1- Festividad
del señor de los milagros
2- Historia del
señor de los milagros
3- Historia del mural de
pachacamilla
4- Fundación de
lima
5- Zona de
pachacamilla
6- La cofradia de
pachacamilla
7- Trágico naufragio
y terremoto – 13 nov. 1655
8- Andrés de
leon
9- Se ordena borrar la
imagen
10- La primera
misa
12- El primer mayordomo y la
primera capilla
13- Sebastian de Antuñano y
Rivas
14- La primera
procesión
15- Sor Antonia Lucia del
espiritu santo
16-
17- El porque de
la tunica morada y demas insignias
18- Muerte de la
madre Antonia Lucia del espiritu santo
19- Patron jurado
de la ciudad
20- Fundación del
monasterio
21- La iglesia de
nazarenas
22- Las cuatro
primeras cuadrillas
23- Solemnes
ceremonias de inauguracion
24- El virrey
Amat
25- Nuestra
señora de la nube
26- Las andas del
señor de los milagros de nazarenas
27- Hermandad del
señor de los milagros de nazarenas y su
organizacion
28- ¿Por
que el color morado?
29- Turron de
doña pepa: milagroso dulce
30- Tres testimonios,
una fe
31- En torno a la
procesión
1- Festividad del
señor de los milagros
El cielo de Lima tórnase de color morado,
entre el carmín y el azul, todos los octubres de nuestras
vidas. La procesión del Señor de los Milagros, el
Cristo de Pachacamilla, el Cristo moreno o cuanta
denominación ostente, es considerada una de las más
multitudinarias de todo el orbe, tanto por el inmenso mar humano
que alberga como por la sublimidad y grandiosidad espiritual que
trae consigo esta mística expresión de fe
católica del pueblo limeño. En una Lima en donde
conviven y luchan por sobrevivir en circunstancias adversas
cholos, negros, blancos, chinos y demás razas que la
conforman, octubre es el momento cumbre que los une a todos bajo
el eslabón de una sola creencia, una sola fe, una sola y
anhelada esperanza en el milagro que algún día
recaerá en ellos.
Atrás queda el agotador y, a veces, sofocante
apretamiento de la fervorosa multitud por acercarse a la imagen para
poder tocarla
y besarla. Dicen que la fe mueve montañas y hasta las
voluntades más reprimidas se vuelven inquebrantables
gracias al destello de luz que despabila
sobre la gente, el andar cansino pero señorial y
ubérrimo de la imagen del
Señor de los Milagros.
Pero, ¿cómo empezó a forjarse toda
esta mágica religiosidad en el espíritu
limeño?, ¿qué tuvo que pasar para que
germinara en los corazones la solidaridad
cristiana y la unción religiosa en torno a la imagen
del Cristo de Pachacamilla?
2- Historia del
señor de los milagros
A mediados del siglo XVII, Lima, una ciudad que hoy
alberga más de 7 millones de habitantes, cobijaba apenas
unas 35,000 personas; cantidad que se iría incrementando
progresivamente por el arribo de miles de variopintos personajes
empujados por las noticias de una prosperidad fácil de
alcanzar en la capital.
La mayor parte de estos inmigrantes provenían de
la costa atlántica del Africa
Occidental, en ese entonces ocupada por colonizadores
portugueses. Estos grupos se
dividían en castas como la de los Congos, Mantengas,
Bozales, Cambundas, Misangas, Mozambiques, Terranovas,
Carabelíes, Lúcumos, Minas y Angolas.
Estos últimos estaban reunidos en
cofradías que adoraban distintas imágenes o
santos de su devoción. Esos actos religiosos les
recordaban su libertad y
cantaban nostálgicamente en su lengua
original canciones de sus antepasados; también se ocupaban
de la atención a los enfermos y aseguraban a sus
miembros un entierro decente mediante pequeñas cuotas de
los cófrades.
Por el año de 1650, los negros angolas se
agremiaron y constituyeron la cofradía en la zona de
Pachacamilla, lugar que anteriormente había sido habitado
por indios venidos de la zona de Pachacamác, y donde
actualmente se ubican la iglesia y el
monasterio de las Nazarenas y el local de la Hermandad del
Señor de los Milagros. Las condiciones en las que
vivían eran de una pobreza
absoluta.
