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EL CONFLICTO




Enviado por paularipamonti



    1.
    Introducción

    2. Desarrollo
    3.
    Conclusión

    4.
    Bibliografía

    1.
    Introducción

    Sin duda supone una tarea ardua y compleja ingresar al
    pensamiento de
    un filósofo como Immanuel Kant (1724-1804),
    aún más lo es el intentar transitar dentro de su
    dinámica y escarpada profundidad.
    Proponemos, sin embargo, iniciar dicha tarea con el rigor y el
    respeto que se
    merece.

    El presente trabajo tiene como objeto explorar los ejes
    centrales en torno a los
    cuales se plantea el conflicto
    entre causalidad natural, según leyes, y
    causalidad por libertad en la
    obra Crítica de la Razón Pura /Kritik der reinen
    Vernunft/ del filósofo alemán. Más
    precisamente a partir de la Dialéctica Trascendental y su
    presentación del conflicto como
    antinomia de la razón y de la Doctrina trascendental del
    método,
    donde la noción de libertad es
    anunciada como núcleo de su pensamiento
    moral; tema
    desarrollado por Kant con
    posterioridad en la obra Crítica de la Razón
    Práctica /Kritik der praktische Vernunft/. Otros textos
    kantianos serán utilizados y citados en cada caso, sin ser
    el propósito de este artículo agotarlos en su
    extensión y posibilidades de
    comprensión.

    Entusiasta de las ideas de la Ilustración, Kant mostró desde un
    punto de vista político un espíritu juvenil al
    reclamar la necesidad de libertad hasta en sus años de
    vejez. Esta
    época, en la que surgen y toman sentido conceptos como el
    de progreso en la historia y una moral o
    ética
    basadas en una racionalidad común a todos los hombres,
    comporta un cambio de
    clima mental
    en la cultura y
    sociedad
    europeas. Kant es, sin duda, el máximo exponente de la
    Aufklärung, aunque su pensamiento rebasa los límites de
    la
    Ilustración, por la crítica, por la dirección de sus preguntas y la
    proyección de su propuesta, por su extraordinario impacto
    en los propósitos y procedimientos de
    la reflexión filosófica. Definida por él
    mismo en 1784,

    "La Ilustración es la liberación del
    hombre de su
    culpable incapacidad. La incapacidad significa imposibilidad de
    servirse de su inteligencia
    sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque
    su causa no reside en la falta de inteligencia,
    sino de decisión y valor para
    servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro
    "¡Sapere aude! ¡Ten el valor de
    servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de
    la Ilustración"

    Para esa Ilustración sólo se exige
    libertad de hacer uso público de la propia razón en
    todos los ámbitos (Estado y
    gobierno,
    Religión,
    etc.) y el consecuente rechazo de la comodidad, la pereza, la
    cobardía, la seguridad que
    brinda la conducción ajena. Distintas circunstancias
    (superstición, ignorancia, coerción
    eclesiástica, etc.) han impedido al individuo el uso libre
    de la razón, es decir, su "mayoría de edad". En
    este breve texto
    Respuesta a pregunta ¿qué es la Ilustración?
    Kant afirma la posibilidad del libre pensamiento como inherente a
    la dignidad humana y como motor del
    mejoramiento de la vida y el progreso de la historia.

    Sabemos que la simple proposición que afirma que
    el hombre es
    libre encubre arduas dificultades. Kant no las ignoró.
    Para sostener la libertad en el hombre es
    necesario afirmar la autonomía de la voluntad. Esta es una
    forma de causalidad entre los seres vivos, en tanto son
    racionales, y la libertad es la propiedad
    constitutiva de esta causalidad por la cual la voluntad
    actúa independientemente de causas externas que la
    determinen. Del mismo modo, decimos, la necesidad natural es la
    propiedad de
    la causalidad de todos los seres irracionales de actuar bajo la
    influencia de causas extrañas. Kant expresa, entonces el
    carácter autónomo, activo de la
    naturaleza
    humana. Este carácter se manifiesta en el hombre tanto
    como sujeto cognoscente como sujeto moral.

