1.
Introducción
2. Capitulo 1
3. Capitulo 2
4. Capitulo 3
5. Capitulo 4
6. Capitulo
5
7. Capitulo
6
8.
Conclusiones
9.
Bibliografía
Una noche de sábado, estaba viendo uno de esos
programas
llamados talk-show, donde se buscaba explicar las causales de la
infidelidad masculina. Cuando la conductora del programa le
preguntó al esposo por los móviles que le llevaron
a ser infiel a su esposa, este la miró con un rostro que
decía a ciencia cierta
que ni él mismo se lo explicaba. Luego de un breve lapso
de autoanálisis (que a mí se me antojó
eterno), expuso sus razones.
La verdad es que el tema de la infidelidad es delicado y
apasionante, donde el querernos explicar porqué la
mayoría de hombres y mujeres se son infieles entre
sí, ya no solamente por el hecho de la incomodidad, la
venganza o el aburrimiento, sino también por un motivo
nada claro. Incluso, el hecho que el mismo personaje de la
televisión dijo que se llevaba bien con su esposa.
Reconocía cosas como la rutina y la vejez, pero
estos argumentos se me antojan poco consistentes, pues al momento
que se acaba la relación peligrosa, vuelven al lado de su
cónyuge.
Se ha intentado explicar el problema desde un fondo
exclusivamente psicosocial, donde se ve que el hombre debe
tener la mayor cantidad de mujeres para mostrar su
hombría; la mujer en
cambio, debe
tener su himen intacto (no le llamo virginidad), para ser vista
con aprobación, no solamente por su esposo, sino por
la familia de
este, y también por su familia. El hecho
que el hombre no sea
un conquistador empedernido y la mujer se una
"pescadora sin caña ni carnada", está mal visto por
el entorno, que aprueba, como se dijo antes, la posición
anterior. Como si fuera poco, tenemos la Santa Iglesia
Católica Cristiana Apostólica Romana, que es una
propulsora muy poderosa, no sólo de la fidelidad, sino del
machismo. Si no es así, ¿cuándo habrá
una mujer
sacerdote?
Creo que este punto de vista es válido, pero no
es completo. Tenemos que tener en cuenta que aún somos
animales, que
salimos de un antecesor común, y que todavía nos
guiamos por instintos. Claro que lo mediatizamos todo lo que
hacemos mediante el intelecto, y que por ello somos "animales
superiores" pero es cierto también que nuestro comportamiento, bajo ciertas circunstancias,
resulta bestial e irracional, sobre todo el referido al acto
sexual.
Hay muchos detalles que apuntan al hecho que el ser
humano es infiel, no sólo por el hecho psicosocial, sino
por un impulso instintivo, genético, que ambos sexos
tienen. El papel de
agresor que antes tenía el ser humano hombre, es
desarrollado por el hombre
moderno como galantería, delicadeza y cordialidad cuando
trata de seducir a una mujer; El papel receptor
que antes tenía el ser humano mujer, es desarrollado por
la mujer moderna
mediante su gracia, femeneidad y entrega. El fin es uno, aparte
del matrimonio: el
acto sexual.
Ahora se invierten estos papeles. Es común ver
que una mujer sea galante (agresora), o que el hombre se entregue
(receptivo). En ambos se dan los mismos resultados, sin que la
relación se altere en lo más mínimo. Pero
esto último es lo visto ahora, el resultado de la
psicosocialización occidental, donde la mujer está
más liberalizada que cien años atrás. No me
contradigo, si alguno lo piensa, puesto que ambos siguen el fin
del acto sexual. La intelectualización de nuestras
acciones nos
llevan a decir que también solamente es por placer, pero
el fin supremo, el que ha existido siempre, es el de la
conservación de la especie, amenazada, ahora, por la
estupidez de la misma especie.
Con este ensayo no
busco explicar, ni justificar el hecho que el hombre sea infiel
en cualquier estamento de la historia. Lo que se busca
probar es que el hombre tiene todavía mucho de animalidad
en su interior, y que sería bueno aceptarlo y manejarlo.
Al hombre se le a dado un don precioso, que se llama inteligencia y
que lamentablemente, la desperdiciamos en vanos propósitos
de poder y
dinero. Nos
negamos a nosotros mismos cuando creemos que no somos animales
sino entes superiores, capaces de decidir sobre el destino de los
demás. Creemos que todo lo hecho hasta ahora es lo
máximo, lo que viene será aún mejor y que el
hombre siempre durará. El hombre es un animal más
dentro de la gama del universo, y el
mismo sexo lo
prueba. Necesitamos extender la especie, y tenemos que hacerlo
como la hacen los perros, elefantes
o insectos: mediante la cópula. El sexo es
genético, el deseo sexual es genético y la
infidelidad…, también lo puede ser.
