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John Hawkins: corsocontrabandista, pirata y negrero en la Borburata del siglo XVI (página 2)




Enviado por Geniber Cabrera P.



Partes: 1, 2

De acuerdo con Lourdes de Ita Rubio (2001) John Hawkins
supo que en Las Antillas donde se desarrollaban las plantaciones
tropicales se hacía necesario la aplicación de mano de
obra fuerte porque la aborigen que no era tal, se encontraba
enormemente diezmada por la muerte masiva de nativos durante las
primeras décadas de colonización española. Por
estas razones los ricos colonos españoles del Nuevo Mundo
estaban dispuestos, desobedeciendo las políticas reales, a
comprar esclavos a cualquier tratante a pesar de que con sus
prácticas infligían las leyes de la Corona
española y evadían el impuesto destinado a su majestad
católica.

El comercio ilegal de esclavos en las Indias
Occidentales
atrajo la atención de John Hawkins que
veía en ello una oportunidad de lucro. Y es de esta manera
que el ya intrépido marinero demostrará sus grandes
dotes para innovar en el comercio inglés y propulsar una
renovación naval en su país.

A mediados del siglo XVI en su afán por marcar las
pautas comerciales y navieras de Inglaterra, sabía que se le
hacía necesario un obligado acercamiento gubernamental para
asegurarse un respaldo que no iba a encontrar en su natal ciudad,
a pesar de que su padre y su hermano mayor habían ostentado
cargos burocráticos en la referida ciudad. De manera que lo
primero que habría de hacer sería mudarse a Londres
donde se concentraban los poderes monárquicos y los que
subyacen de estos.

En buena oportunidad conoció a Catherine Jonson
quien era la hija de un influyente tesorero de la Marina y
miembro de un poderoso sindicato, llamado Benjamín Jonson,
quien se convertiría en su suegro. De ambos nacería el
único hijo que se conocería de John, Richard quien
más tarde aparecería como acompañante del temible
hugonote Francis Drake en las incursiones a Cartagena, Santo
Domingo, Santiago, el fuerte de San Agustín en la Florida y
en otro tanto de ciudades costeras del Nuevo Mundo.

Obteniendo el apoyo económico y político de su
suegro, emprendería su primer viaje a las Indias
Occidentales
en el año de 1562, tres años más
tarde en 1565 realizará su segundo viaje, tan
fructífero como el primero, pero que le serviría para
hacer gala de su astucia como traficante de esclavos, recurriendo
en su innovador sistema de venta, a la artimaña como recurso
para la colocación de estos en las distintas colonias
novohispanas. La primera ciudad en la que aplicaría su
método negociador sería en la Borburata en la
cual vendió más de una centena y media de negros
esclavos arguyendo que venía con licencia de navegación
expedida por la reina Isabel.

Siguiendo a Manuel Lucena Salmoral (1994) se tiene que
Hawkins había zarpado desde el puerto inglés de
Plymouth el 18 de octubre de 1564 dirigiéndose a Tenerife y
posteriormente a Guinea en donde rescató unos 400 esclavos y
lastrados ya en las bodegas de sus naves pasó a la Margarita
en donde vendió cierta cantidad de negros continuando luego
a la Borburata en donde estableció el peculiar procedimiento
«negociador» que repetiría después como
modelo. Al llegar a esta ciudad portuaria de la primitiva
Provincia de Venezuela, dirigió una carta al gobernador de
la misma, el licenciado Alonso Bernáldez, informándole
que había sido arrojado por huracanados vientos contrarios a
estas costas con la suerte de haberse hallado con un apropiado
puerto y que por lo tanto debía reparar y aderezar sus
navíos para continuar su viaje. Naturalmente adujo que para
la acometida prescindía vender sus negros esclavos y
mercaderías, lo único que tenía de valor,
solicitando oportuno permiso y comprometiéndose a sufragar
los impuestos pertinentes. Pero, como advertencia, si no se le
concedía dicho permiso se vería obligado a atacar la
plaza y forzar la comercialización, a su modo de ver justa y
que el único culpable sería el propio gobernador, quien
por cierto tenía prohibición expresa de la Corona
española a entenderse con extranjeros a sus reinos. A decir
del propio Lucena Salmoral (1994) "… Ni más ni menos
que el principio de la guerra justa que los españoles
aplicaban con los indios cuando les leían el
Requerimiento…" (p. 73)

