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¿Falta de identidad nacional o de identidad ciudadana? (página 2)



Partes: 1, 2

Quienes tenemos la oportunidad de viajar regularmente a lo
ancho y largo del País nos topamos con expresiones
culturales, ahora más que antes, que nos tientan a pensar
en la posibilidad real que a las diferencias de pueblos
amazónicos, quechuas, afro-peruanos, etc. se suman ahora
mayores coincidencias que van configurando una única
Nación
llamada Perú.

Cuando los migrantes rurales se afincan en las ciudades traen
un cúmulo de costumbres, actitudes,
ideas, sentimientos, etc. propios de sus pueblos de origen; pero
la cultura a la
que se integran (que puede ser urbana, porteña,
costeña, etc.) los lleva a modificar paulatinamente sus
patrones culturales y ellos mismos como sus descendientes
terminan asumiendo nuevas perspectivas y una nueva
cosmovisión del mundo que los lleva a ser expresión
de una nueva cultura chola o mestiza a la que no pueden
sustraerse.

Conviene hacer notar aquí que el fenómeno
migratorio no es unidireccional es decir solo del campo a la
ciudad, no; también se presentan casos -en menor
porcentaje sin duda- de personas que por razones diversas ven la
necesidad de migrar y asentarse en zonas rurales (por trabajo,
familia, etc.)
a las que se incorporan e integran creativamente.

La mixtura, o como prefieren algunos, la heterogeneidad
socio-cultural es el sustento de nuestra nacionalidad y
apoyándonos en ésta nos potencia para
pensar en un Proyecto
Histórico de Desarrollo que
nos lleve al gran salto de la homogeneidad
económico-política.

Seguir pensando un Perú con grupos
étnicos eternamente enfrentados y como un conjunto de
naciones entre las cuales no cabe integración real, significaría
pensar que no somos capaces hasta ahora de aspirar a la
posibilidad de un mestizaje integral. En tales condiciones la
propuesta de pensar un proyecto-país se torna
imposible.

Nunca como ahora suena muy actual aquella socarrona
expresión de Don Ricardo Palma y motivo de uno de sus
cuentos: "El
que no tiene de inga tiene de mandinga". 

Reiteramos la obligación moral, ahora
obligación jurídica establecida por todos los
organismos internacionales competentes, de reconocer y respetar
las culturas vivas que existen en nuestro territorio. Ellas han
sido, son y serán motivo de orgullo permanente para todo
peruano y representan sin ninguna duda el alma y la
esencia de la peruanidad del siglo XXI.

Es oportuno reconocer la existencia de una corriente
político-ideológica que entiende el mestizaje como
mecanismos de presión
social, política y económica que ejercen una elite
criolla para lograr hegemonía y control sobre el
resto de grupos étnicos como aborígenes, mestizos,
mulatos, etc. Por ejemplo, Silva Santistevan, hace dos
décadas escribió: "Nuestra hipótesis rechaza el planteamiento de que
el Perú de hoy cuenta con un Estado que sea
el marco político institucional de una nación
integrada y mestiza. Este planteamiento oculta el hecho
fundamental de la heterogeneidad étnica de nuestro
País y da por concluido apresuradamente un proceso
histórico de integración que está lejos de
haber alcanzado su plenitud".

El mestizaje entendido como estrategia de
dominación es una postura ideológica respetable y
no podríamos dejar de reconocer ciertamente el hecho que
el Perú históricamente nace y se desarrolla como
producto de
una relación conflictiva entre lo andino y lo occidental.
Nuestras raíces socioculturales del periodo
prehispánico  mantuvieron siempre presencia, que a
pesar del impacto occidental no han desaparecido totalmente y no
creo que lo hagan. Pero algo está cambiando, para bien de
las generaciones venideras.    
                 

Para terminar este primer punto de nuestro artículo, es
oportuno hacer notar que para gestar un proyecto de largo plazo
pensando en la revaloración de nuestras raíces que
promueva sistemáticamente el afianzamiento de nuestra
identidad
nacional debería promoverse la especialización
de verdaderos gestores culturales. Estos gestores culturales
serían profesionales a cargo del Estado que se
encargarían de la elaboración y ejecución de
proyectos
culturales que permita sistematizar procesos,
evaluar experiencias y sobre todo plantear y replantear objetivos que
permita desarrollar políticas
de Estado relacionadas con nuestra identidad
nacional.   

SOBRE NUESTRA
IDENTIDAD CIUDADANA

Existe ahora una concepción mucho más clara y
fundamentada de lo que significa la palabra ciudadanía. Empecemos por reconocer que es
un atributo concedido por el Estado, que
automáticamente da al individuo un
status jurídico expresado en derechos políticos,
civiles y sociales que le permiten intervenir en el quehacer
público (asociarse, formar parte de un partido
político, elegir, ser elegido, etc.) y gozar de libertad. Al
ser el Estado quien concede atributos jurídicos y da la
categoría de ciudadano partimos del supuesto que todo
sujeto se somete  voluntariamente al poder del
Estado por que comparte valores y
principios que
van a facilitar la convivencia y bienestar general. 
           