    2.
    Desarrollo

    La Crítica de la Razón Pura /Kritik der
    reinen Vernunft/ fue concebida por el propio Kant y recibida por
    sus contemporáneos como una revolución
    del pensamiento. Se resuelve a buscar los fundamentos de la
    racionalidad humana, los principios que
    fundan y ordenan nuestro conocimiento
    dentro del horizonte de nuestra propia vida. Kant no acepta que
    el puro ejercicio del entendimiento, con prescindencia de los
    datos de la
    sensación, pueda revelarnos la existencia de los entes, ni
    aún la de Dios. La intención con la que el
    filósofo de Königsberg edifica la obra es expresada
    en varios lugares, pero fundamentalmente, en los dos
    prólogos a la obra misma y en el prefacio a
    Prolegómenos a toda metafísica
    futura que pueda presentarse como ciencia cuyo
    título además la enuncia, de lo que se trata es de
    la metafísica, se quiere decidir su suerte, su legitimidad
    y límites, establecer si es posible y
    cómo:

    "Se trata, pues, de decidir la posibilidad o
    imposibilidad de una metafísica en general y de
    señalar tanto las fuentes como
    la extensión y los límites de la misma, todo ello a
    partir de principios."

    En el siglo XVIII la conducta moral
    implicaba la creencia en la inmortalidad del alma y en el
    gobierno
    divino del mundo y estas verdades constituían el cimiento
    de la civilización. La metafísica, por lo tanto,
    era la ciencia
    encargada de establecer la validez de estas ideas a través
    de correctas argumentaciones. Sin embargo, a estas ideas no les
    faltaban descalificaciones, tales como las de no poseer bases
    firmes y ser, por tanto, convicciones ilusorias. Al respecto Kant
    escribe,

    "Parece casi digno de risa que mientras todas las otras
    ciencias
    avanzan sin cesar, ésta que quiere ser la sabiduría
    misma, el oráculo que todo hombre consulte, se pase dando
    vueltas perpetuamente alrededor de un mismo punto, sin que
    consiga adelantar ni un solo paso"

    Esas otras ciencias,
    matemáticas y física,
    constituían, por sus conquistas, el referente del progreso
    de la época, mientras que la metafísica
    ofrecía el ejemplo contrario. Kant acepta que el procedimiento de
    la metafísica ha sido un mero "andar a tientas" y que por
    ello ha promovido una actitud de
    escéptica indiferencia hacia sus cuestiones, pero
    considera que el interés de
    la razón humana universal está entrelazado
    íntimamente con la metafísica, sus objetos (Dios,
    libertad e inmortalidad) reúnen "los fines supremos de
    nuestra existencia, simple y exclusivamente, de la facultad
    especulativa de la razón" . Kant presenta a la
    metafísica como producto de
    una necesidad natural del espíritu humano, en que se
    manifiesta la estructura de
    nuestra razón. Por lo tanto, no es posible renunciar lisa
    y llanamente a ella sino que es necesaria la crítica. La
    metafísica, como ámbito del saber que se ocupa de
    cosas cuyo conocimiento
    no es sensible, debe ser indagada a través de una
    crítica de nuestra facultad racional con respecto a los
    conocimientos a los que podemos aspirar prescindiendo de toda
    experiencia.

    El interés de
    la crítica se orienta así a la justificación
    de la posibilidad de un conocimiento a priori de las cosas
    reales. La revolución
    copernicana que propone Kant es la de suponer que, en vez de ser
    nuestra facultad cognoscitiva la que se rige por la naturaleza del
    objeto es éste el que se rige por aquélla,
    "sólo conocemos a priori de las cosas lo que nosotros
    mismos ponemos en ellas". El problema consiste, pues, en ver
    cuáles son las condiciones de posibilidad del conocimiento
    a priori

    En este contexto, la crítica kantiana arroja un
    resultado, concluye que no podemos conocer a priori ni a
    posteriori nada que no se refiera a los fenómenos. La
    crítica, a través de su doctrina de la idealidad
    trascendental del espacio y el tiempo y la
    justificación o deducción de la validez objetiva de
    las categorías, niega a la razón especulativa todo
    avance en el terreno suprasensible, pues excluye toda posibilidad
    de conocer y aún todo intento de concebir la cosa en
    sí como un objeto positivamente determinado. Aporta una
    distinción fundamental, y que es esencial exponer en
    nuestro trabajo, es la de la cosa en sí /Dinge an sich/ o
    noumeno y el fenómeno /Erscheinung/, es decir, entre los
    entes tal y como existen por sí mismos, independientemente
    del ejercicio de nuestra facultad de conocer y los entes tal como
    aparecen en el ámbito de la experiencia construida en este
    ejercicio. Las formas universales de todos los objetos de
    experiencia condicionan a los fenómenos, más no a
    las cosas en sí y por lo tanto no es posible afirmar
    sintéticamente algo sobre ellas, sin embargo, es
    inevitable admitirlas y es posible pensarlas por analogía
    con los objetos de experiencia. Entre los distintos espacios que
    Kant ocupa para tratar esta distinción, se impone como
    relevante transcribir el siguiente: "Si alguien … pregunta, en
    primer lugar, si hay algo distinto del mundo que contenga el
    fundamento del orden y cohesión de este mismo mundo, la
    respuesta es la siguiente: sin duda. En efecto, el mundo es una
    suma de fenómenos. Estos tienen que poseer, pues,
    algún fundamento trascendental, es decir, algún
    fundamento que sólo es pensable por el entendimiento puro.
    Si, en segundo lugar, la pregunta es si ese ser es sustancia, de
    la mayor realidad, necesario, etc., respondo esta pregunta no
    tiene significado alguno, ya que las categorías mediante
    las cuales trato de hacerme un concepto de
    semejante objeto no poseen otro uso que el empírico,
    careciendo de sentido cuando no son aplicadas a objetos de
    experiencia sensible. Fuera de este campo, no hace más que
    designar conceptos que, si bien son admisibles, no nos permiten
    entender nada". El pensamiento humano tiene, sin embargo, una
    tendencia casi irresistible a transgredir los límites del
    campo de su legítimo ejercicio. Por ello el concepto de
    noumeno adquiere, por un lado, un sentido negativo porque es un
    concepto límite y por otro, uno positivo porque a partir
    de él el entendimiento limita la pretensión de la
    sensibilidad declarando un ámbito incognoscible para
    ella.