El tercer viaje de Hawkins a las Indias
Occidentales
entre 1567 y 1569, se convirtió en la peor
experiencia que como marinero y tratante de esclavos hubo de
afrontar, porque mientras pasaban con el Jesús of Lubeck, el
Minion y otros cuatro navíos más por la costa
occidental de Cuba se vieron arropados por la mar picada en una
tormenta de casi cuatro días y otra posterior de unos tres
días. Sorteando un puerto para recalar, llegaron en la Nueva
España (México) a la ciudad portuaria de San Juan de
Ulua, una notoria plaza comercial de gran asentamiento
español en la cual recibirían de manera sorpresiva una
arremetida que los españoles colonos le propinarían a
él y a sus tripulantes que terminaría por hundir hasta
las pértigas la mayoría de las naves que conformaban su
flota; los únicos buques que se salvarían serían
el Minion y el Judith, este último comandado por Francis
Drake, el acérrimo anticatólico.

El desastre recibido en San Juan de Ulua se
convertiría en la vida de John Hawkins como marinero y
comerciante ilegal, en la mayor de sus amargas experiencias.
Acostumbrado, como lo estuvo siempre, en conseguir por las buenas
o por las malas sus negocios, se le haría insoportable
aceptar tan irónica derrota, porque el singular hecho
histórico marcaría, tanto para Hawkins como para la
navegación y los navegantes ingleses después del
año 1568, una marcada necesidad de renovación y, es por
ello, que él mismo se encargaría de hacer florecer una
nueva Marina Real Isabelina. Veinte años más tarde los
frutos del esfuerzo por modernizar la marina inglesa se
harían sentir en la devastadora batalla de 1588 que
acabaría con las pretensiones de la Felicísima Armada
Española de atacar en sus propias costas a Inglaterra. Con
saldo de unos 63 buques, España quedaba vencida por los
ingleses quienes irónicamente bautizarían a la Armada
Española como La Invencible para revaluar la
acción.

Las acciones de John Hawkins como corsocontrabandista,
pirata, marinero, arquitecto naval y demás oficios en los
que prolíficamente actuó, hacen de su vida y obra un
vasto registro historiográfico que lleva a historiadores y
biógrafos a contradecirse en muchos de los casos, porque los
juicios que les animan en torno a uno de los navegantes de mayor
relevancia en el período isabelino del que haya dado cuenta
la marinería inglesa; pueden quedarse corto en el mejor de
los casos o exageradamente apologético por los interesados
en descifrar a un personaje que amerita de mucha rigurosidad y
equilibrio al momento de estudiarlo sin misticismo.

La vida de John Hawkins se apagó en 1595 a penas a
los 63 años de edad, justo cuando haría una nueva
expedición hacia Las Antillas acompañado de su
inseparable amigo y discípulo Francis Drake. Cerca de Puerto
Rico moriría aquejado por una enfermedad el 22 de noviembre
de aquel año. Previo los honores de rigor su cadáver
sería arrojado en ese mismo mar que circunnavegó tantas
y tantas veces. Su hijo, Richard Hawkins emularía las
acciones comerciales de su padre.

  1. Borburata
    (Siglo XVI)

Puerto natural del mejor en toda la primitiva Provincia
de Venezuela y de la Carrera de Indias. Fundado como
ciudad de españoles hacia 1548 después de grandes
esfuerzos de los conquistadores-exploradores por someter a los
aborígenes que allí habitaban. Juan de Villegas
nombrado teniente de gobernador y capitán general por el
gobernador de Tolosa, bajo órdenes de este, emprendió
la campaña hacia la Borburata conjuntamente con un
ejército de españoles con la firme intención de
tomar posesión del lugar para su católica majestad, el
rey de Castilla.

La jornada no sería nada fácil, de hecho les
tomaría aproximadamente unos siete (7) meses consumados en
dos viajes; el primero de ellos destinado a conocer bien el
puerto y darle su bautismo; el otro viaje, para terminar de
someter a los naturales y asegurarle a los nuevos inquilinos (los
españoles) un lugar de paz y convivencia, incluso
entre los propios aborígenes pacificados.

