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Los movimientos populistas en el cono Sur Americano




Enviado por gcortes



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    Indice
    1.
    Introducción

    2. El papel del estado y
    políticas populistas

    3. El Populismo En América Del
    Sur

    4. Experiencias en el cono
    sur americano

    5. Hacia una nueva
    concepción politica-social

    6.
    Conclusiones

    7.
    Bibliografía

    1.
    Introducción

    Hablar de la historia sudamericana,
    supone una enorme cantidad de sucesos socio-políticos
    característicos, y una similitud en el modo
    de participación del Estado en esos
    sucesos.

    Por la misma razón, cualquiera que se introduzca
    en el proceso
    histórico del continente, sobretodo después de la
    crisis de
    1930, chocará con el término "populismo".
    Término que ha cobrado fuerzas nuevamente, a partir de las
    reivindicaciones políticas
    de ciertos partidos, en la década de los '70.

    El fenómeno populista, se inicia en Rusia, cuando
    se plantean por primera vez los problemas del
    capitalismo.
    En la segunda mitad del siglo XIX, los movimientos del
    naródniki se introducen en la sociedad y en la
    política
    europea, ligada entonces, al pensamiento
    marxista. Paralelamente, en Norteamérica se
    desarrollará un movimiento
    equivalente, de pequeños propietarios y trabajadores
    agrícolas. Sin embargo, el populismo en la
    América
    Latina en general, se revestirá de diferentes formas,
    tomando en cuenta la diversidad de los países que la
    conforman.

    En el cono sur americano, las políticas
    nacional-populares son desarrollistas, pero no están al
    servicio de
    una burguesía nacional. El objetivo
    principal, es la formación de un Estado capaz
    de superar las contradicciones y los riesgos de
    estallido de la sociedad, una
    integración nacional y la defensa de los
    intereses populares.

    El discurso
    populista, se centra en la identificación del líder a
    un conjunto, a un pueblo, a la nación,
    a la patria, a la gran mayoría o a las multitudes
    anónimas, y no trata de ser representativo ni se dirige a
    una categoría o a una clase determinada.

    Es así como, a partir de estos líderes que
    no anulan la participación de las masas en el gobierno
    nacional, aparecen diferentes movimientos como el peronismo
    argentino, el getulismo o varguismo brasileño, amén
    de una serie de partidos, gobiernos y movimientos de corte
    populista nacidos en el mismo lapso, en las diferentes naciones
    del continente.

    Para el estudio de este fenómeno, el presente
    trabajo se dividirá en tres capítulos. El primero
    de ellos, El papel del
    Estado y políticas populistas, abarcará los
    conceptos generales de los movimientos sociales, para entrar en
    la definición del concepto y de los
    elementos que lo componen.

    El segundo, El populismo en América
    del sur, analizará las diferentes formas que toma el
    sistema en el
    continente. Junto a ello, se hará referencia a diversos
    casos sudamericanos, intentando dar una visión de conjunto
    que sirva para analizar las particularidades de cada uno. Del
    mismo modo, se pretende ampliar la comprensión del
    fenómeno populista.

    El tercero, Hacia una nueva concepción política-social,
    pretende completar la información a través de las nuevas
    tendencias políticas, de la crisis del
    antiguo populismo y de referencias cronológicas, que dan
    una amplitud del contexto general.

    Junto a ello, y al final de cada capítulo, se
    incluirán Notas que complementan la información y que dan además, una
    guía bibliográfica para quienes quieran conocer
    más detalladamente los diferentes puntos de vista de los
    actuales estudios sociológicos, con respecto al
    tema.

    Finalmente, sólo nos resta decir, que el
    término populista ha sido utilizado con generosidad por
    los mismos investigadores. Por dicha razón, el presente
    informe pretende
    ser lo más objetivo
    posible en la delimitación del concepto y de los
    fenómenos que abarca.

    2. El papel del
    estado y politicas populistas

    1. Los movimientos sociales: características generales

    Antes de entrar en el tema de los movimientos
    populistas, analicemos en términos generales, aquellos
    conceptos que han dado noción a los movimientos sociales.
    Mientras que algunos conceptualizan el término dentro de
    la defensa racional de los intereses colectivos, lo que supone
    una defensa de esos intereses en sí mismos y en un
    mercado
    económico o incluso político, otros lo incluyen
    dentro de las reacciones ante la sacudida que genera la
    incapacidad de las instituciones
    políticas, en la operación de los ajustes
    necesarios dentro del sistema
    social.

    El primero, corresponde a menudo, a las negociaciones
    salariales, o a la acción de grupos de
    presión
    en los países industrializados, e incluso en América
    Latina, pero agrupa sólo a una débil parte de
    las movilizaciones colectivas, pues dan gran importancia a la
    lucha por la integración nacional o contra la
    dependencia exterior. El segundo, en tanto, da el carácter
    inorganizado de las luchas sociales, defensivo y conservador,
    inclusive en las obreras o campesinas para la defensa del
    empleo o del
    nivel de vida.