En la sede de la cofradía se levantaban grandes
paredes de adobe; en una de éstas, ubicada en un ambiente donde
se reunían los negros a diario, uno de los angola
plasmó la imagen de Cristo en la cruz. La imagen fue
pintada al temple y fue hecha con un profundo sentimiento de fe y
devoción a la altísima representación del
Redentor.
Fue un 13 de noviembre de 1655, a las 2:45 de la tarde,
cuando un terrible y destructor terremoto estremeció Lima
y Callao, tirando abajo las iglesias y sepultando mansiones,
dejando tras de sí miles de muertos y damnificados. El
sismo afectó la "zona de Pachacamilla" y las viviendas de
los angola se precipitaron al suelo; todas las
paredes del local de la cofradía se cayeron,
produciéndose entonces el milagro: el débil muro de
adobes donde se erguía la imagen del Cristo crucificado
quedó intacto, sin ningún tipo de
resquebrajamiento.
Debido a los daños ocurridos, los angola se
mudaron a otro lugar dejando en el más absoluto abandono
la pared con la sagrada imagen. Aunque hay otras versiones que
dicen que los negros angola se habían retirado del lugar
antes del sismo, lo cierto es que después de la
catástrofe, casi toda la población limeña se entregó
por entero a las plegarias, cánticos y rezos en las
derruidas calles y plazas de la Capital,
intentando pedir perdón por sus pecados y rogando que no
se produzca otro fenómeno de la misma naturaleza.
Pasaron 15 años y un vecino de la parroquia de
San Sebastián, Antonio León, encontró la
imagen abandonada y comenzó a venerarla. Según los
relatos de la época, León fue el primero que se
preocupó por arreglar la ermita, sin imaginar que a partir
de entonces crecería el culto y la devoción al
sagrado Cristo de Pachacamilla.
Esta valoración hacia la imagen se vio
fortalecida por un hecho grandioso en la vida de Antonio
León pues -según cuentan- éste
padecía de constantes y espantosos dolores de cabeza
debido a un tumor maligno que los médicos, hasta ese
momento, no habían logrado curar. Fue entonces cuando
Antonio acudió a la imagen y postrándose frente a
ella, imploró al Cristo crucificado que remediara su mal,
deseo que le fue conferido acabando así su desesperado
tormento. Nace entonces en él una más firme
convicción religiosa que difundió entre todos sus
conocidos lo que causó que en pocas semanas el culto
creciera.
Entre los creyentes predominaba la gente de color, quienes
iniciaron las reuniones los viernes en la noche, y alumbrados por
las llamas de sus ceras, llevaban modestas flores, perfumando el
ambiente con
el sahumerio; todos al unísono entonaban fervorosas
plegarias y cánticos al son de arpas, cajones y
vihuelas.
Empero, dado que la gente acudía en masa a estas
reuniones atraída más por la novedad que por la
devoción, muchas veces se produjeron hechos de
índole distinta a las prácticas religiosas y
católicas, por lo que las autoridades civiles y
eclesiásticas prohibieron las reuniones en la "zona de
Pachacamilla" y ordenaron borrar la imagen del Santo Cristo y de
los demás santos que hubieran.
Dicha orden se cumplió entre el 6 y 13 de
setiembre de l671 por una comitiva especial -compuesta por el
promotor fiscal del
Arzobispado, un notario, un indio pintor de "brocha gorda" y el
capitán de la guardia del Virrey, Don Pedro
Balcázar- escoltada por dos escuadras de soldados en caso
se produjesen desmanes por la cantidad de vecinos y curiosos que
rodeaban el lugar.
Cuentan que al subir el pintor la escalera para borrar
la imagen, empezó a sentir temblores y escalofríos,
teniendo que ser atendido de inmediato para proseguir con su
labor. Al reaccionar intentó nuevamente subir y borrar la
imagen pero fue tanta la impresión causada que bajó
raudamente y se alejó asustado del lugar sin culminar con
la tarea encomendada.
Un segundo hombre, un
soldado de Balcázar, de ánimo más templado,
subió pero bajó rápidamente, explicando
luego que cuando estuvo frente a la imagen vio que se
ponía más bella y que la corona se tornaba verde;
por esa razón no cumplió la orden dada.