    La razón nos impulsa a traspasar los
    límites de la experiencia y de todo fenómeno debido
    a que exige la búsqueda de lo incondicionado que da unidad
    a la serie de condiciones que se manifiestan. Según Kant,
    queda por intentar si no se encuentra en el
    conocimiento práctico algo que permita de alguna
    manera determinar el concepto racional y trascendente de lo
    incondicionado. En otras palabras, la crítica no puede
    cerrarse, el filósofo deja abierta la posibilidad de una
    determinación positiva de la cosa en sí, que no
    satisfaga una curiosidad y determinación teóricas
    pero sí que atienda a los intereses prácticos de la
    razón, a sus propósitos de orden moral.

    La Dialéctica trascendental contiene una
    crítica detallada de los vicios de la metafísica
    especial y explicaciones del origen de los mismos como
    consecuencia de una ilusión inevitable. La solución
    kantiana a uno de los conflictos que
    los resultados de la crítica han generado, es el que nos
    convoca en la presente reflexión. Es aquél que
    enfrenta la razón al compaginar la necesidad en la
    naturaleza (sin la cual no es posible la ciencia)
    con la libertad humana (sin la cual no es posible la
    moral)

    Como primer paso en el análisis, indicamos que Kant postula en el
    prólogo a la 2º edición que el conflicto entre
    naturaleza y libertad es inexistente, ya que la necesidad humana
    pertenece al ámbito fenoménico y la libertad al
    nouménico. Si no admitiéramos esta
    distinción la libertad, y con ella la moralidad,
    cederían su posición a favor del mecanismo de la
    naturaleza ya que permitirían estar sujetas a principios
    del entendimiento que no abarcan más que los objetos de
    experiencia. Para Kant "tanto la doctrina de la moralidad como la
    de la naturaleza mantienen sus posiciones, cosa que no hubiera
    sido posible si la crítica no nos hubiese enseñado
    previamente nuestra inevitable ignorancia respecto de las cosas
    en sí mismas ni hubiera limitado nuestras posibilidades de
    conocimiento teórico a los simples
    fenómenos"

    La razón es la facultad de los principios, de la
    unidad de las reglas del entendimiento bajo principios; nunca se
    refiere directamente a la experiencia sino al entendimiento a fin
    de dar unidad a priori, mediante conceptos, a los diversos
    conocimientos de éste. Así los principios de la
    razón son trascendentes en relación con los
    fenómenos, porque jamás podrá hacerse de
    ellos un uso empírico. Así como los conceptos puros
    del entendimiento /Verstandesbegriff/ (o categorías)
    sirven para entender (las percepciones), los conceptos de la
    razón /Vernunftbegriff/ (o ideas trascendentales) sirven
    para concebir.

