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La economía de la educación en el Perú




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    Capítulo I:
    Influencia de la economía en la
    educación

    1.1.-
    Relación
    entre economía y
    educación

    1.2.-
    Características de la
    economía de la educación peruana y otros
    países latinoamericanos

    Capítulo II:

    Situación de la
    economía educativa actual

    2.1.-
    Entidades que apoyan la
    educación

    2.2.-
    Dificultades que
    enfrenta

    Conclusiones
    Recomendaciones
    Anexos

    Introducción

    Para los que se preocupan por los problemas
    educacionales, es significativo que en toda América, espíritus dominados por un
    ideal generoso y grande, están laborando por hacer de la
    escuela un
    estadio de vida serena para el niño, y de la educación una
    función
    humana por medio de la cual el hombre se
    eleva y se perfecciona, denominando progresivamente sus
    instintos. Pero el hecho tiene su explicación en el anhelo
    común americano de forjar una cultura y de
    incorporar nuestro continente con una nueva vida a la obra del
    progreso.

    Capítulo I: influencia de la economía en la
    educación

    1.1)
    Relación entre economía y
    educación

    Una grave distorsión en el desarrollo de
    las naciones en vías de desarrollo ha
    surgido como consecuencia de los estilos de crecimiento aplicados
    en las últimas décadas. El fenómeno del
    crecimiento sin empleo del que
    da cuenta el Informe sobre el
    Desarrollo
    Humano del Programa de las
    Naciones Unidas
    para el Desarrollo (PNUD, 1993. p. 42) es el indicador evidente
    de una progresiva desconexión entre las necesidades
    sociales y la dinámica de los aparatos productivos. La
    cuestión del empleo no
    sólo constituye una forma para los individuos de
    participar en los mercados, como
    afirma el informe del PNUD.
    En América
    Latina el trabajo
    adquiere particular relevancia porque es un mecanismo que hace
    posible participar a las personas en los procesos de
    construcción e integración nacional que constituyen el eje
    articulador de la historia de los
    países de la región. En la participación
    laboral
    está presente el fundamental ejercicio de la
    ciudadanía y la posibilidad de reconocerse como miembro
    del colectivo social.

    1.1.1) Modernización y sistema
    educativo

    Para los antiguos griegos las relaciones entre Estado y
    Sociedad Civil
    eran relaciones de asequibilidad, comunicación y franqueza; los asuntos
    públicos eran ventilados en foros ciudadanos. Si
    surgían discrepancias que desequilibraban la paz era el
    momento de la actuación en la esfera de la
    argumentación pública para asegurar la convivencia
    pacífica entre los ciudadanos. En el proceso de
    configuración del Estado-Nación
    en Latinoamérica se ha suscitado una brecha
    entre ambas esferas. El desarrollo y su soporte institucional fue
    pensado como un tema privativo del Estado y sus actores, pero de
    un Estado incomunicado, autosuficiente, centralista en la
    mayoría de los casos.

    La década de los 90 ha confirmado el asentamiento
    de un escenario de modernización de las sociedades
    latinoamericanas dentro de un contexto mundial en el que la
    tecnología
    avanzada y la producción y reproducción del conocimiento
    constituyen los factores esenciales del desarrollo, entendido en
    su amplio sentido social. Dentro de ese orden de cosas, la
    educación
    es percibida como el quehacer donde se forman las capacidades de
    las naciones para avanzar en el desarrollo
    social.

    La educación simboliza el rubicón que
    permite a los nuevos ciudadanos ubicarse en el universo
    social. A través de ella, «las nuevas generaciones
    pasaron de la dependencia personalizada y secular a la capacidad
    de generar un juicio sobre su situación personal y la
    naturaleza de
    la sociedad»
    (Rama, 1983). El sistema educativo
    ha sido percibido como el principal canal de movilidad y ascenso
    social en los países de la región. Las familias,
    sobre todo las de los estratos de bajos recursos, cifran
    en él las esperanzas de mejores condiciones de vida y de
    integración a la modernización. La
    adquisición del saber, las herramientas
    del conocimiento,
    una carrera profesional, permiten a la familia la
    posibilidad de elaborar una idea optimista sobre el
    futuro.

    La universidad y la
    educación
    superior, en general, son los componentes del sistema
    educativo que han recibido el mayor impacto del desfase
    progresivo entre los requerimientos de la sociedad y el
    patrón de modernización del sistema
    económico. En el transcurso del período desde la
    década de los 50 al presente, la enseñanza superior en América
    Latina se ha masificado en concordancia con un modelo de
    modernización del sistema productivo, de tal forma que el
    sistema de educación universitario presenta una
    expansión de las oportunidades educativas. Durante el
    proceso de
    crecimiento
    económico en América
    Latina, el surgimiento del sector moderno en las distintas ramas
    de la actividad económica trajo aparejado un proceso de
    heterogeneidad social que se manifestó en una
    redefinición de la estructura de
    los estratos sociales (Faletto, 1993, p. 170). Tal dinámica de estratificación alude al
    acceso a bienes
    sociales valorados tales como el ingreso, la educación y
    el prestigio profesional. Las capas medias habrían sido
    las principales beneficiarias del crecimiento producido,
    especialmente gracias a la expansión educativa que
    acompañó a tal proceso.

    La modernización habría estado asociada
    con una diferenciación en las posibilidades y
    oportunidades disponibles para las personas, que a su vez,
    naturalmente, influye en sus aspiraciones sociales.

    Lejos de responder a un programa
    coherente de organización del sistema educativo para
    vincularse orgánicamente con la estructura
    productiva, la relación entre el grado de desarrollo
    económico y la ampliación del sistema educativo
    puede ser más bien contradictoria, esto al examinar sus
    indicadores y
    ofertas formativas. En el caso del Perú, alguna evidencia
    surge de las estadísticas de matrícula en la
    educación superior. Paradójicamente, el indicador
    de matrícula en educación superior de este
    país es más alto que el de otros nueve
    países latinoamericanos de mediano y alto crecimiento, y
    está por encima incluso del promedio para los
    países de la Comunidad
    Económica Europea. Consecuentemente, un número
    mayor de estudiantes inscritos en la educación superior no
    es necesariamente un indicador apropiado del
    desarrollo.

    La razón es una disparidad entre el nivel de
    calificación adquirida y las posiciones disponibles en el
    sistema productivo. Los hallazgos de Filgueira y Geneletti
    también daban cuenta de este desfase. En relación a
    los estratos medios
    inferiores y los profesionales dependientes en América
    Latina encuentran que «presentan un rasgo de extrema
    importancia, que es la incongruencia de su status ocupacional con
    su status educacional, ya que por lo general poseen un alto nivel
    de educación pero a la vez sólo acceden a bajos
    ingresos» (cit. por Faletto, 1993, p. 170).
    Así, el tránsito desde la universidad al
    mercado laboral es visto
    por los jóvenes egresados como una gran competencia por
    un número reducido de posiciones, y en gran parte bajo
    condiciones de empleo y remuneraciones
    pobres. Las estadísticas dan cuenta de un proceso que
    parece común a los países de la región: un
    sobredimensionamiento de las capacidades de los recursos
    humanos o, visto desde otro ángulo, una excesiva
    confianza de las personas en las capacidades del sistema
    económico, claro indicador de que en el estilo de
    desarrollo vigente es cada vez mayor la subutilización de
    los recursos
    humanos disponibles.

    El crecimiento de la oferta de la
    educación superior en la mayor parte de los países
    de América Latina está ligado a un patrón de
    movilidad social favorecido por la modernización
    productiva, que impulsó las demandas sociales hasta
    evidenciarse y permeabilizar las esferas de decisión de
    los Estados que promovieron políticas
    de desarrollo educativo. La evolución de la educación superior
    así generada es significativa, ya que ha seguido los
    patrones deficientes de desarrollo en la región, que
    debido a desajustes estructurales ha presentado un crecimiento
    desmesurado del sector servicios, en
    lo que ha sido llamado el sobredimensionamiento del sector de
    servicios
    (Baño, 1993; Pinto, 1984), y un crecimiento asociado
    espontáneo de ofertas formativas enfocadas en posiciones
    administrativas y de dirección, vistas como un polo emergente en
    expansión permanente.

    El crecimiento de la demanda de
    educación superior viene a ser no un efecto directo de los
    requerimientos de posiciones productivas de la economía,
    sino del hecho que la educación ha sido percibida por
    amplios sectores de la población como el canal más
    accesible de movilidad y ascenso social, cuyas demandas
    extendidas lograron canalizarse a través de las políticas
    estatales educativas que retroalimentaron el proceso de
    hipertrofia. La expansión efectiva de la demanda
    educativa, al no encontrar una eficiente vinculación con
    los requerimientos del sistema productivo que permitiese una
    integración de oferta y demanda
    formativas, trasladaba su contingente hasta el nivel superior
    donde encontraba su limitación última. La respuesta
    de los mercados de
    empleo ha sido la segmentación, modelándose de acuerdo
    a la estratificación que siguió al proceso de
    modernización y ha reproducido los circuitos
    entre posiciones de origen y de ocupación laboral. Como
    señalaba un estudio ya en 1981, la contradicción
    entre el carácter
    masivo de la educación media y superior y la
    segmentación del mercado de empleo
    con una lenta tasa de expansión de las posiciones en la
    cúspide de la pirámide dio como
    resultado:

    «La constitución de un sistema de
    educación segmentario que bajo una similitud
    simbólica establece circuitos
    entre origen social y posición terminal a través de
    formaciones académicas de nivel desigual».
    (UNESCO/CEPAL/PNUD, 1981, p. V-13).

    1.1.2) EL FACTOR HUMANO DEL DESARROLLO

    Mientras que en los países desarrollados las
    sociedades han
    transitado a la era post-industrial, cuyo rasgo característico es que el principal elemento
    del desarrollo radica en el aprendizaje y
    difusión del conocimiento productivo y la tecnología aplicada,
    los países en desarrollo, debido a sus limitaciones en
    acceder a los altos volúmenes de capital y de
    tecnología avanzada necesarios para seguir los modelos
    industrializantes del norte, deben actuar confiando en sus
    recursos humanos
    como el motor de su
    propio desarrollo. Las ventajas naturales de las sociedades
    latinoamericanas residen en la propia especificidad de la riqueza
    que subyace en su reproducción social.

