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Genética, sociedad e infidelidad




Enviado por miguel_giron



Partes: 1, 2


    1.
    Introducción

    2. Capitulo 1
    3. Capitulo 2
    4. Capitulo 3
    5. Capitulo 4
    6. Capitulo
    5

    7. Capitulo
    6

    8.
    Conclusiones

    9.
    Bibliografía

    1.
    Introducción

    Una noche de sábado, estaba viendo uno de esos
    programas
    llamados talk-show, donde se buscaba explicar las causales de la
    infidelidad masculina. Cuando la conductora del programa le
    preguntó al esposo por los móviles que le llevaron
    a ser infiel a su esposa, este la miró con un rostro que
    decía a ciencia cierta
    que ni él mismo se lo explicaba. Luego de un breve lapso
    de autoanálisis (que a mí se me antojó
    eterno), expuso sus razones.

    La verdad es que el tema de la infidelidad es delicado y
    apasionante, donde el querernos explicar porqué la
    mayoría de hombres y mujeres se son infieles entre
    sí, ya no solamente por el hecho de la incomodidad, la
    venganza o el aburrimiento, sino también por un motivo
    nada claro. Incluso, el hecho que el mismo personaje de la
    televisión dijo que se llevaba bien con su esposa.
    Reconocía cosas como la rutina y la vejez, pero
    estos argumentos se me antojan poco consistentes, pues al momento
    que se acaba la relación peligrosa, vuelven al lado de su
    cónyuge.

    Se ha intentado explicar el problema desde un fondo
    exclusivamente psicosocial, donde se ve que el hombre debe
    tener la mayor cantidad de mujeres para mostrar su
    hombría; la mujer en
    cambio, debe
    tener su himen intacto (no le llamo virginidad), para ser vista
    con aprobación, no solamente por su esposo, sino por
    la familia de
    este, y también por su familia. El hecho
    que el hombre no sea
    un conquistador empedernido y la mujer se una
    "pescadora sin caña ni carnada", está mal visto por
    el entorno, que aprueba, como se dijo antes, la posición
    anterior. Como si fuera poco, tenemos la Santa Iglesia
    Católica Cristiana Apostólica Romana, que es una
    propulsora muy poderosa, no sólo de la fidelidad, sino del
    machismo. Si no es así, ¿cuándo habrá
    una mujer
    sacerdote?

    Creo que este punto de vista es válido, pero no
    es completo. Tenemos que tener en cuenta que aún somos
    animales, que
    salimos de un antecesor común, y que todavía nos
    guiamos por instintos. Claro que lo mediatizamos todo lo que
    hacemos mediante el intelecto, y que por ello somos "animales
    superiores" pero es cierto también que nuestro comportamiento, bajo ciertas circunstancias,
    resulta bestial e irracional, sobre todo el referido al acto
    sexual.

    Hay muchos detalles que apuntan al hecho que el ser
    humano es infiel, no sólo por el hecho psicosocial, sino
    por un impulso instintivo, genético, que ambos sexos
    tienen. El papel de
    agresor que antes tenía el ser humano hombre, es
    desarrollado por el hombre
    moderno como galantería, delicadeza y cordialidad cuando
    trata de seducir a una mujer; El papel receptor
    que antes tenía el ser humano mujer, es desarrollado por
    la mujer moderna
    mediante su gracia, femeneidad y entrega. El fin es uno, aparte
    del matrimonio: el
    acto sexual.

    Ahora se invierten estos papeles. Es común ver
    que una mujer sea galante (agresora), o que el hombre se entregue
    (receptivo). En ambos se dan los mismos resultados, sin que la
    relación se altere en lo más mínimo. Pero
    esto último es lo visto ahora, el resultado de la
    psicosocialización occidental, donde la mujer está
    más liberalizada que cien años atrás. No me
    contradigo, si alguno lo piensa, puesto que ambos siguen el fin
    del acto sexual. La intelectualización de nuestras
    acciones nos
    llevan a decir que también solamente es por placer, pero
    el fin supremo, el que ha existido siempre, es el de la
    conservación de la especie, amenazada, ahora, por la
    estupidez de la misma especie.

