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La Metodología utilizada en la evangelización de América Latina (página 2)



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Sin embargo, a pesar de los errores y dificultades, puede
decirse que la Primera Evangelización que hicieron los
misioneros en América
Latina fue muy buena porque de verdad llegó hasta los
elementos básicos de la cultura,
prueba de ellos es la religiosidad popular que ha quedado en
nuestro pueblo.

MISIONES
JESUÍTICAS

La Compañía de Jesús, fundada por Ignacio
de Loyola y confirmada por el Papa en 1540, formó una
clase de
misioneros tan especial, que pronto se destacó entre todas
las órdenes. La rigurosa preparación y disciplina de
sus miembros, el orden jerárquico existente entre ellos y
los profundos estudios a que se dedicaban, tanto en las ciencias
teológicas como en las ciencias exactas y naturales,
prepararon a un conjunto de hombres que en pocos años se
destacaron en los territorios donde desarrollaban su misión:
Asia,
 África y
América. En el Nuevo Continente extendieron
su acción
desde Canadá y Alaska hasta el Brasil y la
Patagonia.

La Corona española consideró suficiente el
número de misioneros que trabajaban en América, por
eso retardó la autorización a los jesuitas, que
no ingresaron sino hasta la segunda mitad del siglo XVI. Se
destacaron, en las ciudades pobladas por españoles, a
causa de la fundación de colegios y universidades y, en
las zonas selváticas y apartadas, por la
evangelización de los indios.

Según los reglamentos de la Compañía de
Jesús, el general de la orden nombraba a los provinciales,
cuya función
era organizar y dirigir las tareas misionales y controlar el
desempeño de los miembros de la orden en
sus respectivas provincias.

Los jesuitas en el Río de la Plata:

Brasil fue la primera provincia jesuítica de
América del Sur; estaba a cargo del padre Nóbrega,
a quien algunos pobladores de Asunción pidieron el
envío de misioneros, pero el gobernador portugués
se opuso.

El problema fue estudiado por el secretario del padre Loyola y
por el Consejo de Indias; éste último, en virtud
del derecho de Patronato, decidió que el envío de
los sacerdotes debía contar con la expresa
autorización de la Corona. Para evitar mayores conflictos,
Felipe II, que desde 1580 era también rey de Portugal,
ordenó la separación de las misiones
españolas y portuguesas. Por ese motivo, el general
jesuita decretó que la región del Río de la
Plata dependiera del Perú.

Los primeros misioneros llegaron al Tucumán en 1585
procedentes del Perú; dos años después
arribó un grupo
procedente del Brasil. Los dos grupos fueron
pedidos por el obispo de Tucumán, Francisco de
Vitoria.

Cuando llegó el decreto de separación, el
Provincial de Brasil regresó a su jurisdicción y
quedaron" en el Tucumán tres sacerdotes que fueron
designados para trasladarse a Asunción. Como la provincia
jesuita del Perú era demasiado extensa, el Provincial
envió a España al
Padre Diego de Torres con la propuesta de dividir en dos la
región. En 1607 quedó fundada la provincia
jesuítica del Paraguay, que
abarcaba los actuales territorios de la Argentina, Paraguay,
Uruguay, la
mayor parte de Chile, el sur de Bolivia y
Brasil. Su primer Provincial fue el Padre Torres. En 1625, Chile
fue separada.

Los jesuitas dependían de la generosidad de los
pobladores españoles para su subsistencia. El Padre Torres
recibió del General de la orden la recomendación de
no permitir el servicio
personal de
indios en encomienda. Por su defensa de los indígenas, los
misioneros estuvieron expuestos a peligros y sufrieron la
enemistad de os encomenderos, quienes ¡es quitaron su ayuda
económica. Por esta razón y para asegurar la
subsistencia, el Padre Torres fundo una estancia en
Córdoba, con cuyas rentas y algunas donaciones, los
jesuitas pudieron fundar colegios en casi todas las ciudades
importantes.

Hernandarias, primer criollo que ejerció el gobierno del
Río de la Plata seis veces (entre 1592 y 1617),
proyectó desde Asunción el dominio de la
región sudeste hasta llegar al mar y fundar un puerto en
Santa Catalina. Se dio cuenta pronto de la importancia que
tenía la presencia de los misioneros para cumplir ese
objetivo.

