
    social, núcleo social, convivencia social, devenir
    social.
  • Institución básica, célula básica.
  • Primera y decisiva escuela,
    portadores fundamentales, grupo de
    referencias, formación de los hijos, preparación
    para la vida.
  • Personas emparentadas entre sí, grupo humano,
    estabilidad de relaciones, comunicación, satisfacción de
    necesidades, conjunto de personas.

Estos elementos claves, presentes en la mayoría
de las definiciones, conducen a las reflexiones
siguientes:

  • La familia humana
    ha sido desde su origen el resultado del propio desarrollo
    de la sociedad. Es
    el reflejo del modelo de la
    sociedad existente, de acuerdo con el sistema social
    imperante, cuyas características varían de una
    etapa histórica a otra. Incluso a nivel individual, las
    particularidades cambian de una familia a otra en dependencia
    del ciclo de
    vida de sus miembros; por lo tanto, no sólo es una
    categoría psicológica, sino también una
    categoría social que influye sobre la macrosociedad
    mediante la transformación de la
    personalidad. La familia
    tiene un decursar filogenético y ontogenético
    propiciador de la aparición del primer grupo
    social.
  • En la familia, como grupo primario de socialización, se practica un control
    social característico sobre sus miembros, con la
    consiguiente adopción
    de normas y
    valores. Es
    en este grupo social primario donde se revelan los mecanismos
    de conformidad o inconformidad ante las conductas asumidas por
    sus integrantes en momentos determinados.
  • La propia definición facilita abordar las
    funciones de
    este grupo social: económicas, biológicas,
    educativas, formativas y culturales, entre otras, transmitidas
    de una a otra generación. Por lo tanto, se impone la
    necesidad de considerarla como un sistema dinámico
    abierto que expresa la cultura que
    la antecede y recibe las influencias de otros grupos
    sociales. La función
    de formación debe conducir al crecimiento y al
    desarrollo de cada uno de sus miembros. Ese desarrollo se
    potencia en
    el núcleo de la familia y donde sus principales
    mediadores son los adultos.
  • Un aspecto de crucial importancia es el rol de
    comunicabilidad, asumido por los miembros de la familia entre
    sí, con la familia extendida, e incluso con las personas
    sin lazos consanguíneos, pero con relaciones de
    índole social. La
    comunicación franca, abierta, sin tabúes debe
    propender al logro y la estabilidad de los lazos afectivos que
    propicien la vida en familia, sobre la base del respeto, la
    consideración y, sobre todo, el amor
    entre todos y por todo lo noble y bueno realizado por cada uno
    de sus miembros.
  • En resumen, la familia, al ser una institución
    viva en constante desarrollo, atraviesa una serie de etapas
    desde el noviazgo hasta la muerte,
    con la inclusión del matrimonio, el
    embarazo,
    la
    educación de los hijos, la independencia de los hijos, el hogar sin hijos y
    la jubilación.

Ahora bien, ¿cómo lograr la integración coherente y armónica de
todas estas consideraciones en pos de alcanzar la salud familiar? Hagamos una
reflexión.

DESARROLLO

Alrededor de la temática de familia y muy
específicamente al abordar su conceptualización,
variadas han sido las opiniones de diferentes autores, sin
embargo, en aras de potenciar la salud familiar considero
oportuno hacer referencia a un concepto, por
demás joven, que facilita el análisis: Es aquella
estructura funcional básica donde se inicia
el proceso de
socialización y a partir de la cual se
comienza a compartir y fomentar la unidad de sus
miembros, con la consiguiente aceptación, respeto y
consideración
. Es, en última instancia,
donde se debe favorecer la diversidad, y propiciar
un estilo de vida
que potencie y desarrolle a todos sus integrantes,
sobre la base de la armonía, la seguridad, y la
estimulación
, con el propósito de
satisfacer sus necesidades (Gómez Cardoso,
1997).

