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Rodríguez de Mendoza: el chachapoyano insurgente (página 2)



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En los claustros de San Carlos se revelaría en breve
como un maestro, en la real extensión del vocablo. Esa era
la suprema aptitud con que había nacido; esa, la
impulsión irresistible  que le conduciría
durante su existencia a instruir, a educar, desviándole de
cualquier otras rutas que hubiera adoptado. La reputación
del joven profesor de
Filosofía y Teología
trascendería, asimismo, a los claustros de San Marcos. El
cinco de febrero de 1773, el Doctor Valera, Rector de la Universidad de
San Marcos, nombra a Rodríguez de Mendoza "Regente de la
Cátedra del Maestro de las Sentencias". En breve, el
seminarista toribiano extendía el círculo de sus
admiradores, demostrando con su talento y su saber que era muy
digno de llevar el capelo y las borlas de Doctor que recibiera el
año 1770.

Con su marcada y diferenciada inteligencia
frente al resto de estudiantes, Rodríguez de Mendoza, se
convierte en una rara avis seminarial. Lo es porque
viene de Chachapoyas, una región del oriente peruano
totalmente desconocido por la mayoría de limeños y
criollos. Dentro de una ilimitada concepción del proceso
simbiótico entre hombre, medio
y ambiente, sus
características sirven para explicar cómo, en un
nativo de esta región, pudo producirse, en el
período que queda entre el ocaso de una etapa
histórica y el alborear de otra, un tipo tan genuinamente
peruano y de tan contrastables rasgos sicológicos y de una
inteligencia sobresaliente a los de su generación.
Aquí surge la marcada relación de amistad con
Vicente Morales Duárez y Mariano Rivero de Aranibar, con
quienes posteriormente realizarían la gran
transformación pedagógica en el Real Convictorio de
San Carlos. Es así que simultáneamente vemos en
esta etapa de su vida, dictando cátedra en el Convictorio,
en San Marcos y como asesor del Cabildo y del Consulado
limeño.

A la par de sus cualidades de maestro, Rodríguez de
Mendoza toma la determinación de ordenarse de sacerdote,
bajo la guía teológica de Don Baltazar Jaime
Martínez de Compañón, quien se
convertiría en Arzobispo de Trujillo y por ende pastor de
la grey chachapoyana, que en una de sus visitas pastorales en
1786 dona parte de fortuna para la creación de la primera
escuela de Artes
y Ciencias en la
ciudad de Chachapoyas.

Luego de ordenado sacerdote,  por expresa
oposición le destinan al curato de Marcabal, centro
poblado perteneciente al actual distrito de Huamachuco en el
departamento de La Libertad, a
diez kilómetros de Cajabamba (Cajamarca). Esta
posición codiciada  le asegura su subsistencia. Desde
el punto de vista religioso satisface el anhelo que un pastor de
almas ha de abrigar en un sentido de vivir cerca de los seres
humanos para ayudarles en su vida diaria, en tal forma que
busquen su perfección en Dios. Es, también, un
conveniente comienzo de la carrera eclesiástica, que
permite hacer dinero y que
puede conducir hacia las más altas posiciones de la
jerarquía de la Iglesia.

Sin embargo, las circunstancias, las circunstancias que
acompañan el desempeño de su curato durante los cuatro
años que lo sirve y que son, precisamente, los del
gobierno del
virrey Jáuregui; sus experiencias en la brava sierra de
Huamachuco, y la directa aproximación a los
aborígenes que logra gracias a su dominio del
quechua , van a dar resultado totalmente contrario al que el
obispo y quizás él mismo podían esperar:
Fortalecerán su vocación magisterial al hacerle
comprender, más claramente de lo que antes ha intuido,
cuál es la obra que la educación
está llamada a realizar en el virreynato para salvarlo de
su postración económica y social.

Su precaria salud, por otra parte,
convierte su permanencia en el curato en un martirio
físico. En dos oportunidades tiene que alejarse de su sede
para hacerse tratar de un "mal de la cabeza y pecho",
según los médicos que lo atienden en Trujillo.
Estos consideran que ese "temperamento" es contrario a su salud
y, por lo tanto, la causa de su "miserable constitución". El obispo  le da
permiso para curarse en Lima, y cuando el sacerdote
Rodríguez de Mendoza cree haberlo logrado superar su mal,
persiste en volver a Marcabal, pero no pasa de Trujillo. En esa
ciudad recibe una orden del virrey Croix para que regrese a Lima
a fin de asumir el vicerrectorado del Real Convictorio de San
Carlos, en reemplazo del Padre José Silva Olave quien es
promovido al Curato de Carhuamayo.

