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La Segunda Guerra Mundial (página 6)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

En sus memorias Speer
consideraba que el programa de
cohetes V-2 era una total estupidez, un capricho más de la
compleja fantasía geopolítica de Hitler, aunque el
propio Speer lo había apoyado mientras estaban las V-2
bajo el control del
ejercito. Como resultado del escepticismo de Speer, Hitler desde
1943 no le comentaba a éste nada sobre el programa de
investigación sobre cohetes, ya que el
führer conocía por anticipado la respuesta de Speer .
Igual ocurrió con el programa de aviones secretos a
reacción, dependientes por entero de la Luftwaffe de
Goering, con quien Speer mantenía a su vez una
relación tensa.

Speer llegó a presenciar el despegue de una V-2, pero
aun después de la guerra Speer
permaneció absolutamente ignorante respecto a los proyectos de
bombarderos intercontinentales a reacción, como los Horten
XVIII o el Arado E 555, así como desconocía la mera
existencia de los aviones caza de despegue vertical como el
Focke-Wulf Triebflugel o el Natter. Incluso las V-1, construidas
por la Luftwaffe de Goering, y las V-2, dependientes del
ejército y luego de las SS, crecieron y se desarrollaron
de forma separada y en competencia.
Quien piense en una estructura de
mando estratificada y unitaria en la dirección de armamentos al estilo de lo que
ocurría entonces en los Estados Unidos,
en Inglaterra o en
Rusia, una
estructura que estuviera bajo el control total de Albert Speer,
se equivoca: solo Hitler estaba en conocimiento
de la totalidad de las acciones y
proyectos que se realizaban en su Reich, información valiosísima que el
führer no dudaba en usar y administrar para fomentar una
dura competencia entre los diferentes grupos y reforzar
su poder personal.

Por eso la muerte de
Hitler significó la desaparición instantánea
de la estructura política del nazismo, a pesar
de que el apoyo social a dicha ideología era extremadamente fuerte entre
la población alemana, aún muchos meses
después de la derrota militar. Por ultimo el atentado del
20 de Julio de 1944 contra Hitler supuso otro duro revés
para el poder de Speer: aunque nunca se demostró su
participación directa en el complot, su nombre figuraba en
el futuro gobierno de los
golpistas. Solo la intervención personal de Hitler
evitó su encarcelamiento y juicio por alta
traición.

HEISENBERG, EL "JUDÍO
BLANCO".

Tal y como puede leerse en el libro de
Samuel Goudsmit, en las memorias de Heisenberg y en numerosas
declaraciones hechas tras la guerra, Heisenberg nunca trabajo en el
proyecto de
una bomba atómica alemana. Tal circunstancia era un
imposible en la Alemania nazi.
El prestigio del premio Nóbel era grande en Alemania, pero
todos sabían que el famoso científico era
también el antiguo amigo y compañero de Einstein,
de Niels Bohr, o
de Lise Mietner, todos ellos embarcados en el ambicioso proyecto
Manhattan americano.

El régimen nacional-socialista desconfiaba de
Heisenberg, a quien los dirigentes nazis llamaban "el
judío blanco", como también desconfiaban de los
físicos teóricos en general, por considerar que la
física
atómica se había convertido en un asunto de
"ciencia
especulativa", "ciencia judía", inútil al desarrollo
práctico de soluciones
militares de uso inmediato. El tercer Reich era esencialmente un
régimen pragmático, basado en la ingeniería y la tecnología, y la
totalidad de sus desarrollos críticos estaban en manos de
ingenieros, no de científicos. El descubridor de la
fisión nuclear en 1938, Otto Hahn, también estaba
descartado para encabezar el programa de un arma nuclear para
Alemania. Hahn era un pacifista radical, que mostraba una fuerte
oposición al desarrollo de cualquier tipo de armas, tras haber
colaborado durante la primera guerra
mundial en la producción de armas químicas y
gases,
circunstancia que le dejo profundamente marcado para el resto de
su vida.

Tanto el ejército como las SS consideraron que era
peligroso forzar a Hahn a construir la bomba atómica, ya
que temían que este falsificara o boicoteara
íntimamente el desarrollo del programa nuclear
militar.

TRABAJO EN PARALELO: TRES PROYECTOS ATÓMICOS
NAZIS.

Al menos tres grupos de trabajo sobre el proyecto
atómico se estaban desarrollando simultáneamente en
la Alemania nazi: el oficial, financiado por el propio ministro
Albert Speer, y que bajo la dirección de Walter Gerlach y
Kurt Diebner incluía también a Werner Heisenberg y
a Otto Hahn . Su trabajo estaba orientado a la física
teórica pura, sin conexión directa con el esfuerzo
militar alemán, salvo para la creación a largo
plazo de un reactor para motores
submarinos.

Tal como reflejan los diarios de Speer, un segundo grupo lo
constituía el ministro de Telecomunicaciones, Dr. Ingeniero Wilhem
Ohnesorge, en colaboración con la Wehrmacht y
posteriormente con las SS, tutelando el trabajo del
famoso físico Baron Von Ardenne, quien
desarrollaría la separación del uranio enriquecido
235 mediante una técnica de centrifugación del
hexafluoruro de uranio en sus laboratorios subterráneos de Berlín. Este grupo
firmaría un contrato con la
compañía Auer, en donde otro ingeniero llamado
Nikolaus Riehl inventaría un sistema de
refinado rápido del oxido de
uranio.  

