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Solidaridades juveniles en un mundo desgarrado (página 2)



Partes: 1, 2

La figura del "hombre
moderno"
marcó las
características de la sociedad
moderna. Esta figura básicamente representó el
predominio de los estatus adquirido (roles) sobre los
transmitidos (herencia; raza,
cultura,
etc.). Bajo este esquema las solidaridades se desarrollaban
ligadas a las instituciones
y su normatividad.

El desgarramiento de las instituciones es un hecho
relacionado a la posmodernidad.
En efecto, antes de este fenómeno las instituciones
jugaban un rol preponderante como directriz de las solidaridades.
Las solidaridades de aquellos años funcionaban de manera
orgánica y, en muchos casos, predefinidas. Un ejemplo
interesante serian los partidos
políticos debido a la importante influencia que
ejercieron en la sociedad moderna. Estas instituciones, los
partidos, desplegaron solidaridades ligadas a una ideología, a una cultura (la del obrero en
la mayoría), pero sobre a un programa de
acción.

Sin embargo, el partido como institución no fue
el único. La familia, la
escuela, la
universidad y la
sociedad en su conjunto aparecían como el ente normativo
del que hacer individual. Dicha figura era posible debido a la
fortaleza de las instituciones y la sociedad. Es decir, mientras
que las instituciones se encargaban de internalizar las normas, la
sociedad se dedicaba, una vez listo el individuo y
asiendo uso de las normas internalizadas, a integrarlo a la
ciudadanía. Esta reciprocidad marco el
éxito
de la sociedad moderna.

Las solidaridades en la modernidad
estuvieron marcadas por un carácter orgánico ligado a las
instituciones, esto funciono gracias a que la sociedad en su
conjunto se encontraba fuertemente unida. Sin embargo, al
desgarrarse esta unidad se quiebran los dos elementos
básicos; el mundo vivido y la sociedad.

Al quebrarse el mundo vivido dejamos de identificarnos
con el status adquirido, y más bien nos replegamos al
estatus transmitido. En otras palabras, al romperse la interacción del mundo vivido y la sociedad,
desistimos de vincularnos a esta y más bien nos vinculamos
a nuestra herencia o al mercado.

Es en este panorama que se rompen las solidaridades
tradicionales. Si bien en la modernidad las solidaridades se
vinculaban a las instituciones, en la actualidad esto no
funcionan más. Al debilitarse las instituciones el mundo
vivido se rompe y desvincula de la sociedad y desampara al
individuo entre los dos elementos característicos de estos
tiempos; el mercado y la comunidad.

Al no existir elementos sociales que vinculen al
individuo con la sociedad, el mercado y la comunidad hacen su
aparición como unidades de socialización. La perversión del
mercado y la comunidad reside en que mientras la primera (el
mercado) despersonaliza al individuo, la segunda (la comunidad)
lo radicaliza en una identidad
cultural convertida en ideología.

Básicamente parto de la
premisa que al romperse los elementos que componían las
solidaridades tradicionales (las instituciones), estas han
modificado sus características y se han posicionado en
nuevos espacios. Es decir, las actuales solidaridades juveniles
se desarrollan en los dos extremos de la sociedad actual. Las
solidaridades violentas se desarrollan en función a
una identidad comunitaria, y las solidaridades emotivas se
desarrollan bajo las premisas del mercado.

c. Las nuevas
solidaridades urbanas

Decíamos que las solidaridades están
construidas en función a mecanismos de afectividad que
comparten cierto número de personas. Durante la modernidad
estas solidaridades se desarrollaron bajo la directriz de las
instituciones. Ahora bien, si en la actualidad estas
instituciones se han debilitado o simplemente ya no existen, cabe
preguntarse ¿Cómo se forman las
solidaridades?

En este punto tendríamos que señalar la
diferencia entre lo rural y lo urbano. Pensamos que en lo rural
las instituciones (instituciones tradicionales) son
todavía fuertes y por lo tanto rigen la
socialización y las solidaridades. La diferencia radica
básicamente en la ciudad, ya que en esta las
instituciones, en casi todas sus expresiones, se han debilitado
al punto que ya no construyen nada y más bien se vuelven
en un obstáculo al individuo. Es en este panorama urbano
que indagaremos las formas que han adquirido las
solidaridades.

La socialización en la urbe desde sus inicios
estuvo marcada por las instituciones. Como podemos observar en la
figura C.1, las instituciones en sus distintas formas, marcaron
el compás de la vida. Las formas adquiridas por la ciudad
fueron los parámetros por los que el individuo se
socializaba.

La ciudad, sin embargo, desde sus inicios estuvo marcado
por una debilidad entorno a la socialización. La ciudad
siendo concebida como un espacio para el trabajo no
pudo socializar tradicionalmente al individuo, más bien
implemento las instituciones para que lo asieran.

Figura C.1

En efecto, en la ciudad las instituciones, como la
escuela, fueron los elementos de socialización y eran
ahí donde los individuos desarrollaban las solidaridades.
Al debilitarse las instituciones los individuos han buscado
nuevos referentes de socialización y por ende nuevas
formas de solidaridades.

Pensamos que el referente básico de
socialización en la ciudad es el barrio y los medios de
comunicación. El barrio porque es ahí donde el
individuo tiene un encuentro personalizado con un otro, y los
medios de
comunicación por que la influencia de este espacio en
la actualidad es importante.