    Pero existe aún, un tercer sentido en la
    noción del movimiento
    social: aquel conflicto
    colectivo que se opone a formas sociales referentes a la
    utilización de los recursos y de
    los valores
    culturales, sean éstos económicos, éticos o
    pertenezcan al orden del conocimiento.
    Sin embargo, cualesquiera sean las nociones adoptadas en el
    desarrollo de
    la teorización de los movimientos sociales, existen para
    unos y otros, dos órdenes complementarios que
    sitúan a estos movimientos en un tipo determinado de
    sociedad, y aquellos que cuestionan el modo de paso de una
    sociedad a otra, la gestión
    del desarrollo.

    Sin duda alguna, han sido "la urbanización, la
    industrialización, las transformaciones
    tecnológicas y sociales en el mundo agrario, la
    resolución de las expectativas y la explotación
    demográfica" (1) algunas de las causas del
    desarrollo de la intervención política de las masas
    en los gobiernos occidentalizados. Esta actuación se
    habría realizado en la época en que se conforma la
    sociedad de clases, superadas entonces, las relaciones
    estamentales y de casta. En este sentido, la Europa occidental
    industrializada apoyaba la tesis de la
    dominación del conflicto de
    las clases, sobre la vida de una sociedad.

    El Tercer Mundo (2) en tanto, difundió la idea
    del papel dominante de los movimientos de liberación
    nacional, en la descolonización y a través de
    ellos, la creación de los nuevos Estados Nacionales. No es
    de extrañar entonces, que éste mantenga una
    actitud de
    rechazo frente al mundo capitalista, pues ha sido él quien
    le ha oprimido mediante el sistema colonial y le ha empobrecido
    con su explotación económica.

    Ante esto, América
    Latina se enfrentará a dos concepciones, que
    resumiría en la suma de esos dos tipos de movimientos
    sociales, o bien, representaría la debilidad conjunta de
    ellos. En primer lugar, en América Latina las conductas
    colectivas (defensa de los intereses colectivos, la
    presión extra-institucional, los movimientos sociales,
    etc.) son más interdependientes que en el resto de las
    naciones. Pero, este sistema de subordinación de los
    movimientos a la acción del Estado, constituye la
    más grave limitación de la acción colectiva
    en Latinoamérica. Cabe aclarar que esta
    subordinación, no llega a la absorción como ocurre
    en las naciones conquistadas por los regímenes comunistas
    o nacionalistas, pero suele oponerse eficazmente a los
    movimientos sociales autónomos.

    En las sociedades
    dependientes no existe separación clara entre el Estado y la
    sociedad
    civil; el primero, es el agente principal del desarrollo
    económico y, en algunas ocasiones, de la
    organización de las reivindicaciones sociales,
    controlando las empresas de igual
    manera que moviliza a la clase obrera. Así, lo que en
    otras sociedades
    serían movimientos sociales, aquí aparecen como
    respuestas positivas o negativas a la intervención del
    Estado. De este modo, el sindicalismo,
    por ejemplo, se halla controlado por el Estado,
    como en la Argentina
    peronista, o creado por el Estado, como en Brasil durante el
    período de Getulio Vargas.

    Las clases populares, serán controladas por el
    Estado a través de medidas, ya sea de represión,
    integración y/o redistribución, pero raramente
    mediante campañas de movilización
    ideológica. Por otro lado, los movimientos sociales se
    presentarán subordinados a partidos
    políticos, más que a la sociedad civil.
    Por ello, pocos partidos aceptan ser partidos de oposición
    por períodos largos (como ocurre con los partidos obreros
    y comunistas en los países capitalistas centrales);
    éstos se forman como partidos de gobierno, que
    suponen alianzas que les permiten llegar al poder.

    Entonces, en América Latina la
    intervención del Estado determinará aquellos
    actores políticos que dirigirán la acción de
    los movimientos sociales. Así, en la coyuntura populista,
    esta intervención supone la organización, según sus propios
    intereses, límites y
    directrices, del movimiento obrero aprovechando la
    burocratización del sindicalismo
    que lo politiza, de la misma manera en que interviene en la
    economía.

    2. La reacción populista

    Ante la modernización dependiente de los Estados,
    donde ésta es generalmente importada, nace la necesidad de
    una reafirmación de la identidad
    nacional, reflejada en una insistencia en la
    participación social y la integración de la
    sociedad nacional.

    Esta reacción de las naciones, que no
    están conformes con las rupturas impuestas por la
    acumulación capitalista o socialista, toma forma en el
    concepto de populismo. Es decir, la mantención de una
    identidad
    colectiva a través de transformaciones económicas
    aceptadas y/o rechazadas; una tentativa de control
    antielitista del cambio
    social.

    Pero antes de decir con fundamento cómo es el
    populismo, debemos saber qué es y cómo es posible.
    Si bien es cierto que no hay transformaciones sin rupturas, como
    no es posible, según muchos, que pueda construirse el
    futuro conservando o reconstruyendo el pasado, el populismo
    plantea un desarrollo continuo, que sea capaz de combinar las
    transformaciones reconocidas como necesarias con las formas
    tradicionales, revivificadas.

    Al parecer, las naciones necesitan un planteamiento
    diferente al mundo capitalista, que ha pagado trágicamente
    el precio elevado
    de la proletarización de millares de obreros explotados, y
    al mundo socialista, cuya industrialización se obtuvo por
    el sacrificio de generaciones enteras. Se debe reconocer que a
    partir de ello, la mayor parte del mundo ha sido profundamente
    marcado por los movimientos de tipo populista.

