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Historia y anti historia (página 2)




Enviado por Rafael Herrera Robles



Partes: 1, 2, 3

En este cambio de visión los protagonistas
adquieren mayor conciencia de sus actos libertarios como lo
expresara Engels: "las revoluciones hechas por
pequeñas minorías conscientes a la cabeza de las
masas inconscientes, ha pasado. Allí donde se trate de una
transformación completa de la organización social
tienen que intervenir directamente las masas, tienen que haber
comprendido ya por sí mismas de qué se trata, por
qué da su sangre y su vida2
".

Antonio Gramsci comenta que la tesis de Hegel de la
historia como lucha por la libertad es inherente a la especie
humana, cuyo devenir se basa en la lucha entre revolución
y conservación, entre libertad y autoridad, expresada en
determinada corriente o partido, que ha partir del siglo
diecinueve se torna más consciente: "En el siglo
diecinueve existe en Europa una conciencia crítica que
antes no existía, se hace historia sabiendo lo que se
hace, sabiendo que la historia es historia de la
libertad2
".

Si en el pasado las rebeliones y revoluciones populares
son usufructuadas por una minoría, por la clase o elite
dominante que se auto arroga la representación de la
sociedad, la situación cambia completamente cuando los
protagonistas, las clases populares, -en especial la clase
obrera- adquieren conciencia de sus intereses que coinciden con
los intereses del conjunto de la humanidad.

Si bien es cierto que en el devenir existen avances y
retrocesos, es decir, no es rectilíneo, menos está
trazado de antemano, pero también es cierto que hasta hoy,
-no obstante los obstáculos- la lucha por la libertad ha
marcado y marca el derrotero de la humanidad, por lo que, en su
generalidad, hay identidad entre historia y devenir. Cuando en el
devenir se pierda ese don de hacer historia, de luchar por
ennoblecer y dignificar la existencia, será el final de la
historia, cuestión que está lejos de
suceder.

El devenir basado en relaciones entre clases sociales
-de opresores y oprimidos, de explotadores y explotados- es
solamente una fase perecedera, con su legado progresivo que
contribuye a mejorar la existencia; y sus lastres
anacrónicos, arcaicos, contrarios a la convivencia
humana.

La opresión sé cohesiona en costumbres,
creencias e ideas que legitiman la explotación sobre un
conjunto social, sea por parte de una casta, un estamento, una
clase social, una nacionalidad, etc., que en la modernidad en su
vertiente siniestra y bárbara, a las lacras tradicionales
a agregado nuevas, entre ellas el racismo, en
contraposición a la vertiente libertaria de la modernidad
encarnado por las clases y pueblos oprimidos que luchan por su
liberación, reivindicando todo el legado progresivo de la
humanidad.

En los tiempos primeros el devenir, entrelazado y
subordinado a las fuerzas de la naturaleza, – que según la
cosmovisión mítica religiosa-, era considerada como
la Madre, sumado a la precariedad de instrumentos,
coadyuvó que en las relaciones sociales cotidianas se le
cuide y proteja, no existiendo por tanto depredación, o
esta era mínima e involuntaria. Lo contrario sucede en la
sociedad moderna con el capitalismo donde, a decir de Carlos
Marx, a la vez que se mutila al ser humano, se depreda a la
naturaleza.

Uno de los mayores lastres en sociedades basadas en
clases sociales dominantes y dominadas, es que la mayor parte de
la humanidad mutila o pierde toda o parte de la propiedad de sus
medios de vida, principalmente tierra e instrumentos, y para
sobrevivir, se ve en la necesidad de enajenar su voluntad
trabajando para el autócrata, para el amo esclavista, para
el señor feudal, para el capitalista, para el
burócrata o para el mercado, inmerso en una creciente
división social del trabajo que mutila las facultades
creativas. La voluntad humana (en dominantes y dominados) se
enajena al mundo de las religiones, de las cosas
(mercancías) y de las ideologías.

El paso de sociedades de estamentos y castas
-legitimados en un supuesto mandato divino y en la supuesta
"sangre noble"-, a sociedades modernas en las que se busca
explicación a la existencia en el hombre mismo, es decir,
en las relaciones sociales engendradas en el devenir, constituye
un gran avance en la lucha por la libertad, pero es limitada por
la dominación de clase de la burguesía que, sobre
todo, al hacerse del poder, muestra que sus intereses
particulares, privados, dejan de coincidir con el interés
general, tornándose en clase sin historia.

En sociedades clasistas la dominación
política tiende a ser monopolizada por las clases
dominantes, cada vez más minoritarias, lo que se extrema
en el capitalismo donde la burguesía ejerce de modo
cotidiano la política por medio de la democracia
representativa, mientras que a las mayorías solamente se
les permite ejercer su derecho a la "política", en
determinados periodos, o en determinadas horas, en los procesos
electorales que culminan cuando dan su voto para elegir a sus
(supuestos) representantes. Sin embargo, las clases dominadas de
modo consciente o inconsciente, subvierten cotidianamente esa
manera de hacer política, especialmente cuando luchan por
sus reivindicaciones que pueden poner en tela de juicio el
dominio clasista.

El ser humano jamás se ha postrado ante las
injusticias y la opresión. Desde los remotos
orígenes ha inventado, a la par que herramientas
materiales, -desde las más simples a las más
sofisticadas-, los grandes sueños justicieros, las
utopías progresivas, los grandes ideales, a veces
emergidas de las relaciones cotidianas para superarlas partiendo
de ellas, otras veces debidos a la pura fantasía, pero han
abierto derroteros por los cuales ha transitado y transita, en
lucha por la libertad.

Mariátegui, que no se cansaba en evidenciar que
el capitalismo o los intereses particulares, privados, de la
burguesía, han dejado de coincidir con el progreso, o en
otras palabras, han dejado de coincidir con los intereses de la
humanidad, decía que el hombre no puede vivir sin una fe,
sin un gran ideal, sin un "mito" que sirva de derrotero, ya que
progresar es realizar utopías, y sin imaginación no
hay progreso. Los ideales o mitos surgen de las entrañas
del devenir, por lo que cada época tiene sus ideales y
mitos propios. Si antaño eran celestiales o ultra
terrenales (sobre todo en la visión de las religiones),
hoy tienden a ser terrenales, concretos, humanos, porque se busca
la justicia y la libertad en la tierra4.

Hay ideales que por su divorcio del cotidiano vivir o
por haber dejado de coincidir con bastos intereses sociales se
quedan al margen del devenir. Los ideales, mitos y utopías
que encarnan las aspiraciones de las multitudes emergen de las
contradicciones de la sociedad, pero por más grandes y
altruistas sean, por lo general, han quedado pequeños
frente a la realidad, frente a la practica, porque, parafraseando
a Mariátegui, la vida supera a fantasía, la
"realidad" supera a la ficción.

Trotsky, reivindicando los grandes ideales y principios,
lo mismo que toda acción llena de nobleza y
heroísmo, solía decir que la fe mueve
montañas y que un revolucionario puede ser culto o
ignorante, pero lo que jamás debe faltar es la fe y
esperanza en el porvenir humano. Yoffe, uno de sus
discípulos rusos, antes de morir, dejó su mensaje
de esperanza: "… hace mas de treinta años que
abracé la idea de que la vida humana sólo tiene
sentido en la medida en que se dedica al servicio de algo
infinito, y para nosotros ese infinito es la humanidad. Trabajar
con cualquier propósito finito -y todo lo mas es finito-
carece de sentido. Aún cuando la vida de la humanidad
llegara a su término, esto en todo caso sucedería
en una época tan remota que nosotros podemos considerar a
la humanidad como el infinito absoluto. Si se cree, como creo yo,
en el progreso, puede suponerse que cuando llegue ese momento de
la desaparición de nuestro planeta, la humanidad
habrá encontrado mucho antes los medios para emigrar y
establecerse en otros planetas más jóvenes…
Así, todo lo que se haya logrado en nuestro tiempo para
beneficio de la humanidad sobrevivirá de algún modo
en las épocas futuras; y en virtud de esto nuestra
existencia adquiere el único sentido que puede

poseerlo5".

Hasta hoy, el ser humano jamás se ha resignado a
las injusticias, a la opresión entre semejantes, a la
violencia, a la competencia desenfrenada, a las guerras, que los
apologistas del capitalismo lo presentan como parte de la
"naturaleza" congénita (biológica) del hombre.
Contrariamente a todo eso, se han levantado una y mil veces en
lucha, -en tiempos pasados bajo manto mítico religiosos, a
los que se agrega en los tiempos modernos, ideales
político libertarios-, porque las lacras antes
mencionadas, son en su mayor parte, resultante de las relaciones
sociales de clases antagónicas que se han formado en el
devenir.

Acontecimientos como las guerras mundiales del siglo
veinte, con todos sus horrores, fueron producto de las
contradicciones del capitalismo, y sus principales protagonistas
fueron los países más industrializados, en el
continente que se precia más "civilizado". Esos mismos
países, en la actualidad, son los principales promotores
de la explotación y opresión al resto del mundo, de
la depredación a la naturaleza y de los conflictos entre
pueblos, sea interviniendo directamente o azuzando ánimos
de beligerancia en terceros, de acuerdo a sus intereses. No se
trata de la "naturaleza" congénita (biológica)
"maligna" de europeos u norteamericanos, sino que su
ubicación en el engranaje del sistema capitalista mundial
basado en desigualdades y combinaciones los coloca en el centro
de la tormenta.