El ser humano, desde su creación, tendió a
formar sociedades, no
sólo para llevarse mejor, sino para delimitarse, para
realizarse y para otros asuntos, que poco a poco, si bien nos
llevaron al progreso, también nos está llevando a
la autodestrucción.
En la actualidad, la sociedad humana
ha impuesto una
serie de reglas para que nuestra "autorrealización" se vea
garantizada, mismas que están circunscritas en un marco
legal y moral. No
importa qué seamos. La transgresión de tales marcos
se pena con la cárcel o el descrédito. Por eso, el
hombre desde edades tempranas (1 a 5 años), debe
controlarse, saber qué hacer en un momento u otro o
qué no hacer. Desde bebes, el ser humano aprende con
el
ensayo-error. Si agarra algo que no debe, se le conmina a que
no lo vuelva a hacer. Si rompe o hace algo "malo", llega el tipo
de castigo físico o psíquico, mismos que
están destinados a corregir la conducta. Los
bebés humanos de 0 a 2, infantes de 3 a 5 y los niños
de 6 y 7 años, nos hacen recordar a los bebes no-humanos
que recién exploran el mundo: se mueven de aquí
para allá, observan a otras especies, voladoras o
terrestres, juegan, etc. No es mera coincidencia. Ambos son
animales.
En ambos casos, todo comportamiento
se interpreta como innato. Mejor dicho, genético. Lo
genético es lo que nos hace ser como somos en parte, ya
que representa la herencia del
padre y la madre. La otra parte lo hace el ambiente, con
los posibles problemas que
este traiga. Por la genética,
no solamente heredamos características física de ambos
progenitores, sino también la herencia humana:
reflejos, movimientos, etc. Cuando pedimos algo, conjuntamente
con nuestras palabras extendemos el brazo, con la palma de la
mano hacia arriba, o cuando deseamos consolar a alguien o sentir
comodidad, le abrazamos. Dewey et. al. (1965, p. 12) cita a
Babcock y Clausen diciendo que: "… la herencia es la
continuidad genética
de la sustancia germinativa entre padres y descendientes". Es muy
gráfica esta cita, sobre todo por definirse a los
descendientes. El hombre procede de un animal muy anterior, el
cual se desarrollo en
distintos estadíos, llegando a adquirir cierta manera de
comunicarse. No me voy a adelantar, puesto que eso se
desarrollará en otra parte del ensayo.
Entonces se puede inferir que el ser humano, aún
con su cacareado progreso, sigue siendo un animal. Todavía
nos queda el deseo de pelear por nuestro alimento (llámese
trabajo), por nuestra integridad y sobre todo uno de los temas de
este escrito: la infidelidad.
Hablar de infidelidad es, necesariamente, hablar de
fidelidad. Esta última se da en la actualidad en forma
pública, pero no probada. Hay un gran porcentaje de
hombres y de mujeres que son infieles a su pareja alguna vez en
su vida. A veces se inventan (o se dice la verdad) excusas, pero
que a nadie suena convincente. Ambos, infidelidad y fidelidad
caminan de la mano, porque compromete, principalmente, al
matrimonio.
Debemos pensar que el ser humano, por el planteamiento
dialéctico, puede ser superior al animal. Puede ser fiel.
No es así. El animal humano, ante las emociones no se
detiene. Avanza hasta lograr el objetivo.
Luego piensa en las consecuencias.
La sociedad, como se dijo antes, se creó por
"arrastre". Me refiero que, al cazar, tenían que trabajar
en equipo. Se organizó con jefes, médicos brujos y
subordinados. Eso fue el inicio. Ahora se refleja en el
Presidente (elegido por el pueblo) o el Rey (designados por
Dios), encargados del mando, etc. Y el pueblo. Nos subordinamos
al capricho de alguien común y silvestre como otrora
nuestros antepasados.
Como se comenzó con una estructura
jerárquica, se comenzará estudiando a la familia,
misma que ayudará a comprender, en parte, el asunto de la
infidelidad, la genética y la sociedad.
