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Sören Kierkegaard




Enviado por ruscio.andrea



    Indice
    1.
    Introducción

    2.
    Algunos datos sobre
    Kierkegaard


    4. La
    angustia

    5.
    Conclusión

    6.
    Bibliografía

    1.
    Introducción

    Kierkegaard no fue un
    filósofo sistemático, de hecho se manifestó
    en contra de los sistemas. Pero
    vemos que en sus obras están presentes algunos temas
    centrales como la libertad, la
    persona, la
    nada y lo absoluto, la angustia, la desesperación y el
    pecado. El tema del mal no fue tratado explícitamente como
    tal por el filósofo pero es evidente que en los temas
    arriba citados está el sustrato del mal. El tema del mal
    está muy relacionado con su concepto de
    persona y de
    libertad por
    lo que no se puede hablar del uno sin hablar de las otras. Por
    eso, primero analizaremos estos últimos conceptos para
    poder
    comprender el mal.

    2. Algunos datos sobre
    Kierkegaard

    Sören Kierkegaard nació en Copenhague el 5
    de mayo de 1813. Físicamente era jorobado y algo deforme;
    tenía una pierna más larga que la otra. Su padre
    era un rico comerciante y un estricto luterano, cuya tenebrosa
    piedad, dominada por un sentimiento de culpa, y fantasías
    morbosas influyeron y obsesionaron a Kierkegaard.

    Estudió teología y filosofía en la
    Universidad de
    Copenhague (1830), donde conoció la filosofía
    hegeliana, contra la que reaccionó con apasionamiento. En
    la universidad
    abandonó el protestantismo luterano y durante un tiempo
    llevó una extravagante vida social, en situaciones
    conflictivas y atormentadas, convirtiéndose en una figura
    en los teatros y cafés de Copenhague. Concluyó sus
    estudios hacia 1841 con la redacción de una tesis sobre el
    concepto de
    ironía.

    Tras la muerte de
    su padre en 1838, Kierkegaard tuvo una profunda experiencia
    religiosa que lo llevó a intensificar su dedicación
    y concentración en problemas
    religiosos. No en vano su filosofía se ha caracterizado
    como un existencialismo cristiano. En 1840 se
    comprometió con Regine Olson, de 17 años, pero muy
    pronto se dio cuenta de su incapacidad para aceptar ese
    vínculo a causa de su naturaleza
    melancólica y de su vocación filosófica.
    Rompió el compromiso matrimonial en 1841, pero este hecho
    fue muy significativo para él ya que le
    enseñó a ser poeta y escritor, porque liberó
    en él la primera ola impetuosa de su actividad estética y aludió al mismo repetidas
    veces en sus libros. En esa
    época se dio cuenta de que no quería ser un pastor
    luterano. La herencia recibida
    de su padre le permitió dedicarse por completo al pensamiento
    filosófico y durante los 14 años que vivió
    trase este episodio escribió más de 20
    obras.

    La filosofía del danés tiene tres características básicas que deben
    ser tenidas en cuenta: está encuadrada dentro del romanticismo, es
    mayormente una respuesta a Hegel y
    está teñida por una introspección marcada
    por la propia historia de Kierkegaard.
    Esto hace presente ese subjetivismo (que no es relativismo) del
    que tanto habla, la lucha para restaurar la existencia (lo
    concreto)
    frente a lo absoluto de Hegel, la lucha
    por reivindicar la libertad perdida en la marcha de la conciencia y la
    presencia del pietismo, la melancolía y la culpa, productos de
    su propia experiencia personal.

    3. El hombre y la
    elección de la vida

    En sus primeros trabajos, Kierkegaard dice que hay dos
    tipos de vida, que llama estético y ético.
    Más tarde, cuando Kierkegaard ha madurado su teoría,
    son tres los estadios fundamentales en el camino de la vida: las
    esferas de existencia que marcan un itinerario individual: el
    estético, el ético y el religioso.

