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Crónica de un democraticidio en el Perú




Enviado por susygra



    Conocí a Vladimiro Montesinos de casualidad
    cuando era reportera judicial del diario "El Nacional" y
    cubría el enjuiciamiento a la banda de narcotraficantes
    que lideraba Reynaldo Rodríguez López (a) "el
    padrino". En ese entonces, Montesinos, capitán del
    ejército peruano dado de baja deshonrosamente, se
    desempeñaba como abogado del que había sido
    Comandante General de la Policía de Investigaciones,
    General José Jorge Zárate compadre de "el padrino"
    que desde su alto puesto policial había encubierto las
    ilícitas operaciones de
    Rodríguez López. En ese tiempo,
    Montesinos ya era conocido en el foro como defensor de
    narcotraficantes, pues había arrebatado de la
    prisión a Evaristo Porras (a) "El Ministro", importante
    cabecilla de la red que unía el
    Cartel de Cali con el narcotráfico en el Perú. Lo
    conocí por intermedio de un experimentado cronista
    judicial, Carlos "el cabo" Ayala quien hizo las presentaciones
    del caso y por supuesto las bromas para romper el hielo. Le
    pregunté a Montesinos acerca de su defensa de José
    Jorge Zárate y como hábil litigante
    respondió con evasivas sin mirarme de frente a los ojos en
    ningún momento, con su nariz corva levantada y los
    espejuelos cayendo casi al desgaire. Ninguno de los allí
    presentes pensó que en unos años Montesinos se iba
    a convertir en el mafioso más poderoso de la historia peruana del Siglo
    XX.

    Eso fue en 1985. Después, poco se supo de
    él, salvo en el foro judicial donde siguió
    defendiendo a los traficantes de drogas y
    llegó a ser asesor del Fiscal de la
    Nación.doctor Pedro Méndez
    Jurado.

    A finales de la década de los 80, el Perú
    atravesaba una situación sumamente caótica. Los
    analistas confluían en la idea que en las elecciones
    generales de 1990 se definiría el derrotero del
    país para los próximos 15 años. Por un lado,
    el gobierno aprista
    del doctor Alan García Pérez concluía a
    duras penas con su mandato, cabalgando sobre una
    hiperinflación de más de 5 mil por ciento, tan
    sólo comparable con la situación de Alemania y
    Japón
    después de la Segunda Guerra
    Mundial. Agravaba aún más el panorama, la
    pérdida de la institucionalidad en el país, el
    desgobierno en gran parte del territorio nacional y el
    desmoronamiento de la izquierda peruana legal y de todos los
    partidos
    políticos tradicionales. Sobre la sociedad
    pendía la amenaza de los grupos
    violentistas: Partido Comunista del Perú "Sendero
    Luminoso" y el Movimiento
    Revolucionario Túpac Amaru que habían intensificado
    sus acciones
    armadas en todo el territorio nacional, causando pánico y
    zozobra.

    En estas circunstancias, algunas personalidades que
    ingresaban al terreno político, como el doctor Hernando de
    Soto y el escritor Mario Vargas
    Llosa, aglutinaron tras sí a una nueva
    generación, que decepcionada de los partidos tradicionales
    de derecha (Acción Popular, Partido Popular Cristiano,
    Democracia
    Cristiana, etc.) formaron el "Movimiento
    Libertad", que
    se opuso a la aventurera tesis aprista
    de Alan García de estatizar la banca. Luego,
    aliados con el Partido Popular Cristiano y Acción Popular
    conformaron el Frente Democrático (Fredemo) que
    lanzó como candidato presidencial al laureado escritor
    Mario Vargas
    Llosa, quien se lanzó a una campaña honesta y
    didáctica sobre lo que le esperaba al
    país tras el descalabrado gobierno del
    Apra. Para enfrentar la hiperinflación, explicaba Vargas
    Llosa a la nación, había que ser valientes y
    aplicar un "supershock" económico. Desde su tribuna,
    enfrentó a los políticos corruptos contribuyendo a
    liquidar la institucionalidad de los partidos
    políticos. Mario Vargas Llosa fue en esas
    circunstancias un político honesto y claro, como tal vez
    ninguno otro lo ha sido antes o después. En otros
    artículos ya han sido analizadas e investigadas las causas
    de su derrota electoral, sólo quiero agregar, que creo que
    ahora el país se lamenta de no haberlo elegido en ese
    momento para que rigiera sus destinos. ¡Cuantos sinsabores
    nos habríamos ahorrado!