  • yten si saben Estos testigos q’. en los dhos.
    viages q’. el dho Juan de Villegas hizo al puerto
    deborboroata y laguna de tacarigua tardo mas de siete meses y
    el primer viaje hizo de paz y rreduzio al serviçio de su
    magt. las probinçias de yndios de yboayagoara
    barina q’. estavan deguerra y los dexo de paz debaxo
    del dominio de su magt. y la segunda vez hizo de
    paz los prinçípales patanemo y san diego y
    nagoanagoa y otros sus comarcanos q’. biben junto ala
    dha. laguna detacarigua y puerto deborboroata alos quales
    goardo la paz y ansi quedaron por vasallos de su
    magt. y amigos delos españoles digan lo
    q’. saben. [sic] (AGI, Patronato, 153, N. 7, R. 118;
    27-III-1549)

El puerto de la Borburata se convertiría en un
centro de explotación minera, agropecuaria, de estiba y
caleta para algunos buques mercantes que cubrían el periplo
desde el país peninsular hacia la Provincia de Venezuela y
demás zonas circundantes a esta, como: Cartagena, Nombre de
Dios, Florida entre otras plazas notorias del Nuevo Mundo. "El
puerto de Borburata por su posición geográfica de
región costera permitiría para la Corona española
el control socio-económico de la provincia hacia el Sur, el
Este y el Oeste, mientras por el Norte, todo lo que tiene que ver
con las islas, islotes y cayos del Caribe." (Cabrera, 2004: p.
195)

Villegas recibió los correspondientes autos para la
ejecutoria protocolar del asiento de Borburata el mes de
agosto del año 1549; es decir, dos (2) años
después de los primeros intentos para fundar una nueva
comarca de españoles en aquel puerto.

… y en senal de posesion sepaseo por la playa de
dho. puerto y cogio con su mano agua salada dela mar y la torno
aberter e con una espada corto rramas de arboles q’.
estan çerca del dho. puerto e playa lo qual todo dixo
q’. hazia y hizo enseñal de posesion enboz e en
nombre detodala costa hasta el puerto de maracapana donde
llegavan los limites dela dha gobernación la cual dha
posesion tomo e a prehendio quieta e pacíficamente sin
contradiçion de persona alguna… [sic] (AGI,
Patronato, 153, N. 7, R. 1120; 27-III-1549)

De los primeros testigos y veedores presentes en la
fundación de Borburata, en este documento rubricado por el
licenciado de Tolosa (1549), aparece lo siguiente:

… testigos q’ fueron presentes Atodolo
suso dho. pealvarez veedor de su magt. enla dha
jornada y gonçalo delos rrios y pero xuares y antonio
sarmiento y pero gonçalez y juan de escalante y miguel
muñoz e otros Estantes e avitantes Enesta gobernaçion
yen la parte donde tomola dha. posesion sehinco una cruz alta
de madera En senal dela dha posesion… [sic] (AGI,
Patronato, 153, N. 7, R. 1120; 27-III-1549)

No hubo duda ni por un momento entre los representantes
del rey de Castilla (luego de la España unificada), que la
novedosa ciudad portuaria sería de gran provecho por las
noticias de minas de oro del lugar, de la abundancia de agua
dulce para proveer a los habitantes, al ganado y al riego de las
plantaciones, así como por la capacidad natural del fondo
marino para el atraque de un poco más de ocho (8) buques
mercantes al mismo tiempo sin mayores riesgos.

El aprovechamiento de los recursos naturales generados
por las maravillosas tierras de la Borburata, produjo un
éxodo masivo de los habitantes de otras ciudades importantes
en el primitivo territorio venezolano, quienes anhelaban
también, experimentar el provecho económico y social
del lugar. Muchas comarcas españolas quedarían
desplazadas por el puerto de Borburata; una de ellas sería
la de Coro, primera fundación de los colonizadores por estos
parajes hacia 1527 con Cabildo de 1529. De igual manera
sucedería con El Tocuyo, fundada tierra adentro en 1545 y
así con otros poblados más pequeños que los dos
anteriores, pero con vecinos deseosos de encontrar mejor
vida.