Después de inspeccionar las reducciones franciscanas
del Padre Bolaños, Hernandarias resolvió, junto con
el obispo, pedir al Padre Torres el envío de misioneros a
las zonas del Chaco, el Guayrá y el Paraná. Se
acordó que cada misionero recibiría medio sueldo de
un párroco. Se estableció también que los
indígenas reducidos no serían obligados al servicio
personal ni pagarían tributo durante los primeros diez
años después de su conversión.

En 1609 se inició la fundación de reducciones
jesuíticas. Los intentos realizados en el Chaco entre los
guaycurúes fracasaron porque no practicaban la agricultura.
En cambio, entre
los guaraníes que sí la conocían,
los jesuitas pudieron organizar sus poblaciones. La primera fue
San Ignacio Guazú, a fines de 1609, a la que siguieron
Encarnación de Itapúa, Concepción, San
Nicolás, San Javier y Yapeyú. Más al norte,
en el Guayrá, se fundaron otros pueblos gracias al
esfuerzo del Padre Antonio Ruiz de Montoya, pero fueron atacados
por los paulistas, que destruyeron varios y llevaron cautivos a
muchos indios. Esta situación obligó a trasladar
las reducciones más al sur.

ACCIÓN Y
MÉTODO

Si por civilización entendemos el predominio del
espíritu sobre la materia,
el amor a lo
noble y grande sobre las tendencias bajas y viles, la vida
tranquila, laboriosa y familiar, la mezcla de placer y
abnegación, de sport y de trabajo, de
paz interna y de sociabilidad sin envidias, rencores,
persecuciones y odios, no cabe la menor duda que pocas veces ha
contemplado la historia una
civilización tan genuina y duradera como la que desde 1610
hasta 1768 existió en los pueblos de guaraníes.

Sea cual fuere la fuerza que se
quiera dar al vocablo "civilización", cierto es que los
jesuitas realizaron el portentoso hecho de reunir y conservar sin
coacción alguna 100 000 salvajes, y eso durante mas de
centuria y media y no obstante las invasiones de los paulistas,
las insidias de los españoles, las pestes continuas y la
natural indolencia e inconstancia de los indígenas, los
"eternos niños"
de corta capacidad intelectual, de sensibilidad femenina, de
suspicacias profundas y desarraigables.

Más que la organización fue el método lo
que dio el triunfo a .los jesuitas en ¡os pueblos
guaraníes.

En cuanto a organización, en poco o nada se
diferenciaban de los pueblos fundados por franciscanos y
capuchinos y otros religiosos, así en California, en
Sonora, en Quinto, en el Amazonas, entre los Mojos y entre los
Chibdas. Unos y otros pueblos se basa-"ban en la
legislación colonial española como recientemente ha
demostrado el profesor O.
Quelle, de Berlín, y con anterioridad había
expuesto extensamente el P. Pablo Hernández.

Los que hablan de "imperio jesuítico" del Paraguay
muestran un desconocimiento absoluto de la realidad
histórica.

Sobre líneas comunes a otras pueblos y en conformidad
con las prescripciones reales organizaron los jesuitas
rioplatenses sus pueblos indígenas. Es indiscutible que
contaron con un elemento indígena menos reacio, más
maleable, que el de otras regiones de América.
También pudieron conservar los pueblos más aislados
del elemento europeo, generalmente entorpecedor y hasta maleante.
En tercer término, los pueblos estaban rodeados de campos
aptísimos para la agricultura y ganadería,
y tenían en abundancia agua potable y
leña, pero todas estas ventajas habrían sido poco
menos que inútiles si de parte de los misioneros no
hubiera habido un gran talento de adaptación, una norma
fija y común en todos los pueblos y al través de
los años, una vida intensamente sacerdotal y un
espíritu de amplísimo sacrificio.

Notemos que desde sus comienzos fue abiertamente internacional
el personal jesuítico que fundó primero y
llevó después a todo su esplendor los pueblos
misioneros. Jesuitas españoles (Lorenzana, Saloni, Torres,
Romero, etc.), criollos (beato González, Ruiz de Montoya),
portugueses (Grifi, Ortega, etc.) y británicos (Field)
inician aquellos pueblos, y son españoles (peninsulares y
criollos), italianos, belgas y sobre todo alemanes los que
más habrían de contribuir al engrandecimiento de
los mismos. La influencia alemana desde principios del
siglo XVIII fue universal y profunda, sobre todo en la mecánica, en la agricultura, y en las
artes.

