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Los unos tienen pene y los ceros vagina: sexo y género en Internet (página 2)



Partes: 1, 2

 

Pero aún es necesaria una aclaración
mayor. Cuándo un* hace uso de tecnologías que
sirven de soporte para el SMC, como el Chat, el
Messenger o los MUD, normalmente debemos construirn*s a nosotr*s
mism*s, tanto en los aspectos de la
personalidad como en los rasgos físicos; a veces a
través de cuestionarios que llenamos, y otras veces esta
autopoiesis se hace a lo largo de las charlas virtuales,
respondiendo a las preguntas que nos van haciendo nuestr*s
interlocutor*s. Y lo habitual es que el ser virtual resultante
constituya una especie de Frankenstein, en cuanto se toma de
aquí y de allá, sólo que en este caso el
nuevo ser que traemos al mundo virtual no es monstruoso, sino
todo lo contrario, o por lo menos mucho mejor que su supuesto
referente físico. Claro que en algunos casos no se trata
precisamente de convertir en virtudes nuestros defectos, sino de
ensayar en cuanto a constituirnos en alguien radicalmente
diferente de quienes finalmente somos; así son frecuentes
los cambios de edad, raza, nacionalidad,
profesión y hasta de sexo.

Creo que no hay problema en entender lo hasta
aquí explicado, pero ¿cómo es eso que un*
amante virtual puede o no tener un referente en el mundo real?
Muy sencillo, en la actualidad el nivel de desarrollo del
software a
través de la mal llamada inteligencia
artificial, permite engañar a l*s internautas en el
sentido de que ell*s suponen estar comunicándose con otr*s
internautas cuando en realidad están "conversando" con un
programa
informático. Este tipo de artilugios son utilizados con
cierta frecuencia en los servicios de
hotchat.

Los amantes por lo general tienen sexo en la cama, y
para ello no tienen más que echarse en una; pero los
ciberamantes deben construirla con palabras. El nidito de
amor o los
bulines virtuales son sólo palabras, y aquí radica
uno de sus principales inconvenientes. No todas las personas
tienen la capacidad de "generar atmósferas" con un
discurso; y
aún teniéndola, el Chat no es precisamente un
potenciador de la
comunicación humana, sino todo lo contrario:
pérdida de la fuerza
ilocutoria, repositorio de estereotipos y lugares comunes, y
otras deficiencias le son características (Maldonado,
1998: 86-89). Como tabla de salvación se ha popularizado
hace unos años, el Chat de voz y luego las webcams. Eso
sin duda ayuda mucho a llegar al orgasmo, y permite gran cantidad
de variantes, por ejemplo parejas teniendo sexo "delante" de uno
o más tele espectadores, pero también puede traer
inconvenientes como la pérdida de la atracción
física
(antes basada sólo en un relato).

Un asunto que me parece muy importante de destacar es
que en Internet
sí se cumple el dicho: para tod* rot* hay un descocid*. Es
decir, que no importa qué extrañas parezcan
nuestras apetencias sexuales, siempre encontraremos gente con
quien llevarlas a la práctica, por lo menos en un nivel
virtual. "…se forman comunidades virtuales a partir de
afinidades personales e intereses comunes… Las primeras en
comprender estas ventajas fueron aquellas comunidades con
intereses prohibidos o secretos" (Búrdalo, 2000: 45). Otro
hecho de peculiar importancia es que en el Perú es
habitual que más de una persona se siente
frente al computador,
pero ell*s se identifican con un solo nick. Que en Internet uno
suele ser muchos ya se ha dicho, pero que muchos pueden ser uno,
resulta una novedad con interesantes aplicaciones al mundo de la
sexualidad
virtual.

1.2.-
PORNOGRAFÍA VIRTUAL

La pornografía en Internet se diferencia
notablemente de la que existe en otros soportes -no se basa
exclusivamente en la exhibición de genitales-, privilegia
algo que las películas y revistas no pueden hacer: el
voyeurismo. Mediante webcams instaladas hasta en los lugares
más íntimos de las viviendas de ciertas mujeres (no
he encontrado ningún caso masculino) se permite a los
usuarios ingresar a su intimidad, surgiendo una
pornografía que no se basa en el sexo explícito,
sino en lo mórbido de poder ver sin
ser visto, aunque lo que se vea sea a una mujer
desayunando, duchándose, acostándose, entrando al
baño y también –pero aquí no
está lo novedoso- teniendo relaciones
sexuales.