Ernest Mandel señalaba que "la
disposición a la cooperación a la solidaridad, al
amor al prójimo corresponde mucho más a las
necesidades biológicas específicas, a los rasgos
antropológicos fundamentales, que la tendencia a la
competencia, a la lucha por la opresión a los
demás"… "El hombre es un ser social no solamente en el
sentido socio económico, sino también en el sentido
biológico del término. De todos los
mamíferos superiores, es el que nace en un estado
más débil, el menos protegido, el menos capaz de
autodefensa. La antropología considera al hombre como un
embrión nacido prematuramente y provisto por ello de una
organización fisiológica que lo hace capaz de un
aprendizaje más prolongado, y de una adaptabilidad casi
ilimitada, gracias a la actividad y la socialización en el
curso de un año de existencia como embrión
extrauterino. La filogénesis confirma aquí la
ontogenia que en el origen de la especie humana se encuentran
esos mismos procesos de activación (nacimiento de una
praxis deliberada) y de socialización6".

No confundir la rebeldía, la imaginación,
la aventura, la osadía, para sobreponerse a la adversidad,
con la hostilidad y violencia alimentada por regímenes
basados en clases sociales. Si bien es cierto que junto a la
predisposición a la cooperación, fraternidad y
solidaridad, dosis de violencia y hostilidad entre semejantes
anidan en las entrañas del ser humano, en parte, por
"herencia" biológica de los tiempos que se
confundió con el resto del mundo animal; también es
cierto que hay la tendencia de que esa herencia negativa tienda a
superarse, inmerso en relaciones sociales cada vez más
humanas. Incluso en especies animales, ciertas predisposiciones
instintivas de salvajismo, hostilidad y violencia han sido
superadas en su devenir.

Nos hemos ocupado de la acción humana, de la
historia como lucha por la libertad, que hasta hoy es el soporte
del devenir. Otra acepción de historia se refiere al
instrumento mental, a la disciplina o ciencia social dedicada a
la interpretación y reflexión sobre el acontecer
social, con la finalidad de descifrar todo el proceso humano, con
sus avances y retrocesos.

La mayor parte de historiadores del ámbito
académicos dividen el devenir humano entre "pre historia",
época anterior a la escritura, he "historia", desde la
aparición de la escritura, dejando fuera de la historia
milenios de años en los cuales, en sucesivas generaciones
el ser humano, en diversidad de culturas, ha hecho revoluciones y
descubrimientos de vital importancia que han mejorado y
dignificado su existencia, dejando una gran legado libertario a
la posteridad.

La historia para nosotros se remonta a los
orígenes, cuando la criatura que a la postre devino
humana, comenzó hacer esfuerzos instintivos para superarse
así misma como condición de supervivencia,
diferenciándose del resto de animales, en un proceso de
humanización que hasta hoy prosigue, distanciándose
cada vez más de sus raíces ancestrales más
"salvajes" y "bárbaras". La mentalidad mágica
religiosa cumplió un papel fundamental en el inicial
proceso de humanización, como código de vida y como
cosmovisión que busca explicación sobre el origen y
el lugar del hombre en el universo. En el trayecto de milenio de
años los dioses, además de cambiar, envejecen y
hasta mueren. Las propuestas religiosas para no quedar desfasadas
del devenir se reforman, se transforman, – adquiriendo cada vez
más rostro humano- desembarazándose de sus aspectos
más retrógrados y arcaicos, en un proceso de
desreligionización, que en la historiografía
moderna se conoce como secularización del
mundo.

El legado progresivo de las religiones, entre ellas el
amor al prójimo, la prédica de justicia y libertad
se desacraliza (desreligionaliza), porque suman cada vez
más las muchedumbres que reivindican esos valores al
margen de las religiones, lo cual en los tiempos modernos, son
cohesionados por la filosofía y las ideologías
políticas. Este proceso de desreligionización (o
desacralización) inmerso en la contradicción entre
lo divino y lo humano (terrenal) se ha evidenciado desde los
orígenes, cuando la vida cotidiana contradecía (y
contradice) ha menudo los postulados mágico
religiosos.

Uno de los pasos más significativos en el
devenir, conjuntamente a la utilización instintiva de
instrumentos –por ejemplo, una piedra, un madero, etc.- y
posterior construcción conciente de los mismos,
conjuntamente a la domesticación de plantas y animales, es
la aparición o creación del lenguaje articulado, a
partir de lo cual se logra dar un salto cualitativo en el proceso
de humanización.

La importancia de la escritura en el devenir nadie
discute, y la aparición de la misma en las culturas es
señal de gran avance, ya que permite graficar el
acontecer. Pero la escritura no es sino un peldaño en el
devenir humano.

La división entre historia y prehistoria poniendo
de base a la escritura es un artificio, una invención,
debido en parte al ansia de dejar atrás el pasado
considerado ignominioso, por lo que se pretende comenzar el
camino poniendo un lindero; y por otra parte, se debe al etno
europeísmo, tendiente a legitimar el dominio al resto del
mundo por Europa desde la época de los descubrimientos y
conquistas con el surgimiento capitalista, al margen de que la
escritura no fue creada primero en Europa, sino, inmerso en un
desarrollo autónomo y paralelo, en culturas de Asia y
Africa.

(En el Tawantinsuyo existían los Quipus, que ha
decir de Arnold Toynbee, constituye una forma de escritura "no
convencional". Se reconoce que fue un sistema contable, aunque no
se descarta que puedan contener historias, es decir, ideas,
relatos, no descifrados todavía. Lo que llama la
atención en el devenir de la cultura andina -ecuatoriana,
peruana, boliviana- es la existencia, al igual que en otras
culturas de la antigüedad, de grafías primitivas en
los restos arqueológicos, que son el comienzo de la
escritura "convencional", por lo que es pertinente hacernos la
pregunta de sí los Quipus pueden haberse creado partiendo
o teniendo en cuenta por lo menos en parte esas representaciones
primigenias o siguieron un proceso diferente)

Volviendo a la ciencia de la historia ¿Por
qué no se pone como lindero entre "historia" y "pre
historia" a la aparición del lenguaje articulado, a la
domesticación de plantas y animales (agricultura y
ganadería), al descubrimiento del fuego, a la
construcción de instrumentos, etc.?

Para nosotros, la prehistoria pertenece al mundo donde
la criatura que devino humana, se confundía y entrelazaba
con el resto del mundo animal, y la historia comienza cuando, por
sus cualidades, lucha por diferenciarse y superar ese mundo,
creándose uno propio, cada vez más digno,
más humano, que sigue hasta hoy su derrotero.

Existen "instrumentos" innatos filogenéticos
anclados al cuerpo, entre ellos los sentidos, las extremidades,
en base a los cuales se despliegan otros como el razonamiento, el
lenguaje, que se hacen cada vez más complejos; y existen
instrumentos "exteriores", que acrecientan esas aptitudes humanas
innatas, que puede ser desde la piedra más tosca utilizada
instintivamente, hasta máquinas que horadan espacios
siderales o laboratorios que sirven para crear vida. Por lo
general, cuanto más sofisticados los instrumentos,
incrementan la productividad, aunque en un mundo de
confrontación entre clases sociales y culturas no
necesariamente mejoran las relaciones sociales.

Al igual que todos los instrumentos, el saber, desde el
más elemental, instintivo y espontáneo que
guía la vida cotidiana, hasta el conocimiento
técnico científico más sofisticado, sirven a
unos para explotar y dominar a gran parte de la sociedad, y a
otros como arma de liberación. Por ejemplo el idioma o
lenguaje no escapa a la instrumentalización
ideológica eurocéntrica o etnocentrica.
España impuso a la mayoría de sus colonias en
América su idioma, que pronto se aclimató en
éstos pueblos que lo hicieron suyo,
enriqueciéndolo, "americanizándolo". Sin embargo, a
los nuevos términos o palabras surgidas en América
se les denomina "americanismos", usando el gentilicio de cada
país, existiendo por ejemplo "peruanismos", pero las
palabras nuevas surgidas en España ingresan al diccionario
sin el gentilicio de "españolismos", discriminando al
resto de países de habla castellana en América que,
particularmente desde el siglo veinte, por su riqueza creativa
sobre todo en las artes literarias, si no han superado a
España, están a la par de ella.

El simple acto de dar nuevo nombre a las cosas en idioma
español por parte de los conquistadores, a la vez que un
acto de opresión para los vencidos, es un acto de
subversión en el conocimiento y en el lenguaje fuera de
las fronteras españolas: Subversión que siglos
más tarde, cuando los vencidos hacen suyo el idioma
español, se acrecienta, porque España deja en
muchas cosas, ser el "centro".

Los llamados "americanismos" y dentro de ello, los
"peruanismos", emergieron desde el primer instante de la
invasión europea, enriqueciendo el idioma. En primera
instancia son conocidos como "barbarismos" (lengua de los
"bárbaros"). Formalizarlos fue tarea ardua. En la
época republicana se recuerda que Ricardo Palma7 (Lima,
1833-1919) en 1892 llevó a España numerosos
"peruanismos" y "americanismos" para pedir su
incorporación al idioma oficial, siendo rechazado por la
Real Academia Española, lo cual motivó que el
insigne creador de las "Tradiciones Peruanas" amenazara con crear
una Academia de la Lengua al margen de la
española.

Las conquistas modernas se legitiman con los peores
lastres tradicionales (precapitalistas) y modernos, entre los
últimos, el racismo. Surge la discriminación de la
"raza blanca" contra las "razas de color", y el etnocentrismo
europeo se extrema. Los conquistadores e invasores europeos se
ufanan ser "civilizados", "cultos", "modernos"; y a sus
víctimas, los pueblos conquistados, los tratan de
"bárbaros", "salvajes", "incivilizados", "primitivos",
achacándolos las peores lacras: come hombres, violencia,
crueldad, gentiles9, etc.

