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El Sembrador (página 2)



Partes: 1, 2

 

No nacemos determinados con una identidad
temperamental específica, como un proyecto que
viene perfectamente definido en la herencia o el
medio ambiente
familiar, social o cultural. Por lo tanto no debemos culpar a
la familia, la
sociedad y la
cultura en que
vivimos como responsables de nuestra forma de pensar o sentir, de
nuestros éxitos o fracasos. El medio social puede
condicionarnos fuertemente, pero nunca determina el comportamiento
o la forma de ser del individuo sin
el permiso de su libertad.

La libertad, como capacidad para decidir, es la
única fuerza que
configura la
personalidad del individuo.

Por el ejercicio de la libertad llegamos a ser lo que
actualmente nos reconocemos. Soy así porque yo
decidí ser así.

Lo que soy, como me reconozco, mi personalidad,
mis cualidades y defectos, ¿estuvo cuidadosamente
diseñado por mí?

¿Anhelaba ser lo que actualmente soy?

¿Cómo utilicé la libertad en el
diseño
de mi personalidad?

¿Mi forma de ser contribuye a mi felicidad o me
crea muchos conflictos?

Si descubro que no soy feliz con mi forma de ser,
entiendo que mi libertad ha sido mi peor consejera. En la
capacidad de decidir radica la posibilidad de modificar el
carácter.

Ser persona es un
proyecto de cada individuo, no existe un modelo,
existen características ideales, valores,
aptitudes, capacidades; en mi familia, en la
sociedad, en la ética o la
religión,
en personajes de aquí y de otros mundos, en la historia, en nuestros
sueños.

Es necesario empezar el cambio
personal y la
aventura de crecer, prestando atención a las responsabilidades que
tenemos. Responsabilidad como Hijo/a, estudiante, amigo/a,
compañero/a, integrante de una colectividad.

La libertad, entendida como capacidad para decidir, se
verifica en las acciones
realizadas. Las acciones se traducen en comportamientos, y los
comportamientos repetidos, continuos, habituales, van formando
actitudes
internas en la persona. Por las actitudes el individuo se
identifica con una forma específica de pensar, sentir,
opinar y actuar.

¿Estoy dispuesto a erradicar los malos
comportamientos que provienen de mis actitudes? Si la respuesta
es sí, el primer paso es reconocer que estoy andando mal,
y que el único responsable soy yo, no mis progenitores, ni
mi familia, ni mis amigos, ni mi sociedad; porque con mi libertad
tuve posibilidad de rechazar todo aquello que atentaba contra mi
crecimiento personal.

Debo prestar mayor atención a mi conciencia, es la
voz interior que me alerta cuando estoy en un sendero
equivocado.

La conciencia se puede deformar, perdiendo capacidad
para orientarnos en el sendero correcto. Es el caso de quien se
acostumbra a mentir para ocultar la irresponsabilidad o
inoperancia, el caso de quien utiliza estrategias para
engañar o quedar bien, el caso de quien considera que
está obrando bien, cuando todo mundo le dice lo contrario;
ellos han deformado sus conciencias.

El camino es sólo uno: cuestión de decidir
cambiar.

Es un trabajo
personal. Recuerda que no hay más ciego que aquel que no
quiere ver. Nadie tiene la capacidad de hacerte cambiar si
tú no lo decides.

Empieza modificando los comportamientos que te
desintegra, tú los conoces perfectamente. Tú eres
capaz. Desde este momento empieza a tomar las riendas de tu
personalidad, haz un compromiso con tu proyecto de vida. Piensa
en el cambio que puedes alcanzar en los próximos dos
meses. Realiza un plan de
crecimiento personal y revísalo todos los días para
no olvidar el compromiso que hoy haces contigo. Alimenta tus
sueños, establece metas que se puedan realizar, pero al
mismo tiempo que te
lancen hacia grandes retos. Desarrolla una nueva cualidad,
oxigena tu espíritu.

La solución está en tus manos.

Junto a este compromiso personal, te dejo una pastilla,
que tomada tres veces al día te ayudará a realizar
todos tus proyectos. La
pastilla consiste en decir: Voy a demostrarle a todo el mundo que
soy capaz de ser mejor.

Si deseas cultivar buenas semillas en tu corazón y
en el de tus hijos, te invito a que empieces conmigo esta
aventura de ser "Educador del Corazón".

A pesar de que el crecimiento personal depende del
ejercicio de la libertad individual, una atmósfera de buen
ejemplo y ejercicio de valores puede ayudar a que tus hijos y las
personas que entren en contacto contigo se vean afectados
positivamente en sus procesos de
crecimiento.

Vale la pena cultivar valores en tus hijos. Nunca
será demasiado el esfuerzo que realices.

Vamos a cultivar. La idea es que en este camino
empecemos a vivir una espiritualidad nueva: La Espiritualidad del
Cultivo.

EXPERIENCIA DE
CULTIVO

¿Haz cultivado?

Siempre se cultiva para alcanzar buenos resultados. Para
lograrlo es necesario tener en cuenta todos los detalles que
garantizan una buena cosecha.

Muchas personas han logrado buenas cosechas porque las
condiciones fueron favorables, pero más que esto, porque
no descuidaron ningún detalle para que todo salga
bien.

Todo Sembrador sabe que la semilla que no se siembra no
produce fruto. En la formación de los hijos siempre se
está sembrando. ¿Qué estás
sembrando?

El Sembrador que espera condiciones ideales para empezar
a sembrar se puede quedar toda la vida esperando, y nunca
llegará la cosecha de sus sueños.

El Sembrador conoce el mejor momento para
sembrar.

Con la tecnología, hoy
podemos crear condiciones favorables para la siembra. Sin
embargo, las leyes de la
naturaleza se
deben respetar para no destruirla.

Es necesario aprender a descubrir e interpretar los
signos que nos
advierten la presencia de situaciones favorables o
adversas.

El Sembrador capta los signos que la naturaleza le
envía.

La tarea de cultivar buenos sentimientos en el
corazón de los hijos empieza desde que son concebidos en
el vientre materno.

Existen millones de terminaciones nerviosas que conectan
al nuevo ser con el mundo externo a través de la madre.
Así, las mujeres amadas, envían a sus hijos, a
través del cordón umbilical, vibraciones de
bienestar. No así las que reciben maltrato o atraviesan
por momentos de desilusión, desengaño o
abandono.

La gestación de un bebé, producto de un
embarazo no
deseado, lleva consigo huellas que influyen en su futura
adaptación y desarrollo.

La mujer que permite
la gestación de un hijo producto de un embarazo no
deseado, debe evitar comunicarle cualquier amargura que se
aproxime a su corazón.

Nosotros, consciente o inconscientemente, por lo que
sembramos, cosechamos sentimientos y reacciones en el
corazón de las demás personas.

Con tu forma de ser, gestos, palabras o comportamientos,
al entrar en contacto interpersonal con otros (al sembrar),
cosechas buenas o malas impresiones.

Tenemos la misión de
sembrar. Considera que cada uno de nosotros somos la semilla.
Muchas veces buena, otras no tanto. El resultado de la siembra se
debe constatar en la vida de la familia y la comunidad.

Cuando se respeta la vida y se garantiza igualdad real
de oportunidades para todos los que habitan un territorio, se
vive dignamente, con educación, salud, vivienda y empleo,
entonces decimos que allí hay buena semilla.

El Sembrador se preocupa cada día en mejorar su
semilla. La protege y selecciona dando lo mejor de sí. Su
misión es ser feliz sin comprometer la felicidad de los
demás.

El Sembrador es auténtico, su semilla no se
encuentra en ninguna otra tienda. Su identidad personal es
única e irrepetible. Su semilla sólo se produce en
su corazón, y los demás vendrán a su tienda
para buscarla.

Todos estamos capacitados para desarrollar una semilla
que nos identifique y que contribuya al mejoramiento de este
mundo.

El Sembrador es conciente de que junto a su semilla
puede crecer la maleza. Él está muy atento en
arrancarla cuando aparece.

Recuerda que las malezas se encuentran hasta en los
mejores cultivos, pero en el control radica la
diferencia.

No subestimes tus defectos ocultándolos. La
misión es controlarlos. Llegará el momento en que
desaparezcan de raíz.

El Sembrador limpia su cultivo todos los días, no
permite que la maleza eche raíz. El sabe que pueden
arruinar el resultado de sus esfuerzos.

Un Agricultor me comentaba que si el arrocero no revisa
todos los días el cultivo, existe una plaga de gusanos con
capacidad para destruir un lote en menos de 24 horas.

El Sembrador visita su cultivo todos los
días.

El Sembrador confía en Dios, pero es responsable
en el cuidando de su cultivo. Su esperanza es activa y
vigilante.

El Sembrador confía en la generosidad de la tierra, y
le agradece con los mejores gestos de amor y
cariño. El sabe que la tierra es un
organismo vivo y si no lo cuida puede morir.

NECESIDAD DE
SEMBRAR

Como educadores del corazón,
la misión es cultivar buenos sentimientos que contribuyan
al crecimiento integral y la felicidad de los hijos.

La necesidad de sembrar es urgente.

¿Qué sentimientos han desarrollado tus
hijos?

Ustedes son cooperadores en la formación del
carácter de sus hijos.

A pesar de que tus hijos estén habilitados para
formar el tipo de personalidad que deseen, si ustedes no ofrecen
una buena semilla, ellos perderán la oportunidad de
escoger la mejor.

Es urgente rescatar la misión de sembrar buenos
sentimientos en el corazón de los hijos, de lo contrario
otros sembrarán en ellos sus semillas.

En el medio social existen muchos protagonistas que
intentan ganar el corazón de nuestros hijos;
podríamos pensar en la
televisión, la moda, los amigos,
los grupos violentos,
la música,
el tiempo libre, los grupos religiosos, la cultura, la droga, Dios,
etc. ¿Hacia dónde se inclinan nuestros
hijos?

¿Y nosotros qué hacemos?

¿Qué estamos sembrando en sus
corazones?

Si son "rebeldes", poco respetuosos, colaboradores,
responsables o irresponsables, con buen rendimiento
académico, obedientes, disciplinados, con autoestima,
emprendedores, ordenados, o como los descubren, consideren que
ustedes tienen parte en la formación de la personalidad;
unos porque sembraron directamente no muy buena semilla, otros
porque se dejaron arrebatar el protagonismo de la
siembra.

Cultiva en tus hijos los mejores valores, sus corazones
son el "terreno" donde debes practicar la siembra. La cosecha
será felicidad, bienestar y satisfacción por la
misión lograda.