    La inmensa importancia de esta reacción se
    constata a partir de la revolución
    mexicana de 1910-1920, en ciertos aspectos del comunismo chino y
    por sobre todo, frente a muchos movimientos políticos del
    Tercer Mundo, en donde se ha conducido incluso, a dictaduras
    antimodernistas. Es precisamente en América Latina, en
    donde modernización económica y nacionalismo
    cultural han buscado la mayor de las veces, combinarse antes que
    combatirse (3).

    El Concepto de Populismo

    Para definir el término "populismo", es necesario
    primero que nada, establecer una distinción capital. Los
    actores principales y secundarios de la política mundial,
    pueden presenciar elementos comunes en las tendencias
    políticas, como ocurre cuando comunistas y socialistas se
    reconocen a sí mismos como variantes de una misma
    tradición política general. Pero también
    puede suceder que esta presencia de elementos comunes no sea
    percibida por estos actores, siendo apuntada sólo por los
    analistas.

    Esta situación llama nuestra atención para una diferencia crucial entre
    comunismo y
    populismo, sobretodo a partir de que el primer término no
    es una atribución analítica, sino que es designado
    por los mismos miembros del sistema como también por sus
    opositores. El segundo, en tanto, ocurre cuando los cientistas
    sociales sitúan en una misma clase, movimientos que
    carecen de toda conceptualización relativa a una familia de
    movimientos o que no reconocen una ascendencia de un prototipo.
    Por ello, no existe una "Internacional Populista" e incluso,
    muchos movimientos rotulados con el término en
    cuestión no se reconocen como tales. Asimismo, el status
    tipológico y solamente analítico del
    término, no posee una tradición común: por
    ejemplo, los movimientos populistas norteamericanos, no siguen la
    misma idea de los movimientos de Europa, a pesar
    de que tiempo
    atrás, otros movimientos en el continente europeo
    habrían sido denominados con el mismo
    término.

    Entre los fenómenos populistas mejor
    identificados, se señala el populismo ruso de la segunda
    mitad del siglo XIX, conocido como naródniki, cuya
    traducción a "populismo" constituye un sistema de
    imputación del significado y no una equivalencia de tipo
    neutral. Del mismo período es el movimiento populista
    norteamericano, que se desarrolla entre pequeños
    propietarios y trabajadores agrícolas.

    Recién en el segundo tercio de este siglo, el
    populismo aparece en la América Latina, con la Argentina
    peronista, el cardenismo mexicano y el varguismo
    brasileño, más una serie de movimientos, partidos y
    gobiernos de corte populista, surgidos en otras naciones
    latinoamericanas.

    Hablar de populismo entonces, implica suponer que
    movimientos con trazos muy diversos, aislados en el tiempo y en el
    espacio, y que pertenecen a diferentes culturas, poseen ciertos
    atributos capitales que justifican su encajonamiento, de forma
    consciente o con fines analíticos, en el término
    "populista", tomando en cuenta sus variaciones y
    características.

    El origen ruso del movimiento, trata fundamentalmente de
    un movimiento de intelectuales, con una nueva sociedad
    antizarista, anticapitalista y revolucionaria, cuyas
    manifestaciones más importantes fueron los movimientos
    ZEMLIA I VOLIA (TIERRA Y
    LIBERTAD) y el
    subsiguiente terrorismo de
    NARODNAYA VOLIA (VOLUNTAD DEL PUEBLO), cuyo mayor éxito
    constituye el asesinato del zar Alexandre IV en 1881.

    En términos generales, el populismo
    norteamericano se caracterizó por las hostilidades frente
    a todos los organismos a gran escala, que el
    agricultor consideraba antagónicos a sus intereses como
    productor y consumidor,
    más una base social primitiva constituída por los
    pequeños productores rurales independientes del sur y del
    oeste. De esta manera, se produce una ampliación de la
    ideología, con la movilización de
    "gentes simples" con el objetivo de incluir a los trabajadores
    pobres de las ciudades (4).

    Así, vemos que en base a unas analogías
    entre ambas tendencias, se constituirán dos principales
    tipos históricos de populismo, pero también existen
    grandes divergencias entre ellos. En cuanto a organización, por citar un ejemplo, la rusa
    es antes que todo, un movimiento de intelectuales que idolatraban
    al pueblo, en particular al campesinado. Sus instituciones
    estaban dispuestas a sacrificar sus vidas y su libertad por
    la causa. El populismo norteamericano, por el contrario, es por
    excelencia un movimiento popular de masas de agricultores. Sus
    representantes y portavoces, no pertenecen a un grupo
    intelectual cultivado.

    También hay que considerar los elementos comunes
    de ambos grupos, como por
    ejemplo, el reconocimiento de la existencia de un "hombre
    común" o pequeño productor, aunque pequeños
    productores muy diferentes en uno y otro caso.

    En el Tercer Mundo, la acción populista guarda
    estrecha semejanza con fenómenos más recientes,
    como la formación de Partidos de Estado (o de gobierno),
    herederos de un partido nacionalista de masas, tal como aparecen
    en Africa y Asia en nuestros
    días, y en ciertos casos análogos, en
    América Latina.