El término "primitivo" utilizado por
historiadores para designar a culturas ancestrales, las
más de las veces es peyorativo en el mismo rango que
"bárbaro", por lo que sería mejor reemplazarlo por
el término de culturas primigenias.

Arnold Toynbee10, un historiador ajeno al
etnoeuropeísmo, que además critica al racismo de
occidente como "pseudo ideología", reconoce en siete u
ocho las "civilizaciones" confluentes en la nueva
configuración del mundo moderno.

Debemos admitir que las "civilizaciones" a las que alude
Toynbee como confluentes del mundo moderno, además de un
desenvolvimiento desigual y paralelo entre sí, no
partieron desde cero, sino que se levantaron sobre los cimientos
de otras "civilizaciones" o culturas que llegaron a su decadencia
porque las clases o elites dominantes devinieron sin historia,
desapareciendo para dar lugar a nuevas relaciones sociales. No se
puede marginar a ninguna cultura como confluente directa e
indirecta en la formación del mundo moderno, sobre todo,
recordando –entre otras cosas- que la base de la actual
alimentación mundial fue creación de las culturas
más primigenias, gran parte de ellas ignotas para nosotros
que comenzamos a transitar el tercer milenio de la era
cristiana.

Marx y Engels también hacían
alusión a pueblos de la prehistoria pero su razonamiento
es totalmente distinto a sectores reaccionarios que legitiman el
colonialismo, porque los fundadores del socialismo
científico reivindicaban el legado libertario de culturas
primigenias fundamentadas en lazos de solidaridad, que contrasta
con el dominio de las clases dominantes en culturas
"civilizadas". En este sentido Engels escribió: "El
más despreciado polizonte del Estado civilizado tiene
más
autoridad que todos los órganos del
poder de la sociedad gentilicia reunidos; pero el príncipe
más poderoso, el más grande hombre público o
guerrero de la civilización, puede envidiar al más
modesto jefe gentil el respeto espontáneo y universal que
se le profesaba. El uno se movía dentro de la sociedad; el
otro se ve forzado a pretender representar algo que está
fuera y por encima de ella11
".

En otra acepción, Marx y Engels dijeron que todas
las sociedades basadas en clases sociales -explotadoras y
explotadas- pertenecían a la prehistoria. Entre otros
escritos, en el "Prólogo a la contribución a la
crítica de la Economía Política
", Marx
escribió que con la sociedad burguesa termina "la
prehistoria de la sociedad humana"
marcado por la
explotación y opresión entre semejantes, que
será superada en una sociedad sin clases, en una sociedad
socialista, dando comienzo a la "verdadera historia", en
base a la cual el ser humano realizará mayores
proyecciones.

Conforme lo expone Engels en "Ludwig Feuerbach y el fin
de la Filosofía Clásica Alemana", en la
concepción idealista dialéctica hegeliana, la idea,
surgida previamente en el cerebro, se proyecta y se realiza en el
devenir en constante cambio -a través de contradicciones-
de acuerdo a las necesidades, por lo que todo lo racional es real
y todo lo real es racional, hasta que llega el momento en que lo
racional se convierte en irracional, en irreal para los intereses
humanos y ese estado de cosas deberá desaparecer para dar
paso a la realización de la nueva idea racional. Argumento
que Engels sintetiza con la frase: "todo lo que existe merece
perecer
". Pero el sistema hegeliano –prosigue Engels-
deja de ser revolucionario cuando en contradicción con la
dialéctica aparece la última "idea absoluta" cuya
realización se atribuye a la monarquía prusiana
presidida por Federico Guillermo III, con lo que se
llegaría al final de las contradicciones y de la
historia.

Dentro del sistema de Hegel, en sus "Lecciones de
filosofía de la historia universal
", la idea no se
llega a desplegar o realizar en las culturas primigenias de
América, que a su criterio, recién son incorporadas
a la historia con las conquistas europeas. Es decir, para Hegel
los pueblos precolombinos carecían de razonamientos
(ideas) que se desplieguen (realicen) en el devenir. Una
posición extremadamente reaccionaria. Por algo Hegel
también tiene discípulos de la derecha más
reaccionaria.

Clases con
historia y clases sin historia

Hubo en periodo en el cual no existían clases
sociales y las relaciones entre los hombres se establecían
sobre la base del "parentesco", inmersos en la precariedad en
todos los aspectos, pero a la postre sobrevivieron gracias al
desarrollo de la solidaridad y reciprocidad, a partir de los
cuales el hombre, en tanto ser social, adquirió un gran
impulso en su proceso de humanización, vale decir, en el
mejoramiento de las relaciones entre semejantes y en el
mejoramiento de las relaciones con la naturaleza y el cosmos. Es
la época más conocida como "comunismo primitivo".
No siempre, pues, han existido clases sociales, y cuando
aparecen, han cumplido funciones de dominio o
subordinación, progresivas o retrógradas,
libertarias o conservadoras.

Las clases sociales se han formado en razón de la
posición y lugar que tienen respecto a los medios de vida
fundamentales a cada época, comenzando de la naturaleza
con todos sus recursos, a lo cual se fueron agregando las
invenciones técnico científicas y espirituales,
expresados en la industria, la banca, el comercio, el saber. Las
clases dominantes son las propietarias y principales
usufructuarias de esos grandes medios de vida, y las clases
dominadas carecen, en su mayoría, de la propiedad de las
mismas. Y si bien es cierto que en diversas formaciones sociales
han existido y existen grandes sectores dueños de sus
medios de vida, entre ellos, campesinos propietarios de sus
parcelas de tierras o artesanos ("libres") propietarios de sus
instrumentos de trabajo, en tanto no pueden cohesionar sus
intereses en un sólo bloque, menos proyectar sus intereses
al conjunto de la sociedad, su condición tiende a la
subordinación o marginalidad respecto al modo de
producción dominante basado en la propiedad de los grandes
medios de vida por una clase social o elite dominante, siempre
minoritaria.

Existen clases sociales con historia y clases sociales
sin historia. Una clase es con historia cuando sus intereses
particulares, privados, confluyen en gran parte con los intereses
del conjunto de la sociedad, por lo que coadyuvan a mejorar la
existencia. Si esto es así, en caso de llegar a dominar la
sociedad, este dominio contará con un amplio consenso.
Diferente es el caso de las clases que han dejado de coincidir
con el progreso, es decir, con las luchas por dignificar la vida,
volviéndose clases sin historia o al margen de la
historia, y en caso hayan devenido dominantes, su dominio se
basará principalmente en el empleo de la fuerza, que
sólo servirá para prolongar su agonía si no
existe una clase ascendente (o elite) con historia que lo
desplace y se haga del poder en representación del
conjunto de la sociedad.

Una clase con historia puede confluir sólo en
ciertos aspectos con el interés general, por ejemplo, en
lo económico, pero no necesariamente en otros aspectos
como las artes. En cualquier caso promoverá lo que
más coincida con sus intereses, y la verdad o verdades
serán relativas a su espacio tiempo y a sus intereses, que
a menudo serán puestas en tela de juicio en forma
coherente e incoherente dentro del conjunto social.

Cada época tiene su verdad o verdades. En el
pasado, en lo fundamental, inmerso en la mentalidad religiosa; en
el presente (mundo moderno), en lo fundamental, inmerso en la
mentalidad "racional". Las dos "verdades" han coexistido y
coexisten en todas las sociedades. En el pasado, con
primacía de lo divino, y en los tiempos modernos, con la
tendencia a la primacía de lo "racional". En el "saber
popular", en el "sentido común", se ha perennizado la
coexistencia y combinación de esas formas de entender el
universo en todas las clases y estratos sociales. La vida
cotidiana, -desde los orígenes- está inmersa en
ambas formas de conocimiento con todas sus contradicciones,
recreado entre otras manifestaciones en el folclor y otras artes
como mitologías, cuentos populares, poesía,
tragedias, etc. La Divina Comedia de Dante Alghieri a la vez que
sumisión humana a las leyes divinas, es una
trasgresión a esas leyes por el ansia de conocer humano
que traspasa los linderos terrenales para "visitar" purgatorio,
infierno y paraíso.

Las clases o elites dominantes se tornan sin historia
cuando sus intereses particulares dejan de coincidir con el
progreso, es decir, con el interés de las mayorías
en lucha por dignificar su vida. Las ideas y mentalidad con la
que legitiman su dominio entran en crisis por el surgimiento de
nuevas formas de vida, de nuevas relaciones sociales, de nuevos
conocimientos y hasta nuevas formas de entender el lugar del
hombre en el universo, poniéndose en tela de juicio el
conjunto del orden social. Se ha visto clases sociales dominantes
cuyos intereses particulares han dejado de confluir con el
progreso remover cielo y tierra para ocultar esa
verdad.

En el mundo de las religiones que han acompañado
y siguen acompañando a la humanidad desde los tiempos
primeros, la "verdad revelada" se supone no acepta dudas ni
murmuraciones (porque es divina, infalible), ya que pensar lo
contrario conlleva al "pecado", al "sacrilegio", a desafiar a las
"sagradas escrituras". Sin embargo la "verdad revelada", en tanto
inmersa en la vida social, -en tanto invención humana-, ha
cambiado y cambia constantemente, para bien o para mal, porque el
devenir humano es una subversión permanente contra lo
establecido, incluyendo las "leyes" divinas.