… la Borburata lejana, en relación, a
muchas de esas ciudades de las cuales sus vecinos partieron, no
sería una dificultad que no pudiera superarse para
alcanzar nuevas oportunidades. En el puerto se
incrementaría, progresivamente, el número de sus
habitantes y ello fue posible por las informaciones en torno a
(…) su ubicación… (Cabrera, 2004: p.
203)

La revestida importancia de Borburata hizo que tuviese
su Cabildo hacia 1551 en el mes de abril, día diez (10). El
mismo sería organizado por el propio Juan de Villegas quien
apersonado en el lugar nombró a los miembros con sus
respectivos cargos. El hermano Nectario María (1970) da la
nómina de estos:

Capitán Perálvarez y Virgilio García,
Alcaldes.

Baltasar Fernández, Procurador General.

Miguel de Barrientos, Regidor.

Diego de Montes, ídem.

Gonzalo Martel de Ayala, ídem.

Juan Domínguez Antillano, ídem.

Alonso Carvallo, ídem.

Luis de Narváez, ídem.

Pedro Miranda, ídem.

Juan de Quincoces de Llana, escribano. (p.
35)

La floreciente ciudad ascendía vertiginosamente
tras el tratamiento especial que hubieron de darle los colonos
españoles para garantizarse a sí mismo y al
católico Rey de Castilla las riquezas extraídas del
seno de las tierras portuarias de la Borburata. Eran días
muy buenos para la monarquía española que desde la
última década del siglo XV venía explotando los
recursos de las nuevas tierras. Tanto así, que organizó
su propia flota de mercantes para cubrir el tornaviaje entre los
dos Mundos, despachando las naves desde la ciudad de Sevilla al
sur del país peninsular, en la Casa de la
Contratación
creada en 1503 para tales fines
comerciales. Las toneladas métricas de oro y plata
americanos importadas por España harían una
cuantía de incalculable valor; porque además,
habría de sumárseles las perlas, frutos, plantas
medicinales, animales comestibles entre otro tanto de productos
autóctonos del Nuevo Mundo que irían a lastrar el
erario de la realeza.

El resto de las coronas del ancestral continente
veían desfilar las flotas cargadas de los bienes de codicia
y tenían que ingeniarse cómo poseer ellas también
un pedazo del gran pastel y, para ello, no se les
ocurrió de otras que avalanchar contra las posesiones
hispanas de ultramar a un sinnúmero de proscritos en calidad
de corsarios y piratas para quebrantarle a España en su
propio terreno la pretendida hegemonía exclusivista
colonial. Así que a América llegarían, primero los
franceses, seguidos de los ingleses y holandeses y otro tanto de
hombres libertarios cazadores de fortuna. Pronto las aguas del
Caribe, conjuntamente a sus ínsulas y el resto de Tierra
Firme sentirían trémulos los acertados golpes de la
piratería o corsopiratería que echó sus
raíces en América y se manifestó después de
variados matices. Pero que, actuando de cualesquiera de las
formas: piratas, corsarios, bucaneros, filibusteros o la
conjunción de un oficio con otro y viceversa,
perseguirían siempre el mismo fin; es decir: El
lucro.

Borburata – como se ha referido –
poseía todos los bienes de codicia, además, la
ingenuidad de sus corrientes marinas así como
atraían las flotillas de barcos del comercio legal,
también, en su oportunidad, acarrearían las naves de
los merodeadores piratas hasta dicho puerto. Como en efecto
sucedió para el año 1565 cuando arribó a este el
corsocontrabandista John Hawkins para darle a la ciudad el
bautismo pirático que luego se haría incesante día
tras día, mes tras mes, año tras año. Una ristra
de malhechores del mar haría sus incursiones en la ciudad
portuaria de Nuestra Señora de la Concepción de la
Borburata (como más tarde se le conocería).
Después de la visita del inglés harían acto de
presencia: Juan Buentiempo, Jacques Sore, Piers de Barca, John
Lowell, Nicolás Valier, Francis Drake, William Hawkins,
William y George Winter, entre otro tanto de aventureros de
quienes no quedó ni registro de nombre o nacionalidad, pero
al fin de cuentas buscadores de fortunas fáciles.