La célula de
la sociedad es la familia. La
familia se forma luego de informar a la sociedad. Se concierta un
matrimonio civil, y estos tienen hijos. Por otro lado, el
matrimonio religioso es para que lo sepa Dios y la Iglesia. Ambas
(sociedad e Iglesia) son una. Es por ello que es algo
contradictorio que se realice dos matrimonios.
Sea como fuere, el punto principal de todo esto es que
hay que estar dentro de la legalidad de la sociedad y de la
poderosa Iglesia para que la familia sea bien vista, aceptada y
encumbrada sobre ambas.
Aquí hay medios de
presión, que hacen que en el matrimonio se
trate de evitar la infidelidad. Silva (1988, p. 315) dice: "Se
entiende por monogamia el matrimonio de un hombre con una
mujer…". El encumbramiento social y de boato que se hace de
esto es tonto. Hay veces que pareciera que el que no es casado,
llámese conviviente o soltero es integrante de menos
categoría. "¡Ah! Ese es un solterón(a)". "De
repente es homosexual (o lesbiana)". "Esos son covivientes. No
están en gracia de Dios". Como si a Dios le importara
realmente eso.
La situación del matrimonio se da más por
presión social que por otra cosa. Claro que muchos sienten
el deseo, pero generalmente escuchamos la exclamación de
"¿cuándo se casarán estos?". También
se escucha cuando una pareja rompe estando cerca del casorio: "se
iban a casar y rompieron… ¿qué habrá
pasado? ¿Quién habrá sido el causante?".
Estas exclamaciones vienen con malicia de una intervención
externa, sea cual fuere, pero que no debería ser lo
suficientemente fuerte como para romper el lazo de
novios.
En verdad, la sociedad es un monstruo, donde se debe
aprender a no ser de una determinada manera, sino de la forma que
los demás dictan. La libertad no es
exclusiva de los seres humanos. Estamos sometidos por la anterior
y por nuestras propias características genéticas. Aun para
copular (o hacer el amor),
está mal visto hacerlo fuera del matrimonio. La Iglesia,
con su poder
inmemorial, impone esa regla, pretextando que se está en
contra de Dios si no se hace. Para eso se inventa,
también, el matrimonio.
Silva (1988, p. 324) nos dice que: "El matrimonio aunque
es un medio para la satisfacción sexual, tiene…", dando
a entender otras actividades. Pero este instinto genético,
que nos sirve para preservar la especie, tiene que darse dentro
de una acción instituida. Hay casos que están mal
visto por la Iglesia. Por ejemplo, los hijos que no están
dentro de su seno y aquellos cuyos padres no están
casados. En nuestra realidad de 1998, se observa que los hijos de
personas no casados por la Iglesia no pueden ingresar a colegios
religiosos. ¿Castigo por no estar a "derecho"?
Así es la realidad. Y lo peor es que, sabiendo
que la misma es de esa manera, resulta que casarse para tener
relaciones sexuales en forma legal, es una amenaza para la
pareja. Se les dice que sean responsables. "Aguanten sus
instintos y deseos. Si no quieren hijos, usen el método del
ritmo. Cualquier otro es pecado". Se sabe que dicho método es
el más inseguro de todos.
Una vez establecido el nexo matrimonial, se sigue con
los embarazos y con los hijos, que cada vez, son más y
más en el planeta. Los niños son los encargados,
una vez maduros, de formar otras familias. Pero para que los valores
sean dignos, estos hijos tienen que vivir en el matrimonio para
que los mismos no se distorsionen. En la realidad, es una verdad
a medias. Es mentira porque existen familias patológicas
que dan como resultados hijos patológicos. En estos y
aquellos, los valores
están alterados y los exponen de manera alterada; pero
también es verdad que es mejor que los niños
estén en una familia constituida porque los niños
de familia tienen más probabilidades de sobrevivir que un
niño de y en la calle. Es más, las uniones
matrimoniales es la forma más propicia para la crianza de
los hijos (Silva, 1988, p. 315).
Ahora, dentro del matrimonio se dan muchas cosas
negativas, terribles y lesivas para la mujer, principalmente.
Silva (1988, p. 217-218) afirma:
"El machismo significa, naturalmente, la
subordinación de la mujer como hija, como esposa, como
hermana, y en general como mujer, en lo que respecta determinados
derechos,
ventajas y expectativas de la vida social".
En otras palabras una esclava.