Uno de los mayores cambios en el devenir fue el paso de
la religión politeísta (creencia en varios dioses)
a la religión monoteísta (creencia en un
sólo dios) con ventajas y desventajas para mejorar la
existencia. El monoteísmo en su acepción de
cristianismo, en sus primeros tiempos rebelde y libertario, al
convertirse en religión oficial se vuelve conservador y
entra en crisis en los albores de la modernidad, surgiendo de su
seno el protestantismo, más acorde al naciente orden
capitalista que pronto, compitiendo con el catolicismo, se
convierte en religión oficial en algunos países. Al
margen de las religiones oficiales surgieron tendencias que
reivindicando el cristianismo primigenio intentaron establecer el
paraíso bíblico en la tierra. Para contrarrestar al
protestantismo y otras tendencias rebeldes en su seno y fuera de
su seno, y para acomodarse a los nuevos modos de vida, es decir,
al naciente capitalismo, el catolicismo se auto reforma teniendo
a los jesuitas como su tendencia de avanzada.

No obstante constituirse en religión oficial, en
el mundo moderno la verdad revelada (divina) es arrinconada, y
para sobre vivir se tiene que acomodar –gran parte de veces
con retraso y de modo contradictorio- a nuevas formas de vida,
inmerso en el proceso de secularización
(desreligionización) del mundo.

Como muestra de que lo "racional" (la razón),
gana prioridad en el mundo, en los últimos tiempos, para
ser santo en la vertiente católica, se requiere que la
ciencia de los humanos verifique los "milagros" del candidato a
la santidad, aunque en muchas ocasiones sus más altas
jerarquías son las primeras en violar sus propias normas,
por ejemplo cuando el Papa Juan Pablo II -nacido en 1920
ejerciendo el pontificado desde 1978 hasta su muerte en el
año 2005-, el 17 de mayo de 1992 beatificó a
Josémaría Escrivá de Balaguer (1902-1975),
-fundador del OPUS DEI, la tendencia más siniestra del
catolicismo desde el siglo veinte-, y el 6 de enero del 2002 lo
canonizó. Entre las "virtudes" del OPUS DEI y de este
"santo", cuyos milagros no se conocen, está su apoyo a los
regímenes nazifascistas europeos y a cuanta dictadura
cavernaria exista en el mundo, incluyendo la de Pinochet en Chile
o la de Fujimori en el Perú. Hoy asistimos a la
beatificación de Juan Pablo II por parte de su sucesor
Benedicto XVI en medio de la crisis ética moral fruto de
la corrupción que corroe al sistema capitalista y alcanza
los cimientos de la iglesia oficial. (Y pensar que Sarita
Colonia, muerta hace décadas, hoy venerada por gentes
humildes, al igual que el sacerdote Urraca, muerto hace siglos,
esperan un milagro de las altas jerarquías para ser
canonizados)

La canonización de personajes siniestros es
expresión de una profunda crisis del orden social, y
dentro de ella, de la crisis ético moral irreversible
expresado en las religiones, acentuando el divorcio de las altas
jerarquías con su feligresía. No es casual el
surgimiento de tendencias que reivindican los valores más
altruistas del cristianismo al margen de las altas
jerarquías.

Las religiones como concepción del mundo
están entre los resquicios de las ideas premodernas, pero
en tanto práctica social se acomodan al régimen
capitalista de la cual sus más altas jerarquías son
usufructuarias (privilegiadas), incluyendo en los grandes
negocios legales e ilegales.

La modernidad surge con el capitalismo, pero no es
patrimonio de éste régimen sino que lo trasciende,
porque los intereses de la burguesía europea solamente
confluyeron en parte con los grandes ideales libertarios que
surgieron por esa época, y son las clases populares
quienes las reivindican cohesionando nuevas propuestas, surgiendo
la prédica socialista, que se constituye en el
núcleo de la tendencia libertaria de la modernidad. La
burguesía, cuanto más sus intereses particulares,
privados, dejan de coincidir con el progreso, encarna la
tendencia siniestra de la modernidad que se extrema en la forma
de fascismo.

En cuanto al "racionalismo", en su forma más
elemental lo encontramos en la vida cotidiana de los pueblos, que
junto a la visión religiosa y las tradiciones, forman la
mentalidad popular, base sobre la que se eleva el conocimiento
más coherente por mediación de los sistemas
educativos, la ciencia, la técnica.

Las ciencias físicas naturales y sociales surgen
en medio de grandes luchas y controversias. Durante la
transición del feudalismo al capitalismo en Europa muchos
sabios terminaron en las hogueras de la Santa Inquisición
o de los reformadores (protestantes) por el sólo hecho de
que sus conocimientos eran contrarios a las "sagradas
escrituras", es decir, a la "verdad revelada". En su
mayoría, en sus respectivas ciencias, esos mártires
de la ciencia eran "materialistas", es decir desechaban las ideas
sobrenaturales, pero en su cosmovisión del mundo
(filosofía) se guiaban por las ideas religiosas, es decir,
eran creyentes cristianos, que no sirvió en nada frente a
sus inquisidores oscurantistas.

El desarrollo de la ciencia y la técnica no son
suficientes para cambiar la mentalidad religiosa del conjunto
social hacia una mentalidad más racional, sino que lo
fundamental son las relaciones sociales. Federico Engels, entre
otros escritos, en su "Introducción a la
dialéctica de la naturaleza
", escribía que el
volumen y la sistematización de los conocimientos
científicos de los europeos a inicios del siglo dieciocho
contrastaba con su concepción filosófica
"materialista metafísica", en tanto veían una
realidad social sin procesos de cambio, sin movimiento; al
contrario de los antiguos griegos que con conocimientos
rudimentarios de las cosas, decían que el universo, desde
sus partículas más ínfimas al hombre,
"se halla en un estado perenne de nacimiento y muerte, un
flujo constante, sujeto a incesantes cambios y
movimientos
".

Cuanto más primigenias las culturas, el poder
divino se confundía con el poder terrenal, sea en el
conjunto social de las comunidades primigenias o cuando aparecen
las clases sociales, encarnado en los gobernantes (autocracia).
Lo último sobrevive hasta hoy en muchos países de
"oriente" sin la aureola del pasado, inmersos en el sistema
capitalista mundial basado en desigualdades y combinaciones. La
autocracia en esos pueblos acrecienta su poder tradicional en sus
relaciones internas, mientras en sus relaciones exteriores
–diplomacia, comercio- lo realizan de acuerdo a convenios o
tratados modernos.

Durante la transición del feudalismo al
capitalismo en Europa surgen las monarquías, una de las
formas autocráticas, intentando arbitrar la lucha entre la
antigua aristocracia y la burguesía, aunque en su
mayoría sucumbieron al poder de la naciente
burguesía. Paulatinamente, como parte de las
reivindicaciones burguesas y populares, se van "separando" el
poder religioso y el poder político, constituyendo una de
las características de las sociedades modernas, aunque,
sobre todo en la mentalidad colectiva, coexisten y se combinan.
En gran parte de países de "oriente" no se ha producido
esa separación.

El primer intento del hombre para explicar su origen y
lugar en el universo fue por mediación del mundo
mágico religioso, inicialmente con los rituales, mitos y
leyendas, agregándose posteriormente los dogmas (divinos)
ideológicos, todo lo cual para las mayorías,
según la aserción de Carlos Marx, se constituye en
una "filosofía popular". Posteriormente surgen las
ideologías (racionales) y las ciencias sociales y
físicas naturales, que tienden a reemplazar a las
religiones en la explicación del devenir, y éstas
(religiones), para sobrevivir, tienen sus reformas, a veces
cismáticas.

En el siglo diecinueve Marx y Engels hacían la
distinción entre el materialismo ("racionalismo")
"mecanicista", "metafísico", de la burguesía, que
puede reconocer la evolución del universo al margen de la
providencia divina, pero niega los cambios revolucionarios en la
sociedad, porque se intenta hacer creer que el régimen
burgués es eterno, lo que contrasta con la
dialéctica (marxismo) que ve los cambios a través
de las contradicciones entre clases sociales libertarias y
reaccionarias.

Desde tiempos ancestrales existe una religión
(iglesia) oficial, con su respectiva jerarquía adscrita al
orden imperante, y las demás creencias son denominadas
peyorativamente "sectas". En la actualidad, aunque las
constituciones proclamen la "libertad de cultos", no existe tal
libertad, sino que en forma tácita, existe una
religión oficial.

La versión académica oficial sobre el
surgimiento del capitalismo explica que la burguesía
europea, dueña de un poder económico inmenso
acumulado en la edad media, haciendo suyo todo el legado
progresivo anterior, desplazó del poder político a
la aristocracia feudal, ocultando que a la par que aspectos
progresivos, la burguesía dejó de lado gran parte
del legado libertario porque es contrario a sus intereses
particulares, incluso al interior de las religiones. El orden
burgués en Europa y el mundo advino cuando se
aniquiló a creyentes cristianos, principalmente
campesinos, acusados de pertenecer a "sectas" porque intentaban
crear el paraíso bíblico en la tierra. En esta
tarea de extirpar a las "sectas" en Europa, -que en las colonias
se presentaban como "extirpación de idolatrías"-,
se unieron burgueses y aristócratas, legitimados por sus
leyes y por la religión "oficial", la católica, a
la que pronto se sumaron los protestantes, sobre todo cuando se
volvieron religión oficial en algunos países. Se
entiende en este contexto la posición de muchos pensadores
y artistas, particularmente románticos, que al inicio
apoyaron al naciente orden capitalista para luego –viendo
las atrocidades de la acumulación originaria del capital
renegar de él, sea pensando en un futuro mejor, en una
sociedad socialista, sea volviendo los ojos al pasado.

