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”Los niños de los campamentos”. Cuento de ocupacion




Enviado por Cesar Augusto Salomon



Partes: 1, 2

               
    Tenía aún 9 años y ya conocía el
    dolor de haber perdido a sus padres y abuelos, fue la noche de AL
    – MAGHAZI, un campamento de refugiados en Gasa central con unos
    18, 427 refugiados registrados por la Unrwa en diciembre de 1996,
    había quedado sólo con su hermano Nain de 14
    años, quien había visto morir a sus padres a
    puntapiés, una noche de represalias del ejercito de
    ocupación sin poder hacer
    nada para impedirlo, pues estaba encañonado por un soldado
    de apenas 19 años, el cual temblaba ante Nain y Kaled,
    mudos testigos de tanta crueldad y todo porque durante la
    Intifada, un grupo de los
    niños
    de las piedras habían herido gravemente a un soldado
    Israelí, y
    había que vengarlo con las represalias nocturnas,
    ingresando a la precaria casa de piedra que albergaba a Nain y
    Kaled allá en el campamento para refugiados de Al-Maghasi,
    donde no había protección para los refugiados que
    estaban a merced de su opresor, aquella noche negra, los soldados
    entraron a la casa y ordenaron a sus padres levantarse a punta de
    bayoneta, puntapiés y culatazos en el rostro, fue tal la
    brutalidad, que Raisha murió instantáneamente de un
    solo culatazo, su padre Omar, quiso repeler el ataque pero
    recibió una ráfaga de metralla muriendo en forma
    inmediata, Nain y kaled estaban aterrorizados y no atinaron a
    defenderse, sólo se abrazaron y lloraron su dolor amargo e
    impotente frente a su enemigo, sin poder defenderse, hacerlo,
    significaba la muerte,
    igual que sus padres, pero tuvieron suerte a pesar de todo, 
    pues cuando ya le apuntaban a ambos hermanos, hubo tiros de
    franco tiradores que hicieron salir a los dos soldados valientes
    y orgullosos de su hazaña tan rápido como entraron
    a la vivienda, a hora Nain y Kaled, habían quedado solos,
    sus abuelos, que vivían a tres casas de la suya
    habían sido acribillados minutos antes, fue la noche negra
    en el campo de refugiados, una matanza más, una
    represalia, sólo "entrenamiento
    para los nuevos reclutas" para que vencieran el temor, el miedo
    la cobardía, ahora "eran los nuevos Nazis del Siglo
    XX".

                                             

               
    Kaled y Nain fueron ayudados por la Media Luna Roja, quienes se
    encargaron de dar sepultura a sus padres y abuelos, fueron
    nuevamente empadronados, no había diferencia ya con los
    campos de exterminio Nazi allá en la Europa de
    Hitler, no
    había esperanza de vida, los soldados podrían
    volver nuevamente al campamento y repetir una y otra vez las
    represalias.

               
    Habían transcurrido ya siete meses desde la última
    represalia, parecía que todo había terminado, era
    que Kaled y Nain habían escuchado de las Conversaciones de
    Paz de Madrid y se
    hablaba de que les devolverían la tierra, que
    ya no habría mas campos de refugiados, más
    represalias, más niños huérfanos, si, ahora
    habría esperanza de vida.

               
    Nain, soñó una noche con el patio de su vieja casa,
    donde había una huerta con naranjos y olivos, las flores
    que tanto gustaba a su madre Raisha, vio en su sueño a su
    padre horneando el pan y eran felices estaban juntos y todos
    reían y cantaban viejas canciones palestinas, no la de los
    campamentos que hablan de ojo por ojo, eran canciones diferentes,
    canciones de paz, de amor, de
    sueños, fantasías, de ilusiones.

               
    Aquella noche Nain fue feliz, vio a sus padres y al despertar
    pensó que allí estaba su padre horneando el pan,
    pues percibió el olor de pan recién horneado, pero
    Kaled que se había levantado temprano para hornear el pan
    y recién Nain pudo comprender que había tenido un
    sueño, un hermoso sueño.

               
    Kaled, escucho el sueño de Nain, quien le relato lo que
    había soñado, mientras desayunaban y saboreaban el
    rico pan aun caliente, Kaled no pudo contener sus lagrimas y
    abrazo a Nain tan fuerte como pudo, exclamando que nunca lo
    dejaría, que juntos algún día
    saldrían del campamento y juntos llegarían a
    estudiar para ser médicos y así salvar muchas vidas
    de tantos niños que  en las noches de represalias
    eran heridos y torturados por el ejercito de ocupación,
    sólo así lograrían ayudar a su pueblo,
    salvando vidas.

               
    Ahora, había que seguir en la Intifada, había que
    buscar que el mundo mirar hacía Palestina, que supieran
    que existía, que su niñez pedía libertad, que
    ya no querían mas alambrados, más barricadas ni
    balas de goma con bolas de acero en su
    interior.

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