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La máscara democrática (página 2)




Enviado por Orlando Lozada



Partes: 1, 2

 

El nacimiento de la democracia por
cuestiones militares, es quizás la causa directa de que
hasta no hace mucho las mujeres no tuvieran participación política, pues la
política y
el Estado
nacieron con fines eminentemente bélicos, y la guerra ha sido
siempre un campo netamente masculino. Sin embargo, el mundo
industrial parece cambiarlo todo, y los avances
tecnológicos en la guerra dejan obsoleta la idea que
la misma es sólo para y de los hombres, pues una bala mata
igual, sea disparada por una mujer, un
niño o un anciano. Y fueron precisamente las dos guerras
mundiales las que potenciaron el papel de la mujer en la
sociedad, al
hacerse necesaria su mano de obra para el esfuerzo bélico.
Luego el Estado
quedó en deuda con la mujer y ésta obtuvo el
derecho a votar. Los hombres ganaron su derecho a participar
peleando, las mujeres, produciendo.

Posteriormente, el discurso
democrático se ha ido desarrollando a través de los
tiempos, pero ha seguido siendo entendido de forma tradicional
como el "poder" del
pueblo (recordando la célebre frase de Lincoln: "del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo") e igualmente ha sido
definida como la forma ideal de gobierno, ya que
en la misma se ve presentada la voz de todos. Cabría
preguntarse, ¿Qué tan para el pueblo es la
democracia?, pues en la antigüedad el bajo nivel de población permitía un ejercicio
directo de la misma. Pero actualmente, con Estados
"democráticos" con millones de habitantes y miles de
kilómetros cuadrados, se creó la fórmula de
la Democracia Representativa.

Se ve a la democracia representativa como el derecho, y
hasta el "deber"…, o la "libertad", que
tienen los ciudadanos de poder elegir a quien será desde
entonces su ¿opresor?…, creando así una nueva
forma de aristocracia o élite gobernante, en las que unos
pocos tienen la potestad de tomar las decisiones (no siempre las
más acertadas), que definirán el destino de todos.
Entonces observamos a una mayoría eligiendo a la
minoría que los domina o gobierna, sin la posibilidad de
elegir, o no elegir, otras formas de acción.
Sin mencionar hasta qué punto dichas minorías
representarán los intereses de la gran mayoría o
sin saber siquiera si dicha "participación" en lo
político continuará después de cerradas las
urnas de votación. En resumen, la democracia no es un
gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, como dijo
Lincoln, sino más bien una tiranía elegida por el
pueblo para su sometimiento.

La democracia moderna tratará de mostrar una
postura tendiendo al protagonismo y participación ciudadana, creando más
instituciones
y organismos que reproducen sobremanera la burocratización
imperante, la cual reforzará más al Estado que al
pueblo mismo, ya que se da más reconocimiento al Estado
que al pueblo (que puede ser concebido como la suma de los
individuos de la sociedad) hasta el punto de que se pueda
sacrificar al individuo en
pro del Estado mismo. La democracia es una gran supresora del
"Yo", pues lo funde en la masa de los "intereses colectivos" o de
las "razones de Estado", cuando en realidad lo subordina a los
intereses de la élite gobernante, haciéndole creer
al individuo que es libre y dueño de su destino, y que no
existe un gobierno mejor. Así pues, para un
político, sus conciudadanos son sólo votos que
conquistar, y para un General, sólo las tropas a su cargo,
un poco más que peones de ajedrez, seres
sin alma, familia o
sentimientos, gente de la que se puede
prescindir…

Ese mismo opresor electo por ese sistema
democrático-representativo, llevará siempre consigo
a la práctica de la demagogia, en donde el partido
enamorará y manipulará al elector para sus fines
poco éticos, sabiendo que el pueblo es quien decide, pero
sabiendo igualmente su reducida capacidad de elegir al mejor. En
ese acto de demagogia, el opresor electo bajo el disfraz de
procurar el bienestar para las mayorías, sólo
intentará transformar una realidad que dice que no
satisface las necesidades de las masas, dirigiendo su discurso a
la población más cuantiosa (los pobres)
haciéndoles creer que ellos representan un futuro mejor y
todos ellos serán favorecidos. En donde el pueblo mismo,
sin más remedio, las reciben conformemente aún a
sabiendas que dichas promesas y sueños quedarán
allí plasmados hasta el día que cierren las
elecciones.

Es impensable, al menos con este modelo de
falsa democracia, hablar de igualdades, poder para todos,
autonomía y participación, cuando estamos
reproduciendo los mismos patrones de dominación y
distinciones de clases, pero de maneras distintas, así
pues, observamos la imposición de una minoría sobre
una mayoría, ya que estas a través de la
institucionalización del poder, tienen la oportunidad de
ejercerlo directamente en la toma de
decisiones en lo político, económico, social y
cultural. Este ejercicio de dominación disfrazado de
democrático, buscará formar un ciudadano sumiso,
falto de conciencia, que
sólo tendrá voz y voto en las elecciones, y por su
poca participación activa en la vida política, se
convertirá en un sujeto receptor, mínimo y pasivo
del sistema, moldeado según los intereses del mismo,
convirtiéndose en un seguidor del paternalismo, que
originará el surgimiento de un nuevo adulador, conformista
y esclavo del Estado, un Ser que acrecentará la misma
problemática social que lo hizo nacer a
él.