C.1. Solidaridades violentas

La socialización en el barrio y las solidaridades
que ahí convergen se han caracterizado básicamente
por la violencia con
que actúan (solidaridades violentas). Solo en Lima operan
unos 400 grupos integrados
por 13 mil jóvenes. Agreden no solo con palos y piedras,
también usan cuchillos y machetes

Sin embargo, se calcula que existen alrededor de 400
pandillas en la ciudad, con un promedio de 13 mil integrantes en
total.

Como fenómeno social, el pandillaje
cobró protagonismo a partir de 1993. Si bien la pandilla
puede parecer una organización delictiva, es ante todo una
forma de solidaridad
urbana. La figura del líder
eficaz, la similitud de intereses entre sus miembros, la
cooperación, la fidelidad y los castigos a los que cometen
errores pone a la pandilla como un clara forma de
organización solidaria.

La pandilla se forma en función al desgarramiento
de la sociedad y la familia. La
familia ya no provee de identidad al joven y la sociedad,
básicamente adulta, lo excluye de su dinámica. A esto tenemos que agregar la
situación económica pauperizada donde surgen estos
grupos.

Al no encontrar ningún referente claro y ninguna
posibilidad de inclusión el individuo busca una identidad
entre lo más cercano a él, en el caso de la
pandilla: el barrio. El barrio se convierte en el elemento de
identidad y defenderlo en una prioridad. Esta defensa del barrio,
como espacio, pareciera ser una cuartada, lo que en realidad
defienden es la unión del grupo
manifestada en la figura del barrio. En otras palabras,
básicamente defiende el referente al cual pertenecen, y es
lógico si pensamos en una sociedad que no ofrece
referentes. Si se consigue uno hay que defenderlo a toda
costa.

Estas solidaridades no trabajan en función a una
ideología, sino en función a la defensa de la misma
organización: poden la
organización como ideología. La violencia de la
que hacen uso es una suerte de llamar la atención, de decir ¡aquí
estamos, acúchennos!

El hecho de que varios integrantes de estas
solidaridades después se integren a bandas delictivas lo
podemos analizar desde la idea de moratoria. La pandilla es una
organización exclusiva para adolecentes y jóvenes,
un adulto ya no es recibido. Es decir, el pandillero al volverse
adulto sale de este grupo hacia la sociedad. Al no conseguir nada
en esta recurre a la delincuencia
ya que sus necesidades son otras.

C.2. Solidaridades emotivas

Decíamos que el barrio y los medios de
comunicación se han convertido en elementos
de socialización. Si bien es cierto que las pandillas
surgidas en los barrios en muchos casos han desarrollado
solidaridades violentas, podemos asegurar también que en
contraposición a esto surgieron en la urbe identidades
distintas, identidades no violentas.

Las solidaridades emotivas se caracterizan por la
importación del referente. Si en las
solidaridades violentas el referente era el barrio, en la emotiva
lo es los símbolos de la
globalización. Es una suerte de añoranza a
pertenecer a una cultura global.

Esta solidaridad gira en torno a los
medios de comunicación que tiene al internet como emblema
principal. Desde el internet se crea todo un contingente de
símbolos que generan lazos entre millones de
jóvenes alrededor del mundo. Lo curioso de este
fenómeno es el nivel de identidad que existe entre los
integrantes de dicha solidaridad. Un ejemplo lo podemos encontrar
en los acontecimientos de la plaza de Queretaro en México. En
este lugar un grupo de jóvenes llamados EMO fueron
agredidos, este echo solidarizo rápidamente a todos los
EMO de Latinoamérica. Sin existir el contacto
directo, jóvenes de Chile, Ecuador y
Perú se identificaron con los jóvenes
mexicanos.

Este acontecimiento fortaleció los lazos de este
grupo a escala
continental.

Podemos afirmar, entonces, que esta solidaridad emotiva
se desarrolla al ritmo de la cultura global. Se generan
identidades con un referente "plástico"
como la moda, la música y demás
elementos creados por los medios de
comunicación.

Epílogo

Tanto las solidaridades violentas como emotivas son el
resultado del desgarramiento de la sociedad moderna. Las
instituciones que durante ese periodo se encargaron de preparar
al sujeto para su inclusión a la sociedad ya no existen
más o se han debilitado al punto que se les hace imposible
cumplir su papel. Debido a esto el individuo está busca de
referentes, el barrio entendido como identidad y convertido en
ideología genera las solidaridades violentas que conocemos
como pandillas, mientras que los símbolos de la globalización asen lo suyo con los
jóvenes en su barrio no encontraron ningún
referente.

Ya sea en el barrio o en la globalización, la
constante es la búsqueda de identidad y pertenencia a
algo. Si bien podemos criticar ambos extremos, no podemos negar
que desde esas o en contraposición a estas solidaridades
"marginales" los jóvenes han empezado a construir su
propio discurso, un
discurso donde ellos mismos son los protagonistas y los que crean
institucionalidad.

Bibliografía

1997 – Alain Touraine;
"¿Podremos Vivir Juntos?"
Edit. Fondo de Cultura Económica.
Argentina

2001 – Sandro Macassi Lavander "Culturas
Juveniles, medios y Ciudadanía"
A.C.S. Calandria
Lima.

1995 – Martin Tanaka; en COTLER Julio
(Editor) "Perú 1964
1994. Economía, Sociedad y Política"
, IEP,
Lima

8/11/05 – Diario "EL COMERCIO"

 

 

 

 

Autor:

José Luis López Huaynate

Partes: 1, 2
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