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Aporte del cristianismo a la mujer (página 2)



Partes: 1, 2

Los anormales, de Michel Foucault
Pág. 76 y 77 Tercera reimpresión, 2006 -Fondo de
Cultura
Económica.Los párrafos que dicen:
llegó la Virgen
María que "llevaba a nuestro Salvador en su seno". A
partir de ese momento, se instituyó el "sagrado matrimonio",
todas "lubricidades llegaron a su término" y "se
erradicaron las viciosas costumbres de las mujeres",
me
permitieron vislumbrar algo que nunca antes había
percibido sobre nuevas formas de ver el papel de la mujer a la
luz del
mensaje de los evangelios por la inclusión y tratamiento
dado a la figura de María.Recibí así los
primeros indicios para trabajar en la hipótesis de que la mujer que
conocemos como la Virgen María haya resultado ser una
guía para el cristianismo
sobre cómo, a partir de ella, debería evaluarse a
las mujeres en general.Como ya muchos alegarán, es
altamente probable que esta situación no se haya plasmado
de inmediato o pudiera encontrarse parcialmente pendiente de
aplicación hasta hoy día.No es el tema al que
apunto.Sólo digo que los postulados están desde el
principio.Cuando se leen los evangelios, dado que el personaje
central es Jesús, solemos recluir a un segundo plano a los
otros actores.Si desistimos de esta tendencia podemos advertir
para el caso de María, que la misma ocupa un lugar, un
señalamiento, una actividad que es destacada de manera
equilibrada, sin opacar la figura de Jesús,
propiciándole un marco de importancia, un espacio cercano
y digno de atención, augurándole un futuro en
la conformación de la iglesia
cristiana.Desde el mismo inicio del evangelio de Mateo, por
ejemplo, se relata su embarazo
milagroso con un respeto que
sorprende por tratarse de una mujer soltera y judía que,
ante tal situación, hubiera podido ser víctima de
un terrible destino. Al respecto, recordemos el episodio sobre el
intento de lapidación a una ramera que aparece en algunas
versiones del evangelio de Juan (8:1-11).Sin embargo, el desarrollo de
la historia del
embarazo de María exalta la intervención divina en
los sucesos, llevándolo todo a un final sereno donde ella
es valorada doblemente: como portadora de un ser divino y como
elegida para ello. Esas son las razones que aceptará su
prometido: "Cuando José despertó del
sueño, hizo lo que el ángel le ordenó, y
tomó a María por esposa. Y sin que él antes
la conociese, ella dio a luz un hijo, al que José puso por
nombre Jesús
" (Mt 1:24,25).Más adelante, en
Mateo 2:10,11, en el pasaje conocido como "La adoración de
los magos", se lee: "Cuando los sabios vieron la estrella, se
alegraron mucho. Luego entraron en la casa, y vieron al
niño con María, su madre; y arrodillándose
le rindieron homenaje
". Aquí se aprecia como el autor
incluye a María en la descripción, cuando bien pudiera haberla
omitido. Pero, de este modo, está resaltando la
importancia de que se encuentre al lado de Jesús.En varios
pasajes subsiguientes se reafirma esta condición cuando
dice: "Levántate, toma al niño y a su
madre
" (Mt. 2:13, 20, 21). El autor parece querernos
decir que en el plan divino
cuentan el niño y la madre.En Lucas 2:34,35, vemos que es
a María a quien Simeón le informa sobre la
importancia de su hijo y de cómo la vida de él
afectará la de ella, diciéndole: "Este
niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o
se levanten… todo esto va a ser para ti como una espada que
atraviese tu propia alma
".El mismo autor en 2:48 pone en boca
de María el llamado de atención dirigido a un
Jesús de doce años al que no encontraban y que
hallaron, finalmente, en el templo: "Hijo mío,
¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos
estado
buscando llenos de angustia
".Y, luego, cierra el conjunto de
relatos sobre el nacimiento, niñez e infancia de
Jesús con esta reflexión sobre María: "Su
madre guardaba todo esto en su corazón
" (Lc 2:51).El
evangelio de Juan muestra que el
