Indice
1.
Introducción
2. El papel del estado y
políticas populistas
3. El Populismo En América Del
Sur
4. Experiencias en el cono
sur americano
5. Hacia una nueva
concepción politica-social
6.
Conclusiones
7.
Bibliografía
Hablar de la historia sudamericana,
supone una enorme cantidad de sucesos socio-políticos
característicos, y una similitud en el modo
de participación del Estado en esos
sucesos.
Por la misma razón, cualquiera que se introduzca
en el proceso
histórico del continente, sobretodo después de la
crisis de
1930, chocará con el término "populismo".
Término que ha cobrado fuerzas nuevamente, a partir de las
reivindicaciones políticas
de ciertos partidos, en la década de los '70.
El fenómeno populista, se inicia en Rusia, cuando
se plantean por primera vez los problemas del
capitalismo.
En la segunda mitad del siglo XIX, los movimientos del
naródniki se introducen en la sociedad y en la
política
europea, ligada entonces, al pensamiento
marxista. Paralelamente, en Norteamérica se
desarrollará un movimiento
equivalente, de pequeños propietarios y trabajadores
agrícolas. Sin embargo, el populismo en la
América
Latina en general, se revestirá de diferentes formas,
tomando en cuenta la diversidad de los países que la
conforman.
En el cono sur americano, las políticas
nacional-populares son desarrollistas, pero no están al
servicio de
una burguesía nacional. El objetivo
principal, es la formación de un Estado capaz
de superar las contradicciones y los riesgos de
estallido de la sociedad, una
integración nacional y la defensa de los
intereses populares.
El discurso
populista, se centra en la identificación del líder a
un conjunto, a un pueblo, a la nación,
a la patria, a la gran mayoría o a las multitudes
anónimas, y no trata de ser representativo ni se dirige a
una categoría o a una clase determinada.
Es así como, a partir de estos líderes que
no anulan la participación de las masas en el gobierno
nacional, aparecen diferentes movimientos como el peronismo
argentino, el getulismo o varguismo brasileño, amén
de una serie de partidos, gobiernos y movimientos de corte
populista nacidos en el mismo lapso, en las diferentes naciones
del continente.
Para el estudio de este fenómeno, el presente
trabajo se dividirá en tres capítulos. El primero
de ellos, El papel del
Estado y políticas populistas, abarcará los
conceptos generales de los movimientos sociales, para entrar en
la definición del concepto y de los
elementos que lo componen.
El segundo, El populismo en América
del sur, analizará las diferentes formas que toma el
sistema en el
continente. Junto a ello, se hará referencia a diversos
casos sudamericanos, intentando dar una visión de conjunto
que sirva para analizar las particularidades de cada uno. Del
mismo modo, se pretende ampliar la comprensión del
fenómeno populista.
El tercero, Hacia una nueva concepción política-social,
pretende completar la información a través de las nuevas
tendencias políticas, de la crisis del
antiguo populismo y de referencias cronológicas, que dan
una amplitud del contexto general.
Junto a ello, y al final de cada capítulo, se
incluirán Notas que complementan la información y que dan además, una
guía bibliográfica para quienes quieran conocer
más detalladamente los diferentes puntos de vista de los
actuales estudios sociológicos, con respecto al
tema.
Finalmente, sólo nos resta decir, que el
término populista ha sido utilizado con generosidad por
los mismos investigadores. Por dicha razón, el presente
informe pretende
ser lo más objetivo
posible en la delimitación del concepto y de los
fenómenos que abarca.
2. El papel del
estado y politicas populistas
1. Los movimientos sociales: características generales
Antes de entrar en el tema de los movimientos
populistas, analicemos en términos generales, aquellos
conceptos que han dado noción a los movimientos sociales.
Mientras que algunos conceptualizan el término dentro de
la defensa racional de los intereses colectivos, lo que supone
una defensa de esos intereses en sí mismos y en un
mercado
económico o incluso político, otros lo incluyen
dentro de las reacciones ante la sacudida que genera la
incapacidad de las instituciones
políticas, en la operación de los ajustes
necesarios dentro del sistema
social.
El primero, corresponde a menudo, a las negociaciones
salariales, o a la acción de grupos de
presión
en los países industrializados, e incluso en América
Latina, pero agrupa sólo a una débil parte de
las movilizaciones colectivas, pues dan gran importancia a la
lucha por la integración nacional o contra la
dependencia exterior. El segundo, en tanto, da el carácter
inorganizado de las luchas sociales, defensivo y conservador,
inclusive en las obreras o campesinas para la defensa del
empleo o del
nivel de vida.
Pero existe aún, un tercer sentido en la
noción del movimiento
social: aquel conflicto
colectivo que se opone a formas sociales referentes a la
utilización de los recursos y de
los valores
culturales, sean éstos económicos, éticos o
pertenezcan al orden del conocimiento.