    Cuando se mira el continente latinoamericano en
    conjunto, la riqueza cultural depositada en él, la profusa
    red de relaciones
    sociales y culturales, pero sobre todo cuando se constata el
    potencial del factor humano que se observa en la estructura de la
    población, cabe preguntarse:
    ¿cómo se explica este período de desaliento
    y de retracción de oportunidades para el desarrollo de los
    individuos y de las naciones?.

    La especificidad de los ambientes productivos de los
    países de la región reside en el factor humano. La
    riqueza de los recursos humanos que están contenidos en la
    juventud,
    caracterizada por un ascenso de aspiraciones de movilidad social
    y de sus capacidades culturales, posee condiciones
    intrínsecas para aportar un valor agregado
    al desarrollo a través del aprendizaje
    realimentado en los procesos
    productivos, a saber, capacidades de incorporación de la
    creatividad a
    la producción, factor innato de la
    optimización de los procesos productivos, que en otras
    fases del desarrollo y de la configuración
    demográfica sería imposible de lograr. La llave del
    desarrollo de los países puede estar definida
    básicamente en la canalización apropiada de estas
    capacidades de aprendizaje y en
    la aplicación de conocimientos de su dinámico y
    extenso sector juvenil a la producción.

    La cuestión del trabajo para los jóvenes
    pertenece a una esfera de la vida que trasciende lo
    económico. En ellos el trabajo
    adquiere una trascendencia en tanto que está en estrecha
    relación con un sentido total de la vida. El trabajo para
    los jóvenes es fundamentalmente un proceso de
    interacción social y de formación de actitudes
    sociales, en tanto que sus decisiones sobre su ingreso al mundo
    laboral reflejan sus opciones en relación a la vida en
    sociedad.

    El problema de la marginación de enormes
    contingentes de la juventud al
    trabajo en los países de la región es
    crónico. Las dificultades de acceso al mundo del trabajo
    afectan principalmente a los jóvenes. Muchos de ellos se
    ven obligados a trabajar en el sector no formal para su
    subsistencia (Gelpi, 1991. p. 52). Preocupantemente, los estudios
    sugieren que en los períodos de crisis no
    existe una asociación consistente entre la dinámica
    del aparato productivo y la participación laboral de los
    jóvenes. En el Perú, por ejemplo, los
    períodos de recuperación del índice del PBI
    no se tradujeron en la elevación del índice de
    empleo, ni de actividad juvenil. Probablemente, como resultado
    del impacto de un desaliento crónico y de un escepticismo
    radical de los jóvenes en la pretensión de obtener
    algún trabajo (Alarcón, 1992. p. 37).

    Este fenómeno se explica también por las
    condiciones altamente desventajosas de las nuevas posiciones de
    trabajo disponibles para quienes se incorporan al mercado
    laboral, tanto en términos de ambientes de trabajo como de
    remuneraciones.
    Conviene señalar que incluso políticas que han
    favorecido el consumo y el
    crecimiento del PBI o que han implementado programas de
    empleo temporal no han modificado sustancialmente este
    desequilibrio estructural.

    1.1.3) LA HERENCIA DE LA
    MODERNIZACIÓN FRAGMENTADA

    La década de los '80, la «década
    perdida» para el desarrollo de América Latina,
    significó un período de estancamiento del proceso
    de modernización y crecimiento sostenido a lo largo de
    tres décadas. Aunque la urbanización acelerada de
    los países tuvo como logros indiscutibles la
    expansión del acceso a los servicios públicos como
    la educación y los servicios de salud, es claro y resalta
    como una lección aprendida, que las limitaciones del
    sistema económico que se hicieron visibles en los '80
    fueron inherentes al propio modelo de
    crecimiento que preconizaron las políticas
    económicas en boga en la región: el impulso de una
    industria que
    lograse una creciente sustitución de importaciones,
    mediante la producción de los bienes de
    consumo de las
    poblaciones demandantes de los centros urbanos. Pero,
    precisamente, la falla del modelo radicó en la
    instalación de una unidad productiva de gran escala, de alta
    productividad,
    gran consumidora de insumos tecnológicos provenientes de
    mercados externos, y por sus características de automatización, con una capacidad limitada
    de absorción de recursos humanos. Debe examinarse,
    entonces, la necesidad de encontrar modelos
    tecnológicos que puedan ser aplicados al crecimiento
    industrial, que permitan una articulación efectiva entre
    mercado de trabajo y recursos humanos disponibles.

    La desconexión de las esferas de la
    educación y la producción ha tenido efectos
    sustanciales en la exclusión de sectores importantes de
    jóvenes a las formas modernas de organización social y económica. La
    carencia de una relación funcional entre el sistema
    productivo y el perfil del sistema educativo ha tenido
    consecuencias funestas sobre las capacidades de las nuevas
    generaciones para desenvolverse apropiadamente en el mundo del
    trabajo y acceder a empleos productivos. El sector estructurado
    moderno del sistema productivo tiende a implantar mecanismos de
    selección y enrolamiento que por la
    naturaleza de
    sus criterios explícitos o implícitos son
    discriminadores y refuerzan los circuitos de
    diferenciación social que surgieron a lo largo del proceso
    de modernización.

    La línea divisoria principal que recorre el
    sector productivo y que se extiende hasta la estructura social,
    divide al sector empresarial moderno de gran escala del mundo
    de la pequeña empresa auto
    generada, principal motor de la
    economía popular, en el que desenvuelve sus actividades
    hasta un tercio de la población económicamente
    activa en muchos países de la región. Esta
    línea da cuenta también de una
    diferenciación sustancial de los patrones de
    relación social. Cada sector tiene establecidos circuitos
    diferenciados de formación de mano de obra, con diferentes
    niveles de requisitos técnicos y de status social. Al
    parecer, la educación forma parte del filtro de calidad de la
    oferta de
    trabajo.

    El patrón productivo y de empleo ha generado un
    eslabonamiento que facilita la reproducción de la
    heterogeneidad polarizada que se extiende hasta el sistema
    educativo. Sobre este punto, un estudio de la UNESCO
    señalaba en 1981 que la progresiva segmentación de
    los sistemas
    universitarios en un conjunto diversificado de unidades con
    distintos niveles resultaba en un proceso de
    jerarquización de las carreras, estableciendo circuitos de
    selección categorizadores (UNESCO/CEPAL/PNUD, 1981, VIII.
    46).

    El modelo de crecimiento que ha permitido el acceso a
    los patrones de consumo modernos a determinados sectores
    sociales, ha influido en el modelamiento del sistema educativo de
    tal forma que actúa como un regulador de las tensiones que
    surgen entre las expectativas masivas de movilidad social y de
    integración y la incapacidad del propio aparato productivo
    moderno de incorporar a contingentes amplios de jóvenes
    con aspiraciones de lograr empleos seguros. Se
    observa que los jóvenes pueden alargar el período
    de moratoria de ingreso al trabajo prolongando su estadía
    en la educación. Esta exclusión se agrava en la
    década de los '80 por el período de recesión
    que afectó a los países de la región, y se
    expresa tanto en los indicadores de
    desempleo y
    subempleo como en la deficiente capacitación, producto de la
    relación disfuncional entre escuela y trabajo
    apuntada anteriormente. Así, alrededor de la mitad de los
    desempleados y subempleados a nivel regional son jóvenes
    de 15 a 24 años de edad, y se estima que sólo un
    10% de los jóvenes recibe una capacitación adecuada para el desempeño de actividades en el plano
    laboral (Rodríguez, E., 1988).

    Es la población de más bajos ingresos la que
    acusa un mayor impacto de este cierre social. Los jóvenes
    de los sectores pobres perciben claramente estas limitaciones y
    ya casi al finalizar sus estudios son conscientes de las
    limitaciones de su nivel de capacitación. Weinstein
    (1986), analizando los testimonios de jóvenes chilenos de
    los sectores de pobreza urbana,
    llegaba a concluir que en estos jóvenes se da una actitud
    ambivalente. De una parte, no confían plenamente en que
    los estudios mayores significan un ingreso seguro y
    más calificado a la estructura ocupacional, pero en la
    medida que no cuentan con otros canales se aferran a las
    oportunidades educativas como vía de inserción
    institucional, aunque resulten después defraudados (op.
    cit. p. 86).

    Aunque el desaliento puede aparecer como la primera
    reacción ante la perspectiva frustrante de no acceder a
    los canales de la modernidad o al
    menos a la oportunidad de un empleo para la subsistencia, en un
    segundo momento se formulan dos opciones de largo plazo en los
    jóvenes. La primera estrategia de
    vida es la auto-generación de empleo o el empleo en
    unidades productivas de pequeña y micro-escala, como forma
    provisional de ir acumulando capacidades y eventualmente llegar a
    independizarse en una propia micro-empresa. Esta
    aspiración a la independencia
    está relacionada al deseo de una mejora en el status,
    también por un sentido de la acción individual en
    una visión del futuro. Las aspiraciones aumentan en la
    medida que los jóvenes alcanzan un nivel educativo
    progresivamente alto. La segunda alternativa, la más
    triste y definitiva, es la migración
    de personas con niveles de calificación alta en
    búsqueda de un futuro desconocido, pero probablemente
    diferente a la acechante perspectiva de la
    pobreza.

    Los países latinoamericanos se han caracterizado,
    unos más que otros, por ser exportadores de mano de obra
    calificada e incluso de recursos humanos altamente tecnificados,
    hombres y mujeres, que desilusionados por las condiciones en sus
    países han buscado comprensiblemente su progreso en los
    países industrializados del norte. Uno de los mayores
    retos del desarrollo en los países de América
    Latina es revertir este flujo de escape de valiosos recursos
    humanos, y lograr que cada persona tenga
    asegurado un rol valorado socialmente en el progreso de las
    naciones.

    1.1.4) EL ESCENARIO DE LOS NOVENTA: MODERNIDAD
    PERIFÉRICA

    A lo largo de la región latinoamericana las
    políticas de ajuste estructural bajo el modelo neo-liberal
    han profundizado los niveles de inequidad en los niveles de
    ingreso, calidad del
    empleo y acceso a la educación. Diversos autores han
    demostrado que la naturaleza del conflicto
    entre el crecimiento y la distribución del ingreso depende de las
    características del desarrollo (Sarmiento, 1992). En
    América Latina, los planificadores económicos han
    tratado de emular patrones de desarrollo de los países
    centrales que soslayaron la dimensión cualitativa de la
    vida social y ponían énfasis en el crecimiento
    industrializante. Los actuales patrones de inequidad
    vendrían entonces a replicar a aquellos que se mostraron
    en la historia del
    desarrollo de los países de capitalismo de
    más antiguo asentamiento. El deterioro de las condiciones
    de vida de la población menos integrada al sector moderno
    estaría signado por una crónica disparidad del
    acceso a los bienes y mecanismos de movilidad social. El sector
    de gran escala de la economía requiere mayores niveles de
    ahorro para
    asegurar una reinversión y niveles de excedente y, de otro
    lado, mantener sus costos de
    producción bajos. Al operar a través de
    políticas de flexibilización laboral y de salarios reales
    decrecientes para asegurar la preservación del circuito de
    generación de excedentes, intenta ganar una
    patológica ventaja comparativa en su inserción en
    la economía global realimentando el proceso de cierre
    social.