    Los conceptos de razón o ideas rebasan la
    posibilidad de la experiencia, en cuyo campo no puede hallarse
    nunca un objeto que le corresponda, pero no por ello son quimeras
    o invenciones arbitrarias, ni carentes de valor. Las ideas vienen
    planteadas por la naturaleza misma de la razón. En el
    terreno de lo práctico, es decir el de la libertad, las
    ideas son indispensables, sirven de base a toda
    aproximación a la perfección moral, por parte de
    los hombres y su constitución jurídica. Dice Kant,
    "En efecto nadie puede ni debe determinar cuál es el
    supremo grado en el cual tiene que detenerse la humanidad, ni,
    por tanto, cuál es la distancia que necesariamente separa
    la idea de su realización. Nadie puede ni debe hacerlo
    porque se trata precisamente de la libertad, la cual es capaz de
    franquear toda frontera predeterminada"

    Partiendo de la naturaleza de nuestra razón Kant
    realiza una derivación subjetiva de las ideas que permiten
    ascender a lo incondicionado, es decir, a los principios como
    unidad sintética incondicionada de todas las condiciones.
    Las ideas trascendentales, citadas en orden analítico,
    son: la unidad absoluta del sujeto pensante, alma; la unidad
    absoluta de la serie de las condiciones del fenómeno,
    mundo; la unidad absoluta de la condición de todos los
    objetos del pensamiento en general, Dios. Tres clases de
    inferencias sofísticas surgen a partir de tales ideas,
    propias de la ilusión trascendental de la razón
    pura, es decir, de la inevitable dialéctica de la
    razón pura que "juega" con el espejismo de una
    ampliación del entendimiento puro liberándolo de
    las inevitables limitaciones de una experiencia
    posible.

    A los fines de nuestro tema, nos abocamos entonces al
    análisis de la segunda clase de sofisma,
    denominado por Kant antinomia de la razón pura /Antinomie
    der reinen Vernunft/, fundada en que la razón,
    proponiéndose conseguir un concepto trascendental de la
    totalidad absoluta de la serie de condiciones relativa a un
    fenómeno dado, infiere respecto de la misma conclusiones
    (conceptos) contradictorias. Así es como en este intento
    la razón se encuentra sumida en un conflicto de argumentos
    y contraargumentos "al no poder
    –tanto por motivos de honor como de seguridad- ni
    retirarse y contemplar la discordia como un mero torneo ni, menos
    todavía, imponer la paz de buenas a primeras" y entonces
    se debate entre
    la "tentación de abandonarse a una desesperación
    escéptica" o "adoptar un dogmatismo tenaz".

    Entre las distintas antinomias que presenta Kant,
    respecto de las ideas cosmológicas nos interesa el tercer
    conflicto, a partir del cual quedan expuestas las posturas
    antitéticas de causalidad natural, según leyes, y
    causalidad por libertad y su solución, planteada
    más adelante, que permite justificar la viabilidad
    metafísica del concepto de libertad.

    La disyuntiva se debate entre
    una tesis que Kant
    presenta como afirmación propia del dogmatismo y su
    respectiva antítesis, postura
    característica del empirismo
    escéptico:

    Tesis /Thesis/

    "La causalidad según leyes de la naturaleza
    no es la única de la que pueden derivar los
    fenómenos de todo el mundo. Para explicar
    éstos nos hace falta otra causalidad por
    libertad"

     

    Antítesis /Antithesis/

    "No hay libertad. Todo cuanto sucede en el mundo
    se desarrolla exclusivamente según leyes de la
    naturaleza"

    La tesis sostiene que la causalidad según leyes
    naturales no basta para explicar los fenómenos, es preciso
    admitir una causalidad incondicionada o libre. Para esta
    posición, la decisión y el acto voluntario no
    forman parte en modo alguno de la secuencia de meros efectos
    naturales ni son una simple continuación de los mismos.
    Las causas naturales determinantes cesan fuera de esos efectos;
    aunque el suceso iniciado libremente sigue a estas causas
    naturales, no se sigue de ellas. No admitir este otro tipo de
    causalidad conduce a aceptar una universalidad ilimitada en la
    serie de fenómenos, porque anula la posibilidad de una
    libertad trascendental, de un comienzo espontáneo,
    incausado que inicie por sí mismo una serie de
    fenómenos.

    La antítesis niega tal causalidad libre, todo
    acontece en el mundo según leyes naturales. La libertad
    trascendental, como facultad de obrar con independencia
    de las leyes de la naturaleza, se opone a la ley de
    causalidad. Naturaleza y libertad se distinguen por su legalidad
    y ausencia de legalidad respectivamente. La naturaleza no puede
    aceptar, ante el espejismo de la libertad que promete conducirnos
    a una causalidad incondicionada, la posibilidad de romper el hilo
    conductor de sus reglas que son las que le garantizan una
    experiencia coherente.