    Al estético, sin embargo, le da un significado
    diferente del que usualmente le damos, quiere decir lo inmediato
    y sensual que es el punto inicial de vida de todo hombre. Una
    vida basada en el plano estético lleva sólo a la
    desesperación. Porque según la opinión de
    Kierkegaard, el hombre
    lleva en sí algo más que no será satisfecho
    por una vida sensual. Este algo más es lo eterno. El
    hombre
    está hecho de partes diversas y opuestas. Él es una
    síntesis de cuerpo y espíritu, de
    temporal y eterno, de finito e infinito, de necesidad y libertad.
    Es característico del estético, sin
    embargo, que pone demasiado énfasis en una parte de la
    síntesis: lo corporal, lo temporal, lo finito y lo
    necesario. Sin embargo la otra parte no es por ello para nada
    menor y continuamente se hace sentir por la ansiedad.

    El término que mejor describe este llamado del
    espíritu en el mundo sensual es la angustia. La angustia
    es una indicación de que el hombre tiene lo eterno en
    sí mismo. Sin lo eterno no habría angustia. Pero el
    hombre que ha sentido la angustia dentro suyo y que
    todavía persiste obstinadamente en tener una existencia en
    la esfera sensual, tenrminará en la
    desesperación.

    Pero el hombre que a través del llamado de la
    desesperación ha sentido la ineficiencia de una vida en la
    esfera estética y en la desesperación, y no
    permanece allí, es suficientemente maduro para elegir algo
    más y entrar en la esfera ética.
    Esto es indicado por el hecho de que lo eterno ha afirmado su
    reclamo en el hombre quien no sólo lo acepta sino que cree
    en la posibilidad de realizar los reclamos éticos en lo
    temporal, en el mundo de los
    sentidos.

    El esteta vive inmediatamente la relación con la
    vida como placer y como representación del placer. Su
    esfera es el juego, la
    imaginación y su vida es como un teatro.
    Kierkegaard representa al estético en los mitos
    literarios de Don Juan y Fausto y en el personaje del seductor
    Juan, que el filósofo crea fundiendo elementos de la
    propia experiencia autobiográfica.

    Don Juan (de Mozart) representa el poder y el
    placer de la seducción inmediata, que alínea sus
    conquistas, una junto a la otra, como una sucesión
    indefinida de instantes, es la pura fuerza del
    eros.

    Fausto, según la interpretación de
    Kierkegaard, encarna en cambio el
    jeugo del conocimiento,
    el pacto demoníaco con Mefistófeles obliga a Fausto
    a la búsqueda sin descanso del conocimiento
    absoluto y también a dudar de todo, a no poder detenerse
    frente a alguno.

    También Fausto es seductor, pero de una sola
    mujer, Margarita,
    ya que en el poder aboluto sobre una mujer, que
    él conquista gracias a su superiordiad intelectual,
    él encuentra "un momento de presente", un "instante de
    reposo" frente a la nada que lo amenaza y que su escepticismo le
    propone continuamente.

    Juan, finalmente, se coloca, en el arco de la
    seducción estética, en el polo puesto con respecto
    a Don Juan: su diario, El diario de un seductor, que hizo
    célebre a Kierkegaard, narra la trama sutil en la que
    él envuelve a la joven Cordelia para conquistarla y
    abandonarla después. La seducción deviene
    acá escritura,
    forma literaria. Juan no goza del poseer, sino de la
    representación de la conquista.

    Evita la posesión porque el éxito
    de la seducción pone fin al placer, implica en cierto modo
    comprometerse con la realidad, mientras que lo que interesa es la
    idea, la imaginación. La categoría estética
    en la que vive Juan es una categoría de la
    reflexión porque en ésta el sujeto no está
    atento a los contenidos sino a los modos, no vive y no goza de
    las cosas sino de su anticipación y su recuerdo. Juan
    transforma su deseo y su seducción en una obra de arte. No
    satisfaciendo más que en idea, no traduciéndose
    nunca en la realidad, su deseo puede permanecer indefinidamente
    abierto.