También, la pornografía de Internet se
distingue de la que se difunde en otros medios, porque
la tecnología informática permite "espiar" a sus usuarios
a lo largo de todo el trayecto de su navegación virtual.
Esto implica que la empresa
dueña del sitio Web
pornográfico sabe exactamente cuántas veces
éste ha sido visitado, a qué fotos y videos el
usuario le dedicó más tiempo; y
mediante el código
IP
podrá incluso detectar dónde vive; de manera tal
que quienes administran estas páginas están en
perfectas condiciones de construir un perfil de usuario bastante
preciso para cada uno de sus clientes. "En
ningún lugar como Internet se pueden conocer las
características y los gustos de los potenciales
clientes… Esto permite el diseño
a la carta de los
productos que
se ofrecen…" (Búrdalo, 2000: 41). Relacionado a esto
último está la enorme variedad de
pornografía que se ofrece en la Red, apareciendo una suerte
de "pornografía especializada" para cada una de las
parafilias conocidas y probablemente por conocer. En una
búsqueda, no precisamente acuciosa, he llegado a encontrar
más de 80 categorías diferentes de material
pornográfico.

Eric McLuhan ha definido Internet como un "teatro global,
sin escenarios, ni espectadores en el que sólo hay
actores" (Artículo de E. McLuhan como se cita en Beatriz
Búrdalo, 2000), revelando el papel necesariamente activo
que deben adoptar los internautas. Existe, entonces, una
diferencia marcada entre el consumidor de
revistas o videos pornográficos y el que navega a
través de sitios porno. El usuario va fabricando su propio
producto
pornográfico en la fórmula del prosumidor.
Así la pornografía en Internet alcanza un nivel
cualitativo absolutamente diferente. La estructura
organizativa del material que existe en la Web, el
pornográfico incluido (yo diría: sobre todo el
pornográfico), se basa en un conjunto de links que nos
permiten saltar de un lugar a otro y a voluntad, en un entramado
no jerárquico: el hipertexto. Además, el hipertexto
abierto permite a los usuarios crear nuevos links y las unidades
textuales a las que se llegará cuando se activen los
mismos. Es decir, que el consumidor de pornografía, puede
convertirse en un productor de la misma.

Pero no tenemos que limitarnos a incluir textos, porque
ya sabemos la Red es multimediática, hablaríamos de
hipermedia, entonces. Esto constituye un cambio de los
paradigmas en
los que se basa la pornografía impresa y fílmica,
por lo que en lugar de llamar a la de Internet simplemente
pornografía, tal vez cabría el término de
hiperpornografía, pues Internet no es simplemente un nuevo
soporte, sino que impone un nuevo concepto a todo
lo que se sirva de ella; de hecho ya se habla de
hiperpoesía, o hiperarte en general.

Otra característica adicional y propia de la
pornografía de Internet, es que ésta no sólo
está constituida por las fotos o videos que toman
profesionales a "modelos". Sino
que, cada vez hay más internautas que toman fotos o filman
situaciones relacionadas al sexo y luego las envían, sin
esperar remuneración alguna, a los sitios Web XXX. Y a
esto hay que sumar los spyware, que son programas que se
instalan en nuestros discos duros a
fin de robar información; así, si alguien tiene
su propia colección de fotos con temática sexual,
ésta puede dejar de ser privada. La sociedad
panóptica en su más cruda
expresión.