Ante la insistencia de las autoridades por desaparecer
la imagen, la gente manifestó su disgusto y comenzó
a protestar con airadas voces y actitudes
amenazantes que obligaron a retirarse a la comitiva. Pronto, el
Virrey se enteró de los acontecimientos y reflexionando
sobre las posibles consecuencias si persistía en borrar la
imagen, mandó revocar la orden y acordó que en ese
lugar se le rindiera culto y veneración a la portentosa
imagen.
El 14 de setiembre de 1671 se ofició la primera
misa ante el crucificado de Pachacamilla, fecha que coincide con
la exaltación de la Santísima Cruz. Conforme
avanzaban los días los devotos aumentaban en forma
considerable.
Venían de lejos en piadosa plegaria y
mística romería, comenzando a denominarlo "El Santo
Cristo de los Milagros o de las Maravillas".
Sin embargo la ira de Dios no se calmaba y volvió
a manifestarse en octubre de 1687, cuando un maremoto
arrasó con el Callao y parte de Lima y derribó la
capilla edificada en honor de la imagen de Cristo, quedando
erguida solamente la pared con la imagen dibujada del
Señor crucificado.
Tan terrible designio originó que se
confeccionara una copia al óleo de la imagen y que, por
primera vez, saliera en andas por las calles del barrio de
Pachacamilla, estableciéndose que a partir de ese momento
la procesión tuviese lugar los días 18 y 19 de
octubre de cada año.
3- Historia del mural
de pachacamilla
La ciudad de Lima fue fundada por Francisco Pizarro un
día lunes, 18 de Enero de 1535, a la que se le dió
el nombre de ´Los Reyes´, se le llamó
así porqué fué un 6 de Enero, fiesta de
´Epifanía´, la fecha en que los comisionados
encontraron el lugar para su fundación. El trazado de la
ciudad fué delineado en 117 islas, cada una de estas
´islas´ llamadas cuadras, fue dividido en cuatro
partes que recibieron el nombre de solares los mismos que fueron
repartidos entre los conquistadores , llamandose él Damero
de Pizarro. De acuerdo a estás medidas fué un
diminuto cuadrilatero en el que uno de sus lados fue el rio Rimac
vocablo quechua que significa hablador, que al suavizase en la
fonética española deribó el nombre actual de
´Lima´ y los otros tres lados que actualmente son: la
Av. Abancay, Av. Tacna y la Av. Nicolas de Pierola.
El cabildo Limeño fue establecido por Pizarro el
mismo año 1535, en esa nombró a los primeros
alcaldes que fueron Nicolas de Ribero el Viejo y Juan Tello de
Guzmán.
En el año de 1622 gobernaba el XIII Virrey Don
Diego Fernández de Cordova, por ese tiempo la capital
había tenido un paulatino crecimiento y su población se estimaba en unos 25.000
habitantes. En su desarrolllo hacía el oeste solo llegaba
hasta la iglesia de San
Marcelo, en esa epoca está iglesia estaba ubicada en los
extramuros de Lima y muy cercana al cruce del Camino del Inca con
la antigua ruta al Callao ( Av. Tacna con Emancipación).
Con proximidad a este templo, la calle conocida como Mesón
Blanco, denominada más tarde calle de Santo Cristo de los
Milagros o de las Maravillas y posteriormente con el de Nazarenas
(quinta cuadra de Jirón Huancavelica).
Para entonces solo existian unas pocas ramadas de indios
y negros esclavos. A está zona se le dió el nombre
de Pachacamilla poblado de importatisimo oráculo y gran
centro ceremonial desde la era Pre-Inca, despúes del Cuzco
Imperial.
Tambien en esa época el arzobispo de Lima Don
Gonzalo del Campo, natural de Madrid le cupo la honra de
consagrar la Catedral capitalina; este solemne acontecimiento se
llevo a cabo el 19 de Octubre 1625, su construcción había demorado 90
años ascendiendo su costo a un total
de 600,000 pesos y durante este prolongado lapso la iglesia de La
Soledad estrenada en 1604 y ubicada en la plazuela de San
Francisco, sirvio como Catedral limeña.