    Ambos argumentos gozan de fundamentaciones igualmente
    sólidas para ser sostenidas por la razón como
    respuestas a su exigencia de una síntesis
    absolutamente completa de las condiciones de posibilidad de los
    fenómenos. Ambos gozan de ciertas ventajas. Sin embargo,
    "cada uno de los sistemas dice
    más de lo que conoce, pero de suerte que, si bien el
    primero (antítesis) alienta y fomenta el saber, lo hace en
    detrimento de lo práctico. El segundo (tesis) suministra
    excelentes principios a lo práctico, pero por ello mismo,
    permite a la razón –en todo lo que podemos conocer
    especulativamente- acudir a explicaciones ideales de los
    fenómenos, desatendiendo así a la investigación de la naturaleza"

    El esquema de solución consiste entonces en
    declarar que la antítesis vale para los fenómenos y
    la tesis para las cosas en sí. La acción libre, que
    acontece en el mundo fenoménico, está ligada por
    las leyes de la naturaleza a otros fenómenos
    espacio-temporales que la rodean y preceden, pero además
    está fundada en una decisión incondicionada
    intemporal de la persona que es su
    autor.

    Se pueden concebir dos clases de causalidad: la que
    deriva de la naturaleza y es sensible por sus efectos, y la que
    procede de la libertad y es inteligible por su acción. La
    primera establece reglas entre un estado y otro
    anterior según condiciones temporales y en el orden de
    los sentidos.
    La segunda es la capacidad de iniciar por sí misma una
    acción sin sujeción a condicionamientos ni
    condiciones temporales. Dice Kant "No se trata, pues, de una
    causalidad que se halle, a su vez, bajo otra causa que, siguiendo
    la ley de la
    naturaleza, la determine temporalmente. La libertad es en este
    sentido una idea pura trascendental que, en primer lugar, no
    contiene nada tomado de la experiencia y cuyo objeto, en segundo
    lugar, no puede darse de modo determinado en ninguna experiencia,
    ya que hay una ley general, que regula la misma posibilidad de
    toda experiencia, según la cual todo lo que sucede ha de
    tener una causa". El orden fenoménico no es libre pues
    todos sus eventos
    están interrelacionados conforme a leyes naturales
    inmutables, sin embargo el hombre es causa de eventos
    fenoménicos sin estar sujeto a esas leyes. Esto se explica
    desde la doble naturaleza (fenoménica y noumenal) que lo
    caracteriza. Por ello la razón crea la idea de cierta
    espontaneidad capaz de actuar por sí misma lejos de los
    enlaces causales, de una voluntad independiente respecto de la
    imposición de los impulsos de la sensibilidad; es la idea
    de libertad, idea pura trascendental, que sirve de base para
    definirla en sentido práctico. Así, hablamos de
    causalidad por libertad o de efectos que poseen causas
    inteligibles.

    En palabras del mismo Immanuel Kant, "la cuestión
    reside en si sigue siendo posible, en el caso de que admitamos
    que en la serie entera de todos los acontecimientos no hay
    más que necesidad natural, considerar como posible que esa
    misma necesidad natural sea mero efecto de la naturaleza, por un
    lado, y efecto de la libertad, por otro; en si no hay una
    contradicción directa entre estas dos clases de
    causalidad"

    Vemos como cobra cabal sentido la distinción
    entre fenómeno y noumeno (cosa en sí) en la
    resolución del tema de la libertad, es decir, en la
    posibilidad de conciliar la causalidad por libertad con la ley
    universal de la necesidad de la naturaleza. Toda realidad,
    sujetos y objetos, participan de esta doble naturaleza y gracias
    a ella los actos de la voluntad no caen en el determinismo
    natural y actúan independientemente del orden
    fenoménico. Escribe el filósofo de Königsberg,
    "si aquello que en el mundo sensible ha de ser considerado como
    fenómeno posee en sí mismo una facultad que no sea
    objeto de la intuición sensible, pero que le permita ser
    causa de fenómenos, entonces podemos considerar la
    causalidad de ese ser desde dos puntos de vista distintos: en
    cuanto causalidad propia de una cosa en sí misma, como
    inteligible por su acción; en cuanto causalidad propia de
    un fenómeno del mundo sensible, como sensible por sus
    efectos"

    La solución al problema de la supuesta antinomia
    causalidad por naturaleza y causalidad por libertad declara que a
    la disyunción exclusiva como aparente, pues se trata del
    funcionamiento conjunto de las dos dimensiones de cada ser. En
    efecto, no decimos que un sujeto es libre en el mismo sentido en
    que afirmamos que a la vez está sometido a las leyes de la
    naturaleza, lo que sería contradictorio, sino en dos
    sentidos que son tan distintos como compatibles entre sí
    como el de la cosa en sí y el del fenómeno. El
    hombre es libre en el sentido de que, como cosa en sí, es
    conciente de una voluntad cuya ley y causalidad proceden
    sólo de la razón pura, y son por tanto,
    independientes de y pueden ir contra de cualquier impulso
    sensible; lo negamos, en cambio al
    verle como fenómeno afectado por los sentidos y
    sometido a la determinación por sus inclinaciones
    según unas leyes naturales de las que su yo no es
    responsable, aunque sí lo es de la influencia sobre sus
    actos que, en contra de la razón, pudiera
    concederle