Las siguientes consideraciones son elementos distintivos
que destacan la importancia de la familia en comparación
con las otras definiciones:

  • Se reconoce a la familia como el ámbito de
    socialización de los hijos porque es base de numerosas
    relaciones sociales, el espacio donde se garantiza la unidad
    de sus miembros – cada uno con características,
    aptitudes y necesidades diferentes – por considerarse
    la estructura
    funcional básica con posibilidades para el crecimiento
    y el desarrollo de la persona.
  • Se destacan conceptos básicos en la atención a estos niños(as) y sus familias, entre ellos:
    seguridad, confianza, una postura de acercamiento y
    comprensión, armonía, estabilidad del hogar,
    aceptación, respeto, consideración y tolerancia.
  • Se potencian los aspectos positivos y generadores de
    máximo desarrollo de cada uno de sus miembros, de modo
    repercutan de manera satisfactoria en la dinámica interna de la
    familia.
  • Se favorece la diversidad, entendida como el gran
    desafío del nuevo milenio: tolerancia, aceptación
    de las diferencias e integración de las mismas en metas
    comunes que satisfagan las necesidades de todos.

Aspecto clave en el debate sobre
familia es el relativo a las funciones que ésta ejerce. En
plena coincidencia con P. L. Castro Alegret el concepto de
función familiar, común en la sociología contemporánea, comprende
para nosotros la interrelación y transformación
real que se opera en familias a través de sus relaciones o
actividades sociales, así como por efecto de las
mismas.

El análisis histórico concreto de la
familia como institución social indica que en cada
formación económico-social la misma cumple deberes
que emanan de la base de la sociedad. Existe diversidad de
criterios en relación con la tipología de las
funciones familiares; no obstante, se observan algunas
regularidades conceptuales en las cuales la familia
desempeña funciones de tipo económicas,
biosociales, espiritual-culturales y educativas, comunes para
todas las formaciones económico-sociales y en buena
medida, según el cause de las mismas deviene en la salud
familiar.

La función económica
garantiza, en sentido general, la satisfacción de las
necesidades materiales,
individuales y colectivas
, matizadas por el sentido de
pertenencia
de cada uno de los integrantes de la familia ante
las tareas del hogar, con particular énfasis en la
distribución de las tareas a
desempeñar. Estas actividades, cuando se realizan de
manera consciente y voluntaria, propician un clima de
satisfacción personal y
colectiva que redunda en beneficio de la formación y la
transformación positiva
de cada uno de sus miembros.
El estímulo sistemático para el desempeño de las tareas favorece
extraordinariamente el nivel de responsabilidad
compartida
, con la consiguiente satisfacción de
sentirse útil y necesario.

La función biosocial (reproductora
o biológica), asegurada o bien dirigida, propicia la
estabilidad conyugal de la pareja y con ello el
establecimiento de patrones de conducta
adecuados
de fácil trasmisión a los hijos(as),
a fin de sentar las bases para la seguridad emocional y la
identificación de éstos con la familia.

La satisfacción de las necesidades culturales, en
sentido general, se manifiestan en la función
espiritual-cultural
, con la inclusión de todo lo
relacionado con la educación de los
hijos(as); es por ello que algunos autores la consideran como la
función educativa. En ella está
presente el legado cultural generacional que, sin lugar a dudas,
establece las bases educativas que comienzan desde el nacimiento
y no finalizan hasta la muerte.

La familia funciona como la primera escuela del
niño y que sus padres, quiéranlo o no, asumen el
rol de sus primeros maestros de mejor o peor forma, de manera
consciente o inconsciente, sistemática o
asistemática y de la forma en que se comporten y
relacionen todos estos factores, estará cumpliendo con
mayores o menores resultados su función educativa
(Núñez Aragón, 1999).

Es innegable que para lograr el correcto cumplimiento de
la función educativa, los padres deben prepararse para
desempeñarla, porque es en la familia donde los hijos(as)
aprenden a vivir, valorar, dialogar, trabajar, escuchar y sobre
todas las cosas a amar, aprenden, además, a comportarse
socialmente con hábitos y actitudes
dignas en correspondencia con los patrones de conducta de su
propia familia acordes con la sociedad contemporánea. La
preparación implica la actuación ejemplar de los
padres.