Beatriz Búrdalo, habla de "los cazadores de
imágenes", que recorren la fototeca
pornográfica infinita "y ocupan largas horas navegando con
los ojos bien abiertos a la pantalla (y)… No quieren, por
ningún motivo ser descubiertos" (Búrdalo, 2000:
56). Este anonimato del que habla, se refiere a la renuencia de
estos cazadores a tecnologías como el Chat. Pero, las
características particulares del consumo de
Internet en el Perú, bien valen una reflexión. Son
alrededor de 4 millones y medio de peruanos con acceso a
Internet, la gran mayoría a través de cabinas
públicas. Mas, muchas de estas cabinas ofrecen como
ventaja competitiva: pequeños cubículos donde los
internautas pueden gozar de privacidad. Como es evidente, los
cazadores de imágenes locales preferirán estos
lugares, así el temor de ser descubiertos del que habla
Búrdalo toma otro cariz en nuestro medio. Tengamos en
cuenta además que en las cabinas se cobra por hora; esto
obliga a los ciberpornófilos locales a imprimirle velocidad a su
frenética búsqueda. Gracias a las conversaciones
que he mantenido con varios de ellos, puedo decir que la
velocidad a la que se ven obligados, trastoca lo que debiera ser
la razón de su búsqueda: la obtención de
placer por medio de la observación de imágenes pornos;
generándose, en cambio, el placer, en la propia
navegación y en el hallazgo de imágenes, aunque no
haya tiempo para contemplarlas, pues hay que empezar, de
inmediato, la búsqueda de más
imágenes.

La capacidad de difusión y multiplicación
del material pornográfico alojado en La Red no tiene
precedentes. Por ejemplo, los cazadores de imágenes,
suelen intercambiar el material conseguido; así 500 mega
bites de pornografía se convierten en mil mega bites, o
muchos más.

Ahora mencionemos que los cazadores de imágenes
han encontrado en el servicio de:
"Se bajan imágenes de cámaras digitales", un nuevo
escenario donde explorar. Resulta que tras la
popularización de las cámaras digitales, las
cabinas públicas de Internet ofrecen el servicio de copiar
las fotos tomadas en un CD. Pero, para
ello es menester primero, bajarlas al disco duro; de
tal manera que cuando los que llevaron la cámara se van
con un CD lleno de sus fotos, una copia de las mismas queda
grabada. La mayoría de las veces se trata de
fotografías de carácter familiar, pero a veces, como con
los recolectores de basura, se
encuentra un "tesoro". Piénsese además, que existen
posibilidades que las fotos poco pudorosas que logremos cazar
sean de gente que conozcamos.

Un dato a tomar en cuenta es que en sociedades tan
machistas como la nuestra, el uso de cabinas públicas para
fines de consumo de pornografía resulta en un grave
inconveniente para las mujeres.

El consumo de pornografía por lo general siempre
se hace bajo el secreto de la intimidad. Con Internet surge un
problema, al menos en los estratos socio-económicos en que
la PC es de uso familiar y por tanto ocupa un espacio
"público" dentro de la casa. Pero las empresas
dedicadas a la distribución de pornografía a
través de Internet no se han quedado con las manos
cruzadas, y hoy ofrecen la posibilidad a sus clientes de gozar de
los videos o fotos que compran, a través de sus
teléfonos celulares mediante la tecnología
SMS.

En otro tema, un dato que es necesario analizar con
detenimiento, es que Internet convierte a hechos que no son en
sí mismos pornográficos, en tales. Nos referimos a
dos cosas, a "la oportunidad que ofrece La Red en… la
manipulación de imagen, los
llamados fakes, desnudos falsos de celebridades" (Búrdalo,
2000: 46). Y el otro caso se refiere a, por ejemplo: dos
enamorados que deciden tener relaciones sexuales, y se filman.
Ese acto sexual, no es en lo absoluto pornográfico; pero
una vez acabado el amor, uno
de ellos decide colgarlo en La Red, en ese momento, ese video de amor se
constituye en pornografía. Este fenómeno no fue
posible sino hasta la aparición de la Internet. Así
esta tecnología se convierte en aliada de las fuerzas que
luchan contra el amor y a favor de su
mercantilización.

