El hijo de un desplazado. Momentos con el escritor colombiano Germán Castro Caycedo
- Resumen
- Arribo
- Hacerle
ver una película a la gente con un
estilógrafo - Por dos
avivatadas - Escribe
de tu pueblo y serás universal - Enviado
especial - Colombia
apagó la luz - Un
autor en busca de tema
Resumen
El presente texto ofrece al lector una buena
aproximación a la vida del autor colombiano Germán
Castro Caycedo, muy ilustrativa especialmente para los
estudiantes de periodismo, como quiera que se trata del autor de
no ficción más leído en Colombia cuya
resonancia tiene eco en el mundo, en tanto sus libros han sido
traducidos a muy diversos idiomas.
Contiene, además, una breve alusión a sus
años en televisión con un producto
periodístico de altas audiencias.
Palabras clave: periodismo, no-ficción, relato,
Colombia.
Arribo
Llegamos al aeropuerto José Maria Córdoba
justamente a las once y dieciocho minutos de la mañana de
ese viernes. Tiempo suficiente, pues la llegada del vuelo
procedente de Bogotá estaba prevista para las once y
veinte. Desde luego, hicimos lo propio de cualquier parroquiano
en trance de espera de algún pasajero: aspirar el aroma de
un tentador café y mirar con detenimiento el tablero de
llegadas según el número de vuelo, para darnos
cuenta con sorpresa de que el 9338 de la aerolínea otrora
bandera nacional y hoy en manos de capital foráneo,
aterrizó ¡quince minutos antes!
Adiós caféဦ Angustia
fue lo que sentimos los tres amigos mientras presurosos nos
dirigimos al área de arribo, lugar en el que lo hallamos
tal y conforme es él: simple, tranquilo, en actitud de
serena espera, silbando el trozo de alguna melodía que no
pudimos identificar y que muy seguramente trajo pegada a su
memoria auditiva desde temprano en esa mañana.
Miles de explicaciones de aquellas que siente uno que no
sirven para nada, pero que amablemente aceptó.
Vestía una chaqueta de tono amarillo apagado, camisa
rosada, pantalón índigo de corte clásico y
zapatos oscuros de doble tono. Ya en el parqueadero rionegrino, a
punto de abordar el vehículo que nos llevaría hasta
Sabaneta, expresó su primera
preocupación:
–Olvidé mi pantalón azul oscuro de
dacrón. Es más elegante. ¿Tal vez
esté bien con éste y una corbata?
–Claro que sí Maestro. Así está
bien.
El resto fue un viaje agradable sin paradas en el
camino, mientras comentábamos acerca del soleado clima que
significaba una pausa en el inclemente invierno y de las
dificultades que tuvo su desplazamiento en Bogotá por las
manifestaciones de los taxistas, que obligaron a nuestro
visitante la realización de un indefinible número
de circunloquios para llegar por rutas secundarias hasta el
terminal aéreo de la Capital, en medio de las dudas sobre
la puntualidad de su traslado a Medellín: típico
retrato de un país en permanente desorden.
Diego aprovechó para ponerle al tanto de la
agenda para los tres días dedicados a homenajearle a lo
que el escritor replicó que así es como la trae
grabada en su cabeza, pues la fijó en su mesa de trabajo
para estar seguro de las actividades por cumplir.
Accedimos al valle de Aburrá sobre la avenida El
poblado y la presencia de un vendedor de libros piratas en
algún semáforo obliga la alusión al tema,
respecto del cual nuestro receptor de la Erato afirma que de no
ser por esa práctica ilegal, tan enquistada en nuestra
cultura, debería ser dueño de una fortuna. Se
trata, sin duda, del autor de literatura de no ficción,
más leído en Colombia y en Hispanoamérica.
De acuerdo con su afirmación,
–Sólo Gabo y yo vivimos en Colombia del oficio
de escribir libros.
Por supuesto se refiere al Nobel de literatura Gabriel
García Márquez.
Así transcurre nuestro primer momento con
Germán Castro Caycedo, objeto de múltiples
reconocimientos nacionales e internacionales, autor de dieciocho
libros en circulación, traducido al japonés,
húngaro, griego y portugués además del
francés y más recientemente al chino y al
inglés. Realizador, director y presentador, durante veinte
años, del programa de televisión que rompió
los paradigmas audiovisuales del ejercicio periodístico,
fresco todavía en la memoria de las audiencias
colombianas: Enviado especial.
Una vez llegados al hotel campestre en Sabaneta y puesto
su equipaje en la habitación, regresa con nosotros al
vestíbulo.
-Maestro. ¿Usted qué toma? anticipa
el gran anfitrión.
-No puedo tomar licor por la diabetes. Me aplico
insulina desde hace algunos meses.
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