Existen otras definiciones de ciudadanía sin duda, pero
no es la intención ser exhaustivo en las mismas para
efectos del presente artículo.

Hagamos propicia la oportunidad para recordar que la dinámica del concepto
"ciudadanía" y los avatares de su mal ejercicio en la vida
en democracia
desde antes y después de la instauración de
la
República del Perú llevó al ciudadano de
las mayorías a desarrollar sentimientos de recelo,
desconfianza y hasta rechazo de toda relación con la
comunidad
política, llámese partido político, autoridad,
congreso, etc. Utilizamos la expresión "comunidad
política" como el conjunto de personas preparadas para el
ejercicio de sus deberes y derechos expresadas en su capacidad
para elegir y ser elegidos, asumir funciones
representativas, así como aplicar o invocar de acuerdo a
sus intereses y necesidades las prerrogativas que brinda el
Estado como cuerpo jurídico.    
  

Este rechazo a toda relación con la comunidad
política está marcada en el siglo XVII con la
mítica sentencia de Thomas Hobbes:
"El hombre es
el lobo del hombre" en la
que atribuye a toda persona, "un
deseo perpetuo e insaciable de utilidad y de
poder…".La frase citada y su interpretación, grafica claramente el
 rechazo a participar en actividades políticas por
parte de los ciudadanos de entonces y de muchos de ahora; rechazo
explicitado en frases como: "cuidado, la política es
mala", "todo político es corrupto", "todas las autoridades
roban", etc.

Tal forma de pensar, despreciativa de la política, se
fue enraizando en la mentalidad de las generaciones formadas en
una modernidad
caracterizada por ensalzar toda clase de
actividades que satisfagan el ego o el hedonismo expresado en
riqueza, poder, sexo, emociones
fuertes, etc. Esta modernidad establece como idea central que el
hombre es el centro del universo, amo y
señor de la naturaleza.

Entre otras variables,
tomemos en cuenta la importancia de los medios de
comunicación masiva y la educación
pública, que es la educación que recibe
el 80 % de peruanos.

Existe acuerdo que los medios masivos
de información, como herramientas
de educación y co-responsables de la formación del
alma colectiva, aportan su cuota al creciente deterioro moral al
resaltar y exaltar temas casi siempre asociados a 
 corrupción, narcotráfico, traición,
tránsfugas, soborno, etc. expresados en todos los niveles
sociales incluyéndose niveles de gobierno local,
regional o nacional.

En una realidad como la nuestra, la educación de
calidad
entendida como el acceso al conocimiento
especializado en sus niveles medio y superior, se convierte en
una variable que concede poder a quien lo detenta. "El poder del
conocimiento" se afirma y se publicita como un mensaje que
atraviesa dolorosamente la conciencia de
quienes saben de antemano que ellos y sus hijos no podrán
llegar a tener ese poder, salvo un milagro o rara
excepción para consolidar la regla.

Es más fácil y rápido que el
conocimiento humano sea convertido en ciencia,
tecnología, arte o leyes (al
servicio
directo de unos pocos) que en valores comunes (al servicio
directo de todos). Quienes pueden servirse directamente del
conocimiento
científico, tecnológico o jurídico son
los que finalmente como por ley de
gravitación universal asumen el liderazgo en
el control político y económico.

La mayoría de la población crece, se desarrolla y muere
desconociendo las bondades y los beneficios del conocimiento
científico, tecnológico, artístico o
jurídico. Desconocimiento traducido en engaño,
abuso o prepotencia de politiqueros que lleva al sector
mayoritario de nuestra población a indignación a
veces mal canalizada y aflora como resentimientos,
frustración, baja auto-estima o rabia contra  "el
criollo" o "la criollada". Pero el criollo no representa
aquí un grupo
étnico en particular; significa simplemente al "vivo por
que sabe más", al que se aprovecha del que desconoce sus
derechos y este criollo puede ser indistintamente un zambo,
 blanco, negro o cobrizo.

Así queda sentada una situación que denigra al
político partidario y a la política de partido, de
organización, de colectivo, de activismo.
En tanto, la anti-política aparece en el escenario.

Como corolario de toda la situación aquí
presentada las grandes mayorías terminan reacias a
aceptar, entender o asumir comportamientos y actitudes
relacionadas con vigilancia social, participación, trabajo
en colectivos, fiscalización y transparencia,
empoderamiento, etc. por que no se identifican con estas
actividades. O identifican estas actividades como parte de la
parafernalia llamada política y todavía no se han
dado razones suficientes para que nuestros conciudadanos pasen a
sentirse parte de una comunidad política, no se
identifican con ella, carecen en  consecuencia de identidad
ciudadana.