Los madrugonazos del piraterismo sorprendieron en el
alba de sus años iniciales a la próspera y creciente
ciudad de Borburata. La paz que allí se respiraba la
suprimieron los asaltos de los numerosísimos corsopiratas
que en el puerto anclaron sus naves para cometer sus
inimaginables fechorías, sus negocios sucios y despiadadas
actuaciones. (Cabrera, 2004: p. 260)

Inscrita Borburata en las rutas marítimas de las
escuadras de los barrenderos del mar, sus días de
gloria se vendrían a menos. Los reiterados despoblamientos
por las amenazas y los asaltos convirtieron a una tumultuosa
ciudad comercial, agropecuaria y minera en poco menos que un
desierto "… fue Borburata escenario de la barbarie
sustentada por los derramamientos de sangre, las quemas y los
despiadados robos…". (Cabrera, 2004: p. 269)

No es que Borburata haya corrido mejor o peor suerte que
otras ciudades visitadas por los piratas. Sino que, la embestida
en su contra fue de tal calaña, que a diferencia de las
demás; desaparecería en el buen sentido de la palabra.
Hoy por hoy, es un lugar anexo como parroquia al Municipio Puerto
Cabello, en el estado Carabobo. Distante algunos kilómetros
de su lugar originario por allá hacia 1548, en donde queda
bajo la resolana la poca historia entre quienes se empeñan
en que no desaparezca del todo y para todos.

  1. John
    Hawkins en la Borburata del siglo XVI

El notable caballero inglés se ha convertido en un
veterano navegante y comerciante de negros y otras
mercaderías; sus buenos negocios en el Nuevo Mundo le han
dado un sitial entre los cortesanos de la Corona de Inglaterra,
ante la cual, se le reconoce como un Sir. Ya, – según
Tabaré Güerere Añez (2001) – "… en
1562 John Hawkins inicia la trata de esclavos africanos dirigidos
a América…" (p. 36). Este será su primer viaje
allende a las costas de su puerto natal y, por ende, el primer
peldaño hacia una prolífica carrera
naval-comercial.

En el año de 1564 Hawkins prepara su segundo viaje
a América. Está más familiarizado con las rutas
marítimas entre ambos continentes, además, tiene la
venía de la reina Isabel quien – siguiendo a
Germán Arciniegas (1975) – ha puesto a la orden dos de
sus barcos, el de mayor capacidad llamado «Jesús de
Lubeck» que haría las veces de nave capitana y el
«Minion» un acorazado menor al anterior. Entre los
tripulantes se enfilan muchos caballeros de Londres y
también algunos franceses, en su mayoría hugonotes.
Hawkins se atuenda como un príncipe, tiene paje y comanda
una flotilla de seis (6) naves que se convertirán en siete
(7) porque pirateando hacia Cabo Blanco apresó una carabela
portuguesa que haría suya bautizándola –
irónicamente – «Gracia de Dios». En Sierra
Leona sorprende más barcos portugueses y negros a centenares
en donde termina el periplo para hacer proas hacia las colonias
novo hispánicas.

A finales del año 1564 arribó Hawkins y sus
tripulantes a las aguas caribeñas de la Dominicana (hoy
Santo Domingo), allí fondeó sus naves en contra de la
voluntad de los oficiales representantes de la Corona
española. Hizo negocios como pudo con los colonos
benevolentes y pasó a la isla de Margarita en la cual
vendió algunos esclavos con las mismas dificultades
anteriores. Unos meses después, en abril del año 1565
ancló en el puerto de la Borburata por primera vez, dado que
repetiría sus acciones posteriormente en un segundo acto
para el año 68.

La ciudad de Nuestra Señora de la Concepción
de la Borburata, sin duda alguna quedaría marcada por el
arribo del noble inglés (a quien por cierto la reina
Isabel I le escogió como cimera de su escudo la figura de un
negro cautivo) y este, a su vez, quedaría estigmatizado por
el referido puerto. En este poblado – ahora de
españoles – Hawkins haría gala de sus dotes de
gran mercader, porque allí institucionalizaría un
novedoso método de ventas hasta el momento
inédito.

