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La calidad de los datos y los procesos de comunicación (página 2)



Partes: 1, 2

Asi que la validez del conjunto de los datos de
referencia es una cualidad que tiene que ver con la de
completitud.

Se comprende que la validez es una cualidad de la
comunicación que depende del conjunto de los datos de
referencia: cuando los datos de referencia son suficientes para
que el destinatario de la comunicación sitúe correctamente ese
objeto de referencia en el espacio, en el tiempo y en
relación con otros objetos, la comunicación ha
asegurado la completitud de los datos de referencia; cuando los
datos de referencia son insuficientes (falta de datos debida al
sesgo informativo o al ocultamiento) porque no permiten situar
correctamente ese objeto de referencia en el espacio, en el
tiempo y en relación con otros objetos, la
comunicación carece de completitud.

Las condiciones que garantizan la completitud de los datos
de referencia quedan aseguradas: a) Cuando los datos de
referencia proceden de expresiones en cuya obtención ha
participado directamente el objeto de referencia o bien otros
objetos de referencia; convienen al punto de vista y el conjunto
de datos resultante no oculta o sesga datos pertinentes. b)
Cuando los datos de referencia pueden ser atribuidos al objeto de
referencia o a otros objetos: convienen al punto de vista y el
conjunto de datos resultante no oculta o sesga datos pertinentes.
c)  Cuando puede ser afirmada la no-pertenencia de los datos
de referencia al objeto de referencia o a otros objetos;
convienen al punto de vista y el conjunto de datos resultantes no
oculta o sesga datos
pertinentes
[6].

Pero ¿cómo podemos constatar estas cualidades en
los datos de un mensaje particular?  La respuesta implica
una pequeña digresión previa, relativa a las
fuentes de los
datos sobre los objetos de referencia.

Todo lo que el hombre
conoce  en el curso de su vida, lo obtiene por dos tipos de
vías: la experiencia de su interacción directa o indirecta con el
objeto, o la comunicación de otros sujetos quienes se
refieren o han referido al mismo.

En el primer caso el contacto con el objeto se produce
mediante la receptividad de los sentidos del
sujeto en la práctica con o sobre el objeto. Esas
sensaciones en su conjunto conforman la percepción
del objeto o los indicios objetivos
sobre del mismo (fragmentos, olores, etc) permiten inferir
algunas propiedades y reconocerlo o asociarlo a alguno ya
conocid. En el segundo caso,  siempre  nos referiremos
al resultado de una acción
comunicativa (lo oido, visto,
palpado, percibido y/o razonado por otros, que nos es transmitido
con propósitos comunicativos). 

Sabemos que las experiencias vividas son unas fuentes
importante de conocimientos, pero están limitadas en el
tiempo y el espacio; y  sabemos también que el
hombre es un
sujeto cultural el cual forma su conocimiento
del mundo en que vive , además,  por la
asimilación de las experiencias de otras gentes en otros
momentos y lugares. Es por eso que se afirma que la mayor
cantidad de los conocimientos que acumulamos procede de
experiencias mediadas por actos comunicativos,  razón
por la cual su objetividad, en el sentido que le da Martín
Serrano, puede ser bastante relativa. No obstante la
polémica filosófica sobre la objetividad,
como  no viene al caso ahora, sólo expondremos
aquí reflexiones prácticas sobre la
comunicación en el ámbito de las relaciones
interpersonales, organizacionales, o  la difusión
masiva.

Cómo en un plano práctico sólo hay dos
caminos para constatar las cualidades aparentes  del
objeto[7] y comprobar su
objetividad, podremos verificarlas por la constatación
mediante otras percepciones (experimento), o comprobar que otros
sujetos las perciben de igual modo (consensualización). El
primer caso podría denominarse una comprobación
empírico-  experimental; en el segundo, una
"triangulación", sabiendo no obstante que todo consenso ya
introduce una buena dosis de subjetividad. Las personas en su
quehacer cotidiano ejecutan esas verificaciones
automáticamente y refrendan su justeza apoyada en el
"sentido común". Todo lo cual es válido en
términos de  percepción de la cotidianidad,
pero dista bastante de la confirmación
científica.