Más que fortalecer lo físico,
dedícate a cultivar los sentimientos y la riqueza
espiritual.

Que el máximo esfuerzo y consagración
hacia tus hijos no se enfoque únicamente a la
satisfacción de sus necesidades materiales.

¿De qué sirve tener un hijo súper
bien alimentado y vestido, pero de corazón insensible y
sentimientos desordenados?

La mejor riqueza que les puedes dar es el autocontrol de
sus sentimientos y el cultivo de la naturaleza
espiritual.

Hoy el mundo sufre un proceso de
retorno a lo espiritual, hay una fuerte tendencia a cultivar el
interior. Si existen tantas denominaciones religiosas es porque
el hombre
tiene sed de Dios, de conocerse, dar sentido a su existencia.
Incluso en las esferas científicas ha penetrado la
necesidad espiritual como apertura a Dios.

La insistencia de cultivar buenos sentimientos en el
corazón viene de la aceptación casi generalizada,
por parte de los teóricos de las ciencias
humanas, de que es necesario vincular el ejercicio de la libertad
a dimensiones afectivas antes que a procesos racionales o
lógicos.

El sentimiento se impone a la razón en la
mayoría de decisiones de las personas.

Si en el corazón hay sentimientos desordenados,
las reacciones ante situaciones que exigen respuestas clave, no
son las más adecuadas para establecer interacciones
humanas con expresiones de sana convivencia, tolerancia o
respeto.

En espacios sociales afectados por resentimientos o
venganzas, los espirales de violencia,
agresión e intolerancia son muy grandes.

Es urgente que cultivemos buenos sentimientos en
nuestras interacciones.

El Sembrador, en el silencio de su labor, se conecta con
el Espíritu de Dios Creador para que su proyecto llegue a
buen término.

El Sembrador no divulga a los cuatro vientos sus ideas,
él siembra silenciosamente en buena tierra, sabe que
cuando se cultiva vientos se cosecha tempestades.

El Sembrador cultiva esperanzas posibles, no vanas
ilusiones.

El Sembrador siembra en el momento adecuado. Él
conoce el movimiento del
mercado y la
demanda de la
gente. Su cosecha es buena en todo tiempo.

El Sembrador escucha atentamente los anhelos
auténticos de quienes viven a su lado. Su respuesta
sintoniza con la voluntad de Dios. El sabe que Dios expresa sus
deseos por medio del clamor de sus hijos pidiendo ser
amados.

En el clamor de los que buscan mejores condiciones de
trato y dignidad
está la voluntad de Dios.

EL
TERRENO

El corazón de los hijos es el
terreno donde se cultivan valores.

¿Qué tipo de terreno dispones para
sembrar?

Si consideras que el terreno posee las condiciones
necesarias para lograr una buena cosecha, vale la pena que
inicies esta hermosa aventura.

Cuando los hijos llegan al mundo porque los deseamos,
están más dispuestos para recibir la semilla de
buenos valores.

El rechazo de los hijos antes de que nazcan, desencadena
sentimientos de culpa o frustración, que marcan el tipo de
cultivo.

Amar a los hijos es posibilitar un diálogo
que se realiza de corazón a corazón. Es la
preparación del terreno para la siembra.

Ama a tus hijos, son el fruto de la primera semilla que
junto a la de tu cónyuge presentaron al Creador para que
se realizara el milagro de la existencia.

Tus hijos están vinculados a ti por lazos
genéticos indisolubles. La identidad biológica
proviene de la fusión
de tus genes con los de tu pareja. Ellos son la
prolongación de vuestra existencia.
Ámalos.

El campo para la siembra es un terreno mejorado, porque
resulta de la "combinación" de dos características
complementarias.

No puedes odiar a tu pareja. Cuando esto sucede, el
corazón de los hijos se ve afectado por componentes de
culpabilidad o
fracaso. Más adelante pensarás que ellos no
obtienen buenos logros en la vida porque cargan con un error de
origen.

Los hijos, a pesar del vínculo genético
con sus progenitores, poseen identidad personal. Ellos no cargan
con ninguna característica negativa de tu personalidad.
Son un terreno "virgen", listo para recibir las mejores
semillas.

No destruyas el buen terreno de tus hijos.

Este es el único terreno que no necesitas
preparar con la rastra, los químicos o la limpieza de
malezas. El Creador te lo entregó perfecto, a su Imagen y
Semejanza.

Ama a tus hijos aunque se encuentren lejos a causa de
una separación.

Busca siempre las mejores condiciones para ellos. Que
sientan tu presencia. Cuando sean grandes comprenderán las
causas de tu salida.

No envenenes el corazón de tus hijos por el
abandono de tu cónyuge o la separación de mutuo
acuerdo. No les des a beber la amargura que
experimentas.

No contamines con odio el corazón tierno de tus
hijos.

Libera el odio de tu corazón y estarás
listo/a para sembrar buena semilla en el terreno de tus hijos.
Más adelante te agradecerán.

LA SEMILLA QUE VAMOS A
SEMBRAR

El Sembrador sabe lo que va a
sembrar. Tiene la certeza de que la semilla escogida dará
la mejor cosecha.

Ahora, en la tarea de ser sembradores de valores
preguntémonos qué semillas hemos
cultivado.

La respuesta la podemos encontrar en los frutos
recogidos, es decir, en el comportamiento, carácter o
forma de ser de los hijos. Sembraste lo que ellos son.

Eres responsable del cultivo. Consciente o
inconscientemente sembraste los valores
que ahora tienen.

No puedes decir que no lo sembraste. ¿Entonces
quién sembró? Otro asumió el protagonismo en
sus corazones.

Quizás estabas muy ocupado sembrando yuca,
plátano, arroz u otro tipo de comida. Quizás
estabas muy ocupado cuidando tus animales.

¿Qué quieres sembrar en el corazón
de tus hijos?

¿Cuál es la primera y más
importante semilla que debes sembrar en sus corazones?

1.- LA SEMILLA DEL AMOR DE DIOS.

También es conocido como "temor de Dios". Esta es
la semilla más importante y la primera que se debe sembrar
desde la gestación.

La primera actitud que
debemos tener ante la venida de un nuevo hijo es agradecer a Dios
por el milagro de la vida. Cuando se agradece por este milagro
gratuito de Dios, los hijos nacen bendecidos y con una promesa
para realizar en este mundo. Nacemos con un propósito que
viene de Dios.

El amor de Dios se siembra principalmente por el ejemplo
de una vida en amistad con El,
es decir: testimonio, confianza y continua referencia a su
Palabra, fe y solidaridad con
los más necesitados.

Es hermoso recordar, ahora que somos adultos, la
oración que mamá nos enseñó mientras
arrullaba nuestro sueño.

Si preparas lo mejor posible los alimentos que
fortifican su corporalidad, cómo no hacer lo mismo con el
alimento espiritual que fortalece su interior.

Muchos hijos son robustos, bien alimentados y sanos;
pero su conducta
manifiesta signos de raquitismo y anemia
espiritual, carentes de valores y respeto hacia los
semejantes.

El amor a Dios se transmite con sencillez, reconociendo
que El hace la obra en el corazón.

No pierdas la ocasión de consagrar tus hijos al
amor de Dios.

Debes transmitir a tus hijos experiencia de
Dios.

Procura que tu fe no distorsione el verdadero rostro de
Dios.

El Dios en quien yo creo es:

Un Dios cercano. Su morada es el corazón de los
hombres que lo dejan entrar.

El corazón del hombre es el
lugar del encuentro con Dios. Cuando nos encontramos con El, nos
invita a salir de nosotros para entregarnos a los demás
sin ningún interés
egoísta.

El toque de Dios te lleva a ser mejor en todo
sentido.

Es hermoso entrar en contacto con las personas tocadas
por Dios.

Dios toca para restaurar y santificar, nunca para
castigar o humillar. Que tus hijos experimenten a Dios en el
interior, lo sientan vivo, capaz de orientar y manifestar su
acción
salvífica y amorosa en ellos.

Es un Dios con nosotros. El escucha la voz de quien lo
busca para exponerle su causa.

Es un Dios que nos escucha. Su respuesta es oportuna y
eficaz. La confianza en El permite toda acción gratuita a
nuestro favor.

Tus metas y proyectos deben invocar la voluntad de Dios:
Con la voluntad de Dios lo hacemos todo. Los hijos que escuchan
en sus padres palabras de amor a Dios van despertando fina
sensibilidad por lo espiritual.

Que en todo momento exista la referencia de confianza a
Dios, no de castigo o control policivo.

Un Dios que perdona no lleva cuenta de nuestros errores
para luego sacarlos a la luz y
castigarnos. Con su perdón nos invita al cambio de
mentalidad.

Nunca digas a tus hijos que Dios los va a castigar. Que
ellos aprendan a amarlo, no a tenerle miedo.

Es un Dios que nos espera. Que nos ama, aún
cuando lo ignoremos.

Es un Dios que todo lo puede. Muchas veces no estamos
convencidos de esto y le cerramos la posibilidad de que se
manifieste con signos extraordinarios en nuestra vida.

Sus dones son gratuitos y los regala a quien quiera. Si
los pides con fe, ten la certeza de que los recibirás. Sin
embargo, Dios tiene libertad para entregarlos o no. Nadie puede
presionarlo para que se manifieste. La gracia de Dios no es
cuestión de presión,
solo en nosotros cabe la idea de que los demás responden
prontamente cuando se sienten presionados o molestados, y
entonces para terminar con esa molestia acceden. Con Dios no es
así. El no se hace rogar. El conoce la necesidad que
tienes y responde como te conviene.

Enseña a orar a tus hijos. El siguiente modelo
te puede ayudar:

  • Preséntate a Dios. El silencio es
    importante en la experiencia de encuentro con Dios. Te sugiero
    que a lo largo del día reserves espacios cortos de
    silencio para sintonizar con el Todopoderoso.
  • Dale gracias por todo: su presencia, la vida,
    la familia, la salud, el trabajo,
    el techo, el alimento, el vestido, las demás personas,
    la naturaleza, el clima, los
    bienes
    materiales, etc.
  • Pídele perdón por tus
    desaciertos o errores: en tu relación con Él, con
    la familia, con las demás personas, con los bienes
    materiales y con la naturaleza. No olvides mirar el rol que
    desempeñas y las responsabilidades que tienes. Dios te
    sugiere un estilo de
    vida nuevo, ¿Cómo estás en ese proceso
    de cambio?
  • Haz un compromiso real de cambio de
    comportamientos, fortalece las actitudes que todavía
    están débiles, incorpora actitudes renovadas en
    tu vida. Presenta esto en las manos de Dios, El dirige el
    proceso de crecimiento.
  • Ahora es el momento para la petición.
    No pierdas esta valiosa oportunidad. El interior, iluminado por
    los anteriores pasos, estás listo para recibir de Dios
    lo que necesites.
  • Deja que Dios te "hable".
    Silencio.
  • Despídete de Dios agradeciendo por su
    presencia e invocando la bendición para tu familia, tu
    pueblo, las autoridades que garantizan la vigencia de un orden
    justo, y tus bienes.