Hay que acordarnos que este machismo está
refrendado por la Iglesia. Durante el casamiento
prácticamente, se subordina a la mujer, a pesar del
clima de
igualdad que
se quiere hacer ver. Los conceptos cristianos salidos
directamente del judaísmo, sitúan a la mujer como
una ciudadana de segunda clase, como eran los negros a comienzos,
mediados y casi finales de los 1900 (y todavía en la
actualidad). Una fidelidad sin límites se
deben tener ambos cónyuges. Pero la mujer sirve al hombre,
arregla la casa, alimenta a los hijos, espera al hombre para
seguir sirviéndole y ser un instrumento de desfogue de
aquel. En este clima se
desarrolla el post-casamiento, creando, creo yo, una neurosis en
ambos: el hombre harto de los mismo, con el peso de una responsabilidad contraída, por algo que una
vez fue amor; la mujer
harta por ser tratada como un juguete y sin consideración,
amargada por no conseguir objetivos que
se ha impuesto en la
vida, soportando a un hombre al que ya no ve igual: de galante
pasó a ser patán, de inteligente paso a ser bruto,
de delicado pasó a ser tosco, bárbaro. En otras
palabras, ambos se hartan de ambos, pero no pueden hacer
nada.
Ahora tomaré algo de sociedad e infidelidad. El
hombre al organizarse, tuvo que hacer normas que
regularicen la unión de pareja, la unión sexual. Se
habló de Silva. Ahora es el turno de Hoebel (1961, p. 311)
que dice: "El matrimonio es el complejo de normas sociales
que definen y regulan las relaciones mutuas de la pareja
unida…". Hasta ahora vamos bien. Se refiere al orden, insisto,
que se debe tener. La anarquía es un concepto
prohibido para los animales sociales como nosotros.
El mismo autor dice en el mismo año y en la misma
página:
"Por unión se entiende el apareamiento de
individuos del sexo opuesto bajo la influencia del impulso
sexual. Preponderantemente se trata de un fenómeno
psicofisiológico de naturaleza
fundamentalmente instintiva".
Ya se encuentran las primeras dificultades. Unida a la
primera afirmación, se infiriere que, para tener sexo, hay
que estar casado. Tan simple como eso. No se habla de amor (del cual
hablaremos después), de comprensión, de
cariño. Estos sentimientos son del hombre civilizado. Se
habla de unión, y la unión es para satisfacer un
efecto psicosocial. Aquí la cosa se empieza a torcer y a
desnudar al hombre animal. La represión es la primera fase
del acontecimiento infiel.
Hoebel (1961, p. 311) cita a Malinovsk -"The Argonauts
of the Western Pacific" ("Los Argonautas de Pacífico
Oeste"), página 53- para transcribir: "La castidad es una
virtud desconocida entre los nativos. A una edad
increíblemente temprana son iniciados a la vida
sexual…".
Nativos. Sinónimo de lugareños, pero
también de primitivos. Y se refiere a ambos
términos. Son organizados, pero no tanto como nuestra
megasociedad. Son iniciados tempranamente a la vida sexual
quizá para una mejor distribución de bienes,
quizá para tener una prole más numerosa, misma que
en un futuro ayudará a la supervivencia de la tribu, o por
un mandato genético ancestral. Quizá una, dos, las
tres o ninguna de las causas descritas, hacen que esos nativos
sean como sean. Pero lo único cierto es que lo sexual
prima, y mucho en una organización. Sea rudimentaria o moderna.
Lo cierto es que lo sexual mueve.
Ahora se pondrá esta última
afirmación del autor (1961, p. 329), que moverá
completamente el bote: … no es monógamo por instinto.".
Se refiere al hombre, naturalmente.
Se recomienda la monogamia, es decir, el casamiento con
una sola pareja. Con ella se las tiene que ver por toda la vida.
Pero la monogamia, es estar con una sola pareja, no es innato en
el hombre. La monogamia (es decir, tener una pareja sexual) es
impuesta. El hombre (y la mujer ¿por qué no?)
necesita de varias parejas para calmar este instinto
psicofisiológico. El infiel no es polígamo.
Solamente se ven algunos casos de este fenómeno. Entonces,
concluyendo, se puede comentar que el hombre no es una persona que
fácilmente esté toda una vida con otra persona. Es
cierto, hay bastantes parejas que duran fieles. Pero son las
pocas.
Aquí se prueba la infidelidad. Aquí surge.
La necesidad de cumplir crea ansiedad, angustia y neurosis. En la
T.V. se mira bastantes casos. La posterior socialización del hombre, le dio un enclave
al matrimonio para que ninguno saque los pies del plato:
amor.