    Con este ensayo no
    busco explicar, ni justificar el hecho que el hombre sea infiel
    en cualquier estamento de la historia. Lo que se busca
    probar es que el hombre tiene todavía mucho de animalidad
    en su interior, y que sería bueno aceptarlo y manejarlo.
    Al hombre se le a dado un don precioso, que se llama inteligencia y
    que lamentablemente, la desperdiciamos en vanos propósitos
    de poder y
    dinero. Nos
    negamos a nosotros mismos cuando creemos que no somos animales
    sino entes superiores, capaces de decidir sobre el destino de los
    demás. Creemos que todo lo hecho hasta ahora es lo
    máximo, lo que viene será aún mejor y que el
    hombre siempre durará. El hombre es un animal más
    dentro de la gama del universo, y el
    mismo sexo lo
    prueba. Necesitamos extender la especie, y tenemos que hacerlo
    como la hacen los perros, elefantes
    o insectos: mediante la cópula. El sexo es
    genético, el deseo sexual es genético y la
    infidelidad…, también lo puede ser.

    El ser humano, desde su creación, tendió a
    formar sociedades, no
    sólo para llevarse mejor, sino para delimitarse, para
    realizarse y para otros asuntos, que poco a poco, si bien nos
    llevaron al progreso, también nos está llevando a
    la autodestrucción.

    En la actualidad, la sociedad humana
    ha impuesto una
    serie de reglas para que nuestra "autorrealización" se vea
    garantizada, mismas que están circunscritas en un marco
    legal y moral. No
    importa qué seamos. La transgresión de tales marcos
    se pena con la cárcel o el descrédito. Por eso, el
    hombre desde edades tempranas (1 a 5 años), debe
    controlarse, saber qué hacer en un momento u otro o
    qué no hacer. Desde bebes, el ser humano aprende con
    el
    ensayo-error. Si agarra algo que no debe, se le conmina a que
    no lo vuelva a hacer. Si rompe o hace algo "malo", llega el tipo
    de castigo físico o psíquico, mismos que
    están destinados a corregir la conducta. Los
    bebés humanos de 0 a 2, infantes de 3 a 5 y los niños
    de 6 y 7 años, nos hacen recordar a los bebes no-humanos
    que recién exploran el mundo: se mueven de aquí
    para allá, observan a otras especies, voladoras o
    terrestres, juegan, etc. No es mera coincidencia. Ambos son
    animales.

    En ambos casos, todo comportamiento
    se interpreta como innato. Mejor dicho, genético. Lo
    genético es lo que nos hace ser como somos en parte, ya
    que representa la herencia del
    padre y la madre. La otra parte lo hace el ambiente, con
    los posibles problemas que
    este traiga. Por la genética,
    no solamente heredamos características física de ambos
    progenitores, sino también la herencia humana:
    reflejos, movimientos, etc. Cuando pedimos algo, conjuntamente
    con nuestras palabras extendemos el brazo, con la palma de la
    mano hacia arriba, o cuando deseamos consolar a alguien o sentir
    comodidad, le abrazamos. Dewey et. al. (1965, p. 12) cita a
    Babcock y Clausen diciendo que: "… la herencia es la
    continuidad genética
    de la sustancia germinativa entre padres y descendientes". Es muy
    gráfica esta cita, sobre todo por definirse a los
    descendientes. El hombre procede de un animal muy anterior, el
    cual se desarrollo en
    distintos estadíos, llegando a adquirir cierta manera de
    comunicarse. No me voy a adelantar, puesto que eso se
    desarrollará en otra parte del ensayo.

    Entonces se puede inferir que el ser humano, aún
    con su cacareado progreso, sigue siendo un animal. Todavía
    nos queda el deseo de pelear por nuestro alimento (llámese
    trabajo), por nuestra integridad y sobre todo uno de los temas de
    este escrito: la infidelidad.