6- La cofradia de
pachacamilla
En el año de 1648 hizo solemne entrada a Liam el
20 de setiembre Don Garcia Sarmiento de Sotomayor XVI Virrey del
Perú. Durante su mandato, los historiadores coinciden en
destacar dos sucesos acaecidos durante su gobierno: una
tragedia y una gran obra pública.
La tragedia fué el pavoroso terremoto que
destruyo la ciudad del Cuzco, a las 2:00 pm del día 31 de
Marzo de 1650. Este sismo tuvo una duración de 15 minutos
y repercutio violentamente en Lima cusando mucho daño
ademas de dejar heridas a varias personas. La obra pública
que todavia perdura es la artistica pila de bronce ubicada en la
Plaza Mayor. Su estreno con ceremonial solemne se llevo a cabo el
día 8 de setiembre 1651. Por está época hubo
otro gran suceso que paso desapercibido y solamente conocido por
un grupo de
negros esclavos angoleños de la llamada zona de
Pachacamilla que ya vivían organizados en cofradias bajo
la advocación de diversas imágenes.
Según manuscritos de la época y de una constante
tradición transmitida fielmente de padre a hijo y de
generación en generación; se sabe perfectamente que
en el año 1651, siendo Sumo Pontífice Inocencio X,
monarca español
S.M. Felipe IV, su Virrey en el Perú Don García
Sarmiento de Sotomayor y el Arzobispo de Lima Don Pedro de
Villagomez; un ignorado e inspirado negro esclavo de Angola,
llevado por un superior impulso, pintó en un pared del
galpón de su cofradia la imagen del Redentor Crucificado
para patrocinar sus reuniones y servirles de
guía.
Hay que reconocer los obstáculos vencidos por el
esclavo angoleño, pues la pared era tosca y de acabado
imperfecto, la pintura fue
pintada al temple y no al óleo, el pintor no tenia
estudios completos de dibujo y
pintura y la
pared que le sirvió como lienzo era una pared cercana a
una acequia que afectaba considerablemente sus cimientos, sin
embargo su obra a perdurado con sorprendente irradiación
por todo el Perú, por América
y por el mundo.
Se debe aceptar que los angoleños de la zona de
Pachacamilla al haber rendido culto a la portentosa efigie del
Crucificado y estar hermanados para ayudarse en vida y muerte,
constituyen el origen y la partida de nacimiento de nuestra gran
Hermandad Nazarena.
7- Trágico
naufragio y terremoto – 13 nov. 1655
El XVII Virrey del Perú fue el Excmo. Don Luis
Henrique de Guzmán que llegó a Lima el mes de
febrero de 1655. El primer año de su gobierno fue de
muy ingrata recordación a causa de un infortunio y un
violentisimo sismo. En ese fatídico año el
galeón comandado por el Marquéz Villarubia, cuando
enrumbaba hacia España,
llevando 6 millones de pesos en oro y plata, naufrago y solamente
se salvaron 45 de los 600 pasajeros que llevaba.
Para colmo de desdichas a las 2:45 p.m. del
sábado 13 de Noviembre del mismo año, un pavoroso y
destructor terremoto estremeció Lima y Callao, causando la
caída de muchas iglesias y mansiones, como la del Seminario
Conciliar Santo Toribio, San Francisco, La iglesia de los
Jesuitas en el Callao a pesar de estar recientemente construida
con material noble de cal y canto. Se abrieron dos profundas
grietas en la Plaza de Armas y en otras
partes de la ciudad, en la isla de San Lorenzo se desprendieron
gigantescos peñascos que cayeron al mar con horroroso
estruendo. Como era de esperarse, el sismo afecto la zona de
Pachacamilla, donde estaba situada la cofradia de los
angoleños, pero hecho providencial a pesar de a verse
caído gran número de paredes, quedó
incólume el muro de adobe donde estaba pintada la imagen
del Cristo Crucificado. Este suceso no pasó desapercibido
pero muy pronto quedó en el recuerdo. La
destrucción de sus viviendas motivo el traslado de los
angoleños a otro vecindario cercano quedando la Sagrada
imagen abandonada a su suerte durante 16 largos años, pero
algo invisible quedó velando por la desamparada efigie del
Redentor Crucificado.