Ahora bien,  los datos obtenidos mediante 
comunicados, éstos, por razones obvias, siempre 
están mediados por la calidad de la
percepción del sujeto, y de sus representaciones mentales,
de sus competencias
comunicativas, y por la intención con la cual comunica
algo. Aunque  se sepa que todo producto
comunicativo es sólo relativamente objetivo,
tendemos a establecer escalas de confianza en relación con
el soporte y con la credibilidad de la fuente, que nos hacen
adoptar diversas posiciones en la aceptación o no de 
los datos. Así tenemos que en determinados mensajes, como
en el cine
documental y las noticias
audiovisuales, nos atenemos al axioma muy discutible que
"vista hace fe", pero no lo adoptamos para las
películas de animación, las de ficción o las
telenovelas o teleplays.

La credibilidad de las fuentes, por su parte,  suele
concederse  a partir de un conocimiento o presunción
sobre las mismas. Si fuese una persona, los
indicadores a
los que se apela más frecuentemente son la cercanía
con el objeto en el tiempo y el espacio, a los conocimientos que
por su experiencia (vivencial o cultural) pudiese el informante
tener del mismo, y  la posición axiológica que
manifiesta hacia el asunto[8];
cuando se trata de una organización como fuente suele
añadirse  la especialización en el asunto, y
el carácter del comunicado (función
oficial u oficiosa, y pretensión gestora, ostensiva,
persuasiva, divulgativa,
etc.)[9].

La significatividad aparece entonces como criterio de discriminación, al pautar si lo que se nos
dice sobre el objeto sirve o no para darnos una idea clara del
mismo con arreglo al  lugar y papel que se le puede
adjudicar en ese discurso. La
significatividad de los datos incide directamente sobre la
eficiencia de
los comunicados, cuando los datos de un mensaje son poco o nada
significativos, introducen redundancias innecesarias, o
ambigüedades perniciosas que conspiran contra una verdadera
comunicación al distorsionar la percepción del
objeto de referencia, de forma voluntaria o
involuntaria[10].

Por su parte la validez resume un fenómeno más
complejo: la capacidad de aportar datos seleccionados desde la
perspectiva el de las posibles lecturas o interpretaciones del
discurso o enunciado,  con miras a  darle un sentido lo
más favorable a la correlación entre el impacto
posible y el deseable[11]. Es por
ello que al aludir el fenómeno, Manuel Martín
Serrano afirma que " En consecuencia, los Actores de la
comunicación, en la medida que deciden el empleo
práctico que dan a los datos de referencia, están
comprometidos con los efectos materiales,
cognitivos, sociales que va a generar la comunicación
(aunque esos efectos sean distintos a los que
pretendían)[12].

La comunicación se realiza para obtener determinados
efectos sobre el mundo material, el mundo social o el mundo
cultural; el producto comunicativo expresa valores,
intereses, motivos, necesidades de los participantes en uno u
otro polo de la comunicación, aunque no sean las
mismas.

Es por ello que al evaluar las intervenciones sobre el
conjunto de los datos de referencia al conformar el mensaje y el
comprometimiento de su validez con ello, se evidencian dos clases
de actuaciones, según algunos especialistas:

• El ocultamiento de la intencionalidad en el sentido del
comunicado, al presentar una versión a favor o en contra
de determinado punto de vista, omitiendo los argumentos que
pudieran impugnar ese enfoque. esto afecta a la transparencia del
proceso
comunicativo, ya que se procura que los receptores ignoren las
intenciones que subyacen en tal enfoque.

• O se declara la intencionalidad de la
comunicación, pero las omisiones vulneran la 
completitud del mensaje, al omitir datos necesarios para una
visión del objeto acorde con sus modos de  comportamiento
o estructura
real.