    Al envés de la medalla teníamos al Apra
    que lanzó la candidatura de Luis Alva Castro, la Alianza
    Electoral Izquierda Unida con Henry Pease, la izquierda
    socialista con Alfonso Barrantes y otros grupos
    pequeños más, entre los que estaba Cambio 90 que
    presentaba una fórmula presidencial liderada por el
    exrector de la Universidad
    Nacional Agraria Alberto Fujimori Fujimori y como primer
    vicepresidente al empresario industrial Máximo San
    Román. En esos días la Constitución permitía que la cabeza
    de lista candidateara también al Congreso, por lo que
    Fujimori también era el primero en la lista de candidatos
    al Senado, que al parecer era su máxima aspiración
    política
    en ese momento.

    El pueblo vio y vivió entonces una campaña
    muy tensa, extenuante y polarizada: Todos contra el Fredemo y
    Vargas Llosa. Día a día las encuestas
    subían a un contendor y bajaban a otro. Primero siempre
    estaba el escritor, lo que estaba en juego era el
    segundo puesto, pues según las leyes nacionales
    habría segunda vuelta si el ganador no lograba el 50%
    más uno de los votos válidamente emitidos. Al final
    los votantes se inclinaron por Mario Vargas Llosa que obtuvo 43%
    de los votos y ¡oh sorpresa! un desconocido Alberto
    Fujimori, que con una sencilla campaña electoral
    valiéndose de la
    comunicación más elemental sobrepasó en
    las últimas semanas a Alva Castro, Pease y Barrantes
    (¿Lamentarán Barrantes y Pease, haberle quitado a
    la izquierda peruana su oportunidad de gobernar el país?),
    obteniendo un 39.% de votos que lo ponían camino a Palacio
    de Gobierno.

    Cuentan los personajes que en ese momento rodeaban a
    Fujimori que el segundo lugar los cogió de sorpresa, la
    aspiración del movimiento Cambio 90 en
    ese momento era tener presencia parlamentaria y nada más.
    No obstante, el pueblo peruano (pueblo sufrido y decepcionado
    puesto en el momento de tensión entre la espada
    desenvainada de los grupos violentistas y la pared de los
    partidos políticos tradicionales que sólo
    ofrecían más de lo mismo) había vuelto los
    ojos con esperanza hacia el descendiente de japoneses que se
    presentaba como una alternativa a todo, al Fredemo y su shock
    económico alucinante, a la falta de decisión de los
    grupos de izquierda y a los apetitos de poder de los
    grupos dominantes. Fue precisamente ese momento, en que se
    presentó ante Alberto Fujimori el Capitán (r)
    Vladimiro Montesinos. Según cuenta Francisco Loayza en su
    libro "El lado
    oscuro del poder", fue
    él quien presentó a Montesinos con Fujimori quien
    había sido denunciado públicamente por el Fredemo
    por el delito de
    tráfico de terrenos que subvaluaba las compra-ventas de
    immuebles para pagar menos impuestos.
    Montesinos se presentó con una fórmula salvadora
    que limpió de polvo y paja a Fujimori, dejándole
    expedito para la segunda vuelta electoral en la que contó
    tácitamente con el apoyo del Apra y la izquierda, cuyos
    electores votando contra Vargas Llosa lo encumbraron a la primera
    magistratura del país. Otra versión, no confirmada
    aún por la periodista Cecilia Valenzuela, es que
    Montesinos habría sustraído para Fujimori su
    auténtica partida de bautismo en la que constaría
    su origen no peruano, pues habría nacido antes de que sus
    padres arribaran al puerto del Callao. Tal hecho
    invalidaría su postulación a la primera magistrtura
    del país, que exige como condición principal que
    los candidatos presidenciales ostenten la nacionalidad peruana y
    hayan nacido en territorio nacional.