Sin embargo, cualesquiera sean las nociones adoptadas en el
desarrollo de
la teorización de los movimientos sociales, existen para
unos y otros, dos órdenes complementarios que
sitúan a estos movimientos en un tipo determinado de
sociedad, y aquellos que cuestionan el modo de paso de una
sociedad a otra, la gestión
del desarrollo.
Sin duda alguna, han sido "la urbanización, la
industrialización, las transformaciones
tecnológicas y sociales en el mundo agrario, la
resolución de las expectativas y la explotación
demográfica" (1) algunas de las causas del
desarrollo de la intervención política de las masas
en los gobiernos occidentalizados. Esta actuación se
habría realizado en la época en que se conforma la
sociedad de clases, superadas entonces, las relaciones
estamentales y de casta. En este sentido, la Europa occidental
industrializada apoyaba la tesis de la
dominación del conflicto de
las clases, sobre la vida de una sociedad.
El Tercer Mundo (2) en tanto, difundió la idea
del papel dominante de los movimientos de liberación
nacional, en la descolonización y a través de
ellos, la creación de los nuevos Estados Nacionales. No es
de extrañar entonces, que éste mantenga una
actitud de
rechazo frente al mundo capitalista, pues ha sido él quien
le ha oprimido mediante el sistema colonial y le ha empobrecido
con su explotación económica.
Ante esto, América
Latina se enfrentará a dos concepciones, que
resumiría en la suma de esos dos tipos de movimientos
sociales, o bien, representaría la debilidad conjunta de
ellos. En primer lugar, en América Latina las conductas
colectivas (defensa de los intereses colectivos, la
presión extra-institucional, los movimientos sociales,
etc.) son más interdependientes que en el resto de las
naciones. Pero, este sistema de subordinación de los
movimientos a la acción del Estado, constituye la
más grave limitación de la acción colectiva
en Latinoamérica. Cabe aclarar que esta
subordinación, no llega a la absorción como ocurre
en las naciones conquistadas por los regímenes comunistas
o nacionalistas, pero suele oponerse eficazmente a los
movimientos sociales autónomos.
En las sociedades
dependientes no existe separación clara entre el Estado y la
sociedad
civil; el primero, es el agente principal del desarrollo
económico y, en algunas ocasiones, de la
organización de las reivindicaciones sociales,
controlando las empresas de igual
manera que moviliza a la clase obrera. Así, lo que en
otras sociedades
serían movimientos sociales, aquí aparecen como
respuestas positivas o negativas a la intervención del
Estado. De este modo, el sindicalismo,
por ejemplo, se halla controlado por el Estado,
como en la Argentina
peronista, o creado por el Estado, como en Brasil durante el
período de Getulio Vargas.
Las clases populares, serán controladas por el
Estado a través de medidas, ya sea de represión,
integración y/o redistribución, pero raramente
mediante campañas de movilización
ideológica. Por otro lado, los movimientos sociales se
presentarán subordinados a partidos
políticos, más que a la sociedad civil.
Por ello, pocos partidos aceptan ser partidos de oposición
por períodos largos (como ocurre con los partidos obreros
y comunistas en los países capitalistas centrales);
éstos se forman como partidos de gobierno, que
suponen alianzas que les permiten llegar al poder.
Entonces, en América Latina la
intervención del Estado determinará aquellos
actores políticos que dirigirán la acción de
los movimientos sociales. Así, en la coyuntura populista,
esta intervención supone la organización, según sus propios
intereses, límites y
directrices, del movimiento obrero aprovechando la
burocratización del sindicalismo
que lo politiza, de la misma manera en que interviene en la
economía.
2. La reacción populista
Ante la modernización dependiente de los Estados,
donde ésta es generalmente importada, nace la necesidad de
una reafirmación de la identidad
nacional, reflejada en una insistencia en la
participación social y la integración de la
sociedad nacional.
Esta reacción de las naciones, que no
están conformes con las rupturas impuestas por la
acumulación capitalista o socialista, toma forma en el
concepto de populismo. Es decir, la mantención de una
identidad
colectiva a través de transformaciones económicas
aceptadas y/o rechazadas; una tentativa de control
antielitista del cambio
social.
Pero antes de decir con fundamento cómo es el
populismo, debemos saber qué es y cómo es posible.
Si bien es cierto que no hay transformaciones sin rupturas, como
no es posible, según muchos, que pueda construirse el
futuro conservando o reconstruyendo el pasado, el populismo
plantea un desarrollo continuo, que sea capaz de combinar las
transformaciones reconocidas como necesarias con las formas
tradicionales, revivificadas.
Al parecer, las naciones necesitan un planteamiento
diferente al mundo capitalista, que ha pagado trágicamente
el precio elevado
de la proletarización de millares de obreros explotados, y
al mundo socialista, cuya industrialización se obtuvo por
el sacrificio de generaciones enteras. Se debe reconocer que a
partir de ello, la mayor parte del mundo ha sido profundamente
marcado por los movimientos de tipo populista.