Procura orar en familia para que tus hijos, junto al
alimento material, reciban este precioso alimento
espiritual.

Si Dios logra entrar en el corazón de los hijos,
la tarea del Sembrador se hace fácil.

Las mejores semillas germinan en los terrenos bendecidos
por Dios, y los frutos llegan a su tiempo.

2. LA SEMILLA DEL AMOR A LOS PADRES.

Generalmente los padres consideran que sus hijos
están obligados a amarlos por el vínculo paternal.
Esto no es así. La constatación de desamor de los
hijos hacia los padres, revela que el amor se
debe sembrar.

El amor es una respuesta que nace en lo más
profundo del ser humano, motivada por gestos concretos de
respeto, aprecio, ayuda, confianza y
dedicación.

Cuando los padres maltratan a sus hijos, física o
psicológicamente, el amor no es la respuesta
natural.

La única razón para ejercer poder sobre
los hijos debe ser para brindarles protección.

El Sembrador arranca de su esquema mental aquello de que
es correcto castigar a los hijos.

Se castiga cuando los hijos se nos "salen de las manos",
perdemos la capacidad de persuasión y las órdenes o
palabras ya no tienen la autoridad
suficiente para ser obedecidas.

El castigo está relacionado con la autoridad. Se
cree falsamente que castigando a los hijos se mantiene la
autoridad.

No hay nada más erróneo que considerar a
la fuerza física como principio de autoridad.

La autoridad, como capacidad de persuasión para
que los demás orienten sus acciones en dirección correcta, se fundamenta en el
respeto a la dignidad de la persona.

La dignidad inviolable del ser humano es el punto de
referencia para el ejercicio de la autoridad.

Toda autoridad constituida que viole el principio de
dignidad humana, pierde credibilidad y, por lo tanto, capacidad
de orientar.

La autoridad es cuestión de
credibilidad.

La credibilidad involucra la totalidad de la persona. Es
fácil perder la autoridad asignada por un puesto o
nombramiento. No así la que se fundamenta en la honestidad y la
transparencia.

El Sembrador sabe que la honestidad y la transparencia
son la fuente de su autoridad. El supo sembrar buenos valores en
el corazón de sus hijos.

El amor que sienten los hijos por sus padres no nace de
forma espontánea, es un proceso consciente.

Muchos padres prestan mayor atención en construir
buenas relaciones fuera de la familia, comprometiendo el propio
hogar. Fuera de casa, con los vecinos, son amables, respetuosos y
hasta de buen humor, pero con su pareja e hijos, todo lo
contrario. Ellos creen que es la forma de no perder autoridad.
¡Que estupidez!

Toda autoridad se fortalece con gestos de aprecio y
estima. Es importante que se valore a las personas por lo que
son, reconociendo sus cualidades.

El Sembrador dedica más tiempo a la tarea de
exhibir las cualidades y capacidades reales de sus hijos, antes
que sus desaciertos. Existen padres que solo se dedican a mirar
los defectos de sus hijos, pero nunca sus aciertos. Los errores
deben ayudarnos a crecer. Estos no deben convertirse en un peso
que nos ata al pasado y no nos permite avanzar hacia un futuro
mejor.

Muchos padres estigmatizan a sus hijos para toda la
vida. Los califican de inútiles, vagos, buenos para nada,
nerviosos… y no permiten la posibilidad de que ellos les
demuestren lo contrario.

Estimar a los hijos es ayudarles a forjar una identidad
de emprendedores y personas capaces de triunfar en la vida.
Estimar no es igual a sobreproteger.

La estima es la valoración que tenemos por los
demás. La autoestima es la propia
valoración.

Sus hijos desarrollarán alta autoestima si son
amados y valorados.

No olvides que la autoestima es uno de los valores que
más contribuyen a la formación de una personalidad
emprendedora.

Los hijos aman a sus padres porque sienten que ellos los
ayudan. El Sembrador dedica mucho tiempo a sus hijos. Ayuda es
sinónimo de apoyo. El hijo que no se siente apoyado de sus
padres, no siente amor por ellos. El Sembrador conoce
perfectamente este principio y comparte con sus hijos los
momentos más importantes para ellos.

Muchos adultos consideran que no son "alguien" en la
vida, porque no tuvieron el apoyo de sus padres.

El Sembrador apoya las ideas y sueños de sus
hijos. No les corta las alas antes de que ellos intenten volar.
Los anima constantemente para que sean personas de éxito.
Sus propios fracasos les ayudan a crecer.

El Sembrador tiene actitud positiva ante la vida. No
contamina a sus hijos con las amarguras o sinsabores del
pasado.

Apoyo no es lo mismo que
sobreprotección.

El Sembrador sabe hasta donde debe llegar su apoyo. No
anula la responsabilidad de los hijos. El respeta la capacidad
que tienen para valerse por sí mismos.

La sobreprotección anula toda iniciativa de ser
uno mismo. Los padres sobreprotectores creen que aman a sus
hijos. Quieren a toda costa evitarles el sufrimiento que ellos
experimentaron en su infancia.

Los padres sobreprotectores se convierten en
víctimas de la arrogancia de sus hijos.

Los hijos sobreprotegidos tratan mal a sus
padres.

Si sus padres "nunca les llamaron la atención"
ahora, que están más creciditos, no aceptan la
autoridad de nadie. Este tipo de personalidad tiene poca
capacidad para vivir en sana convivencia social.

La sobreprotección también genera
personalidades sumisas e incapaces de realizar cambios
importantes en la vida. No se desprenden de las seguridades.
Cuando se chocan con situaciones nuevas buscan sus
vínculos para decidir. Son personas que les queda
difícil triunfar en la vida. Otros son los que piensan por
ellos. Continuamente están buscando en sus jefes o
personas cercanas la figura paterna o materna
sobreprotectora.

El Sembrador tiene en cuenta estos principios en la
formación de sus hijos.

La confianza es el cuarto componente que deriva del amor
a los padres. El amor de los hijos hacia los padres se hace
evidente sólo en forma de confianza. No creas que tus
hijos te aman cuando no tienen confianza en ti.

El Sembrador siembra confianza en sus hijos porque cree
en ellos. Esta credibilidad es recíproca. En esto radica
la clave de la confianza.

Los hijos que no creen en sus padres, porque en
algún momento les fallaron, no confían en
ellos.

Sin no hay confianza no hay amor.

El Sembrador es creíble a sus hijos por las
acciones. El nunca les falla. El principio de la credibilidad
está en la fidelidad a las promesas.

El Sembrador cumple estrictamente la palabra
dada.

La responsabilidad es el principal camino para que los
padres logren credibilidad de sus hijos. Así, la confianza
crece abundantemente, y pronto se recogen sus frutos.

El Sembrador, cuando se equivoca, reconoce el error y
presenta sus disculpas. Así fortalece la confianza de su
familia. La comprensión es el mejor regalo que puede
recibir un padre cuando ha faltado.

Los padres que pierden credibilidad ante sus hijos,
pierden también autoridad y capacidad para sembrar
valores. Entonces escucharán las propuestas de los
"extraños".

El Sembrador, por la transparencia de sus acciones, no
pierde la posibilidad de ser protagonista en la formación
de sus hijos.

El amor es un asunto de credibilidad y
confianza.

El quinto componente que hace posible el amor de los
hijos hacia sus padres es la dedicación que estos tienen
por aquellos.

Dedicación es sinónimo de atención.
A lo que no se presta suficiente atención tiende a
desaparecer.

El amor es un asunto de dedicación.

El Sembrador dedica todo el tiempo que sea necesario en
la formación de sus hijos.

El Sembrador sabe que una maleza fácilmente puede
destruir el cultivo.

La dedicación del Sembrador se traduce en amor y
esperanza. El padre que no tiene suficiente tiempo para sus hijos
pierde la posibilidad de celebrar con ellos sus
triunfos.

El juego, la
oración, el trabajo, los estudios, las tareas, los
sueños, sus amigos, sus dificultades, las inquietudes de
la vida, sus problemas, su
primer amor, son elementos en la vida de los hijos que no pueden
pasar desatendidos por sus padres.

Dedicación y atención no son
sinónimos de control policivo. El sembrador ofrece
suficiente confianza para que sus hijos desarrollen su
personalidad en forma creativa.

El control exagerado y enfermizo es sinónimo de
desconfianza. Allí no hay amor.

El Sembrador, en la formación de la personalidad
de sus hijos, pone en práctica el autocontrol.

El control exagerado ahoga a las personas, se convierte
en yugo que provoca deseos de liberación.

Muchos padres todavía "no entienden" por
qué sus hijos "escapan" de la casa.

El Sembrador entrega en manos de Dios el cuidado de sus
hijos, pero al mismo tiempo dedica su atención en forma
silenciosa y constante. Una acción dice más que
cien palabras.

3. LA SEMILLA DEL RESPETO

Casi todos coinciden que el respeto es uno de los
valores que más se ha perdido en la sociedad
actual.

En general, no hay respeto entre los miembros de la
familia, la escuela, la
colectividad o los grupos humanos de trabajo.

Los padres de familia, que fueron educados con la
"Urbanidad de Carreño" o la "Historia Sagrada", recuerdan
estos libros con
mucha nostalgia.

Respeto es cuestión de convicción y
control. La convicción hace referencia a los elementos
orientativos que tienen las personas en su conciencia y que
configuran sus puntos de vista o formas de pensar, sentir y
actuar. Tocan necesariamente los referentes en que fueron
educados y la escala de valores
en que se fundamenta la personalidad. El control se manifiesta de
dos modos: el autocontrol y el control externo. El autocontrol es
la disciplina
personal, y el control externo, la orientación de la
familia, el grupo de
pertenencia y la sociedad mediatizada en normas,
principios y leyes.

La ausencia de respeto se explica por el debilitamiento
de estos componentes referenciales. Todo es cuestión de
formación.