    Juan representa la vida estética en su grado
    más refinado y más alto. El esteta está
    privado de un contenido real, de la propia subjetividad: existe
    solamente en la imaginación porque no se ha elegido nunca
    a sí mismo en la realidad. Él vive en el horizonte
    de la posibilidad infinita sin concluir jamás el movimiento de
    la realización. Su personalidad
    está por eso dispersa en la multiplicidad, la unidad de su
    Yo es ilusoria y evanescente. No se revela nunca al mundo, no
    arroja nunca la máscara: se representa y se muestra como un
    enigma, del cual él mismo queda prisionero constantemente.
    Su vida está privada de duración porque se agota en
    la fijeza de los instantes que sucesivamente se van disipando.
    Él se queda en lo que ya es, sin poder devenir.

    Así, la libertad pierde sentido, deja de ser
    libertad. Porque el ismple pensar me presenta varioas maneras de
    actuar. Una cosa es la reflexión sobre el actuar pero en
    sí misma la pura reflexión no es decidir. Abre
    sólo el abanico de posibilidades. El acto de elegir es
    optar por una posibilidad, corto de alguna manera la
    reflexión, rompo la cadena de la reflexión. La
    voluntad libre consiste precisamente en la elección y en
    la realización de lo elegido.

    La vía estética de la vida es un hedonismo
    refinado, que consiste en una búsqueda de placer y el
    cultivo de la apariencia y las formalidades. El individuo que ha
    seguido la vía estética busca la variedad y la
    novedad en un esfuerzo por evitar el aburrimiento pero al fin
    tiene que enfrentarse a éste y a la
    desesperación.

    El camino de la vida ética
    implica un intenso y apasionado compromiso con el deber y con
    obligaciones
    sociales y religiosas incondicionales. La vida ética
    está caracterizada por la seriedad y consistencia de las
    elecciones morales. Aún una persona virtuosa puede
    eventualmente cansarse de ser siempre dedicada y meticulosa.
    Mucha gente experimenta una suerte de reacción de fatiga
    en su vida. Algunos recaen en una vida reflexiva sobre su estadio
    estético. Pero otros hacen un nuevo salto hacia el estadio
    religioso.

    En sus últimos trabajos, como Estudios en el
    camino de la vida (1845), Kierkegaard percibe en este
    sometimiento al deber una pérdida de responsabilidad individual y propone un tercer
    nivel, el religioso, en el que uno se somete a la voluntad de
    Dios, pero, al hacerlo, encuentra la auténtica
    libertad.

    A continuación incluimos un cuadro sobre los tres
    estadios como síntesis del tema.

    Estadios

    Escalas en el ser
    personal

    Características

    Estético

    Existencia

    El hombre se conforma con una vida placentera
    exenta de dolor y de compromiso. La preocupación
    aquí es arrancarle a la existencia el
    máximo placer posible, aunque después
    desemboque en la nostalgia, la insatisfacción o el
    anhelo de vivir pasados goces. Lo bueno para el esteta es
    todo aquello que es bello, que satisface o que es
    agradable. Este hombre vive enteramente en el mundo de
    los
    sentidos y es un esclavo de sus propios deseos y
    estados anímicos.

    Ético

    Ser en sí

    El hombre se afirma cada vez más en el
    amplio tejido de las relaciones
    humanas, el hombre descubre en sí mismo la
    verdad, que es la subjetividad. En este estadio se
    manifiesta el sentimiento de responsabilidad ante compromisos
    adoptados. El individuo se decide por el matrimonio, por una profesión o una
    actividad social, etcétera.

    Religioso

    Trascendencia

    Éste es el estadio al que se llega
    mediante una relación subjetiva muy personal y auténtica con Dios por
    medio de la fe. Representa el paso definitivo que tiene
    que dar el hombre. Sólo si renuncia a sí
    mismo, para superar las limitaciones que la realidad le
    impone, accede a lo trascendente, a Dios y a la verdadera
    individualidad.