La inmensa importancia de esta reacción se
constata a partir de la revolución
mexicana de 1910-1920, en ciertos aspectos del comunismo chino y
por sobre todo, frente a muchos movimientos políticos del
Tercer Mundo, en donde se ha conducido incluso, a dictaduras
antimodernistas. Es precisamente en América Latina, en
donde modernización económica y nacionalismo
cultural han buscado la mayor de las veces, combinarse antes que
combatirse (3).
El Concepto de Populismo
Para definir el término "populismo", es necesario
primero que nada, establecer una distinción capital. Los
actores principales y secundarios de la política mundial,
pueden presenciar elementos comunes en las tendencias
políticas, como ocurre cuando comunistas y socialistas se
reconocen a sí mismos como variantes de una misma
tradición política general. Pero también
puede suceder que esta presencia de elementos comunes no sea
percibida por estos actores, siendo apuntada sólo por los
analistas.
Esta situación llama nuestra atención para una diferencia crucial entre
comunismo y
populismo, sobretodo a partir de que el primer término no
es una atribución analítica, sino que es designado
por los mismos miembros del sistema como también por sus
opositores. El segundo, en tanto, ocurre cuando los cientistas
sociales sitúan en una misma clase, movimientos que
carecen de toda conceptualización relativa a una familia de
movimientos o que no reconocen una ascendencia de un prototipo.
Por ello, no existe una "Internacional Populista" e incluso,
muchos movimientos rotulados con el término en
cuestión no se reconocen como tales. Asimismo, el status
tipológico y solamente analítico del
término, no posee una tradición común: por
ejemplo, los movimientos populistas norteamericanos, no siguen la
misma idea de los movimientos de Europa, a pesar
de que tiempo
atrás, otros movimientos en el continente europeo
habrían sido denominados con el mismo
término.
Entre los fenómenos populistas mejor
identificados, se señala el populismo ruso de la segunda
mitad del siglo XIX, conocido como naródniki, cuya
traducción a "populismo" constituye un sistema de
imputación del significado y no una equivalencia de tipo
neutral. Del mismo período es el movimiento populista
norteamericano, que se desarrolla entre pequeños
propietarios y trabajadores agrícolas.
Recién en el segundo tercio de este siglo, el
populismo aparece en la América Latina, con la Argentina
peronista, el cardenismo mexicano y el varguismo
brasileño, más una serie de movimientos, partidos y
gobiernos de corte populista, surgidos en otras naciones
latinoamericanas.
Hablar de populismo entonces, implica suponer que
movimientos con trazos muy diversos, aislados en el tiempo y en el
espacio, y que pertenecen a diferentes culturas, poseen ciertos
atributos capitales que justifican su encajonamiento, de forma
consciente o con fines analíticos, en el término
"populista", tomando en cuenta sus variaciones y
características.
El origen ruso del movimiento, trata fundamentalmente de
un movimiento de intelectuales, con una nueva sociedad
antizarista, anticapitalista y revolucionaria, cuyas
manifestaciones más importantes fueron los movimientos
ZEMLIA I VOLIA (TIERRA Y
LIBERTAD) y el
subsiguiente terrorismo de
NARODNAYA VOLIA (VOLUNTAD DEL PUEBLO), cuyo mayor éxito
constituye el asesinato del zar Alexandre IV en 1881.
En términos generales, el populismo
norteamericano se caracterizó por las hostilidades frente
a todos los organismos a gran escala, que el
agricultor consideraba antagónicos a sus intereses como
productor y consumidor,
más una base social primitiva constituída por los
pequeños productores rurales independientes del sur y del
oeste. De esta manera, se produce una ampliación de la
ideología, con la movilización de
"gentes simples" con el objetivo de incluir a los trabajadores
pobres de las ciudades (4).
Así, vemos que en base a unas analogías
entre ambas tendencias, se constituirán dos principales
tipos históricos de populismo, pero también existen
grandes divergencias entre ellos. En cuanto a organización, por citar un ejemplo, la rusa
es antes que todo, un movimiento de intelectuales que idolatraban
al pueblo, en particular al campesinado. Sus instituciones
estaban dispuestas a sacrificar sus vidas y su libertad por
la causa. El populismo norteamericano, por el contrario, es por
excelencia un movimiento popular de masas de agricultores. Sus
representantes y portavoces, no pertenecen a un grupo
intelectual cultivado.
También hay que considerar los elementos comunes
de ambos grupos, como por
ejemplo, el reconocimiento de la existencia de un "hombre
común" o pequeño productor, aunque pequeños
productores muy diferentes en uno y otro caso.
En el Tercer Mundo, la acción populista guarda
estrecha semejanza con fenómenos más recientes,
como la formación de Partidos de Estado (o de gobierno),
herederos de un partido nacionalista de masas, tal como aparecen
en Africa y Asia en nuestros
días, y en ciertos casos análogos, en
América Latina.