    Por supuesto, y como todos vaticinaban Fujimori
    resultó electo presidente en la segunda vuelta.
    Inmediatamente, Vladimiro Montesinos supo donde ubicarse,
    pidió la asesoría del Servicio de
    Inteligencia,
    sistema que hasta
    ese entonces era muy sencillo y desarticulado. Cada instituto
    armado contaba con una sección de inteligencia
    que no compartía información con la otra, por lo que los
    esfuerzos se duplicaban y se desperdiciaban. Ese es el
    único "mérito" reconocido a Montesinos, la
    organización de un verdadero sistema nacional
    de inteligencia, pero lo hizo para uso y provecho personal y
    quizá, aunque sólo es una sospecha hasta ahora, en
    beneficio de la presidencia de la república. Desde
    allí desplegó sus campañas sicosociales de
    amedrentamiento y chantaje a la oposición política, hizo
    espionaje telefónico a todo aquel que se involucraba en
    política (fuera opositor o partidario) y tendió sus
    hilos hacia la captura del poder político, militar y
    económico del país.

    Una vez ubicado en Palacio de Gobierno, Alberto
    Fujimori, tuvo que recurrir a los tecnócratas del Fredemo
    y hasta nombró algunos ministros de la Izquierda Unida y
    del Apra que ya no pertenecían a ese partido. Al fin se
    impuso la tesis
    fredemista del "supershock" económico y el Ministro Juan
    Carlos Hurtado Miller, salió una noche de agosto de 1990 a
    dar la peor noticia que se recuerde en los últimos
    tiempos. Nada sería igual al día siguiente. Las
    organizaciones
    políticas ni las sociales tuvieron
    capacidad de respuesta frente a semejante situación. Los
    peruanos se miraban unos a otros sin atinar a situarse en la
    realidad, la pesadilla recién comenzaba. Se sentían
    engañados, pero no decían nada, no podían
    hacer nada, se sentían impotentes e incapaces de
    enfrentarse. Esto fue lo que a Montesinos y sus analistas les dio
    la falsa sensación de que el pueblo peruano era un pueblo
    de derrotados y de carneros que no iban a hacer ni decir nada,
    mientras ellos se apropiaban del país.

    Sin embargo, en el parlamento después de un breve
    periodo de paz, el gobierno de Fujimori tuvo que enfrentarse a un
    Congreso hostil en el que no tenía mayoría. Las
    iniciativas del Ejecutivo eran encarpetadas y/o postergadas.
    Había que cambiar esta situación y una vez
    más Vladimiro Montesinos se presentó como el
    salvador de la situación, había que organizar un
    golpe de
    estado para fortalecer el gobierno de Fujimori. La idea que
    para cualquier demócrata hubiera parecido descabellada y
    negable, fue bien recepcionada por Fujimori dada su fuerte
    personalidad y
    su falta de cultura
    democrática. Aun en los oídos de los peruanos
    resuenan las palabras del mandatario que había resuelto
    "disolver, repito disolver" el Congreso y cesar a los
    parlamentarios en sus funciones el
    día 5 de abril de 1992. La legislación peruana
    tenía caminos legales para llegar a ese mismo resultado
    sin alterar el orden constitucional y sobre todo prescindir de la
    cúpula militar y de su asesor Vladimiro Montesinos. Tal y
    como se apreciaba la situación, podía haber
    esperado la decisión de los congresistas de remover tres
    gabinetes ministeriales, o en el mejor de los casos, concertar
    con los grupos parlamentarios que le otorgaran una
    mayoría, pero optó por el camino de la
    intransigencia, del rompimiento del orden democrático y de
    la alianza con los militares y Vladimiro Montesinos, que desde
    entonces verían reforzada su situación de
    privilegio frente al poder civil. No por nada Montesinos se
    jactaba "el golpe lo he dado yo".

    El pretexto para tamaño delito contra la
    democracia en
    el Perú fue la lucha contra el terrorismo, la
    reforma judicial y la profunda crisis
    económica que agobiaban a la población. No obstante la poca o casi nula
    resistencia de
    los peruanos al golpe de estado, la
    comunidad
    internacional presionó
    al gobierno fujimori-Montesinos y tuvieron que convocar a un
    Congreso Constituyente, en el que por primera vez se probaban los
    mecanismos del fraude electoral.
    La dupla gobernante consiguió una mayoría en la
    constituyente, y un nuevo movimiento gobiernista se había
    formado denominado Nueva Mayoría (rimbombante nombre,
    verdad), que proclamaba nuevos perfiles de líderes exentos
    de ambición política, que se reclamaban
    auténticos defensores y promotores del pueblo, entre ellos
    los más destacados fueron Carlos Torres y Torres Lara,
    Ricardo Marcenaro, Víctor Joy Way, Jaime Yoshiyama y
    Martha Chávez Cossio. Proclamaron postulados que nunca
    cumplieron, como aquel que señalaba la no
    reelección de parlamentarios, la elección congresal
    por distritos electorales, el respeto a la
    decisión popular mediante referendum o plesbicito; el
    tribunal constitucional y otras más que aseguraban la
    verdadera participación popular y la vida
    democrática. Mientras tanto, el aparato de Montesinos y la
    cúpula militar (desde años atrás se
    conocía en algunos medios que
    tenían su "plan verde" para
    quedarse en el poder por lo menos unos 30 años y llevar a
    cabo su "proyecto
    nacional") ya habían colocado sus piezas en otro poder del
    Estado: el
    Poder
    Judicial.

