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Historia de una peregrinación



Partes: 1, 2

Monografía destacada

     Las voces del
    peregrino nunca son caprichosas. Por el contrario, contienen un
    mensaje maravilloso, digno de ser atendido aun por los
    más distraídos.

    El secreto del hombre, el
    verdadero secreto, se halla en las profundidades del
    alma. No es
    necesario repetirlo. Sólo hay que susurrarlo. Porque no
    necesita ni requiere propaganda
    alguna…

    El secreto del hombre es el alma y el secreto del alma
    está en su silencio. En efecto, la realidad supera
    cualquier pretendida conceptualización, cualquier
    definición o análisis que se quiera intentar. No, no
    está ese abismo a merced de ocurrencias pasajeras ni de
    los ensayos que
    tanto nos consuelan. ¡El alma vive! Más allá,
    incluso, de cuanto podamos o pretendamos imaginar…

    Aunque yo… no lo sepa; aunque no me dé cuenta, aunque
    quiera eludir y escapar. El misterio de la interioridad humana,
    la proyección de su hondura, está ahí,
    siempre insoluble, en un perpetuo reclamo de atención… Y, a pesar de nuestra
    insuficiencia para captarlo o alcanzarlo en toda su magnitud, nos
    interroga constantemente, nos invita a sumergirnos en sus aguas
    para bucear siempre algo más en zonas desconocidas.

    Percibimos el eco de una existencia necesariamente
    diferente
    . Sabemos o descubrimos -tarde o temprano- que no
    somos esto o aquello. Que las incesantes noticias y la
    agobiante información que nos circunda, no constituye
    -para nosotros- lo esencial ni lo fundamental. En definitiva, que
    hay algo más.

    Así como la vida no acaba en la muerte,
    así como nos sabemos llamados a la eternidad,
    así también acabamos por conocer la apertura de
    nuestro propio yo, por decirlo de alguna manera.

    La asfixia exterior nos impele a descubrir el universo
    interno. Así lo insinuaba San Gregorio Magno, como fruto
    de su experiencia y de su sufrimiento. El mundo que nos asedia se
    erige en absoluto. Su multiplicidad, su carácter invertebrado, nos engaña y
    nos deja perplejos, casi empeñados y comprometidos con
    él.

    Pero no. No es esa la verdad. ¡Hay algo más, hay
    mucho, mucho más! Destellos y heridas nos comunican el
    Bien insospechado. La cuestión será otra. El dilema
    se planteará entre dos actitudes bien
    nuestras, bien personales… Si nos decidimos a entrar, con todo
    lo que ello comporta, o nos quedamos -sin fecha-perpetuamente
    quizá, en el umbral de la puerta.

    ¿Por qué se nos plantea tal disyuntiva? Porque
    el secreto de la vida está en un acto de arrojo que se
    realiza "sin porqué"; sin duda, esta especie de salto en
    el vacío nos permite abrir la puerta cerrada hasta hoy. Lo
    que los místicos llamaron AMOR PURO puede
    indicarnos el camino a seguir…

    La apertura que necesitamos requiere esa suerte de
    desinterés, de abandono, que nos introduzca en el
    plan de Dios,
    en la aceptación "generosa" del designio del Señor,
    que no es plenamente, desde luego, conocido por nosotros.

    Entrar en la noche. El Doctor Místico, San Juan
    de la Cruz, puede enseñarnos maravillas acerca de este
    ingreso y de este consecuente camino.

    Ahora bien, pasamos a nuestra casa, nos desprendemos del mundo
    aparente y lejano… Y esto es así por la razón que
    ya vamos conociendo, a saber: que desgajándonos de los
    "intereses", en renuncia luminosa, entramos en el desierto que
    nos lleva a la Tierra
    prometida. Entramos en el Alma hecha Templo de la Presencia de
    Aquél que es el Centro y Origen de nuestra vida…

    II

     Entrar al Alma

    ¿Qué es esto? ¿De qué manera?
    Desde luego será necesario recurrir a más de una
    metáfora para explicarnos mejor… Pero lo que intentamos
    decir ahora se puede expresar así: atención a lo
    interior
    . Atención, en suma, a la vida más
    honda, a la vida a secas. Vamos como descendiendo en lo
    más íntimo, que es lo más secreto. De
    ninguna manera comporta esfuerzo o tensión. Tampoco
    análisis o raciocinio. Hemos aprendido a tomar, al menos,
    una cierta distancia de las cosas, sobre todo cuando nos dimos
    cuenta que no nos identificamos con ellas. También podemos
    dialogar con mujeres y con hombres de épocas muy lejanas.
    Quiere decir que somos capaces de superar las determinaciones y
    condicionamientos que, aparentemente, nos someten. Limitaciones
    que no son tales, cuando nos aventuramos en un diálogo
    cada vez más alto.

    El universo interior no requiere esfuerzos de
    concentración sino, más bien, un VIAJE. Esta
    figura es más elocuente y veraz de cuanto se pueda
    sospechar. El hombre se
    enfrenta a una mirada, hasta que se sumerge en ella. Ahora
    bien, él no sabe si está dentro o está
    fuera… Simplemente ve.

    Y parte. Entonces se deja llevar en la misma medida de su
    entrega, de su abandono… Su búsqueda, su viaje,
    comporta la actitud
    fundamental: dejar ser el ser… Ahora es desvelado,
    despertado por el esplendor del Ser.

    El Ser aparece en su horizonte. Se descubre desde su
    intimidad, aun con los velos de su delicado pudor. El alma se
    enamora del Ser. El planteo no sigue, no puede seguir, una
    línea recta sin alternativas ni sorpresas. La
    aparición del Ser supone una suerte de sobresalto, de
    perplejidad y hasta de temor. No es extraño. La hondura de
    la realidad despierta un vértigo particular. De
    alguna manera es ésta una garantía de
    autenticidad.

    Quien descubre un tesoro comprende inmediatamente el riesgo que trae
    consigo, el riesgo que le es propio. En efecto, la verdad
    supone el rechazo de cuanto le es contrario y, con ello, la
    gesta y la agonía. No se capta la belleza,
    no se la recibe realmente, si -al mismo tiempo– no se
    percibe su fragilidad…

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