Los principales antagonismos se establecen entre la
sociedad en su conjunto, con el mundo externo, en particular con
las potencias ex-colonizadoras y cualquiera que procure controlar
directamente en el desenvolvimiento de sus naciones.
En esta parte del mundo, el término "populismo"
se ha considerado en relación a movimientos
latinoamericanos, como peronismo o
getulismo, que extraen su apoyo político de masas, de una
población urbana engrosada por la inmigración de habitantes del campo. Son
estos últimos, quienes no sufren la tradicional influencia
de variedades ortodoxas de socialismo y
comunismo. Estos movimientos populistas americanos, proclaman una
ideología de solidaridad
nacional, por encima de los intereses del partido.
En definitiva, el populismo organizado plasmará
formas derechistas o izquierdistas, aunque más comunmente
estas últimas. Empleado en su grado máximo de
imprecisión, el término serviría para
designar todo movimiento que se invocase en el nombre del pueblo,
pero que no sirve para designar "autoritarismo", "fascismo" o
totalitarismo". El populismo identifica la voluntad del pueblo
con la justicia y la
moralidad; la relación entre éste y sus
líderes, debe ser directa, sin la mediación de
instituciones.
De este modo, existirían 4 enfoques para definir
el populismo, como una ideología y un movimiento o
sólo como una ideología. El primero de ellos, alude
a la expresión típica de una clase social que
caracteriza el movimiento y la ideología.
El segundo, considera el "nihilismo populista", es
decir, que éste es insuficiente para definir la
especificidad concreta de un movimiento, pero no que constituye
un elemento abstracto del mismo.El tercero, lo confina a la
esfera de lo ideológico y no sería, por ello, un
movimiento, pues éste podría ser adoptado por
movimientos de bases sociales diferentes.
Por último, el cuarto critica a los
funcionalistas la adjudicación del populismo a una etapa
transicional del desarrollo, sosteniendo que experiencias
populistas se han producido, aunque en menor grado, en
países desarrollados, incluyendo el nazismo
alemán (5).
Entonces, nos enfrentamos con elementos populistas tanto
en las sociedades desarrolladas como en aquellas que se presentan
en el umbral de la modernización, tanto en la ciudad como
en el campo, y tanto en los trabajadores y las clases medias,
como en los grupos intelectuales y poderosos, en favor de la
voluntad del pueblo y una mediación directa entre
éste y sus líderes. Pero este concepto resulta, por
tanto, aplicable a otros movimientos que han experimentado el
contacto directo del pueblo y sus líderes, y tiene lugar
en una vasta gama de culturas y formas
políticas.
Los elementos del populismo
En primer lugar, el populismo se caracteriza por dos
elementos esenciales, que conducen a dar un papel central al
Estado, porque sólo éste puede ser la
expresión del pueblo, y con ello, de la historia nacional. Estos
elementos son:
1. Una defensa a la continuidad de la
organización sociocultural, frente a la
penetración de cualquier organismo extranjero, ya tome
éste forma de capital,
técnicas o ideas. El populismo opone a la
filosofía de las Luces, una voluntad popular, una
apelación a un actor colectivo, definido en sus
particularidades y en su historia.
2. Esta apelación elimina las formas de
representación política habituales de Occidente.
Los intelectuales y las clases medias obtienen un papel central,
ya que el pueblo no es capaz de organizarse
espontáneamente; pero, en este caso, a diferencia de la
filosofía de las Luces, los intelectuales hablan en nombre
de su pueblo y no del pueblo, convirtiéndose en agentes de
formación de una conciencia
nacional.
De esta manera, el populismo se opone a toda lucha
social interna, pero por sobretodo, a la lucha de clases. El
pueblo, entonces, no es una clase sino una comunidad. El
Estado actuará como defensor de la identidad
nacional, pero éste bien puede entrar en conflicto con
la defensa de una cultura
popular o con mecanismos políticos de integración
social, que ponen en peligro el papel central del
Estado.
Resumiendo, el populismo se caracterizará por
tener:
Una base popular en donde se apela al pueblo para
acelerar los cambios en la sociedad y en la política, pero
no se le permite organizarse en partidos
políticos, sino simplemente se forman en sindicatos.
Una carencia de una doctrina precisa, en donde no se
propone ningún modelo social,
y que por tanto, no encaja en la dialéctica Izquierda –
Derecha.
Un nacionalismo
al cual se apela por medio del rechazo a todo lo extranjero, que
pudiera interferir en la "libertad" nacional.
La presencia de un líder
carismático, que en su momento representaría el
papel de "salvador de la patria".
Un liderazgo de
las clases medias altas, atribuyéndole al pueblo un
caracter diferente al que le atribuye la ideología
socialista. (6).