    Los principales antagonismos se establecen entre la
    sociedad en su conjunto, con el mundo externo, en particular con
    las potencias ex-colonizadoras y cualquiera que procure controlar
    directamente en el desenvolvimiento de sus naciones.

    En esta parte del mundo, el término "populismo"
    se ha considerado en relación a movimientos
    latinoamericanos, como peronismo o
    getulismo, que extraen su apoyo político de masas, de una
    población urbana engrosada por la inmigración de habitantes del campo. Son
    estos últimos, quienes no sufren la tradicional influencia
    de variedades ortodoxas de socialismo y
    comunismo. Estos movimientos populistas americanos, proclaman una
    ideología de solidaridad
    nacional, por encima de los intereses del partido.

    En definitiva, el populismo organizado plasmará
    formas derechistas o izquierdistas, aunque más comunmente
    estas últimas. Empleado en su grado máximo de
    imprecisión, el término serviría para
    designar todo movimiento que se invocase en el nombre del pueblo,
    pero que no sirve para designar "autoritarismo", "fascismo" o
    totalitarismo". El populismo identifica la voluntad del pueblo
    con la justicia y la
    moralidad; la relación entre éste y sus
    líderes, debe ser directa, sin la mediación de
    instituciones.

    De este modo, existirían 4 enfoques para definir
    el populismo, como una ideología y un movimiento o
    sólo como una ideología. El primero de ellos, alude
    a la expresión típica de una clase social que
    caracteriza el movimiento y la ideología.

    El segundo, considera el "nihilismo populista", es
    decir, que éste es insuficiente para definir la
    especificidad concreta de un movimiento, pero no que constituye
    un elemento abstracto del mismo.El tercero, lo confina a la
    esfera de lo ideológico y no sería, por ello, un
    movimiento, pues éste podría ser adoptado por
    movimientos de bases sociales diferentes.

    Por último, el cuarto critica a los
    funcionalistas la adjudicación del populismo a una etapa
    transicional del desarrollo, sosteniendo que experiencias
    populistas se han producido, aunque en menor grado, en
    países desarrollados, incluyendo el nazismo
    alemán (5).

    Entonces, nos enfrentamos con elementos populistas tanto
    en las sociedades desarrolladas como en aquellas que se presentan
    en el umbral de la modernización, tanto en la ciudad como
    en el campo, y tanto en los trabajadores y las clases medias,
    como en los grupos intelectuales y poderosos, en favor de la
    voluntad del pueblo y una mediación directa entre
    éste y sus líderes. Pero este concepto resulta, por
    tanto, aplicable a otros movimientos que han experimentado el
    contacto directo del pueblo y sus líderes, y tiene lugar
    en una vasta gama de culturas y formas
    políticas.

    Los elementos del populismo

    En primer lugar, el populismo se caracteriza por dos
    elementos esenciales, que conducen a dar un papel central al
    Estado, porque sólo éste puede ser la
    expresión del pueblo, y con ello, de la historia nacional. Estos
    elementos son:

    1. Una defensa a la continuidad de la
    organización sociocultural, frente a la
    penetración de cualquier organismo extranjero, ya tome
    éste forma de capital,
    técnicas o ideas. El populismo opone a la
    filosofía de las Luces, una voluntad popular, una
    apelación a un actor colectivo, definido en sus
    particularidades y en su historia.

    2. Esta apelación elimina las formas de
    representación política habituales de Occidente.
    Los intelectuales y las clases medias obtienen un papel central,
    ya que el pueblo no es capaz de organizarse
    espontáneamente; pero, en este caso, a diferencia de la
    filosofía de las Luces, los intelectuales hablan en nombre
    de su pueblo y no del pueblo, convirtiéndose en agentes de
    formación de una conciencia
    nacional.

    De esta manera, el populismo se opone a toda lucha
    social interna, pero por sobretodo, a la lucha de clases. El
    pueblo, entonces, no es una clase sino una comunidad. El
    Estado actuará como defensor de la identidad
    nacional, pero éste bien puede entrar en conflicto con
    la defensa de una cultura
    popular o con mecanismos políticos de integración
    social, que ponen en peligro el papel central del
    Estado.

    Resumiendo, el populismo se caracterizará por
    tener:

    Una base popular en donde se apela al pueblo para
    acelerar los cambios en la sociedad y en la política, pero
    no se le permite organizarse en partidos
    políticos, sino simplemente se forman en sindicatos.

    Una carencia de una doctrina precisa, en donde no se
    propone ningún modelo social,
    y que por tanto, no encaja en la dialéctica Izquierda –
    Derecha.

    Un nacionalismo
    al cual se apela por medio del rechazo a todo lo extranjero, que
    pudiera interferir en la "libertad" nacional.
    La presencia de un líder
    carismático, que en su momento representaría el
    papel de "salvador de la patria".
    Un liderazgo de
    las clases medias altas, atribuyéndole al pueblo un
    caracter diferente al que le atribuye la ideología
    socialista. (6).

