- Introducción
- Impacto de la
Urbanización - La Violencia
- La
Delincuencia - La
particularidad del concepto Mara
Introducción
Sin duda que el tema de la delincuencia
ha alcanzado niveles que rebasan las posibilidades técnicas y
humanas de muchos países latinoamericanos. En El Salvador,
en los últimos meses, la delincuencia ha ascendido con
celeridad y puede convertirse peligrosamente en símbolo de
violencia
social, es decir, que pareciera ser que el uso de la violencia en
actividades delincuenciales conlleva a la innecesaria
demostración simbólica del poder en la
que cada acto delictivo violento conlleva una condición de
poder sobre el subordinado, que en este caso resulta ser la
victima.
Requiere entonces analizar tres componentes indispensables de
la vida social nacional, pero particularmente de aquellos
espacios urbanos y de las múltiples formas en las que
éstos se construyen. En el insistentemente llamado "Gran
San Salvador", convive una mezcla de conformaciones humanas que
muy poco permiten categorizarlas en su debida forma, de hecho, su
misma volutividad conduce a la observancia de cambios repentinos,
bruscos y poco identificables. San Salvador se construye en su
espacio e interacción humana, en diminutas partes
encontradas en sus formas y en su configuración
étnica, cultural, histórica y
socioeconómica. Se trata de una ciudad de incipiente
formación llena de sinnúmero de realidades
que sólo pueden articularse con esfuerzo teórico.
En virtud de esas realidades, las Maras constituyen uno de los
grupos que
requieren estudio constante. En esta línea, abordaremos
tres elementos básicos. 1º. el impacto de la
urbanización, 2º. la definición de violencia y
delincuencia y 3º. La particularidad del concepto
Mara.
Impacto de la
Urbanización
Indistintamente de la historia, particularidades y
cultura, el
nuevo tipo de globalización que hoy vivimos, acelera los
procesos de
urbanización en casi todas las sociedades. De
los años 40´ a los 80´, los países
industrializados diseñaron un plan de
crecimiento urbano para Latinoamérica consistente en la
generación de empleo,
especialmente en la rama industrial, ahora, parece que tal
diseño
de urbanización ha sido substituido por el antiguo
concepto de la sociología alemana de "continuum
folk-urbano" [1]de Robert
Redfield quien coloca la actividad urbana latinoamericana como
simple expresión de las conductas y caracteres propios de
individuos y no de la historia misma de estos individuos, dicho
de otra manera, para el siglo XXI los países occidentales
se empeñan en imponer modelos
urbanísticos de ciudad-mercado en
Latinoamérica, de los cuales El Salvador es
un ejemplo.
En San Salvador, el espacio (y no necesariamente su cultura
urbana) se amplía casi sin límites.
La industria de
la construcción se impone de manera
inapropiada y la ciudad crece amorfa y desordenadamente sin
diseño propio. Esto que llaman ciudad, apenas cumple
con los requisitos básicos para la
administración de los servicios que
provee.
En realidad todo diseño urbanístico pasa por la
incorporación de su población a una cultura urbana,
condición que desde luego no se cumple en este caso. La
ciudad muestra fuertes
rasgos de la cultura agrícola Colonial y la ilusión
de lo urbano, aún con todo el montaje de su
infraestructura no hace más que profundizar la brecha
entre lo humano y su espacio. En su sentido estricto, la
cultura urbana es un complejo sistema de
lenguaje,
organización social, étnica y
económica que se expresa en la cotidianidad de los
individuos de manera articulada y vinculante, casi
interdependiente. Sus códigos, sistema de señales, nomenclaturas, conductas y
cosmovisión los une e identifica, aunque esto mismo
signifique distinguir sus particularidades y heterogeneidad
[2].
En realidad pensar la "ciudad de San Salvador" implica
reconocer las conductas semiurbanas en la mayoría de sus
habitantes. Agresividad, lenguaje precario en políticos,
funcionarios, universitarios, empresarios, sectores
económicos medios y
altos, etc. (posiblemente con un vocabulario de no más de
15 conceptos), desinterés por el
conocimiento académico, desinterés por el
arte y la
cultura, malos hábitos de higiene (meterse
los dedos a la nariz, estornudar sin cubrirse y escupir en
la calle), son algunos ejemplos que confirman el espacio urbano
como un extenso paraje verde con incrustaciones
simbólicas de urbe con tendencia comercial. En estas
circunstancias, a diferencia de los jóvenes rurales
en donde su identidad se
manifiesta claramente con su propio devenir y cosmovisión,
los jóvenes urbanos se confunden en sus propias formas de
pertenencia étnica y cultural, precisamente por ello,
buena parte de jóvenes se integran a grupos contestatarios
o de resistencia
local[3]. En realidad no es para
menos, los espacios juveniles para la expresión
sociocultural apenas surgen como destellos imaginarios.
Ciertamente, los jóvenes difícilmente encuentran
su función
en una ciudad carente de alternativas culturales,
económicas y sociales, por el contrario, les exige
compromisos civiles, morales y éticos que realmente la
misma ciudad no les proporciona, aunado a esto, la
construcción de nuevas carreteras (indispensables para el
comercio)
aceleran el rompimiento de los intervínculos sociales y de
pertenencia étnica, dividiendo territorios que obligan a
los individuos a la creación de micromundos con
ínfima proyección hacia el futuro, por ello, sin
lugar a dudas, el mismo proceso de
urbanización tiende a desaparecer u ocultar a grupos
emergentes tales como las Maras.
La
Violencia
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