En nombre de este sentimiento (que sin duda, existe) se
tiene el hombre que someter, y someter al animal que llevamos en
nuestro interior. Muchas veces se escucha el término que
sin amor, el acto sexual es un acto de animales. Hay que ser
concreto en
esto: primero nace el impulso sexual, luego, el amor.
Quizá en nuestros tiempos, ya no, pero sí en los
antiguos. Éramos animales, y lo que importaba era que la
especie sobreviviera. En esos tiempos, las flores y agasajos no
se conocían, sino olores, épocas de celos y
apareamiento. Cuando el hombre ya fue Homo Sapiens se le dio la
necesidad de definir eso, tan directo, salvaje y brutal. Los
sentimientos así fueron naciendo hasta nuestra actualidad.
Pero lo cierto es que, cuando se tiene la ocasión de ser
infieles se aprovecha. El amor lo mandamos de paseo, o lo
conservamos con quien debemos conservarlo. Entonces
¿cómo decir que el amor es importante?
¿Cómo decir que hay que controlar lo sexual?
¿Cómo decir que "hacer el amor" es distinto de
"acto sexual"? Básicamente ES LO MISMO. Pero el deseo del
hombre de parecer lo que no es, negar su filiación animal
recurre a estrategias
burdas, pero montadas a través de los siglos.
He terminado una relación entre sociedad,
genética e infidelidad, de cómo la sociedad quiere
reformar al hombre no pudiendo hacerlo. Ahora pretendo demostrar
que la infidelidad, no es algo irresponsable, sino un impulso
más fuerte de lo que se cree.
Se ha comenzado a decir algo, pero en los siguientes
escritos, lo demostraré con teorías, lógica,
refrendándolo luego en las conclusiones.
Ahora hablaré sobre el sistema nervioso
y genética, ambos dicho por Chapple (1972, p.
14):
"Son parte integrante del sistema nervioso
y de los mecanismos endocrinos que regulan el estado
interno y preparan al individuo para el ataque o la huida, y
mantienen el balance metabólico y sexual. Estas formas
principales de respuesta a los estímulos externos son los
estados emocionales primarios, a partir de los cuales se elaboran
variantes mucho más complejas".
¿No se describe aquí el comportamiento de
un perro o de un tigre? No es broma. Los animales, los mamíferos, tienen mucho de comunidad con el
hombre. El comportamiento difiere mucho por el estilo de vida de
cada uno, pero no hay dudas. El salvajismo se da.
La otra afirmación del autor (1972, p. 164)
es:
"… diferencias individuales de los perros de una
misma clase, e incluso, de una misma camada, la diferencia de
razas son claramente hereditarias y por lo general mayores que
las peculiaridades individuales".
La fuerza de la
genética es inmensa. Es por ello que se superpone a las
peculiaridades individuales. Se estudia al grupo, no al
individuo. El estudio de este último sesgaría los
definitivamente, pero nunca se concluiría por el tiempo: muerte de los
estudiosos o muerte
científica. Además, es revelador el hecho del
comportamiento como grupo de
individuos. Creo que no hay más que decir. La fuerza de la
herencia (genética) está plenamente probada. Si
aunamos a ello la forma de ser animal del hombre, entonces
estaremos listos para probar la infidelidad
genética.
Hay que ser claros al decir que el hombre se guía
por sus instintos. La inteligencia
es nuestra "novedad" dentro de los animales, pero todavía
tenemos cosas que nos acercan a nuestros parientes menos dotados.
Hay veces que somos peores que ellos.
Lo genético del asunto, es decir, de la
infidelidad, pasa por un montón de deducciones que tienen
que comenzar necesariamente, por el final. No, no me estoy
contradiciendo, sino que debe comenzar con el hombre actual.
Somos seres vivientes, con un cerebro grande
con conexiones neuronales diversas. Amo del mundo, y quizá
con un poco de buena o mala suerte, del universo. A lo
largo de la historia, ha desarrollado
tecnología
que le ha dado comodidad a su vida, a riesgo de
destruir la naturaleza. Pero
para que haga todo eso, necesito de evolución, desarrollo,
genética. Estos tres puntales moldearon, cincelaron,
perfeccionaron al Homo Sapiens. Pero con todo, queda
todavía, ya no en lo gestual, sino en lo subconsciente
cosas animalescas: agresividad, miedo, instinto, sexo.
Y de este último, es donde salió el
hombre. Por este último es que el hombre es hombre y no
otra cosa. Silva (1988, p. 213) dice del sexo que "… ha
cumplido un papel decisivo en el proceso de
hominización". ¡Qué gran verdad!