Entre los años de 1670 y 1671, 16 años
después del fatídico terremoto aparece un hombre:
Andrés de León, hombre sencillo y piadoso de
escasos recursos que en
su diario caminar contemplaba el solitario descuidado muro donde
años antes el angoleño pintara al Cristo
Crucificado. Fue así como despertó en el la
devoción que le llevó a reforzar el leve muro con
sus propios recursos
así como también ciertos arreglos que dieron mayor
comodidad para rendirle culto.
Andrés de León víctima de un penoso
mal incurable comenzó a pedirle al Cristo de Pachacamilla
que le devuelva la salud. Tanto fue su fe que
poco a poco el mal desapareció.
Fue asi que se inicio la devoción al Cristo de
Pachacamilla acordando reunirse los días viernes para
rendirle culto; muchos fueron más por la novedad que por
la devoción, habiendo casos de excesos que motivaron la
observación de las autoridades civiles y
eclesiásticas, ordenando así su
destrucción..
Habían transcurrido 5 meses desde que se inicio
el culto a la imagen los días viernes en la noche cuando
el párroco de San Marcelo fue informado de ciertos excesos
y desordenes.
Fue así que la autoridad
eclesiástica ordeno se prohibiera el culto al Cristo de
Pachacamilla y dispuso que se borrara la imagen del Santo Cristo.
Sin embargo los designios de Dios tenia previsto algo distinto.
Un indio pintor de brocha gorda fue el primero en intentar
borrarla, descendiendo lleno de pavor no sin antes sufrir
violentas convulsiones.
Prometiéndole mejor paga un segundo hombre se
acerco a la imagen sin embargo, su intento se trunco al ver algo
en ella, retirándose confundido. Siendo las cuatro o cinco
de la tarde un tercero intento borrarla, soldado el, con animo
más templado al ascender las escaleras exclamó que
se ponía la imagen más bella y admiraba la verde
corona, bajo impresionado diciendo que el no se atrevía a
borrar la imagen, inesperadamente el clima cambio
totalmente de una hermosa tarde soleada a un oscuro cielo
desatándose un extraño y violento aguacero, la
gente no resistió más y comenzaron a protestar
airadamente, obligando a retirarse a las autoridades civiles y
eclesiásticas.
El Virrey de ese entonces Conde de Lemos junto con el
provisor y vicario general fueron informados de lo acontecido esa
tarde en Pachacamilla, asombrado por lo ocurrido revoco
inmediatamente la orden y se acordó que en ese mismo lugar
se rinda culto y devoción a la portentosa imagen de Cristo
Crucificado.
Después de estos extraordinarios sucesos, la
parroquia de San Marcelo como de San Sebastián quisieron
trasladar el mural a sus parroquias en ambos casos no dio
resultados. El Conde de Lemos personalmente rindió culto a
la imagen y acordó con la autoridad
eclesiástica que en definitiva se le venerase en el mismo
lugar para lo cual ordeno inmediatamente se levantara una ermita
provisional.
Siempre con el apoyo de los fieles del lugar la imagen
quedó cercada con adobes, lo techaron con esteras y
levantaron un sencillo altar al pie del Cristo Crucificado. Una
vez terminado estos trabajos se logro que se oficiara la primera
misa ante la sagrada imagen del Cristo de Pachacamilla, un
día lunes 14 de setiembre de 1671. A está ceremonia
religiosa asistió el Virrey y su señora esposa,
altas autoridades civiles como eclesiásticas y un gran
número de vecinos y devotos.
Después de está primera misa el Virrey y
su esposa continuaron rindiéndole culto a la imagen,
aumentando así los devotos, que venían desde lejos
inclusive, para conocer y reverenciar a la portentosa imagen del
mural de Pachacamilla que pronto comenzaron a llamarlo el Santo
Cristo de los Milagros o de las Maravillas.
12- El primer
mayordomo y la primera capilla
Pasado los días de la primera misa la autoridad
eclesiástica nombro como primer Mayordomo de la Ermita del
Santo Cristo de los Milagros a Don Juan de Quevedo y Zarate, el
Virrey lo ratifico y quedó la sagrada imagen amparada por
el poder civil y
por la iglesia asegurándose así el culto a su
imagen.
Don Juan de Quevedo y Zarate inicio tramites con Don
Diego Tebes Montalvo Manrique de Lara, dueño de las
propiedades colindantes con la ermita del Santo
Cristo.