Un tercer grupo, comandado por el eficaz general Kammler y
controlado por las SS, colaboraba con la Luftwaffe en la
creación de un programa nuclear independiente, en el que
obtendrían resultados operativos a mediados de 1943. Dicho
grupo trabajaba con un grado extremo de secretismo, y a partir de
1943 se fusionaría con el proyecto nuclear del Reichpost
de Ohnesorge. Ese mismo año las SS se harían con el
emporio industrial húngaro "Arden-Weiss", donde se
montarían todas las bombas
atómicas nazis.

GENERAL KAMMLER: LAS SS SE QUEDAN CON LOS PROYECTOS
WUNDERWAFFE.

A raíz del atentado del 19 de Julio de 1944 contra
Adolf Hitler, la
totalidad de los proyectos considerados como alto secreto son
absorbidos por las SS, en un proyecto finalmente unificado bajo
el mando del general Kammler. Seria este general el que
arrebataría al ejército no solo el proyecto nuclear
WuWa, sino también el control del programa de cohetes V-2
y los futuros A-9 y A-10 de misiles intercontinentales. Poco se
sabe del General – Ingeniero Hans Kammler, salvo que vivía
en el mismo edificio que el Baron Manfred Von Ardenne, y que
visitaba frecuentemente los laboratorios subterráneos de
Von Ardenne situados en los sótanos antiaéreos de
ese mismo edificio. 

Kammler sustituiría a Speer en muchas áreas de
la organización de trabajo Todt, y
desarrollaría un sistema administrativo paralelo al
estado,
totalmente computerizado. Construiría a espaldas del
ejército y del ministerio de armamento las fabulosas
instalaciones subterráneas de Turingia, en donde
también se localizaban el grueso de las minas de uranio de
Alemania y Checoslovaquia. Tras la guerra, el General Dr. Hans
Kammler desapareció sin dejar rastro. Aunque según
informes de la
CIA desclasificados recientemente, existen indicios suficientes
de su supervivencia tras la guerra y de su participación,
con otra identidad, en
el programa nuclear ruso a partir de 1945.

EL BRILLANTE BARON VON ARDENNE.

Es inútil buscar en una enciclopedia occidental alguna
información sobre el Baron von Ardenne. Sin embargo, en la
extinta Alemania oriental era una especie de Edison a la alemana.
Cientos de calles, colegios y edificios públicos llevan
aun hoy su nombre. Von Ardenne, prolífico inventor
alemán, adquiriría fama mundial antes de la guerra
gracias a sus descubrimientos en el terreno de la emisión
televisiva, desarrollando el sistema de transmisión de las
olimpiadas de Berlín de 1936. Durante la guerra
inventaría el microscopio
electrónico y los visores nocturnos de infrarrojos,
así como los fusibles infrarrojos para explosivos que
fueron finalmente usados para implosionar bombas como la de
plutonio lanzada en Nagasaki.

 Von Ardenne fue clave para el desarrollo
del sistema de separación de los isótopos U238 y
U235 mediante súper centrifugadoras. Tras la guerra seria
entregado a los rusos por el general Kammler, desarrollando el
programa nuclear soviético dentro de la empresa
ruso-germano-oriental WISMUT, localizada en Turingia. Más
tarde trabajó en el Instituto para la separación
industrial de isótopos (SUCHUMI) en la Unión
Soviética. Desde 1955 fue fundador y director del
instituto de investigación germano oriental de Dresde de
lucha contra el cáncer,
donde desarrolló un sistema de tratamiento de tumores por
radiación
atómica. Von Ardenne murió el 26 de mayo de 1997.
Su compañía aun existe y es clave para la economía de la antigua Alemania
oriental.

 URANIO ENRIQUECIDO U-235: ¿QUIEN
LLEGÓ ANTES?

El uranio que puede encontrarse en la naturaleza
esta compuesto en un 99% de uranio 238, no fisionable y por tanto
no apto para hacer bombas atómicas, y un 1% de uranio 235,
fácilmente fisionable. Una excepción son las minas
de Oklo, en el país centroafricano de Gabón, en
donde en 1972 se encontró uranio natural con un 70% de
isótopo U235 y vetas de mineral que generaban reacciones
sostenidas espontáneas, así como cantidades
significativas de plutonio 239 en estado natural. El proceso de
separación de los isótopos de uranio es muy
complejo, ya que no puede hacerse por vía química, solo
mecánicamente.

Los norteamericanos del proyecto Manhattan usaron un sistema
de confinamiento electromagnético de separación de
isótopos, llamado calutrón, que tras dos
años de arduos trabajos y un gasto cercano al
billón de dólares, solo había producido dos
gramos de U235 a finales de
1944.  Posteriormente, en enero de 1945
los americanos iniciaron otro procedimiento de
separación basado en un costoso sistema de filtrado
mediante membranas de polvo de níquel comprimido del
gas
hexafluoruro de Uranio, que, aun siendo más eficaz, apenas
permitió tener disponibles dos kilogramos de U235 en Julio
de 1945. El tercer sistema basado en un sistema
súper-centrífugo, inventado por el alemán
Von Ardenne para la producción masiva de U235 fue un
éxito,
pero dicho sistema solo fue conocido por los americanos desde
1958 y usado por los rusos desde 1946, después de la
guerra.

El sistema consiste en una cadena de tubos en cascada de unos
10 a 15 centímetros de diámetro que se hacen girar
a una 30.000 revoluciones por segundo. El hexafluoruro de uranio
con u235, más ligero que el que contiene u238, permanece
en el centro del cilindro, de donde es absorbido e inyectado en
un nuevo cilindro centrífugo, y así sucesivamente
hasta conseguir una pureza de u235 del 95%. Otro ingeniero
austriaco llamado Gernot Zippe que colaboro con Von Ardenne y que
fue capturado también por los rusos, consiguió
emigrar a los estados unidos en 1958, atribuyéndose la
invención del sistema centrífugo y
patentándolo en occidente en 1960, en donde se conoce como
Método
Zippe de enriquecimiento de Uranio.