Todavía cumple un papel importante dentro de la citada
hominización. Es más, a veces la desbordamos por
una serie de fenómenos que lo explicamos más o
menos. El desborde es la infidelidad genética que pretendo
demostrar, no la social. Somos seres sexuados, y como tales,
queremos que esa necesidad sea cubierta de una manera u otra.
Claro que debido al planteamiento intelectual de cada uno y de la
sociedad en general, no estamos teniendo relaciones sexuales en
medio de la calle como los hacen perros y gatos. La sociedad ha
preferido reprimir (con sus consecuencias) la sexualidad
hasta el mínimo. Se escucha mucho la expresión de
dominio de los
instintos, cuando son estos los que nos mantienen vivos. Sin
estos instintos, la especia humana hace mucho, mucho, pero mucho
tiempo,
hubiese dejado de existir.
La prueba es que arrastramos el atavismo de ser un
animal, es que existe el incesto. Si se conoce un caso del mismo,
es un escándalo social inimaginable, sin detenernos a
pensar en su posibilidad genética. El hombre, en su
afán de organizar su núcleo social, decidió
ampliar esta por medio de la formación de clanes y luego
de tribus. Al hacer esto, el incesto pasó de algo natural
a algo proscrito.
Una manera de probar estas últimas afirmaciones
es lo que dijo Silva (1988, p. 329-330):
"1. No existe un horror universal hacia el incesto y
muchas sociedades no
tienen severos castigos contra él; otros lo practican y en
otros reina una verdadera indiferencia.
2. No se trata de una repugnancia instintiva. Las causas
por la que se condena el incesto son socioculturales, no
biológicas.
3. […]
4. Las regulaciones del incesto tienen por lo menos tres
funciones
principales: a) mantener la unidad y estabilidad familiares;
b)regularizar determinadas funciones
económicas, fundamentalmente de reciprocidad; y c)asegurar
que los impulsos sexuales se dirijan al objetivo de
establecer relaciones esenciales entre familias. En resumen,
evitar la ruptura y la desorganización de los sistemas de
parentesco, base fundamental de la estructura
social".
Más claro que el agua no
puede ser. Me imagino que en los albores de la humanidad, el
hombre primitivo tendría cópula con mujeres. Uno de
estos momentos pudo ser también con su hermana o con su
madre. Por más abominable que pueda sonar, podía
ocurrir. Ahora, la inteligencia se manifestó, no por ser
madre-hijo o hijo-hermana, sino porque el producto de
estas uniones salía mal. Por mal, me refiero a una posible
malformación, por el mismo patrón genético,
o quizá, muerte prematura por la calidad
genética. Un posible y antiguo atavismo se reflejaba en
Esparta, con el trato bárbaro que se le daba a los
niños menos afortunados. Las mejores muestras son las
monarquías que acostumbraban a casar a hermanos
príncipes, pues se deseaba mantener la "sangre real"
intacta. El hombre primitivo, desde ahí, evitó
unirse a alguien "que salía del mismo sitio" o con alguien
"que lo amamantó" y que en algún rato,
reconoció como algo cercano y cálido, que le
defendía de cualquier peligro. Luego, le dio por llamarla
mamá.
Para terminar esta parte, debemos decir que la
genética ahora, se tiene que subordinar a la sociedad, y a
su patrón de conducta:
la moral. El
hombre no sólo está satisfecho si logra domar la
naturaleza en vez de ir con ella, sino también controlar
el mundo del instinto. Lamentablemente (aunque reconozco ciertos
logros), se desea manejar lo más humano que tenemos. Y lo
hacemos tratando de neurotizar al hombre. Nietzsche
(1992, p. 52) dijo: "… causalidad antinatural: a partir de
ahora el resto entero de cosas no naturales se sigue de
aquí […]. La
moral".
¿No es cierto que si faltamos a la moral, hasta
podemos ir a la cárcel? ¿O por el contrario, no son
tratados estos
"faltosos a al moral" como parias? Creamos neuróticos por
doquier, con el afán de controlar a todos. Si alguien se
sale de esa línea de conducta, si no le atrapan, la
consciencia le remuerde, no porque esté mal, sino porque
desde estadíos tempranos te enseñan qué
está bien y qué está mal. No digo que eso
sea erróneo, sino que a veces decimos demasiados "no" a
los niños. El ser humano es un animal en vías de
convertirse en un no se qué. El niño pequeño
es un animal humano.
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