Extraído de Furlong Cardiff, Guillermo S. j.), Misiones
Jesuíticas. (En: Historia de la Nación
Argentina, Buenos Aires, El
Ateneo, 1955, vol. 3, pp. 392-394.1

Organización de las reducciones:

Gobierno:

El trazado de los pueblos era similar entre sí: una
plaza en el centro, a un lado la iglesia la
casa de los sacerdotes, escuelas, talleres, depósitos, las
casas de las viudas y huérfanos y, en los demás
lados, las casas de los indígenas, de ladrillo o piedra,
con techo de dos aguas que cubría las aceras.

El gobierno de cada reducción estaba a cargo de un
corregidor indio, nombrado por el gobernador después de
consultar a los misioneros, y un cabildo, formado de la misma
manera que los de las ciudades españolas y compuesto
también por indígenas. Estas autoridades no
podían aplicar castigos sin consultar a los padres
jesuitas. Los españoles no tenían ninguna
participación en dicho gobierno; se trataba de evitar con
esta medida los abusos que frecuentemente se cometían. Les
estaba prohibido residir en las reducciones, pero podían
ser alojados si estaban de paso. La justicia era
ejercida por los misioneros que aplicaban, por lo general,
castigos de azotes.

Los dos sacerdotes que estaban al frente de cada pueblo se
encargaban del gobierno espiritual y la
organización de la vida indígena. Las tareas
diarias comenzaban y terminaban con oraciones y cantos. La base
de la instrucción fue el catecismo. Las fiestas religiosas
eran celebradas con particular entusiasmo y realce.

Economía:

Los jesuitas no cambiaron radicalmente los usos
indígenas, sino que los canalizaron para darles un nuevo
sentido. Reconocieron la importancia de los caciques, a los que
dieron una situación de privilegio entre los suyos.
Reunieron varios cacicazgos en un solo pueblo y fomentaron la
antigua solidaridad
tribal con el nuevo impulso religioso. Dicha solidaridad se
manifestó en todos los aspectos de la vida, tanto en la
organización interna como en la defensa contra sus
enemigos: los encomenderos y los mamelucos paulistas.

La tutela ejercida
por los jesuitas sobre sus gobernados tenía como finalidad
que los indios aprendieran a hacer correcto uso de su libertad y de
sus bienes. En la
organización económica, coexistía el
sistema mixto
de propiedad
privada "abambaé". y propiedad común
"tupambaé".

Para proveer al sustento de cada familia se le
daba en propiedad una parcela de tierra, los
instrumentos de labranza, las herramientas
para artesanías y las armas para cazar
y pescar. La cosecha, de la cual los indios eran totalmente
dueños, se guardaba en graneros y les era suministrada
periódicamente para evitar que la malgastaran.

La propiedad común, también llamada "propiedad
de Dios", era de extensión similar a las propiedades
privadas en conjunto. Los indios tenían obligación
de trabajarla dos o tres días por semana. Con el producto
obtenido pagaban el tributo al rey, compraban las herramientas y
materiales
necesarios, mantenían a viudas, huérfanos y
enfermos, construían iglesias y talleres y atendían
a las comunicaciones
y la defensa. La ganadería, dirigida por los misioneros,
servía para alimento, transporte y
vestimenta. La lana era repartida y tejida por las nativas; los
bueyes eran prestados a las familias para que los campos fueran
arados. Realizaban el comercio por
trueque entre los diversos pueblos y con los colegios jesuitas de
Asunción, Santa Fe y Buenos Aires; en estos últimos
las transacciones eran supervisadas por un procurador.

En 1599 loo jesuitas se establecieron en Córdoba. En
esta zona tuvieron tres estancias, destinadas a mantener la
Universidad:
Jesús Maria, Santa Catalina y Alta Gracia. Esta
última "cuyo nombre proviene de un senturio de
Extremadura" se caracterizó por la construcción de "El Tajamar", lago
artificial cuya agua era
utilizada pera los regados. Esta estancia constaba de potreros,
talleres de carpintería, herraría, dos horma pera
construcción de ladrillos, telares y una fundición,
la única que tuvieron estos religiosos

La Cultura:

Los niños aprendían, junto con la doctrina,
letras y ciencias. A los hijos de caciques y principales les
enseñaban la lengua
española y el latín; además, se los
preparaba para os puestos dirigentes.

Los padres jesuitas enseñaban música y artes
plásticas; los indígenas elegían oficio
según sus aptitudes. Fueron hábiles escultores y
pintores; hicieron todo tipo de tallas religiosas; muebles y
puertas que aún se conservan. Fabricaron instrumentos
musicales, aparatos y relojes; trabajaron los metales y el
hierro
forjado; hicieron adornos y objetos de plata. Su obra más
destacada fue la impresión de libros en sus
propias imprentas a partir de 1700, mucho antes que en las
ciudades españolas del Río de la Plata. El primer
libro
publicado fue Martirologio romano; también se imprimieron
catecismos, tablas astronómicas, calendarios y obras
religiosas.