Esta función educativa, primordial para la
educación de los hijos(as), como se ha expresado con
anterioridad, actúa de manera interactiva con las otras
funciones, porque facilita también la forma de
enseñar ante cada hecho de la cotidianidad familiar, donde
la comunicación adquiere particular importancia por la
influencia que ejerce en los motivos, los valores y
las decisiones de los miembros de la familia.

Mucho se dice sobre lo poco que conversa la familia
actual y cómo la creciente participación de padres
e hijos(as) en la vida social obstaculiza este necesario proceso;
sin embargo, el problema no radica en la cantidad de tiempo
compartido por los padres y sus hijos(as), sino en la calidad de la
comunicación (Núñez Aragón,
2005).

La comunicación es el eje de toda la interacción en la cotidianidad familiar.
Mediante la comunicación y el rol que desempeñado
por los miembros de la familia se trasmiten valores,
experiencias, hábitos, normas, costumbres, modos y pautas
de comportamiento; se aportan reflexiones,
valoraciones, vivencias y motivaciones; se propicia,
además, la incorporación correcta de patrones y
valores sociales con métodos de
gratificación y sanción; se plantean
estímulos para modificar ideas, costumbres y actitudes. La
comunicación es la expresión más completa de
las relaciones
humanas.

Lorenzo M. Pérez Martín (2004) esboza una
serie de elementos de la
comunicación pedagógica, que bien
podrían aplicarse al proceso comunicativo desarrollado por
la familia:

  • La comunicación es un sistema, por lo
    que todos los factores que intervienen en ella se
    interrelacionan e influyen recíprocamente.
  • Es un proceso eminentemente activo, en el cual
    los sujetos participan a partir de su propia implicación
    subjetiva, por lo que en ningún caso desempeñan
    un papel absolutamente pasivo.
  • Es un proceso interactivo en el que participan
    dos personas al menos. Cada una influye en la otra como sujeto
    y, al mismo tiempo, es influida por esa segunda persona, lo que
    implica una interacción donde todos los participantes
    adoptan una posición activa, y ocurren conjugadas: la
    acción de uno depende de la del otro; lo
    que uno expresa, depende de lo expresado por el otro. Aunque es
    un proceso en el que participa más de una persona, y se
    crea de forma conjunta, cada individuo lo
    vive individualmente.

En sentido general, la comunicación humana cumple
determinadas funciones: informativa, reguladora y afectiva,
decisivas todas para garantizar la estabilidad emocional de la
familia.

La función informativa facilita la
transmisión de informaciones de importancia vital que
interesan a toda la familia, y retroalimenta el caudal de
experiencias culturales, históricas, sociales, etc., sin
otra intención que no sea informar, aunque, sin lugar a
dudas, deja huellas en todos los miembros de la familia si la
información transmite un mensaje positivo.
No es la transmisión fría de las ideas, sino la
actividad conjunta de los que participan en el proceso
comunicativo a la que se suman las actitudes que aparezcan
durante dicha actividad.

La función reguladora facilita el control y la
regulación de lo que pretendemos comunicar; es un
intercambio de acciones con
la consiguiente influencia ejercida mutuamente por los
comunicadores sobre la base de los patrones familiares ya
establecidos.

La función afectiva, de cardinal importancia,
hace posible la transmisión de sentimientos y emociones que
garantizan la estabilidad emocional de la familia porque se
vincula estrechamente a la esfera afectiva y vivencial de los
miembros participantes en el proceso comunicativo. Sin lugar a
dudas se ha dejado poco o ningún espacio a la
función afectiva y el predominio de la función
regulativa entre padres e hijos.

