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Religiosidad, sexo y misticismo (página 2)




Enviado por irapavilo



Partes: 1, 2

No pude ser ajeno a mi tiempo y
circunstancia, y le dediqué a finales del siglo pasado,
unos cuantos versos a la formulación más reciente
del amor y del
erotismo ejercida más allá de lechos y petates en
la pantalla de la computadora
con la ayuda de la INTERNET. Consecuencia de
esta inspiración amatoria electrónica es mi poemario VIRTUAL
VIRTUAL
, en el que por economía de tiempo y espacio propia de
internautas, dedico breves poemas a esta
nueva forma de amarse sin tocarse: "Ámame  / sin
attachments.";  "Dulces supongo /  tus besos / que no
cliqueo."; "Chatea / chatea / chatea / hasta el borde del
orgasmo."

El sexo
además de motivación para los acercamientos amorosos
también puede ser una renuncia consentida, una felicidad
que se desecha, un amor al que se despide: "No deseo continuar
siendo /  el trofeo / que orgullosa exhibes / en el
salón de visitas de tu cuerpo / pieza exclusiva / fiera
derrotada /  victoria de los safaris de tu amor // En
solitaria estampida / huyo me alejo / de las praderas de tu sexo
/ cimarrón contento / bestia regocijada / que no responde
más / al llamado de tu orgasmo / a los tambores de tu
amor."  

Al sexo explicito hay que alimentarlo del erotismo, de la
imaginación del sexo, de la metáfora de la sexualidad.
Unos senos insinuados, unas piernas bronceadas y entrejuntas, un
pie fetiche y juguetón, una mirada de lujuria, un pubis
próximo, unas nalgas acariciables, se convierten
indefectiblemente en tema propicio para una poesía
que no desdeña temas de la carne ni partes del cuerpo para
proclamar la sensualidad de la amada: "¿Sabes? / Me
gustaba mucho / el empeine de tu pie / verlo emerger /
relucir    brillar / más allá del
zapato…" o bien, "Abajo / el vellón de tu hendidura
/ no se corresponde con las enredaderas de tu frente." Porque
como bien lo observa Octavio Paz,
esta vez en La Llama Doble: "Al abrazar la
presencia, dejamos de verla y ella misma deja de ser presencia.
Dispersión del cuerpo deseado: vemos sólo unos ojos
que nos miran, una garganta iluminada por la luz de una
lámpara y pronto vuelta a la noche, el brillo de un muslo,
la sombra que desciende del ombligo al sexo. Cada uno de estos
fragmentos vive por sí solo, pero alude a la totalidad del
cuerpo. Ese cuerpo que de pronto se ha hecho infinito."

Me defino como un hombre
religioso, en el entendido que de que el término religión, en su
acepción original, viene de religare, es decir, de
la religación, la genuina vinculación entre el ser
humano y un Ser Superior personal y
exclusivo, aunque sin exclusiones.

Soy un humanista cristiano que no milita en los dogmas y en
los ritos de una religión infalible y enclaustrada.
Creo más en la caridad que en la castidad.
De allí que mis poemas, mi reflexión religiosa en
general, exprese una vertiente religadora  propiamente
dicha, y que, en otra dimensión – más terrena y
carnal – esta religación me haya permitido concretar la
vinculación sensual y trascendente con un Ser Superior que
es la mujer
amada.

En uno de mis textos poéticos de carácter religioso, Catedral de
Piedra
, Dios, el Ser Superior hace su aparición desde
los orígenes mismos del hombre en un remoto peñasco
sito en el Mar Caribe venezolano. En versos religados expreso:
"Dios ya se había preludiado / como presencia / y sobre
todo / como necesidad // Más allá de génesis
y orígenes / se supo se intuyó / que era
conveniente contar / con un Ser Superior / generoso y exigente /
a quien dedicarle ofrendas / a
cambio de
favores  //  Divinidad tardía / postrera
rezagada / urgida sin embargo / de templos y devociones / a la
que una naturaleza /
sabia / anticipándose al hombre / y sus creencias / le
construyo prontamente / esta catedral de piedra / en medio de
tanta agua
bendita."

En otro de mis poemarios de corte
religioso,Invocaciones, es el cuerpo amado, apetecido, el
motivo erótico y sexual, el que funge de asidero de la
religación. La amada es el Ser Superior:
"¿Existirá Dios? / ¿Cómo saberlo? /
¿Será efectivamente un rayo de luz / una nube
diferente / una lluvia desigual? // ¿Estará en la
naturaleza / en los libros de
teología / en la reflexión de los filósofos / en el desespero del creyente?
// ¿Cómo hacer para encontrarlo? /
¿Será mejor mirar hacia adentro? / o más
bien / insistir en tu cuerpo breve / pequeño asible / que
sigue siendo / el tamaño exacto de mis creencias / el
soporte perfecto de mi fe." O reconocer abiertamente – para
desengaño de ángeles, arcángeles, tronos,
querubines, potestades y serafines – que: "A pesar / de la
relevancia / de visitaciones / y anunciaciones / prefiero las
encarnaciones." Y para que no queden dudas acerca de mi
devoción al cuerpo encarnado, mi latría, mi culto
religioso se expresa de manera explicita e inequívoca:
"Oraciones de entrega / con las que te rindo homenaje / diosa
exclusiva /  de este culto a tu cuerpo / que no admite otro
creyente / distinto a mi: único oficiante."

Estas son mis personales reflexiones sobre el tema asignado
por los organizadores de este regiomontano encuentro
internacional de escritores, no me atrevo, sin embargo y a mi
pesar, a emitir opinión sobre el misticismo, es decir,
sobre ese estado
extraordinario de perfección religiosa, que consiste
esencialmente en cierta unión inefable del alma con Dios
por el amor, y va
acompañado accidentalmente de éxtasis y
revelaciones. No lo he experimentado todavía, aunque
coincido plenamente con el bíblico Libro de los
Proverbios
cuando afirma que en mística
carnalidad:

"Fuego de Dios es el alma del hombre que
escudriña los secretos del vientre."

 

 

 

 

 

 

Autor:

Enrique Viloria Vera

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