    El modelo de inserción en una modernidad
    periférica intenta hacer atractivos los ambientes
    económicos nacionales al mercado de
    capitales internacional. En los últimos años,
    con el fin de aumentar la productividad y
    reducir los costos de
    producción de las empresas, se han
    aplicado medidas de reducción de personal y
    flexibilización de los modos de empleo, a través de
    legislaciones permisivas. Paralelamente, la introducción de tecnología avanzada
    se ha efectuado a fin de favorecer la automatización de la producción
    fabril, lo que ocasiona el desplazamiento de mano de obra y, a su
    vez, favorece la adopción
    de esquemas de bajos salarios para
    posiciones de baja tecnificación. Las consecuencias de
    estas prácticas son desastrosas a largo plazo en
    términos de pérdida de habilidades
    productivas.

    En la base de este problema se encuentra una
    concepción del sistema productivo que separa al trabajo
    del producto, que
    considera a la producción como el logro de niveles de
    competitividad
    y renta antes que una responsabilidad para el conjunto de la sociedad. A
    pesar del gran potencial del mercado de trabajo como un elemento
    socializador y de procesamiento de las demandas sociales, las
    tendencias actuales del desarrollo desconectan el mundo de la
    producción del conjunto más amplio del mundo de la
    reproducción social.

    1.1.5) ALTERNATIVAS POSIBLES: INTEGRACIÓN DE LA
    EDUCACIÓN Y EL QUEHACER PRODUCTIVO

    En la región se desarrollaron numerosas
    experiencias locales en la educación formal, que buscaban
    poner en práctica modelos educativos que se articulasen
    democráticamente con la comunidad y
    respondiesen a sus necesidades. El objetivo de
    las organizaciones no
    gubernamentales que implementaban estos programas ha sido
    superar el modelo de gestión
    estatal que, ensimismado en sus directrices generadas
    centralizadamente, han limitado el desarrollo de la iniciativa de
    los funcionarios educativos a nivel local.

    Algunas de estas experiencias han podido ser validadas a
    una escala local gracias a la permeabilidad mostrada por
    funcionarios del sector
    público progresistas y abiertos a nuevos enfoques, que
    vencían las aprensiones derivadas de una
    planificación centralizada que dejaba poco
    margen para las innovaciones. Sin embargo, es evidente que se
    requiere de la voluntad política en la esfera
    de los Estados para transformar estas iniciativas locales y en
    programas de largo aliento. En los últimos años
    muchos de estos programas han buscado incorporar en el quehacer
    pedagógico los ejes del trabajo y el desarrollo
    productivo, principalmente por las propias demandas de la
    población, agobiada por el alargamiento de la crisis
    económica.

    Un proyecto
    innovador ha sido promovido por el Ministerio de Educación
    en Colombia. El
    programa de Empresas
    Creativas Juveniles fue promovido con el fin de alentar la
    participación juvenil organizada en el desarrollo de
    organizaciones
    creativas productivas-comunitarias de auto-gestión
    para la producción, transformación, distribución o venta de bienes,
    o la prestación de servicios con fines educativos,
    económicos y solidarios.

    Es resaltable la concepción acerca del sujeto del
    proceso educativo-productivo como un creador de relaciones
    sociales, que favorece la relación entre los agentes de la
    educación formal y la comunidad. Su propia
    definición declara que: «a diferencia de las
    empresas tradicionales, donde prevalece el concepto de
    'ganancia' sustentado sobre estructuras
    jerárquicas verticales, se pretende con las empresas
    creativas juveniles que las asociaciones juveniles, cuyos
    miembros tienen igualdad de
    deberes y derechos incursionen en el
    mundo laboral (…) en beneficio de su formación integral
    y de su compromiso social, estructurando proyectos
    productivos técnica y económicamente viables, que
    respondan a necesidades de la región y la comunidad»
    (Programa de Promoción Juvenil y Prevención
    Integral, 1991). Es resaltable que esta experiencia
    identificó a la escuela como el espacio propicio para la
    aplicación del objetivo de
    participación dinámica de los jóvenes.
    La empresa,
    dentro de esta nueva concepción de la producción,
    se relaciona con la satisfacción de necesidades,
    constituye entidades con un sentido de participación
    comunitaria y posee un enorme potencial para la formación
    de un nuevo empresario comprometido con el desarrollo social
    de las naciones.

    1.1.6) EDUCACIÓN Y DESARROLLO
    HUMANO: ÍNTIMA VINCULACIÓN

    El riesgo principal
    en el diseño
    de contenidos educativos es la dificultad de aplicar
    códigos y de cumplir objetivos en
    la diversidad de los contextos culturales. Usualmente, ha
    sucedido que lo que salía claro de los ministerios de
    educación tenía que ser retraducido en las
    diferentes regiones, intentando comprender las referencias
    conceptuales y los códigos ajenos a sus entornos. De ese
    modo sucedía que se privilegiaba el diseño
    de un currículo referido a un ambiente de
    aprendizaje en abstracto o que tenía sentido para un
    contexto urbano centralizado y, por ende, no correspondía
    a las notables diferencias sociales, económicas,
    culturales y étnicas de cada región dentro de cada
    país. De allí se originaba una gran distancia entre
    el texto y la
    realidad concreta.

    Una exigencia para la coherencia de los contenidos de la
    educación es que estos respondan a los procesos de
    socialización de los sujetos. Los conceptos
    deben relacionarse con sus posibilidades reales de operar en la
    realidad. El modelo de aprendizaje escolar debe incorporar las
    necesidades básicas del niño en su
    interacción concreta: sus necesidades de comunicarse con
    sus pares y con su familia,
    relacionarse con su entorno social, explorar, crear, fortalecer
    su autoestima. De
    ahí que el diseño de la currícula escolar no
    debería basarse tanto en un perfil del sujeto de
    aprendizaje deseado en abstracto, sino en una investigación de las necesidades de los
    diferentes sujetos que coexisten a lo largo de los diferentes
    ambientes biopsicosociales que existen en los países y en
    las regiones.

    Un diseño descentralizado y diversificado que
    reconozca las experiencias vitales de los educandos en sus
    realidades y que además recoja los aportes de los agentes
    educativos no formales. Este proceso de indagación e
    investigación educativa con enfoque
    sistémico puede tener su punto de partida en el perfil del
    niño o del sujeto de la educación concreto, en
    sus características psicosociales que han ido
    acumulándose dinámicamente como una herencia social
    -en el sentido que Durkheim
    explicaba la síntesis
    individuo-sociedad-, que es a su vez moldeada por el ambiente
    familiar inmediato y por el ambiente ecológico, es decir,
    por una estructura multideterminada sobre la que las habilidades
    cognoscitivas se desarrollan.

    La aspiración de lograr un contenido curricular
    diversificado y heterogéneo, apropiado a la especificidad
    de los entornos sociales, debe buscar una congruencia con un
    enfoque integrador de la educación. La pregunta esencial
    es: ¿cómo cumple la educación un rol en los
    procesos de formación y reforzamiento de las identidades
    nacionales? Una visión holística de la sociedad
    parte del reconocimiento de las características de los
    subsistemas que forman el todo, la nación, no la asume
    como un agregado irreducible. Importa, sobre todo, que el
    componente educativo guarde relación coherente con las
    capacidades humanas sobre las que se desenvuelve el continuum
    histórico de las sociedades, en tanto que el sujeto pueda
    reconocerse formando parte de aquel continuum, de un proceso de
    formación nacional que se ubica en la larga
    duración de la historia.

    El acceso a la educación, la inserción
    prima facie al conjunto social, constituye el primer
    peldaño en la pertenencia simbólica y efectiva a la
    sociedad que el sujeto vive en su cotidianeidad. Por ello, la
    educación tiene que permitir a las personas construir y
    apropiarse de herramientas
    para operar en su práctica cotidiana.

    Un fin principal de la educación es fomentar en
    los educandos el reconocimiento de los hitos
    histórico-sociales que permitan la identificación
    de los diferentes conjuntos que
    están vinculados por lazos de significancia
    recíproca. Mas, al haber obviado diferencias culturales
    entre los grupos humanos,
    sus variadas aspiraciones de movilidad social, diversidad incluso
    existente dentro de los aparentemente homogéneos entornos
    urbanos, entre los estratos sociales y así sucesivamente,
    el sistema educativo no se ha hecho cargo del concepto de
    interdependencia de los grupos
    específicos pero interrelacionados. Así por
    ejemplo, la vinculación de las comunidades rurales con los
    espacios urbanos está signada por una relación de
    tensión y al mismo tiempo de
    asimilación, por sus relaciones de intercambio. Cada
    unidad social tiende a afirmar aquellos rasgos de la
    relación que le dan sentido como grupo,
    reproduciendo sus costumbres, sus normas, sus
    pautas de socialización, y también comunicar al
    individuo las costumbres, las normas y la
    ética
    de otras integraciones mayores. Por consiguiente, la
    educación tiene un sentido eficaz cuando actúa en
    la cotidianeidad de esta mediación, en tanto que las
    normas asimiladas tienen valor cuando
    la persona se
    apropia de estas y las actúa en el mundo de las
    integraciones sociales mayores.

    El aula adquiere la calidad de un grupo de
    comunicación cara a cara, y por su calidad
    de interrelación constituye el tipo de grupo de
    mediación por excelencia. En esa práctica concreta
    es donde el sujeto se identifica con los sistemas sociales
    referenciales. En esa medida, es posible el reconocimiento del
    grupo como parte de un conjunto nacional, y luego de un conjunto
    regional y más allá de fronteras, en una comunidad
    que se integra en sus vínculos culturales
    históricos.