Fuera de ello, el populismo latinoamericano se
caracterizaría por surgir en los períodos de crisis
en las sociedades otrora agrícolas. Su objetivo es mejorar
la producción nacional y con ello, el consumo de la
clase baja. De este modo, los errores y trastornos de la
modernización, más que la ausencia de ésta,
tienden a generar populismo.
Asimismo, el populismo tiende a poner énfasis en
las reformas espontáneas y parciales, a través de
slogans ostentosos que prometen recompensas materiales y
psíquicas rápidas. De este modo, se orientan a la
redención y al moralismo, ensalzando las virtudes de la
gente común y denunciando los criterios de los grupos
gobernantes antiguos.
También se caracterizan por ser propensos al
eclecticismo ideológico, lo cual resulta comprensible en
movimientos con metas y grupos electores
heterogéneos.
De esta manera, el predominio de las categorías
políticas sobre las categorías sociales y su
corolario, es el caracter esencial del sistema, así como
la ausencia de diferenciación entre el sistema
político y el Estado, sugieriendo ajustes al sistema y no
su destrucción total.
Notas
(1) Ianni, Octavio. "La formación del Estado
populista en América Latina" y "Populismo y
contradicciones de clase", citado por Lucía Sala de
Tourón en "Populismo en América Latina", Universidad
Nacional Autónoma de México.
Pág. 8.
(2) El término "Tercer Mundo" fue utilizado por
primera vez por el sociólogo y demógrafo
francés Alfred Sauvy en 1956, al frente de un
artículo publicado en el nº27 de los cahiers del
Institut National d'Etudes Demographiques, "Le Tiers-Monde:
sosdéveloppement et développement".
En esos mismos años, A. Toynbee hablaba de las
"naciones proletarias" refiriéndose a aquellas naciones
que no aceptaban por sí mismas, el mundo capitalista ni el
socialista. pero el término de Sauvy fue ampliamente
aceptado y traducido a todos los idiomas, pues simplificaba y
precisaba un nuevo interés
social del hombre
contemporáneo. El Tercer Mundo, reuniría
según Freyssinet, a los países que han optado por
un camino nuevo y original para su desarrollo, alejándose
de los dos sistemas
económicos conocidos. Voluntad, más que
realidad.
(3) Touraine, Alain. "América Latina,
política y sociedad". Cap. III, 166. El autor agrega que
la reacción populista puede apelar también, de
manera más equilibrada, contra el universalismo de la
modernidad
elaborada por los ingleses y los franceses en los siglos XVIII y
XIX, y a una especificidad de una cultura
nacional y a un Estado que se identifique con un
pueblo.
(4) Tabak, Fanny. "Ideologias – populismo", en "El
concepto de populismo", traducción del libro del
mismo nombre de Peter Worsley, se hace referencia a que estas
características generales se suman a las hostilidades
morales e intelectuales, que los populistas consideran una
interferencia antinatural de los monopolios.
Los movimientos populistas constituirían la
primera intervención en política de un grupo agrario,
frente a los partidos establecidos, y que posteriormente, se
erigirían como una entidad política independiente a
nivel nacional, como el Tercer Partido.
(5) Ernesto Laclau, en su "Hacia una teoría
del populismo", se propone adelantar algunas propuestas que
contribuyan a la superación de lo que considera
"imprecisión desafortunada" de fenómenos
políticos con rasgos comunes: populismo.
Añade que las etapas de transición en los
procesos
populistas, son mostradas como una regla confusa de conceptos
"tradicionales" y "modernos", y que se abusa de la
explicación de la manipulación de las masas. Citado
por Lucía Sala de Touron en "El populismo en
América Latina", pág. 11.
(6) Fernández, Antonio. "Historia del mundo
Contemporáneo. Curso de orientación universitaria",
Cap. XXVII, 545.
3. El Populismo En
América Del Sur
1. La realidad sudamericana
La vaguedad del término ha llevado a los
cientistas sociales, a determinar una larga lista de casos que
por lo general, se incluyen bajo el concepto de "populista". Del
mismo modo, designa indistintamente movimientos de gobiernos,
tipos de Estado, modelos de
acumulación, estilos políticos, ideologías,
etc.
Sin embargo, para el contexto latinoamericano en
general, la transición de una sociedad tradicional a una
moderna, da lugar a degradaciones de la actividad
política. Esto es, una intervención temprana de las
masas en la vida política que se topa con el atraso de la
estructura
política, lo que lleva a la movilización inexperta
del pueblo, carente de una organización
autónoma.
Los movimientos y gobiernos populistas en esta parte del
mundo, se caracterizarán por un determinado proyecto
socioeconómico, un modelo de
acumulación considerado a su vez, propio de una etapa
particular del desarrollo del capitalismo
americano. Así, el impulso a la industrialización
orientada al mercado interno,
la creciente intervención del Estado en la economía y en las
relaciones sociales, y cierta tendencia a la
nacionalización de algunos resortes básicos de la
economía, serán los pilares fundamentales del nuevo
sistema.Paralelamente a ello, se produce la incorporación
social y política de los sectores populares.