EL
MAESTRO

           
El hombre que
se ha formado debe prestar un servicio a los
demás, el intelectual ha de tener un sentido del servicio
y cuando las circunstancias lo colocan en una situación
directiva tendrá que señalar un camino y entregar
su saber. Y si tiene vocación de maestro no sólo
debe dar sino darse y esto hizo Toribio Rodríguez de
Mendoza, en toda su vida.

           
Como docente en San Carlos se propone formar una juventud que
pueda dirigir al país de acuerdo a sus necesidades.
Quería que en su Colegio, que era de corte clásico,
es decir, en donde se enseñaba principalmente
Filosofía y Latín, lucha para que se enseñen
también las ciencias
naturales, como la Geografía, matemática
y física,
argumentando que los hombres que asumirían
responsabilidades sociales, no sólo debe estar permitido a
los abogados y sacerdotes; sino que todo joven debe ser capaz
para enfrentar los retos del futuro nacional. Quiere
Rodríguez de Mendoza una educación especial
para los jóvenes que no siguen la carrera literaria. Desea
una formación que los haga aptos para desempeñar
los puestos que el país les confíe.

           
Desde el punto de vista académico, en sus inicios de
docente del Convictorio, tiene a su cargo "la enseñanza interior". Esto significa
repasar a los estudiantes las clases que han recibido en la
Universidad y asistir a los "Ejercicios literarios" nocturnos. A
tales obligaciones
se agregan las de carácter administrativo que consisten en
vigilar que escriben" bien las lecciones,
corrigiéndolas y enmendándolas; en "velar que
las horas destinadas al Estudio se apliquen a él, zelando
y que no divaguen a otros entretenimientos y ocupaciones"
;
acompañar (a razón de un maestro por Facultad y
turnándose) a los alumnos a la Universidad, "cuidando
con mayor vigor para que observen la moderación y decencia
que corresponde".

           
Para la reforma educativa en la etapa previa a la independencia
nacional, cuenta con el apoyo de dos insignes personajes; por un
lado el Padre Cisneros que lo alimentaba con información bibliográfica
"censurada" en su tiempo y el
Doctor  José Baquijano y Carrillo, Conde de
Vistaflorida, compañero de estudios de Rodríguez de
Mendoza en el Seminario de
Santo Toribio. Baquijano y Cisneros serán los que
introducen a Rodríguez de Mendoza en la Academia
Filarmónica de Rossi y Rubí; y en las tertulias del
culto español.
Aquí conocerá a los miembros que han de constituir
la Sociedad
Amantes del País, y los que, al apreciar la
personalidad pujante del Maestro, han de convertirse en sus
más entusiastas propagandistas.

           
En el año de 1786, ante la renuncia del Arquellada,
Rodríguez de Mendoza, es designado Rector del Convictorio,
cargo que es ratificado por el virrey un año
después. Con la colaboración de su vicerrector
Rivero y la ayuda de Moreno, el Dr. Rodríguez de Mendoza
prepara un documento cuya trascendencia educativa es tan grande
que en el orden político va a ejercer fuerte influencia en
el inmediato futuro del Perú. Estas y otras medidas,
así como el gran desempeño en la cátedra de
Leyes y
Cánones y la de Prima de Teología, el 30 de junio
de 1801, es designado vice-rector de la Universidad de San
Marcos.

           
"Lo nuevo no está reñido ni con lo viejo ni con
lo mejor",
fue la frase que caracterizó su reforma
educativa en San Carlos. La mixtura de la educación
carolina impuesta por Rodríguez de Mendoza y los elogios
que motivaban los estudiantes en sus ponencias traspaso las
fronteras de nuestra patria, que en los cinco primeros
años de rectorado, ya contaba con estudiantes de Ecuador,
Bolivia,
México y
Panamá,
ya que según sus biógrafos
indican, que Rodríguez de Mendoza, quiso además de
una educación científica, una educación que
forme al hombre y de todo al hombre. Es así que en sus
memorias
escritas en el Mercurio
Peruano, escribe Rodríguez de Mendoza: "Los indios por
fin son elevados a la dignidad de
hombres…los primeros resultados serán la unidad del
idioma y al fin la recíproca amistad nacida de la igualdad que
pone a cubierto de la opresión".