El Sembrador sabe que el respeto es una importante
semilla en la vida de sus hijos. El respeto se nutre en el
principio de la dignidad humana. En sus hijos enraíza este
valor como una
convicción que alimenta la conciencia y toda la
personalidad. Así, respetar a los demás en
cuestión de convicción.

Cuando en la formación de los hijos hay respeto
por la dignidad de sí mismos y de las demás
personas, se garantiza sana relaciones
interpersonales. Este valor hace posible la convivencia
pacífica.

Si existe violencia en nuestra región se debe al
atropello sistemático de la dignidad humana.

El Sembrador sabe que la semilla del respeto hecha
raíces en el corazón de sus hijos por medio del
buen ejemplo. El respeta a la familia y a los miembros de su
comunidad. El Sembrador vive en paz con todos. Este es el mejor
abono para la semilla del respeto.

El respeto es cuestión de
convicción.

El Sembrador cree que la familia es la primera
responsable en el cultivo del respeto. Por eso su esfuerzo
está enfocado en cultivar sanas relaciones sobre la base
de esa semilla.

El Sembrador desea que sus hijos adquieran autocontrol
en sus actos, es el principio de la responsabilidad.

El Sembrador forma para el autocontrol.

Por el hecho de vivir en sociedad, las personas
incorporan en su conciencia elementos orientativos que provienen
del exterior en forma de normas o leyes. La normatividad les
sirve para regular el comportamiento social y garantizar una sana
convivencia. El Sembrador colabora positivamente en el desarrollo
de este proceso.

La sociedad que viola sistemáticamente la
dignidad humana, pierde la capacidad de control y
formación de la conciencia en sus ciudadanos.

El sistema normativo
de la sociedad, para que penetre en la conciencia de las personas
y se convierta en elemento orientativo de sus interrelaciones,
debe empapar permanentemente todas las áreas de
relación social, convirtiéndolas en contextos
educativos de formación humana.

El respeto empieza como capacidad de valorarse y amarse
a sí mismo. El respeto de la propia corporalidad se
manifiesta en el cuidado que debemos tener con el cuerpo, la
buena presentación personal, especialmente con la limpieza
corporal y el vestido. La primera impresión que los
demás construyen de nosotros ingresa por los
ojos.

El cuidado personal es signo de respeto.

Es necesario realizar higiene mental,
es decir, eliminar los recuerdos y pensamientos que generan
sentimientos de dolor, angustia o ansiedad. El lenguaje de
las palabras es el medio privilegiado de expresión del
corazón. El Sembrador no conciente términos de
derrota, desprecio, inseguridad o
insultos.

El Sembrador cuida que sus hijos tengan especial
atención, sin exagerar, en la presentación personal
y el manejo de la buena imagen; pero sobre todo, la higiene
mental.

Cuidar los bienes personales es signo de respeto.
Así empieza el respeto por los bienes de los
demás.

Quien no cuida sus propios bienes, no respeta los
ajenos.

Cuidar los bienes propios no significa ser
egoísta o tacaño. Por el contrario, se adquiere
capacidad para compartirlos y estar al servicio de
todos.

Respetar la forma de pensar de los demás es la
base de la tolerancia, es combatir actitudes prepotentes que
pretenden poseer la verdad absoluta.

El Sembrador, con su estilo de vida, enseña a
respetar las ideas de las demás personas. El sabe que este
valor es fundamental para la convivencia humana.

La mayoría de conflictos personales se presentan
por el choque de formas de pensar diferente.

Estas formas diferentes de pensar deberían servir
para enriquecer las propuestas o reflexiones en beneficio del
bien común.

Los consensos se construyen en el diálogo de
opiniones diversas. La variedad de criterios que dan forma a las
decisiones comunitarias, fortalece el ejercicio
democrático, la fuerza de obligatoriedad y la capacidad de
mover a la acción.

La persona que no tolera un pensamiento
diferente al suyo, no tiene capacidad para vivir en
comunidad.

El Sembrador enriquece sus esquemas mentales con los
aportes de los demás. La multiplicidad de criterios e
ideas contribuye positivamente en la construcción dinámica y permanente del conocimiento.

Una persona actualizada tiene pensamientos siempre
nuevos y, sobre todo, disciplina de apertura mental.

El Sembrador respeta los sentimientos ajenos. Sus
gestos, palabras y acciones no lastiman a nadie. Nunca saca a
flote los errores o desaciertos de los otros para burlarse o
poner en ridículo a alguien. No aprovecha las fallas
ajenas para tener cierta ventaja sobre ellos. Es radicalmente
discreto. Se alegra con quien está alegre y siente el
dolor ajeno como propio.

El Sembrador respeta la forma de ser de los
demás. Aunque no esté de acuerdo con ciertas
maneras de actuar, es profundamente respetuoso.

El Sembrador juzga las acciones de sus semejantes. Su
silencio interior es fuente de espiritualidad y de higiene
mental.

Los bienes ajenos son tan sagrados como la corporalidad
de sus dueños. El Sembrador no se apodera de bienes ajenos
ni lastima a nadie.

El respeto que enseña a los hijos se fortalece en
el buen ejemplo.

El respeto es la principal semilla que sembremos en el
corazón de las personas con quienes vivimos. Sus frutos
garantizan la sana experiencia de vivir en paz.

4.- LA SEMILLA DE LA RESPONSABILIDAD

Responsabilidad significa actuar correctamente, sin
ninguna presión exterior.

Es decir que ¿el ejercicio de la libertad es
fuente de responsabilidad?

Una acción personal es sujeto de responsabilidad
en cuanto se vincula al ejercicio pleno de la libertad. Esto no
quiere decir que toda acción libre es de hecho
responsable. Todos sabemos que existen muchas acciones
irresponsables actuadas desde el ejercicio pleno de la
libertad.

Libertad es capacidad de decidir. Existe un componente
superior que ofrece elementos de juicio y orientación que
imprime responsabilidad en los actos.

Ser responsable de los actos es diferente a ser
responsable en los actos. El primero hace referencia a la
libertad, el segundo a la conciencia bien enfocada.

Es necesario que los valores familiares y las normas de
la sociedad penetren la conciencia de las personas para que sus
actos sean responsables y no simplemente libres.

Actuar en conciencia es actuar
responsablemente.

La tarea del Sembrador penetra los niveles más
profundos de la conciencia. Provoca cambios significativos en la
vida de sus hijos. Sus enseñanzas configuran la identidad
más auténtica de la personalidad de sus
hijos.

La responsabilidad que tienen los hijos es consecuencia
del trabajo realizado en ellos. Si un padre es mediocre,
probablemente también sus hijos.

La primera enseñanza que el Sembrador da a sus hijos,
para fortalecer la responsabilidad, es enfocar la atención
a todo lo que comporta el rol o papel que se debe ejercer en las
posibilidades de interacción humana: en la familia, como
hijo; en la escuela, como estudiante; en la comunidad, como
ciudadano; en la calle, como persona culta; en los asuntos de
amigos, como amigo; en los asuntos de noviazgo, como persona
respetuosa; etc. En cada contexto de convivencia existen
principios que definen la responsabilidad.

La semilla de la responsabilidad se fortalece en el
ejercicio correcto del ser y actuar ajustados a los roles que
debemos desempeñar en los espacios de interacción
humana.

No se puede hablar de responsabilidad sin hacer
referencia a una función o
espacio de interacción.

Al hablar de responsabilidad pensamos en las exigencias
mínimas de ser y actuar que provienen de la
formación personal, en primera instancia, y de las
expectativas de las demás personas, en segunda instancia.
(Expectativa como conducta correcta deseada por una colectividad
amplia)

Debemos ser responsables por convencimiento, mas no
porque estamos obligados por un marco normativo o presión
externa coercitiva.

El convencimiento es posible por la asimilación
de valores que se aprenden en la familia y la sociedad, por medio
de reflexión e interiorización.

Casi siempre sabemos cómo actuar en cualquier
situación, sin embargo nuestro comportamiento no siempre
es el correcto. Esto quiere decir que no hemos interiorizado en
la conciencia el valor que orienta cada acción particular.
Es preciso interiorizar valores.

No se puede hablar de responsabilidad cuando hay
presión exterior, sin convencimiento personal. Al
desaparecer la presión exterior, la respuesta esperada no
siempre es la correcta. En estas condiciones nos manifestamos
como somos.

El Sembrador no ejerce presión para que sus hijos
cumplan los deberes. Su trabajo lo hace en el corazón y la
conciencia, entonces crea auto obligación.

El éxito de esta semilla radica en la
atención que el Sembrador dedica a la enseñanza de
sus hijos. Sus órdenes son firmes y no se salen de los
acuerdos o principios generales manejados en familia. La
obediencia o cumplimiento no se hace esperar.

Si los hijos no obedecen a sus padres la tarea de
cultivar valores en ellos está descuidada.

La responsabilidad de los actos comporta aún otro
elemento muy importante: el análisis de las consecuencias.

Cuando no se mide suficientemente las consecuencias, los
actos pierden el carácter de responsabilidad.

Las reacciones impulsivas, que nunca están
precedidas por un adecuado proceso de reflexión, casi
siempre nos llevan al error.

El Sembrador cultiva el valor de la serenidad como
capacidad para asumir las cosas con calma; muy apegado al
proverbio, presta atención a la voz que viene de su
interior.

El Sembrador da a conocer las consecuencias de los actos
irresponsables, argumentando con razones claras y casos
concretos. Sus afirmaciones no dan espacio a la duda, son como
luz que alumbra en la oscuridad de la incertidumbre, abriendo
paso seguro al
despertar de la razón que experimenta el amanecer de
acciones responsables.

El Sembrador usa la persuasión con fines
educativos. Su interés es evitar situaciones de
frustración y de dolor.

5.- LA SEMILLA DE LA SINCERIDAD.

Decir la verdad con caridad

La sinceridad es una semilla que no se puede descuidar.
Para que crezca es necesario sembrarla. Muchos padres de familia
no entienden por qué mienten sus hijos. La mentira
está presente en casi todas las personas. Es una estrategia para
quedar bien ocultando la verdad. En esto consiste la verdadera
causa de la mentira. Se evade las consecuencias de olvidos o
irresponsabilidades.

La mentira encubre una verdad acusadora.

La mentira es el atajo que justifica toda ausencia de
verdad. El objetivo es
evadir sanciones.

Toda justificación que utilice mentiras,
compromete la verdad, la honestidad, la transparencia y la
sinceridad de la persona.