La pornografía es legal en casi todas los
países del mundo; pero hay cierta pornografía, como
la infantil o la que proviene del video snuff -violaciones y/o
crímenes reales filmados sin mediar truco
cinematográfico- (Gubern, 2000: 184-186), que está
prohibida a nivel mundial y por tanto su exhibición
pública resulta complicada por quienes la han convertido
en jugoso negocio. Entonces se utilizan medios de
comunicación privados como el correo
electrónico, creándose verdaderas redes mundiales de los
consumidores más sórdidos de pornografía que
usualmente se convierten también en productores de la
misma, es decir en violadores y/o abusadores de niños.
En Internet la pornografía alienta no sólo lo
mórbido, sino también los más execrables
delitos.

Reflexionemos, finalmente, sobre cómo funciona la
dimensión espacio/temporal en Internet. La Sociedad Red va
a inaugurar un nuevo espacio y un nuevo tiempo (Castells, 1998:
512-513). El espacio perderá su connotación
física, las ubicaciones pierden sentido a favor de los
nexos comunicativos posibles de establecer, no importa
dónde esté un* sino con quién pueda
comunicarse o a qué (información), acceder.
¿Y el tiempo? Se trata de uno nuevo que ha perdido su
connotación de lapso, por una de inmediatez, tiempo real
que le dicen. Apliquemos, ahora, lo dicho al mundo de la
pornografía. El pornófilo está ubicado
entonces en un no lugar, o lo que es lo mismo: no importa
dónde esté, puesto que para términos
efectivos no está ubicado en ninguna parte y está
presente en todas partes al mismo tiempo. Lo que queremos decir
es que el pornófilo fluye por distintos sitios Web pornos,
"ubicados" en computadoras
cuya ubicación física carece de significado. Lo que
acabamos de sostener cobra importante relevancia cuando pensamos
en la "pobre" condición espacial del pornófilo
"tradicional", siempre anclado a determinados lugares
específicos.

Lo que sucede con el tiempo es también
revolucionario. Piénsese en una revista
pornográfica, el momento en el que se toman las fotos es
muy distinto del consumo de las mismas por parte del
pornófilo. Cierto es, que gran parte del material que
existe en La Red guarda igual característica que la que
acabamos de señalar; pero es también verdad que en
Internet se ofrece pornografía en tiempo real a
través de las denominadas tecnologías
sincrónicas (sobre todo el Chat multimedia).

La pornografía en Internet, pues, tiene
características que la hacen muy distinta de la
pornografía que se difunde en los soportes
"tradicionales". Baste decir que en Internet, lo porno crece
aún a expensas de quienes ya no quieren saber más
del asunto; la tecnología que usan los sitios XXX impulsa
el crecimiento de la pornografía aún en contra de
la voluntad de sus acólitos y desertores.

2.- GÉNERO
VIRTUAL

Aquí, nos vamos a limitar a explorar algunas
cuestiones que nos parecen sumamente interesantes y sugerentes y
que se desprenden de pensar en términos de género lo
que sucede en el denominado mundo virtual.

En 1987, años antes del lanzamiento comercial de
Internet, Judith Butler se preguntaba: hasta dónde el
género puede ser elegido (Artículo de J. Butler
como se cita en Marta Lamas, 1996); y precisamente, una de las
cosas que con más frecuencia se sostienen de Internet es
que permite la autopoiesis, es decir la autoconstrucción
de uno mismo, y obviamente de su género.

Si el género es, como dicen algun*s, el papel
social que se "desprende" del sexo de la persona, me temo que la
promesa de los internétfilos se cumple sólo en
parte. Veamos por qué. Cuando uno hace uso de diferentes
servicios de
Internet a menudo debe responder a un cuestionario
en base al cual se construye el "perfil de usuario"; y siempre se
incluye la pregunta: sexo (la base material del género).
Entonces resulta que uno termina eligiendo su sexo en el mundo
virtual, algo que es imposible en el mundo real; en la Red se
puede romper el encarcelamiento del cuerpo del que habla Bourdieu
(Artículo de P. Bourdieu como se cita en Marta Lamas,
1996). Y siendo el género algo que "brota" del sexo,
pareciera que uno también elige su género; pero las
cosas no son tan sencillas.