El marxista italiano Antonio Gramsci12
acuñó el término bloque histórico
para evidenciar la confluencia de intereses entre dominados y
dominantes en la lucha por mejorar la existencia. Una clase o
grupo social es hegemónico y dirigente para grupos
sociales afines con los que hay coincidencia de intereses por
mejorar la existencia, formando un bloque histórico; y es
dominante respecto a clases o grupos que se han tornado en
arcaicos para el devenir humano.

En los territorios andinos, –Ecuador Perú y
Bolivia-, las clases dominantes engendradas por una conquista no
han logrado formar un bloque histórico porque sus
intereses particulares no han coincidido con los intereses de las
mayorías, lo cual se agrava porque a la explotación
económica se agrega la opresión racial cultural.
Por eso, en lucha contra el dominio español surgieron dos
vertientes, la indígena y la criolla. La vertiente
indígena, liderada por los descendientes de la nobleza
inca fue derrotada, siendo su expresión más alta la
revolución de Túpac Amaru (1880), movimiento
paralelo a la revolución francesa y a la revolución
separatista de los criollos de Estados Unidos contra el dominio
de Inglaterra. Ante el fracaso del movimiento indígena,
los criollos asumieron la dirección, creando una
república contra las mayorías nacionales. En todo
ese proceso sucumbieron las elites descendientes de la nobleza
inca, y las masas indígenas, sin dirección
política, se limitaron a reivindicaciones locales o
regionales, y cuando se alzaron a las alturas de la
política, a fines del siglo diecinueve e inicios del
veinte, asumieron una posición milenarista
mesiánica, intentando la resurrección del
Tawantinsuyo, en momentos en que hace su aparición
política la clase obrera, surgiendo el marxismo, que en la
propuesta de Mariátegui, lo autóctono
(indígena) y lo universal confluyen por el cambio
revolucionario.

Sobre el "final
de la historia"

Particularmente desde mediados de la segunda mitad del
siglo veinte se ha hablado como un hecho consumado del "final
de la historia
", lo cual es totalmente falso. La historia
llegará a su fin cuando la humanidad deje de luchar por
dignificar su existencia, en caso las fuerzas del progreso hayan
sido derrotadas por las clases sin historia, lo que
constituiría la regresión a la barbarie, siendo el
ejemplo más elocuente en ciertas coyunturas el fascismo,
que conduce a la degradación y extinción de la
especie humana.

El fascismo no intenta volver al pasado, ha pesar de su
prédica y mentalidad corporativa jerárquica
emulando relaciones de estamentos y castas pre capitalistas,
tampoco constituye una "irracionalidad" respecto al devenir
capitalista, por que hasta hoy en determinadas coyunturas es
congruente, "racional", para los intereses de la
burguesía, en tanto salvaguarda al sistema frente al
acecho de las clases libertarias. Pero el fascismo es
"irracional" para las mayorías porque atenta contra los
derechos humanos más elementales.

En todos los contextos, en países "ricos" y
"pobres", el fascismo surge cuando la forma tradicional de
dominio, que puede ser democrático liberal, es incapaz de
seguir gobernando, no quedando otra salida que revolución
o contrarrevolución (socialismo o barbarie).

Durante los regímenes fascistas afloran a la vida
pública las peores lacras de las sociedades basadas en
clases sociales, sobresaliendo las expresiones más
siniestras de la modernidad, dentro de ello el racismo, coactando
toda iniciativa de lucha por la justicia y la libertad, en una
represión sin cuartel contra las reivindicaciones
populares y contra todo ideal de progreso, -incluyendo en el seno
de las religiones-, utilizando todos los medios, desde
"pacíficos", por mediación de la "opinión
pública", hasta la violencia física abierta y
descarada. El terrorismo de estado y de bandas paralelas es
legitimado. La mayoría de sus ideólogos -desde su
surgimiento en las primeras décadas del siglo veinte-
denigran de los movimientos culturales del renacimiento y
reforma, y de todo ideal progresivo que haya coadyuvado al
advenimiento de ideas libertarias. En la actualidad los
ideólogos del "fin de la historia" tienen la
misma opinión, incluso al reafirmar su rechazo al legado
progresivo de las religiones, porque la prédica de
igualdad de todos los humanos en tanto "hijos de Dios" es
corrosiva al orden jerárquico represivo en que ha devenido
el capitalismo.

Antes que el final de la historia para el conjunto de la
humanidad, es evidente que la burguesía ha devenido en
clase sin historia, porque sus intereses particulares (privados),
han dejado de coincidir o confluir con el progreso, con la lucha
por dignificar la existencia, y como toda clase dominante, tiende
a identificar su destino con el destino de la humanidad. Para los
intereses de la burguesía y del capitalismo es congruente,
"racional", hablar del final de la historia.

Siglos atrás, cuando la aristocracia feudal
perdió su poder económico y político en
Europa, presentaba esos acontecimientos como el final de la
humanidad, cuando en realidad era el final de la época
feudal, iniciándose una nueva época, la
capitalista.

En el proceso de lucha por desplazar del poder
político a la aristocracia feudal, la burguesía
europea ya mostraba sus limitaciones de clase. Las más
preciadas conquistas libertarias en el mundo moderno -escribe Leo
Kofler13- ha sido obra de las clases populares con la resistencia
conservadora de la burguesía, que era obligada a legitimar
hechos consumados. "Ni siquiera los exponentes de la
pequeño burguesía constituyen en muchas ocasiones,
una excepción en este sentido: a los levellers de la gran
revolución Inglesa, su nombre dice "niveladores" no les
impedía rehusar el derecho electoral a los asalariados. La
misma posición que el caudillo de los levellers, Lulburne,
adoptan Milton, Grocio y Locke, y más tarde Turgot, Kant y
Schion; aquí lo llamativo reside, precisamente, en que
estos hombres en su mayoría pensadores de claras ideas
humanistas y revolucionarias burguesas (… …)"

"…el más humano fruto de la secular lucha
burguesa, la forma democrática de organización y de
vida de la actual sociedad, en modo alguno ha sido obra de la
burguesía -en especial en lo que se refiere a su
consumación práctica-, sino ante todo de las clases
no burguesas de la pequeño burguesía y del
proletariado. Sin ninguna justicia la burguesía presenta
la democracia como su más auténtico patrimonio y
los apologistas del orden capitalista no saben bien lo que hacen
cuando, frente a cada experiencia moderna de seguir progresando
en el dominio social, responden con su orgullo por las
instituciones democráticas
".

Sobre lo anterior debemos precisar que, al igual que
toda clase dominante, la burguesía adecua las ideas,
instituciones y conquistas sociales a sus necesidades progresivas
o conservadas, comenzando de la religión que se torna
oficial, constituyéndose en uno de los pilares del orden.
En la política oficial, el "pluralismo" de la forma
democrática parlamentaria responde al intento de
representar en el estado a las diversas facciones burguesas
–agrarias, industriales, bancarias, mineras, etc.-,
mientras la política para las mayorías se reduce a
depositar su voto en la ánforas. Aún así,
hay periodos en que, por temor a ser desbordada por las
reivindicaciones libertarias de las clases populares, la
burguesía abdicaba de su democracia, es decir, de su
propia legalidad, por lo que Federico Engels14 escribía en
el siglo diecinueve: "La ironía de la historia
universal lo pone todo patas arriba. Nosotros, los
"revolucionarios", los "elementos subversivos", prosperamos mucho
más con los medios legales que con los medios ilegales y
la subversión. Los partidos del orden, como ellos se
llaman, se van a pique con la legalidad creada por ellos mismos y
claman desesperados, (…), la legalidad nos mata, mientras
nosotros echamos, con esa legalidad, músculos vigorosos y
carrillos colorados y parece que nos ha alcanzado el soplo de la
eterna juventud
".

En sus épocas iniciales la burguesía de
Europa Occidental, con un poder económico inmenso amasado
en la sociedad feudal, empeñada en desplazar del poder a
la aristocracia feudal, cumplió un papel progresivo -bajo
ideología liberal-, confluyendo en parte con principios
libertarios y reivindicaciones populares que se veía
obligada a legitimar, pero al mismo tiempo arrebataba sus medios
de vida a las mayorías, dentro de ello, la tierra a los
campesinos, y además promovía la invasión y
usurpación de tierras en otros continentes,
apropiándose de la propiedad de los medios de vida de
diversidad de culturas, con la bendición de la iglesia
oficial. Frente a las reivindicaciones populares, al renunciar
paulatinamente a los grandes ideales progresivos y libertarios,
éstos son retomados por las clases explotadas,
particularmente por la clase obrera, surgiendo el socialismo. Los
liberales honestos, sinceros, que apoyaron a la burguesía,
se vuelven socialistas. En este sentido Mariátegui hace
suyo la opinión de muchos pensadores liberales cuando
afirman que "la función del liberalismo,
histórica y filosóficamente, ha pasado al
socialismo y que, siendo el liberalismo un principio de
evolución y progreso incesantes, nada es hoy menos liberal
que los viejos partidos de ese
nombre15".

La burguesía norteamericana en lucha contra el
colonialismo británico, levantó banderas
libertarias, pero mantuvo la esclavitud sobre los negros
legitimado en la segregación racial. Incluso luego de la
formal supresión de la esclavitud por Abraham Lincoln
(1861), además de la explotación y dominio de la
burguesía sobre el conjunto social, la segregación
–y marginación- contra las "razas de color", en
especial contra los negros, prosiguió, legitimado en leyes
y normas escritas y no escritas, lo que se agravó con la
aparición del capitalismo imperialista. En tanto la
constitución establecía que todos eran iguales ante
la ley, la Suprema Corte estableció en 1896 la "doctrina"
del "trato igual pero separado" que rigió hasta
1954, estableciendo por ejemplo, escuelas o medios de transporte
iguales pero separados para blancos y negros. Era una forma
cínica de legitimar la segregación. La benevolencia
de la democracia de los "blancos" permitía –incluso
en la década del setenta de pasado siglo veinte- que
personas de "color", en razones de trabajo o por sobresalir en
algo, por ejemplo en el deporte, pueda frecuentar los lugares de
los blancos, incluyendo transitar por determinada vereda o
calle.