Problemas exteriores; expulsión de los jesuitas

Desde su instalación, las reducciones sufrieron los
ataques de los bandeirantes que hacían correrías
con el fin de apoderarse de riquezas y capturar indios para
vender en los mercados de
esclavos de las ciudades brasileñas. Esta situación
obligó, desde 1629, al traslado de los pueblos del
Guayrá hacia el oeste.

Los ataques no cesaron, por lo que los jesuitas comenzaron a
enseñar a los indios el uso de armas de fuego y
organizaron la defensa de las misiones; por ese motivo entraron
muchas veces en conflicto con
las autoridades españolas.

Fue difícil regular las relaciones entre los
territorios españoles y portugueses en América
mientras las dos Coronas se mantuvieron unidas. A partir de su
separación en 1640, fueron las misiones guaraníes
las que resguardaron la frontera y
alertaron a ¡as autoridades españolas. La firme
defensa en la zona del alto Paraná y Uruguay hizo que la
expansión portuguesa se dirigiera hacia el noroeste y
hacia el sur, atraída a esta última región
por la abundancia de ganado cimarrón.

Los jesuitas avisaron al gobierno de Buenos Aires sobre el
plan
portugués de establecer poblaciones en la Banda Oriental y
en el Río de la Plata; este hecho se concretó en
1680 con la fundación de la Colonia del Sacramento. De
allí en más, fue continua la presencia de
contingentes indígenas de las misiones en todas las
peripecias del largo conflicto con los portugueses en el
Río de la Plata, que desembocé en la guerra
guaranítica entre 1553 y 1556.

Dos razones fundamentales determinaron la expulsión de
los jesuitas: la influencia ideológica del despotismo
¡lustrado y la resistencia
indígena a abandonar sus pueblos en cumplimiento del
Tratado de Permuta de 1750, por el cual pasaba una parte del
territorio americano a depender de Portugal. La expulsión
se produjo también en Francia y en
Portugal. En España, Carlos III, decidido a imponer el
regalismo, firmó el decreto respectivo en 1767.

La administración de las misiones pasó
a otras órdenes religiosas. Los indígenas no se
adecuaron a los cambios, y comenzó una lenta decadencia
acentuada por los problemas de
frontera. Para la
administración de los bienes confiscados a la
Compañía de Jesús, se creó una Junta
de Temporalidades.

CARTA REVELADORA:
EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS DE ESPAÑA

Santísimo Padre: No ignora Vuestra Santidad que la
principal obligación de un soberano es vivir velando sobre
la conservación y tranquilidad de su Estado, decoro
y paz interior de sus vasallos. Para cumplir yo con ello, me he
visto en la urgente necesidad de resolver la pronto
expulsión de mis reinos y dominios
de tos jesuitas que se hallaban establecidos en ellos y enviarlos
al Estado de la Iglesia bajo la inmediata, sabia y santa dirección de Vuestra Santidad,
dignísimo Padre y maestro de todos los fieles.

Caería en la inconsideración de gravar la
Cámara Apostólica, obligándola a consumirse
para el mantenimiento
de los P.P. Jesuitas que tuvieron la suerte de nacer vasallos
míos, si no hubiese dado, conforme lo he hecho, previa
disposición para que se dé a cada uno durante su
vida la consignación suficiente. En este supuesto ruego a
Vuestra Santidad, que mire esta mi resolución
sencillamente como una indispensable providencia.

La única, tomada con previo maduro examen y
profundísima meditación y que, haciéndome
justicia, echará sin duda (como se lo suplico) sobre ella
y sobre todas las acciones
dirigidas del mismo modo al mayor honor y gloria de Dios, su
santa y apostólica bendición. Carlos.

LAS ÓRDENES
RELIGIOSAS EN AMÉRICA

Colón en su segundo viaje trajo sacerdotes; entre ellos
estaban los mercedarios, que fueron los primeros en llegar a
territorio americano porque la Corona de Aragón les
había otorgado la prerrogativa de actuar como capellanes
en los ejércitos cristianos que lucharan contra los
infieles. Esta actividad coincidía con el fin
específico de la orden de la Merced: la redención
de los cautivos. Su primer convento se instaló en la isla
La Española en 1514. Desde allí participaron en la
conquista y
acompañaron a Cortés y a Pizarro en sus empresas.