Expliquémoslo con un ejemplo. Una persona de sexo
femenino entra a una sala de Chat con un perfil de varón;
por tanto en las interacciones que mantendrá
asumirá una perspectiva (hasta donde le sea posible)
masculina y jugará los roles que habitualmente cumplen los
hombres, con todos los privilegios y riesgos que
esto implique. Por tanto, la Red no es el escenario donde mujeres
y hombres pueden romper el género en cuanto rol social
asignado según el sexo; sino simplemente un espacio en que
se refuerzan –o por lo menos se mantienen- estos roles;
sólo que no existe la certeza de que los hombres y mujeres
virtuales lo sean también en el mundo 3D. Es decir, un
hombre o una
mujer puede construir en Internet una identidad que
implica un cambio de sexo, pero los roles que juega esta
identidad se corresponden con el nuevo sexo asumido. Así,
no se trata de una revolución, sino simplemente de una farsa.
El sexismo se destruye en la Red, no porque sea un espacio
más igualitario, sino porque permite a las mujeres
construirse cuerpos masculinos. Acaso la pregonada libertad que
nos trae esta tecnología sólo sea una cadena
más sofisticada. Es decir que Internet no constituye una
revolución propiamente dicha del género, sino un
territorio del libre transgenerismo, es decir donde cambiamos de
género, pero no al género.

No obstante, fenómenos como el de Second Life
pueden hacernos tener una perspectiva diferente. Ese producto
informático permite a los seres "3D" convertirse en seres
"2D", y así desarrollar una segunda vida. Cuando un*
solicita este servicio debe escoger un avatar, es decir, un
"cuerpo virtual", y los hay femeninos y masculinos. Y tiene que
aceptarse la posibilidad, (muy alta, por cierto) que se escojan
avatares del sexo opuesto, pero como el mundo creado por Second
Life no es muy distinto del mundo real, entonces la socialización del género
continuará más o menos como siempre; sólo
que esta vez estaría enseñando a ser mujer a quien
es hombre, o viceversa. Pero se nos preguntará: y
dónde está la diferencia con el ejemplo antes
descrito; pues antes sólo se trataba de chatear y
aquí de lo que se trata es de vivir. Y eso es
cualitativamente muy distinto. En este caso Internet pudiera ser
considerada como un hito en la construcción de la identidad
genérica; pues la tendencia pareciera ser a abandonar la
vida en 3D para concentrarse en la recién adquirida en 2D.
Acaso el mundo construido por Second Life sea el lugar ideal para
los cyborgs subversivos de Haraway (Haraway, 1995:
253-263).

Si entendemos el género como el sexo mismo, y
éste no como un hecho natural sino como una
institución naturalizada, nuestra reflexión nos
puede llevar a conclusiones diferentes. Pues esto supone que "no
hay razón para dividir los cuerpos humanos en los sexos
masculino y femenino" (Artículo de M. Wittig como se cita
en Butler, 2001) y entonces surge la posibilidad de una
construcción infinita de sexos. Lamas habla de un
continuun cuyos extremos son lo masculino y femenino, y se supone
que Internet –pese a la lógica
binarista (digital) con la que funciona- puede encarnar (mejor
virtualizar) fácilmente esta tesis, pero
todavía está lejos de hacerlo.

Si no, demos una mirada al sitio Web Alt.com que se
autodefine como una "comunidad de
apoyo de estilo de vida
alternativa". Allí, en la opción que nos permite
identificarnos nos da las siguientes opciones: hombre, mujer,
pareja (hombre mujer), pareja (2 hombres), pareja (2 mujeres),
grupo (hombres
y/o mujeres), transexuales, travestis, transgéneros. Hay
dos primeras cosas sobre las que hay que reflexionar
obligatoriamente. La primera tiene que ver con que no aparecen
por ninguna parte las categorías gay o lesbiana; ya que
estas identidades se definen por el otro a quien buscan para
tener sexo. Así, el gay sería: hombre buscando
hombre; y la lesbiana: mujer buscando mujer. Imagino que quienes
sostienen que las lesbianas no son mujeres como Wittig
(Artículo de M. Wittig como se cita en Butler, 2001) no se
sentirán representadas en este "menú de
identidades".