En este sentido, Torres González (2005) apunta
que para lograr una comunicación afectiva, efectiva y
desarrolladora se debe:

  • Tener conciencia
    de la necesidad de la comunicación.
  • Comprender que comunicarse es salud, es calidad de
    vida.
  • Saber que hablarse, mirarse, acariciarse, escucharse,
    abrazarse, olerse, guardar el silencio necesario, es
    comunicación.
  • Fomentar la riqueza y la calidad de la
    comunicación en beneficio de la funcionabilidad
    familiar.
  • Negociar los estilos de la
    comunicación.

La mencionada autora señala que para lograrlo es
necesario:

  • Trasmitir mensajes claros, directos, en el contexto
    adecuado.
  • Privilegiar el contenido de las necesidades afectivas
    y los intereses.
  • Monitorear y retroalimentar permanentemente los
    aciertos y los desaciertos.
  • Respetar la identidad,
    el espacio, el tiempo, el ritmo, la intimidad y la
    diversidad.
  • Escuchar, intercambiar, estimular la crítica adecuada como un no a la violencia.
  • Buscar el equilibrio
    entre la comunicación verbal y la gestual.

Por su parte, Luis Botella y Anna Vilaregut (1997), al
analizar la perspectiva sistémica en la terapia de
familia, se refieren a conceptos comunicacionales necesarios a
tener en cuenta, a saber:

  • Es imposible no comunicar. En un sistema,
    todo comportamiento de uno de los miembros tiene un valor de
    mensaje para los demás; por ejemplo, el silencio tenso
    y la mirada perdida de dos desconocidos que coinciden en un
    lugar determinado, a pesar de su intencionalidad no comunican
    (o precisamente debido a ella) ni transmiten una gran
    cantidad de información: ¨no me interesas¨,
    ¨no estoy de humor para entablar
    conversación¨, ¨prefiero
    ignorarte¨.
  • En toda comunicación cabe distinguir
    entre aspectos de contenido (nivel digital) y relaciones
    (nivel analógico):
    Mientras el nivel digital se
    refiere al contenido semántico de la
    comunicación, el nivel analógico cualifica
    cómo se ha de entender el mensaje, es decir, designa
    qué tipo de relación se establece entre el
    emisor y el mensaje. Por ejemplo, el mensaje ¨cierra la
    puerta de una vez¨ transmite un contenido concreto (la
    instrucción de cerrar la puerta), pero a la vez
    cualifica el tipo de relación entre el emisor y el
    receptor (de autoridad
    del primero); en este sentido, ¨ ¿podrías
    cerrar la puerta, por favor? transmite la misma
    información en el nivel digital, pero otra muy
    diferente en el nivel analógico.
  • La definición de una interacción
    está condicionada por la puntuación de las
    secuencias de comunicación entre los
    participantes.
    Los sistemas
    abiertos se caracterizan por patrones de circularidad, sin un
    principio ni final claro. Así, la definición de
    cualquier interacción depende de la manera en que los
    participantes en la comunicación dividan la secuencia
    y establezcan relaciones de causa-efecto. Por ejemplo, una
    hija adolescente se queja de que su madre la trata como a una
    niña porque intenta sonsacarle información y
    ella reacciona ocultándole todo lo que puede.
    Obviamente, la puntuación de la madre es diferente: se
    queja de que su hija no confía en ella y de que le
    oculta cosas porque no es lo bastante madura como para
    gestionar su propia vida. Es evidente que la
    puntuación de una refuerza la puntuación de la
    otra y por ello es imposible determinar quién es la
    ¨responsable¨ del problema interaccional.
  • Toda relación es simétrica o
    complementaria, según se base en la igualdad o
    en la diferencia respectivamente.
    La interacción
    simétrica se traduce en la escalada simétrica,
    mientras la complementaria en la complementariedad
    rígida. Desde este punto de vista, lo disfuncional no
    es un tipo u otro de relación, sino la
    manifestación exclusiva de una de ellas. Por ejemplo,
    una pareja puede basar su relación en la igualdad del
    estatus profesional (relación simétrica), de
    forma tal que cualquier ventaja en las condiciones laborales
    de uno obliga subjetivamente al otro a igualarlo. En el caso
    de una escalada simétrica, la competencia entre ambos podría
    desestructurar el sistema. Por otra parte, algunas parejas se
    estructuran en roles complementarios, tales como
    ¨racional¨ versus ¨emocional¨. Si esta
    complementariedad se torna rígida, podría dar
    lugar a una relación disfuncional en la que uno de sus
    miembros actuaría siempre racionalmente (y, por tanto,
    permitirse expresar sus emociones), mientras el otro lo
    haría emocionalmente (y, por ende no
    reflexionaría sobre sus acciones).