A muchos les cuesta aceptar que se equivocan o que
faltan a sus compromisos o palabra dada.

No te comprometas cuando no puedas cumplir.

Por la sinceridad se mide el nivel de crecimiento y
madurez personal.

El Sembrador ama la verdad. Ella es su mejor tarjeta de
presentación. Nadie se la puede arrebatar, es parte de su
identidad.

La sinceridad no es solo cuestión de decir las
cosas "tal y como son". Es ante todo un estilo de vida, una forma
de actuar éticamente.

Por medio de las actitudes expresamos lo que sentimos o
creemos. El canal más auténtico para conocer la
persona sincera es su integridad.

La sinceridad es cuestión de rectitud.

El Sembrador dedica mucho tiempo para que la sinceridad
brote del corazón de sus hijos. Su principal estrategia es
ofrecer espacios de confianza y diálogo.

Cuando no hay diálogo y confianza, los hijos
acuden a la mentira. El temor al castigo o a que no se escuche
sus razones, la estimulan.

La mentira distorsiona la personalidad del individuo. Su
uso continuo lo deshumaniza, comprometa hasta su misma
dignidad¹ .

La práctica de la sinceridad nos hace crecer como
personas.

La mentira provoca adicción.

Es necesario realizar un compromiso diario para
eliminarla de nuestra vida. De lo contrario ella nos
acompañará hasta los últimos días de
la existencia. ¿A caso no conocéis viejitos
mentirosos?

Sinceridad es decir la verdad con caridad. No se trata
de utilizar la verdad para destruir la dignidad de los
demás. Muchas personas, cuando tienen la verdad, la
utilizan para lastimar y ganar ventaja sobre los demás. Es
conocido el refrán "al árbol caído hacerlo
leña". Si una persona se equivoca, que cargue con las
consecuencias.

Muchos son especialistas en divulgar a cuatro vientos
los desaciertos ajenos. Esto no debe ser así, ni siquiera
en presencia de los afectados. Si somos valientes para decir las
cosas de frente, procuremos no lastimar a nadie. Recordemos el
proverbio "No menciones la soga en casa del ahorcado".

La sinceridad es un valor que se debe aplicar al
ámbito personal. Es necesario empezar siendo sinceros con
nosotros mismos. Podemos engañar a los demás, pero
a nosotros no. Es preciso manifestarnos a los demás como
somos. Mostrar una cualidad que no es la nuestra,
rápidamente nos delata. Para ser auténtico es
preciso fortalecer las cualidades personales con esfuerzo y
dedicación diaria, sin ostentar capacidades que no
tenemos.

El Sembrador dedica mucho tiempo al cultivo de esta
semilla. Por medio del amor y la ternura, sus hijos aprenden a
quererse. Esta enseñanza evita que construyan falsas
imágenes de su identidad
personal.

El Sembrador se acepta como es.

La sinceridad del Sembrador lo convierte en un ser
profundamente humano. Nunca oculta sus sentimientos, dolor o
tristeza, aprobación o disgusto.

La sinceridad consigo mismo es la base de todo proceso
de cambio personal. Nosotros sabemos lo que somos, la debilidad
que tenemos, el lado al que nos inclinamos. Siendo sinceros con
nosotros mismos, abrimos la posibilidad de reconocer las
capacidades y flaquezas para iniciar un proceso de crecimiento
personal.

Las apariencias
ocultan el verdadero yo.

Quien vive de engaños se refleja en su
existencia. El Sembrador fortalece la semilla de la sinceridad
por medio de la autoestima. La autovaloración es el
ejercicio por el cual medimos los aspectos positivos que tenemos
y nos lanzamos a cultivarlos en mayor escala. Siempre que se
fortalece lo positivo, tiende a debilitarse lo negativo. Es la
fórmula para superar defectos y ganar
cualidades.

La sinceridad nos comunica con el interior de toda
persona. Cuando nos abrimos a los demás, pueden saborear
lo que llevamos dentro.

Es urgente liberarnos de toda envoltura que recubre el
verdadero yo. De lo contrario, tarde que temprano,
quedarás al descubierto, y entonces, tu falsedad
será evidente. No temas, procura ser
auténtico.

Todo encuentro personal con el Sembrador es una
experiencia de crecimiento.

6.- LA SEMILLA DE LA HONESTIDAD

Honestidad es sinónimo de justicia,
sinceridad o rectitud.

La práctica de la honestidad manifiesta el
respeto que se tiene por las demás personas.

Honestidad es sinónimo de "juego limpio". Nada de
trampas o "jugadas sucias" para alcanzar buenos
resultados.

Quien engaña para alcanzar beneficios de otro,
violenta su dignidad y pierde una posible ayuda en el futuro. No
hay peor ofensa que engañar. El que engaña cierra
las puertas de la solidaridad y la justicia.

El Sembrador cultiva en el corazón de sus hijos
la honestidad.

El Sembrador enseña que todo tiene su costo y que los
bienes materiales se consiguen con dedicación y trabajo.
Esta enseñanza fortalece la semilla de la honestidad. No
hay espacio para tejer de forma fraudulenta ningún
beneficio personal.

Quien considera los costos del
éxito y está dispuesto a pagarlos no se deja
contaminar por seducciones deshonestas.

Dedicación, tenacidad, constancia, esfuerzo y
sacrificio son los costos del éxito.

La deshonestidad, corrupción, manejo de influencias,
injusticia e hipocresía, son artimañas para
alcanzar beneficios egoístas. El engaño es el modo
operante de la deshonestidad.

El Sembrador, cuando siembra la semilla del respeto,
garantiza comportamientos honestos y juego limpio en el logro de
objetivos.

Se burla a las personas o las Leyes, porque otros se
consideran más inteligentes. Entonces, se viola todo tipo
de autoridad: de los padres, de la comunidad, del estado. La
persona que utiliza trampas para alcanzar sus objetivos, se
considera más inteligente que los que son burlados. La
astucia y sagacidad cobran especial significado en el escenario
de la deshonestidad.

La semilla de la honestidad, en el ambiente
cultural que nos movemos, puede verse afectada por malezas como:
"Aprovechar el papayazo" "Si dan papaya, no ser g…
"

La honestidad es cuestión de identidad personal,
de criterios y principios éticos sólidos. Es
cuestión de formación.

La honestidad revela calidad humana en
las personas.

No puedo decir que soy honesto y transparente, cuando mi
vida demuestre lo contrario.

Las ventajas egoístas que se obtienen burlando a
los demás, motivan todo tipo de artimañas
deshonestas.

El Sembrador enseña que el sacrificio es
necesario para alcanzar éxito. Cuando éste llega,
la felicidad es más duradera y no corres el riesgo de que te
la arrebaten.

La persona que obtiene beneficios de forma fraudulenta
no los disfruta, en su mente acecha el temor a ser descubierta.
El temor es fuente de infelicidad.

La persona que vive honestamente es más saludable
y feliz. Su honestidad le permite vivir con mayor libertad, sin
nerviosismos para mostrarse a los demás.

Los deshonestos tienden a ocultarse, no dan la cara. Su
conciencia los acusa. Son personas infelices. ¿De
qué sirve tener riquezas, si no se las puede
disfrutar?

El Sembrador cultiva esta semilla en el corazón
de sus hijos.

7.- LA SEMILLA DE LA SOLIDARIDAD.

Esta semilla es muy importante para la convivencia
social. Permite manifestar la riqueza espiritual y humana del
individuo y la sociedad.

La solidaridad es el lenguaje de
Dios.

Cultivarla es permitir que el Creador continúe su
obra Redentora. El amor y la misericordia de Dios se manifiestan
por la solidaridad de los hombres.

Solidaridad es sentir el dolor ajeno como propio para
salir de si mismo y generar un proceso de dignificación en
favor de las personas que se encuentran en situaciones que
comprometen el desarrollo de su vida en condiciones
dignas.

El Sembrador cultiva la solidaridad en el corazón
de sus hijos.

Este es el proceso de la solidaridadÑ :

1.- Aproximarse.

La desgracia o situación límite de las
personas es posibilidad de encuentro solidario.

El sufrimiento es el lugar de encuentro de los seres
humanos. Todos lo hemos experimentado.

Quien no siente dolor por los demás ha perdido
sensibilidad humana.

Para aproximarnos al dolor de los demás es
necesario romper las barreras que nos impiden
comprometernos.

Generalmente decidimos no ayudar a las personas "para no
meternos en problemas"

Muchas veces no ayudamos porque pensamos que nos mienten
o "ya nos la hicieron".

La solidaridad es una semilla que se cultiva en un
proceso continuo de aproximación a la persona en
situación límite.

El Sembrador cultiva la solidaridad en sus hijos
aproximándolos al dolor ajeno.

2.- Ver el sufrimiento de la persona en
situación límite
.

La mirada solidaria brota del corazón, permite
sentir el dolor ajeno como propio.

La solidaridad nos saca de la indiferencia siempre que
percibimos el dolor de los demás.

Quien cierra los ojos al dolor ajeno no permite que en
su corazón nazca esta semilla.

Debemos mirar el dolor de los demás, no solo para
criticar su situación deshumanizante e identificar
culpables, sino sobre todo, para ofrecer nuestro apoyo
solidario.

La mirada de la persona solidaria, más que una
protesta, es una propuesta de solución real.

La mirada de la persona solidaria es con el
corazón y la razón. No se trata de un sentimiento
gelatinoso movido por la desgracia ajena, esta mirada surge de
opciones personales que dan sentido a su existencia. Por eso la
solidaridad no se reduce a la limosna, sino a generar un proceso
de dignificación estructural.

3.- Sentir compasión.

Es una actitud que nace en el análisis del
sufrimiento humano. La compasión se hace real cuando se
conocen las causas del dolor. Sobre todo cuando se revelan
injusticias.

Sentir compasión por las personas en
situación límite implica conocer el proceso que
provocó tales circunstancias. El sufrimiento casi nunca es
por casualidad.

La compasión permite padecer con. Es decir,
sentir con el otro.

La compasión mueve al compromiso para ayudar a
los semejantes que se encuentran en condiciones
límite.

4.- Acercarse.

La compasión no es suficiente sin el toque
interno que nos mueve a entrar en contacto con las personas que
sufren, para ayudarlas.

Casi siempre somos rápidos para identificar el
dolor ajeno, no así para brindar una mano de
apoyo.

Si nos acercamos a la persona caída debe ser para
levantarla.

El acercamiento del curioso no está movido por la
solidaridad.

5.- El
conocimiento al servicio del otro
.