Desde 1960 hasta 1985 el sistema centrífugo fue usado
también en Estados Unidos. Es diez veces más eficaz
y de mucho menor consumo
eléctrico que el sistema de filtrado americano. Aun hoy
los rusos siguen usando el sistema centrífugo, y de hecho
son los mayores productores del mundo de U235. El sistema de
enriquecimiento mediante cascada de súper-centrifugadoras
es usado además en Holanda, Corea del Norte, China,
Irán,
Irak e
Israel. Como
resultado de lo anterior, y ante la imposibilidad del proyecto
americano de realizar una bomba de uranio 235, enfocaron todos
sus esfuerzos en la fabricación de una bomba de plutonio
239, elemento artificial también fisionable apto para la
fabricación de bombas.

En 1942 el físico italiano del proyecto Manhattan,
Enrico Fermi, consiguió poner en funcionamiento sostenido
un reactor nuclear que permitía la fabricación de
plutonio Pu239, mediante la radiación intensiva del uranio
238. A pesar de todo, los Estados Unidos solo disponían de
6 kilogramos de plutonio a mediados de Julio de 1945.

UNA PRUEBA ANTES DE LA OFENSIVA DE
KURSK.

En las vísperas de la batalla de Kursk, un teletipo por
valija diplomática fue enviado a todas las embajadas
alemanas en Europa. En dicho
comunicado se informaba de que había sido realizada con
éxito la prueba de una bomba nueva, de poco tamaño
y formidable potencia.
 

Se trataba de una bomba mixta de explosivo convencional y una
pequeña cantidad de material fisionable que habría
hecho las veces de fulminante de alto poder sobre la carga de
explosivo convencional. Pero los alemanes ya tenían una
prueba de la eficacia de sus
métodos en
el manejo de material nuclear. Y lo que es más importante:
ya en 1943 los alemanes hicieron acertadas estimaciones de la
potencia de una bomba atómica de
uranio. 

De 1943 son los detallados planes nazis de ataque nuclear
contra Nueva York ideados por la OKL, la oficina de la
Luftwaffe de Hermann Goering, en donde se especificaban
exactamente los valores en
kilocalorías por kilómetro cúbico del efecto
de una explosión nuclear en Manhattan, y que
coincidían por completo con la cantidad de kilotones de la
bomba que seria usada el 6 de agosto de 1945 sobre Hiroshima.

HITLER TRANQUILIZA A MUSSOLINI.

En Abril de 1944 tuvo lugar una importante reunión en
el castillo de Klessheim de Salzburgo, a la que asistieron Benito
Mussolini, Adolf Hitler, el mariscal Rodolfo Graziani, Von
Ribbentrop, Keitel, Dollman y el embajador de Alemania en
Italia, Rhan.
 

Con objeto de tranquilizar a su aliado, Hitler le
transmitió una información extraordinaria,
corroborada por varios testigos en declaraciones hechas tras la
guerra.  

Hitler dijo: "…tenemos aeroplanos a reacción,
tenemos submarinos no interceptables, artillería y carros
colosales, sistemas de
visión nocturna, cohetes de potencia excepcional y una
bomba cuyo efecto asombrara al mundo. Todo esto se acumula en
nuestros talleres subterráneos con rapidez sorprendente.
El enemigo lo sabe, nos golpea, nos destruye, pero a su
destrucción responderemos con el huracán y sin
necesidad de recurrir a la guerra bacteriológica para la
cual nos encontramos igualmente a punto. No hay una sola de mis
palabras que no tenga el sufragio de la
verdad. ¡Veréis!..
".

 TEST ATÓMICO EN LA ISLA DE
RÃœGEN.

A principios de
Octubre de 1944 el periodista italiano Luigi Romersa, ya famoso
por su reportaje sobre la liberación de Mussolini
efectuada un año antes por tropas especiales alemanas,
recibía del Duce una misión
extremadamente importante: viajar a Alemania con objeto de
informarle de los avances realizados en el Tercer Reich en el
campo de las armas secretas. El periodista fue llevado a visitar
las instalaciones subterráneas de Turingia, las rampas de
lanzamiento de las todavía desconocidas V-2, y lo que
seria más importante: una prueba de la bomba
atómica alemana totalmente operativa.

 En varios artículos escritos
desde 1947 en prestigiosas revistas militares europeas, el
periodista Luigi Romersa declaró ser testigo de una prueba
nuclear alemana el 12 de octubre de 1944 a las 11:45 AM en la
isla de Rügen, en el mar báltico y próxima a
la base de Peenemunde, donde se realizaron la mayor parte de las
investigaciones sobre cohetes. La magnitud de la
explosión atómica fue captada
fotográficamente desde varios lugares de la costa
báltica, y la onda sísmica provocada por la
detonación fue detectada en la distante Estocolmo.

Dos meses después, el 16 de Diciembre de 1944 un
entusiasmado Mussolini pronunciaría su ultimo discurso
publico ante miles de fascistas en el teatro
lírico de Milán, anunciándoles el inminente
ataque germano contra las principales ciudades aliadas, un ataque
definitivo con bombas y cohetes de potencia extraordinaria,
bombas con capacidad de destruir ciudades enteras en un
instante.