    Sin embargo, se debe evitar deslizarse hacia la
    idealización del espacio educativo. Al mismo tiempo que se
    constatan sus potencialidades, se pueden verificar sus
    limitaciones actuales. El sujeto ha sido acostumbrado a percibir
    la realidad a través de agentes mediatizadores: selecciona
    fragmentos de la realidad que cobran significado dentro de una
    determinada escala de normas, actitudes y
    sentidos. En la escuela, el maestro se ha convertido en una
    especie de intermediario entre el mundo objetivo y la
    subjetividad del alumno. El maestro decodifica las formas del
    mundo amplio y sus fenómenos para transmitirlos al
    educando, y con ellos acompaña sus propios sesgos, temores
    y también sus frustraciones. De ese modo, el alumno
    está inclinado a conocer el mundo a través de
    otros, a transferir el control de su
    propia credibilidad a la autoridad de
    la institución que le dicta la realidad. Algunos modelos
    de escuela que propician -muy a menudo, lamentablemente- aunque
    quizás inconscientemente estilos pedagógicos
    verticales y cosificadores, configuran una suerte de cultura
    escolar absorbida por una forma de pensar normalizada que conduce
    con demasiada frecuencia a aminorar la espontaneidad. Sin
    embargo, es un reto crucial para la educación distinguir
    entre los valores
    consensualmente establecidos con el fin de cohesionar a los
    individuos y legitimarlos en la acción comunicativa y, de
    otro lado, las necesidades sublimadas impuestas por la
    razón instrumental que emana del sistema económico
    centralizado, esto es, el mercado realmente existente. El
    reconocimiento de esta dicotomía y sus implicancias
    habilita a los agentes de la educación a alejarse de
    formas de relación pedagógica que reproduzcan los
    mismos patrones de difusión de una estructura de roles con
    porciones de poder
    adscritos a cada uno que mina las bases de la convivencia
    democrática. Estas estructuras de
    roles han podido incluso filtrarse hasta el sentido común,
    que como decía Wright Mills «ha llegado a ser
    más común que sentido».

    Un reto de la escuela en nuestros tiempos es superar
    esta tendencia a la cooptación de la escuela por una
    sensibilidad práctico-utilitarista que proviene de los
    patrones de relación cosificante instalados ya en el nivel
    instrumental de la vida cotidiana. Esta cotidianeidad
    instrumental opera en la forma de intervenir en la praxis
    educativa, por los medios
    invisibles del sentido común. Como explica una autora
    acerca de esta lógica
    de la cotidianeidad:

    «Se trata de factores que se ubican fuera del
    escenario escolar, siendo en este caso variables que
    determinan en última instancia las prácticas
    educativas de los maestros». (Muñoz, op. cit. p.
    94).

    Parecieran a primera vista factores insalvables, ya que
    los maestros no son islas en la sociedad e interactúan
    recibiendo influencias, buenas y malas. Pero, estos contenidos
    rutinizados que alimentan relaciones
    humanas instrumentales son identificables. Es necesario que
    la investigación pedagógica reconozca
    la fuerza de esta
    lógica
    instalada en la cotidianeidad, y que, como Marcuse
    señalaba, entraña una tendencia a la
    unidimensionalidad del espacio comunicativo que se difunde desde
    el sector moderno predominante de nuestras sociedades, y que
    eleva la «normalidad» como idea cultural. Los agentes
    que actúan como difusores rutinizantes, los medios de
    comunicación de masas y en especial la
    televisión, constituyen un terreno en el que la
    educación debe actuar para evitar su ya previsible
    autonomización.

    Los patrones de comunicación de los medios de
    comunicación centrales contienen el riesgo de
    conducir a una cotidianeidad cuyo signo sea la
    estandarización social y el ocultamiento de las
    estructuras endémicas de inequidad, que es la fuente del
    desasosiego de nuestras sociedades.

    La educación debe entonces hacer
    explícitos estos retos, y afirmar en la práctica
    aquellos valores de
    interdependencia y solidaridad, de
    relación comunicativa horizontal e igualdad de
    oportunidades que la democracia
    funda y proclama. Un medio para superar esa influencia invisible
    es pedir a los maestros mirar introspectivamente en su
    práctica cotidiana. El sistema educativo debería
    propiciar que los maestros identificaran los problemas
    educacionales que afectan sus capacidades para desarrollar una
    práctica dialogante y una comunicación horizontal
    con sus alumnos, y lo más importante, valorar la propia
    capacidad de cambio de los
    maestros contribuyendo a su desarrollo
    personal. El proceso de valorización en la escuela
    está basado en la posibilidad de un acercamiento entre dos
    personas en el aula que se reconocen mutuamente como sujetos de
    derechos, ambos
    en una actitud
    dialógica. Al abordarse este reto y posibilidad, se
    descubre la piedra de toque para el despliegue del potencial de
    la comunidad educativa como eje de transformación de la
    sociedad. Este es el sentido de la escuela como grupo
    dinámico de mediación social: es el agente portador
    de los valores de
    las naciones como continuidad histórica y como sistema
    social específico.

    1.1.7) EDUCACIÓN Y DESARROLLO SOCIAL: LA RUTA
    CRÍTICA

    Desde finales de la década de los '60 la idea del
    crecimiento
    económico como punta de lanza del desarrollo de las
    naciones había comenzado a ser cuestionada. Muchos autores
    e instituciones
    comenzaron a enfocar un concepto clave para ver los resultados
    reales del auge industrial a largo plazo: la sostenibilidad.
    Luego de muchos años de discusiones casi se ha llegado a
    un consenso en el mundo de las agencias internacionales: el
    objeto del desarrollo es el despliegue pleno de las capacidades
    humanas; el crecimiento económico es sólo un medio
    para lograr el bienestar de los pueblos; el crecimiento del PBI,
    la normalización de las balanzas comerciales,
    sólo son mecanismos económicos para obtener
    recursos que se requieren para ser aplicados en actividades que
    proporcionen beneficios sostenibles para las
    comunidades.

    Sin embargo, el problema consiste en que las
    políticas de las grandes instituciones
    multilaterales no siempre concuerdan con sus enunciados. La
    década de los '80 observó, por citar un caso, la
    aplicación de grandes reformas estructurales en los
    aparatos estatales en Latinoamérica, en concordancia con
    los programas del Fondo Monetario
    Internacional, que debilitaron enormemente la capacidad de
    los gobiernos de invertir en aspectos básicos de apoyo a
    la educación y a otros servicios sociales. A pesar de los
    reclamos de instituciones de las Naciones Unidas y
    de la sociedad civil de
    los países de la región de que es imprescindible un
    rol activo del Estado en asegurar acceso equitativo a la salud y a la
    educación como condiciones indispensables para el
    desarrollo, al parecer el Banco Mundial
    no ha puesto el mismo énfasis en sus recomendaciones a los
    gobiernos en las cuestiones de maximización del
    crecimiento del acceso a los servicios sociales como a la
    minimización de la participación del Estado en los
    mercados.

    El enfoque sistémico del desarrollo pone un
    especial énfasis en la calidad de
    vida de los sujetos que forman parte de los procesos
    productivos, en la medida que la dimensión humana
    trasciende el aporte en el subsistema económico.
    Justamente, uno de los costos de la
    preponderancia del énfasis puesto en el crecimiento
    económico a secas, en desmedro de la planificación del bienestar social, ha sido
    el crecimiento de la brecha entre el proceso económico y
    el proceso social, entre la opulencia y la pobreza. En
    uno importa más el aumento del PBI o equilibrar la
    balanza
    comercial, se supone que los indicadores cuantitativos
    macros
    registran la realidad; en el otro importa el fortalecimiento de
    las capacidades de las personas para hacer sus vidas más
    saludables y enriquecedoras. Tal desbalance tiene resultados
    negativos sobre el conjunto de las naciones a largo plazo. Como
    un ejemplo del rol habilitador del Estado se puede poner a los
    países asiáticos, que cuentan hoy en día con
    economías estables y niveles de acceso a bienes y
    servicios medianamente adecuados, y cuya industrialización
    fue antecedida por una elevación significativa de los
    niveles educativos de toda la población. Así,
    «la fuerza de
    trabajo adiestrada encontró posiciones en donde
    podía emplear más adecuadamente su
    formación». Más aún, el Estado
    jugó un rol preponderante: «en las etapas
    intermedias de desarrollo se pusieron en práctica
    ambiciosos proyectos
    sociales para asegurar la satisfacción de las necesidades
    mínimas de toda la población» (Sarmiento,
    1992. p. 149). En el caso de la región latinoamericana,
    como se ha visto, el proceso de industrialización
    significó más bien un acceso diferenciado a los
    bienes y servicios, causando una estratificación que
    reproducía mucho de la herencia del dualismo de los
    países.

    La lección que los economistas de las
    instituciones financieras están aprendiendo es que el
    crecimiento económico no puede ser sectorializado, es
    decir, no puede ir desvinculado de medidas para el progreso en
    otras esferas de la vida social. El propio informe citado del
    PNUD da cuenta del efecto multiplicador de lo que llama las
    «inversiones en
    capital
    humano» sobre el conjunto de la economía, es
    decir, la inversión racional, ordenada y bien
    priorizada en el sector salud y principalmente en la
    educación, que generan efectos beneficiosos a largo plazo
    en las naciones. Pero esta declaración exige una mayor
    precisión acerca de cómo se pueden traducir estos
    principios en
    planes educativos: ¿qué priorizar?
    ¿cuál es exactamente el rol de los
    Estados?

    En este punto es preferible usar una noción
    concreta para el Estado que
    identifique más bien una organización política
    institucionalizada con la que podemos operar cuando nos referimos
    a la educación, de una interacción de actores
    políticos y sociales. Interesa ubicar un espacio
    accesible, principalmente exigible (accountable en la jerga de
    las ciencias
    políticas modernas), es decir, un actor político
    responsabilizable de sus decisiones. Al llegar al terreno de lo
    operable identificamos al Ministerio de Educación
    Pública como el agente principal, pero más
    exactamente nos referimos a sus unidades y departamentos de
    ejecución, unidades que deberían, en un escenario
    ideal, ir cobrando cada vez mayores capacidades de gestión
    autónoma en concertación con los agentes locales
    del desarrollo, para que como consecuencia de ese diálogo
    cara a cara, el Estado, esta vez sí la estructura general
    y universal, pudiera legitimarse en un proceso desde abajo hacia
    arriba.