Las luchas contra el racismo jamás se detuvieron
y, a la postre, los movimientos emancipatorios de los negros, que
contaron con el decidido apoyo de movimientos socialistas
marxistas, -que incluso promovían a un negro como
candidato a la presidencia – lograron que por lo menos
formalmente (legalmente) se termine la segregación racial.
Hoy Estados Unidos tiene un presidente de ascendencia negra
(Obama). Que represente a las clases dominantes no disminuye el
avance en la lucha contra la segregación racial, y al
mismo tiempo ayuda a evidenciar que el color de la piel no vuelve
a los hombres más buenos o más malos, sino que todo
depende de los ideales e intereses que representen. En el caso de
Obama, cumple el papel de representante de una clase sin
historia, -al igual que los gobiernos que lo antecedieron- y como
tal, no tiene el menor reparo a la hora de promover las medidas
más siniestras, internas y externas (guerras) para
mantener la hegemonía imperial y para resguardar un
sistema putrefacto.

Pasada la primera mitad del siglo veinte, ingleses,
franceses y hasta los (entonces) alicaídos
españoles, conservaban posiciones coloniales a la usanza
antigua, es decir, con ocupación militar para imponer un
gobierno en territorios de otros continentes, a lo que se suma el
dominio neocolonial por mediación de clases dominantes
nativas. Esto no impedía, sobre todo a los primeros,
presentarse ante el mundo, conjuntamente a los norteamericanos
(Estados Unidos), como baluartes de la democracia y la libertad,
al igual que en siglos anteriores sus antepasados por medio de
conquistas, en nombre de la "civilización" y lucha contra
los "gentiles" exterminaban culturas enteras. Actualmente las
atrocidades se cometen en nombre de la lucha contra el
"terrorismo".

Desde finales del siglo veinte con la caída del
Muro de Berlín (1989), se ha fortalecido la tendencia
más reaccionaria y siniestra de la burguesía, y en
nombre del "final de la historia", que lo signan entre otras
razones como el fin de las ideas libertarias, -fin de las
ideologías-, intentan legitimar todos los genocidios, del
pasado y del presente, las conquistas, invasiones y usurpaciones
a territorios de ultramar en siglos pasados y los
regímenes de genocidio del presente, incluyendo los
fascistas, las invasiones colonialista en pleno siglo veintiuno
para apoderarse de recursos naturales (petróleo) y el
derrocamiento de todo gobierno legítimo que ponga en tela
de juicio sus intereses.

Para legitimar su accionar, las clases sin historia, es
decir, la burguesía imperialista o sus representantes, a
falta de ideas coherentes, utilizan los argumentos más
burdos, basados en una supuesta lucha "preventiva" contra el
"terrorismo", de por sí, además de ridícula,
siniestra; y utilizan argumentos de tinte "religioso" dirigido a
las mayorías más ignorantes e ingenuas, presentando
sus acciones bélicas como un "mandato divino", superando
con creces el cinismo de las autocracias de "oriente", -donde se
encuentran sus principales víctimas-, que utilizan la
religión oficial en su tendencia más siniestra para
legitimarse antes sus pueblos

En el capitalismo todo es profanado en aras de los
negocios conforme expusieron Marx y Engels en el Manifiesto
Comunista. La religión (oficial) no es una
excepción porque, por mediación de sus altas
jerarquías, está al servicio del capital. Estados
Unidos y sus aliados, en asuntos de negocios, mantienen buenas
relaciones económicas con los que sindican de terroristas
o de apoyar al terrorismo, es decir, con las burguesías
petroleras autocráticas de "oriente", las mismas que
tampoco tienen reparos a la hora de entrar en negocios con el
"demonio" imperialista de occidente. Forman parte de un mismo
sistema, de un mismo orden con sus contradicciones
internas.

En "oriente" la autocracia se moderniza sobre todo en la
técnica de explotación de sus recursos naturales,
lo mismo que en sus relaciones internacionales
diplomáticas y para el intercambio comercial. Pero para
legitimarse ante su pueblo imponen la religión en su
aspecto más siniestro que predica la sumisión. Los
elementos modernos capitalistas se combinan y coexisten con los
premodernos de estamentos y castas. En ciertas coyunturas, elites
rebeldes son capaces de cohesionar movimientos contestatarios
contra el occidente capitalista, combinando reivindicaciones
progresivas y reaccionarias, incluyendo dentro de lo
último, su rechazo al liberalismo y al
marxismo.

En "occidente" y "oriente", el poder se legitima por
mediación de instituciones públicas y privadas,
religiosas y laicas, entre ellas el sistema educativo, con sus
"filósofos" o "guías" (imanes), sus medios de
comunicación de masas, sus sistemas religiosos oficiales
(sobre todo en su alta jerarquía) y, en fin, en un mundo
mercantilizado, hasta los encargados de hacer reír,
burlándose de los adversarios a determinado orden, es
decir, los payasos (humoristas o chistosos) venden su alma,
-quiero decir, su talento-, al sector dominante.

Para defender los intereses de las transnacionales
imperialistas se pisotean todas las constituciones y todos los
ideales libertarios, sin importar las miles de víctimas.
Por eso para los intereses de la burguesía es coherente
hablar del fin de las ideas, de los principios, de las
ideologías, de la ética, de la moral, y hasta de la
modernidad y de la historia. Han renunciado a solucionar los
más elementales problemas humanos ha pesar de los
adelantos técnico científicos nunca vistos, porque
la solución es contraria a sus intereses privados de clase
que han dejado de coincidir con el progreso,
convirtiéndose así, en clase sin historia. La
principal preocupación de las clases sin historia no es la
búsqueda de solución a los problemas fundamentales,
sino en ver la manera de ocultar la verdad, de que su dominio ha
devenido arcaico, y de detener las reivindicaciones que pongan en
tela de juicio ese dominio.

Sobre la crisis evidenciada con la primera guerra
mundial (1914-1919), Mariátegui escribió que
además de económica, es espiritual y
psicológica, inmerso en la decadencia del sistema
capitalista mundial. "Los políticos, los estadistas,
hallarán, tal vez, a través de una serie de
experimentos, una fórmula y un método para resolver
las primeras; pero no hallarán, seguramente, una
teoría y una práctica adecuadas para anular las
segundas. Más probable me parece que deban acomodar sus
programas a la presión de la atmósfera espiritual,
a cuya influencia su trabajo no puede

sustraerse16".

Por la perdida de ideales: "La plutocracia europea y
norteamericana no tienen ningún miedo a los ejercicios
dialécticos de los políticos demócratas.
Cualquiera de los "trusts" o de los "carteles" industriales de
Alemania y Estados Unidos influye en la política de su
nación respectiva, más que toda la
ideología
democrática17".

Incluso la burguesía imperialista al abdicar de
los grandes ideales humanos, busca reemplazarlos con "ocultismos
orientales": "Si la civilización capitalista en su
decadencia -bajo tantos aspectos semejantes a la de la decadencia
romana– renuncia a su propio pensamiento filosófico,
abdica de su propia certidumbre científica, para buscar en
ocultismos orientales y metafísicas asiáticas, algo
así como un estupefaciente, el mejor signo de salud y de
potencia del socialismo como principio de una nueva
civilización, será, sin duda, su resistencia a
todos estos éxtasis18
…".

Cuando Mariátegui escribió lo anterior, la
abdicación de la burguesía a sus ideales
progresivos era evidente, expresado sobre todo por el fascismo.
Desde finales del siglo veinte el conjunto de la burguesía
mundial tiende abdicar públicamente de todo ideal
progresivo. Por más catastróficas sean las crisis
económicas, conforme vaticinó Mariátegui, el
capitalismo ha logrado paliarlas apelando a las más
tortuosas vías, en tanto no se cristalice la alternativa
socialista. Pero la crisis espiritual, moral, es irreversible en
todos los aspectos y en todas las instituciones comenzando de la
iglesia oficial que encarna la "moral" del orden capitalista, a
cuya crisis como visión del mundo desfasada del devenir
cotidiano se suma su crisis moral, espiritual, inmersa en la
corrupción comenzando de sus más altas
jerarquías presididas por sus tendencias más
reaccionarias.

En el transcurso del siglo veinte el capitalismo por lo
menos en Europa Occidental, América del Norte,
Japón, y uno que otro país del "tercer mundo",
además de lograr sortear en algo las crisis
económicas, ha mostrado un gran crecimiento luego de la
segunda guerra mundial (1939-1945), pero, conforme lo denunciara
Ernest Mandel19, además de dos guerras mundiales que
tuvieron de escenario el continente más "civilizado"
(Europa), en las que murieron más de sesenta millones de
seres humanos, existe la destrucción del medio ambiente
que pone en peligro la vida en el planeta. El hambre es una
amenaza permanente sobre todo en el "tercer mundo". La industria
para la muerte, la industria de guerra, va en alza en detrimento
de la industria para la vida. "No ha habido un sólo
año sin guerra desde 1935. Ha habido ochenta guerras desde
1945"
y, según la UNICEF, en el "tercer mundo" mueren
dieciséis millones de niños por hambre y por
enfermedades curables, por lo que: "Cada cinco
años
[en el devenir capitalista] es una guerra
mundial contra los niños del tercer mundo
". A la par
que la opulencia, está la marginación y calamidades
incluso en ciudades del "primer mundo", visibles especialmente en
los migrantes del "tercer mundo", condenados a la
marginación y la pobreza.