El 20 de Abril de 1945 Mussolini volvería a hablar de
las bombas atómicas alemanas. Llama al periodista G.G.
Cabella, antiguo amigo y director del periódico
"il popolo d´Alessandria", y le dicta el
que seria después considerado como "testamento
político" del Duce. Mussolini afirma con rotundidad en
la entrevista
que los alemanes tenían ya tres bombas terminadas, y que
su uso puede suponer un vuelco de la
situación. Al menos un documento
oficial desclasificado hace referencia a la prueba de Rügen:
El 24 de enero de 1946, un piloto de la Flak antiaérea
alemana llamado Ziesser es interrogado por el capitán
Helenes T. Freiberger de la inteligencia
americana. Dicho piloto hace una descripción detallada del lugar y momento
del test nuclear, que
coincide exactamente con el informe de
Romersa.

JONASTAL III C: LA FORTALEZA SUBTERRÁNEA DE
TURINGIA.

La sospecha de que los alemanes estaban consiguiendo
resultados en la
investigación nuclear provocó, a finales de
1944, un incremento exponencial de los ataques de la
aviación aliada, con objeto de desbaratar la maquinaria
bélica alemana. Pero los aliados desconocían donde
estaban las famosa factorías secretas, así que
procedieron a un bombardeo sistemático de todo el
territorio alemán, incluyendo cualquier objetivo
militar y también civil. Pero la industria
secreta nazi estaba fuera del alcance de las bombas aliadas: se
encontraba a muchos metros de profundidad en la montañosa
región de Turingia donde interminables túneles
alimentaban el trabajo de cientos de miles de obreros encargados
de dar forma a los sueños más arriesgados de
Hitler.

Solo en la gigantesca instalación Jonastal S III
trabajaban y malvivían más de treinta mil obreros
en una ciudad subterránea de veinticinco kilómetros
de longitud. Más tarde los rusos ocuparían esas
ciudades subterráneas, ubicadas precisamente sobre los
ricos yacimientos de uranio del sudeste de Alemania, y
crearían desde 1946 la compañía rusa WISMUT,
que durante los 40 años siguientes llegaría a
fabricar más de 200.000 kilos de uranio enriquecido U235
destinados a equipar el arsenal soviético de bombas
atómicas. Posteriormente las minas y ciudades
subterráneas serian dinamitadas, y aun hoy el acceso a la
zona sigue estando terminantemente prohibido por las autoridades
de la reunificada Alemania.

UN HE177 PREPARADO PARA LA GUERRA
ATÓMICA:

En las factorías Skoda en Praga, Chekoslovaquia, se
preparó oficialmente un misterioso avión, el
Heinkel He 177-A5 Greif prototipo V38 dotado de un sistema de
bombardeo a gran altitud, inusual en la Luftwaffe, y equipado
también con un complejo sistema externo de enganche de
bombas, protección antirradiación, un sofisticado
equipamiento electrónico y una estructura de
operación muy similar a la que equipaba al americano B-29
Enola Gay, que en Agosto de 1945 lanzó la bomba
atómica de Hiroshima. Dicho He177
modificado ha levantado siempre dudas respecto al alcance del
programa nuclear alemán entre los historiadores y los
aficionados a la historia de la
aviación.

El alcance de vuelo de dicha versión modificada del He
177 era superior a los 6500 kilómetros, con una carga
útil de cinco toneladas en bombas. Suficientes prestaciones
para llegar a Nueva York, ciudad situada a una distancia
prácticamente equidistante, desde el centro de Europa, a
la remota y deshabitada región siberiana de Tunguska. En
el último plan de vuelo de
aquel He177 figuraba un viaje al aeropuerto militar de
Kristiansand, en Noruega.

LA MISTERIOSA EXPLOSIÓN
DE TUNGUSKA.

El 30 de Junio de 1908 un gran meteorito cruzaba los cielos de
Siberia central. Su impacto fue visible en muchos
kilómetros a la redonda, y aparentemente sus efectos
provocaron extraños sucesos luminosos en todos los cielos
del mundo y quedo también registrado en los
sismógrafos de
Londres.   Aunque hay quien asigna
el fenómeno de la luminosidad a la explosión del
volcán peleano de Colima en México,
ocurrida también en 1908. Ese año fue especialmente
activo, con numerosas erupciones volcánicas y grandes
terremotos
como el de Messina en Italia. También parecen existir
errores graves de datación de todos esos registros, que no
tienen en cuenta la diferencia de varias semanas entre el
calendario gregoriano occidental y el usado entonces por los
rusos.  

Casi veinte años después, un misterioso
explorador ruso con aspecto digno de un casting de Hollywood,
Leonid Kulik, organiza en 1927 una expedición en busca del
meteorito siberiano, cuyo lugar de impacto nadie había
visto ni localizado hasta entonces. 1927 es también el
año en que Stalin asume la totalidad del poder
soviético.  Es un mal año para
hacer ciencia: tras una dura y larga guerra civil, nadie puede
moverse libremente en la Unión Soviética, a
riesgo de
terminar pereciendo en algún lugar. Pero finalmente Kulik
montado en su trineo y atravesando la impracticable y densa
tundra boscosa siberiana (aun hoy solo es posible ir en
helicóptero), encuentra milagrosamente un remoto valle
arrasado por el efecto de una gigantesca explosión. Y es
el primer ser humano en ver aquel espectáculo. No hay
cráter de meteorito, pero en un radio de varios
kilómetros solo hay los restos de miles de árboles
derribados por una fuerza
brutal.

Posteriores expediciones en los años treinta y cuarenta
realizan algunos reportajes fotográficos aéreos del
evento, y en 1946 un científico ruso, Alexander Kazantsev,
escribe un libro contando por primera vez la historia del
explorador Kulik y atribuyendo la causa del fenómeno a "la
explosión atómica de una nave
extraterrestre". No existe documentación publicada anterior al
año 1946 referente al fenómeno de Tunguska ni
dentro ni fuera de Rusia. Solo algunas notas de los diarios de
1904 a 1910 reportando la visión de la caída de
varios meteoritos perdidos en aquella remota y despoblada
región de Siberia. Hasta aquí la historia oficial,
que durante las últimas cinco décadas ha
traído en jaque a astrónomos, geólogos y un
descomunal ejercito de ufólogos y parapsicólogos
con la misión de explicar lo inexplicable.