Eran días de Felipe II en España quien
despachó Cédulas Reales que prohibían expresamente
tratar en comercio con persona alguna sin la debida
permisología del Rey, y más aún, si estas
pertenecían a otros reinos. Hawkins lo sabía y por ello
se permitió la inventiva de utilizar el engaño como
excusa para lograr las ventas y, por si no le resultara, le
quedaba otro recurso: el bélico, con el que superaba las
débiles fuerzas de contraataque español. Pero el noble
capitán creía más en lo que él mismo llamaba
la Guerra Blanca o Guerra Comercial que
consistía en un Contrabando Honrado en santa paz. De
por sí, no hay en el registro historiográfico del
caballero inglés muchos actos comerciales acompañados
de acciones bélicas, sólo de amenazas secundarias para
reforzar el ardid. Salvo el cañoneo a Santa
Marta.

Uno de los primeros aventureros del mar que haría
aguada en la Borburata sería Hawkins en 1565. Ese mismo
año pero poco tiempo después de la arribada del
inglés, llegaría a la comarca portuaria un francés
llamado Jean Bontemps (Juan Buentiempo) que convertiría a
Borburata en la ciudad predilecta para sus acometidas.
Retornó a ella después de su primera visita cuatro (4)
veces más.

Los officiales de . v . mgtt . dela
provia . de . Vena . besamos los rreales
pies y manos de . v . mgtt . y dezimos que porotras
tenemos . dada Verdadera rrelaçíon a . v .
mgtt . delo subçedido enesta gon .
despues que aella vinieron los cosarios / . juan anchin’s
. yngles . yel françes juan debuen tpo’ que
suprimera venida fue enel año de sesenta y çinço
que se hizo el rrescate con el yngles . yasí el año
de sesenta yseis . tomo avenir alpto .
debura . el juan debuen tpo’ . yalli por queno
sele daria licena . para rrescatar (…) al
mismo pto . de burburuata . yel dho .
françes jů . debuen tpo’ . latomo
yprendío… [sic] (AGI, Santo Domingo, 203, folio
Nş 16; 25-VI-1569)

John Hawkins colocó sus productos en Borburata tras
intentar engañar al gobernador Bernáldez – como
se refirió en el primer aparte de este trabajo – quien
terminaría cediendo ante el petitorio del
anglo-corsocontrabandista más por la amenaza del
cañonear la plaza que por los argumentos de aquel. El noble
capitán vendió a los colonos del puerto hasta los
negros enfermos que cargaba en las bodegas de sus barcos; el
negocio no pudo ser mejor, de hecho sería el de mayor
satisfacción para el inglés en toda su carrera
naval-comerciante por la América.

Entre piezas de negros, varas de paño, platos,
escudillas de peltre, ceras de colores, harina, aceituna, aceite,
resmas de papel, libras de pólvora, plomo, tijeras,
biscochos, medias, camisas, vino, entre otro tanto de
mercancías escaseadas en la mayoría de las colonias de
ultramar, John Hawkins acumuló una fortuna aproximadamente
de unos 12.706 pesos y 28 tomines, pagando escrupulosamente los
derechos por almojarifazgo y la introducción de negros del
7,5 por ciento destinado a las arcas de la Real Hacienda de la
Corona española. A decir de Manuel Lucena Salmoral (1994):
"… El hecho resulta pintoresco, pues los derechos no
legalizaban el contrabando efectuado, pero indudablemente Hawkins
funcionaba con una curiosa moral, que le permitía robar
negros, pero no defraudar el fisco de Felipe II…" (p. 74).
A pesar de sufragarse los tributos correspondiente a la majestad
de España; esta Corona reprobó la actitud asumida por
el licenciado Bernáldez a quien se le destituyó de
inmediato y se le obligó previa condena en su residencia, a
cancelar el valor de todas las mercancías y los negros
esclavos comprados a los ingleses.