Noam Chomsky20, un prestigioso intelectual
norteamericano, cuando se refiere a la democracia de su
país, dice que hay dos "modelos": Uno, progresivo y
libertario, que permite participar libremente a todos, basado en
los grandes ideales, y el otro modelo, renunciando a todo
principio, instrumentaliza a la opinión pública
controlando los medios de comunicación de acuerdo a los
intereses de una minoría. La segunda opción, nos
dice, vaciada de todo contenido ético y moral, manejado
por empresarios de la opinión pública, es la que
prevalece en los Estados Unidos de Norteamérica desde la
primera guerra mundial hasta la actualidad. En la creación
de una opinión pública sobre determinado tema, por
ejemplo para doblegar y reprimir a la clase obrera organizada y a
toda oposición al sistema imperante o para legitimar las
guerras (Vietnam, el Golfo Pérsico, Irak), se congregan
los "ideólogos", los grandes medios de
comunicación, el sistema educativo, etc., cuyo objetivo es
convertir al conjunto de la sociedad en un rebaño
dócil y moldeable de acuerdo a las
circunstancias.

Chomsky tiene razón cuando dice que el objetivo
de los grandes medios de comunicación burgueses es
convertir al conjunto de la sociedad en un rebaño
dócil y moldeable de acuerdo a intereses de las clases
dominantes, pero se equivoca cuando menciona al "modelo
libertario" (en el siglo diecinueve) que permitiría la
participación de "todos". Tal modelo no ha existido y no
existirá mientras existan clases sociales dominantes y
dominadas. Peor aún en Estados Unidos del siglo
diecinueve, donde la segregación racial estaba legitimada
por leyes escritas (constitución) y no escritas
(tradición y costumbre). Diferente es decir que en Estados
Unidos del siglo diecinueve existía mayores opciones para
la libertad de opinión que en el siglo veinte, en el cual
el capitalismo devine en su fase imperialista.

Decadencia
capitalista

La decadencia de una sociedad clasista es la decadencia
de la clase dominante cuyos intereses dejan de coincidir con los
intereses de las mayorías, convirtiéndose en clase
al margen de la historia. Entra en contradicción
irresoluble el conjunto del saber y creatividad humana, es decir,
las "fuerzas productivas" expresadas en las invenciones de la
ciencia, la técnica, las artes, la política, y su
proyección que conduciría a un desarrollo
más libre; con la forma en que se organiza la sociedad, es
decir, con las relaciones de producción
(explotación) adecuadas a los intereses de las clases
dominantes en torno a lo cual se erige y cohesiona el orden
social. Es lo que expresaba Marx en el prefacio a la
Contribución a la crítica de la Economía
Política: "Al llegar a una determinada fase de
desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
entran en conflicto con las relaciones de producción
existentes, o, para decirlo en su expresión
jurídica, con las relaciones de propiedad dentro de las
cuales han estado operando hasta ese momento. De formas de
desarrollo de las fuerzas productivas, esas relaciones se
convierten en trabas suyas. Y así se abre una época
de revolución social
".

La aristocracia feudal europea en decadencia, al igual
que toda clase dominante, presentaba su dominio como si fuese
eterno, mientras la burguesía, dueña de un poder
material inmenso adquirido en el seno del feudalismo, para
desplazarla del poder, confluía hasta cierto punto con
diversidad de manifestaciones progresivas y libertarias, dentro
de ello, por una parte, con la filosofía "racionalista"
que pregonaba que todo está en constante cambio y que nada
es eterno, criticando a la religión oficial que amparaba
el reinado de la aristocracia por un supuesto mandato divino y
"sangre noble"; y por otra parte confluía con un sector de
la religión reformada que además de reclamar
libertad individual- el libre albedrío- para interpretar
los textos bíblicos, decía –sobre todo en su
versión calvinista- que el éxito individual en los
negocios puede ser indicativo de la gracia de Dios. De esta
manera los premios no eran sólo celestiales sino
también terrenales, que podían alcanzar a cualquier
ser humano, coadyuvando al ascenso social. En el proceso de lucha
la burguesía, empujada por las clases populares
podía ir más allá de sus intereses
particulares, pero al llegar al poder mostró sus
limitaciones.

Desde su nacimiento el accionar de la burguesía
–al igual que las clases que lo antecedieron- fue
progresivo y reaccionario a la vez. Carlos Marx al describir el
proceso de acumulación originaria del capital decía
que el capitalismo vino al mundo chorreando lodo y sangre desde
la corona de la cabeza hasta la planta de los pies, y en el
"Manifiesto Comunista" redactado en 1848, conjuntamente a Engels
escribieron: "La burguesía, a lo largo de su dominio,
que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas
productivas más abundantes y más grandiosas que
todas las generaciones pasadas juntas
", con lo cual
internacionaliza la economía al ámbito mundial y
acrecienta la socialización en la manera de producir, que
está en contradicción con la apropiación
privada de los frutos del trabajo. A la par de ello, promueve la
individuación, pero castrando su potencial libertario,
porque interioriza en cada individuo el espíritu
mercantilista, enajenando su voluntad al mundo de las cosas: el
capitalismo "Ha hecho de la dignidad personal un simple valor
de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y
adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio.
En una palabra, en lugar de la explotación velada por
ilusiones religiosas y políticas, ha establecido la
explotación abierta, descarada, directa y
brutal".

"Una revolución continua en la
producción, una incesante conmoción de todas las
condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes
distinguen la época burguesa de todas las anteriores.
Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de
creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las
nuevas se hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo
lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es
profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar
nuevamente sus relaciones reciprocas
".

En el capitalismo la relación entre las fuerzas
productivas –dentro las que las invenciones en los diversos
ámbitos, conjuntamente a las reivindicaciones de las
clases trabajadoras por mejorar su existencia constituyen su
fundamento- y las relaciones de explotación sobre la que
se erige el orden, no ha existido armonía, sino todo lo
contrario, desde el inicio las reivindicaciones sociales han
puesto en tela de juicio el sistema, primero bajo manto
religioso, intentando crear el paraíso bíblico en
la tierra y por el socialismo utópico; luego por al
socialismo científico y otros movimientos emancipatorios
como feministas, ecologistas, etc.

Cuando surge el sistema mundial basado en desigualdades
y combinaciones, mientras en países de Europa Occidental
se expanden relaciones de trabajo salariales propias del
capitalismo, reivindicando ciertas ideas libertarias inmersas en
la doctrina liberal, -entre ellos, la igualdad ante la ley-, el
colonialismo por parte de esos países, comenzando del
periodo de acumulación originaria del capital, acrecienta
la explotación bajo relaciones de trabajo precapitalistas
que además de la religión oficial en su vertiente
más retrógrada es legitimado con una
ideología nueva, moderna: el racismo, mediante la cual el
dominio se sustenta en una supuesta existencia de razas
superiores ("blancas") e inferiores (de "color"), las primeras
nacidas para dominar y las segundas para obedecer. Los pueblos
vencidos incluidos a al fuerza al sistema mundial, para
liberarse, van incorporando junto a su legado ancestral, ideales
libertarios modernos y del seno de las religiones.

A diferencia de modos de producción anteriores
inmersos en la mentalidad de un espacio tiempo histórico
"circular", que al igual que las estaciones del año
siempre vuelve sobre el punto inicial para comenzar de nuevo, el
modo de producción capitalista solamente puede
desenvolverse inmerso en la renovación de sus pertrechos
materiales, que en el terreno económico, empujado por la
competencia, se basa en la implementación periódica
de nuevos adelantos técnico científicos, y en el
terreno de la cultura, la burguesía cumple un papel
pasivo, representando la vertiente conservadora y reaccionaria de
la modernidad, frente a las invenciones en los diversos aspectos
y a las reivindicaciones de las clases populares que representan
la vertiente libertaria de la modernidad.

Para poder reproducirse material y socialmente, el modo
de producción capitalista necesita, además de la
innovación tecnológica, una masa de desocupados que
desde el siglo diecinueve se les denominó ejército
industrial de reserva, que es como tener piezas de recambio a la
mano y que influye directamente en la baja de salarios
permitiendo una taza de ganancia óptima. El pleno empleo
es imposible porque el sistema colapsaría por
presión de los trabajadores por mejores remuneraciones que
haría decaer la taza de ganancia. En la actualidad, la
globalización capitalista ha dejado a las mayorías
del planeta sin la propiedad de sus medios de subsistencia
convirtiéndolos en proletarios, formando parte del
ejército industrial de reserva mundial, por lo que el
flujo migratorio en busca de fuentes de trabajo es global, con
migraciones a los países más industrializados y, al
igual que en siglos anteriores de ascenso capitalista
-época de acumulación originaria-, en tanto exceden
la capacidad productiva, el capitalismo en decadencia los
persigue a sangre y fuego.

En sociedades precapitalistas, cuanto más
antiguas, las crisis económicas se manifestaban por falta
de recursos disponibles, es decir, son crisis de
subproducción que pueden ser causadas por falta de tierra
o por fenómenos "externos" al proceso económico,
inclemencia del tiempo (exceso o falta de lluvias), terremotos,
epidemias que diezman la población, guerras, etc. Por el
contrario, en el modo de producción capitalista la
economía se desenvuelve en forma cíclica, con
periodos (ondas) de corta y larga duración interrumpidos
por crisis de sobre producción que surgen en base a sus
contradicciones internas. Por la anarquía en que se
desenvuelve, se produce una sobre oferta de mercancías que
no encuentran compradores en el mercado y bajo diversas
modalidades, -con la intervención directa del estado
burgués- se asiste a la destrucción masiva de las
mismas, extremándose en las guerras. El despegue del nuevo
ciclo o periodo –en periodos normales- está inmerso
en la implementación de nuevos recursos técnico
científicos.