Por otra parte, las diferentes interpretaciones del
sistema, ha llevado a un sinnúmero de ejemplos que bien
podrían encajar casos tan dispares como los de Fidel
Castro y Hitler, pasando
por Perón. La
cuestión fundamental es, que a pesar de las coherencias
internas que puedan tener tales o cuales interpretaciones, se
hace necesario reconocer las diferencias objetivas de los casos,
no homogeneizando fenómenos que en el cono sur americano
se definen de manera tan diversa.
Así por ejemplo, Perón,
Vargas y Cárdenas, serían casos clásicos
pues combinan de manera general, los rasgos atribuidos al
populismo. Pero la generalización indebida puede hacernos
descuidar diferencias que resultan centrales, como la
inclusión indiscriminada del gobierno de Odría,
bajo el término populista (lo sería en cuanto a
"estilo", pero no en cuanto a encarnación de un modelo de
acumulación preciso).
Es más, los estudios sobre el peronismo tienden
hoy a relativizar ese "carácter heterónomo e
irracional de la adhesión popular a dicho movimiento" (1).
Varios autores concuerdan que la activa participación de
las masas populares, bajo la representación de los
sindicatos y
obreros, se produjo bajo una opción perfectamente
racional. Esto se reafirmaría, en cuanto la
adhesión al líder, implicaba la
incorporación política de las clases
marginadas.
Pero, para una referencia teórica, nos
detendremos aquí en la definición de populismo, que
lo enmarca dentro de una ideología de conciliación
social, en tanto que una clase o fracción de ella intenta
hacerse de un mayor espacio en el dominio
político.
Así, el cuadro sudamericano, nos presenta en lo
que va del siglo hasta los setentas, el siguiente
listado:
1. Uruguay,
1903-33 y 1947-58. El Batllismo: movimiento liberal bajo cuyos
gobiernos se organiza sindical y políticamente la clase
obrera, obteniendo reivindicaciones a través de luchas
legales; y ganando para el país, hasta entrados los
setentas, el calificativo de "Suiza latinoamericana".
2. Brasil, 1930-45 y
1951-54. El Varguismo.
3. Ecuador, entre
los treintas y los setentas (número récord de
periodos de gobierno ejercidos por una misma persona en el
continente), José Velasco Ibarra.
4. Argentina, 1943-55 y 1973-76, el Peronismo.
5. Chile,
1952-58, el Ibañizmo. Y entre 1964-68, la Democracia
Cristiana (Eduardo Frei).
6. Colombia,
1953-57, Gustavo Rojas Pinilla.
7. Perú, 1963-68, Fernando Belaúnde
Terry.
Un caso especial se produce dentro de las mismas
décadas en Bolivia, donde
insurrección, revolución
y Estado populista son tres componentes inseparables de un
proceso.
El rasgo distintivo de este listado es la ausencia de
cambios de estructura. Y
si, en algún caso, éstos se hacen presentes,
resultan tan mal llevados que se ven conducidos directamente al
fracaso.
Los partidos populistas
En Colombia, el
sistema político se ha visto repartido
oligárquicamente entre el Partido Conservador y el Partido
Liberal, convirtiéndose en el único país en
donde nunca han desaparecido las instituciones representativas,
salvo en el breve y frágil período del General
Rojas Pinilla. Incluso, durante los gobiernos de López y a
pesar de los esfuerzos del partido liberal llevados por
Gaitán, este sistema siempre ha conservado una gran
capacidad de integración. Gaitán ha sido la figura
más directamente populista de la política
sudamericana; miembro activo del sistema político, se
esforzó por tomar la dirección del partido liberal, y
organizó y defendió los movimientos populares,
desde el principio de su vida política, en 1929. En 1934,
creó la Unión Nacional Izquierdista Revolucinaria,
buscando apoyo en los barrios obreros de las ciudades. Su
asesinato en 1948, desencadenó un gran levantamiento
popular, el bogotazo, cargado de odio de clase, y que fue
reprimido sangrientamente.
Pero Gaitán fue un personaje populista en una
situación que lo era poco. Representa uno de los casos de
partidos no populistas, pero orientados hacia la tendencia
nacional-popular. Otro claro ejemplo, es el radicalismo
argentino, adversario principal del peronismo. Su representante
más característico es el intelectual de izquierda
Frondizi, líder de los intransigentes.
De este modo, la historia del radicalismo argentino y
del gaitanismo colombiano muestra que las
tendencias populistas estuvieron presentes en ambos
países, al margen del peronismo en uno, y del
tradicionalismo, en el otro.
Frente a estas figuras marginales, se sitúan
lejanamente los grandes partidos populistas que se desarrollaron
en la América sureña con una gran fuerza
antiimperialista. El APRA peruano, es el más importante de
éstos.