A falta de identidad ciudadana aflora el rechazo a la
comunidad política expresada en frases como "a este
país nadie lo cambia", "se acuerdan de los pobres solo en
elecciones", "no me metan en juicios, por favor", etc.

III. EN
CONCLUSIÓN

Expresiones de indignación como la recurrente: "el vivo
vive del tonto y el tonto de su trabajo" es acaso fiel reflejo de
un resentimiento instalado en la mentalidad de todos los peruanos
a lo largo de los años y fiel reflejo de falta de
identidad ciudadana que faculta y obliga al deber de vivir
honestamente como al derecho de trabajar para su propio bienestar
y el de los suyos. La indignación de nuestros  conciudadanos que sufren el olvido de los
sucesivos gobiernos, en el interior del País, se
personifica en actitudes y expresiones de rechazo generalizado al
Estado y su cuerpo jurídico.

Este rechazo al Estado, que estrictamente en esencia es un
rechazo a los gobiernos, da cabida a una calculada
interpretación que tergiversa la realidad al afirmar que
no existe identidad nacional en el Perú o en los peruanos.
En realidad lo que no existe es identidad del ciudadano que
asocia a la comunidad política con el cuerpo
jurídico estatal que no toma en cuenta sus precarias
condiciones de vida, o en el mejor de los casos tarda en dar
solución a sus urgencias materiales y
espirituales tornándolos en excluidos del sistema
económico-social al que se supone pertenecen o tienen el
derecho de pertenecer; saben también que se accede a ese
sistema económico – social entre otros, solo en
óptimas condiciones de preparación académica
de calidad.  

Lo que no existe, entonces, es identidad ciudadana y significa
la asignatura que no aparece en el mapa curricular y en el
plan de
estudios del proceso que ha de llevar a graduarnos como peruanos
auténticos, seguros de
nuestra nacionalidad,
orgullosos de nuestros orígenes y preparados para exportar
al mundo nuestra peruanidad y para auscultar sin complejos y
participar de lo que ofrece la aldea global.

Nos preguntamos entonces: ¿qué hacer para
desarrollar y consolidar la identidad ciudadana de la que
carecemos la mayoría como nación? 1) Desterrar la
amnesia como ausencia de recuerdos y hechos de la Historia real; no limitarnos
solo a la historia oficial o a la historiografía,
más bien promover que cada pueblo, cada localidad, cada
región empiece a levantar su verdadera historia que es la
verdadera Historia de la Nación. El historiador George
Duby dice: "Hacer historia solo tiene sentido si ella permite
aferrase al presente, controlarla masa de informaciones que nos
acosa, criticar, desmitificar, no dejarse llevar tan
fácilmente por los dogmatismos 2) Promover con mayor
intensidad la participación de más personas o de
todas las personas en actividades colectivas de la ciudad en la
que vivimos, en actividades colectivas del municipio o
región a que pertenecemos, en actividades colectivas de la
institución en la que nos educamos o se educan nuestros
hijos.

Toda participación en actividades colectivas significa
promover el desarrollo de una cultura ciudadana que nos de la
oportunidad de involucrarnos en las situaciones con las que cada
día enfrentamos, como colaborar con el cuidado del
ambiente en el
barrio que vivimos, el respeto a
nuestros derechos y cumplimiento de nuestras obligaciones
con la municipalidad o la búsqueda en común de
mejores políticas de gobierno 3) Apoyar, promover y
participar en la aplicación de un proyecto educativo que
responda efectivamente al contexto humano y no solo a las
exigencias del mercado. Proyecto
educativo que no sea parámetro solo para el sistema
escolar o superior, no. Proyecto educativo que involucre de
manera autónoma a todos los agentes educativos de la
nación: escuela, empresa, medios de
comunicación masiva, iglesia,
universidad,
etc.

BIBLIOGRAFÍA
BÁSICA

·        
BOWERS, C. Detrás de la apariencia.
PRATEC-Universidad de Oregon, 2002.

·        
RAMOS, Gerardo. Una visión alternativa del
Perú. UPRP, 2001

·        
SABATO, Ernesto . La Resistencia .
Ed Seixl Barral 

·        
SANTUC, Vicente y otros. Democracia, sociedad civil y
solidaridad. Instituto de ética y
desarrollo, UARM, 1999.

·        
URIBE, Consuelo. Un modelo para
armar. Fondo editorial, PUCP, 2008.   

 

 

 

 

 

Autor:

Manuel Octavio Martino Feria

Miraflores, octubre 2008.

Perú

Partes: 1, 2
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