    Fuera de ello, el populismo latinoamericano se
    caracterizaría por surgir en los períodos de crisis
    en las sociedades otrora agrícolas. Su objetivo es mejorar
    la producción nacional y con ello, el consumo de la
    clase baja. De este modo, los errores y trastornos de la
    modernización, más que la ausencia de ésta,
    tienden a generar populismo.

    Asimismo, el populismo tiende a poner énfasis en
    las reformas espontáneas y parciales, a través de
    slogans ostentosos que prometen recompensas materiales y
    psíquicas rápidas. De este modo, se orientan a la
    redención y al moralismo, ensalzando las virtudes de la
    gente común y denunciando los criterios de los grupos
    gobernantes antiguos.

    También se caracterizan por ser propensos al
    eclecticismo ideológico, lo cual resulta comprensible en
    movimientos con metas y grupos electores
    heterogéneos.

    De esta manera, el predominio de las categorías
    políticas sobre las categorías sociales y su
    corolario, es el caracter esencial del sistema, así como
    la ausencia de diferenciación entre el sistema
    político y el Estado, sugieriendo ajustes al sistema y no
    su destrucción total.

    Notas

    (1) Ianni, Octavio. "La formación del Estado
    populista en América Latina" y "Populismo y
    contradicciones de clase", citado por Lucía Sala de
    Tourón en "Populismo en América Latina", Universidad
    Nacional Autónoma de México.
    Pág. 8.

    (2) El término "Tercer Mundo" fue utilizado por
    primera vez por el sociólogo y demógrafo
    francés Alfred Sauvy en 1956, al frente de un
    artículo publicado en el nº27 de los cahiers del
    Institut National d'Etudes Demographiques, "Le Tiers-Monde:
    sosdéveloppement et développement".

    En esos mismos años, A. Toynbee hablaba de las
    "naciones proletarias" refiriéndose a aquellas naciones
    que no aceptaban por sí mismas, el mundo capitalista ni el
    socialista. pero el término de Sauvy fue ampliamente
    aceptado y traducido a todos los idiomas, pues simplificaba y
    precisaba un nuevo interés
    social del hombre
    contemporáneo. El Tercer Mundo, reuniría
    según Freyssinet, a los países que han optado por
    un camino nuevo y original para su desarrollo, alejándose
    de los dos sistemas
    económicos conocidos. Voluntad, más que
    realidad.

    (3) Touraine, Alain. "América Latina,
    política y sociedad". Cap. III, 166. El autor agrega que
    la reacción populista puede apelar también, de
    manera más equilibrada, contra el universalismo de la
    modernidad
    elaborada por los ingleses y los franceses en los siglos XVIII y
    XIX, y a una especificidad de una cultura
    nacional y a un Estado que se identifique con un
    pueblo.

    (4) Tabak, Fanny. "Ideologias – populismo", en "El
    concepto de populismo", traducción del libro del
    mismo nombre de Peter Worsley, se hace referencia a que estas
    características generales se suman a las hostilidades
    morales e intelectuales, que los populistas consideran una
    interferencia antinatural de los monopolios.

    Los movimientos populistas constituirían la
    primera intervención en política de un grupo agrario,
    frente a los partidos establecidos, y que posteriormente, se
    erigirían como una entidad política independiente a
    nivel nacional, como el Tercer Partido.

    (5) Ernesto Laclau, en su "Hacia una teoría
    del populismo", se propone adelantar algunas propuestas que
    contribuyan a la superación de lo que considera
    "imprecisión desafortunada" de fenómenos
    políticos con rasgos comunes: populismo.

    Añade que las etapas de transición en los
    procesos
    populistas, son mostradas como una regla confusa de conceptos
    "tradicionales" y "modernos", y que se abusa de la
    explicación de la manipulación de las masas. Citado
    por Lucía Sala de Touron en "El populismo en
    América Latina", pág. 11.

    (6) Fernández, Antonio. "Historia del mundo
    Contemporáneo. Curso de orientación universitaria",
    Cap. XXVII, 545.

    3. El Populismo En
    América Del Sur

    1. La realidad sudamericana

    La vaguedad del término ha llevado a los
    cientistas sociales, a determinar una larga lista de casos que
    por lo general, se incluyen bajo el concepto de "populista". Del
    mismo modo, designa indistintamente movimientos de gobiernos,
    tipos de Estado, modelos de
    acumulación, estilos políticos, ideologías,
    etc.

    Sin embargo, para el contexto latinoamericano en
    general, la transición de una sociedad tradicional a una
    moderna, da lugar a degradaciones de la actividad
    política. Esto es, una intervención temprana de las
    masas en la vida política que se topa con el atraso de la
    estructura
    política, lo que lleva a la movilización inexperta
    del pueblo, carente de una organización
    autónoma.

    Los movimientos y gobiernos populistas en esta parte del
    mundo, se caracterizarán por un determinado proyecto
    socioeconómico, un modelo de
    acumulación considerado a su vez, propio de una etapa
    particular del desarrollo del capitalismo
    americano. Así, el impulso a la industrialización
    orientada al mercado interno,
    la creciente intervención del Estado en la economía y en las
    relaciones sociales, y cierta tendencia a la
    nacionalización de algunos resortes básicos de la
    economía, serán los pilares fundamentales del nuevo
    sistema.Paralelamente a ello, se produce la incorporación
    social y política de los sectores populares.