           
En poco tiempo San Carlos se convierte en "la primera escuela
literaria del Perú" y su rector calificado como el
Bacón de América. Argumentos como  "Los
manuales son
para los principiantes; pero para el adelantado estos libros son la
peste y es imposible tener en ellos una sólida
formación que deben tener los Evangelistas o Doctores de
la Ley", hacen que
llegue a oídos del Virrey Pezuela que frente a las
intrigas de la sociedad criolla limeña, argumenta que "En
San Carlos, hasta la piedras son insurgentes".

           
Esta insurgencia ideológica y pedagógica de Toribio
Rodríguez de Mendoza, se debe a la revolución
que hace en las aulas, cambiando los manuales memoristas por
libros "censurados" que por medio del Padre Cisneros,
traía  Rodríguez de Mendoza para la
enseñanza y la libertad intelectual de sus estudiantes.
Decía el Precursor: " Las reformas meramente
pedagógicas, están fundamentadas
psicológicamente, porque no se exigirá a los
escolares el servil trabajo de
la memoria al
pie de la letra, sino una lectura
detenida, reflexionada, de que darán razón todas
las noches a la hora de las Conferencias".

Es decir, un cambio radical
a la enseñanza tradicional que motivaba al alumno
reflexionar, comparar y analizar nuestra realidad. Aquí el
gran aporte de Rodríguez de Mendoza, que le
convertiría honoríficamente como "Maestro de
Maestros del Perú". En 1.813 vienen las acusaciones de
insurgencia y con ello el declive del Real Colegio Convictorio de
San Carlos. Con el pretexto de ser refaccionado el local y de
introducir un nuevo plan de estudios,
se clausura aquel centro famoso de cultura y de
transformación ideológica de una generación
que en sus mentes y almas recibieron vientos de libertad del yugo
español.

           
Simultáneamente a este cierre de ciclo de gloria educativa
en el Perú, se inicia una serie de actos rebeldes contra
el Rey de España.
Vientos de cambio soplaban por toda la
república. Ex alumnos carolinos en plazas
públicas mediante discursos
arengaban y pregonaban la necesidad de libertad, hecho que poco a
poco fue calando en la mente de todos los peruanos.

RODRÍGUEZ EL
MULTIFACéTICO

           
Una de las cualidades de Rodríguez de Mendoza, fue su
inquietante afán por el estudio y la investigación, que nadie podía
opacar su sabiduría. Como sacerdote a la par de oficiar su
labor sacerdotal en Marcabal, fue cuarto Capellán de la
Casa de Pizarro, Presidente de la Junta subalterna de censura de
Lima, Canónigo Lectoral del Cabildo Metropolitano, por su
delicada salud no aceptó la candidatura para ser designado
Arzobispo de Lima "y por no echarse un peso superior a sus
fuerzas". Fue un sacerdote liberal, que se anticipó a su
época y que muy bien se podría afirmar que es el
iniciador de la Teoría
de la Liberación, que el Padre Gutiérrez, lo
fundamente muy bien en estos tiempos.

Como una muestra de su
enraizada fe católica, culminado las discusiones para
aprobar los artículos referidos a religión,
argumentó "convengo en todo, y solo no admito la
intolerancia religiosa",
dando una lección llena de
nobleza, de comprensión, de respeto a la
dignidad humana.

           
En el campo jurídico, ocupó el Decanato del Colegio
de Abogados de Lima, como periodista escribió en el
"Seminario Erudito, Económico y Comercial" y en "El
Investigador" con el seudónimo de "SIRIACO RAZURA",
así como en "El Mercurio Peruano". Miembro Perpetuo de la
Sociedad Patriótica, donde recibe la "Orden del Sol" de
manos del libertador José de San
Martín. Ocupó el vicerectorado y rectorado de
la Universidad Mayor de San Marcos y Diputado por Lima y la
Libertad para ocupar un escaño en el primer Congreso
Nacional. Previo a eso es elegido Diputado ante las Cortes de
España, pero no viajó a la península porque
el Rey Fernando, restablecido en el trono, había abolido
el régimen constitucional.

           
En su apacible retiro de la catedral, supo Rodríguez de
Mendoza de las campañas de libertad que azotaban nuestra
patria. Estaba enterado de las campañas victoriosas en el
Orinoco a Bocayá y del Plata a Maipú, y como
Bolivar, desde el
norte y San Martín, desde el sur, cual en gloriosa apuesta
de vuelos, aprestábanse sobre tierras peruanas para
arrebatar la presa al gavilán peninsular.