La Alianza Popular Revolucionaria Americana nació
bajo el apoyo de los estudiantes, jóvenes profesionales,
trabajadores de la caña de azúcar
de las costa norte y mineros de Cerro de Pasco. El nuevo partido,
combinaba una voluntad de integración nacional con la
defensa de los trabajadores organizados y un programa
antiimperialista, uniéndolos en la figura de su
líder, Haya de la Torre.
El APRA no se define por una línea
política, sino por la búsqueda constante de los
temas sociales, políticos y nacionales a modo de
integración. Este se transformó en el modelo de los
partidos populistas. De este modo, ningún partido
populista ha de ser definido como "representativo" de clases
sociales, sino que se vincula principalmente, a la unidad de
sus miembros de donde extrae su fuerza de
movilización.
En la llamada Revolución
Boliviana, la presión popular de los mineros, obreros y
campesinos, se mezcló con el programa
antiimperialista definido por el MNR, el Movimiento Nacional
Revolucionario. Sin embargo, dicho movimiento no
logró convertirse en un Partido-Estado, al contrario, se
descompuso progresivamente hasta que su debilitamiento extremo
abrió las posibilidades de un gobierno militar
antipopulista. La disgregación del partido aclara la
debilidad de los regímenes nacional-populares, que
sólo pueden mantenerse cuando existen tendencias bastante
fuertes para la integración nacional.
En Brasil, se han formado en el plano regional, partidos
y movimientos nacional-populares. En 1963-64, Goulart
representó el Estado populista, mientras que en el
nordeste, Miguel Arraes se puso al frente de un verdadero
movimiento populista. Este último desarrolló un
programa de modernización económica al mismo tiempo
que de justicia
social y sostuvo al movimiento campesino. Pero su plan de
acción fue fundamentalmente el sector urbano y su tema
central, el de la participación comunitaria. El Golpe de Estado
de 1964 eliminó naturalmente a Arraes, Goulart y a otros
líderes políticos.
Pero más complejo aún fue el laborismo
gaúcho, del Rio Grande do Sul, cuya historia pone de
manifiesto las contradicciones internas de un movimiento
populista. El PTB gaúcho, Partido de los Trabajadores
Brasileños, se apoyó en una ideología que
combinaba los temas positivistas y las ideas marxistas. Mientras
Getúlio Vargas tuvo un proyecto
más nacional que social, el PTB gaúcho buscaba un
movimiento social más que una fuerza
política.
El resultado fue que el movimiento tendió a
dividirse, de un lado a incorporarse a un nacionalismo poco
populista, y de otro a organizarse como partido
independiente.
Ecuador, en tanto, es un ejemplo en donde la capacidad
de integración social y política es débil, y
por ende, los partidos nacional-populares juegan un papel menos
duradero. Hassad Bucaram, comerciante de Guayaquil, fue el
líder de la CFP, Concentración de Fuerzas
Populares, que movilizó los suburbios de la gran ciudad
costera. Pero ese movimiento se dividió rápidamente
a la muerte del
presidente Roldós, elegido con el apoyo de la CFP. De
allí nació un ala de populismo revolucionario, y un
elemento moderado.
En definitiva, los partidos nacional-populares nunca se
han organizado en torno a grandes
temas, en donde uno predomine sobre los otros, sino que
éstos se dan simultáneamente. Ahí
precisamente, radica la importancia del líder, el
único capaz de integrarlos.
Los Estados nacional-populares
Una forma acabada de Estado nacional-popular, se ve
representada en el gobierno de José Battle y
Ordóñez en Uruguay, de
1903 a 1933. En realidad, la principal obra de Battle, fue crear
un Estado Nacional cuando Uruguay se presentaba apenas integrado
y bajo la influencia inglesa del siglo pasado.
Se trata precisamente, de una integración
nacional antibritánica, sumada a una extraordinaria
prosperidad económica debida a la exportación ganadera y a un fuerte
movimiento de inmigración. Esta acción se
llevó a cabo sin una ruptura institucional, y por ello, se
considera un caso excepcional en donde se da perfectamente una
simultaneidad en la creación de un Estado Nacional y
profundas transformaciones sociales.
Pero el ejemplo más conocido de Estado
Nacional-popular, es el caso de Argentina, bajo el gobierno de
Juan Domingo Perón. El presidente Perón supo
identificarse con la integración social y política
del mundo obrero; su mujer Eva, dio un
giro más popular y más reivindicativo a este
populismo, que quiso aprovechar la situación
extremadamente favorable de la economía, para crear una
industria
nacional dependiente del Estado. Pero los hechos que
sobrevinieron más adelante, hicieron que el gobierno se
volviera más conservador. La muerte de Eva
Duarte de Perón, le priva de su voz más
popular.