Los franciscanos llegaron a las Antillas a partir del
año 1500. A medida que avanzaba la conquista militar,
organizaron distritos o "provincias", donde se distribuían
los misioneros para su acción sacerdotal. Primero se
establecieron en 1505 en Antillas y luego en México y
Perú.

Los franciscanos arribaron al Río de la Plata con los
primeros Adelantados. Se quedaron en el Paraguay y se aventuraron
a penetrar en territorios aún no visitados por los
españoles. Los más destacados fueron fray Alonso de
San Buenaventura y fray Luis Bolaños, llegados con la
expedición de Juan Ortiz de Zárate. Predicaron
entre los indígenas y fundaron reducciones o pueblos. Las
primeras fueron Los Altos, Itá y Yaguarón.

Los dominicos, que llegaron a las islas a partir de 1510,
fueron enviados por Carlos I a México junto con los
franciscanos. Más tarde se dirigieron al Perú,
donde se destacaron en la prédica del Evangelio.

Los agustinos se instalaron, desde 1535, en México, y
durante el gobierno del virrey Antonio de Mendoza. en
Perú.

Todos estos sacerdotes y frailes procuraron conocer mejor las
lenguas y
costumbres de los indígenas para poder
enseñarles en su propio idioma y asimilarlos a las
costumbres europeas. Fueron los primeros defensores de los indios
frente a los abusos y a la explotación que de ellos
hacían los conquistadores. Reclamaron con insistencia ante
la Corona para que tomara medidas y reprimiera los excesos.
Finalmente lograron con Carlos I (imagen
dispusiera la redacción de las leyes Nuevas y
otras disposiciones posteriores.

ACCIÓN
DE LOS MISIONEROS

En las misiones entre las tribus bárbaras, sobre
¡as fronteras españolas, el clero desplegó su
mayor celo y energía. Marchaban audazmente por las selvas
y desiertos, estudiaban el lenguaje y
las costumbres. de los nativos, sufrían grandes penurias,
hambre, mosquitos y enfermedades, y a menudo
ganaban ¡a corona del martirio. Ciertamente, la vida de los
mártires misioneros constituye una de las más
hermosas páginas de la historia de los españoles en
América. Si los frailes lograban la reducción de un
grupo de indios, los reunían en un pueblo o en una
misión, en un esfuerzo por enseñarles los
rudimentos de la vida civil y religiosa. A menudo la
misión era una especie de escuela
agrícola o industrial, porque su esencia era la
disciplina: la educación en la
doctrina cristiana, pero también en la agricultura y
oficios y, a veces, en las artes y ¡as letras. En
ocasiones, la misión era transformada en una "doctrina" o
parroquia indígena, dirigida por un sacerdote y
administrada por un corregidor. Los colonos españoles
venían a ocupar las tierras y los misioneros se
trasladaban a nuevos campos en que ejercer su ministerio.

La conversión de estos salvajes no resultaba
fácil, especialmente entre las tribus más
refractarias. Los indios, se nos dice, estaban a veces cinco,
seis o siete años en la misión antes de hallarse
preparados para el bautismo. Mientras tanto, costaba retenerlos
si no gustaban de la vida sedentaria y había con
frecuencia repetidos intentos de fugas: […]

En Hispanoamérica, desde California y Texas a Paraguay
y Chile, se multiplicaron estas misiones fronterizas "puestos de
avanzada del imperio" en las que vivían miles de indios en
un estado intermedio entre la barbarie primitiva y la
civilización europea. Las exploraciones de los misioneros
contribuyeron al conocimiento
de la geografía, la zoología y la botánica; en crónicas,
gramáticas, diccionarios y
demás obras que nos han dejado, hallamos inapreciable
información respecto a las lenguas y
costumbres de los aborígenes.

A pesar de los obstáculos del clima y del
suelo, algunas
de las misiones fueron muy productivas. De acuerdo con su
ubicación y la naturaleza del
suelo, tenían haciendas ganaderas o plantaciones de
azúcar,
fabricaban géneros de algodón, hamacas o artículos de
cuero,
desarrollaban la fruticultura, producían tabaco y cacao.
Pero a menudo despertaban celos en sus vecinos españoles.
Los misioneros fueron acusados de explotar a los indios,
privilegio que la población civil hubiera querido reservarse
para sí y cuanto más evidente era su prosperidad,
mayores eran la envidia y el resentimiento.