    La educación requiere actuar integradamente con
    las estrategias de
    desarrollo de la sociedad. Pero, para superar los errores del
    pasado, el sistema educativo debe intervenir en el análisis de situación que
    brindará el marco de acción, porque en primer lugar
    se debe responder a la pregunta: ¿cuál es la
    estrategia de
    desarrollo? Es decir, construir infraestructura educativa -aulas,
    carpetas- no resuelve el problema de la calidad de la
    educación, deteriorada durante toda una década, o
    manteniendo o ampliando las tasas de cobertura de la
    educación profesional no resuelve el problema del proceso
    de segmentarización y cierre social analizados.

    Una primera tarea, que ha sido reclamada en diversos
    países, es la concertación para definir las
    reformas educacionales requeridas. En el Perú, desde 1991,
    el Foro Educativo
    -un espacio de discusión y propuesta articulado en base a
    investigadores y especialistas provenientes de movimientos
    pedagógicos y Organismos no-gubernamentales que trabajan
    en la educación-, intenta formar un amplio consenso para
    constituir un proyecto
    educativo a largo plazo que cada vez ha desarrollado una mejor
    capacidad de interlocución con el sector educación,
    a pesar de un entorno político desfavorable. Estas formas
    de articulación de la sociedad civil y de los Estados que
    en el pasado eran muy difíciles de lograr cuestan trabajo
    de desarrollar, pero entendiendo que son procesos de largo
    aliento, los movimientos pedagógicos y los Organismos no
    gubernamentales deberían intentar abrir el diálogo
    aprovechando las coyunturas o los intersticios posibles desde
    donde se pueden potenciar procesos de democratización de
    las relaciones sociales. El Estado hoy en día, y en las
    postrimerías de los regímenes duros del
    neo-liberalismo,
    están en busca de alternativas. Al parecer, los signos de
    los tiempos han abierto la posibilidad de una búsqueda de
    opciones que puede ser fructífera para las
    sociedades.

    El diálogo que intenta conducir a la
    concertación puede presentar muchas dificultades para
    cuajar; se requieren herramientas para que los propios docentes,
    agentes principales del hecho educativo, participen en él
    en igualdad de condiciones. La primera herramienta es el
    conocimiento, la información que el agente educativo tiene
    acerca de su entorno, de los problemas que afronta, son su mejor
    ventaja. Al mismo tiempo, el aporte específico que el
    agente educativo puede ofrecer reside en su propia experiencia,
    en su manera de observar la educación, en el
    paidocentrismo, esto es, en la centralidad del sujeto del
    aprendizaje, un sujeto con necesidades concretas que la escuela
    debe ayudar a resolver. La responsabilidad del Estado, por su parte, es
    reunir la información que permitirá analizar
    la situación concreta de las poblaciones. La
    información será instrumental para las
    instituciones públicas que quieran emplearlos en el
    diseño de estrategias para
    la educación pública y, simultáneamente,
    dado el carácter heurístico de la investigación
    social, la información es principalmente un
    instrumento para la demanda de servicios necesarios o de
    necesidades sentidas por las comunidades, una herramienta
    argumentativa de los movimientos sociales.

    Complejo y diverso como es el universo
    latinoamericano, distintos como son los países, es
    difícil hacer un análisis de las necesidades del sujeto de
    aprendizaje. Sin embargo, debe resaltarse que este esfuerzo debe
    intentar prefigurar a los ciudadanos del mañana en una
    visión a largo plazo. La educación integral no
    podría lograr mucho por sí sola sin el concurso de
    otras esferas, sin programas de empleo adulto o programas del
    primer empleo para los adolescentes,
    o incluso de una política de juventudes que brindara
    programas con oportunidades de participación. Pero, en lo
    que atañe específicamente a la escuela, es
    necesario que contribuya a la formación de ciudadanos
    conscientes de su momento y de su situación personal, que
    puedan liberar su creatividad y
    sus capacidades productivas, personas respetuosas de sí
    mismas y de los demás. Una especialista en
    educación en el Perú analizaba las
    responsabilidades de la escuela en el tiempo presente, mirando
    hacia el futuro, de las cuales es pertinente resaltar tres de
    ellas, fundamentales por su universalidad:

    «a) la responsabilidad de enseñar a vivir
    en democracia;

    b) la responsabilidad de afirmar el derecho de niños y
    jóvenes a sentirse iguales, competentes y
    aceptados;

    c) la responsabilidad de desarrollar capacidades
    básicas en niños y jóvenes para mejorar su
    calidad de
    vida:

    En la experiencia popular el desarrollo se asocia con el
    trabajo autosostenido, esforzado y constante. El desarrollo
    depende, pues, de las capacidades de los individuos,
    organizaciones y sociedades para atender sus necesidades
    básicas, promover sus capacidades y hacer respetar sus
    derechos. La escuela tiene una importante responsabilidad
    respecto al desarrollo de cada una de estas competencias». (Palacios et al, 1992, p.
    50).

    La esencia de un perfil para el educando puede
    sintetizarse en un sujeto social que pueda desempeñarse
    autónomamente en el mundo de la vida, con una identidad
    individual sólida y que, al mismo tiempo, se reconozca
    como parte de un cuerpo social, de un colectivo con aspiraciones
    comunes y en el que se sienta capaz de participar y
    aportar.

    1.1.8) EDUCACIÓN Y PRODUCCIÓN: RETOS
    ESPECÍFICOS

    La conclusión más importante del
    análisis de la relación entre el sistema de
    educación superior y el sistema
    productivo-económico es que los mercados de trabajo no
    están operando en la forma de señalar pautas de
    calificación apropiadas a los centros de enseñanza
    que permitan cubrir las discrepancias de desempeño en la
    formación de recursos humanos; antes bien, están
    induciendo criterios de selección con miras a un
    desempeño de roles funcional a la cultura empresarial de
    gran escala del actual modelo de desarrollo, enfatizando valores
    instrumentales. El formalismo y el ritualismo en las cualidades
    externas son elementos de la selección; las pruebas de
    productividad, creatividad, capacidad innovadora pasan a ser
    elementos meramente técnicos de menor peso. Llega a
    formarse así un verdadero mercado de personalidades, como
    indicaba Fromm (1986), en donde es importante la
    adquisición de cualidades externas útiles para este
    mercado y la acumulación de educación se mide en
    base a la acumulación de un valor de cambio.

    Más aún, el valor de la diferencia de los
    contextos culturales muchas veces es considerado un
    obstáculo para el desempeño metódico de las
    actividades rutinarias del trabajo. Se pierde así una
    riqueza incalculable en el intercambio cultural entre los grupos
    humanos que conviven dentro de las naciones y que podrían
    nutrirse mutuamente de la diversidad de sus bagajes
    vivenciales.

    El énfasis en la transferencia de actitudes
    derivadas de los
    estilos de las organizaciones hacia los detalles particulares del
    comportamiento
    individual, y que se interiorizan hacia la propia personalidad
    de los individuos, son requerimientos de las reglas de las
    organizaciones empresariales que, inicialmente concebidas como
    medios para facilitar la selección, terminan
    convirtiéndose en fines en sí mismos. Estas
    distorsiones de las tendencias actuales de la lógica
    organizacional derivan claramente en una discapacitación
    funcional de los recursos humanos, ya que al transformar las
    regulaciones cotidianas del trabajo en absolutos rutinizantes se
    dificulta la adaptación bajo condiciones productivas
    durante crisis, por ejemplo, o, en general, en condiciones
    diferentes de aquellas para las que fueron establecidas y,
    naturalmente, limita la creatividad y potencialidad de innovación en el proceso
    productivo.

    1.1.9) ESTILOS PRODUCTIVOS Y CULTURA

    La emergencia del sector informal da cuenta de una
    discrepancia entre los valores y símbolos de status que
    la empresa del
    sector moderno señala como calificaciones deseables y
    preferencias a los postulantes a ocupar posiciones en ella, y la
    gran mayoría de jóvenes que objetivamente carecen
    de medios para posicionarse en un estrato ventajoso de la
    estructura educativa y obtener un título profesional con
    membrete competitivo en el mercado.

    Tales restricciones, en alguna medida, positivamente
    quizás, han originado un desplazamiento gradual de las
    preferencias de los jóvenes de las nuevas generaciones
    desde las carreras universitarias hacia las carreras técnicas,
    aunque esto se aplica básicamente a los jóvenes de
    los estratos populares, en actitud diferenciada de los
    jóvenes de estratos medios, que se aferran a la
    educación profesional aun en un período de
    recesión y devaluación educativa, y que ven en la
    educación superior técnica una alternativa
    sólo aceptable en última instancia y como
    opción de refugio. Esta actitud tiene en el factor
    cultural su soporte explicativo, y aparece en el caso peruano con
    toda fuerza para develar una dualidad en los orígenes de
    las estrategias personales, casi configurando dos éticas
    del progreso (Adams y Valdivia, 1991).

    Las estrategias de los jóvenes de la base de la
    pirámide social frente a la compartimentalización
    del mercado laboral se traducen también en la
    búsqueda del ingreso a establecimientos del sector privado
    que les permitan un destino ocupacional seguro. La
    posibilidad de franquear el umbral de status educacional
    varía en función de la situación particular
    de las familias, en las que entran en juego el
    acceso a relaciones de influencia social, círculos de
    ayuda mutua, acceso a símbolos de status y otros
    mecanismos cooperativos, todos colocados en función de la
    movilidad social. Estrategias con mucha dosis de creatividad:
    redes de
    reelaboración interpersonal (grupos de barrio, colectivos
    universitarios) en las que lo productivo, empatado con lo
    lúdico, aparecen con fuerza. Una política de primer
    empleo impulsada por el Estado, orientada a la igualdad de
    oportunidades y a la adquisición de competencias de
    autogestión, tendría efectos positivos sobre la
    estructura polarizada de oportunidades de empleo.

    1.1.10) PARTICIPACIÓN EN EL PROCESO
    PRODUCTIVO

    Ha sido señalado por diversos investigadores que
    la participación de los trabajadores en distintas
    posiciones y fases de la producción en sus lugares de
    trabajo, favorece la comprensión de la integralidad del
    proceso productivo y los alienta a encontrar formas para
    racionalizar los procesos y así aumentar la productividad.
    Esta participación, sin embargo, está reñida
    con una actitud que privilegia el cumplimiento de los roles
    preestablecidos dentro de una jerarquización
    rígida. Tal actitud, formada dentro de pautas culturales
    verticalistas, constituye un obstáculo real para el
    desarrollo del potencial creativo de los recursos humanos y para
    hacer productivo el
    conocimiento.

