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El origen de la idea de progreso en la historiografía medieval:




Enviado por davidclopez



    Indice
    1.
    Resumen

    2. Capitulo 1
    3. Capitulo 2
    4. Capitulo 3
    5. Capitulo 4
    6. Capitulo 5
    7. Bibliografia

    1.
    Resumen

    Importancia de la idea de Progreso y de buscar su orgen,
    condiciones básicas para la existencia de una idea de
    progreso según Collingwood. Recorrido por los pensadores
    que han creído en el progreso desde el siglo XX al siglo
    XVI, lo que finalmente nos lleva a la Edad
    Media.

    Oposición al Progreso en la Edad Media: el
    Pecado Original. Puntos a favor del Progreso: las
    Cronologías Universales, los Movimientos renovadores de
    Cluny y de Chartres. El historiador que conjunta todos esos
    factores: Monseñor Otto von Freising, quien en su
    "Historia de
    duabus civitatibus" muestra al
    progreso como acumulación de conocimiento.

    "Mientras más avanzada es la época en que
    estamos, más maduramente somos instruidos por la
    progresión del tiempo y las
    experiencias de las cosas. Entendiendo las cosas inventadas por
    nuestros predecesores en el mismo espíritu que ellos,
    podemos inventar nuevas cosas. De ahí que muchas cosas,
    ocultas a nuestros predecesores, hombres de radiante
    sabiduría y de eminente ingenio, nos fueran reveladas por
    el proceso del
    tiempo y el
    curso de los sucesos".(Kahler, 1998:126).

    Otto von Freising

    Indudablemente, todos los que tenemos algún grado
    de acercamiento a la Historiografía y a la
    Filosofía, por más que éste sea muy
    limitado, como es mi caso, reconocemos la trascendencia que ha
    tenido el concepto de
    "Progreso" para darle sentido al acontecer. Así pues,
    estudiar brevemente una de las primeras obras que emplearon ese
    concepto y los
    factores que contribuyen o se opusieron a tal uso adquiere
    también cierta relevancia.

    Nuestra visión del mundo medieval puede resultar
    enriquecida de este reconocimiento, dado que llegaremos hasta las
    concepciones de la llamada "Edad Media"; la complejidad del
    pensamiento
    del medievo es generalmente subestimada, sobretodo en cuanto a la
    caracterización del "Progreso", como lo vemos en la obra
    de John Bury "La Idea de Progreso", que afirma tajante que el
    inicio de ese concepto ocurrió durante el Renacimiento
    (Bury, l971: ).

    A pesar de la escasa preparación con que cuento, me
    propongo exponer aquí una sencilla búsqueda del uso
    del concepto de "Progreso", que aporte a la vez la
    comprensión de las ideas de una época, comenzando
    por definir tal idea, para luego evaluar, como dije
    anteriormente, algunos factores que influyeron en su
    surgimiento.

    2. Capitulo
    1

    En nuestros días, tras las guerras
    mundiales y las líneas de pensamiento
    que, originadas en autores como Friedrich Nietszche y Arthur
    Schopenhauer, desembocaron en el posmodernismo, la creencia en el
    progreso humano y el optimismo han quedado prácticamente
    en el olvido.

    ¿Qué planteaba la idea de Progreso? Las
    tendencias varían, pero el punto básico era la
    creencia en la superación positiva del hombre de una
    etapa a otra de su Historia.

    Robin G. Collingwood evidencia que ello requiere de 2
    condiciones básicas:

    1. El valor de lo
      humano.
    2. La posibilidad de comparar las obras de las
      sociedades
      en momentos distintos (Colllingwood,1946: 308-309).

    En un amplio recorrido por el proceso
    histórico universal no es difícil encontrar
    algún género de
    cualidades en el hombre, en
    su naturaleza, y
    alguna mejoría de un momento a otro, "… la
    diferencia entre el hombre de
    Neanderthal o de Aurignac, y Dante o Shakespeare es la
    primera prueba y la más sencilla de la evolución humana", afirmó Erich
    Kahler. (Kahler, 1970: 26).

    Sin embargo, cuando vemos un poco más a fondo el
    panorama, notaremos que la constante no es tan sólo la
    mejoría lineal ascendente, sino los retrocesos,
    estancamientos, avances, etc. Esto es, difícilmente se ha
    podido afirmar el progreso perfecto, lo que no tiene porque
    impedir el completo el progreso, si abrimos la puerta a cierta
    visión cíclica de la Historia.