    La persona es tal, piensa Kierkegaard, por estar
    delante de Dios, por ser existencia dialogada entre el yo
    humano y el Tú de Dios. El hombre es
    verdaderamente persona cualndo sale al encuentro de Dios,
    que es el Trascendente, el Tú. Sólo en
    referencia a Él puede hablarse del ser personal
    del hombre.

    4. La
    angustia

    El concepto de la angustia se ocupa de la sexualidad,
    tomada como el elemento constituyente en el concepto de pecado
    original.

    La angustia es el sentimiento que aferra y domina al
    hombre cuya síntesis se ve amenazada por el hecho de que
    un aspecto –el cuerpo, lo temporal, lo necesario –
    está tomando el control. La
    angustia es una voz de alarma, aunque puede ser también la
    tentación para un nuevo pecado.

    "El hombre no es consciente de la culpa porque peca,
    sino que peca porque es consciente de la culpa" dice con palabras
    muy cercanas a Freud.

    El hombre que, a través de la voz de la angustia,
    se ha dado cuenta de la ineficiencia de la esfera estética
    y sensual, ha alcanzado la madurez para elegir algo más e
    ingresar en la esfera ética. Pero ocurre lo mismo en la
    esfera ética: debemos distinguir entre distintos
    estadios.

    En el más bajo el hombre todavía piensa
    que solo encontrará las exigencias de la eternidad en el
    mundo temporal. En el estadio más alto, el hombre
    ético ha descubierto qué poco puede lograr por sus
    propios esfuerzos. El hombre que se had dado cuenta de esto se ha
    convertido en suficientemente maduro como para cruzar de la
    esfera ética a la religiosa, que está basada en
    este reconocimiento de la ineficiencia del esfuerzo
    humano.

    La paradoja y el salto para llegar a la fe

    La encarnación es ella misma una paradoja; en
    parte porque significa la aparición de lo infinito en el
    tiempo que
    ninguna mente humana puede terminar de comprender, y en parte
    porque Dios, libre de culpa, debe ser absolutamente diferente del
    hombre, cuyo destino yace en la falsedad desde que vive en el
    pecado.

    Y una vez que nos encontramos ya ante la paradoja, surge
    necesariamente un nuevo elemento, la fe. Kierkegaard
    desarrolló un concepto de veras extremado de la fe: la fe
    en Dios es una obediencia que exige dejar a un lado todos los
    conceptos humanos.

    El hombre se encuentra entre dos polos: la nada (el
    pecado) y lo absoluto (Dios). El hombre debe elegir entre la nada
    y lo absoluto. El hombre decide de su ser, de su vida mediante su
    libertad. El ser del hombre oscila entre la nada de la cual
    viene, la nada y el pecado que lo tira para abajo, que lo conduce
    a la desesperación (por apartarlo de su fin) y la
    opción por lo absoluto, que es Dios (tensión
    dialéctica). En cada instante de su vida, el hombre vive
    dentro suyo esta cierta oposición de optar por Dios. La
    angustia es el resultado de esa tensión, de tener que
    elegir.

    Esa tensión dialéctica que tiene el hombre
    encuentra su cauce en Jesucristo, que es hombre y es Dios. En
    Jesucristo se sintetizan tiempo y eternidad. Entonces, en el
    seguimiento de Jesucristo está la solución para la
    existencia humana.

    Lo que cada persona es depende de su libertad, de lo que
    quiere hacer. El hombre no se salva si no es pegando el salto de
    la fe, salto por el cual opta por Dios. Acá Kierkegaard
    dialoga con Hegel: dice que no es una misma cosa religión y
    filosofía. Hay una cierta ruptura entre ambas y por eso
    hace falta un salto. Salto cualitativo entre lo que entiende la
    inteligencia
    humana y lo que acepta por fe. El punto de Arquímedes de
    la libertad es la opción por el absoluto, desde
    allí se mueve todo.