    El Congreso Constituyente creó en forma
    transitoria la Comisión Ejecutiva del Poder Judicial
    con el pretexto de reformarlo y hacerlo más eficiente para
    que el pueblo tenga acceso a una verdadera justicia. En
    las cárceles del país, un 65% de los presos no
    estaban sentenciados y muchos purgaban carcelería por
    encima de las penas que hubieran podido corresponderles por los
    delitos
    cometidos. La verdadera intención era, como se ha
    demostrado en varios casos después, tener un Poder
    Judicial sometido al gobierno fujimori-Montesinos y en mayor
    medida a éste último que desde mucho antes ya
    conocía los vericuetos de la justicia
    peruana. No es de sorprender en este contexto, que uno de los
    actos del golpe del 5 de abril fue sustraer de los archivos de
    Palacio de Justicia expedientes, que hasta ahora no han podido
    ser inventariados ni hallados, pero que se suponen son de
    conocidos cabecillas del narcotráfico. Asimismo crearon la
    Comisión Ejecutiva de la Fiscalía, cargo en el que nombraron a la
    doctora Blanca Nélida Colán, que en más de
    una oportunidad sacó las castañas del fuego a
    Vladimiro Montesinos y al gobierno mismo.

    Entonces la maraña del poder ya estaba tendida y
    podría graficarse de la siguiente manera:Los nombres de
    algunos de ellos podrían variar con los años, pero
    lo que no variaba era la estrecha relación que
    mantenían los que ocupaban estos importantes puestos con
    el "asesor" Vladimiro Montesinos, que había logrado su
    lealtad ya sea por la afinidad de ideas (en muy poquísimos
    casos) o por la vía del chantaje y/o la prebenda. El
    plan del
    copamiento del poder se había realizado y se había
    acabado con las instituciones
    y la democracia en el Perú., pues los poderes del Estado
    ya no eran autónomos ni cumplían con las funciones que la
    Constitución y las leyes nacionales
    e internacionales les habían conferido.Por otro lado, se
    intensificó la lucha contra Sendero Luminoso y el MRTA, y
    se trazó una nueva estrategia en la
    que las organizaciones
    campesinas (rondas) y urbanas populares jugarían un gran
    papel en la
    derrota de los grupos armados. Miles de héroes
    anónimos, evidenciados en la figura de María Elena
    Moyano, lideresa del distrito de Villa El Salvador, lograron lo
    que en trece años no habían logrado ni las Fuerzas
    Armadas ni los gobiernos, hacer involucionar la
    subversión. No obstante, El gobierno y su coro en el
    parlamento le dieron todos los laureles a Vladimiro Montesinos
    como artífice de la nueva estrategia.
    Recién ahora, se ha podido conocer, gracias al General (r)
    Arciniegas que estas políticas
    ya estaban en pleno efecto cuando ocurrió el golpe del 5
    de abril de 1992, y que se debió al esfuerzo colectivo del
    Ejercito, sus generales y soldados que habían enfrentado
    durante más de 10 años a estas agrupaciones
    violentistas.De lo que sí es responsable Vladimiro
    Montesinos es de la creación del "grupo colina",
    fuerza secreta
    del Servicio de
    Inteligencia que en 1992, casi inmediatamente después del
    golpe del 5 de abril, asesinó a quince personas que
    asistían pacíficamente a una pollada en el centro
    de Lima y secuestró y asesinó a un profesor y 9
    alumnos de la Universidad
    Nacional Enrique Guzmán y Valle. ¿Qué otros
    crímenes indecibles habrá cometido este grupo? Eso
    recién se comenzará a conocer. Pero, aunque el
    "grupo colina" fue hallado culpable por los tribunales de
    justicia, el Congreso dio para ellos una ley de
    amnistía (de olvido y perdón, y por qué no
    de gracias por los servicios
    prestados) que los liberó de prisión y los
    excusó por cualquier otro delito que podrían haber
    cometido. Esa era la verdadera estrategia antiterrorista
    planteada por Montesinos.En la nueva carta
    constitucional se había establecido la reelección
    presidencial inmediata, no sin la oposición de un gran
    sector de la población que históricamente estaba
    en desacuerdo con tal pretensión. Nuestro país en
    varias ocasiones ha sido proclive a la búsqueda de un