La comunicación es un problema de ajuste personal
que va más allá de los objetos físicos para
entrar en lo que los objetos significan para el que habla y
actúa. Para comunicarnos con otros, hay que compartir
previamente los valores de la realidad objetiva en sí, y
lo que esta realidad representa para la persona que escucha o
habla.

Al analizar la comunicación en las familias para
el logro de una salud familiar que se traduzca en relaciones
armónicas y equilibradas en su dinámica funcional,
valdría la pena tener en cuenta los dos tipos propuestos
por Pérez Martín (2004):

  • La comunicación que considera al otro como
    sujeto, o sea, respeta su personalidad, su individualidad y reconoce sus
    derechos, sobre
    todo, el de ser distinto y opinar diferente.
  • La comunicación que considera al otro como un
    objeto, como un medio para alcanzar los objetivos
    personales propios, sin respetar su individualidad y su derecho
    a ser diferente, o, en todo caso, con un respeto condicionado
    por los fines que persigue.

Entre ambos cabe distinguir el primero, porque
además de garantizar una verdadera relación humana,
favorece el respeto a la diversidad entendida como el gran
desafío del nuevo milenio; diversidad que incluye la
tolerancia, la aceptación de las diferencias y la
integración de las mismas en metas comunes que satisfagan
las necesidades de todos, que permitan a estos pequeños y
sus familias encontrar su lugar en el mundo y ejercer sus
derechos como parte de la sociedad.

Comprenderse, tolerarse y aceptarse es la finalidad y el
contenido de la comunicación en el marco de la
familia. Así, las disímiles circunstancias
de la vida actual exigen cada vez más de sus miembros, y
en particular de los padres, el esfuerzo por ampliar y lograr al
máximo la comunicación adecuada con los hijos. El
gusto por la comunicación se educa en el intercambio de
sentimientos, alegrías, preocupaciones y disgustos de cada
uno de los integrantes de la familia (Padrón
Echeverría, 2001).

En ese intercambio comunicativo, es necesario tener en
cuenta no sólo el lenguaje
verbal, sino otras formas que facilitan la comunicación
entre familiares y amigos; entre ellas, el lenguaje de
los gestos; de las expresiones de la boca y de los ojos (facial);
los movimientos de las manos; la postura; la mímica
corporal, y el lenguaje tonal, referente al tono de voz empleado.
Todas estas formas del lenguaje, capaces de sustituir el lenguaje
oral, reflejan reacciones emocionales y ofrecen una
información adicional de interés
enorme y, por lo general, son indicador de la activación
emocional del individuo. La comunicación gestual, el
contacto piel a piel
son a veces más necesarios que la propia
palabra.

La primera responsabilidad de la familia es fomentar el
amor y el
ejemplo provenientes de las mejores tradiciones hogareñas
reforzando una cultura de vida donde se respire una atmósfera de
intercambio de opiniones, experiencias y sentimientos, que
propicien el diálogo y
la democracia
entre sus miembros (Castillo Suárez, 1997).

El proceso comunicativo no es posible sin el afecto ni
el amor, sobre todas las cosas. Según Clavijo Portieles
(2002) el afecto es interpersonal por definición. Y la
familia es crisol y objeto principal de los afectos.

Atinadas las palabras del especialista, porque el afecto
que los padres sean capaces de expresar a sus hijos(as)
motivará en buena medida la capacidad de amar de
estos.