    Hablar de infidelidad es, necesariamente, hablar de
    fidelidad. Esta última se da en la actualidad en forma
    pública, pero no probada. Hay un gran porcentaje de
    hombres y de mujeres que son infieles a su pareja alguna vez en
    su vida. A veces se inventan (o se dice la verdad) excusas, pero
    que a nadie suena convincente. Ambos, infidelidad y fidelidad
    caminan de la mano, porque compromete, principalmente, al
    matrimonio.

    Debemos pensar que el ser humano, por el planteamiento
    dialéctico, puede ser superior al animal. Puede ser fiel.
    No es así. El animal humano, ante las emociones no se
    detiene. Avanza hasta lograr el objetivo.
    Luego piensa en las consecuencias.

    La sociedad, como se dijo antes, se creó por
    "arrastre". Me refiero que, al cazar, tenían que trabajar
    en equipo. Se organizó con jefes, médicos brujos y
    subordinados. Eso fue el inicio. Ahora se refleja en el
    Presidente (elegido por el pueblo) o el Rey (designados por
    Dios), encargados del mando, etc. Y el pueblo. Nos subordinamos
    al capricho de alguien común y silvestre como otrora
    nuestros antepasados.

    Como se comenzó con una estructura
    jerárquica, se comenzará estudiando a la familia,
    misma que ayudará a comprender, en parte, el asunto de la
    infidelidad, la genética y la sociedad.

    2. Capitulo
    1

    La célula de
    la sociedad es la familia. La
    familia se forma luego de informar a la sociedad. Se concierta un
    matrimonio civil, y estos tienen hijos. Por otro lado, el
    matrimonio religioso es para que lo sepa Dios y la Iglesia. Ambas
    (sociedad e Iglesia) son una. Es por ello que es algo
    contradictorio que se realice dos matrimonios.

    Sea como fuere, el punto principal de todo esto es que
    hay que estar dentro de la legalidad de la sociedad y de la
    poderosa Iglesia para que la familia sea bien vista, aceptada y
    encumbrada sobre ambas.

    Aquí hay medios de
    presión, que hacen que en el matrimonio se
    trate de evitar la infidelidad. Silva (1988, p. 315) dice: "Se
    entiende por monogamia el matrimonio de un hombre con una
    mujer…". El encumbramiento social y de boato que se hace de
    esto es tonto. Hay veces que pareciera que el que no es casado,
    llámese conviviente o soltero es integrante de menos
    categoría. "¡Ah! Ese es un solterón(a)". "De
    repente es homosexual (o lesbiana)". "Esos son covivientes. No
    están en gracia de Dios". Como si a Dios le importara
    realmente eso.

    La situación del matrimonio se da más por
    presión social que por otra cosa. Claro que muchos sienten
    el deseo, pero generalmente escuchamos la exclamación de
    "¿cuándo se casarán estos?". También
    se escucha cuando una pareja rompe estando cerca del casorio: "se
    iban a casar y rompieron… ¿qué habrá
    pasado? ¿Quién habrá sido el causante?".
    Estas exclamaciones vienen con malicia de una intervención
    externa, sea cual fuere, pero que no debería ser lo
    suficientemente fuerte como para romper el lazo de
    novios.

    En verdad, la sociedad es un monstruo, donde se debe
    aprender a no ser de una determinada manera, sino de la forma que
    los demás dictan. La libertad no es
    exclusiva de los seres humanos. Estamos sometidos por la anterior
    y por nuestras propias características genéticas. Aun para
    copular (o hacer el amor),
    está mal visto hacerlo fuera del matrimonio. La Iglesia,
    con su poder
    inmemorial, impone esa regla, pretextando que se está en
    contra de Dios si no se hace. Para eso se inventa,
    también, el matrimonio.

    Silva (1988, p. 324) nos dice que: "El matrimonio aunque
    es un medio para la satisfacción sexual, tiene…", dando
    a entender otras actividades. Pero este instinto genético,
    que nos sirve para preservar la especie, tiene que darse dentro
    de una acción instituida. Hay casos que están mal
    visto por la Iglesia. Por ejemplo, los hijos que no están
    dentro de su seno y aquellos cuyos padres no están
    casados. En nuestra realidad de 1998, se observa que los hijos de
    personas no casados por la Iglesia no pueden ingresar a colegios
    religiosos. ¿Castigo por no estar a "derecho"?