    mesías salvador que nos salve del subdesarrollo
    y de las crisis
    económicas que siempre nos agobian. Para sólo citar
    las lecciones del siglo XX tenemos a Augusto B. Leguía y
    al General Manuel Odría, que para perpetuarse en el poder
    usaron y abusaron de su poder al frente del Estado. En fin,
    instituída la reelección inmediata del presidente
    de la república, en 1995 Alberto Fujimori se volvió
    a lanzar de candidato y fácilmente ganó la
    elección, pues a pesar del gran arrastre electoral de
    Ricardo Belmont Cassinelli, Alcalde de Lima que se
    presentó a la votación como candidato por el
    movimiento Obras, no significó un gran oponente para la
    dupla Fujimori-Montesinos y todo su aparato de poder. Por su
    lado, las fuerzas políticas tradicionales aún no
    habían podido recuperarse y se convirtieron en una
    débil fuerza de
    oposición. Mientras que la alianza Nueva
    Mayoría-Cambio 90 obtenía el control del
    Congreso. La novedad en estas elecciones fue la aparición
    de Alejandro Toledo y su movimiento Perú Posible y la
    consolidación del movimiento parlamentario denominado
    Frente Independiente Moralizador que lidera Fernando Olivera
    Vega, un connotado representante de los intereses financieros de
    la familia
    Wiese que en los últimos años ha devenido en el
    gran fiscalizador de los mandatarios peruanos.Logrado el objetivo de
    1995, que no estuvo exento de acusaciones de fraude en las
    elecciones generales, de lo que hubo más de un indicio
    como el denunciado cambio de ánforas en Huánuco,
    Fujimori-Montesinos se abocaron a la tarea de la
    consolidación de su poder utilizando la estructura y
    el presupuesto del
    Estado, para lo cual el siguiente objetivo eran
    los medios de
    comunicación social, en especial la
    televisión y la creación de los llamados
    "periódicos chicha", sobre los que pesa la denuncia de
    haber sido financiados directamente por el Servicio de
    Inteligencia, o en otras palabras por el "asesor" Montesinos. No
    les importó la forma ni el medio de lograrlo, tan
    sólo tenían que conseguir el objetivo. A algunos
    empresarios de televisión
    los presionaron con las deudas tributarias, a otros los
    chantajearon con videos, a otros cohecharon y a los demás
    simplemente les arrebataron sus medios, como
    los casos Baruch Ivcher y Delgado Parker.Para perpetuarse en el
    poder ahora tenían un obstáculo que ellos mismos
    habían creado: la Constitución del 93
    señalaba una sola reelección inmediata.
    Diligentemente en 1997, se presentó en el Congreso una
    Ley de
    Interpretación Auténtica por la cual se dejaba
    expedito el camino a Alberto Fujimori para que volviera a
    postular a la primera magistratura del país en el
    año 2000. Habían pasado el rubicón, no
    había paso atrás, hasta entonces habían
    pretendido guardar las formas y dar la imagen de un
    gobierno popular, que había derrotado a los grupos alzados
    en armas y dado
    pasos seguros para
    revertir la crisis económica y cambiar las estructuras
    del país y convertirnos en un polo de desarrollo
    continental; pero pudo más los deseos y las ambiciones de
    unos pocos que la sensatez y la mesura políticas. Y
    aquí empezó el descalabro del régimen
    Fujmori-Montesinos.Inmediatamente comenzó la
    reacción nacional e internacional para frenar las
    ambiciones de la dupla Fujimori-Montesinos. Ante la
    oposición del Tribunal Constitucional para validar la ley
    de Interpretación Auténtica promulgada por el
    Congreso, éste respondió con el cercenamiento de
    esta institución destituyendo a los tres miembros que
    habían votado la invalidación e iniciando una
    persecución política contra ellos desde el congreso
    y los medios de comunicación afines al régimen. La
    población, en especial la juventud
    universitaria, comenzó tímidamente a manifestarse
    en las calles y reclamar por la democracia usurpada por
    fujimori-Montesinos. No obstante, el gobierno siguió con
    sus planes y ya había un candidato presidencial (negado,