Pero la realidad pudo fácilmente ser otra: En 1946
Stalin se encuentra en el máximo apogeo de su poder: ha
ganado una guerra, ha eliminado a todos sus enemigos, como
León Trotsky, borrando toda huella de su existencia,
falsificando incluso las fotografías que construyen la
historia soviética. 1945 – 1946 es también el
año en que los americanos empiezan a enviar sus aviones
espía sobre el territorio de su antiguo y ahora
preocupante aliado comunista.  En 1945, a
Stalin le apetece muy poco que los americanos descubran Tunguska,
una enorme muestra de la
vulnerabilidad de su imperio soviético: La huella del
ataque con una bomba atómica realizado por los alemanes el
23 de Febrero de 1945.

LA HIROSHIMA SIBERIANA.

Hiroshima, 6 de agosto de 1945: a setecientos metros de altura
( el llamado "ground zero point"), estalla un ingenio capaz de
destruir toda una ciudad. Con la luminosidad de mil soles, la
deflagración arrasa y volatiliza todo en un radio de un
kilómetro y medio. Su onda de choque destroza en segundos
cualquier ser o cosa incluida en el interior de un círculo
de ocho kilómetros de diámetro. Bajo el epicentro
de la explosión, los árboles permanecen
milagrosamente de pie, al llegarles verticalmente la onda de
choque. Igual que en Tunguska, donde los árboles del
epicentro permanecen aún en pie a pesar de las
décadas pasadas. La explosión de Tunguska es
también parecida a la de Hiroshima en la cota de
explosión: la topología de la zona y el mapa del efecto
muestran que la catástrofe es parada por un monte con una
altura de apenas seiscientos metros sobre el fondo del valle: el
hipotético "meteorito" o el "ovni" de Tunguska
explotó a unos 600 metros de altitud. La de Hiroshima
explotó a 565 metros. El radio de destrucción total
es de un kilómetro y medio, aunque aún es posible
rastrear los efectos de la onda de choque a más de diez
kilómetros de distancia. El incendio posterior al
fenómeno multiplicara por treinta el área
destruida, lo que a la postre provocará que muchos
especialistas imaginen una explosión miles de veces
más fuerte que la de Hiroshima, similar a una bomba de
Hidrogeno. Es
una exageración: una explosión así
habría volatilizado los árboles del epicentro, no
habría quedado rastro alguno de ellos.

Se trataba pues de una explosión de unos 20 kilotones,
como en Hiroshima.  Todas las investigaciones realizadas en
los últimos cincuenta años apuntan a una hipótesis imposible en 1908: Una
explosión nuclear.  Pero todos
sabemos que en 1908 no había bombas atómicas,
aunque si hubo una notable actividad de meteoritos y cometas en
la zona, acribillada durante siglos por cráteres de
impactos reconocibles, distintos a Tunguska en todos los
aspectos. De ahí que haya que recurrir a
estrambóticas explicaciones sobre naves extraterrestres o
desintegración de cometas.  

Todos los especialistas discuten el origen de la
explosión, pero nadie pone en duda el hecho de que la
explosión de Tunguska ocurriera realmente en 1908. Es muy
probable que el poco fiable pero inteligente Stalin nos haya
engañado una vez más con la fecha de nacimiento del
fenómeno Tunguska, falsificándolo en más de
40 años. No hay documento alguno publicado, anterior a
1945, que hable o se refiera a dicha explosión, en
ningún idioma, incluido el ruso. Los supuestos estudios de
1930 atribuidos a FJW Whipple, de la Royal Meteorological Society
de Londres, hacen referencia a grandes meteoritos caídos
en Siberia a principios de siglo, que nada tienen que ver con
Tunguska.

 STALIN Y LA FABRICACIÓN DEL MITO DE
TUNGUSKA.

Todas las fotografías existentes de Tunguska muestran
un espectáculo idéntico: la devastación sin
precedentes de una gigantesca masa forestal. Dichas
fotografías son al menos de 1927, según las propias
fuentes
soviéticas , año en el que según se dice
Leonid Kulik descubrió el sitio tras realizar su prosaica
y afortunada expedición en trineo, atravesando miles de
kilómetros de bosque impenetrable. Las fotografías
aéreas son, según las fuentes, algo más
tardías, de finales de los años treinta. Sin
embargo ofrecen el mismo espectáculo: desolación
total, ninguna recuperación forestal a pesar de haber
transcurrido más de treinta años del suceso.
 A partir de 1946, la recuperación
del bosque de Tunguska parece casi instantánea, al igual
que ocurrió en los años siguientes al bombardeo de
Hiroshima, por efecto de la radiación.

Una milagrosa respuesta retardada de la naturaleza? Pero
tenemos un buen ejemplo cercano: En 1980 se produce la
explosión volcánica del monte St. Helen, situado en
el estado de
Washington, en el extremo noroeste de los estados unidos. Una
fuerza un millón de veces mayor que la del fenómeno
de Tunguska hace desaparecer media montaña, y destruye y
derriba millones de árboles en un radio de decenas de
kilómetros. Pero la secuencia de fotografías
realizadas con posterioridad nos revela la casi total y
espectacular recuperación de los bosques vecinos al
volcán en solo quince años.