    Así es la realidad. Y lo peor es que, sabiendo
    que la misma es de esa manera, resulta que casarse para tener
    relaciones sexuales en forma legal, es una amenaza para la
    pareja. Se les dice que sean responsables. "Aguanten sus
    instintos y deseos. Si no quieren hijos, usen el método del
    ritmo. Cualquier otro es pecado". Se sabe que dicho método es
    el más inseguro de todos.

    Una vez establecido el nexo matrimonial, se sigue con
    los embarazos y con los hijos, que cada vez, son más y
    más en el planeta. Los niños son los encargados,
    una vez maduros, de formar otras familias. Pero para que los valores
    sean dignos, estos hijos tienen que vivir en el matrimonio para
    que los mismos no se distorsionen. En la realidad, es una verdad
    a medias. Es mentira porque existen familias patológicas
    que dan como resultados hijos patológicos. En estos y
    aquellos, los valores
    están alterados y los exponen de manera alterada; pero
    también es verdad que es mejor que los niños
    estén en una familia constituida porque los niños
    de familia tienen más probabilidades de sobrevivir que un
    niño de y en la calle. Es más, las uniones
    matrimoniales es la forma más propicia para la crianza de
    los hijos (Silva, 1988, p. 315).

    Ahora, dentro del matrimonio se dan muchas cosas
    negativas, terribles y lesivas para la mujer, principalmente.
    Silva (1988, p. 217-218) afirma:

    "El machismo significa, naturalmente, la
    subordinación de la mujer como hija, como esposa, como
    hermana, y en general como mujer, en lo que respecta determinados
    derechos,
    ventajas y expectativas de la vida social".

    En otras palabras una esclava.

    Hay que acordarnos que este machismo está
    refrendado por la Iglesia. Durante el casamiento
    prácticamente, se subordina a la mujer, a pesar del
    clima de
    igualdad que
    se quiere hacer ver. Los conceptos cristianos salidos
    directamente del judaísmo, sitúan a la mujer como
    una ciudadana de segunda clase, como eran los negros a comienzos,
    mediados y casi finales de los 1900 (y todavía en la
    actualidad). Una fidelidad sin límites se
    deben tener ambos cónyuges. Pero la mujer sirve al hombre,
    arregla la casa, alimenta a los hijos, espera al hombre para
    seguir sirviéndole y ser un instrumento de desfogue de
    aquel. En este clima se
    desarrolla el post-casamiento, creando, creo yo, una neurosis en
    ambos: el hombre harto de los mismo, con el peso de una responsabilidad contraída, por algo que una
    vez fue amor; la mujer
    harta por ser tratada como un juguete y sin consideración,
    amargada por no conseguir objetivos que
    se ha impuesto en la
    vida, soportando a un hombre al que ya no ve igual: de galante
    pasó a ser patán, de inteligente paso a ser bruto,
    de delicado pasó a ser tosco, bárbaro. En otras
    palabras, ambos se hartan de ambos, pero no pueden hacer
    nada.

    3. Capitulo
    2

    Ahora tomaré algo de sociedad e infidelidad. El
    hombre al organizarse, tuvo que hacer normas que
    regularicen la unión de pareja, la unión sexual. Se
    habló de Silva. Ahora es el turno de Hoebel (1961, p. 311)
    que dice: "El matrimonio es el complejo de normas sociales
    que definen y regulan las relaciones mutuas de la pareja
    unida…". Hasta ahora vamos bien. Se refiere al orden, insisto,
    que se debe tener. La anarquía es un concepto
    prohibido para los animales sociales como nosotros.

    El mismo autor dice en el mismo año y en la misma
    página:

    "Por unión se entiende el apareamiento de
    individuos del sexo opuesto bajo la influencia del impulso
    sexual. Preponderantemente se trata de un fenómeno
    psicofisiológico de naturaleza
    fundamentalmente instintiva".