La situación del sistema democrático es un
problema que repercutirá directamente en la vida
político social de todo ciudadano. Tenemos un sistema que
aunque siempre recalca los valores de
libertad, autonomía, participación, etc.,
contradictoriamente no ensalza los valores de
igualdad,
cooperación, colaboración o protagonismo. Se habla
de un poder para todos y observamos una desigualdad y
exclusión reinantes, sólo basta con observar dentro
de las masas, gran sectorización y minorías que al
sistema no le interesa integrar. Observamos como la democracia
representativa ha dejado de lado a la cultura
indígena no reconociéndola como ciudadanos, por
ejemplo en Venezuela
antes de la CRBV los mismos no tenían derecho al voto y su
participación en la vida política del país
era prácticamente nula. Esta marginación cultural
obedece a los clásicos intereses de homogenización
social que todo Estado persigue, sea democrático o no.
Esta exclusión
social no sólo se queda en lo cultural, sino que
penetra profundamente en lo socio-económico; no olvidemos
que la democracia-representativa nació con la
creación del Estado Liberal Burgués, que consagra
al sistema capitalista. En las democracias modernas se habla de
la igualdad legal, que sólo se cumple parcialmente, y ni
siquiera se habla de la igualdad económica, sometiendo a
la mayor parte de la población a la pobreza,
dejándolas a merced de las manipulaciones de la
élite gobernante.

En este orden de ideas, observamos la democracia como un
sistema que puede subordinar o suprimir otras formas sociales o
culturales de vida pública, siendo la democracia un modelo
importado, producido por la civilización occidental e
impuesto al
resto del mundo, un modelo que puede no adaptarse a las
necesidades de cada pueblo. En muchos casos, sociedades no
occidentales poseían mecanismos de participación
social mucho más eficientes y humanos que el complejo
aparato burocrático de la democracia representativa; pero
con la imposición del modo de ser y de vivir occidental,
tales mecanismos fueron eclipsados, abandonados o destruidos. La
democracia representativa occidental moderna, es un sistema
impuesto desde Europa al resto
del mundo, un sistema que busca estandarizarse para servir mejor
a los intereses geopolíticos de los grandes centros de
poder mundial, que lo crearon y lo exportaron. Es decir, el
modelo democrático-representativo es un medio de
dominación global. Cada cultura debe descubrir, y
desarrollar, su propio modelo político que satisfaga sus
necesidades. Quizás en el hecho de haber sido impuesto a
muchas culturas ajenas a la occidental, radica la causa de la
poca funcionalidad de este modelo.

Por tanto, vemos un sistema democrático que apela
a un modelo de dominación y opresión humana ya que
sigue reproduciendo los mismos patrones de autoridad y
jerarquía. Un modelo que gobierna bajo la decisión
de las mayorías, pero que en sí misma no persigue
sus intereses, de igual forma vemos que si estás en
minoría vas a ser gobernado por otros, porque en si la
democracia es el gobierno de la mayoría,
imponiéndose sobre el otro sector catalogado de
minoría.

En fin, si la democracia aboga que el "gobierno es del
pueblo", o si la concebimos como el predominio del pueblo en el
gobierno político de un Estado, no es tan descabellado
exponer que sea el mismo pueblo que en asamblea legisle
colectivamente las reglas que gobiernen su asociación,
estando ellos mismos sujetos a ellas como individuos, ya que
dichas reglas siempre podrán ser abogadas o modificadas.
No se trata que el gobierno sea de las mayorías, sino que
en el mismo se rescate la valoración de las
minorías, rescatando su voz e impulsando su
autonomía, porque el negarle su oportunidad de ejercer su
juicio, e incluso el apelar los casos, es imponerle una
obligación que no ha aceptado libremente.

En conclusión, demandamos que el voto
democrático directo sobre las decisiones políticas
dentro de las asociaciones libres, es el contrapunto
político del acuerdo libre (ya que si se quiere llegar a
la eliminación de la opresión sólo a
través la mera oposición al control
político sería mera ingenuidad). Muchas formas de
dominación pueden ser emprendidas de manera libre y no
coercitiva. A través del asambleísmo ciudadano, por
ejemplo, puede ser definido el contenido de las obligaciones
políticas, y dentro de estas asociaciones la
población debe ejercer juicios críticos y elegir
(gestionar sus actividades). Por tanto la obligación
política no se le debería entregar a una entidad
aparte y por encima del grupo o
sociedad, tal como el Estado o la empresa, sino
a los con-ciudadanos mismos, ya que ésta sería una
de las formas más humanas de poder alimentar y ejercer
libre y conscientemente la "Libertad".

 

 

 

Autor:

Josmar Bastidas

Orlando Lozada

Partes: 1, 2
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