    Habrían entonces, fases de ascenso que
    llegarían a su cenit, para dejar paso a decadencias y
    estancamientos de las que saldrá un nuevo progreso.
    Progreso, ciertamente, sólo en la medida en que no se
    hayan olvidado los aportes de los ciclos anteriores; de donde
    resulta que la Historia no es una recta ascendente, sino un
    espiral ascendente.

    Esta forma de darle coherencia al devenir, o
    éstas debiera decir, dado que no son exclusivas de una
    sola corriente, perduraron hasta bien entrado el siglo XX. En
    algunos casos, como lo advirtió Johan Huizinga, progreso
    se confundió con "evolución" en el sentido que emplean las
    ciencias
    naturales. (Huizinga, 1980: 23-36).

    Ahora bien, ¿quiénes creyeron en el
    progreso? Pues personajes como H.G. Wells, autor de "Outline of
    History"; H.W. van Loon ("History of Mankind"); J. Harvey ("The
    Mind in the Making"). Pero fue el siglo XIX el que estuvo
    rebosante de progreso, basta con mencionar a la principal
    corriente ideológica de la época: el positivismo de
    August Comte, que vislumbra la llegada de un "Estado
    Positivo", sucesor de un "estado
    metafísico" y otro "teológico", y que
    constituirá el esplendor de la racionalidad
    humana.

    Si revisamos otras tendencias decimonónicas
    también encontraremos Progreso. Dentro del materialismo
    histórico marxista se plantea la sucesión de
    modos de
    producción que llegarían al Comunismo, el
    momento cumbre del Progreso. Entre los idealistas, la
    dialéctica en 3 movimientos: tesis,
    antítesis y
    síntesis; fundamentada por Hegel, da idea
    del avance del Espíritu. Un historiador independiente en
    ese siglo, Gustav Droysen, por su firme creencia en la inteligencia y
    los valores
    humanos, es también de signo optimista. Qué
    decir del romanticismo:
    Fichte es el primero en plantear los pasos del proceso
    dialéctico; Schiller aprecia al presente como meta del
    progreso; Herder conecta la evolución de la naturaleza con la
    evolución
    humana. Kant, por su
    parte, encuentra en la maldad de la naturaleza humana el
    móvil del progreso, mismo que define como un camino a la
    racionalidad.

    El siglo XVIII tuvo a la Razón y su triunfo en la
    sociedad como
    meta del Progreso, Condorcet fue el principal exponente de esa
    idea. En el siglo XVII encontramos al padre de la visión
    espiral ascendente de la Historia: Giambattista Vico. Llegamos al
    siglo XVI, al Renacimiento,
    cuando Francis Bacon manifiesta su confianza en el futuro,
    mientras que Jean Bodin expresa la idea de una Historia
    Universal progresiva.

    Mas luego de este rápido recorrido desde el siglo
    XX al XVI parece faltar aún una verdadera búsqueda
    del origen de la idea del Progreso. La mayoría de los
    estudiosos de la Historiografía detienen su recorrido por
    las tendencias progresistas en Jean Bodin; sin embargo, no
    negando al Renacimiento la
    originalidad de su pensamiento, es difícil, sobre todo en
    Historia, considerar a una idea desligada de su pasado.
    Así pues, buscar los orígenes del uso del progreso
    nos lleva forzosamente a la Historiografía
    Medieval.

    ¿Qué se opone al Progreso en la Edad
    Media? John Bury nos lo deja en claro: el Pecado Original (Bury,
    1971: 30-32).

    3. Capitulo
    2

    Es de todos conocido que la mayor influencia
    filosófica medieval es el Cristianismo,
    y que la Historia no se encontró exenta de la
    visión providencialista que esa religión
    conllevaba.

    En ese marco debemos preguntarnos por la
    concepción temporal de la época; Evidentemente, era
    una idea lineal: "el cristianismo
    (…) es esencialmente una religión
    histórica"; (Bloch: 1998, 28) el Antiguo Testamento no es
    sino el relato de los acontecimientos que preparan al hecho
    histórico por excelencia: la Encarnación,
    Pasión, Resurrección y Ascención del Verbo
    divino.

    En la Epístola a los Gálatas de San Pablo
    se hace una distinción muy estricta entre "Antes de que
    llegaran los tiempos de la Fe" y "al llegar la Fe" (Gal. 4:23 y
    25); la Epístola de San Pedro también insiste:
    "Miren como Cristo murió una vez a causa del pecado" (1P,
    3: 18).