rol de María no acabará al morir Jesús.
Será su propio hijo quien le informe esta
continuidad de su vida después de él: "Cuando
Jesús vio a su madre, y junto a ella al discípulo
al que él quería mucho, dijo a su madre: – Mujer,
ahí tienes a tu hijo -. Luego le dijo al discípulo:
– Ahí tienes a tu madre -. Desde entonces, ese
discípulo la recibió en su casa
" (Jn 19:26,27).
Y al iniciarse el libro de los
Hechos de los Apóstoles se le observa reunida con algunos
de ellos y unas mujeres, orando (Hch 1:14). Este papel, mejor
diría este espacio de preferencia ofrecido a la mujer
llamada María, madre de Jesús, y en ella a la mujer
en general, no tiene antecedentes dentro de la Biblia si lo
confrontamos con el único caso que podría servir
para tal comparación, la vida del fundador del
judaísmo, Moisés.La lectura
ofrecida por el libro Éxodo sobre el nacimiento de
Moisés es más que breve. Baste ver que en un
sólo capítulo, el segundo, se describe el
casamiento de un hombre y una
mujer, ambos de la tribu de Leví, de quienes nacerá
Moisés, que a los tres meses es arrojado al río
Nilo en una canasta de juncos, para ser recogido por una princesa
egipcia que lo adoptará; más tarde, ya adulto, mata
a un egipcio y huye al desierto de Madián, donde conoce a
quien sería su suegro Reuel, el cual le da por esposa a
una de sus hijas, Séfora.Salvo para el caso de
Séfora y de Reuel (éste último personaje
aparece con otros dos nombres Jetro -Éxodo 3:1- y Hobah
-Jueces 4:11), no se cita el nombre de su madre ni de su padre,
como tampoco el de su hermana y de la princesa egipcia o el de
faraón. Tampoco hay alguna descripción minuciosa
sobre ellos. Como pueden apreciar aquellos que hayan leído
la Biblia, la diferencia de tratamiento narrativo de ambas
historias (Evangelios – Éxodo) es notable.Su lectura nos
permite visualizar qué es lo central para los redactores
de los escritos.Vemos así que el escritor de Éxodo,
a través de lo expuesto en el segundo capítulo,
quiere ser breve para poder
encaminarse, lo antes posible, hacia la tarea, los hechos del
Moisés adulto. Por eso sólo informa su origen
tribual, cómo se salvó de la muerte
siendo arrojado a las aguas del Nilo, su primer contacto con sus
hermanos hebreos y su huida al desierto, escenario que
terminaría siendo su ámbito natural de
desenvolvimiento.Pero esa descripción también tiene
otra razón para su brevedad y su contenido. Hay algo
más: El escritor del capítulo II de Éxodo no
puede ser ajeno a su época.Viene aquí, muy a
cuento,
repetir un pasaje del texto de
Foucault ya
citado: "En el fondo, no es de sorprender que los
órganos de la sexualidad o
la reproducción jamás hayan podido
nombrarse en el discurso
médico. Era muy lógico que el médico
vacilara en nombrar esas cosas. ¿Por qué? Porque es
una vieja tradición de la Antigüedad. Puesto que en
ella las mujeres eran seres particularmente
despreciables
".Cada cual tendrá su punto de vista
sobre el grado de exactitud que corresponda a la frase "en
ella (en la Antigüedad) las mujeres eran seres
particularmente despreciables
".No obstante es innegable que
el papel y los derechos de la
mujer, la mirada sobre ella durante la mayor porción
de la historia de la humanidad, no ha estado en un marco de
igualdad con
el hombre,
sino más bien en un segundo plano o menor.Y en el Antiguo
Testamento, y a modo de ejemplo, podemos leer un pasaje de
los conocidos Diez Mandamientos que parecería mostrarnos
esta tendencia a dar un segundo plano a la mujer. Transcribo
Éxodo 20:17 (20:14 en las Biblias Hebreas): "No
codiciarás la casa de tu prójimo, no
codiciarás su mujer, ni su esclavo, ni su esclava, ni su
buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca
". Nótese
que allí se ordena no codiciar, más exactamente
"no querer apropiarse" de las pertenencias, de aquellas
"cosas" que son propiedad del
otro, siendo ese otro un hombre.Obsérvese que entre: la
casa, los esclavos, el buey, el asno, y cualquier otra "cosa",
