Las trampas de la imagen. Un Balance del primer Sexenio del Gobierno de Uribe 2002-2008
- Uribe: Popularidad y
Personalidad - Atando retazos
- Seguridad
Democrática: Cuando una Palabra significa muchas
cosas - Realidad
e Imágenes - Aventurando
Hipótesis - Las Trampas
de la Imagen - Uribe,
la Ciudadanía y las Guerrillas - Ni el
anti-institucional Bolívar quiso
Repetir - Cuando la
Popularidad deja de ser Democracia - Uribe:
Entre la Imagen y la Realidad - Polemizando con un
Colega - Que hable
la Gente) - La
popularidad de Uribe: Una explicable mezcla de Paras,
Farc - Trampas de
Imagen y Consejos Comunitarios - Bibliografía
……………Uribe:
Popularidad y
Personalidad…………….
(1)
Para entender a Uribe como enorme fenómeno
político, es necesario el examen de lo
mediático-simbólico-virtual. Más ello no es
suficiente, pues también hacen presencia otras
dinámicas y factores. Anticipamos esta mirada más
compleja, pues el objeto de este Ensayo no es
otro que el de contribuir a descifrar su desbordada popularidad,
esa popularidad que ya no cabe dentro de los límites de
su personalidad.
………..Atando
Retazos………. (2)
Hace exactamente tres años escribí, “Uribe
es más lo que ha parecido que lo que ha
sido” (Humberto Vélez, 2005).
Lógicamente me refería al Uribe presidente. No
sobra recordar ahora que en el mundo actual “parecer”
es tan importante como “ser”. Y lo es porque ambas
dimensiones de la vida humana, la simbólica como la real,
funcionan siempre, aunque en distinto grado, como referentes de
opiniones, actitudes y
conductas reales.
Pero, ahondemos un poco en esta condensación.
Durante este su primer sexenio Uribe se la ha pasado haciendo
el tránsito ya de la imagen a la
realidad ya de la realidad a la imagen. Ese juego, por
otra parte, lo ha realizado embebido en la promesa que le hizo al
país desde principios de
enero del 2002 cuando sólo alcanzaba el 7% de la
intención del voto: Que como presidente derrotaría
militarmente a las guerrillas; que, por lo menos, las
colocaría en situación de casi obligada
capitulación; pero que si, por alguna circunstancia, le
tocaba negociar con ellas, lo haría desde las
lógicas del Estado. Uncido
a esa posición estratégica – su síntesis
programática – se fue alzando como obsesionado líder
que ha resultado ser, sobre todo, para enfrentar y confrontar a
contendores y enemigos. Reprodujo así lo que, en otros
contextos históricos y con otros objetivos, en
Colombia
sólo han intentado Laureano Gómez, Jorge
Eliécer Gaitán y López
Pumarejo: Cohesionar y unir a un amplio sector
de la ciudadanía tras un objetivo
nacional. En su caso, la derrota de las guerrillas. Por eso,
elegido presidente en la primera vuelta, lo primero que hizo fue
poner a prueba su condición de líder
antiguerrilla.
Pero, al líder no lo fabrican las masas. Estas
sólo lo especifican, lo colorean, lo untan de sus
sentimientos y emociones. Por
eso el dirigente que encarne este atributo, está siempre
en condiciones de auto-manifestarse en uno u otro ámbito
de la vida social. Y en política, cuando la
sociedad se
debate en
aguda crisis y
él logra ir más allá de las ofertas de
salvación, deviene héroe, Salvador o Libertador.
Como escribió la antropóloga Marlene Singapur,
“Con Uribe estamos frente a un animal político de
colosal magnetismo y
capacidad de alinear a las masas”. (Marlene Singapur,
2008).
Pero, redondeemos un poco más la figura de este Uribe
auto-fenómeno.
La ciudadanía lo eligió para que sometiera a las
guerrillas. Pero, el presidente se fue creciendo hasta
desplegarse como líder anti-insurreccional. Luego, de modo
progresivo, el líder, con la cooperación de los
medios, de la
religión y
de la “santocracia”, se fue autohaciendo como
Mesías, Salvador y Libertador. La ciudadanía,
entonces, ajustada a la medida de su cultura
política y a sus condiciones coyunturales de miedo
colectivo, real o inducido, lo acogió, lo aclamó,
lo bendijo y lo afirmó en su nuevo y trascendental
papel.
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