    "Luego vendrá el fin, cuando Cristo entregue a
    Dios Padre el Reino" dice San Pablo (1 Cor, 15:24), esto es,
    existe una evidente idea de que el devenir es la
    preparación del siguiente hecho histórico
    máximo: la Parusía.

    ¿Podrá existir el Progreso en esta
    linealidad Creación – Parusía?

    El Cristianismo, como el Judaísmo antes de
    él, no vive la Historia, la soporta, espera a que
    ésta finalice en la eternidad, que lleguen "los tiempos
    del alivio", "la restauración del mundo" (He 3: 20,21). La
    Historia es una condena al hombre, por
    ello se espera que termine, y es producto del
    Pecado Original: la condición humana de debilidad: "Todo
    lo que sale del hombre, eso lo hace impuro, pues del corazón
    del hombre salen las malas intenciones" (Mc. 7:21).

    La Historia, desde Adán y hasta Cristo, no es
    otra cosa sino una caída del hombre debida a su propia
    naturaleza pecadora, y si reconocemos esa "caída" negamos
    la posibilidad del progreso humano.

    La esperanza cristiana contra esa caída es la
    Gracia de Dios, posibilitada por la Pasión de Jesucristo y
    hecha realidad por la aceptación del cristianismo, en
    nuestras vidas. Tal aceptación implica la
    superación del pecado, la reconciliación con dios y
    la entrada a su Reino tanto en la Tierra
    (Iglesia
    militante) como en el Cielo (Iglesia
    Triunfante). El Reino de Dios se instalará definitivamente
    en la Tierra tras la
    Parusía.

    Así, lo único que podríamos llamar
    "Progreso" en la visión cristiana es el estado del
    pecador creyente, comparado con el del no creyente. Pero eso no
    es progreso en el mismo sentido que explicamos anteriormente; en
    principio, no se incluye a todo el género humano, sino
    sólo a los creyentes; no hay valor de lo
    humano por sí solamente, sino por ser creyente, mas ello
    no implica una sucesión progresiva.

    El Progreso, en apariencia no tenía espacio en
    esta concepción; sin embargo conviene concluir este
    apartado con las consideraciones de Agnes Heller respecto a este
    período: "no se excluye totalmente la
    interpretación del mito… (es
    decir, el dogma religioso) Cuanto más consciente de los
    problemas del
    tiempo y el espacio reales se hace la persona, mayor es
    la posibilidad de ofrecer una interpretación nueva del
    tiempo y el espacio universales como ‘idealidades’ "
    (Heller, 1986:23).

    4. Capitulo
    3

    Ya expusimos una de las características de la idea cristiana de la
    Historia: la linealidad temporal en relación a la idea de
    progreso, que es nuestro tema central; ahora bien, es necesario
    comentar otras características de la producción historiográfica
    medieval.

    Una de las innovaciones que introduce el cristianismo es
    la interpretación global de la Historia (Carbonell,
    1986:36) superando el etnocentrismo grecolatino. La Historia, en
    principio, era importante por ser escenario de los designios
    divinos y del desarrollo del
    pecado, de ahí que era legítimo su estudio aunque
    sin separarla de la revelación divina: las Sagradas
    Escrituras. Dado que en la Historia se realizan los designios de
    dios, (el Plan Divino)
    enfrentados con el pecado, todo el proceso histórico
    debía concordar con los libros
    históricos de la Biblia, los cuales inician esa
    revelación del sentido del pasado. La Historia es ahora el
    enfrentamiento de la Virtud y el Pecado, conceptualizados bajo la
    forma de la lucha entre las 2 ciudades agustinas: la de Dios y la
    Terrena.

    Así, cuando la Historiografía Medieval
    Cristiana narra el proceso histórico completo, lo hace
    bajo la forma de "Cronologías Universales": la exposición
    de todos los acontecimientos desde la Creación, revelando
    los planes de Dios y sus acciones,
    así como las que el Demonio realiza para evitar el
    éxito
    divino. La Historia desemboca entonces en una "Teología de
    la Historia" (Eliade, 1983 : 183).