Las órdenes más especialmente dedicadas a la
labor misional eran la franciscana y la jesuita, aunque los
capuchinos y mercedarios también se mostraban activos. Los
franciscanos trabajaban sobre todo en las ciudades y en tas
parroquias indígenas, hasta el establecimiento de sus
colegios misionales, el primero de los cuales se fundó en
Querétaro, Nueva España, en 1683, y en el
transcurso del siglo posterior fue seguido por una larga serie en
toda América.

Harrng, Clarence, El imperio hispánico en
América, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1972, p.p.
202-203.

La virgen con el niño en brazos era un tema frecuente
de las tallas y pinturas de los maestros españoles, esas
obras servían también de inspiración a los
artistas locales de las colonias. Del mismo modo, las llamadas
"imágenes de vestir" tuvieron gran arraigo,
especialmente en nuestro país. Además de la
indumentaria con que se las cubría, estaban adornadas con
otros elementos llamativos: cabellos natu­rales, ojos de
vidrio,
pestañas postizas, joyas, etc.

LOS FRANCISCANOS LLEGARON
PRIMERO AL PARAGUAY

La expedición de Juan Ortiz de Zárate, que
zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 17 de octubre de
1 572, trajo buen acopio de misioneros franciscanos; entre ellos,
a los dos apóstoles del Paraguay, fray Alonso de San
Buenaventura y fray Luis Bolaños. […]

Llegaron los frailes a la Asunción el 6 de febrero de
1575. Por "entonces "certificaba el Arcediano de la catedral don
Felipe Franco en la Información jurídica" no
había convento" en la Asunción. Sin sede fija,
pues, "los vió ir a los pueblos de los indios que estaban
cercanos a esta dicha ciudad, de distancia dos y tres leguas, a
los adoctrinar, predicar, y catequizar, y bautizar, y administrar
los sacramentos".

Según testimonio de nuestro Arcediano, estuvieron los
frailes "ocupados en las dichas doctrinas muchos años,
yendo de pueblo en pueblo", buscando y catequizando indios, hasta
tenerlos "doctrinados y puestos en policía".

a) Los Altos. Efectuados los primeros ensayos, la
obra de más largo alcance comenzó en las
márgenes del Guarambaré, por un incidente que
así refiere el mismo padre Franco:

"Sabiendo que los indios de la provincia del río arriba
se habían rebelado y estaban en sus ritos y ceremonias,
cuarenta leguas desde dicha ciudad, los dichos dos padres solos y
sin compañía ni escolta de españoles fueron
y se metieron entre los dichos indios, y con sus predicaciones y
buena doctrina ¡os aseguraron y atrajeron a sí."

Quitaron supersticiones y pecados públicos,
singularmente el de la poligamia, e imitando las estancias
españolas, formaron los frailes "de un partido delios una
reducción en la parte… que llaman de Los Altos, donde
juntaron. trescientos o cuatrocientos indios con mucho
trabajo".

La reducción de. Los Altos fue el primer
establecimiento misionero del Paraguay. Surgió por los
años de 1580, a seis leguas al norte de la
Asunción, como centro de irradiación franciscana: "de allí
acudían [los frailes] a los demás pueblos que
quedaban cercanos a la ciudad", hasta verlos "ya con
policía y bien impuestos".
Asegurada la vida de este primer esbozo de población,
echáronse los dos apóstoles a misionar por la
provincia del río Jejuy, donde dieron con siete u ocho
pueblos de indios "que nunca habían tenido doctrina ni
visto frailes".

Iban nuestros misioneros "catequizando, y bautizando, y
quitando las supersticiones y abusos". Llegaron por el norte
"hasta los últimos indios del distrito" de la
Asunción, "que están distante della como sesenta
leguas, siendo bien recibidos" de todos, y conquistando para la
fe dos pueblos ya existentes, que llamaron San Francisco de
Atirá y San Pedro de Ypané.

Años después, el Arcediano testigo, visitando la
región, supo de "la mucha obra que hicieron" los frailes,
y de cómo los indios "los tienen en memoria y se
acuerdan dellos".

La catequización de la región del Jejuy
debió de realizarse por el año de 1582. Se
informaron después nuestros misioneros de que las
dilatadas tierras del Guayrá, hoy territorio
brasileño, estaban sin sacerdotes, y allá se fueron
con el hato a cuestas.