Ante notario público el 17 de diciembre de 1671
Don Diego hizo entrega a Don Juan de Quevedo, como Mayordomo de
la Capilla de Santo Cristo, no solo el sitio que ocupaba si no
toda la tierra de
la huerta que poseía en esa zona de Pachacamilla, para que
puedan labrar los adobes necesarios para la Capilla.
Don Juan de Quevedo y Zarate estuvo en el cargo durante
8 años, logrando restaurar el mural e iniciar la construcción de la primera
Capilla.
13- Sebastián de
Antuñano y Rivas
En el año de 1684 nombraron cuarto Mayordomo a
Sebastián de Antuñano y Rivas, ejerció en el
cargo 33 años hasta 1717 fecha en que
falleció.
Sebastián de Antuñano y Rivas realizo
pruebas que
realmente engrandecieron la historia del Señor de
los Milagros. Intervino en la fundación del Monasterio de
Madres Nazarenas y Carmelitas Descalzas, fue cofundador del
Instituto Nazareno e hizo generosa y total donación a Sor
Antonio Lucia del Espíritu Santo de los solares, huerta y
demás terrenos y construcciones de esa zona de
Pachacamilla.
Inicio así mismo las tradicionales procesiones
octubrinas al sacar una replica del mural en sencillas y
rústicas andas a raíz del terremoto del 20 de
octubre 1687.
Los años siguieron transcurriendo con
Antuñano al cuidado de la iglesia y el culto a la
milagrosa imagen además de seguir organizando las
ininterrumpidas procesiones y todo lo relacionado con su cargo de
Mayordomo.
Cuando el Cabildo limeño nombro al Señor
de los Milagros como Patrono Jurado de la Ciudad, Antuñano
tuvo la más grata satisfacción de su vida y en esa
procesión triunfal del año 1715 recordada aquel 20
de Octubre de 1687 cuando inicio la primera procesión a
causa del terremoto de ese año.
Pero lo que ignoraba en esa fecha este hombre
extraordinario y providencial, era que el fin de su
fructífera misión en
este mundo estaba muy cercano. Aquejado de un mal desconocido fue
debilitándose mucho falleciendo en el año de 1717 a
la edad de 64 años.
El terremoto del 20 de Octubre de 1687 produjo rajaduras
y desmoronamientos en la Capilla, pero el sagrado mural
quedó incólume, como muestra de los
designios divinos.
Fue así que Sebastián de Antuñano
inicio la procesión con una replica de la imagen,
originando asi las tradicionales procesiones de octubre del
Señor de los Milagros de Nazarenas. En su primer recorrido
llegó hasta la Plaza Mayor, al Cabildo limeño,
donde recibió en ambos lugares fervorosa pleitesía
contando con el acompañamiento de acongojados fieles
así como vecinos del lugar.
Se tiene la seguridad que
aquella replica es la misma que hoy en día nos sigue
acompañando en los meses de octubre en su recorrido por la
gran Lima.
15- Sor Antonia Lucia del
espiritu santo
Antonia Lucia Maldonado de Verdugo nació en
Guayaquil, Ecuador el
día Sábado 12 de Junio de 1646.
Huérfana de padre llegó al Callao en
compañía de su madre en 1657. A los 30 años
Antonia Lucia, fue casada por su madre con Alfonso Quintanilla
hombre pobre de caudales pero de grandes dotes morales. Sin
embargo Alfonso Quintanilla al darse cuenta que su esposa tenia
inclinación hacia el servicio de
Dios, de mutuo acuerdo guardaron castidad.
En esa época Antonia Lucia vestía
túnica morada con la debida autorización de su
esposo y la debida licencia eclesiástica del 6 de Agosto
de 1677 o 1678. Al poco tiempo
falleció su esposo el día 30 de Enero de 1681,
siendo enterrados sus restos en el Convento de Santo
Domingo.
Al quedar viuda Antonia Lucia, quedó en libertad de
cumplir con su propósito y verdadera vocación. Y el
luto que vistió fue el de la túnica morada la misma
que después distinguiría a sus fieles y adnegadas
discípulas y seguidoras en el Beaterio de
Monserrate.
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