El Viejo
Pedro era un hombre
común, de mediana edad, había llegado a este
trabajo de
joven y hoy sentía que no tenía más futuro.
Que su techo estaba marcado y que nunca tendría la
oportunidad de salir de él. Su futuro estaba en la
oficina.
En esto estaba pensando camino a su rutina cuando se
cruzó con un hombre que le llamó la atención. De buena presencia pero no
lujosa, con cierto aire de
suficiencia pero de andar y modales simples. Algo mayor que
él, estaba ofreciendo unos libros de
aspecto raro, parecían de tipo casero como hechos con
fotocopia. Pero el título y el contexto llamaba la
atención lo suficientemente como para tentarse y
acercarse.
- Buen día – dijo Pedro al hombre. ¿de
qué se trata lo que vende? - Buen día, le contestó el vendedor de libros.
Estoy ofreciendo mi experiencia, mis pensamientos, mi manera de
ver la vida. Todo lo que aprendí en los años que
llevo transitando la vida está aquí, en estas
pocas palabras. Pocas no porque sea escaso el contenido, sino
porque es muy simple. Tan simple que cada día nos lo
llevamos por delante y no lo vemos. - Nombre raro para el título de un libro.
¿es una novela? Le
preguntó Pedro. –No exactamente-, contestó
el viejo. Se parece más a un amontonamiento de cuentos.
Pero juntos, vistos desde la distancia que da el tiempo
quizás sean una novela. La novela de la
vida.
Pedro sacó unas monedas de su bolsillo y se las
entregó al hombre a cambio del
libro. Y ya con su ejemplar en la mano se dirigió a su
trabajo. Mientras viajaba comenzó a leer.
"en un lugar cualquiera, en la tierra de
todos, un señor era dueño de un tanque con agua. Y todos
los días alguien se acercaba y tomaba de su tanque
el agua que
necesitaba. Día tras día, año tras
año. El dueño del tanque la entregaba con
alegría y orgullo. Porque cada noche, permitía que
el tanque se llenara nuevamente.
Una noche el tanque no se llenó, y al día
siguiente no tuvo agua para repartir. Los vecinos acostumbrados
empezaron a reclamar el agua, y algunos a emitir opiniones que
fueron haciéndose cada vez más duras: Es un
egoísta, seguramente querrá cobrarla. No,
quizás esté enfermo y no pueda abrirnos el paso del
agua. Es un irresponsable, todos tenemos derecho a recibir el
agua.
Nadie miró hacia el tanque. Nadie se dio cuenta que
el tanque se había vaciado. Y nadie propuso volver a
llenarlo para que los que no podían encontrar agua
tuvieran. De a poco se fueron alejando del tanque. Y nadie tuvo
ya el beneficio del agua."
" El tanque es nuestra vida. Si entregamos todo lo que
tenemos sin permitir que se acerquen a darnos, nos secaremos y no
podremos darle nada a nadie. Si recibimos todo el tiempo y no
repartimos, el tanque rebalsará pero nadie podrá
aprovechar el agua. En cambio, si permitimos que alguien nos de
su agua, podremos repartir la nuestra indefinidamente. Cada
día recibimos de los que nos rodean cosas buenas que
llenan nuestro tanque. Compartirlas no cuesta nada, y permite que
otros también reciban cosas buenas. Y que nosotros podamos
seguir recibiendo. No es egoísta el que no puede dar, es
el que teniendo no lo comparte. Muchas veces juzgamos a quienes
nos acompañan en la vida sin fijarnos cómo
está su tanque. O si necesita recarga."
Pedro cerró sus ojos un instante y se vio reflejado en
las palabras. Muchas veces había juzgado a otros como
egoístas y ahora se daba cuenta que quizás no
podían entregarle lo que él necesitaba. Y otras
veces se había sentido él calificado así sin
poder mostrar
cuál era la verdadera razón de sus negativas.
Sintió un gran alivio en su alma y
decidió comenzar a mirar las cosas desde ese punto.
Siguió su camino a la oficina ahora más
reconfortado pero todavía con esa sensación de
ahogo, de sentirse agobiado y sin salida.
Curioso, dio vuelta la página y siguió
leyendo:
"Cierra los ojos, le dijo el hombre a su
compañero. Y llevándolo de la mano lo condujo hasta
una esquina de la habitación. Al llegar al ángulo
de la pared le pidió que los abriera. Y le contara
qué veía.
– Veo un rincón, dos paredes, nada
más.
– está bien, es un rincón, y aparentemente no
hay salida. Estás contra la pared
– Sí. Estoy como acorralado, sin alternativa
más que el ángulo que veo.
El hombre lo tomó de los hombros y lo hizo girar
sobre sí mismo, de manera que sus ojos pudieran ver toda
la habitación. Y le mostró que había dos
puertas y una ventana. Y le dijo:
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