EL LAICADO
DOMINICANO EN LA
AMÉRICA COLONIAL

Aquellos Frailes, tomando la Isla La Española como base
de operaciones,
fueron haciéndose presentes en el Caribe (p.e. Cuba en 1515;
Puerto Rico hacia
1514; costa norte de Venezuela en
1514), en Centroamérica (Panamá
en 1520; Guatemala en
1529; Nicaragua en 1532; El Salvador en
1549) y México en 1526.  Desde la región
centroamericana fueron descendiendo a la andina (Perú en
1524; Colombia en 1529;
Ecuador en
1534) así como a la boliviana en 1535, chilena en 1540 y
argentina en 1549.

Es importante tener en cuenta estas fechas pues en tomo a
ellos se fueron configurando núcleos de laicos que iban a
su modo participando de la Vida Dominicana, creando en sí
mismos, y con su testimonio en su entorno, hábitos y
creencias.  Sin olvidar lo que señala el Vaticano II
cuando decía que una de las causas del ateísmo de
nuestros contemporáneos es el antitestimonio de los
autodenominados «creyentes» que «Velan
más bien que revelan el genuino rostro de Dios y de la
religión» (Gaudiwn et Spes, N' 19). 
Siglos antes, el Superior de los primeros Dominicos, Pedro de
Córdoba, en una carta que
escribió hacia fines de 1518 a Bartolomé de las
Casas, le dice que en ocasiones los misioneros
«ningún fruto podían hacer ni sacar de sus
trabajos pues de todo lo que predicaban a los indios,
veían los indios hacer a los que se llamaban cristianos
todo lo contrario».

Un aspecto poco estudiado de la acción de estos frailes
a lo largo de todo el período colonia¡ fue su
utilización del método civilizador-cristianizador
basado en las Reducciones, Misiones o Pueblos de indios, en los
que los denominados «fiscales», indígenas en
muchas ocasiones, tenían diversas responsabilidades y
entre ellas, varias relacionadas directamente con las actividades
evangelizadoras.

La participación de los laicos en la Vida Dominicana
generalmente fue a través de devociones, cofradías,
espiritualidad, Tercera Orden, etc., que si bien nunca
sustituyeron al Evangelio, fueron entendidas en aquella
época – como también ocurría en Europa, aunque en
algunos casos puede detectarse su
«latinoamericanización»como medios e
instrumentos idóneos para fortalecer la vida del
cristiano.

No es históricamente exacto afirmar la exclusividad
dominicana de ciertas devociones, sin embargo sí que hubo
una vinculación con los Frailes cuando estaban presentes
en aquel lugar.  Ellos fueron grandes impulsores del rezo
del Santo Rosario, de la devoción a la Virgen del Rosario,
a Santo Domingo de Guzmán -a partir de la segunda mitad
del XVII en muchas ocasiones como «Santo Domingo de
Soriano»-'y a otros santos dominicos.

Otro elemento fueron Cofradías tales como la del
Rosario o la del Santísimo Nombre de Jesús,
vinculadas desde casi sus orígenes con la Orden. 
Estas instituciones
eminentemente laicales -unas de blancos, otras de esclavos, otras
de indios, etc. según lo habitual en aquella época-
no tuvieron sólo una función piadosa y devocional,
sino además una importante dimensión asistencias
benéfica tanto para sus miembros como para personas ajenas
también necesitadas.  Sin olvidar la acción
evangelizadora de sus miembros gracias al testimonio de vida.

Si bien fundacionalmente estaban relacionadas con otras
familias religiosas, algunos Dominicos se responsabilizaron a
fines del período colonial con la
«Congregación y Escuela de Cristo». 
Según una carta de uno de ellos, fechada en 1807, todas la
noches -hombres y mujeres- se reunían para rezar las
oraciones cotidianas.  A ello se añadía
«el Rosario a María Santísima y
después un punto de lección espiritual del
Venerable Padre Maestro Fray Luis de Granada.  Luego explico
el punto leído y procuro siempre atraerlo a alguna
moralidad, de
suerte que puedo decir -si mi amor propio no
me engaña- que hago y predico todas las noches
pláticas morales.  Después sigue un cuarto de
hora de oración mental; luego la estación al
Santísimo Sacramento, luego las preces y oraciones a
Nuestro Amo, a la Santísima Virgen, al Santo patrón
de la paz».

Por otra parte, aunque en aquella América hispana se
constata la carencia de grandes maestros de espiritualidad
dominicana, sin embargo se observa la gran influencia de las
obras de Santa Catalina de Siena y del ya mencionado Fray Luis de
Granada, sin olvidar la figura de la seglar Santa Rosa de Lima (+
1617), de un importante maestro espiritual en el Perú de
su tiempo.