           
Luego de la Independencia Nacional e instalado en Congreso de la
República en setiembre de 1,822, donde Rodríguez de
Mendoza es elegido Diputado y es honrado por sus ex alumnos,
designándole como Presidente de las Juntas Preparatorias
del primer parlamento, ese día, cuando se sienta para
presidir las cesiones, se vio rodeado de 35 discípulos que
estudiaron en San Carlos, dice Mendíburu. " El
señor doctor don Toribio Rodríguez de Mendoza, se
deshizo en llanto, por largo rato, al extremo de suspenderse la
sesión para atender al afligido eclesiástico. Se le
preguntó por qué lloraba, y contestó que lo
hacía de gozo y con la mayor ternura, porque se hallaba
rodeado de sus hijos, dando instituciones
liberales al país por las que venía trabajando
desde años atrás, al través de grandes
riesgos e
inconvenientes.
De los 64 diputados que componían
el Congreso, 54 eran carolinos. En el congreso ocupo las
presidencias de las Comisiones de Constitución,
eclesiástica, de libertad de imprenta y de
instrucción pública. De allí tendremos que
valorar su ideología plasmada en artículos de
la I Constitución del Perú.

           
Políticamente Rodríguez de Mendoza fue un
republicano liberal y de nítidos, doctrinario tenaz,
ardoroso, con esa tenacidad y ese ardor que caracteriza a los
temperamentos en quienes la dialéctica es una cuasi
función
orgánica.

           
El hecho que el maestro considerase triunfantes en la Asamblea
las teorías
que predicara a sus discípulos, no quiere decir que
reposara en la consecuencia ideológica de la
mayoría de los diputados. Queda en los anales de la 
historia
republicana, el rechazo a la propuesta de San Martín de
querer instaurar una república monárquica en el
Perú: "La democracia es
el único gobierno aceptable en América, porque
aquí existe la nivelación del apostolado.
¿Pescadores? ¿Mercaderes? Cuando más un
publicano o un Quirete. Nada de patricios, todos somos los que
los aristócratas llaman canalla gentilicia".
Si
actitud de
reproche a todo acto que indigne a la sociedad peruana sin
divisiones, comprendiendo que la nobleza se adquiere y no se
hereda, en la firma del Acta de la Independencia del Perú,
suprimió el apellido Mendoza, de que hacía alarde
su familia y que
usara él antes de la libertad nacional, para contentarse
con el de Rodríguez.

           
El Congreso Nacional sufre un receso temporal por una
incursión militar de Riva – Agüero y tropas
españolas lideradas por Canterac (1823), donde el tribuno
chachapoyano es vejado en su dignidad humana, acusándole
de enriquecimiento. Su enfermedad se agrava. El 10 de junio de
1825 muere a los 75 años. Se depositaron sus restos en un
humilde nicho, años después, desapareció la
plancha de metal en que estaba  su epitafio;
haciéndose de este modo difícil el saber donde se
hallaba su cadáver, y si ha sido o no exhumado.
Aquí la gran ironía del destino: El prohombre de la
libertad nacional, es el único que no descansa eternamente
en el Panteón de los Próceres (ubicado en el Parque
Universitario).

           
Pese a la  fama, Rodríguez de Mendoza, murió
en la extrema pobreza, al
extremo que la sepultura y ceremonias fúnebres fueron
sufragados mediante colecta entre sus amigos. "Era alto,
flaco, muy trigueño e inclinado de hombros. Rostro feo,
pero animado. Su voz plateada y flexible, aunque debilitada por
la afección al estómago",
son las
características físicas que coinciden todos sus
biógrafos.

           
Son ideas las que gobiernan al mundo y Don Toribio fue un
sembrador de ideas. Los que forjaron el Perú pudieron
decir públicamente que San Carlos era un "semillero de los
principios
revolucionarios" y en el Convictorio los aprendieron porque
amaron la nueva realidad que desde fines del siglo XIX se
venía incubando y ella era la que había hecho
posible la creación del Perú como Nación
y Estado. Esta
nueva realidad, este Perú mestizo es deudor eterno del
Doctor Alejandro Toribio Rodríguez de Mendoza
Collantes.

Bibliografía
consultada

EL PRECURSOR de Jorge Guillermo Leguía, 1922

RODRIGUEZ DE MENDOZA de Oscar Noé Zevallos, 1984

RODRIGUEZ DE MENDOZA. HOMBRE DE LUCHA de Fernando Romero,
1973

LECTURAS HISTORICAS COMENTADAS de Ismael Portal, 1918

 

 

Autor:

Lic. Manuel H. Cabañas López

Periodista. Servidor
Público en el Gobierno Regional de Amazonas.

Labora en la Gerencia
Regional de Desarrollo
Social

Partes: 1, 2
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