Es interesante el hecho de establecer la identidad no en
uno mismo sino en la relación con el otro. Porque
además esto implica una serie de cruzamientos como el
obvio: hombre busca mujer; pero también: hombre busca
transexual; o mujer busca pareja (2 mujeres). Lo otro que llama
la atención es que la identidad deja de ser
individual para adoptar una condición de pareja o incluso
grupal. Es cierto que esto surge porque el principal objetivo de
Alt.com es propinar encuentros sexuales; pero bien hubiera podido
establecerse una opción que diga: hombre busca a otro
hombre y una mujer; en lugar de hombre busca pareja; o pareja
busca hombre.

Este asunto nos trae a colación otra pregunta que
se hace Butler ¿cuáles son las categorías
fundantes de la identidad: el sexo, el género, el deseo?
(Artículo de J. Butler como se cita en Marta Lamas, 1996),
porque precisamente Alt.com incluye en sus interrogantes el
asunto del deseo como un dato para construir la identidad del
usuario. Así tenemos las siguientes opciones: 24/7
(intercambio de poder total), juegos de
edad, sexo anal (dando), sexo anal (recibiendo), asfixiafilia
(juego de
respiración), mordiscos, vendas de ojos, y
otras 83 opciones que nos eximen de comentarios.

Mención aparte merece la tendencia a la
feminización de los varones; se ha hablado mucho
últimamente de los denominados metrosexuales, pues parece
que para entrar al mundo virtual, esta condición se
está volviendo un requisito, así tenemos, por
ejemplo, que dentro de los avatares masculinos que ofrece Second
Life, la mayoría tiene rasgos que lindan con lo femenino,
o por lo menos con lo andrógino.

Por último, nos gustaría decir algo de lo
que yo llamo hipersexualidades. En el ciberespacio, como el
demonio bíblico, podemos decir que nuestro nombre es
Legión, pues somos much*s. El digymundo es el terreno
ideal para las personalidades múltiples y por ende para
las sexualidades múltiples. El mundo virtual se nos abre
como un espacio de experimentación sexual más
allá de nuestra opción reconocida, o no. Si la
sexualidad es como los números reales: infinita hacia
ambos lados e infinita entre cualquier par; pues bien, nuestra
propia sexualidad puede ser infinita en el ciberespacio. Es decir
mucho más allá de lo que planteaba Wittig, una
persona: un sexo (Artículo de M. Wittig como se cita en
Butler, 2001). No olvidemos que las relaciones en la Web son
incorpóreas, y por tanto podemos "encarnar" cualquier
sexualidad posible: heterosexual, homosexual, lesbiana, bisexual,
y toda aquella que se nos ocurra. Y aún más, para
cada una de estas sexualidades podemos desarrollar personalidades
diferentes. Pero ni siquiera se trata del poder de Ranma 1/2, ese
personaje animado que cambiaba su sexo a voluntad según se
bañara con agua
fría o caliente, porque de lo que aquí estamos
hablando es de sexualidades síncronas: varias al mismo
tiempo. Un* puede chatear con varias personas
simultáneamente, pero un* puede también ser vari*s
chateando con vari*s que a fin de cuentas pudieran
también ser un* como nosotr*s. De otro lado, las nuevas
tecnologías nos han aportado una nueva forma de
organizar la información, el hipertexto, cuyas
características fundamentales son la pérdida del
orden secuencial, y la libertad por parte del lector no
sólo de decidir el camino discursivo (ya no necesariamente
coherente), sino de alterarlo y hasta de contradecirlo; pasando
de consumidor a productor, como ya lo
señalamos.

Pues bien, quizá cabría la posibilidad
también de hablar de hipersexualidades, en la que l*s
sujet*s no siguen ya un orden lineal y progresivo con respecto a
ella, sino que tienen ante sí una infinidad de caminos
posibles, no necesariamente coherentes (ya dijimos), por los
cuales pueden transcurrir con absoluta libertad. Lo que nos hace
ya no consumidor*s de la sexualidad que "nos fue dada
biológicamente", sino prosumidor*s de las sexualidades que
nos construimos culturalmente.

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Autor:

José Luis Ramos Salinas

Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad
Nacional de San
Agustín de Arequipa, Perú.

Partes: 1, 2
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