    El modelo de empresa de gran escala en el contexto de la
    modernización tardía latinoamericana ha
    traído consigo algunas taras en la cultura empresarial: el
    temor a la diversificación ocupacional programada y sobre
    todo a la participación en la gestión de las
    actividades productivas, constituyen lastres para la
    productividad que deben ser incorporadas al análisis de la
    relación educación-trabajo y deberían
    plasmar respuestas de los planes a largo plazo del sistema
    educativo. El tratamiento del problema desde sus raíces
    culturales puede encontrar su causa en un autoritarismo secular
    (Lechner, p. 183). En todo caso, es un problema que remite a
    conflictos de
    poder, en
    tanto que la innovación cobra sentido como un acto que
    interviene repetida y sistemáticamente en el proceso
    productivo y, por ende, requiere de un manejo cotidiano, de una
    puesta de acuerdo entre agentes generalmente con intereses
    encontrados. Para posibilitar esta innovación se
    necesitará hacer visibles los nudos de conflicto y
    apelar a las argumentaciones, organizar la argumentación
    para una eventual puesta de acuerdo, inevitablemente inestable,
    pero al mismo tiempo válida para todos los
    actores.

    Es evidente que se requiere una articulación de
    las políticas estatales, una urgente y necesaria
    articulación entre las políticas de empleo y las
    políticas de juventudes, que se han mostrado incipientes o
    insuficientes a lo largo de la región (Ottone, 1986). Los
    resultados económicos de algunas de estas políticas
    obviamente no se reflejarán en el corto plazo en los
    indicadores macroeconómicos. Los resultados de la
    acción educativa pueden ser vistos en plenitud sólo
    a través de las generaciones y son medibles en
    términos del impacto de la participación de las
    personas en las actividades productivas de las sociedades.
    Participar en el sentido de apropiarse del producto de su
    trabajo, de obtener satisfacción de su trabajo y de
    participar en la optimización de los procesos productivos.
    Esa calidad de la participación de las personas necesita
    indicadores cualitativos en la medida que el progreso así
    alcanzado cobra valor en la reproducción de una riqueza
    humana que apenas está descubriéndose con un cambio
    de paradigma de
    desarrollo.

    1.1.11) ESTRATEGIA DE DESARROLLO Y
    EDUCACIÓN

    La definición de una estrategia para el
    desarrollo supone necesariamente una puesta de acuerdo de los
    actores nacionales, precisar cómo se movilizarán
    las fuerzas sociales y los recursos económicos hacia unos
    objetivos
    finales, expresión de una concertación de
    voluntades. Es una tarea compleja, dado que cada agente concibe
    el sistema social de acuerdo a una propia cosmovisión,
    generalmente implícita. Usualmente ha sucedido que los
    agentes actuantes de la esfera política han impuesto su
    cosmovisión en la lectura de
    la realidad y de las necesidades del desarrollo. Por el
    contrario, la visión del tipo de sociedad que el
    desarrollo construirá requiere básicamente un
    proceso comunicativo consensuado.

    Un rumbo del desarrollo coherente tampoco puede surgir
    como un resultado de la autorregulación de los mercados.
    El mercado, surgido inicialmente en la historia como un producto
    de la interacción social, se institucionalizó y
    progresivamente ha ido desacoplándose del mundo de
    la
    comunicación interpersonal; hoy en día la
    relación entre sujetos y mercados está mediada por
    innumerables códigos en los que la puesta de acuerdo no es
    el principal fin, lo es la ganancia a corto plazo, sin
    visión de conjunto. La recuperación de valores
    básicos para la formulación de las estrategias de
    desarrollo, como la solidaridad y el
    respeto por las
    nuevas generaciones, es fundamental.

    La educación puede contribuir a este proceso de
    construcción de una visión
    consensual de la sociedad, para así poder tomar mejores
    decisiones sobre prioridades de inversión social. El reto consiste en saber
    cómo construir las opciones de política. La
    naturaleza del conflicto de estratificación es
    estructural; entonces es necesario identificar y operar elementos
    que incidan al mismo tiempo en una mejora de distribución
    del ingreso y también incida en el crecimiento
    económico, pero al mismo tiempo ayude a salir del
    círculo vicioso de una industrialización anclada en
    el modelo de gran escala, y que más bien propicie uno que
    progresivamente satisfaga las necesidades básicas de la
    población. La educación, ha sido anotado, es el
    factor más importante que contribuye
    simultáneamente a los propósitos de crecimiento y
    de equidad, al actuar permanentemente en la promoción de oportunidades iguales. Es
    claro que el Estado tiene el rol de perfilar y concertar con la
    sociedad civil la alternativa de desarrollo que articule de mejor
    forma la producción del sistema escolar y los
    requerimientos del sector productivo.

    El acercamiento entre la escuela y los agentes
    productivos es una necesidad del ahora y debe implicar la
    revalorización de la práctica de la labor manual, del
    esfuerzo humano, para formar actitudes productivas en las etapas
    claves del desarrollo
    personal. En este sentido, cobra mucha mayor importancia la
    prioridad de las políticas públicas en la
    educación básica. Concordantemente, diversos
    especialistas sugieren que la educación básica
    debería orientarse hacia una educación para el
    trabajo, desarrollando habilidades, pero no en el sentido del
    trabajo asalariado de una persona que se presenta indefensa ante
    un mercado subordinado a la oferta y la demanda. Según un
    innovador trabajo «el sentido de la educación para
    el trabajo es preparar la formación de productores, es
    decir, de conductores de procesos de producción, lo que
    pasa por el dominio de las
    técnicas de la producción» (Movimiento
    Pedagógico, 1993).

    La escuela debe ayudar a comprender los procesos
    productivos al educando, proporcionarle herramientas
    útiles para el trabajo y hacer conciencia de los
    valores de la productividad popular. La productividad surge como
    resultado del entusiasmo de la persona, al participar en la
    experiencia productiva en condiciones de justa
    remuneración y adecuado ambiente de trabajo; el
    espíritu de superación de la persona
    cumplirá el resto del trabajo.

    1.1.12) ESTADO, EDUCACIÓN Y DESARROLLO
    HUMANO

    Una nueva estrategia de desarrollo que signifique sobre
    todo el despliegue de las capacidades multidimensionales de la
    persona requiere desplazar el eje del protagonismo en la escena
    de la
    organización social y política hacia una forma
    de organización estratégica capaz de movilizar las
    voluntades de los actores del desarrollo local.

    El diagnóstico de la crisis del modelo de
    desarrollo de la región, que descuidó los aspectos
    cualitativos de la vida social, apunta a una crisis de
    identidades de actores políticos, lo cual demanda entonces
    una nueva articulación entre el Estado, los mercados y la
    sociedad civil. En un momento en que se pone en la agenda de los
    Estados el debate de
    alternativas de gestión pública para los diferentes
    sectores bajo su directa responsabilidad, se percibe la necesidad
    de una gran dosis de creatividad de los agentes de la comunidad
    educativa (asociaciones de maestros, movimientos
    pedagógicos, organismos no-gubernamentales de
    investigación y promoción, padres de familia,
    estudiantes) para proponer opciones sobre las formas de
    gestión del quehacer educativo con énfasis en el
    nivel local. El principio primordial que figura como una demanda
    de los movimientos sociales en la región y permanece como
    necesidad en el futuro, es el rol directriz del Estado en el
    financiamiento
    racional del sistema de educación público. La
    preservación del acceso universal a la educación
    pública favorece la atenuación de las disparidades
    de la crisis distributiva en los países. El Estado cumple
    un rol inalienable en los procesos de formulación de
    políticas educativas y de desarrollo social; este rol es
    compatible con una convocatoria y una animación de
    espacios de consulta y puesta de acuerdo entre los agentes
    concernidos en la marcha de la educación y su
    articulación con los proyectos nacionales.

    Para afirmar un rol eficaz de la educación en el
    desarrollo nacional se requiere el fortalecimiento del sector de
    educación pública. En el actual contexto
    político se ha hecho visible la pérdida de
    capacidad de interlocución de los propios funcionarios del
    sector en el seno de los gobiernos, como consecuencia de las
    demandas externas de racionalización de los aparatos
    estatales y del control y
    subordinación de las políticas sociales a los
    requerimientos de las agencias multilaterales
    financieras.

    El grave problema que los Estados ejecutores de estas
    políticas de ajuste macroeconómico perdieron de
    vista en un primer momento, fue que sus implicancias principales
    caían en esferas metaeconómicas y causaban estragos
    en el tejido social, tanto en el corto como en el largo plazo, al
    afectar los potenciales humanos de grandes sectores de la
    población, en términos de la reproducción
    social y en el acortamiento de las perspectivas y estrategias de
    vida de las nuevas generaciones.

    El impacto de las crisis sobre la calidad de la
    educación se aprecia gráficamente en la
    caída de las remuneraciones reales del magisterio, en la
    disminución de las oportunidades de capacitación y
    perfeccionamiento docente, en el deterioro del equipamiento
    escolar, y, también y sobre todo, en las condiciones de
    nutrición
    necesarias para sostener las capacidades de aprendizaje del
    educando.

    Como hemos visto, sólo el Estado, en las actuales
    condiciones económicas, está en capacidad de
    preservar aquellas condiciones mínimas señaladas.
    El Estado puede actuar como el promotor de la calidad de la
    educación y de la progresiva participación de la
    sociedad en formas y modalidades de gestión y financiamiento, conforme se alcancen fases
    superiores del desarrollo.

    1.1.13) CALIDAD DE LA EDUCACIÓN

    Los resultados del proceso educativo -proceso
    comunicativo principalmente antes que un conjunto de hechos
    instructivos aislados- no sólo deben medirse enfocando en
    la eficiencia
    interna del sistema, se corre el riesgo de soslayar una serie de
    dimensiones que comportan la relación escuela-sujeto
    educando, el mundo de las expectativas individuales y sociales,
    principalmente. La definición de calidad educativa alude a
    las condiciones mínimas requeridas para asegurar el
    desarrollo del hecho educativo. Ahora bien, estos requerimientos,
    identificados por una vía axiológica, suponen
    también la consideración de la dimensión de
    los entornos organizativos-institucionales, de la infraestructura
    operacional donde el hecho educativo se produce. En el quehacer
    de los programas y proyectos de desarrollo social ha aparecido
    una tendencia a incorporar modelos de revisión y evaluación
    de los programas que den cuenta de la racionalidad, legitimidad,
    permanencia y validez en términos de sus objetivos en
    función de los destinatarios y beneficiarios de los
    proyectos y programas. Esta preocupación ha surgido
    principalmente por la necesidad imperiosa para los organismos que
    gestionan e implementan proyectos de responder activamente a las
    necesidades y oportunidades que presentan los entornos sociales
    sobre los que actúan. De esa forma se pueden priorizar
    aspectos del trabajo, corregir inadecuaciones e ineficiencias y
    usar información actual para el diseño de nuevos
    proyectos. Otro factor es la movilización de las
    voluntades que lleva en sí la participación de las
    comunidades en la identificación de las necesidades y el
    reconocimiento de la mutua responsabilidad de los procesos. La
    apropiación social de las acciones del
    desarrollo es la base de la legitimidad de los programas de
    desarrollo y puede aplicarse por extensión a los modelos
    de educación formal.