José Martí
Pérez (1975), maestro de maestros, ha dado lecciones de lo
que significa el amor:

  • (…) Por el amor se ve. Con el amor se ve. El
    amor es quien ve. Espíritu sin amor, no puede
    ver.
  • (…) Por el respeto entra el amor, a quien se
    desdeña, no se puede querer.
  • (…) El amor es el lazo de los hombres, el modo
    de enseñar y el centro del mundo.
  • (…) La única verdad de esta vida, y la
    única fuerza, es
    el amor. En él está la salvación y con
    él está el mundo.

No es posible entender la palabra amor si se restringe
su significado al término exclusivo del sentimiento del
padre, la madre, el hijo, el familiar cercano, el religioso, el
esposo, la esposa. Visto en sentido universal, el amor humaniza,
contribuye al progreso de la sociedad, es el eje del desarrollo
de los valores sensibles, útiles, vitales,
estéticos y morales.

En las familias el amor confiere atributos de ternura,
entrega, interés, generosidad y confianza; indispensables
para la creación y el desarrollo de valores positivos. El
amor insustituible en todo acto de la vida humana; cuando se
ausenta, se ausenta también la tranquilidad familiar,
laboral,
social y mundial.

El amor, hecho realidad en el seno familiar, se trasluce
en sonrisa, bondad, ternura, en desapego de ideas egocentristas,
en tolerancia, sinceridad, responsabilidad, humildad, honestidad y
compromiso.

En el proceso comunicativo la tolerancia es esencial,
entendida esta como la aceptación y el respeto a cada uno
de los miembros de la familia con sus aciertos, virtudes,
defectos, con las diversas formas de pensar y actuar, con las
preferencias sexuales, etc. sin dejar de reconocer el valor de la
regulación de las conductas y otras actitudes en el
momento más oportuno y necesario.

Los resultados, es decir, tener una familia funcional o
disfuncional, dependen de la comunicación y del papel
desempeñado por los miembros de la familia.

Una familia es funcional cuando las interrelaciones
personales de sus miembros están matizadas por el
equilibrio y la armonía emocional; además, cuando
se satisfacen todas las necesidades materiales, afectivas,
culturales y educativas con la consiguiente formación y
transformación de cada uno de sus integrantes. Así,
la comunicación se torna franca, abierta y
espontánea. Se favorece un desarrollo sano y un
crecimiento personal, familiar y social.

Si se afectan algunas de sus funciones y se rompe, en
cierta medida, la comunicación interfamiliar y las
disímiles necesidades no se satisfacen, aparece, entonces,
la disarmonía y el desequilibrio emocional y, por ende, la
disfunción familiar. En estos casos no se logra la
formación y la transformación de los miembros de la
familia e incluso, en ocasiones la disfuncionalidad trasciende
los límites de
la familia nuclear y llega a la extendida y a otros elementos de
la comunidad.

Constituyen elementos que hablan a favor de una
disfuncionalidad si (Gómez Cardoso, 1997, 1998, 1999,
2007):

  • Se pierde el control con facilidad y con ello el
    equilibrio emocional.
  • Las manifestaciones de irritabilidad son
    frecuentes.
  • Existe un incorrecto manejo de la depresión que tiende al rechazo, al
    desprecio a algunos de los familiares
  • Se responde agresivamente.
  • Suelen haber víctimas y
    victimarios.
  • Se culpan unos a otros.
  • Las expresiones de afecto son limitadas.
  • Se expresan sentimientos acumulados del
    pasado.
  • Decrecen las relaciones entre los miembros de la
    familia.
  • Se evidencian dificultades para hallar y poner en
    práctica las soluciones
    ante los problemas.
  • Se hace difícil el establecimiento de reglas,
    límites y distribución de las funciones
    hogareñas.
  • Hay falta de responsabilidad ante un
    problema.
  • Se observa inconsistencia al regular los
    límites y el cumplimiento de las reglas.
  • La comunicación se caracteriza por ofensas y
    discriminaciones injustas.