    por supuesto) en la cancha electoral: Alberto Fujimori.El sistema
    electoral tenía ahora tres cuerpos: El Jurado Nacional de
    Elecciones, presidido ahora por el doctor Montes de Oca, el
    Registro
    Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec), cuyo
    jefe era Celedonio Méndez y el Organismo Nacional de
    Procesos
    Electorales (ONPE) jefaturado por José Portillo Campbell,
    cada uno tenía una función
    compartimentada sobre los procesos
    electorales y se le restaba atribuciones y jurisdicción al
    Jurado Nacional de Elecciones, que era antes el único
    organismo encargado de estos asuntos.La campaña de
    desprestigio de los posibles candidatos (Alberto Andrade, Alcalde
    de Lima y Luis Castañeda Lossio, ex presidente del
    Seguro Social)
    comenzó temprano en la prensa "chicha" a
    la que se dio amplia y grosera libertad para
    inventar, calumniar y difundir infundios sin que el Poder
    Judicial les aplicara alguna penalidad, ni siquiera en los casos
    en que eran denunciados por las víctimas de sus
    arbitrarios y bajos ataques. Confundidos con dimes y diretes de
    vedettes y personajes de la farándula local, los
    políticos, a los ojos del público, rebajaron en
    calidad y no
    le hacían la menor sombra al candidato-presidente. "no
    estamos de acuerdo con el chino" "decia la gente
    refiriéndose al Presidente, "pero no hay otro",
    concluían. La prensa adicta al
    gobierno se había encargado de difundir ese mensaje y
    ahora ya se había convertido en una "verdad".Casi a
    último minuto entró en la competencia
    electoral el doctor Alejandro Toledo, economista de renombre en
    el país. Para entonces la estrategia montesinista de
    desprestigiar a los candidatos en las portadas de diarios
    "chichas" y en la
    televisión de señal abierta ya estaba
    desgastada y no dio los mismos resultados anteriores y Toledo se
    convirtió en la alternativa al fujimorismo. Además,
    otro escándalo dentro del fujimorismo vino a continuar
    exacerbando los ánimos de la creciente oposición:
    La Alianza Perú 2000 había sido inscrita
    ilegalmente ante el Jurado Nacional de Elecciones. Hasta ese
    momento el presidente Fujimori y Montesinos habían creado
    tres movimientos políticos: Cambio 90, para participar en
    las elecciones de 1990; Nueva Mayoría (aliada a la
    anterior) para postular al Congreso Constituyente y en los
    comicios generales de 1995; y finalmente, Vamos Vecino, organización liderada por el exaprista
    Absalón Vásquez que había participado, con
    relativo éxito,
    en las elecciones municipales de 1998. Fieles a su estrategia,
    fujimori y Montesinos necesitaban dar la impresión que el
    respaldo al régimen crecía; así que un
    desconocido Daniel Chúan inscribió el movimiento
    Perú 2000 con más de un millón de firmas y
    se adhirió a la alianza gobernante que adoptó este
    nombre. En plena campaña electoral, sin embargo, el diario
    más antiguo e influyente del país "El Comercio"
    denunció públicamente que el millón de
    firmas del movimiento Perú 2000 habían sido
    obtenidas ilegalmente, habían sido falsificadas en una
    "fábrica" montada por conocidos miembros del
    régimen, entre ellos el congresista y Notario
    Público Oscar Medelius y algunos regidores del movimiento
    Vamos Vecino, cuya cabeza principal era el exministro de Agricultura
    del régimen, Absalón Vásquez.Entonces el
    gobierno no tuvo capacidad de respuesta ni de reacción y
    prefirió seguir en su posición. Su análisis era: tenemos controlado el Poder
    Judicial y el Jurado Electoral, ergo, aquí no ha pasado
    nada. Y así fue, la denuncia en la Fiscalía contra
    los miembros gobiernistas quedó encarpetada y fueron
    acusados (¿) los denunciantes.Ahora a Fujimori-Montesinos
    no les quedó más remedio que recurrir a lo que ya
    estaba planteado como un plan de contingencia: el fraude
    electoral. Fraude que se llevaría a cabo de todas maneras,
    como dijo el congresista Carlos Ferrero, lo que estaba en
    discusión era su magnitud: un millón o dos millones
    de votos. Ferrero había sido un congresista gobiernista de