    Por otra parte, las diferentes interpretaciones del
    sistema, ha llevado a un sinnúmero de ejemplos que bien
    podrían encajar casos tan dispares como los de Fidel
    Castro y Hitler, pasando
    por Perón. La
    cuestión fundamental es, que a pesar de las coherencias
    internas que puedan tener tales o cuales interpretaciones, se
    hace necesario reconocer las diferencias objetivas de los casos,
    no homogeneizando fenómenos que en el cono sur americano
    se definen de manera tan diversa.

    Así por ejemplo, Perón,
    Vargas y Cárdenas, serían casos clásicos
    pues combinan de manera general, los rasgos atribuidos al
    populismo. Pero la generalización indebida puede hacernos
    descuidar diferencias que resultan centrales, como la
    inclusión indiscriminada del gobierno de Odría,
    bajo el término populista (lo sería en cuanto a
    "estilo", pero no en cuanto a encarnación de un modelo de
    acumulación preciso).

    Es más, los estudios sobre el peronismo tienden
    hoy a relativizar ese "carácter heterónomo e
    irracional de la adhesión popular a dicho movimiento" (1).
    Varios autores concuerdan que la activa participación de
    las masas populares, bajo la representación de los
    sindicatos y
    obreros, se produjo bajo una opción perfectamente
    racional. Esto se reafirmaría, en cuanto la
    adhesión al líder, implicaba la
    incorporación política de las clases
    marginadas.

    Pero, para una referencia teórica, nos
    detendremos aquí en la definición de populismo, que
    lo enmarca dentro de una ideología de conciliación
    social, en tanto que una clase o fracción de ella intenta
    hacerse de un mayor espacio en el dominio
    político.

    Así, el cuadro sudamericano, nos presenta en lo
    que va del siglo hasta los setentas, el siguiente
    listado:

    1. Uruguay,
    1903-33 y 1947-58. El Batllismo: movimiento liberal bajo cuyos
    gobiernos se organiza sindical y políticamente la clase
    obrera, obteniendo reivindicaciones a través de luchas
    legales; y ganando para el país, hasta entrados los
    setentas, el calificativo de "Suiza latinoamericana".
    2. Brasil, 1930-45 y
    1951-54. El Varguismo.
    3. Ecuador, entre
    los treintas y los setentas (número récord de
    periodos de gobierno ejercidos por una misma persona en el
    continente), José Velasco Ibarra.
    4. Argentina, 1943-55 y 1973-76, el Peronismo.
    5. Chile,
    1952-58, el Ibañizmo. Y entre 1964-68, la Democracia
    Cristiana (Eduardo Frei).
    6. Colombia,
    1953-57, Gustavo Rojas Pinilla.
    7. Perú, 1963-68, Fernando Belaúnde
    Terry.

    Un caso especial se produce dentro de las mismas
    décadas en Bolivia, donde
    insurrección, revolución
    y Estado populista son tres componentes inseparables de un
    proceso.

    El rasgo distintivo de este listado es la ausencia de
    cambios de estructura. Y
    si, en algún caso, éstos se hacen presentes,
    resultan tan mal llevados que se ven conducidos directamente al
    fracaso.

    Los partidos populistas

    En Colombia, el
    sistema político se ha visto repartido
    oligárquicamente entre el Partido Conservador y el Partido
    Liberal, convirtiéndose en el único país en
    donde nunca han desaparecido las instituciones representativas,
    salvo en el breve y frágil período del General
    Rojas Pinilla. Incluso, durante los gobiernos de López y a
    pesar de los esfuerzos del partido liberal llevados por
    Gaitán, este sistema siempre ha conservado una gran
    capacidad de integración. Gaitán ha sido la figura
    más directamente populista de la política
    sudamericana; miembro activo del sistema político, se
    esforzó por tomar la dirección del partido liberal, y
    organizó y defendió los movimientos populares,
    desde el principio de su vida política, en 1929. En 1934,
    creó la Unión Nacional Izquierdista Revolucinaria,
    buscando apoyo en los barrios obreros de las ciudades. Su
    asesinato en 1948, desencadenó un gran levantamiento
    popular, el bogotazo, cargado de odio de clase, y que fue
    reprimido sangrientamente.

    Pero Gaitán fue un personaje populista en una
    situación que lo era poco. Representa uno de los casos de
    partidos no populistas, pero orientados hacia la tendencia
    nacional-popular. Otro claro ejemplo, es el radicalismo
    argentino, adversario principal del peronismo. Su representante
    más característico es el intelectual de izquierda
    Frondizi, líder de los intransigentes.

    De este modo, la historia del radicalismo argentino y
    del gaitanismo colombiano muestra que las
    tendencias populistas estuvieron presentes en ambos
    países, al margen del peronismo en uno, y del
    tradicionalismo, en el otro.

    Frente a estas figuras marginales, se sitúan
    lejanamente los grandes partidos populistas que se desarrollaron
    en la América sureña con una gran fuerza
    antiimperialista. El APRA peruano, es el más importante de
    éstos.