    Es claro que nos ocupamos de la facultad de causar del
    sujeto. Los objetos como fenómenos no guardan entre
    sí una relación de causalidad por libertad y por
    tal motivo ninguno puede iniciar por sí mismo una serie de
    efectos. Estamos hablando de sujeto-objeto en sus respectivas
    dimensiones fenoménica y noumenal, "libertad y naturaleza
    -dice Kant-coexistirían en los mismos actos sin
    contradecirse, cada una en su significación completa,
    según se confrontara esos actos con su causa inteligible o
    con su causa sensible". La voluntad como causa tiene sus efectos
    en el orden del fenómeno. Sin embargo estos efectos se
    ordenan según lo rige la causalidad de la naturaleza y en
    este sentido no hay ningún desajuste entre este efecto y
    su causa intelectual y este mismo efecto como fenómeno
    según las leyes naturales inmutables. Esto es así
    porque el hombre es fenómeno y por ser tal produce, como
    causa, efectos que se ajustan a la regularidad de la naturaleza
    (red
    fenoménica causal) y porque en relación con ciertas
    facultades, es también objeto inteligible.

    Si tuviéramos un cristal a través del cual
    observáramos sólo el orden fenoménico
    veríamos diversidad de objetos, incluso al hombre,
    ordenados en compleja red causal,
    interrelacionados conforme a leyes naturales inmutables. En este
    orden de causas y efectos que, a su vez, son causas de otros
    efectos, no existe ninguna causa incondicionada. En este sentido
    los efectos fenoménicos (acciones) de
    la voluntad dan cuenta de una regla a partir de la cual podemos
    derivar todos los motivos y actos de la razón: conociendo
    estos motivos determinados las acciones
    serían predecibles con certeza, por eso decimos que en
    este orden natural (incluso para las acciones del sujeto) y por
    su carácter empírico, no hay libertad.

    Si ahora, en cambio, observáramos la realidad con
    el cristal que nos permite acceder al orden noumenal se nos
    presentaría un cuadro muy distinto: los efectos de la
    voluntad de cada sujeto tienen su origen (pero no su comienzo) en
    cierta causalidad inteligible del sujeto, absolutamente
    incondicionada, es decir, independiente y no inserta en la red
    fenoménica de causas y efectos y por tanto, no sometida a
    la forma del tiempo.
    "Encontramos aquí lo que echábamos de menos en
    todas las series empíricas, a saber, que la
    condición de una serie sucesiva de acontecimientos puede
    ser, por su parte, empíricamente incondicionada, ya que en
    este caso, tal condición se halla fuera de la serie de
    fenómenos (en lo inteligible), no estando, pues, sometida
    por ninguna causa transitoria a ninguna condición sensible
    ni a determinación temporal alguna"

    Aunque sus efectos se ordenen según la
    regularidad natural, la voluntad no está determinada por
    el orden fenoménico ya que, la razón,
    condición permanente de todos los actos voluntarios, no es
    fenómeno ni está sometida a las condiciones de la
    sensibilidad. La razón no es origen de ciertos
    fenómenos según el tiempo pues no participa de
    él. "En cuanto facultad puramente inteligible, la
    razón pura no se halla sometida a la forma del tiempo,
    como no lo está, consiguientemente, a las condiciones de
    la serie temporal." Esta dimensión atemporal del sujeto
    que funciona como causa inteligible es la razón
    práctica: condición empíricamente
    incondicionada. Además decimos que la razón es el
    origen (causa) pero no el comienzo de ciertos fenómenos en
    tanto constituye una facultad en virtud de la cual comienza la
    condición sensible de una serie empírica de
    efectos. Así, la libertad de la razón no debe
    sólo pensarse en sentido negativo como independencia
    de las condiciones empíricas sino también desde un
    punto de vista positivo, como capacidad de iniciar por sí
    misma una serie de acontecimientos.