    Pero a la vez, las Cronologías Universales
    pudieron ser el punto de cambio de la
    Historiografía Medieval, los otros productos
    historiográficos: las Historias eclesiásticas y las
    Vidas de Santos estaban mucho más controlados por la
    mentalidad religiosa dada la temática que trataban. En
    cambio, las
    Cronologías Universales y las obras de hazañas
    políticas y militares, por tratar de
    asuntos terrenales, serán el punto donde reaparezca el
    humanismo y el
    mejor sitio para apoyar el Progreso secular.

    5. Capitulo
    4

    Al hablar del quehacer intelectual de la Edad Media nos
    estamos refiriendo a una labor en la que los protagonistas eran,
    por lo general, monjes; la Historia no fue la excepción,
    por ello debemos recordar un poco de la Historia Monacal, lo que
    además nos introducirá al principal autor que
    manejaremos.

    Dado que el mundo está lleno de pecado y,
    según expresión de San Pablo, hay que buscar la
    "vida de arriba", el modo más idóneo es la
    dedicación completa a las cosas de Dios. Así lo
    entienden los primeros anacoretas y mojes vagabundos, viven
    absolutamente en lo de arriba, han sabido apartarse y dedicarse a
    predicar, a sobrevivir con poco, en una palabra, son los nuevos
    "Apóstoles", enviado por Jesús sin arma
    alguna.

    San Benito de Nursia protagonizó la
    organización del monacato al instituir el Claustro
    como el lugar de refugio común a un buen número de
    monjes, donde pueden vivir con libertad sin
    mezclarse con la sociedad ni dar
    malos espectáculos.

    Los primeros siglos de la Edad Media hasta el Imperio
    Carolingio atestiguan una vida religiosa "virtuosa". Pero con la
    descomposición feudal que sigue al Renacimiento
    Carolingio, en los siglos IX y X, cunde cierto grado de desorden:
    aparecen la simonía, el nicolaísmo; el brazo
    secular traiciona la virtud que se comprometió a proteger;
    los conventos, monasterios y abadías son saqueados con
    cierta regularidad, la vida interior se relaja,
    ¿cómo salir de esa situación?

    La solución la comprenden (y la emprenden)
    seglares y eclesiásticios: mayor severidad. En ese marco,
    Guillaume d’Auverny, duque de Aquitania, funda la
    Abadía de Cluny en 910. En esa Abadía, que
    madurará por todo el siglo X, y dará frutos en las
    2 centurias siguientes, se promovió una vida mucho
    más ordenada: se renueva el ascetismo, es decir, el trabajo
    durao para purificar cuerpo y alma. La abadía posee un
    amplio espacio para la agricultura,
    un granero y talleres para diversos oficios; los monjes organizan
    la construcción de claustros e iglesias que
    dan vida a poblaciones enteras; la alimentación se
    restringe; la oración es constante al igual que las Misas;
    las penitencias son rígidas y estrictas. La defensa y la
    expansión de la Fe por la Fe misma implican el trabajo de
    lectura y
    copiado de obras de la Patrística, además de la
    ciega confianza en el Dogma, no se necesita del
    raciocinio.

    Desde allí se hace un llamado a la
    autonomía de la Iglesia; al orden y disciplina
    internas; a deshacerse del nicolaísmo y la simonía;
    a la "Tregua de Dios"; a la limpieza del alma y el cuerpo; y a la
    obediencia absoluta de la Iglesia.

    La obra de Cluny la continúan en los siglos XI y
    XII los Vallombrosos, Camaldulenses, Cartujos y el Císter;
    así mismo, los Papas San León IX, Nicolás
    II, AlejandroII, San Gregorio VII, Urbano II, Gelasio II,
    Inocencio II y Eugenio III. Pero las figuras claves serían
    San Gregorio VII Papa, y San Bernardo de Claraval. El primero fue
    protagonista de la Querella de las Investiduras, defensor de la
    autonomía eclesiástica y de la severidad en el
    clero secular. San Bernardo fue interventor en los asuntos
    pontificios y predicador inagotable lo mismo de la Segunda
    Cruzada como contra las herejías y ataques al dogma, lo
    que resultó en la persecución de Pierre Abailard,
    Guilbert de la Porée y Arnoldo de Brescia.

    Ya que estamos en el siglo XU, el siglo de Pierre
    Abailard y Guilbert de La Porrée, conviene hablar del
    movimiento
    escolástico, derivado del resurgimiento de la vida urbana
    propio también del Renacimiento carolingio, pues es las
    principales ciudades donde se desarrollan las "Escuelas" anexas a
    las Catedrales.