Sin embargo sería ingenuo considerar que la validez de
un mensaje es una cualidad absoluta, un mensaje puede no ser
válido desde determinada perspectiva axiológica o
serlo desde otra (verbigracia: los puntos de vista del lobo y el
carnero, en cuanto a las dietas nunca
coinciden); puede ser válido cognoscitivamente, pero
producir un efecto negativo en el orden social o personal (una
explicación exhaustiva de una dolencia por parte de un
facultativo a un paciente puede producir un efecto
yatrogénico, más pernicioso que útil). Por
tanto la validez transita una escala que
comienza en lo cognitivo-afectivo, atraviesa lo semántico
y pragmático y desemboca en lo deontológico
(ética
profesional).

Como se puede inferir del análisis anterior, las coordenadas de
objetividad, significatividad y validez constituyen un buen
instrumento para la evaluación
de los productos
comunicativos que se facturan, sobre todo en niveles donde la
retroalimentación no es inmediata, los
públicos extensos y los impactos sociales considerables
(valdría decir, principalmente, mensajes difundidos
masivamente con fines de propaganda,
publicidad, y
comunicación de bien público, entre otros.

 Todo lo anterior remite a conclusiones casi obvias: no
puede denominarse como una comunicación verdadera aquella
donde no hay correspondencia entre lo que se dice del objeto y
las propiedades del objeto mismo, aquella donde los datos
seleccionados en lugar de aclarar oscurecen el sentido de lo
comunicado, o aquella en la cual el sentido de  lo
comunicado se produzca un con un propósito contradictorio
en relación con las intenciones manifiestas del
comunicador. Cuando esto no sucede desde un punto de vista
técnico y epistemológico es más adecuado
hablar de una comunicación distorsionada, desvirtuada o
manipulada.

En términos de comunicación institucional y/o
pública, la observancia de cada una de las cualidades
arriba descriptas redunda en fortalezas del producto
comunicacional y su vulneración en debilidades, estudios
realizados por el autor en el ámbito
territorial[13], sin se aún
todo lo rigurosos que debieran, no lo concluyentes que pudieran
ser, apuntan hacia las siguientes relaciones causales en un
número elevado de los casos estudiados:

-          Cuando
se vulnera la objetividad de los comunicados se pone en tela de
juicio la credibilidad más elemental; el respeto por
aquella cualidad crea confianza en el comunicador y por
extensión hacia la caracterización del objeto
aludido.

-          Cuando
se vulnera la significatividad por irrelevancia de los datos, el
resultado es la percepción de que la irrelevancia permea
el conjunto de datos y por extensión al objeto; cuando se
aplica consecuentemente los mensajes resultan más fluidos
por ajustados al tema y a las prevenciones que sobre el mismo
suelen aparecer en las "lecturas anticipadas" que desde los
primeros enunciados, hacen los receptores. Se obtiene una
gradación dada en la eficiencia comunicativa.

-          Cuando
se vulnera la validez, la eficacia se pone
en entredicho, se expone el mensaje a una operatividad nula si se
descubre o percibe intuitivamente su invalidez; se pueden
introducir sesgos que desvían la posibilidad de juzgar,
caracterizar y – en última instancia – actuar en
correspondencia con la función imperativa de la
comunicación. 

Ahora bien, cómo podremos sortear los escollos
anticipados. Los evitaremos a partir del conocimiento más
cabal y profundo del objeto de referencia que podamos obtener, de
un riguroso sentido de la selección
de recursos
expresivos para producir nuestros comunicados en función
del las características del público destinatario
(su conocimiento del asunto, los códigos que maneja para
comunicarse, sus sistemas
axiológicos y las redes informales de
comunicación entre sus miembros), y por último,
teniendo bien claros los propósitos del mensaje desde una
perspectiva funcional y ética.