Muy ligado a la temática de la funcionalidad
familiar están los factores de riesgo que
condicionan de alguna medida que se lacere la salud familiar en
los miembros más jóvenes. Pongamos algunos
ejemplos:

Personales:

  • Ausencia de objetivos y proyectos de
    vida
  • Problemas amorosos
  • Incapacidad para afrontar problemas
  • Adolescencia

Familiares

  • Tolerancia y complicidad con conductas de riesgo.
    Alcoholismo
  • Ausencia de patrones y normas adecuados

Escolares

  • Deserción escolar
  • Uso de drogas
    porteras
  • Incumplimiento del reglamento escolar
  • Falta de comunicación

Comunitarios

  • Deterioro hábitat físico
    ambiental
  • Ilegalidades
  • Gran cantidad de población flotante
  • Existencia de mercado de
    drogas
  • Ineficacia de la acción
    policíaca

Es por ello que para propiciar el cambio se hace
necesario orientar a la familia.

La acción de orientar es un hecho natural que ha
estado siempre
presente en todas las culturas y ha sido necesaria a lo largo de
la historia para
informar a las personas o ayudarlas a desarrollarse e integrarse
social y profesionalmente. Algunos antecedentes se remontan a los
orígenes mismos de la humanidad, aunque las primeras
pruebas
documentales se encuentran en la cultura clásica
griega.

El análisis documental referente al tema brinda
la posibilidad de apreciar las distintas posiciones adoptadas
que, en tal sentido, ofrecen los autores; sin embargo, como bien
apuntan Collazo Delgado y Puentes Albá (1992) existen
aspectos comunes para delimitar los objetivos y el contenido del
trabajo de la
orientación, a saber:

  • La necesidad de ayudar al individuo a conocerse a
    sí mismo y a su medio.
  • La necesidad de desarrollar en el individuo la
    capacidad de utilizar su inteligencia
    para tomar decisiones y aprovechar al máximo sus
    potencialidades.
  • El carácter sistemático, procesal,
    regulador, que debe tener el trabajo
    de orientación.
  • La necesidad de orientación que tienen todos
    los individuos.

En el caso del trabajo de orientación familiar,
lo anterior posee una aplicación consecuente. Es vital no
sólo que las familias se conozcan a sí mismas,
sepan utilizar su inteligencia y aprovechen sus potencialidades
para tomar decisiones sabias que repercutan favorablemente en su
dinámica funcional, sino también que ejerzan el
control sistemático, consecutivo y regulador, con la
consiguiente satisfacción de las necesidades de
orientación que siempre tienen las personas.

Más que pretender definir conceptualmente la
orientación, es más conveniente puntualizar algunos
aspectos que no pueden obviarse (Collazo Delgado y M. Puentes
Albá, 1992), sobre todo si se tienen cuenta el valor que
poseen en el trabajo con las familias:

  • La orientación debe considerarse como un
    proceso continuo, vital para todos los seres humanos a fin de
    prepararlos para la realización eficiente de las
    ¨tareas de desarrollo¨ para que logren desenvolverse
    con mayor independencia.
  • La orientación significa ayuda y no
    imposición del punto de vista de una persona sobre otra.
    No es tomar decisiones por alguien, sino ayudarlo a resolver
    sus problemas, a desarrollar sus criterios y a
    responsabilizarse con sus decisiones.
  • La orientación en sí misma contempla
    objetivos individuales y sociales, ya que a la vez redunda en
    beneficio del desarrollo pleno del hombre, lo
    hace capaz de aportar más a la sociedad.

El devenir histórico concreto del proceso de
orientación ha hecho posible escalar distintos niveles de
satisfacción en la atención a las necesidades del
hombre, entre los que se encuentra la orientación a los
padres, sin lugar a dudas por la importancia que tradicionalmente
se le ha concedido a la familia como institución social
para la formación y el desarrollo de sus hijos(as); por
supuesto, siempre que esté debidamente
preparada.