    Para nuestros fines, nos basta recordar a uno de
    aquellos movimientos, enfrentado en cierta forma con el
    misticismo cluniascence: La Escuela de
    Chartres.

    En la sede episcopal a orillas del Eure, en el
    Orleanesado francés, se desarrolla un particular movimiento
    escolástico, heredero del trabajo de Constatino el
    Africano (1015 – 1087) y Adelardo de Bath (1070-?) quienes se
    caracterizaron, el primero por realizar viajes desde
    su ciudad, Cartago, recopilando manuscritos principalmente
    relacionados con temas médicos (Hipócrates, Galeno,
    médicos árabes y judíos); y el segundo por
    recuperar las obras de Platón e
    introducir su filosofía en el ámbito de la
    naturaleza.

    Si San Bernardo con la abadía agustina de San
    Víctor fueron los que encabezaron el movimiento
    místico; Pierre Abailard y la Escuela de
    Chartres inician, en cierta forma, el "humanismo".

    El Obispo Fulberto de Chartres abre la escuela en el
    siglo XI, continúan su obra Bernard de Cartres; Guilbert
    de La Porré, quien es impugnado por San Bernardo; Thierry
    de Chartres, defensor de Pierre Abaillard; Clarembaldo de Arras;
    Bernardo Silvestre; Guillaume de Conches y Juan de
    Salisbury.

    Puntos comunes de esta amplia lista de pensadores son su
    amor a las
    letras, el desarrollo del
    platonismo conciliado con el cristianismo, el empleo de la
    lógica
    aristotélica (Organon) y el estudio de la naturaleza
    (Parain 1974:138).

    La ciencia,
    certamente, siguiendo los preceptos de Capella: las Siete Artes
    Liberales, el Trivium (Gramática, Retórica y
    Dialéctica) y el Quadrivium (Aritmética, Geometría,
    Astronomía y Música).

    Puede afirmarse inclusive que la escuela de Chartres se
    guiaba por el siguiente principio: "para filosofar, el intelecto
    debe estar iluminado por el cuadrivio y poseer los instrumentos
    de interpretación propios del cuadrivio" (Reale y
    Antiseri, 1988:437).

    En fin, en el siglo XII se marca el inicio
    de la fuerte contradicción entre el cristianismo
    místico y el cristianismo humanista.

    Si buscamos un antecesor del humanismo renacentista,
    recopilador del saber clásico, conciliador con la
    religión, seculareizante e interesado en el saber
    científico, el movimiento de Chartres es el que sale a
    nuestro paso.

    6. Capitulo
    5

    Hemos ya examinado el conepto de Progreso y el problema
    de su origen, lo que nos llevó a la Edad Media, donde el
    Pecado Original y su influencia en la concepcón medieval
    de la Historia parecen impedir la idea de Progreso, pero
    también nos encontramos en la Historiografía un
    canal abierto a su formación a través de las
    Cronologías Universales, aún más, mediante
    los movimientos de renovación mística –
    ascética y de recuperación del conocimiento
    clásico grecolatino que abren la puerta a los cambios de
    mentalidad. ¿Quién puede conjuntar estos factores,
    que parecen superar las visiones tradicionales del pensamiento
    medieval, e introducirlas en la Historiografía?

    Considero que la respuesta es Monseñor Otto von
    Freising (1114-1158), Obispo alemán autor de "Historia de
    duabus civitatibus", obra de la que no pude disponer, pero de la
    que obtuve referencias por medio de los libros de
    Erich Kahler, Charles Olivier Carbonell y Valdemar
    Vedel.

    Otto von Freising parece expresar muy bien las
    contradicciones que mencionamos líneas arrba: es un
    príncipe alemán de la Casa de Franconia y al mismo
    tiempo un católico devoto, nada más difícil
    en un nieto de Enrique IV, el Emperador que tuvo que ir a
    humillarse a Canossa ante San Gregorio VII para que le levantara
    la excomunión motivada por la simonía y la querella
    de las investiduras (1085). Aquella querella tuvo solución
    apenas unos años antes de que Urbano II convocara a la
    Primera Cruzada en el Concilio de Clermont-Ferrand en 1099. Las
    cruzadas fueron particularmente importantes, la segunda, que
    predicara San Bernardo, cuenta entre sus participantes al propio
    Otto (1147-1149).