Todo lo cual se traduce en conocimiento de la calidad de la
fuente (virtudes y limitaciones), el dominio de las
técnicas de obtención de
datos,  destrezas profesionales en el uso de los lenguajes
empleados en la construcción del mensaje,  sentido de
responsabilidad
social a la hora de  decidir qué, cómo,
cuánto y cuando se dice, así como una visión
autocrítica de nuestra producción comunicativa, sin la cual la
hipo o hipervaloración de lo que hacemos puede ser la
primera y no la menos importante de las mediaciones que
determinan la calidad de la comunicación.

BIBLIOGRAFÍA

-         
Martín Serrano, Manuel y otros: Teoría de la
Comunicación;
Epistemología y análisis
de la referencia. Madrid,
Cuadernos de Comunicación, 1982.

-         
Berrío, Jordi: Teoría psicosocial de la
persuasión
. Barcelona, MITRE, 1983.

-         
Fonseca, Rafael: "Criterio de evaluación de la calidad en
los procesos
comunicativos en la actividad propagandística" Conferencia
presentada en el evento de la UNEAC en Puerto Padre :
Audiovisualidad y Artisticidad 
( Noviembre/2006).

-         
______________________: Consumos culturales de los comunicados
periodísticos en las provincias del oriente cubano
.
Stgo de Cuba, Dpto. de
Periodismo ,
Universidad de
Oriente. 2002 [Tesis
doctoral].

-         
______________________: Representación subjetiva y
funcionalidad de los sistemas territoriales de información socia.
Stgo de Cuba,
Universidad de Oriente, 2000 [Tesis de
Maestría].

 

 

 

 

 

Autor:

Dr. Rafael Fonseca Valido

Profesor Titular de Teoría
e Investigación en Comunicación.
Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. Cuba.

[1] .- Rafael Fonseca.
Consumo de los comunicados periodísticos en las
provincias
[…]

[2] .- En teoría de la
comunicación solemos designar como objeto de referencia, a
la cosa, persona, suceso, asunto del cual versa lo
comunicado.

[3] .- Véase a 
Jordi Berrío: Teoría psicosocial de la
persuasión
. .

[4] .- Manuel Martín
Serrano y otros: Teoría de la Comunicación,
p. 127.

[5] .- Ibídem.

[6] .- Martín Serrano y
otros: Ibid. .

[7] .- Experimentalmente lo
psicología
ha demostrado que las sensaciones pueden alterarse con agentes
físicos, químicos y psicológicos, y que no
siempre el sujeto tiene conciencia de
ello, formándose desde aquellas una percepción
falsa, en buena medida, del objeto.

[8] .- En ese punto, es
válido recordar que en la medida en que se asemejen
más las convicciones de comunicador y receptor,  es
mayor crédito
que el segundo suele darle al primero.

[9] – Véase: Rafael
Fonseca: Consumos culturales de los comunicados
periodísticos en las provincias del oriente cubano,

pág. 68 – 78.

[10]- Por ejemplo si en la
caracterización  profesional de  una persona
aludimos a su estatura, ese dato que puede ser objetivo no es
significativo; pero sí lo sería si el
propósito es identificar esa persona entre varios
más altos o más bajos.

[11] – Ahora bien los
criterios «aceptable/inaceptable»
«deseable/indeseable» remiten al dominio de los valores.
Sin entrar en esta ocasión en el estudio de los valores
concretos que cabe defender para la práctica comunicativa,
conviene destacar que los valores están necesariamente
complicados en el proceso comunicativo, porque no hay
práctica comunicativa alguna que no lleve a cabo un cierre
o una apertura de datos a partir de la cual se establecen, de
forma explícita o implícita, juicios de valor sobre la
realidad a propósito de la que se comunica
(M.
Martín Serrano, 1982).

[12] .-Ibid.

[13] .- Rafael Fonseca:
Representación subjetiva y funcionalidad de los
sistemas territoriales de  información social.

Stgo de Cuba, Universidad de Oriente, 2000 [Tesis de
Maestría].

Partes: 1, 2
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