"pertenencia" de otro hombre, se incluye a la mujer.No es para
alarmarse. No hay que poner el grito en el cielo porque uno de
los mandamientos incluya esta forma de clasificación donde
la mujer forma parte del inventario de un
hombre.Ha sido así, como fue dicho, como Foucault
tácitamente reconoce, a lo largo de la historia, en todas
las culturas, por siglos y siglos. Cualquier historiador,
cualquier lector entusiasta de la historia, puede reconocerlo. Ni
que decir lo que puedan pensar al respecto los integrantes de
algún movimiento
feminista.Pues bien, esta circunstancia, esta forma de ver, es la
que inclina al escritor de Éxodo a centrarse en el hombre,
el líder,
Moisés.Pero, volviendo a nuestro tema, esta
cuestión del tratamiento peculiar que la mujer llamada
María, madre de Jesús recibe, no se acota en la
comparación precedente Moisés y Jesús.
Tampoco quiere la cita de ese ejemplo, implicar algún
grado de desvalorización sobre el inmenso valor que la
figura de Moisés representa y que de ningún modo es
tema de discusión.En otros términos: no debemos
pasar por alto que el esmero puesto de manifiesto por los
escritores de los evangelios para exaltar con cuidado y equilibrio la
figura de la Virgen María, no es materia
común al relato de otros nacimientos de líderes, de
otras historias de personajes trascendentes, reales o no. Y
pasaré a otro ejemplo. Si tomáramos el texto del
Budacarita sobre el nacimiento del fundador del budismo, Sidarta
Gautama, observaremos que su madre, Maya, es nombrada pocas
veces, sí con respeto por su misión
(traer a Buda al mundo), pero rápidamente sale de escena,
muere y es reemplazada en el cuidado del niño por su
hermana. Pero tampoco ella jugará un rol, será
sólo una mención más. De inmediato se inicia
la historia sobre la infancia, desarrollo espiritual y mensaje de
Buda. Como vemos el escritor del Budacarita (se presume que fue
un tal Asvagosha) se centra en el hombre, en el líder de
esta historia, Buda.También son escasos los datos sobre
Amina, la madre de Mahoma, fundador de islamismo, la que
habría muerto siendo él muy pequeño.Sin
embargo, es de destacar que en el Corán se menciona en
más de una oportunidad a María. Nada se sabe
respecto de la madre de Lao Tse o de Gilgamesh.Tal cómo
indirecta y brevemente señala Foucault en su texto y como
hemos visto mediante algunos pasajes de los evangelios,
éstos presentan un tratamiento hacia María que es
infrecuente para su época. Y esto es así no
sólo sobre la madre de Jesús. También se
observa en las citas a otras mujeres: Marta (Jn 11:5), la
prostituta de Juan 8, Juana y Susana (Lc 8:11), Isabel (Lc
1:57,58), Salomé (Mc 16:1) y especialmente María
Magdalena.Agreguemos también que esta actitud no se
acota en los Evangelios.

En los Hechos de los Apóstoles y las diversas
Epístolas que integran el llamado Nuevo Testamento, hay
aportes que reflejan una consideración positiva hacia el
papel de la mujer en la comunidad.

Son muchos y variados los ejemplos que se pudieran citar
pero siendo mi propósito incentivar la
investigación y reflexión sobre lo expuesto, me
parece propicio recomendar la lectura de un excelente material
que encontré en Internet. Se trata de
un ensayo
titulado "La mujer en el cristianismo primitivo",
de Rafael AGUIRRE ().

Ojalá que este deseo mío se cumpla y sirva
para evaluar si este respeto, si este marco de, al menos, mediana
igualdad entre hombres y mujeres que se trasluce en algunos
pasajes de los Evangelios, en Los Hechos y en varias citas del
apóstol Pablo aún se encuentra vigente, o si
necesita ser revitalizado, si es menester que trabajemos
diariamente para que mujeres y hombres estemos unidos en un plano
de igualdad, integrados a la construcción de un planeta Tierra
digno de nuestros niños.

 

 

Autor:

Daniel Adrián Madeiro

Copyright © Daniel Adrián
Madeiro.

Todos los derechos reservados para el
autor.

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