El conocimiento, como fuente de
poder, se utiliza para escalar posiciones o mantenernos por
encima de los demás, casi nunca para servir a las
personas.

La solidaridad mueve a compartir el
conocimiento.

El conocimiento permite encontrar estrategias de ayuda
para las personas. Siempre existe el camino apropiado.

6.- Despojarse de privilegios y
comodidades.

Para ser solidarios debemos estar dispuestos a
incomodarnos y renunciar a los privilegios adquiridos.

Casi nunca ayudamos a los demás para no
incomodarnos o perder privilegios alcanzados. El dinero
cuesta adquirirlo y, por lo tanto, no lo soltamos
fácilmente.

Cuando se ayuda a una persona se corre el riesgo de
salir afectado. La solidaridad es un proceso que nunca
termina.

7.- La solidaridad se contagia.

Cuando alguien está dispuesto a colaborar
compartiendo lo poco que tiene, mueve a los demás a hacer
lo mismo. Alguien debe dar el primer paso en el proceso de la
solidaridad. Nunca se sentirá solo quien realice un gesto
de solidaridad por una persona necesitada.

El Misericordioso se encarga de tocar el corazón
de las demás personas. Sólo se necesita dar el
primer paso. ¿Qué esperas?

El Sembrador es ejemplo de solidaridad en su
comunidad.

¿DÓNDE ESTÁ LA
SEMILLA QUE VAMOS A SEMBRAR?

Cuando el
agricultor decide qué semilla sembrar, busca un proveedor
certificado que le garantice calidad y buenos resultados.

Nadie compra una semilla que no garantice un excelente
rendimiento.

Como educadores del corazón de los hijos,
¿Dónde encontramos la semilla que vamos a
sembrar?

Los valores que desarrollamos en los capítulos
anteriores son las semillas a sembrar en el corazón de los
hijos. Los padres deben preguntarse si en su familia existen
estos valores.

Es hora de revisar qué tipo de semilla se
está sembrando. ¿Será que nuestra semilla no
es la mejor?

Es necesario realizar una selección
de la semilla. Desechar las costumbres que producen mala semilla.
La familia es el semillero que contiene los valores a
cultivar.

Si la familia no ofrece una buena semilla,
¿Qué podemos esperar de nuestros hijos? Si ellos
son así, nosotros tenemos mucho que ver en
esto.

El Sembrador posee una semilla mejorada, es la semilla
sembrada en su cultivo.

La familia debe dedicar más tiempo en el
mejoramiento de su semilla.

¿Cuál es el estado de
la familia en nuestra comunidad? De este almacén
recogemos la semilla para ser sembrada en el corazón de
los hijos.

¿Qué semilla se está cultivando en
la comunidad, barrio o vereda en que vivimos? ¿Qué
semilla cultivamos en Colombia? Hagamos
un inventario real
de la semilla que poseemos y luego juzguemos el comportamiento de
nuestros niños y
jóvenes.

Si notamos que la buena semilla es escasa, urge
implementar a nivel familiar y comunitario pequeños
centros experimentales de mejoramiento.

A pesar del caos en que vivimos, no todo es negativo.
Existe buena semilla y es necesario no dejarla perder.
¿Cuál es tu aporte?

EL TIEMPO DE LA
SIEMBRA

El Sembrador sabe que todo tiempo es
apropiado para sembrar valores en el corazón de sus hijos.
Él no pierde ninguna oportunidad.

El Sembrador desarrolla muchas técnicas
para sembrar. Así identifica las que mejores resultados le
dan. Lo importante es formar el corazón de sus hijos. Este
objetivo siempre está en su mente a la hora de interactuar
con ellos.

Todo tiempo es apropiado para cultivar valores: el
juego, el trabajo, el descanso, la oración. Cada palabra o
gesto del Sembrador es una enseñanza para sus hijos, es un
estímulo educativo.

El Sembrador aprovecha los mejores momentos para
realizar su tarea. No pierde la ocasión de ofrecer una
buena enseñanza, incluso cuando los hijos están en
crisis o se
han equivocado. Este es un momento especial en la
enseñanza. Hay apertura de conciencia para entender los
errores cometidos y superar la situación. Muchos padres,
en estas circunstancias, en lugar de dar una buena
enseñanza, castigan a sus hijos. Creen que el cambio viene
con el castigo.

Sólo existe cambio real si la persona, en su
conciencia, acepta una verdad que no la entendía. La
reflexión ayuda mucho en este proceso.

Nunca se debe ignorar a un hijo en crisis. Muchos
padres, cuando sus hijos cometen errores, interpretan que
éstos les fallaron y los castigan expulsándolos de
la casa.

El Sembrador sabe que un hijo en crisis se encuentra
desorientado. Su tarea es darle confianza para que regrese al
sendero correcto. El nunca pierde la ocasión de sembrar
valores.

El Sembrador tiene especial cuidado en identificar los
aciertos de sus hijos para felicitarlos y reforzar su
autoestima.

Los logros alcanzados, cuando se trabajan adecuadamente,
permiten escalar dimensiones cada vez más cercanas al
éxito.

NUTRIENTES PARA EL
CULTIVO

Todo cultivo necesita nutrientes que
mejoren su crecimiento y garanticen buenos resultados.

Aplicar nutrientes al cultivo es signo de
dedicación y amor.

No es suficiente sembrar buena semilla para alcanzar
resultados favorables.

Es necesario aplicar nutrientes para que la planta se
desarrolle en buenas condiciones.

El Sembrador sabe que su tarea no termina en la siembra
de la semilla. Se necesita mucho cuidado para que la semillita
desarrolle adecuadamente.

El cuidado básico consiste en aplicar nutrientes
apropiados y en forma oportuna. El Sembrador solo usa nutrientes
orgánicos.

Los principales nutrientes en el cultivo de valores
son:

  • Buen ejemplo.
  • Tiempo dedicado a los hijos.
  • Ternura-afecto-amor.
  • Diálogo.
  • Confianza.
  • Perdón.

Estos nutrientes orgánicos permiten que la
semilla tenga un buen desarrollo.

El ejemplo de la familia es el principal abono
para fortalecer los valores sembrados. Cuando este abono no se
aplica, la semilla casi siempre se pierde.

El Sembrador fortalece la semilla sembrada con el buen
ejemplo. Las palabras de su boca encuentran respaldo en su
coherencia de vida.

Muchos padres piden que hijos digan siempre la verdad,
pero con el mal ejemplo se pudre la semilla sembrada.

No pretendas sembrar valores que no
practicas.

El mal ejemplo es el peor enemigo del
Sembrador.

El buen ejemplo exige una vida virtuosa. Es
cuestión de esfuerzo y responsabilidad.

El buen ejemplo es asunto de credibilidad. Las palabras
pierden capacidad de orientación cuando provienen de
personas no creíbles.

Las palabras se pueden manipular, las actitudes no. (Las
actitudes se conocen en los comportamientos constantes, una
actitud no se puede improvisar)

El tiempo dedicado a los hijos es otro nutriente
fundamental en el cultivo de valores. Todo lo que recibe especial
atención, tiende a permanecer, a mantenerse, a crecer. Lo
que se descuida, con el tiempo desaparece.

La presencia amorosa de los padres es la garantía
de que los valores cultivados en sus hijos den buen
fruto.

El tiempo debe ser visto como entrega generosa y
calificada. No es un tiempo a medias ni mediocre.

Muchos piensan "entre todas las cosas que hago,
también tengo tiempo para mi familia". No, la familia debe
ocupar todo el tiempo.

El cultivo que no recibe suficiente dedicación y
tiempo, corre el riesgo de quedar al acecho de cualquier
plaga.

La primera tarea del Sembrador es su familia. Cuando se
dedica tiempo a otras cosas a costa de la familia, ésta
sufre las consecuencias. ¿De qué sirve triunfar en
los negocios si se
fracasa en la familia?

El tiempo dedicado a los hijos es sagrado. No es solo
una presencia física. Es para interactuar con ellos,
dialogar, jugar, trabajar y orar.

Cuanto más tiempo se dedica a los hijos, mayores
lazos de afecto se construyen, entonces nadie podrá
separarlos de su lado. En un ambiente como este los hijos desean
estar con sus padres, anhelan llegar a la casa y sentirse amados.
Cuando esto no sucede, ellos buscan otros lugares para compartir
con sus amigos. Las personas se quedan donde se sienten
amadas.

Es importante que conozcas los gustos de tus hijos para
apoyarlos en el desarrollo de habilidades y destrezas. Es
primordial compartir sus gustos. Si sus padres no los apoyan,
sienten falta de confianza. Donde no hay confianza, no hay
sinceridad.

Muchos hijos tienen problemas de alcoholismo o
drogadicción porque sus padres nunca
compartieron con ellos suficiente tiempo. Estaban más
preocupados por el negocio.

Cuando se consagra más tiempo a los hijos, existe
mayor posibilidad de orientar su forma de ser. Cuando no hay
presencia de los padres, los hijos quedan a la deriva.

Ternura-afecto-amor son nutrientes que no deben faltar
cuando se cultiva valores en el corazón de los
hijos.

Los hijos deben ser educados en un ambiente de
ternura-afecto-amor.

Muchas veces existe un desenfoque en el papel que juega
la ternura en la formación de los hijos. Se cree que la
ternura es sólo para las hijas y no para los varones.
Entonces, desde pequeñitos, se enseña a los varones
a no llorar. Se forman hombres rudos con carencias
afectivas.

Cuando los hijos sienten que son amados, la confianza
hacia sus padres crece. Este fertilizante es necesario para que
los valores sembrados empiecen a germinar.

La ternura-afecto-amor se experimenta de corazón
a corazón, a nivel de sentimientos. No se puede hablar de
ternura o amor, cuando en la casa sólo se escucha ofensas
o maltrato, regaños o insultos. Incluso el momento de la
corrección se debe realizar con ternura.

Quien "corrige" con ira no educa, se encarniza contra el
otro.

Cuando los hijos son "rebeldes" debemos amarlos
más. La ternura es la estrategia correcta para tratar esos
casos.

El campesino,
cuando se encuentra con bestias o ganado bravo y "mañoso",
actúa con mucha prudencia. Pude darme cuenta que a las
vacas briosas, para ordeñarlas es necesario acariciarlas
cuidadosamente. Lo mismo sucede con el caballo nervioso, antes de
colocarle los aperos es preciso acariciarle el lomo. Mucha gente
tiene más tiempo para acariciar a los animales que a sus
propios hijos.

