Al comienzo del libro el autor
nos revela el silencio y la omisión por parte de los
intérpretes de Spinoza con respecto a la
problemática de las pasiones, trabajada por Spinoza en el
Libro II de la Ética. Dado que el autor considera que el
tema de las pasiones en Spinoza, no es menor, por ende decide
problematizar las mismas a lo largo del libro.
Asimismo nos advierte de la connotación
peyorativa que tuvo el termino “spinozista” o bien
“spinozismo” asociado al ateismo y a la
subversión, según la hipótesis del autor, esta
connotación se debe al tratamiento de las pasiones, dado
que Spinoza expone un tratamiento político de las mismas,
considerando las pasiones-imaginaciones, individuales, así
como también sociales (bajo la forma de instituciones
reales o imaginarias) como mecanismos de sumisión de los
hombres por parte de instituciones económicas y
religiosas, quienes “(…) capturaban la voluntad de los
hombres para que hicieran lo “peor”, a pesar de que
racionalmente, vieran lo “mejor” (…)”[1]
Spinoza no postula una dualidad entre cuerpo y alma. Muy por
el contrario, repudia a aquellos que en aras a la racionalidad
postulan la gobernabilidad del alma sobre el cuerpo “(…)
cuando los hombres dicen que tal o cual acción
del cuerpo nace del alma, que tiene imperio sobre el cuerpo, no
saben lo que dicen (…)”[2].
La invitación Spinoziana a no distinguir el alma
y el cuerpo no es una invitación a la irracionalidad, sino
a comprender que el alma necesariamente necesita de la
mediación del cuerpo para formar ideas y conocer
“(…) aquellos que creen hablar, callarse o hacer lo que
sea en virtud de un libre decreto del alma, sueñan con los
ojos abiertos (…)”[3]aquellos
hombres que no reconocen la solidaridad entre
cuerpo y el alma, postulando un alma rectora, no hacen otra cosa
que ficcionar, no reconociendo limitaciones, el hombre se
cree libre pero se encuentra sometido a las pasiones.
Antes que la razón virtuosa, en la ética
Spinoziana la figura central es el deseo pasional, ya que el ser
humano tiene conciencia de
deseo y se esfuerza por concretar el mismo, juzgándolo
como bueno. En el marco de la ética spinoziana, es bueno
lo que deseamos, alejándose así de toda
ética de deberes (normativa).
El ser humano dispone de una potencia de
obrar, su esencia es perseverar en el ser, perseverar, puede ser
definido como la pasión de ser, esto nos remite a las
vivencias del “ser en el mundo” de ese ser que siente
y al vincularse con una cosa u objeto exterior o un semejante,
surge de ese encuentro, una huella, una impronta afectiva,
estableciéndose así una relación dual entre
el objeto-afectante y sujeto- afectado o bien podría ser
otro sujeto el objeto afectante.
No obstante, las relaciones no son simples relaciones
polares, hay otro nivel más complejo, la emergencia de un
tercero, la trinidad, que no son otro cosa que las pasiones
colectivas.
Los esfuerzos humanos por perseverar en el ser, hace que
el mismo disponga de sus potencias pasionales-imaginarias: el
deseo, que junto a la alegría y la tristeza, pasiones
primarias que componen el dispositivo elemental de la
vida.
La alegría es definida por Spinoza como el pasaje
del alma a un perfeccionamiento mayor, en la cual la potencia de
la vida se encuentra acrecentada, contrariamente la tristeza es
el pasaje del alma a un perfeccionamiento menor, es decir, la
tristeza es la depresión
que se experimenta cuando la potencia de vida se ve
disminuida.
La alegría y al tristeza se involucran con el
cuerpo, convirtiéndose en placer o goce y la tristeza en
el dolor o melancolía. Cuando el objeto exterior afectante
se encuentra presente, la alegría se muda en amor y la
tristeza en odio.
El derrotero pasional se expande manifestando pasiones
secundarias, tales como la simpatía y la antipatía,
que no son otra cosa, que los efectos que sentimos cuando estamos
en presencia de un objeto semejante al que sentimos odio u amor y
lo asociamos con otro.
Estas composiciones son azarosas, no se rigen por unas
leyes ni
asociaciones de ideas, muy por el contrario, estamos en presencia
de una lógica
imaginaria. Spinoza nos advierte de no confundir
imaginación con entendimiento dado que el hombre tiende
a considerar a los productos de
la imaginación el poder ser de
lo que no son, es decir, utilizando su entendimiento para forjar
productos imaginarios e inducir a otros a adorarlos.
Del mismo modo sucede con la naturaleza, a
la que algunos hombres “(…) que no entienden de la
naturaleza nada afirman acerca de las cosas, sino que las
imaginan y toman imaginación por entendimiento
(…)”[4] esto quiere decir, que
lo hombres creen que hay un orden en las cosas ignorando la
naturaleza de las cosas. Vale aclarar, que Spinoza no rechaza el
poder de la imaginación sino en su uso indebido que
consiste en sustituir, trastocar la imaginación por
entendimiento, con fines
Página siguiente |