Del capitalismo de "libre competencia" se entra al
capitalismo imperialista de los monopolios que a lo largo del
siglo veinte desemboca –bajo influjo del capital
financiero- en el capitalismo de las trasnacionales donde las
contradicciones y crisis se hacen más oprobiosas abarcando
el conjunto mundial. Se considera a la primera guerra mundial
(1914-1919) que tuvo de escenario el continente que se precia
más "civilizado" (Europa), en la que además de
pérdidas materiales y mutilados, murieron más ocho
millones de seres humanos, como punto de ruptura del ascenso
capitalista, para entrar en su periodo de decadencia donde las
guerras y la criminalidad –grande y pequeña- lo
mismos que la corrupción se acrecientan, degradando la
vida humana, por lo que, entre otros, Rosa Luxemburgo a inicios
de siglo puso el dilema: socialismo o barbarie. La segunda guerra
mundial (1939-1945) fue más oprobiosa que la primera, con
genocidios racistas y bombas atómicas, muriendo más
de cincuenta millones de seres humanos. En todo este proceso las
grandes potencias son las principales promotoras de la
violencia.

Como nunca antes la acumulación de capital por
medio del tráfico (ilícito) de armas, de drogas, de
personas, de bienes culturales, a lo que se suman los robos
(corrupción), -sobre todo al erario público-, ha
llegado a constituirse en uno de los pilares de la
economía capitalista mundial. Para evadir el control de
esos capitales el sistema ha creado los paraísos
financieros. Con su poder económico todos esos grupos se
hacen de un lugar en la sociedad y en la política oficial
y al igual que civilizaciones decadentes de la antigüedad,
las instituciones públicas y privadas –incluyendo
las religiones oficiales- se ven copadas por la corrupción
y criminalidad en todos los aspectos degradando cada vez
más la vida y la política. El dominio de la
burguesía se adecua a los hechos consumados y se sostiene
en el cinismo y la mentira más descarada propalado por los
grandes de comunicación que controlan. Por ejemplo, el
sistema mundial es dominado por transnacionales por
mediación de estados nacionales, pero todos los
días, los políticos y los medios de
comunicación –que representan esos intereses- con
gran cinismo, dicen combatir a los monopolios y combatir la
corrupción.

En el capitalismo se extrema la contradicción
entre clases sociales. Su decadencia es la decadencia de las
clases sociales como forma de organización social. Los
intereses particulares de la burguesía en todos los
aspectos dejan de confluir con los intereses de la humanidad, por
lo que contando con recursos técnicos y científicos
adecuados no se resuelven los problemas más apremiantes
porque la solución es contraria a la acumulación de
capital. La invención y creatividad humana –una de
las principales vertientes de las fuerzas productivas- son
encausadas en primer lugar para los fines más viles como
la industria de guerra y, al mismo tiempo que se perpetúa
la pobreza en la mayoría de pueblos, un grupo cada vez
más reducido –un puñado de familias-
monopoliza la mayor parte de riqueza del planeta. La
contradicción entre la producción socializada de la
riqueza y la apropiación privada de la misma se
extrema.

Como previera Carlos Marx, el capitalismo deteriora al
hombre y a la naturaleza. Los científicos han alertado que
la naturaleza (medio ambiente) –morada del ser humano- ha
entrado a su cuenta regresiva como consecuencia de la
emisión de gases tóxicos y explotación
indiscriminada de sus recursos, por lo que ya presenciamos
bolsones del planeta sin vida, con aguas contaminadas de
ríos, lagos y mares. Los glaciares de los polos
(Ártico y Antártico), y los nevados de las altas
montañas desde donde fluyen circuitos de manantiales para
dar vida a ríos, lagunas y lagos con sus respectivos
ecosistemas donde se cobija el hombre y su entorno se deterioran
día a día, minuto a minuto. La selva
amazónica –principal pulmón del planeta- se
ha constituido en preciado botín para las transnacionales
que contando con el apoyo del estado no respetan el medio
ambiente, menos la propiedad ancestral de pueblos de la
amazonía. En una sociedad basada en la
confrontación individual entre trabajadores por encontrar
un puesto de trabajo, entre empresarios que compiten por la
supremacía, entre estados, entre culturas, …, lo
que uno de los ideólogos de la burguesía: Hobbes,
definiría como "guerra de todos contra todos", que ya ha
producto dos guerras mundiales, a lo que todos los años se
agregan guerras "focalizadas" en determinadas áreas o
regiones, amenaza con desbordar en una guerra con
utilización de energía nuclear y otras armas de
destrucción masiva que acabaría con toda forma de
vida.

Desde tiempos antiguos sabemos que por lo general,
cuando sectores o clases sociales están en ascenso
luchando para superar relaciones que han devenido arcaicas, lo
representan políticos probos, con virtudes y atributos, en
tanto promotores de cambios libertarios. Al contrario, cuando un
régimen social llega a su declive, sus representantes se
tornan, además de siniestros, sin ideales y sin mayores
atributos ético morales, que el día de hoy lo
intentan reemplazar con la grandilocuencia, pedantería, y
hasta la mera charlatanería, asesorados por empresas de
marketing, que de la misma manera que promueven la venta de
productos alimenticios o insecticidas, promueven a personajes y
organizaciones políticas. Por ejemplo, en época de
ascenso del capitalismo europeo, además de caudillos
plebeyos como Robespierre en la revolución francesa, que
promovieron una sociedad justa que iba más allá de
los intereses de la burguesía, surgen caudillos que buscan
el orden empujando a la cohesión de la burguesía y
a la unidad nacional a remolque del desarrollo capitalista para
superar relaciones arcaicas de estamentos y castas. Mencionemos a
Oliverio Cromwell (1599-1658) a mediados del siglo diecisiete en
Inglaterra o al "bonapartismo" alemán descrito por Engels
en la segunda mitad del siglo diecinueve. En época de
decadencia capitalista ese tipo de caudillos que
aparentan alzarse por encima de las clases se degradan
adquiriendo caracteres siniestros como los regímenes
fascistas de Hitler y Mussolini en la primera mitad del siglo
veinte en que lograron gran autonomía instaurando un
régimen de terror contra las conquistas libertarias de la
humanidad con la finalidad de salvar al capitalismo de su
bancarrota. En los países indoamericanos los caudillos
oscilan entre los progresivo y reaccionario, lo último,
extremándose en dictaduras fascistas.

Cuando la burguesía inmersa en el nacimiento de
un nuevo espíritu, desplaza del poder a la aristocracia
feudal europea, confluye con bastos intereses de la sociedad
tendientes a mejorar la vida. Su filosofía, aunque basada
en un racionalismo (materialismo) castrado, -que se niega aceptar
los cambios sociales- presentando su dominio como eterno, tiende
a impregnar una mentalidad optimista sobre el devenir humano,
logrando adhesión y hegemonía sobre amplios
sectores. Al llegar a su decadencia surge la duda, la
negación, el pesimismo, el nihilismo. Su filosofía,
bajo diversos nombres, se torna más conservadora y
reaccionaria para defender un orden que ha devenido arcaico para
la convivencia humana, y como degradación, surge la
ideología del final de la historia, sobre lo cual ya hemos
expuesto que es el final de la historia para la burguesía
porque sus intereses particulares –para utilizar palabras
de Mariátegui- han dejado de coincidir con el progreso, o
en otras palabras, han dejado de coincidir con los intereses de
la humanidad.

Mariátegui, para quien en el capitalismo se
extrema la hostilidad al arte de sociedades basadas en clases
sociales, decía que en el terreno espiritual,
además de la filosofía, la decadencia capitalista
se evidencia en la atomización y disolución del
arte, que ha perdido su unidad esencial por falta de un
derrotero, de una meta, de un mito, de un gran ideal, por lo que
fuerzas centrífugas y secesionistas actúan como
nunca antes. "Cada uno de sus principios, cada uno de sus
elementos a reivindicado su autonomía. Secesión es
su término más característicos. Las escuelas
se multiplican hasta lo infinito porque no operan sino fuerzas
centrífugas
". Inmersos en la revolución y la
contrarrevolución, los artistas buscan una salida. "El
cubismo, el dadaísmo, el expresionismo, etc., al mismo
tiempo que acusan una crisis, anuncian una reconstrucción.
Aisladamente cada movimiento no trae una fórmula, pero
todos concurren –aportando un elemento, un valor, un
principio-, a su elaboración21
".

Ese mismo criterio lo expresaba Trotsky22 en 1938:
"las nuevas corrientes artísticas tienen un
carácter cada vez más convulsivo, oscilando entre
la esperanza y la desesperación. Las escuelas
artísticas de las últimas décadas, el
cubismo, el futurismo, el dadaísmo y el surrealismo se
suceden sin alcanzar pleno desarrollo. El arte, que representa el
elemento más complejo, el más sensible y, al mismo
tiempo, el más vulnerable de la cultura, sufre muy
particularmente de la disgregación y putrefacción
de la sociedad burguesa
". El estalinismo, que usurpa el
poder de los trabajadores en la Unión Soviética,
-continúa-, es una amenaza para el desenvolvimiento
cultural, para el arte y para el socialismo.

Partes: 1, 2, 3
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