He notado que la forma de corregir a los niños
"rebeldes" es a punta de correa. Con los animales se utilizan las
caricias.

La ternura abre las puertas del corazón, el
maltrato las cierra.

Si un niño cumple una orden sólo cuando se
lo castiga, no lo hace con amor. La autoridad no está en
la fuerza de tu palabra sino en el temor. Toda autoridad que se
funda en el temor es frágil.

Se castiga a los hijos pretendiendo interiorizar una
conducta correcta. En los animales funciona, en los seres humanos
no. En los animales este procedimiento se
conoce como domesticación; en los humanos,
sometimiento.

Una persona interioriza valores o nuevas conductas por
un proceso racional que se conoce como socialización. No pretendas socializar a
tus hijos a punta de golpes. Ellos tienen libertad, y cuando
estén lejos de ti, podrán hacer lo que se les venga
en gana.

Muchos adultos están convencidos de que son gente
de bien por los golpes que recibieron cuando niños. La
cosa pudo ser mejor.

La ternura-afecto-amor se alimenta con detalles. No
olvides los momentos especiales de tus hijos, que se sientan
importantes, demuéstrales que realmente los
amas.

La relación de ternura entre papá y
mamá es el mejor nutriente para el cultivo de valores en
la familia.

El Diálogo es otro importante abono para
el cultivo de valores.

Para dialogar es necesario aprender a
escuchar.

El Sembrador escucha con atención los mensajes
que vienen del corazón de sus hijos. El tiene capacidad
para interpretar sus estados de ánimo.

Nadie puede dialogar cuando está invadido por
turbulencias interiores.

El primer paso para alcanzar dominio en el
diálogo es serenar el interior.

Para dialogar es necesario poseer serenidad interior,
entonces podrás escuchar a la persona que te
habla.

El diálogo es como una sinfonía del
alma. Se
dialoga para establecer armonía, concordia, consenso y
alegría entre dos persona.

Se dice que los conflictos deben solucionarse por la
vía del diálogo. No es fácil dialogar cuando
eres parte del conflicto
porque buscarás resolverlo a tu favor. Sin embargo, cuando
hay control para armonizar el interior, el diálogo emerge
con naturalidad.

Nunca pretendas dialogar con el hijo que ha cometido una
falta, sin haberlo perdonado antes. Te aseguro que si no perdonas
previamente, el diálogo no será posible. Las
turbulencias interiores no te dejarán dialogar.

Cuando existe una constante práctica de
diálogo en la familia, florece un mejor ambiente para
solucionar discordias.

Discordia es la ausencia de armonía. Donde no hay
armonía no se puede captar un mensaje agradable,
sólo disonancia y ruido.

No se dialoga para imponer una verdad o criterio
personal. Por eso un requisito fundamental del diálogo es
la igualdad de condiciones de las partes involucradas.

En desigualdad de condiciones no hay comunicación. No se construye consenso. No
puede haber diálogo desde una plataforma de inequidad o de
injusticia.

Cuando el diálogo se realiza en condiciones de
igualdad, produce consenso y alegría. Se aceptan los
errores y se desploman arrogancias de posiciones
intocables.

Evita utilizar en tus conversaciones el uso
sistemático del YO. La otra persona se siente excluida y
sin participación. No se teje el entramado armónico
de intercambios simbólicos.

El diálogo consiste en dar y recibir mutuamente
la riqueza del corazón; es decir, la sinceridad. Donde no
hay sinceridad no hay diálogo.

El Sembrador no prostituye el diálogo. Sus
palabras son sinceras porque brotan de un corazón en
armonía, limpio de turbulencias o malicias.

El que pretende dialogar con argumentos falsos, mancilla
este acto sublime. Quizás logre su objetivo, pero
después no tendrá valor para levantar la
frente.

El Sembrador cultiva el diálogo como disciplina
de crecimiento personal.

El dialogo,
entendido de esta manera, es buen abono para el cultivo de
valores en el corazón de los hijos.

La Confianza es otro importante abono para el
cultivo de valores en el corazón de los hijos. Donde no
hay confianza no se puede sembrar nada.

Las sospechas marchitan todo lo que se
siembre.

Cuando somos creíbles se construye confianza. Es
cuestión de integridad.

El Sembrador sabe que la integridad y el buen ejemplo
son los mejores abonos para que la confianza germine en sus
hijos.

La confianza se debe ganar.

Muchos padres creen que sus hijos deben tenerles
confianza por el vínculo de sangre;
están equivocados.

Como un padre gana la confianza de su vecino, de la
misma manera debe ganarla en su familia. Es cuestión de
credibilidad.

Si continuamente fallas a tus hijos, no pretendas que
confíen en ti.

Donde no existe confianza se da un clima de recelo y
sospecha. Nadie se expresa con libertad.

La confianza permite depositar en las manos de otro los
tesoros más valiosos del corazón.

Cuando no hay confianza, la sinceridad desaparece.
Siempre existirá una reserva, y quien reserva algo de su
interior, tiene derecho a protegerlo.

El Sembrador procura que sus hijos aprendan a confiar en
sí mismos. Les enseña a valorarse y creer en sus
capacidades. Ayuda a descubrir la riqueza interior a ofrecer para
el mejoramiento de este mundo.

La confianza que los hijos sienten por el Sembrador no
les resta responsabilidad en el cumplimiento de sus tareas. Ellos
nunca olvidan que cuentan con su padre "para las que
sea".

El Sembrador enseña a confiar en Dios. Su
oración permanente es: JESÚS, en ti confío.
Y vamos para adelante.

El Perdón es un abono efectivo en el
cultivo de valores.

Cuando los hijos se sienten perdonados se abre la
posibilidad de mejorar y crecer. El perdón es asimilado
como una oportunidad.

Hay formas muy sutiles para demostrar que los padres no
perdonan a sus hijos cuando se dicen "perdono pero no olvido",
"Perdono pero no te doy otra oportunidad", "Perdono pero cuando
puedo te lo recuerdo".

Al "marcar" a un hijo como malo o bruto, se cierra toda
posibilidad de que nos demuestre lo contrario.

Cuando las hijas quedan embarazadas antes del matrimonio, sus
padres sienten que el mundo se les viene encima, se sienten
traicionados, se preguntan qué hicieron mal, piensan que
todo lo que enseñaron no sirvió para nada. La
reacción inmediata casi siempre es expulsarla de la
casa.

El Sembrador perdona. Ofrece todas las oportunidades
para que sus hijos cambien.

Un padre que perdona el error de un hijo sabe que en
parte él también es responsable. El perdón
del padre es una oportunidad que se da a sí mismo para
rectificar sus errores.

Con el perdón crecen los padres y también
los hijos.

El Sembrador enseña a perdonar. El perdón
se convierte en una práctica de higiene de la mente y el
corazón. Quien no perdona guarda en su interior
resentimientos que lo atormentan y le impiden ser una persona
capaz para vivir en comunidad.

Una persona resentida es un peligro para la familia y la
sociedad.

CONTROL DE LAS
MALEZAS

El control de las malezas es un tema
importante en la tarea de cultivar.

Quien no se prepara adecuadamente para atacar
oportunamente a plagas y malezas, más adelante se
lamentará.

Los agricultores hablan de malezas, plagas y hongos. Para
nuestro estudio los agrupamos bajo el nombre de
malezas.

El Sembrador entiende que en asunto de malezas es
inevitable que aparezcan. Sin embargo está muy atento a
detectarlas en forma oportuna. El Sembrador cuenta con los
recursos
necesarios para hacerles frente.

La primera actitud para hacer frente a las malezas es
dedicar mucho tiempo a observar el cultivo. El Sembrador
está muy atento en descubrir cualquier signo de
anomalía. Incluso toma precauciones antes de que se
presenten.

Cuando las malezas aparecen, el Sembrador siente
tristeza; sus esperanzas de obtener una buena cosecha se ven
amenazadas. Muchas veces pregunta a Dios el por qué de
estos males.

El Sembrador cuando advierte la presencia de maleza, la
primera reacción es el asombro acompañado de la
pregunta ¿Qué descuidé? El Sembrador es
honrado, sabe que en asuntos de malezas tiene una gran
responsabilidad.

Al descubrir una maleza, el Sembrador consulta al
agrónomo especialista. Coloca en manos de expertos el
problema de su cultivo. No se puede equivocar en el tratamiento.
Están en juego sus esperanzas.

El Sembrador entiende que en asunto de malezas todo
depende de la capacidad para detectarlas a tiempo. Esto
sólo depende de él. Por eso desarrolla una
vigilancia permanente y amorosa sobre su cultivo.

En cuestión de cultivo de valores, la
espiritualidad del Sembrador le ayuda a prever la presencia de
malezas que destruyen lo cultivado. El Sembrador sabe que la
estrategia es vigilar atentamente. No puede descuidar lo que ha
sembrado.

Las principales malezas que atacan el cultivo de
valores en el corazón de los hijos son:

  • Malas compañías
  • Irresponsabilidad.
  • Mal Genio.
  • Egoísmo.
  • Vagancia.
  • Mentira.
  • Indisciplina.

Las malas compañías casi siempre
son, para la mayoría de padres, la causa fundamental del
fracaso de sus hijos. Aprenden las "mañas" de las malas
compañías. Son los otros quienes contaminan a sus
hijos. Nunca un padre de familia se pregunta si su hijo es una
"mala compañía para los demás".

Una mala compañía puede influenciar la
conducta de tus hijos, sin embargo, cuando tienen principios
sólidos, nadie logra persuadirlos para realizar cosas
malas.

Cuando la personalidad de los hijos no tiene buenos
principios y sanas experiencias familiares, son vulnerables a las
propuestas indecentes.

El Sembrador conoce los amigos de sus hijos.

Nunca niegues la entrada a un amigo de tu hija, es la
posibilidad de saber con qué tipo de persona se
está relacionando.

Cuando opines sobre el tipo de persona que es un amigo/a
de tu hijo/a, hazlo con fundamentos. El lazo de amistad entre
ellos es fuerte.

Muchos padres se sienten desplazados por los amigos de
sus hijos. Como que sus hijos los dejaron de querer. Llegan a
pensar que ellos se dejan mover más por una persona
extraña que por la propia familia.

Un hijo con carácter débil
fácilmente se deja manipular de las malas amistades. No lo
juzgues, procura más bien ganártelo con ternura,
buen ejemplo y más tiempo para él.