Tampoco hay que olvidar la existencia de los propiamente
Tercianos.  Si bien es exacto que en aquella sociedad era
de «buen tono», estaba muy bien visto, pertenecer
formalmente a alguna de las Terceras Ordenes existentes, ello no
debe llegar a negar la fe sincera y buena voluntad de muchos de
sus miembros.  Su organización y actividades internas
así como su práctica de obras de caridad, son clara
expresión de su realidad eclesial evangelizada y
evangelizadora.

Por su cierta peculiaridad cabe citarse el caso de Brasil, en
el que la Tercera Orden fue establecida en 1723 por el P. Gabriel
Batista en el Monasterio de San Benito, de la ciudad de
Bahía, donde funcionó unos años, pasando
después a la Iglesia de los Agustinos Descalzos de
Palma.  Lo curioso de las sedes indicadas, se debe al hecho
de que la presencia institucional -no meramente individual- de
los Dominicos en Brasil sólo se dará a partir de
1878, o más exactamente de 1881.

Quizás pueda parecer que los laicos tuvieron un escaso
lugar en aquella Iglesia colonial y sin embargo hubo importantes
agentes de la Evangelización colonial, aunque
desafortunadamente no fueron la mayoría. 
Recuérdense a: los indios catequistas de sus hermanos de
raza, el testimonio de la vida cotidiana, las obras de
beneficencia y caridad (con pobres, enfermos, presos, etc.),
inclusive las denuncias y críticas a los malos
evangelizadores que algunos de ellos suscribieron.  Sin
olvidar, que la Jerarquía tuvo cierta actitud de
desconfianza en relación con ellos ante el permanente
temor de que hicieran interpretaciones erróneas de las
Sagradas Escrituras e inclusive cayeran en la herejía.

En pocas palabras, no es que los laicos estuvieran al margen
de la acción eclesial, sino que a dicha acción le
dió poca relevancia aquella Iglesia -bastante
hierocrática y clericalizada- así como la gran
mayoría de sus historiadores, incluso los actuales.

Los Mercedarios en
el
descubrimiento de
América (Capítulo Primero)

La Orden de la Merced es la primera congregación
religiosa católica que acompañó a los
descubridores y conquistadores en la formación de "pueblos
de indios" y en la fundación de innumerables ciudades de
Chile. Entre esas ciudades, se encuentra Ranca

La Orden de la Merced se fundó en el año 1218,
como una Orden Militar bajo el alero del Vaticano, lucharon sus
integrantes contra los musulmanes o
moros en plena Edad Media. El
escenario de lucha fueron las "Cruzadas" junto a Templarios,
Rosacruces y otras ordenes religiosas católicas.

En el año 1317 su
institución se transformó de militar a sacerdotal,
ocupándose de la "redención de los cautivos" que no
conocían a los dos "Señores", el Señor Dios
y el Señor Rey.
En esos años el
representante de Dios en la tierra era el Papa (sacerdote y
militar). Más allá del horizonte (lugar en el cual
se besa el cielo con el mar), conceptualmente en el siglo XV se
pensaba que existía el "finis terrae", un acantilado en el
cual se caía a un vacío desconocido. Al
océano se le llamaba "el mar tenebrosum".

Pero con los viajes de
Cristóbal Colón se descubre América y los
conceptos cambian. Se realizaron innumerables viajes de
descubrimiento, conquista y comerciales a América, a
través del Estrecho del extremo sur de Chile. Magallanes
en 1519, Alcazaba en 1514, Rivera en 1539, Loaiza en 1525,
Mendoza en 1532, etc. Recorrieron las costas de América
del sur, central y norte. Cruzaron el pacífico a
través de un tráfico europeo con y sin base
americana llegando incluso al Asia.

El Rvmo. Valenzuela, señala respecto al "Descubrimiento
de América": "este acontecimiento
afectó a todo el universo y
modificó profundamente las ideas, tendencias y riquezas
del viejo mundo, tuvo gran influencia en la Historia y suerte de
la Merced. La Orden, se ocupó, además de la
Redención de cautivos, en la predicación del
Evangelio y demás ministerios
sagrados en América, donde no había cautivos que
rescatar y sí innumerables infieles que convertir y
pueblos salvajes que civilizar, se consagró totalmente al
ministerio sacerdotal en todas las formas y a las misiones entre
infieles…."(Valenzuela, Ramón. Las
Constituciones de la Merced. Roma,
1825).

 

 

 

 

Autor:

Vladirmir Raskalnikovs

Paraguay

Partes: 1, 2
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