    La Alianza Popular Revolucionaria Americana nació
    bajo el apoyo de los estudiantes, jóvenes profesionales,
    trabajadores de la caña de azúcar
    de las costa norte y mineros de Cerro de Pasco. El nuevo partido,
    combinaba una voluntad de integración nacional con la
    defensa de los trabajadores organizados y un programa
    antiimperialista, uniéndolos en la figura de su
    líder, Haya de la Torre.

    El APRA no se define por una línea
    política, sino por la búsqueda constante de los
    temas sociales, políticos y nacionales a modo de
    integración. Este se transformó en el modelo de los
    partidos populistas. De este modo, ningún partido
    populista ha de ser definido como "representativo" de clases
    sociales, sino que se vincula principalmente, a la unidad de
    sus miembros de donde extrae su fuerza de
    movilización.

    En la llamada Revolución
    Boliviana, la presión popular de los mineros, obreros y
    campesinos, se mezcló con el programa
    antiimperialista definido por el MNR, el Movimiento Nacional
    Revolucionario. Sin embargo, dicho movimiento no
    logró convertirse en un Partido-Estado, al contrario, se
    descompuso progresivamente hasta que su debilitamiento extremo
    abrió las posibilidades de un gobierno militar
    antipopulista. La disgregación del partido aclara la
    debilidad de los regímenes nacional-populares, que
    sólo pueden mantenerse cuando existen tendencias bastante
    fuertes para la integración nacional.

    En Brasil, se han formado en el plano regional, partidos
    y movimientos nacional-populares. En 1963-64, Goulart
    representó el Estado populista, mientras que en el
    nordeste, Miguel Arraes se puso al frente de un verdadero
    movimiento populista. Este último desarrolló un
    programa de modernización económica al mismo tiempo
    que de justicia
    social y sostuvo al movimiento campesino. Pero su plan de
    acción fue fundamentalmente el sector urbano y su tema
    central, el de la participación comunitaria. El Golpe de Estado
    de 1964 eliminó naturalmente a Arraes, Goulart y a otros
    líderes políticos.

    Pero más complejo aún fue el laborismo
    gaúcho, del Rio Grande do Sul, cuya historia pone de
    manifiesto las contradicciones internas de un movimiento
    populista. El PTB gaúcho, Partido de los Trabajadores
    Brasileños, se apoyó en una ideología que
    combinaba los temas positivistas y las ideas marxistas. Mientras
    Getúlio Vargas tuvo un proyecto
    más nacional que social, el PTB gaúcho buscaba un
    movimiento social más que una fuerza
    política.

    El resultado fue que el movimiento tendió a
    dividirse, de un lado a incorporarse a un nacionalismo poco
    populista, y de otro a organizarse como partido
    independiente.

    Ecuador, en tanto, es un ejemplo en donde la capacidad
    de integración social y política es débil, y
    por ende, los partidos nacional-populares juegan un papel menos
    duradero. Hassad Bucaram, comerciante de Guayaquil, fue el
    líder de la CFP, Concentración de Fuerzas
    Populares, que movilizó los suburbios de la gran ciudad
    costera. Pero ese movimiento se dividió rápidamente
    a la muerte del
    presidente Roldós, elegido con el apoyo de la CFP. De
    allí nació un ala de populismo revolucionario, y un
    elemento moderado.

    En definitiva, los partidos nacional-populares nunca se
    han organizado en torno a grandes
    temas, en donde uno predomine sobre los otros, sino que
    éstos se dan simultáneamente. Ahí
    precisamente, radica la importancia del líder, el
    único capaz de integrarlos.

    Los Estados nacional-populares

    Una forma acabada de Estado nacional-popular, se ve
    representada en el gobierno de José Battle y
    Ordóñez en Uruguay, de
    1903 a 1933. En realidad, la principal obra de Battle, fue crear
    un Estado Nacional cuando Uruguay se presentaba apenas integrado
    y bajo la influencia inglesa del siglo pasado.

    Se trata precisamente, de una integración
    nacional antibritánica, sumada a una extraordinaria
    prosperidad económica debida a la exportación ganadera y a un fuerte
    movimiento de inmigración. Esta acción se
    llevó a cabo sin una ruptura institucional, y por ello, se
    considera un caso excepcional en donde se da perfectamente una
    simultaneidad en la creación de un Estado Nacional y
    profundas transformaciones sociales.

    Pero el ejemplo más conocido de Estado
    Nacional-popular, es el caso de Argentina, bajo el gobierno de
    Juan Domingo Perón. El presidente Perón supo
    identificarse con la integración social y política
    del mundo obrero; su mujer Eva, dio un
    giro más popular y más reivindicativo a este
    populismo, que quiso aprovechar la situación
    extremadamente favorable de la economía, para crear una
    industria
    nacional dependiente del Estado. Pero los hechos que
    sobrevinieron más adelante, hicieron que el gobierno se
    volviera más conservador. La muerte de Eva
    Duarte de Perón, le priva de su voz más
    popular.