    Ya se encuentran las primeras dificultades. Unida a la
    primera afirmación, se infiriere que, para tener sexo, hay
    que estar casado. Tan simple como eso. No se habla de amor (del cual
    hablaremos después), de comprensión, de
    cariño. Estos sentimientos son del hombre civilizado. Se
    habla de unión, y la unión es para satisfacer un
    efecto psicosocial. Aquí la cosa se empieza a torcer y a
    desnudar al hombre animal. La represión es la primera fase
    del acontecimiento infiel.

    Hoebel (1961, p. 311) cita a Malinovsk -"The Argonauts
    of the Western Pacific" ("Los Argonautas de Pacífico
    Oeste"), página 53- para transcribir: "La castidad es una
    virtud desconocida entre los nativos. A una edad
    increíblemente temprana son iniciados a la vida
    sexual…".

    Nativos. Sinónimo de lugareños, pero
    también de primitivos. Y se refiere a ambos
    términos. Son organizados, pero no tanto como nuestra
    megasociedad. Son iniciados tempranamente a la vida sexual
    quizá para una mejor distribución de bienes,
    quizá para tener una prole más numerosa, misma que
    en un futuro ayudará a la supervivencia de la tribu, o por
    un mandato genético ancestral. Quizá una, dos, las
    tres o ninguna de las causas descritas, hacen que esos nativos
    sean como sean. Pero lo único cierto es que lo sexual
    prima, y mucho en una organización. Sea rudimentaria o moderna.
    Lo cierto es que lo sexual mueve.

    Ahora se pondrá esta última
    afirmación del autor (1961, p. 329), que moverá
    completamente el bote: … no es monógamo por instinto.".
    Se refiere al hombre, naturalmente.

    Se recomienda la monogamia, es decir, el casamiento con
    una sola pareja. Con ella se las tiene que ver por toda la vida.
    Pero la monogamia, es estar con una sola pareja, no es innato en
    el hombre. La monogamia (es decir, tener una pareja sexual) es
    impuesta. El hombre (y la mujer ¿por qué no?)
    necesita de varias parejas para calmar este instinto
    psicofisiológico. El infiel no es polígamo.
    Solamente se ven algunos casos de este fenómeno. Entonces,
    concluyendo, se puede comentar que el hombre no es una persona que
    fácilmente esté toda una vida con otra persona. Es
    cierto, hay bastantes parejas que duran fieles. Pero son las
    pocas.

    Aquí se prueba la infidelidad. Aquí surge.
    La necesidad de cumplir crea ansiedad, angustia y neurosis. En la
    T.V. se mira bastantes casos. La posterior socialización del hombre, le dio un enclave
    al matrimonio para que ninguno saque los pies del plato:
    amor.

    En nombre de este sentimiento (que sin duda, existe) se
    tiene el hombre que someter, y someter al animal que llevamos en
    nuestro interior. Muchas veces se escucha el término que
    sin amor, el acto sexual es un acto de animales. Hay que ser
    concreto en
    esto: primero nace el impulso sexual, luego, el amor.
    Quizá en nuestros tiempos, ya no, pero sí en los
    antiguos. Éramos animales, y lo que importaba era que la
    especie sobreviviera. En esos tiempos, las flores y agasajos no
    se conocían, sino olores, épocas de celos y
    apareamiento. Cuando el hombre ya fue Homo Sapiens se le dio la
    necesidad de definir eso, tan directo, salvaje y brutal. Los
    sentimientos así fueron naciendo hasta nuestra actualidad.
    Pero lo cierto es que, cuando se tiene la ocasión de ser
    infieles se aprovecha. El amor lo mandamos de paseo, o lo
    conservamos con quien debemos conservarlo. Entonces
    ¿cómo decir que el amor es importante?
    ¿Cómo decir que hay que controlar lo sexual?
    ¿Cómo decir que "hacer el amor" es distinto de
    "acto sexual"? Básicamente ES LO MISMO. Pero el deseo del
    hombre de parecer lo que no es, negar su filiación animal
    recurre a estrategias
    burdas, pero montadas a través de los siglos.