Sin embargo, casi cuarenta años después de la
misteriosa explosión de Tunguska, en 1946, el aspecto del
devastado panorama forestal es aún idéntico al de
los bosques de St. Helen en 1981, solo un año
después de la catástrofe americana. Algo parecido
ocurre en Hiroshima: pero por efecto de la radiación, se
produce un crecimiento
vegetal acelerado en el área previamente destruida por
la bomba atómica.

De ser cierta la hipótesis
soviética de la historia de Kulik, en 1927 la
recuperación del bosque de Tunguska tendría que
haber sido casi completa. Todo parece indicar que la
explosión de Tunguska no pudo ocurrir en 1908: Se trata de
una sofisticada falsificación de los servicios
secretos de Stalin, que ocultaron las huellas de la misteriosa
deflagración tras la cortina de humo de la caída de
varios metereoritos ocurrida a principios de siglo en un
área indeterminada de Siberia y tras una fantástica
historia de una supuesta expedición de búsqueda que
parte justamente al comenzar el estalinismo, y que termina en
1942, al morir Leonid A. Kulik a los sesenta años de edad,
en el frente del este luchando contra los alemanes… y al ser
detenido, exterminado por el tifus y desintegrado en un campo de
concentración alemán !! . (Conviene señalar
hache que los rusos nunca enviaron al frente a nadie que supiera
algo más que leer y escribir. Todos los hombres y mujeres
de formación superior quedaron desde el primer día
exentos del combate y eran usados en las industrias
soviéticas de retaguardia. Mucho menos eran enviados al
frente científicos de sesenta años de edad).

¿POR QUé ATACAR
TUNGUSKA?

Cuando en 1943 le fue mostrado a Adolf Hitler el
funcionamiento del nuevo y revolucionario caza a reacción
Me262, reaccionó de una forma aparentemente
ilógica: decidió convertir el nuevo caza en un
bombardero táctico, ante la sorpresa y
consternación de los militares presentes. Hitler
veía en aquel caza la posibilidad de mostrar a sus
enemigos que aún podía atacarles y bombardearles
con total impunidad, al
igual que hacían los aliados usando los gigantescos raids
de bombarderos que azotaban
Alemania.   Otro tanto
ocurrió con el misil V-2. Aun siendo una maravilla
técnica, militarmente la V-2 fue un fracaso absoluto.
Provocó más muertos entre las tropas encargadas de
su manejo y construcción que como resultado de su
impacto en territorio enemigo.

Muchos, entre ellos el propio ministro de armamentos Albert
Speer, sabían que en aquellos momentos el programa de
cohetes era un inmenso gasto superfluo para el Reich, pero Hitler
lo veía de otra manera.  La V-2
era para él un "arma diplomática", un instrumento
que podía forzar a los aliados a una tregua o a firmar una
paz provocada por el miedo. Hitler nunca envió las V-2
contra los soviéticos, ya que simplemente no consideraba
que esa fuera una medida de presión
contra Stalin y su ejército, disperso y casi indiferente a
la destrucción y las perdidas humanas. El Führer era
un obseso de la geopolítica. Para él, cualquier
acción
podía tener consecuencias políticas
indirectas, tan barrocas e imprevisibles que pocos en su entorno
eran capaces de detectar o adivinar. Este mismo criterio le
empujó a firmar el pacto de no agresión con Rusia
en 1939, a declarar la guerra a los americanos en 1941 para
así presionar a los japoneses a un ataque contra la
retaguardia Rusa, o a retirar las mejores tropas SS de la batalla
de Kursk en su punto álgido y enviarlas a Italia, con
objeto de reforzar la moral de
los italianos aun leales a Mussolini tras su derrocamiento de
1943. Así era Hitler.

Para Hitler la bomba atómica era en esencia otra "arma
diplomática" para cambiar de raíz el curso de los
acontecimientos y descubriendo por primera vez una forma de hacer
política que más adelante todo el mundo
llamaría "política de disuasión
nuclear".

Bombardear una remota y deshabitada región de Siberia
ofrecía varias ventajas, seguramente inexplicables para
cualquiera que no estuviese familiarizado con la psicología del jefe
del Reich. No había forma de dañar seriamente a los
soviéticos con una sola bomba atómica, ya que su
industria y su ejército estaban dispersos por la
inmensidad soviética.  Otra cosa
habría sido que Hitler hubiera dispuesto de varios cientos
de bombas como la de Hiroshima, que, bien empleadas en el frente
del este podían haber desintegrado buena parte del
ejército Ruso. El riesgo que corrían los alemanes
era mínimo, en caso de que la bomba no explotara al ser
lanzada sobre Tunguska. El artefacto atómico
quedaría perdido en el denso y desierto bosque siberiano,
sin posibilidad de ser recuperado y reutilizado de forma
inmediata por los soviéticos. Bombardeando
intencionadamente una zona desértica de Siberia, Hitler
evitaba incrementar el odio y la represalia que las tropas rusas,
ya en territorio alemán, estaban mostrando contra la
población y el ejército germano conquistados.

Con la explosión en Tunguska advertían a Stalin
y sus aliados de la existencia del arma
atómica.    El
objetivo de Hitler era esencialmente otro: persuadir a los
anglo-americanos de que era mejor firmar un acuerdo, o de lo
contrario podía bombardear Nueva York o Washington,
objetivos
aéreos equidistantes a la lejana Tunguska, si tomamos como
punto de referencia el centro de Europa. Hitler confiaba en que
los rusos hablaran inmediatamente a los americanos de la
explosión de Tunguska, y que después ellos sacaran
conclusiones al medir las distancias, y descubrieran que
podían ser susceptibles a un ataque atómico
nazi.  