    Tiempo despúes encontramos a este hombre de
    armas en el
    claustro del Císter, de donde pasa a ser diocesano de
    Freisingen, en ese cargo escribe la "Historia de duabus
    civitatibus", e inicia una biografía de su
    sobrino el Emperador Federico II; se le identificó
    además con la Escuela de Chartres, pues introduce en
    Alemania la
    lógica
    aristotélica (Hischbenger, 1971: 345).

    "Historia de duabus civitatibus" es una nueva
    Cronología Universal en la que se recorre, bajo los
    principios
    agustinos, todo el acontecer desde la Creación a lo largo
    de 6 grandes épocas que llegan hasta el reinado de los
    Hohenstaufen.

    Habiéndose vivido una Cruzada, donde las acciones de
    los hombres se subliman por sus santos propósitos; aunado
    a la pertenencia a una de las familias nobles más rebeldes
    a la jerarquía eclesiástica, y dedicado a
    contemplar todo el desarrollo del acontecer, el Obispo puede
    aprovechar el estrecho espacio de interpretación que
    permite el Cristianismo, haciendo señalamientos sobre la
    naturaleza de las acciones humanas y no sólo de las
    divinas.

    Babel y Jerusalén, la ciudad inconstante y la
    ciudad inmutable, se erigen una ante la otra en la Historia del
    de Freising, resultando victoriosa la Ciudad de Jerusalén.
    Aquí se vierte todo el anhelo de paz y orden que vimos
    emerger de Cluny dos siglos atrás, y que se explican por
    ser éste un Obispo cisterciense.

    El mundo, la Babel, por tanto, no es más que
    vanidad, pues nada es perenne; el diocesano lamenta su
    intranquilidad e inseguridad.
    Su interpretación utilitaria de la Historia es muy propia
    de la Edad Media: su obra sirve como un sermón que invita
    al desprendimiento del mundo terrenal para buscar la
    Jerusalén, a seguir el consejo de San Pablo. En suma,
    anhela la eternidad.

    Sin embargo, al recorrer la historia hace notar una
    particular forma de cambio dentro del movimiento terrenal: se ha
    ido acumulando conocimiento; piensa que el mundo va envejeciendo,
    cada vez sabe más; el presente ofrece mejores condiciones
    que el pasado por esa mayor comprensión del mundo. Hay
    aquí un sentido progresivo de los asuntos
    humanos.

    ¿Qué importancia tiene notar esta
    acumulación, producto
    seguramente de su contacto con Chartres? Pues que entonces la
    inestabilidad mundana es debida no sólo al pecado
    original, sino a la falta de conocimiento; el Imperio Romano
    fracasa por no tener la experiencia necesaria, todo lo
    perteneciente a la Babel es por ello inseguro.

    Así pues, lo único que produjo la
    caída del hombre fue generar el movimiento
    histórico, pero no por ello se impide la
    acumulación de conocimiento que se presenta como primera
    modalidad del progreso. Los ámbitos de la salvación
    del alma y del conocimiento del mundo están separados, no
    del todo, pero lo suficiente para sostener esta
    concepción.

    Según el Obispo, y atendiendo a una
    profecía de Daniel: "muchos habrán pasado y
    será abundante el
    conocimiento", el presente (su presente) es el momento para
    construir finalmente algo duradero y estable, pero eso significa
    la desaparición de la principal característica de
    la Babel y por tanto el triunfo de Jerusalén (Kahler,
    1998:143) , lo que a su vez conduce a la proximidad de la
    "Parusía". Su anhelo de eternidad es también
    satisfecho en su obra, y con él el del movimiento de
    Cluny. A la vez, se conjuntan el "pseudoprogreso" religioso: la
    llegada de la era de la salvación, y una primera
    concepción del progreso humano.

    El hombre sigue siendo pecador; pero independentemente
    de su creencia o no en el cristianismo y gracias a la capacidaqd
    humana de conocer, es capaz de PROGRESAR con lo que se cumplen
    las características que establecimos como propias de una
    idea de progreso.

    Es más, podríamos cerrar este
    pequeño artículo con estas palabras escritas en
    1951, que son muy similares a las del Obispo que citamos al
    inicio: "Así pues, hay progreso en el saber, en la
    técnica, en los supuestos y condiciones para nuevas
    posibilidades humanas, pero no en la sustancia del hombre"
    (Jaspers, 1985: 324).

    7.
    Bibliografia

    -BLOCH, Marc (1998) : Introducción a la Historia. Fondo de
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    Autor:

    David Carbajal

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