    He terminado una relación entre sociedad,
    genética e infidelidad, de cómo la sociedad quiere
    reformar al hombre no pudiendo hacerlo. Ahora pretendo demostrar
    que la infidelidad, no es algo irresponsable, sino un impulso
    más fuerte de lo que se cree.

    Se ha comenzado a decir algo, pero en los siguientes
    escritos, lo demostraré con teorías, lógica,
    refrendándolo luego en las conclusiones.

    4. Capitulo
    3

    Ahora hablaré sobre el sistema nervioso
    y genética, ambos dicho por Chapple (1972, p.
    14):

    "Son parte integrante del sistema nervioso
    y de los mecanismos endocrinos que regulan el estado
    interno y preparan al individuo para el ataque o la huida, y
    mantienen el balance metabólico y sexual. Estas formas
    principales de respuesta a los estímulos externos son los
    estados emocionales primarios, a partir de los cuales se elaboran
    variantes mucho más complejas".

    ¿No se describe aquí el comportamiento de
    un perro o de un tigre? No es broma. Los animales, los mamíferos, tienen mucho de comunidad con el
    hombre. El comportamiento difiere mucho por el estilo de vida de
    cada uno, pero no hay dudas. El salvajismo se da.

    La otra afirmación del autor (1972, p. 164)
    es:

    "… diferencias individuales de los perros de una
    misma clase, e incluso, de una misma camada, la diferencia de
    razas son claramente hereditarias y por lo general mayores que
    las peculiaridades individuales".

    La fuerza de la
    genética es inmensa. Es por ello que se superpone a las
    peculiaridades individuales. Se estudia al grupo, no al
    individuo. El estudio de este último sesgaría los
    definitivamente, pero nunca se concluiría por el tiempo: muerte de los
    estudiosos o muerte
    científica. Además, es revelador el hecho del
    comportamiento como grupo de
    individuos. Creo que no hay más que decir. La fuerza de la
    herencia (genética) está plenamente probada. Si
    aunamos a ello la forma de ser animal del hombre, entonces
    estaremos listos para probar la infidelidad
    genética.

    5. Capitulo
    4

    Hay que ser claros al decir que el hombre se guía
    por sus instintos. La inteligencia
    es nuestra "novedad" dentro de los animales, pero todavía
    tenemos cosas que nos acercan a nuestros parientes menos dotados.
    Hay veces que somos peores que ellos.

    Lo genético del asunto, es decir, de la
    infidelidad, pasa por un montón de deducciones que tienen
    que comenzar necesariamente, por el final. No, no me estoy
    contradiciendo, sino que debe comenzar con el hombre actual.
    Somos seres vivientes, con un cerebro grande
    con conexiones neuronales diversas. Amo del mundo, y quizá
    con un poco de buena o mala suerte, del universo. A lo
    largo de la historia, ha desarrollado
    tecnología
    que le ha dado comodidad a su vida, a riesgo de
    destruir la naturaleza. Pero
    para que haga todo eso, necesito de evolución, desarrollo,
    genética. Estos tres puntales moldearon, cincelaron,
    perfeccionaron al Homo Sapiens. Pero con todo, queda
    todavía, ya no en lo gestual, sino en lo subconsciente
    cosas animalescas: agresividad, miedo, instinto, sexo.

    Y de este último, es donde salió el
    hombre. Por este último es que el hombre es hombre y no
    otra cosa. Silva (1988, p. 213) dice del sexo que "… ha
    cumplido un papel decisivo en el proceso de
    hominización". ¡Qué gran verdad!
    Todavía cumple un papel importante dentro de la citada
    hominización. Es más, a veces la desbordamos por
    una serie de fenómenos que lo explicamos más o
    menos. El desborde es la infidelidad genética que pretendo
    demostrar, no la social. Somos seres sexuados, y como tales,
    queremos que esa necesidad sea cubierta de una manera u otra.
    Claro que debido al planteamiento intelectual de cada uno y de la
    sociedad en general, no estamos teniendo relaciones sexuales en
    medio de la calle como los hacen perros y gatos. La sociedad ha
    preferido reprimir (con sus consecuencias) la sexualidad
    hasta el mínimo. Se escucha mucho la expresión de
    dominio de los
    instintos, cuando son estos los que nos mantienen vivos. Sin
    estos instintos, la especia humana hace mucho, mucho, pero mucho
    tiempo,
    hubiese dejado de existir.