    En Temor y temblor (1846), Kierkegaard se centra en el
    mandamiento de Dios sgún el cual Abraham ha de sacrificar
    la vida de su hijo Isaac (Gén. 22, 1-19), un acto que
    viola las convicciones éticas de Abraham. Éste da
    muestra de su
    fe al someterse al mandato de Dios, incluso aunque no lo pueda
    comprender. Esta "suspensión de la ética", como lo
    llamaba Kierkegaard, permite a Abraham alcanzar un
    auténtico compromiso con Dios. Para evitar la
    desesperación última, el hombre tiene que dar un
    salto de fe similar en una vida religiosa, que es en sí
    misma paradójica, misteriosa y se halla plagada de
    riesgos. Uno
    está llamado a ello por el sentimiento de la angustia que,
    en última instancia, es un temor a la nada.

    Los hombres que realizan el salto, escogen la fe al
    placer estético y al llamado de la razón al deber.
    Y aunque puede ser "terrible saltar en los brazos abiertos del
    Dios vivo", como Kierkegaard dice, "es el único camino a
    la redención."

    5.
    Conclusión

    Para Kierkegaard el mal es la nada, la opción por
    la nada, el no ejercer la propia libertad, el quedarse
    distraído con los placeres, con el divertimento, con lo
    mundano. El mal es quedarse sólo en un deber humano, en lo
    que hay que hacer según una ética de los hombres.
    Por eso la necesidad del salto, el mal es no constituirse como
    persona frente a Dios, no confirmar la propia
    existencia.

    En cierta forma, al pensar el hombre como
    síntesis de nada y absoluto, Kierkegaard está
    pensando un maniqueismo. La nada y el absoluto son en alguna
    medida dos principios
    opuestos en el hombre. La diferencia radica en que el hombre
    cuenta con una voluntad, con una libertad que lo lleva a la
    angustia y a la desesperación o a la redención.
    Está en el hombre definirse por alguno de esos
    –llamémosle – principios. Si el
    hombre ignora el llamado de lo absoluto, sentirá angustia
    y más adelante desesperación. Si el hombre se da
    cuenta de su situación, entonces y sólo entonces
    realizará el salto y vivirá en la vía
    religiosa.

    De esta manera, combatir el mal es ser más fuerte
    que esa nada, es llenar con la fe esa muestra de lo absoluto que
    tenemos en nosotros que es la angustia. Y con este concepto, la
    libertad cobra un valor
    gigantesco porque es ella misma la que nos puede hacer avanzar en
    los estadios de la vida: nos puede hacer escalar del simple
    estado
    hedonista, de ese estado de
    animales, al
    de la fe, al religioso. Y es notable que la base de la
    salvación del hombre radica en el hecho de elegir, no
    cualquier cosa sino esto o aquello con compromiso, porque cada
    acto nos constituye, cada acto nos hace quedarnos o no en
    estadios inferiores, nos hace avanzar hasta los brazos de
    Dios.

    6.
    Bibliografía

    Fuente primaria
    Sören Kierkegaard, Diario, tomo I, a cura di Cornelio Fabro,
    Brescia, Morcelliana, 1962

    Fuentes secundarias
    Libros
    A.A. V.V., Gran Acta 2000. Filosofía y Psicología, Madrid, Ediciones Rialp,
    1991
    Gaarder, Jostein, Sophie’s world, New York,
    Berkley, 1996
    Hirschberger, Johannes, Breve historia de la
    filosofía, Barcelona,
    Herder, 1993.

    Internet

    http://www.pagesz.net/~stevek/intellect/kierkegaard-i.html

    (Lectures on Modern European Intellectual History. Sören
    Kierkegaard, 1813-1855.)

    http://www.webcom.com/kierke/
    (Kierkegaard on the Internet.)

    http://www.evo.it/riccati/decadent/autori/kierkega.htm
    (Il decadentismo. La filosofia.
    Kierkegaard.)

    (sin datos de URL)
    (Kierkegaard e l’esistenzialismo religioso
    (1813-1855)

    http://www.lafacu.com/apuntes/filosofia/existencialismo/default.htm
    (Existencialismo. Sören Kierkegaard.)

     

     

    Autor:

    Verónica Andrea Ruscio

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