El Sembrador no olvida el refrán "Dime con
quién andas y te diré quien eres". Tampoco el de
"Quien con lobos se junta a aullar aprende"

La irresponsabilidad es otra maleza que ataca
fuertemente el cultivo de valores en el corazón de los
hijos. Esta maleza crece muy temprano en sus
comportamientos.

El Sembrador sabe que a pequeñas edades se puede
confiar pequeñas responsabilidades.

Enseña a sus hijos a cumplir los deberes
adquiridos y no dejar para mañana la tarea del día.
La vigilancia amorosa sobre sus acciones les ayuda a fortalecer
la responsabilidad.

El Sembrador nunca subestima la capacidad de sus hijos
para desarrollar una tarea.

Cuando se pasa por alto actitudes de desidia, pereza,
flojera, vagancia, dejadez, negligencia o apatía,
permitimos que la maleza de la irresponsabilidad crezca en el
corazón. En este caso se debe actuar inmediatamente, de lo
contrario el cultivo de valores corre el riesgo de perderse. El
Sembrador consulta al especialista.

La maleza de la irresponsabilidad empieza atacando las
acciones cotidianas, las pequeñas tareas que cumplir. Su
acción destructiva consiste en debilitar la conciencia y
la voluntad. Cuando esta maleza invade totalmente el cultivo, el
ser humano deja de ser persona y rápidamente entra en un
proceso de deshumanización. ¿Conoces alguien que se
dejó invadir de esta maleza? Esa es la imagen que te
quiero proyectar.

El Sembrador vigila para no dejarse invadir el cultivo
de esta maleza. Su disciplina consiste en cumplir con el programa de cada
día. El no adquiere compromisos que no puede
realizar.

El mal genio es otra maleza que destruye el
cultivo. Su capacidad de destrucción es de amplio alcance.
En cuestión de segundos arrasa con toda la semilla que ha
germinado y transforma totalmente el campo sembrado.

Esta maleza ataca el núcleo del cultivo y se
propaga rápidamente contaminando todo. El daño
que ocasiona es irreparable.

El mal genio es cuestión de reacción, de
mal manejo de las situaciones adversas, de incapacidad para
aceptar formas de pensar o actuar diferentes, de intolerancia, de
falta de equilibrio
interior.

Muchas personas adoptan el mal genio como mecanismo de
defensa y reacción frente a "posibles
amenazas".

Una persona de mal genio siempre está a la
defensiva.

Muchas veces adoptan el mal genio como respuesta
aprendida ante la incapacidad de defenderse con argumentos
legítimos. Para la persona de mal genio no existe
explicación válida. Pretende tener toda la
razón, y la impone con su mal genio.

Muchos hijos adoptan el mal genio como mecanismo para
ser escuchados o alcanzar de sus padres lo que
quieren.

El Sembrador sabe que esta maleza envenena la planta
hasta marchitarla.

La planta contaminada con esta maleza rechaza los
nutrientes que le dan vida, su destino es el envejecimiento
prematuro y la producción de frutos podridos.

El Sembrador no permite que esta maleza llegue a su
cultivo. El sabe manejar las reacciones internas.

Un padre con mal genio destruye las semillas que
almacena en el granero de su casa.

Cuando un padre no controla a tiempo la "rabieta" de su
hijo, más adelante pagará las
consecuencias.

El mal genio se erradica con autocontrol.

El Egoísmo es una maleza que hace su
arribo en edades muy tempranas. Sólo la educación puede
destruir actitudes egoístas y provocar gestos de
cooperación y solidaridad.

El egoísmo es un estadio primitivo en la evolución del carácter social de la
humanidad.

El egoísmo cierra toda posibilidad de apertura
hacia los demás para entregar algo de
sí.

El egoísmo cierra las manos, la mente y el
corazón a cualquier ayuda que podríamos
dar.

Cerrar las manos es sinónimo de retener los
bienes materiales.

Las personas egoístas alegan que sus bienes
fueron adquiridos con mucho esfuerzo y que son ellos los
únicos protagonistas en la obtención de la riqueza.
Nunca consideran que la vida es un regalo de Dios.

Quien cierra las manos reteniendo sus bienes materiales,
hace que estos se agoten.

Quien comparte los bienes, permite que circulen y
regresen a él nuevamente.

Conozco a personas que han prosperado abundantemente y
que tienen una buena experiencia de Dios, de generosidad y
gratitud.

Cerrar la mente es sinónimo de rechazar la forma
de pensar de los demás. Su razón es la única
válida.

Oponerse a opiniones o ideas de los demás es
signo de egoísmo.

La estrechez mental frena todo proceso de crecimiento de
los individuos y grupos humanos.

La estrechez mental, producto del egoísmo, cuando
tiene el poder, no permite que éste sea compartido con
nadie. El poder se convierte en la riqueza que vigila
obsesivamente.

Cerrar el corazón es sinónimo de no sentir
el dolor ajeno como propio. Es la antítesis de la
solidaridad. No hay espacio para la compasión.

El Sembrador dedica mucho tiempo para que su cultivo no
se contamine con la plaga del egoísmo.

La vagancia, entendida como mal manejo del tiempo
libre, es otra de las malezas que el Sembrador vigila con
especial cuidado.

La ausencia de metas y objetivos produce desidia,
abandono, dejadez, pereza, desgana, indiferencia, apatía y
holgazanería.

Cuando estos males nos invaden, la semilla de los
valores personales tiende a pudrirse.

Cuando el tiempo libre no se utiliza para crecimiento
personal queda una puerta abierta a todos los males que complican
seriamente el florecimiento de buenos hábitos.

Se dice que la pereza es la madre de todos los vicios
porque permite que la mente y el corazón divaguen sin
rumbo.

El Sembrador no puede dar espacio a ningún
sentimiento de ociosidad que vulnere su voluntad y lo saque del
proyecto personal.

Cada segundo del tiempo libre es reutilizado para
desarrollar capacidades que muy pronto se convierten en
oportunidades.

El Sembrador no es esclavo de la acción. Cada
tarea forma parte de un proceso. Cuando acepta cumplir un reto es
porque está dentro de su propósito.

Cuando no hay control del tiempo libre, cualquier
seducción te saca del camino que has
emprendido.

La holgazanería debilita hasta los mejores
valores cultivados. La voluntad es la primera área
vulnerada, después sigue la libertad y, por último,
la conciencia. De aquí en adelante la persona queda en
manos de la pereza, la madre de todos los vicios. Esto ocurre por
el mal manejo del tiempo libre.

El Sembrador no deja invadir su cultivo por esta
maleza.

Vago es sinónimo de: sin dirección, a la
deriva, sin rumbo ni control.

La Mentira es otra de las malezas que destruyen
el cultivo de valores.

Siempre he considerado que la mentira en sí no es
el problema, sino la irresponsabilidad que se oculta bajo su
velo.

La mentira es una habilidad para quedar bien cuando algo
está mal.

La mentira encubre olvidos, fallas, inoperancias,
carencias, verdades.

Cuando se opta por la mentira se busca evadir una
sanción social. Casi nunca aceptamos que hemos
fallado.

El uso sistemático de la mentira configura una
personalidad confusa. A estas personas se las conoce como falsas
o dobles.

Quien concede un mínimo espacio a la mentira,
ella entra y destruye los mejores valores cultivados.

La persona que pierde credibilidad en sus semejantes
debe rehacer su proyecto de vida.

El Sembrador no promete lo que no puede cumplir. Tiene
suficiente virtud para decir "no puedo".

El Sembrador acepta sus errores, nunca se apoya en la
mentira.

El Sembrador ama con sinceridad, sus comportamientos no
están contaminados de hipocresía.

El Sembrador es autentico.

El Sembrador ofrece a sus hijos toda la confianza del
mundo, de tal forma que ellos no necesiten mentir. Él
comprende cuando ellos se equivocan

Cuando una mentira se apodera de la mente y el
corazón, la conciencia la convierte en verdad. (Terrible.
Las mentiras destruyen la conciencia y ésta pierde su
capacidad de orientación).

La Indisciplina es consecuencia de todos los males
arriba señalados. Se manifiesta como falta de respeto. El
90% de los estudiantes de Aguazul consideran que el respeto es el
valor que más se ha perdido en el colegio.

La indisciplina se manifiesta como falta de respeto a
sí mismo y a las demás personas.

Cuando no hay respeto por nosotros mismos, somos
indisciplinados con la mente, los sentimientos, el
espíritu y la corporalidad.

Indisciplina es sinónimo de ausencia de
hábitos que expresen respeto, equilibrio y crecimiento
armónico.

La indisciplina con la mente, sentimientos,
espíritu y corporalidad se manifiesta en hábitos de
apatía o permisividad personal.

Los hábitos de apatía personal evidencian
desinterés por cultivar agilidad mental, capacidad para
cultivar una sólida personalidad, dominio de sí,
riqueza espiritual, autoestima y cuidado corporal.

Los hábitos de permisividad personal demuestran
sometimiento, incapacidad, fatalismo, desenfreno, libertinaje,
confusión espiritual, depresión,
ansiedad, resentimiento, venganza y culto exagerado a lo
corporal.

El Sembrador entiende que la indisciplina, en primera
instancia, significa falta de respeto por nosotros
mismos.

La indisciplina, como falta de respeto a las
demás personas, es consecuencia de lo anterior. Quien no
se ama a sí mismo, no puede amar a los demás. Las
expresiones de indisciplina social se asimilan con lo descrito en
la falta de respeto y las demás malezas que atacan al
cultivo.

El Sembrador presta especial atención en
descubrir los signos de indisciplina en sus hijos. Su vigilancia
amorosa le permite detectar a tiempo cualquier problema en su
cultivo, es la clave del éxito para lograr una buena
cosecha.

TIEMPO DE LA FLORACIÓN Y LA
COSECHA

Cuando llega la floración, el
Sembrador alimenta la esperanza de que sus sueños pronto
se realicen. La floración es tiempo de alegría y
regocijo, es tiempo de celebración.

El Sembrador agradece a Dios por este hermoso
momento.

La floración trae la esperanza de que el fruto se
acerca. Los hijos producen buenos resultados: buena conducta,
éxito, vida intachable, cariño por sus padres y
correcta orientación de sus vidas.

Los sueños del Sembrador son realidad.

La felicidad es la respuesta al proceso
realizado.

La tarea ha terminado. Puedes disfrutar la
cosecha.

Felicito tu trabajo. Pero recuerda que es un detalle
gratuito de Dios.

… y dio fruto, ciento, sesenta y
treinta.

 

 

 

Autor:

Jesús Arturo Figueroa
Quiroga

Partes: 1, 2
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