En la mente de Hitler, Tunguska era por tanto el sitio ideal
para dejar caer la primera bomba atómica operativa de la
historia, una bomba idéntica a la de Hiroshima.
 Pero una vez más, sus sofisticadas
expectativas geopolíticas chocarían con el pragmatismo
elemental de sus enemigos angloamericanos y rusos, que rara vez
cedieron o entendieron las complejas maquinaciones
políticas hitlerianas. El Jefe del Reich de los mil
años aun tendría fuerzas para organizar su ultima
"gran jugada geopolítica", quizá la más
exitosa, a la vista de las fuertes polémicas, la
represión y censura que aun suscita lo "nazi", y los
millones de admiradores del nacional-socialismo que
hay en el mundo casi sesenta años después: la
creación del mito histórico de la resistencia del
régimen nazi en Berlín hasta la aniquilación
total.

HITLER PROMETE LA VICTORIA FINAL.

En su ultima alocución radiada del día 23 de
Febrero de 1945, el propio Adolf Hitler promete la victoria
final, mientras declara, en boca de un dramático Joseph
Goebbels, que pide a Dios que le perdone por hacer uso de un arma
demoledora y definitiva. Esa misma mañana ha tenido
conocimiento de la misión exitosa del Heinkel He 177 que
había despegado doce horas antes desde un aeropuerto en
Checoslovaquia. Optimista por la prueba atómica, se atreve
incluso a visitar personalmente a sus tropas, que se baten en el
frente del Oder. El ambicioso plan pretende mostrar a los aliados
el poder de la nueva arma, así como el radio de bombardeo
aun posible de la aviación nazi, con objeto de forzar una
tregua en ambos frentes del conflicto. 

Hitler pensaba que la a practica equidistancia de Tunguska a
Turingia y de Nueva York a Kristiansand (el punto de Europa bajo
control alemán más cercano a la costa este
americana ) forzaría a los americanos a pensar en la
posibilidad de una ataque alemán contra alguna
superpoblada ciudad de la costa este estadounidense.
Simultáneamente se comunica al neutral gobierno español
del peligro colateral y no intencionado que pueden sufrir algunas
ciudades fronterizas españolas con Francia, a
consecuencia del uso de las nuevas armas. En aquellas fechas los
puertos franceses de Burdeos, Niza, Tolon y Marsella,
próximos todos ellos a España,
estaban siendo usados masivamente por la flota angloamericana, y
por tanto se convertían en objetivos prioritarios de un
posible bombardeo atómico alemán. Pero Stalin
calla, y no comunica el ataque nuclear sufrido en Tunguska a sus
aliados angloamericanos. Sus tropas se encuentran ya muy cerca de
Berlín, y sabe que incluso un ataque generalizado
alemán contra Rusia tendrá poco efecto sobre la
maquinaria bélica soviética: sus principales
ciudades están ya destruidas, ha perdido veinte millones
de rusos a manos alemanas y su industria esta dispersa por las
inmensidades de Siberia. No hay posibilidad de un ataque
concentrado contra los rusos para ese tipo de armas, a no ser que
la Alemania nazi disponga de cientos de bombas como la de
Tunguska.  A los pocos días Stalin
comprueba que no hay ataque atómico masivo alemán,
y ordena al ejército rojo el asalto definitivo a la
capital del
Reich.

HITLER NO USA LA BOMBA.

Tras el fracaso de las posibles negociaciones con Stalin, y
ante la inexistencia de una respuesta angloamericana, Hitler se
encuentra en la peor de las situaciones posibles. Su
ejército se bate en retirada en el oeste, retrocede
sangrientamente en el este y su sistema industrial, que permanece
intacto en un 80% en el subsuelo alemán, se ahoga por la
falta de suministros. Un bombardeo de aviso como el de Tunguska
contra los americanos era extremadamente difícil para los
nazis: Toda la Europa ocupada por los aliados, así como
toda la costa este americana, única zona al alcance de un
bombardeo alemán, estaba densamente poblada y
podría entenderse el bombardeo como un ataque directo
contra la población.

Un impacto en el atlántico podría provocar
efectos imprevisibles, quizás un maremoto, al no haber
sido probada la bomba en el mar. Adicionalmente podía ser
mal interpretado como un error técnico alemán o
deberse a un fenómeno natural, como la caída de un
meteorito. Una demostración en el desierto del norte de
África o
en Groenlandia podría dar una imagen equivocada
de la potencia destructiva de la bomba, como ocurriera en el test
de Trinity de Alamogordo: la explosión tan solo
destruyó la torre que sostenía la bomba y
vitrificó una delgada capa del suelo, dando
lugar a un nuevo mineral, la trinitina.

Solo le quedaba a Hitler la posibilidad de un ataque directo
contra Nueva York u otra gran ciudad de la costa este americana,
para forzar una posible paz con occidente, aun cuando las V-2 que
ya se lanzaban sobre Londres no conseguían obligar a los
ingleses a una negociación. Hitler se muestra inseguro: la
muerte
repentina de quizás millones de personas a consecuencia de
un ataque nuclear puede provocar una respuesta indeseada por
parte americana. Ante la aplastante superioridad aérea
aliada, Hitler teme que los aliados se atrevan por fin a un
bombardeo masivo con gases o con armas bacteriológicas,
mucho más letal que los bombardeos convencionales que ya
sufrían los alemanes en toda su intensidad.