    Concluimos con Kant diciendo que naturaleza y causalidad
    por libertad no son incompatibles, en tanto "la libertad puede
    guardar relación con condiciones de tipo completamente
    distinto a las de la naturaleza, la ley que rige ésta no
    afecta a aquélla, y que, consiguientemente, una y otra
    pueden existir independientemente la una de la otra y sin
    interferencias mutuas"

    En el capítulo segundo de la Doctrina
    Trascendental del Método: El
    canon de la razón pura, parece anunciarse el proyecto de la
    Crítica de la razón práctica. Kant entiende
    por canon el conjunto de reglas a priori para el correcto uso de
    ciertas facultades cognoscitivas. En tal sentido hablamos de un
    canon del entendimiento respecto de su capacidad de lograr
    conocimientos sintéticos a priori. Pero respecto de la
    razón pura no hallamos un canon en relación con su
    uso especulativo pues no es capaz de obtener conocimientos
    sintéticos. Por tal razón, sólo podremos
    hablar de canon de la razón pura respecto de su uso
    práctico.

    Kant se pregunta por el objetivo final
    /letzten Zwecks/ del uso puro de nuestra razón. Pues
    ciertamente en este uso trascendental la razón apunta a
    tres objetos: la libertad de la voluntad, la inmortalidad del
    alma y la existencia de Dios. Pero ninguno de estos tres nos hace
    falta o participa en el saber y sin embargo la razón los
    considera proposiciones cardinales pues su importancia
    sólo afectará a lo práctico

    El término práctico tiene un significado
    concreto para
    Kant: aquello que es posible mediante libertad. Es decir, nos
    estamos refiriendo al ejercicio de la voluntad libre y sus
    condiciones. Habiendo incorporado este término podemos
    calificar la libertad en sentido negativo como libertad en
    sentido práctico: independencia de la voluntad con
    respecto de la imposición de los impulsos de la
    sensibilidad. Esta libertad nos permite determinar nuestra
    conducta
    aún en contra de nuestros impulsos sensuales inmediatos,
    la conocemos por experiencia. Por este motivo quedan
    descalificadas las leyes pragmáticas de la conducta libre
    encaminada a la consecución de los fines que los sentidos
    nos recomiendan. Sólo hablaremos de leyes morales como
    leyes prácticas puras dadas a priori por la razón
    sin condicionamientos empíricos con fines absolutamente
    preceptivos para la voluntad de acuerdo con un canon que regule
    dicho uso práctico

    De un modo u otro toda voluntad se encuentra
    determinada, pero es libre cuando esos motivos son sólo
    representables por la razón: ciertamente poseemos la
    capacidad para que esto sea así. En tal sentido hablamos
    de libertad práctica como una de las causas naturales que
    reconocemos en la experiencia. En sentido trascendental, la
    libertad exige la independencia de la voluntad de la serie de las
    causas fenoménicas, como hemos desarrollado, es la
    libertad como causa incausada, como potestad de iniciar
    espontáneamente una serie de acontecimientos y que parece
    oponerse a la ley de lanaturaleza..

    En la sección segunda del mismo apartado, propone
    al Ideal de Bien supremo como fundamento del fin último
    (letzten Zwecks) de la razón pura.

    Kant se propone averiguar si es posible que el uso
    práctico nos conduzca a la razón pura y que ella
    pueda brindarnos, desde el punto de vista de su interés
    práctico, lo que es negado por el entendimiento. Lo que
    está en juego
    aquí es el interés de la razón. En su
    dimensión teórica el interés de la
    razón nos condujo a ideas especulativas que no
    satisficieron sus expectativas. Pero desde el punto de vista de
    su interés práctico las cosas serán
    diferentes.

    Todos los intereses de la razón (especulativos y
    prácticos) se reducen a tres preguntas: 1)
    ¿Qué puedo saber?; 2) ¿Qué debo
    hacer?; 3) ¿Qué me está permitido esperar?.
    La primera es meramente especulativa y ha sido respondida en la
    Crítica de la razón pura. La segunda es
    práctica pero no corresponde a un tratamiento
    trascendental sino moral del tema. La tercera pregunta involucra
    lo teórico y lo práctico. Nos dice Kant que el
    esperar de la pregunta apunta a la felicidad /Gluckseligkeit/ y
    es comparado con lo práctico y la ley moral como el saber
    y la ley de la naturaleza comparados con el
    conocimiento teórico de las cosas.