El astuto pirata-corsocontrabandista salió de
Borburata con algunos productos que le habían quedado para
venderlos en Curaçao; aplicando el mismo método
estrenado en Borburata, pretendió convencer al gobernador
Lázaro Bejarano a quien le mostró Hawkins, interés
de realizar algunas compras de vituallas, agua y carne para su
tripulación, pero Bejarano se negó a comprarle o
venderle. Así que el Sir caballero ni corto ni perezoso le
mandó a apresar y a llevarlo al buque donde trató de
convencerle enseñándole la Cédula de su Reina, las
ropas y las joyas ofrecidas en cambio por los artículos que
necesitaba y, por último, mostró los cañones y las
municiones al gobernador a quien igual que su colega de Venezuela
no le quedó de otras que acceder ante lo demandado. Y
así prosiguió a Santa Marta en donde se le negó
las ventas y actuó disparando contra la ciudad que
terminó rindiéndose ante la escuadra británica
procediéndose a la compra-venta.

Puede asegurarse que John Hawkins fue uno de los pocos
aventureros que arribó al puerto de Borburata sin causarle
estragos por asalto, robo o quema. Quienes llegaron después
de él no tuvieron compasión alguna con la ciudad que
terminó por sucumbir ante el horror sembrado tras cada
celada.

Esa Borburata que los españoles convirtieron en la
ciudad portuaria de mejor rada en toda las Indias; esa misma que
John Hawkins convirtió en la capital del comercio ilegal
en el Nuevo Mundo
. Es la misma que en sus años mozos
habría de desaparecer de la gran Historia de dos Mundos que
apenas forcejeaban, el uno por imponerse, el otro por
resistir.

  1. Bibliografía:
  1. INÉDITAS:
    1. AGI, Patronato, 153, Nº 7, R. 1120;
      27-III-1549 AGI, Santo Domingo, 203, folio Nº 16;
      25-VI-1569

    2. Documentos:
    3. Bibliográficas:

Cabrera, Geniber (2004). La actitud de la Corona
española y de los pobladores de la Borburata del siglo
XVI, ante las incursiones de piratas y corsarios
. Tesis
de Maestría. Valencia, Venezuela. Universidad de
Carabobo.

2. EDITAS

2.1 Bibliográficas

Abella, Rafael (1999). Los halcones del mar. (La
gran aventura de la piratería)
. (2a Ed.).
Barcelona. Ediciones Martínez Roca.

Arciniegas, Germán (1975). Biografía
del Caribe.
Barcelona, España. Printer, Industria
Gráfica.

De Ita Rubio (2001). Viajeros isabelinos en la
Nueva España.
México. Morevallado
Editores.

Georget, Henry & Eduardo Rivero (1994).
Herejes en el paraíso (Corsarios y navegantes
ingleses en las costas de Venezuela durante la segunda mitad
del siglo XVI)
. Caracas. Editorial Arte.

Güerere Añez, Tabaré (2001).
Agenda histórica de América.
1492-1985
.Caracas, Venezuela. Fundación
Tradiciones Caraqueñas.

Hernández Ubeda, José (1995). Piratas y
corsarios (De la antigüedad a los inicios del mundo
contemporáneo)
. Madrid. Ediciones Temas de Hoy, S.
A.

Izzo, M. (1973). Piratas y corsarios del siglo
XX
. Barcelona – España. Publicaciones
Reunidas, S. A.

Lucena Salmoral, Manuel (1994). Piratas,
bucaneros, filibusteros y corsarios en América. (Perros,
mendigos y otros malditos del mar)
. Caracas. Editorial
Grijalbo.

Nectario María (Hno.) (1970) Orígenes
de Valencia, (Historia documental de los orígenes de
Valencia, capital del Estado Carabobo. Venezuela)
.
Madrid, España. Escuelas Profesionales «Sagrado
Corazón».

Ruméu de Armas, Antonio y Manuel Lucena
Salmoral (1992). Preparación y descripción
secuencial y cronológica de los acontecimientos hasta
1492
. En: Iberoamérica: Una comunidad. Caracas
– Venezuela. Monte Ávila Editores.

Autor:

Geniber José Cabrera Parra

Asociación de Historiadores

Regionales y Locales

Capítulo Carabobo

IUTPC

Datos personales

Geniber
José Cabrera Parra, Licenciado en Educación,
mención Ciencias Sociales, Magíster Scientiarum de
Historia de Venezuela, de la Universidad de Carabobo. Profesor
del Instituto Universitario de Tecnología de Puerto Cabello.
Vice-Presidente de la Asociación de Historiadores Regionales
y Locales, capítulo Carabobo.

Correo:

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