    Perón cae en 1955 bajo los golpes de una
    revolución, pero el peronismo sigue identificado con el
    voto obrero, y en 1973 el peronismo vuelve al sillón
    presidencial con Cámpora primero, luego con el propio
    Perón, y finalmente, con su segunda mujer, Isabel. El
    peronismo cae en una larga crisis, hasta que en 1976 un Golpe de Estado
    elimina el régimen ya descompuesto. Sin embargo, este
    ejemplo nos demuestra la real fuerza que puede alcanzar la
    política nacional-popular, en un país enriquecido
    por sus exportaciones
    agrícolas y arrastrado por un poderoso movimiento de
    integración político-social.

    Eduardo Frei en Chile, durante
    1964 y 1970, es también otro ejemplo del desarrollo de un
    gobierno nacional-popular. El partido gobernante, la Democracia
    Cristiana, intentará abrir la vía política a
    dos nuevas categorías. Una de ellas, se guiará
    hacia el lado de las mujeres de los barrios populares,
    agrupándolas en "centros de madres", y el otro, hacia los
    campesinos, para los cuales se prepara una primera ley de reforma
    agraria y que empiezan a agruparse masivamente en torno a la
    Democracia Cristiana, al Partido Comunista y al Partido
    Socialista.

    Sin embargo, el debilitamiento del crecimiento
    económico, durante la segunda mitad del gobierno de
    Frei, choca con el aumento de las demandas sociales, lo que
    prepara al país para un nuevo sistema de gobierno, el de
    la Unidad Popular, durante el cual la participación de las
    masas desborda ampliamente el control
    gubernamental.

    Un caso análogo al chileno, se presenta en el
    Ecuador durante
    las presidencias de Roldós y la de su vicepresidente O.
    Hurtado. La situación ecuatoriana está marcada por
    una apertura del sistema político que continúa el
    populismo militar de Rodríguez Lara y que choca
    también con la presión de fuerzas sindicales y
    urbanas. El vigor de los nuevos movimientos, está
    vinculado al rápido crecimiento de una sociedad hasta
    entonces tradicional, y que se ve bruscamente transformada por la
    economía petrolera.

    Por último, el caso venezolano se nos presenta
    mucho más radical. La Acción Democrática en
    Venezuela,
    tuvo la difícil tarea de integrar en el sistema
    político a las masas urbanas multiplicadas por el boom
    petrolero, logrando una estrecha asociación entre el
    Gobierno y la central sindical.

    Los regímenes nacional-populares
    militares

    Las intervenciones militares contra un régimen
    oligárquico en crisis, son numerosas en América del
    Sur. En Brasil,por ejemplo, los tenentes iniciaron una
    sublevación a nivel nacional, a la cual se unieron los
    insurrectos de Sao Paulo, y que recorrió el país
    hasta terminar su cruzada en Bolivia. Pero
    la acción de los jóvenes soldados, no logró
    despertar a las masas populares del Brasil. Muy pronto, los
    nacionalistas y los antioligárquicos se dispersaron entre
    las filas del nuevo régimen getulista y las de la
    oposición.

    En Chile, la primera presidencia del general
    Ibáñez, de 1926 a 1932, estuvo dominada por la
    sustitución del capitalismo inglés
    por el americano, a pesar de que sus bases principales se
    reafirmaban en un populismo antioligárquico e incluso pro
    obrero. La gravedad de la crisis económica destruyó
    toda intención de reformas sociales, hasta que la clase
    media chilena se libra del general Ibáñez
    (2).

    En Perú, la intervención militar se
    justifica tras la dualización del país entre la
    Costa y la Sierra, más la actuación de las
    guerrillas. La eliminación del general Pérez Godoy,
    significó la supremacía de la criollización
    conservadora por sobre la radicalización, y con ello, el
    apoyo a Belaúnde en 1963. En Bolivia, los populismos
    militares respondieron a la crisis nacional abierta por la
    derrota de la Guerra del
    Chaco contra Paraguay
    (1932-1935), a la segmentación de la sociedad y la
    economía minera.

    De los regímenes nombrados, sin duda alguna el
    más representativo es el de Perú. La reforma
    agraria peruana fue la más amplia del continente, y
    llevó a la destrucción total de la
    oligarquía. Sin embargo, el régimen militar no tuvo
    el apoyo que se esperaba; el sistema de movilización
    popular en mano del SINAMOS, perdió su poder de
    acción y se redujo a un organismo de propaganda
    política.

    Así también, los gobiernos militares
    ecuatorianos lograron mantener un control importante sobre la
    actividad económica, promulgando en 1964, una ley de reforma
    agraria. Sus acciones
    provocaron fuertes reacciones entre los comerciantes y los
    terratenientes, pero el principal objetivo de estos gobiernos fue
    transformar la organización militar.

    La acción militar populista en Ecuador,
    logró una apertura social que no alcanzó
    Perú, principalmente debido a que el rápido
    desarrollo de la producción petrolera llamaba en Ecuador a
    la superación de la oposición tradicional del campo
    y de la ciudad, de la costa y del interior, reforzando con ello,
    la capacidad de acción del gobierno.

    Así, la naturaleza
    general de las políticas populares no depende de su
    carácter militar o civil de sus líderes. La
    presencia de estos regímenes militares parece ligada
    únicamente a una penetración más fuerte del
    capital extranjero, a la presencia de amenazas contra la unidad
    nacional o a la debilidad de esta unión.

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