    Nueva Mayoría muy crítico que había marcado
    distancia con el régimen. En la presente lid electoral iba
    de candidato a la primera vicepresidencia con Alejandro Toledo.
    Desde tiempo
    atrás se estaba preparando el fraude electrónico
    con el alquiler de un satélite. En sus conclusiones, la
    Misión
    Especial de Observadores de la
    Organización de Estados Americanos,
    señaló que el software utilizado por la
    ONPE en el simulacro en el que ellos participaron no fue el mismo
    que se usó el 9 de abril, del cual nunca se obtuvo una
    copia.El domingo 9 de abril, 14 millones de peruanos concurrieron
    a los locales electorales a emitir su voto. A las 5 de la tarde,
    hora en que la legislación electoral peruana permite dar a
    conocer los primeros resultados con el sondeo conocido como "boca
    de urna" el único canal de señal abierta que
    había seguido paso a paso las ocurrencias del día,
    Panamericana televisión, siguiendo las encuestas
    realizadas por la prestigiosa empresa Datum dio
    como virtual ganador de las elecciones a Alejandro Toledo con 46%
    de los votos sobre 39% que obtuvo el candidato presidente,
    Alberto Fujimori. De inmediato, miles de seguidores del "cholo"
    Toledo salieron a las calles a festejar y en las puertas de un
    conocido hotel del centro de la
    ciudad se armó un rápido proscenio en donde Toledo
    dio un discurso
    cauto. Pero los miles que estaban allí reunidos más
    que entusiasmados por la derrota del fujimorismo y todo lo negro
    y oscuro que significaba el régimen no esperaban lo que
    luego sucedió. Cual baldazo de agua helada,
    de pronto, en los noticiarios se escuchaba como poco a poco se
    iban cambiando los dígitos y Toledo de 46% bajó a
    38% y Fujimori de un 39% subía, como la espuma, hasta
    bordear el 50% de los votos válidamente emitidos.
    ¡Horror! Decían, se atrevieron, gritó la
    muchedumbre. ¡Fraude, fraude! Clamaban las masas. ¡A
    Palacio de Gobierno!, gritaban los más enardecidos. Muchos
    analistas aseguran, y entre ellos el mismo Toledo, que si los
    miles de personas que esa noche manifestaron su
    indignación no hubieran estado ahí presentes,
    Fujimori y Montesinos no hubieran tenido ninguna vergüenza
    de declararse vencedores en la primera vuelta el día 9 de
    abril.La manifestación popular de los días
    subsiguientes impidió que la ONPE, liderada por
    José Portillo, siga con su grosera manipulación de
    las cifras y la cuenta para Fujimori se detuvo en 49,8%, es decir
    habría segunda vuelta electoral. Ese mismo día
    también se había elegido a los congresistas del
    periodo 2000 – 2005, sin que el gobierno obtenga
    mayoría parlamentaria (sin embargo, después, por
    medios vedados e inmorales propiciados y efectuados por el mismo
    Vladimiro Montesinos, lograrían conseguirla). Pero dadas
    las circunstancias en que se había desarrollado la primera
    elección sin libertad de
    expresión, con la grosera manipulación y
    tergiversación de los hechos por parte de casi todos los
    canales de señal abierta, con la indiferencia del poder
    judicial frente a flagrantes delitos
    electorales, así como la parcial actuación de la
    ONPE y el Jurado Nacional de Elecciones, como parte de la
    estrategia de Fujimori-Montesinos y la cúpula de la
    Fuerzas Armadas, todas las fuerzas políticas del
    país manifestaron su disconformidad y condicionaron su
    participación en la segunda vuelta a la superación
    de esta situación.El gobierno Fujimori-Montesinos, pese a
    todos los cuestionamientos internos y externos que ponían
    en serias dudas la elección del 9 de abril siguieron
    adelante con sus planes y convocaron a la segunda vuelta
    electoral, en la que el candidato opositor Alejandro Toledo no
    participó, desconociendo de antemano sus resultados.
    Sólo en la cancha, Fujimori supuestamente ganó por
    más del 51 por ciento de los votos válidamente
    emitidos, pero su elección no sería reconocida ni
    en el país ni en el exterior. La democracia en el
    Perú había sido liquidada.

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