    Las organizaciones con un alto nivel de competencia y que
    facilitan la participación social, como ha señalado
    Korten (1984), se orientan dentro de una cultura
    organizacional «que respalda un alto grado de
    compromiso y auto-evaluación
    disciplinada entre sus miembros en apoyo a los objetivos
    organizacionales acordados». Las organizaciones de enfoque
    estratégico son el espacio por excelencia para la
    interacción de los actores locales del desarrollo.
    Sistemas de
    información y procesos de puesta de acuerdo sobre
    necesidades sociales y requerimientos de calidad de
    educación, son viables dentro de este tipo de
    organizaciones que se asientan sobre un espacio local
    circunscrito con una población identificable y agentes del
    desarrollo que participan en estos procesos, organizaciones que
    gestionan los elementos del sistema escolar formal en su nivel,
    que podrían llamarse núcleos educativos comunales,
    como los que fueron promovidos durante la Reforma Educativa en el
    Perú (1972) con éxito
    pero sin continuidad, o como en el caso del programa de
    articulación escuela y producción en Colombia, como se
    ha visto. Cualquiera sea su denominación, núcleo o
    distrito educativo, la articulación dinámica del
    Estado y la sociedad civil pasa por una necesaria descentralización institucional que asegure
    que todas las dimensiones de la calidad de la educación
    puedan ser atendidas apropiadamente. Entre estas, se pueden
    destacar la calidad de la formación docente o la calidad
    de la programación curricular y del monitoreo
    tanto de los contenidos como de los desempeños
    pedagógicos. Tales componentes vitales, que en el pasado
    han intentado ser diseñados, conducidos y supervisados
    desde los niveles centrales, claramente requieren ser tratados desde
    una perspectiva de desarrollo local que se aproxime a las propias
    exigencias, expectativas y capacidades de los actores del
    desarrollo social.

    Un enfoque alternativo descentralizado del desarrollo
    coloca a la escuela y a los núcleos de gestión
    local del sistema educativo como centros de la
    articulación entre el Estado y la sociedad civil, como
    depositarios de un aprendizaje institucional desde la praxis que
    se transmite desde el terreno de la acción social hacia
    arriba, el mundo de las instituciones, y en esa medida permite
    una mejor identificación de las características de
    los ambientes del desarrollo, construyendo en conjunto un sistema
    que elabora en forma retroalimentada los planes educativos, el
    currículo escolar, y de ese modo potenciaría la
    relación de las actividades educativas con las acciones del
    desarrollo en forma sistémica.

    1.1.14) Interculturalidad e
    integración

    El deslumbramiento que suscitó entre los primeros
    europeos colonizadores de las tierras latinoamericanas la
    industria y el
    arte
    autóctonos, presagiaba un aporte sustantivo de los pueblos
    latinoamericanos al mundo, aporte que se vislumbraba como un
    entrelazamiento de elementos de dos culturas, la occidental y la
    indígena, en síntesis rica, heterogénea y
    también compleja y problemática, en razón
    del enfrentamiento de ideologías y formas sociales que
    cada una portaba por sus propias raíces
    históricas.

    Comprender el derrotero de la interrelación de
    elementos culturales, económicos y políticos,
    tradición y modernidad que alimentaron la cultura mestiza
    de América Latina, que en el fondo personifica un
    mestizaje de mestizajes en cuanto recordamos que los propios
    países ibéricos se definieron como comunidades con
    diversidades étnicas en su seno, constituye una tarea
    necesaria para continuar el proyecto de construcción
    nacional y la comunidad de naciones latinoamericanas.
    Colectividades con identidades en conformación
    dinámica, portadoras al mismo tiempo de continuidades
    telúricas que exigen el reconocimiento de sus
    especificidades, pero también están profundamente
    expectantes de los acercamientos y diálogos que abran el
    camino a la integración latinoamericana y, una
    comunicación integradora iberoamericana en perspectiva
    histórica.

    Las razones de esta utopía concreta, como la
    llamaba Roa Bastos, son hoy más reales que nunca: la
    necesidad de hacer patente su presencia en un mundo cada vez
    más sujeto a las tendencias hegemonizadoras de los centros
    de poder, una presencia precisamente proactiva que proponga
    agendas e iniciativas. Integración latinoamericana, en
    esencia, como forma de articular una capacidad de
    interlocución poderosa, que favorezca un desarrollo
    autónomo coherente con las necesidades sociales;
    integración iberoamericana como promesa de la
    interacción cultural y de cooperación mutua dentro
    de un contexto de conformación de agrupaciones
    multinacionales con áreas de influencia, posibilidad al
    alcance de las naciones pero no exenta de las dificultades
    presentes desde la propia constitución de los países, la
    principal de ellas es la brecha entre los Estados y las Naciones,
    discrepancia que necesita ser cerrada urgentemente por medio de
    procesos de movilización y participación ciudadana.
    Es importante que la cooperación internacional promueva la
    educación para la ciudadanía, una ciudadanía
    en el sentido de un ejercicio de libertades y derechos por
    sujetos sensibles a los valores, sujetos organizados dentro de un
    Estado-Nación que posibilite canales de expresión
    y, sobre todo, de vivencia de la participación y del
    ejercicio de la política y de ciudadanía plena en
    la nación y en el destino común de la
    región; otro reto de los tiempos de globalidad, de
    abolición de las distancias que nos toca vivir.

    El espíritu de integración regional excede
    los móviles puramente económicos. Plantadas como
    están firmemente nuestras identidades en un germen
    histórico, símbolos de la síntesis de
    síntesis, que le da una riqueza al acercamiento de las
    naciones, como un proceso de encuentro horizontal, un encuentro
    potenciador de un desarrollo multidimensional. Las sociedades
    civiles empezaron la búsqueda de medios auténticos
    de encuentro y comunicación, han mirado en perspectiva y
    apuestan por esta aproximación: redes de organismos no
    gubernamentales en educación, redes de respuesta a la
    pobreza
    urbana, redes de escuelas, consorcios de investigación
    académica. Redes que debieran usar creativamente los
    medios de la tecnología
    de la información, eventos que deben
    trascender los círculos herméticos de los
    especialistas para hacer partícipe al hombre
    común de la historia cotidiana. La responsabilidad de las
    élites intelectuales hoy es animar al conjunto de la
    sociedad civil, a los que forman el tejido de las
    naciones.

    La educación desempeña un rol fundamental
    en llevar adelante esta promesa, al jugar el papel de
    articuladora de los procesos de comunicación cultural y de
    progreso económico. La educación hoy es un hecho
    fundamentalmente comunicativo, en el que los actores intercambian
    pareceres y visiones del mundo. A través del quehacer
    educativo se aprenden los valores propios, se reconocen
    identidades comunes y se desarrollan habilidades para un
    diálogo intercultural que acerca a las
    naciones.

    1.2) Características de la
    educación peruana y otros países
    latinoamericanos

    Resulta muy difícil resumir las experiencias
    latinoamericanas de descentralización y transferencia de
    servicios educativos a los gobiernos locales, pues es un tema muy
    amplio; sin embargo, constituye una referencia importante para
    poder analizar el caso peruano.

    En el fondo tenemos un problema nacional, en cuanto a
    las reales posibilidades de los gobiernos locales de recibir y
    gestionar nuevas responsabilidades. Esto exige, inclusive, un
    nuevo perfil de los mismos, pero tras ello también se
    perciben las debilidades existentes en las instituciones
    locales.

    Bolivia

    Un país cercano al nuestro, Bolivia, tiene
    una realidad tan heterogénea como la peruana. El proceso
    de descentralización educativa pasó primero por la
    ley de
    participación popular de 1994, ley que
    facilitó el acceso a la toma de
    decisiones de futuro por parte de la comunidad, dejando de
    ser ello un privilegio del gobierno central.
    Dentro del nuevo marco político boliviano se
    fomentó la participación ciudadana organizada, y
    también tras la promulgación de la ley de
    descentralización administrativa de 1995 se impulsó
    un proceso que aún no concluye. El Estado financia el 95%
    del presupuesto de la
    educación, y en cada municipio el director distrital de
    educación posee amplias competencias en su
    jurisdicción.

    Argentina

    En la República Argentina la
    descentralización de la educación hacia las
    municipalidades ha sido un proceso gradual, iniciado a nivel de
    la educación primaria en 1978, como una necesidad de
    transferir la carga presupuestal que significa la
    educación para el gobierno central.
    Sin embargo, una segunda etapa constituyó la transferencia
    de la educación secundaria, tras catorce años de la
    experiencia inicial. En ambos casos la iniciativa partió
    desde el gobierno central, en coyunturas difíciles para la
    economía, significando un estancamiento de la
    inversión del Estado en la educación, claro que
    suplida por mayor participación de los gobiernos
    provinciales.

    Brasil

    En la República Federativa del Brasil, fue
    promovida por los estados federales, pero apoyada por el gobierno
    federal central. Dadas las características de los
    gobiernos federales (de los estados), autónomos por
    naturaleza, se plantearon una serie de disimilitudes en la
    política de transferencia de los estados a las
    municipalidades. Recién desde 1995, el gobierno federal
    central ha normado y regulado este proceso, propiciando la
    equidad Interestadual. Es por esta razón que el caso
    brasileño es muy heterogéneo dentro de un mismo
    país, pero se va fomentando la municipalización en
    los estados más pobres, con mecanismos que incluyen fondos
    federales en el aumento de sueldos a los maestros para equiparar
    los niveles de ingreso magisterial en todo el país. Este
    proceso se vio respaldado por la nueva constitución de
    1988 en la que las municipalidades aumentaron sus ingresos
    coparticipando en los impuestos
    locales.