    La prueba es que arrastramos el atavismo de ser un
    animal, es que existe el incesto. Si se conoce un caso del mismo,
    es un escándalo social inimaginable, sin detenernos a
    pensar en su posibilidad genética. El hombre, en su
    afán de organizar su núcleo social, decidió
    ampliar esta por medio de la formación de clanes y luego
    de tribus. Al hacer esto, el incesto pasó de algo natural
    a algo proscrito.

    Una manera de probar estas últimas afirmaciones
    es lo que dijo Silva (1988, p. 329-330):

    "1. No existe un horror universal hacia el incesto y
    muchas sociedades no
    tienen severos castigos contra él; otros lo practican y en
    otros reina una verdadera indiferencia.

    2. No se trata de una repugnancia instintiva. Las causas
    por la que se condena el incesto son socioculturales, no
    biológicas.

    3. […]

    4. Las regulaciones del incesto tienen por lo menos tres
    funciones
    principales: a) mantener la unidad y estabilidad familiares;
    b)regularizar determinadas funciones
    económicas, fundamentalmente de reciprocidad; y c)asegurar
    que los impulsos sexuales se dirijan al objetivo de
    establecer relaciones esenciales entre familias. En resumen,
    evitar la ruptura y la desorganización de los sistemas de
    parentesco, base fundamental de la estructura
    social".

    Más claro que el agua no
    puede ser. Me imagino que en los albores de la humanidad, el
    hombre primitivo tendría cópula con mujeres. Uno de
    estos momentos pudo ser también con su hermana o con su
    madre. Por más abominable que pueda sonar, podía
    ocurrir. Ahora, la inteligencia se manifestó, no por ser
    madre-hijo o hijo-hermana, sino porque el producto de
    estas uniones salía mal. Por mal, me refiero a una posible
    malformación, por el mismo patrón genético,
    o quizá, muerte prematura por la calidad
    genética. Un posible y antiguo atavismo se reflejaba en
    Esparta, con el trato bárbaro que se le daba a los
    niños menos afortunados. Las mejores muestras son las
    monarquías que acostumbraban a casar a hermanos
    príncipes, pues se deseaba mantener la "sangre real"
    intacta. El hombre primitivo, desde ahí, evitó
    unirse a alguien "que salía del mismo sitio" o con alguien
    "que lo amamantó" y que en algún rato,
    reconoció como algo cercano y cálido, que le
    defendía de cualquier peligro. Luego, le dio por llamarla
    mamá.

    Para terminar esta parte, debemos decir que la
    genética ahora, se tiene que subordinar a la sociedad, y a
    su patrón de conducta:
    la moral. El
    hombre no sólo está satisfecho si logra domar la
    naturaleza en vez de ir con ella, sino también controlar
    el mundo del instinto. Lamentablemente (aunque reconozco ciertos
    logros), se desea manejar lo más humano que tenemos. Y lo
    hacemos tratando de neurotizar al hombre. Nietzsche
    (1992, p. 52) dijo: "… causalidad antinatural: a partir de
    ahora el resto entero de cosas no naturales se sigue de
    aquí […]. La
    moral".

    ¿No es cierto que si faltamos a la moral, hasta
    podemos ir a la cárcel? ¿O por el contrario, no son
    tratados estos
    "faltosos a al moral" como parias? Creamos neuróticos por
    doquier, con el afán de controlar a todos. Si alguien se
    sale de esa línea de conducta, si no le atrapan, la
    consciencia le remuerde, no porque esté mal, sino porque
    desde estadíos tempranos te enseñan qué
    está bien y qué está mal. No digo que eso
    sea erróneo, sino que a veces decimos demasiados "no" a
    los niños. El ser humano es un animal en vías de
    convertirse en un no se qué. El niño pequeño
    es un animal humano.

    Partes: 1, 2

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