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La representación que los jóvenes escolarizados tienen de la Universidad Pública




Enviado por Gustavo Racovschik



Partes: 1, 2

Monografía destacada

    1. Introducción

    2. Conclusiones

    3. Reflexiones finales

    4. Bibliografía Utilizada

    INTRODUCCIÓN

    "Si los responsables del mundo son
    todos

    venerablemente adultos, y el mundo
    está como está,

    ¿no será que debemos prestar
    mas atención a los jóvenes?

    Mario Benedetti 

    Para adentrarnos en el tema de nuestro trabajo,
    quisiéramos hacer una introducción en donde definiremos algunos
    de los varios ejes trasversales con los cuales trabajamos a
    partir de diversos interrogantes que nos fuimos planteando. Tal
    es el caso de: los jóvenes escolarizados, la
    relación jóvenes / universidad
    pública a lo largo de la historia, la incidencia de
    las políticas
    neoliberales en los jóvenes y su impacto en la construcción de nuevas subjetividades y el
    impacto de los medios masivos
    de comunicación (sobre todo la
    televisión) en la construcción de esas
    subjetividades.

    Podríamos decir que, a partir de la segunda mitad del
    siglo XIX en Europa, con la
    consolidación de la clase burguesa
    como clase hegemónica, surge un nuevo sector social: la
    juventud,
    identificando bajo esta categoría a un grupo de
    individuos que están en la edad entre la adolescencia y
    el matrimonio.
    Hoy en día, podríamos decir que la juventud
    podría emparentarse con todo el período de la
    adolescencia hasta la entrada en la vida adulta, sin embargo, la
    adolescencia es más que una etapa o un estadio del
    desarrollo
    cognitivo o biológico, sino que además es el
    momento más importante de la constitución de subjetividad desde la
    pubertad. Es
    un momento de la vida del joven en donde se construyen
    hábitos que proponen distintas y cambiantes
    identificaciones -"soy esto" o "soy lo otro"- donde cada
    identificación supone modos de relación con los
    otros, conductas, códigos de lenguaje,
    gustos musicales, de los que el joven se lo apropia.

    Las investigaciones
    revisadas coinciden en que la juventud no es algo estático
    sino que se construye en el juego de
    relaciones sociales.

    Para la sociedad del
    siglo XIX, el ser joven debía ser un distintivo social.
    Quienes pertenecían o querían pertenecer a la clase
    media debían distinguirse de los sectores populares, en su
    mayoría obreros y campesinos. Según Hobsbawm, las
    clases medias utilizaron tres criterios para diferenciarse:
    "Uno de esos criterios era adoptar una forma de vida y una
    cultura de
    clase media; otro criterio era la actividad del tiempo de ocio
    y especialmente la nueva práctica del deporte; pero el principal
    indicador de pertenencia social comenzó a ser, y
    todavía lo es, la educación
    formal"[1].

    Para los jóvenes de clase media, el acceso a la
    educación
    formal era una manera de posponer su ingreso al mercado de
    trabajo, significaba ascenso social, el ingreso a los negocios,
    tener más tiempo para el ocio, era una condición
    esencial de status. La educación separaría a los
    jóvenes de las clases medias y altas de los jóvenes
    de las clases trabajadoras y campesinas. "La educación
    secundaria hasta los 18 años se generalizó entre
    las clases medias, seguida normalmente por una enseñanza
    universitaria o una preparación profesional elevada
    (…) La escuela era la
    escala que
    permitía seguir ascendiendo a los hijos de los miembros de
    las capas medias. En cambio, muy
    pocos hijos de campesinos, y menos todavía de
    trabajadores, podían llegar a esos
    peldaños
    "[2] , sentencia
    Hobsbawm.

    En nuestro país, desde sus comienzos, a finales del
    siglo XIX y en gran parte del siglo XX, la política educativa
    había sido una de las principales estrategias
    público-estatales tendientes a la integración social de la población. Durante la mayor parte del siglo
    pasado, la Argentina fue un país que sustentaba
    expectativas de movilidad social ascendente para las clases
    populares urbanas. El paso por el sistema
    educativo primero y la inserción laboral posterior
    en un empleo
    estable, constituían un recorrido habitual o por lo menos
    plausible para la mayoría de los jóvenes de clase
    baja y media urbana.

    Tal como señala Sergio Balardini "(…) en las
    primeras décadas del siglo XX, por primera vez, los
    estudiantes universitarios dejan de ser la homogénea elite
    de hijos de las familias aristocráticas de Buenos Aires,
    para mezclarse con los hijos de los inmigrantes y de locales,
    hijos de comerciantes y trabajadores de procedencia diversa. Se
    daba así nacimiento al ascenso social reflejado en una
    exitosa obra de teatro del
    escritor Florencio Sánchez, cuyo título
    "M´hijo el dotor", se transformaría en una acertada
    síntesis de las expectativas de cada vez
    mayores contingentes de inmigrantes
    "
    [3].

    En América
    Latina cuando los jóvenes se hicieron visibles en el
    espacio público y sus conductas, manifestaciones y
    expresiones entraron en conflicto con
    el orden establecido desbordando el modelo de
    juventud que les tenia reservado la modernidad
    occidental; fueron nombrados a fines de los 50" y durante los 60"
    como rebeldes, pasando en los 70" a ser subversivos, y en los 80"
    (fuera de la escena política) la imagen del joven
    delincuente y luego del violento. (Reguillo, 2000)

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