Perón cae en 1955 bajo los golpes de una
revolución, pero el peronismo sigue identificado con el
voto obrero, y en 1973 el peronismo vuelve al sillón
presidencial con Cámpora primero, luego con el propio
Perón, y finalmente, con su segunda mujer, Isabel. El
peronismo cae en una larga crisis, hasta que en 1976 un Golpe de Estado
elimina el régimen ya descompuesto. Sin embargo, este
ejemplo nos demuestra la real fuerza que puede alcanzar la
política nacional-popular, en un país enriquecido
por sus exportaciones
agrícolas y arrastrado por un poderoso movimiento de
integración político-social.
Eduardo Frei en Chile, durante
1964 y 1970, es también otro ejemplo del desarrollo de un
gobierno nacional-popular. El partido gobernante, la Democracia
Cristiana, intentará abrir la vía política a
dos nuevas categorías. Una de ellas, se guiará
hacia el lado de las mujeres de los barrios populares,
agrupándolas en "centros de madres", y el otro, hacia los
campesinos, para los cuales se prepara una primera ley de reforma
agraria y que empiezan a agruparse masivamente en torno a la
Democracia Cristiana, al Partido Comunista y al Partido
Socialista.
Sin embargo, el debilitamiento del crecimiento
económico, durante la segunda mitad del gobierno de
Frei, choca con el aumento de las demandas sociales, lo que
prepara al país para un nuevo sistema de gobierno, el de
la Unidad Popular, durante el cual la participación de las
masas desborda ampliamente el control
gubernamental.
Un caso análogo al chileno, se presenta en el
Ecuador durante
las presidencias de Roldós y la de su vicepresidente O.
Hurtado. La situación ecuatoriana está marcada por
una apertura del sistema político que continúa el
populismo militar de Rodríguez Lara y que choca
también con la presión de fuerzas sindicales y
urbanas. El vigor de los nuevos movimientos, está
vinculado al rápido crecimiento de una sociedad hasta
entonces tradicional, y que se ve bruscamente transformada por la
economía petrolera.
Por último, el caso venezolano se nos presenta
mucho más radical. La Acción Democrática en
Venezuela,
tuvo la difícil tarea de integrar en el sistema
político a las masas urbanas multiplicadas por el boom
petrolero, logrando una estrecha asociación entre el
Gobierno y la central sindical.
Los regímenes nacional-populares
militares
Las intervenciones militares contra un régimen
oligárquico en crisis, son numerosas en América del
Sur. En Brasil,por ejemplo, los tenentes iniciaron una
sublevación a nivel nacional, a la cual se unieron los
insurrectos de Sao Paulo, y que recorrió el país
hasta terminar su cruzada en Bolivia. Pero
la acción de los jóvenes soldados, no logró
despertar a las masas populares del Brasil. Muy pronto, los
nacionalistas y los antioligárquicos se dispersaron entre
las filas del nuevo régimen getulista y las de la
oposición.
En Chile, la primera presidencia del general
Ibáñez, de 1926 a 1932, estuvo dominada por la
sustitución del capitalismo inglés
por el americano, a pesar de que sus bases principales se
reafirmaban en un populismo antioligárquico e incluso pro
obrero. La gravedad de la crisis económica destruyó
toda intención de reformas sociales, hasta que la clase
media chilena se libra del general Ibáñez
(2).
En Perú, la intervención militar se
justifica tras la dualización del país entre la
Costa y la Sierra, más la actuación de las
guerrillas. La eliminación del general Pérez Godoy,
significó la supremacía de la criollización
conservadora por sobre la radicalización, y con ello, el
apoyo a Belaúnde en 1963. En Bolivia, los populismos
militares respondieron a la crisis nacional abierta por la
derrota de la Guerra del
Chaco contra Paraguay
(1932-1935), a la segmentación de la sociedad y la
economía minera.
De los regímenes nombrados, sin duda alguna el
más representativo es el de Perú. La reforma
agraria peruana fue la más amplia del continente, y
llevó a la destrucción total de la
oligarquía. Sin embargo, el régimen militar no tuvo
el apoyo que se esperaba; el sistema de movilización
popular en mano del SINAMOS, perdió su poder de
acción y se redujo a un organismo de propaganda
política.
Así también, los gobiernos militares
ecuatorianos lograron mantener un control importante sobre la
actividad económica, promulgando en 1964, una ley de reforma
agraria. Sus acciones
provocaron fuertes reacciones entre los comerciantes y los
terratenientes, pero el principal objetivo de estos gobiernos fue
transformar la organización militar.
La acción militar populista en Ecuador,
logró una apertura social que no alcanzó
Perú, principalmente debido a que el rápido
desarrollo de la producción petrolera llamaba en Ecuador a
la superación de la oposición tradicional del campo
y de la ciudad, de la costa y del interior, reforzando con ello,
la capacidad de acción del gobierno.
Así, la naturaleza
general de las políticas populares no depende de su
carácter militar o civil de sus líderes. La
presencia de estos regímenes militares parece ligada
únicamente a una penetración más fuerte del
capital extranjero, a la presencia de amenazas contra la unidad
nacional o a la debilidad de esta unión.
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