    Chile

    El proceso de transferencia en Chile se
    inició durante el gobierno de Pinochet y sus
    justificaciones fueron: debilitar al sindicato de
    maestros, aplicar la política neoliberal, reducir el
    Estado e impulsar indirectamente la privatización; todo esto dentro de un marco
    no participativo. Esta transferencia fue muy rápida, en
    los dos primeros años de los ochenta, pasando las
    competencias directamente a los municipios, sin pasar por
    ningún nivel intermedio y sin autonomía financiera,
    ni posibilidad de incrementar los impuestos
    locales. Las responsabilidades, sin embargo, se transfirieron en
    forma progresiva, durante la década de los años
    ochenta. Los contenidos siempre son definidos por el Ministerio
    de Educación, pero a partir de 1996 se introduce la
    obligatoriedad de formular Planes Anuales de Desarrollo de la
    Educación Municipal (Padem). No obstante, pese a estos
    planes, en los que se deben plantear metas y acciones, pocos
    municipios han logrado formular alguna política educativa
    (peor aún con las restricciones impuestas por el
    Ministerio de Educación chileno). Esta
    descentralización no confiere autonomía a los
    municipios en el tema educativo, antes bien restringe muchas
    posibilidades. También debe mencionarse que la comunidad
    local no se involucra en el proceso educativo, pese a la apertura
    que significa la elección de alcaldes o los centros de
    padres, equivalentes a las APAFAS en el Perú.

    Colombia

    La descentralización de la educación
    colombiana, también originada por motivaciones de mejor
    control político interno, partió desde el mismo
    centro de decisiones, sin participación de niveles menores
    de poder. Todo esto a partir de 1986, aunque formalmente desde
    1993.

    Entre las principales razones invocadas para este
    proceso tenemos: la redistribución del poder
    político a nivel territorial, el controlar conflictos y
    el debilitamiento del sindicato de
    maestros.

    Este proceso creó un serio enfrentamiento entre
    el gobierno y el gremio de los maestros. Las municipalidades
    asumieron la administración de la plana docente, la
    construcción y mantenimiento
    de la infraestructura y el control y vigilancia del sistema
    educativo en la localidad. El principal problema que se
    presentó fue la falta de capacitación entre las
    autoridades municipales, pues inclusive no poseían
    voluntad de apoyar el proceso. Ya en 1993 se formaliza este
    sistema, y el gobierno central transfiere fondos para
    consolidarlo, mientras que los departamentos reciben el poder de
    decidir sobre el financiamiento educacional y la
    asignación a los maestros. Este modelo terminó en
    una gestión compartida entre el poder central, el nivel
    departamental y el municipal.

    Nicaragua

    El caso de Nicaragua, fue motivado por razones de
    eficiencia,
    fiscales y de orden político de corte participativo. El
    modelo de autonomía en la educación se logró
    mediante la concertación de actores locales involucrados
    en el tema educativo, con lógicos ajustes en su
    implementación para así equilibrar impactos en el
    territorio nacional. Este proceso se inicia en 1987 con la
    desconcentración administrativa regional impulsada por los
    sandinistas, pero en 1990 la estructura regional fue eliminada,
    dando paso a la autonomía escolar y a la
    municipalización de la educación. Actualmente los
    colegios tienen autonomía en lo programático y en
    política laboral.

    México

    Se requiere una inversión creciente en educacion
    superior, ciencia y
    tecnología Las políticas de corte neoliberal
    datan de la época de Miguel de la Madrid; sin embargo, a
    partir del gobierno de Carlos Salinas de Gortari se
    pretendió profundizarlas. La actual política
    educativa aspira ser una continuación de la
    anterior.

    En la concepción neoliberal la educacion es un
    apéndice de la economía, aunque en el discurso se le
    presenta como “condición insustituible de la
    modernización económica y social (y como)… el
    sector de más alta prioridad en el quehacer del
    gobierno''; 1 y las necesidades de la sociedad en el discurso
    salinista son los requerimientos del proceso de
    reproducción del capital,
    mismos que se han ido modificando en los años
    recientes.

    En un principio fue la apertura de la economía al
    exterior, el proceso de privatización de las empresas
    publicas, el fin de la regulación del sistema
    económico por parte del Estado.

    En este entorno el fortalecimiento del sistema educativo
    nacional, así como la creación de ciencia y
    tecnología pasaron a un segundo plano.

    A partir de 1983 se inicio la caída del gasto en
    educacion que como proporción del producto interno
    bruto (PIB) paso de
    5.3% en 1982 a 3.8% en 1983, y llego a su nivel mas bajo en 1988,
    con 3.5%. Sin embargo a partir de 1989 el gasto en educacion como
    proporción del PIB vuelve a
    incrementarse (3.7%).

    Tal aumento obedece a distintos factores, entre los que
    destacan: la demanda popular por educacion publica; 2 la
    necesidad de legitimación del gobierno salinista; la
    presión
    política ejercida por los maestros de la Coordinadora
    Nacional de Trabajadores de la Educacion (CNTE); las
    demandas sociales por educacion; y las modificaciones que se
    tenían que hacer en este sector con motivo de la firma del
    Tratado de Libre
    Comercio (TLC) con
    Estados Unidos
    y Canadá.

    Con la firma de este se evidencio la pobreza de la
    educacion mexicana, sus limitaciones cuantitativas y cualitativas
    de esta. Baste recordar algunos datos para
    entender el cambio de actitud del gobierno mexicano respecto a la
    educacion: la escolaridad promedio de la población
    económicamente activa (PEA) en Estados Unidos y
    Canadá es de 12 años, en México, de
    6 años.

    En México
    menos de 10% de la PEA cuenta con una carrera profesional. En
    Estados Unidos hay por cada 100 habitantes, 5.6 estudiantes de
    educacion
    superior: en Canadá, 5.9 y en México,
    1.5.

    En México aproximadamente 7% del financiamiento
    de la investigación proviene de la industria: en Estados
    Unidos, 50% y en Canadá, 47 por ciento. Estados Unidos
    destina 2.6% del PIB al gasto en investigación y
    desarrollo, Canadá 1.4 %, y México el 0.4%. Tanto
    Estados Unidos como Canadá han dedicado a la educacion mas
    de 6% del PIB durante varios anos; en México, como se
    puede ver en el cuadro 1, en los últimos doce años
    ha variado de 3.5 a 6.1 por ciento, manteniéndose, con
    excepción de los tres últimos anos, por debajo de
    5%.

    En cuanto a esta ultima comparación conviene
    hacer dos señalamientos:

    1) Los altibajos del presupuesto
    educativo mexicano en estos anos.

    2) Las diferencias en las magnitudes del PIB de estos
    tres países.

    Actualmente el reto más importante para competir
    en la economía norteamericana

    es la producción de ciencia y
    tecnología propias, así como adecuar la
    educacion superior a las necesidades productivas, si se pretende
    una integración como nación y no como un
    apéndice de la economía estadounidense. Sin
    embargo, si se examina el comportamiento
    del gasto en educacion superior (cuadro 1) resalta que de
    absorber 16.7% del presupuesto educativo en 1989, paso a 13.4%
    del mismo en 1994, reducción que coincidió con el
    aumento al subsidio educativo, como proporción del PIB, en
    cual creció de 3.7% en 1989 a 6.1% en 1994.

    Asimismo, podemos ver que en los años recientes
    ha caído el crecimiento de la matricula de educacion
    superior, pese a que desee los anos setenta había estado
    incrementándose gracias a las políticas de apoyo a
    la educacion básica y media.

    De 1970 a 1982 el incremento de la matricula de
    educacion superior fue del orden de 264% tomando como ano base el
    ciclo escolar 1970-1971, en el cual había 252 200 alumnos:
    en el ciclo escolar 1982-1983 se alcanzo la cifra de 918 800
    alumnos en educacion superior. Del ciclo escolar de 1983- 1984 al
    de 1995-1996 el crecimiento porcentual de la matricula cayo a
    42%, pasándose en estos años de 981 100 estudiantes
    a 1 400 000 alumnos.

    Otra característica de este nivel educativo es la
    poca vinculación entre las necesidades del proceso
    productivo y los egresados de educacion superior. La
    mayoría de estos se dirigen al sector servicios,
    concentrándose en tres carreras fundamentalmente: medicina, derecho
    y administración de empresas.

    Esta situación tiene múltiples
    explicaciones, entre las que destacan:

    La tradición de estudiar estas
    carreras.

    El tipo de profesionales que demanda el mercado
    laboral.

    La falta de planificación de las necesidades, ya
    no digamos nacionales sino del capital.

    Si en el modelo neoliberal las libres fuerzas del
    mercado deben regular la economía y la educación
    esta al servicio de
    estas no es posible planificar las necesidades de recursos
    humanos.

    Asimismo cabe destacar que en los anos recientes no ha
    habido un proyecto nacional de desarrollo capitalista. La
    apertura económica debilita la inversión y el
    mercado no fue capaz de impulsar la modernización de una
    industria obsoleta y protegida durante muchos
    años.

    No hubo vinculación entre los sectores publico y
    privado para desarrollar la industria y la agricultura,
    para crear las condiciones, materiales que
    permitieran incrementar la productividad, y por tanto para
    demandar fuerza de trabajo capacitada.

    Con respecto al gasto destinado al desarrollo de
    la ciencia y
    tecnología, este disminuyo como porcentaje del PIB de 1983
    a 1989. A partir de 1990 el presupuesto asignado inició
    una etapa de recuperación que llego hasta 1992.

    En los tres años siguientes el gasto nominal en
    ciencia y
    tecnología siguió incrementándose, aunque en
    términos reales hubo un descenso.

    Sin embargo, por primera vez en la historia de
    México el actual Presidente de la República se ha
    comprometido a dedicar 1% del PIB para ciencia y
    tecnología, lo que resulta difícil de cumplir dada
    la situación de la economía mexicana, pero de
    lograrse representaría un avance muy
    importante.

    Finalmente habría que señalar que dadas
    las características de la economía mundial, los
    procesos de globalización, la mayor complejidad del
    proceso de reproducción del capital, se requiere cada vez
    mas de una inversión creciente en educacion y
    específicamente en educacion superior, ciencia y
    tecnología. Este tipo de inversión, contrariamente
    al planteamiento neoliberal, solo lo puede hacer el Estado y es
    necesaria si se quiere modernizar la economía y ser una
    nación competitiva.

    Asimismo conviene insistir en la importancia de vincular
    la política educativa a políticas más
    amplias de desarrollo nacional.

    Partes: 1, 2

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