Además persiste el temor fundado de que los americanos
dispongan ya de un arma atómica de características
similares, que no haya sido usada aún, por las mismas
razones que no se usaban los agentes químicos o
bacteriológicos.  Los
norteamericanos no tendrían tantas consideraciones a la
hora del bombardeo atómico de ciudades japonesas.
Sabían, gracias a la captura del submarino U-234, que los
japoneses no disponían ni de bombas atómicas, ni de
cohetes, ni de capacidad para una posible respuesta de represalia
contra los Estados Unidos, así que podían efectuar
el ataque nuclear con total impunidad. Sin embargo ese miedo a la
represalia asegurada si funcionó durante los cincuenta
años de guerra
fría posteriores, en los que se evitó el uso de
armamento atómico gracias a la estrategia mutua
de "disuasión nuclear".

Si Alemania hubiera conseguido terminar la producción
de los misiles intercontinentales A-9/A-10 o los bombarderos a
reacción de largo alcance Horten XVIII o Junkers E-555, o
el bombardero antipodal Sänger, Hitler hubiera podido atacar
con alguna garantía a los aliados desde sus bases
subterráneas en Turingia, mientras él
permanecía atrincherado en su reducto alpino, hasta forzar
la deseada tregua. También hubiera necesitado el dictador
alemán que la producción en serie de bombas
atómicas fuera al menos diez veces superior a lo
conseguido hasta entonces, apenas dos bombas operativas de
plutonio y una de uranio, y material fisionable para otras veinte
bombas más…   

El 20 de Marzo cae definitivamente Budapest, y con
Hungría caen también las gigantescas
factorías Manfred-Weiss, pertenecientes al emporio
económico de las SS y lugar donde se ensamblaban las
bombas atómicas alemanas. Era tal la importancia de dicha
factoría que las cinco mejores divisiones de las SS,
más de 70 000 hombres, fueron desplazados desde el sur de
Alemania y desde Austria, provocando un rápido avance
enemigo en ambos frentes. A pesar de que solo 1 000 hombres de
las Waffen sobrevivieron a la terrible lucha en defensa de la
Manfred-Weiss, Hitler, en un arrebato de ira, ordena que los
soldados de las SS se arranquen las bandas-insignia de los brazos
con el nombre del Führer, y desautoriza de su poder a
Heinrich Himmler. A partir de entonces, será
también el General Kammler el jefe "de facto" de las
Waffen SS.   

El 3 de Abril los americanos y los rusos invaden Turingia
ocupando las bases y fabricas secretas alemanas. Hitler se
reúne urgentemente con Kammler y le hace llegar nuevas
órdenes: Aún quedaba una posibilidad de un ataque
aéreo contra una ciudad americana desde la base de
Kristiansand, en Noruega, enviando un bombardero de largo alcance
He177 a recoger un ingenio nuclear llevado allí por el
submarino U-234.  A raíz de la muerte
de Roosevelt, Hitler volverá a creer en un cambio radical
de la situación, esperando como Federico el Grande el
milagro de un posible enfrentamiento inminente entre los aliados
occidentales y sus cada vez menos fiables compañeros de
armas soviéticos. El enfrentamiento deseado por Hitler
solo llegaría tras la melodramática muerte del
Führer, y se extendería durante los 50 años
siguientes, los años de la "guerra
fría".  

El día 15 de Abril, tras comprobar que el nuevo
presidente americano Truman continuará las hostilidades, y
temiendo una brutal represalia angloamericana, Hitler decide no
ejecutar el ataque aéreo contra Nueva York desde
Kristiansand. Ese mismo día el submarino U-234 parte del
puerto noruego con rumbo a Japón,
pero su destino final es incierto, dado el desarrollo que estaban
tomando los acontecimientos. La decisión de Hitler de no
emplear la bomba atómica provoca una desbandada general
entre los altos mandos de las SS y de la Luftwaffe, partidarios
ambos del uso del arma nuclear como única alternativa para
forzar un pacto a la desesperada con los aliados.

Herman Goering anunciará su deseo de negociar con los
americanos el día 23 de Abril, lo que provocará su
detención por orden de Hitler. Al mismo tiempo
Heinrich Himmler se pondrá en contacto con el Conde
Bernardotte para negociar una rendición por separado, sin
contar con el Führer.  Hitler centra
sus últimos recursos en un
final "heroico" para su régimen, con la idea de marcar en
la historia
universal una resistencia épica sin precedentes,
sacrificando hasta el último hombre en la
capital del Reich. Pocos días
después del suicidio de
Hitler, el conde Schwerin von Krosigk, recién nombrado
ministro de asuntos exteriores del efímero gobierno del
almirante Doenitz, comunica a la agencia de noticias
Reuters que "..Hitler no había echado mano de la
última arma terrible que el Reich tenía a su
disposición…"

El día 10 de Mayo el Almirante Doenitz firma la
rendición incondicional de Alemania. La guerra en Europa
había terminado.  Aún le
quedaba a Hitler, ya muerto, una ultima baza que jugar contra sus
enemigos, en la lejana guerra del Pacifico. Siempre preocupado
por sus complejas maquinaciones de estética política, el Führer
prefirió pasar a la Historia sin quedar como el Padre del
primer ataque atómico, dejando la responsabilidad de ese crimen final en manos de
los japoneses. Poco imaginaba Hitler que el seis de Agosto de
1945 los norteamericanos, en nombre de la democracia y
la libertad, se
mancharían finalmente las manos con WuWa, la bomba nazi,
provocando el asesinato instantáneo de 150 000 personas en
un segundo. Un record de velocidad
aún no igualado en la eliminación de seres
humanos.

 

 

 

 

Autor:

Christian Joel Ramírez
Muñoz

INSTITUTO SUPERIOR PEDAGÓGICO
PÚBLICO

"MONSEÑOR ELÍAS OLÁZAR"

YURIMAGUAS – LORETO – PERÚ

2004

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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