    La ley moral, aquella que prescribe no cómo
    podemos alcanzar la felicidad sino cómo podemos hacernos
    dignos de ella, apoyada en ideas de la razón pura puede
    ser conocida a priori. La razón pura que no
    contenía en su uso especulativo principios de la
    posibilidad de una experiencia, sí los contiene en su uso
    práctico, son los principios morales de las acciones. Lo
    importante aquí será actuar conforme a la ley moral
    y no a principios de la felicidad, es decir, no conducirnos por
    leyes prácticas que se orientan a la felicidad sino por
    leyes que no tienen otro motivo que la dignidad de ser feliz.
    Desde luego todos tenemos motivos para esperar ser felices luego
    de haber sido dignos de ella pero -dice Kant- sólo sucede
    esto atendiendo a que moralidad y felicidad están ligadas
    en la idea de la razón pura. De este modo nuestro autor
    está cimienta las bases de la dimensión
    práctica del hombre y la posterior necesidad de una
    Crítica de la razón práctica.

    La tesis fundamental que luego desarrollará in
    extenso en el texto anterior
    y que excede su tratamiento aquí, es la siguiente:
    "…existen realmente leyes morales puras que determinan
    enteramente a priori (…) el empleo de la
    libertad de un ser racional…" Estas leyes necesarias son
    llamadas leyes morales /moralischen Gesetzen/ y prescriben de
    modo absoluto sin principios de la posibilidad de la experiencia,
    es decir, sin participar a la felicidad como principio
    determinante.

    3.
    Conclusión

    La doctrina del espacio y el tiempo inicia una
    crítica de la razón teórica, que lleva a la
    fundación de una metafísica de la experiencia. La
    doctrina de la libertad es núcleo medular de la
    crítica de la razón práctica en que descansa
    la metafísica de la moral. La
    libertad, evidenciada en la conciencia moral,
    inquirida por el examen crítico de la razón en su
    uso teórico, es restaurada desde la perspectiva de la
    razón práctica. Gracias a la restricción
    crítica de nuestro conocimiento, ella está a salvo
    de ciegas especulaciones. Se puede marchar por este camino. Se
    confiesa Kant "Ni siquiera puedo, pues aceptar a Dios, la
    libertad y la inmortalidad en apoyo del necesario uso
    práctico de mi razón sin quitar, a la vez, a la
    razón especulativa su pretensión de conocimientos
    exagerados. Pues esta última tiene que servirse, para
    llegar a tales conocimientos, de unos principios que no abarcan
    realmente más que los objetos de experiencia posible. Por
    ello, cuando, a pesar de todo, se los aplica a algo que no puede
    ser objeto de experiencia, de hecho convierten ese algo en
    fenómeno y hacen así imposible toda
    extensión práctica de la razón. Tuve, pues,
    que suprimir el saber para dejar sitio a la fe,…"

    Quizás estamos lejos con Kant de una libertad
    como donación poética de un dios, como modo de ser
    conforme a la physis o como simple elección entre opciones
    dadas. Pero seguramente estamos muy cerca de una libertad como
    foco de autonomía que permanece junto a sí en lo
    otro, que pertenece a un hombre que engendra el tiempo en cuanto
    inaugura una serie inédita de acciones, de cuyo decurso y
    consecuencias él se hace moralmente
    responsable.

    Hoy se nos hace muy difícil poder
    comprender acabadamente lo que un ilustrado como Kant
    reservó a la libertad. No nos es tan difícil, sin
    embargo, "captar la apariencia exhausta de la libertad pues cada
    vez más se fija en artefactos técnicos erguidos
    como el ente y su tiempo, tan aferrados a ellos que no devuelven
    posibilidad (…) El camino está recorrido, agotado", "la
    sabiduría de la libertad coloca a la esperanza en un nivel
    estructural de tiempo hoy inconcebible", pareciera que esa
    mayoría de edad aún no la hemos
    alcanzado.

    4.
    Bibliografía

    KANT, Immanuel. Kritik der reinen Vernunft. Frankfurt,
    Suhrkamp, 1996.
    Crítica de la razón pura. Madrid, Alfaguara, 1998.
    Traducción, notas e índices de Pedro Ribas.
    Kritik der praktische Vernunft. Frankfurt, Suhrkamp, 1996.
    Crítica de la razón práctica. Buenos Aires,
    Losada, 1990.
    Fundamentación de la metafísica de las costumbres.
    Barcelona,
    Ariel, 1996. Ed. bilingüe. Traducción, notas e
    índices de José Mardomingo.
    ¿Qué es la Ilustración?, en KANT, Immanuel.
    Filosofía de la Historia. Bs. As., Nova, 1958.
    TORRETTI, Roberto. Manuel Kant. Buenos Aires,
    Charcas, 1980.
    HEIDEGGER, Martín. Kant y el problema de la
    metafísica. México,
    FCE, 1996.
    ALBIZU, Edgardo. La apariencia exhausta de la
    libertad.

     

     

    Autor:

    Paula Cristina Ripamonti

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