La orientación familiar es una premisa para todo
el proceso de preparación que la familia requiere a fin de
enfrentar su labor educativa. La dota de variantes más
adecuadas para educar con éxito a
los hijos(as), después de reconocer los motivos y las
causas que pudieran generar cualquier tipo de dificultad y tomar,
en consecuencia, medidas más eficaces.

La orientación familiar es un proceso de ayuda de
carácter multidisciplinario, sistémico y
sistemático dirigido a la satisfacción de las
necesidades de cada uno de los miembros de la familia. Es un
sistema de influencias socioeducativas encaminado a elevar la
preparación de la familia y brindar estímulo
constante para la adecuada formación de su
descendencia.

Una eficiente orientación a la familia debe
preparar a los padres y otros adultos significativos para su
autodesarrollo, de forma tal que se autoeduquen y autorregulen en
el desempeño de la función formativa de la
personalidad de los hijos. En la medida en que aumenta la cultura
de los padres, las familias adquieren más conciencia de
sus deberes para la sociedad.

El proceso de orientación familiar reviste
particular importancia por el nivel de preparación y
estímulo necesarios para promover un modo de vida que se
corresponda con las características inherentes y
específicas de las mismas, y satisfacer las necesidades de
estos niños y niñas de acuerdo con las normas
establecidas por la sociedad.

Las familias requieren de orientaciones precisas que
incluyan una serie de conocimientos y ayudas concretas sobre
qué hacer con los hijos, cómo, cuándo y para
qué hacerlo. Es desarrollar actitudes y convicciones,
estimular intereses y consolidar motivos y, de esta forma lograr
la integración de los padres en una concepción
constructiva sobre las personas deficientes y sus posibilidades
en la sociedad.

La orientación familiar debe dirigirse a la
búsqueda de posibilidades y perspectivas y no
únicamente a la implantación mecánica de métodos y estilos de
funcionamiento de generaciones anteriores. Es propiciar la
creación de mecanismos de funcionamiento propios que
contribuyan al crecimiento de la familia como institución
social sin desestimar los patrones de comportamiento establecidos
por la familia de origen.

La educación es un proceso que comienza desde el
nacimiento y sólo concluye con la muerte; por lo tanto, la
ayuda y la orientación brindadas deben adaptarse a las
distintas circunstancias sociales, los diversos y rápidos
cambios científicos, las diferentes etapas del proceso
educativo y del ciclo vital, etc., aspectos vitales para
garantizar el éxito en el desarrollo y el crecimiento de
la familia (Cañedo Iglesias, 2007).

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Autor:

Dr. C Ángel Luis Gómez
Cardoso.

Profesor Titular. Departamento de Educación
Especial. Facultad de Educación Infantil. Instituto
Superior Pedagógico José Martí.
Camagüey. Cuba

Dr. C Pedro Luis Castro Alegret.

Investigador Titular del ICCP Ministerio de
Educación. La Habana. Cuba.

MSc. Olga Lidia Núñez
Rodríguez.

Profesora Auxiliar. Departamento de Educación
Especial. Facultad de Educación Infantil. Instituto
Superior Pedagógico José Martí Directora del
Centro de Diagnóstico y Orientación. Camagüey.
Cuba.

Lic. Flora Cabrera Pérez.

Profesora Instructora. Departamento de Educación
Especial. Facultad de Educación Infantil. Instituto
Superior Pedagógico José Martí.
Camagüey. Cuba.

Lic. Milagros Rementería
Gómez.

Profesora Instructora. Departamento de Educación
Especial. Facultad de Educación Infantil. Instituto
Superior Pedagógico José Martí.
Camagüey. Cuba.

Lic. Tayli Vives Labrada.

Profesora Asistente. Departamento de Educación
Especial. Facultad de Educación Infantil. Instituto
Superior Pedagógico José Martí.
Camagüey. Cuba.

 

Enviado por:

Cristian Omar Espinosa

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